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27

Dejando las nubes atrás, Thiago y Evangelina arribaron a destino con la promesa vigente de no superar la máxima velocidad establecida por la doctora.

Ubicada en las inmediaciones de la Universidad de Howard Payne y de la Iglesia Católica de St. Mary, en el corazón de Brownwood, la casa de Francesca era una más del montón.

Aparcando el carro en la calle poco transitada, fue inevitable que el impactante BMW se destacara por el sobre resto de los vehículos locales, en general, camionetas rurales de gran porte pero poco mantenimiento.

─¡Zia!! ─ la pequeña Janet salió corriendo por la puerta de su casa para darle un gran abrazo a Eva, quien, de cuclillas en plena calle, recibió el efusivo abrazo de su sobrina ─.¡Te he echado de menoz! ─ con su acentuada tendencia al "seseo" la niña era la viva imagen de su madre.

─ Has crecido mucho, cariño. Yo también te he extrañado ─ Eva le acomodó un mechón de pelo tras su oreja y regresó sus piecitos al pavimento ─ .¿Dónde está tu mamá? ─preguntó ante la curiosa mirada que la niña dirigió hacia Huster, el cual observaba la escena varios pasos por detrás de ellas.

─¿Quién ez él, zia? ─ señaló exageradamente al deportista.

─ Mi nombre es Thiago ─ fue el turno de presentaciones. Acercándose, extendió su mano, ofreciéndosela a la niña.

─ Tienez un nombre eztraño. Pero bonito ─ exageradamente sacudió su manita.

─ Gracias, Janet. Tu tía me ha hablado mucho de ti.

─ Puez a mí no me ha hablado mucho de ti  ─ admitió la pequeña elevando los hombros, con una mueca graciosa.

─¡Hermanita! ─ la chillona voz de Francesca se asomó por el umbral de la puerta, con Toby en brazos.

─¡Fran! Qué alegría verte ─ avanzando de la mano de la niña, que se hamacaba entre Thiago y Eva, los tres pasaron por la verja de ingreso a la casa ─. No hemos pegado un ojo en toda la noche ─ dijo Francesca tras el saludo de rigor, pasándole el niño sumamente dormido a su hermana.

─¿Tiene dificultades para conciliar el sueño?

─ No fue sólo eso...alguien que yo conozco no ha podido dormir esperando a su tía ─ la mayor de las Züberteins señaló a Janet, jugueteando con un carro de bebe y un muñeco de plástico  por el jardín delantero  ─ .¡Oh, disculpa mi grosería y perdón por las fachas ─ la dueña de casa arrastró su flequillo con el puño de su camisa de franela a cuadros ─ : Soy Francesca ─ tal como su hija saludó al astro deportivo, en silencio pero receptivo ─ . Mi casa es muy modesta como podrás notar, pero aprecio que hayas acompañado a Eva hasta aquí.

─ Muchas gracias Francesca, es un honor estar aquí y compartir unos días con ustedes.

Una vez dentro de la vivienda, Huster dejó el equipaje en el suelo de la sala principal.

─ En esta misma planta hay una habitación con un tocador privado que podrán usar sin inconvenientes, la madre de Matt suele utilizarla cuando viene de visita.

─ Gracias, Fran, esperamos no ser una molestia ─ Evangelina arrullaba al niño, algo quejumbroso.

─¡No digas eso! Hace mucho que no vienes por aquí así que tendremos que aprovechar el tiempo ─ ante un incipiente llanto hormonal, cogió al bebé nuevamente.

Huster observaba detenidamente las dos generaciones de mujeres que tenía frente a él: por un lado la pequeña Janet imitando cada uno de los movimientos que su parlanchina madre hacía; acunaba al bebé de goma como ella, gesticulaba moviendo su cabeza como Francesca y repetía su mímica cuando hablaba. Por otro lado las Züberteins unidas por el inquebrantable vínculo de la hermandad: la menor, Evangelina, con su cascada de cabello color canela cayendo animadamente por su espalda, con su personalidad extremadamente sensible y tímida y frente a ella Francesca, más alta, de contextura amplia, tal vez exacerbada por su reciente parto, de cabello más corto y más dorado, como su modelo en pequeña escala llamada Janet. Sus rasgos eran similares, no cabía duda que eran hermanas, y aquel modo particular de echar la cabeza hacia atrás cuando reían, remarcaba su consanguinidad.

─ Matt llegará en unas horas, está con su hermano Mike organizando el festival del fin de semana ─ colocando a Toby en su cuna, Francesca habló en dirección a Huster, que como momia, permanecía de pie frente a la mesa de la sala ─. Mientras tanto mi hermana podrá guiarte en mi palacio y por favor, ponte cómodo, siéntete como en tu casa ─ Francesca amplió su sonrisa, marca registrada de las muchachas.

─ Muchas gracias, llevaré esto a la habitación ─ tomando el equipaje y dos pasos por detrás de Evangelina, caminó por el corredor hasta llegar al mencionado cuarto de huéspedes.

Una vez dentro de la alcoba, Huster dejó las maletas y abandono su chaqueta en el ganch oubicado por detrás de la puerta.

─ Mi hermana tiene una obsesión con el estampado liberty en las paredes ─ Evangelina puso sus dedos en la boca, imitando un vómito, graciosa y más relajada de lo que estaba acostumbrada a mostrarse.

Colocando su equipaje sobre la cama, lo abrió y comenzó con la ceremonia de ordenar sus pertenencias, ubicándolas en las perchas del angosto armario de la alcoba.

─ Eres muy parecida a Francesca ─ lanzó Huster, divertido, a los pies de la cama.

─¡Ruego que me digas que no hablo tanto como ella! ─ juntando sus palmas en señal de plegaria, se colocó frente a él, rozando su pecho con ambas manos.

─ No, no creo que sea posible. Ha hablado más de lo que tú y yo en esta semana.

Y ahí estaba Eva volcando su cabeza hacia atrás, dando una gran carcajada.

Su simpleza, su felicidad ante las pequeñas cosas de la vida, lo dejaban perplejo.

─¿Dormirán en la mizma habitazión? ─ la pequeña Ricitos de Oro entró de golpe, arrojándose de lleno en la mullida cama, sobresaltando a los tortolitos.

─ Así es...─ asintió Evangelina avergonzada y juntando la ropa que restaba por acomodar, antes que la niña la tirara al piso con los rebotes de la cama.

─¿Zon novioz? ─ la niña sujetaba un biberón en una de sus manos, apoyándolo en la boca de su muñeco.

─ Sí ─ sin dudarlo, Huster respondió de brazos cruzados. Eva volteó su rostro, conteniendo una sonrisita triunfalista.

─¿Y ze van a cazar?

─¿Tu madre no necesita ayuda en la cocina, Janet? ─ evitando más preguntas incómodas, Evangelina tomó a su sobrina para llevarla hasta la puerta y señalarle la cocina.

Huster escuchó con gracia la naturalidad de las preguntas de las niñas y el modo poco sutil en que su tía se deshacía de ella. Siendo su turno de guardar su equipaje, y antes de que Evangelina no le dejase lugar, colocó un par de jerseys y sudaderas en unos cajones un poco destartalados.

─¡Uff, esa niña ha heredado el espíritu persuasivo de su madre! ─ resopló ella, se colocó en puntas de pie y dio un suave beso en la mejilla de Huster.

─ Es muy común que las niñas pregunten eso y a esa edad. Comienzan los por qués y ese tema de de dónde vienen, cómo vienen, si tienes novio, cómo se llaman...¡son una máquina de hacer preguntas! ─ rió fuerte ante la atenta mirada de Eva, ya recostada en la cama.

─ No tengo demasiada psicología infantil ─ deslizó ella rozando el cuello de uno de los polos perfectamente doblados de Huster.

─ Ya lo aprenderás cuando tengas niños ─ Thiago sacó su lengua en un gesto encantador y sorpresivo. Él mismo era un niño grande.

─¡Hice waffles con jalea de arándanos! ─ la voz de Francesca, proveniente de la sala, era lo suficientemente alta como para oírse en cada rincón de la casa.

─¡Vamos Huster!...debes probar los waffles con dados de manzana que hornea mi hermana ─ Eva bajó de la cama de un respingo y tomó la mano de Thiago a quien arrastró por el corredor hasta sentarlo, literalmente, en una de las sillas de la sala ─.¡Nunca, pero nunca, comerás unos iguales!

La cocina era un espacio bastante amplio, integrada a la sala. Los cortinados color maíz con broches para la ropa de colores colgando de ellos, los azulejos blancos con dibujos de utensilios de cocina, dibujos de Janet de diversos tamaños pegados en la nevera y rayones de crayola en las paredes que habían sido blancas en un comienzo, conformaban un caos visual tan furioso como encantador.

Un caos formidable que representaba nada más ni nada menos que el calor de un hogar feliz. Un sitio con el que Huster soñaba con tener algún día.

─ Le he hecho muy buena fama a tus waffles. No me decepciones ─ Eva le apuntó a su hermana con el cuchillo mientras Francesca posaba un plato repleto de discos de masa con un aroma encantador. Janet acostó su muñeco en la mesa y a la fuerza y con un pequeño tenedor de plástico, comenzó a alimentar a su juguete.

─Gracias por la alharaca, hermana, debo admitir que yo también tengo mis encantos ─ guiñó el ojo hacia Huster, quien asintió tímidamente.

Con un waffle ya en su plato, él decidió rendir honores al manjar que acababa de probar.

─¡Está exquisito!

─Te lo he dicho, Huster. Mi hermana es la joya de la familia.

La complicidad entre Eva y Francesca era contagiosa, reían, hacían bromas un poco tontas, cantaban en voz alta canciones de niños entonadas desastrosamente y golpeaban la mesa a menudo. Todo era algarabía en la casa de los Eldridge.

─¡Papá! ─ la niña, dueña de un oído biónico, saltó de su silla al escuchar que Matt aparcaba su vieja Ford F-100 al frente de su casa.

─¡Janet! ¡Deja ya de salir corriendo como una condenada poseída cada vez que oyes un ruido! ─ gritó la madre de la criatura.

Huster observó aquella situación como propia, nostálgico. La pequeña corría hasta colgarse del cuello de su padre desesperadamente en tanto que él la sujetaba llenándola de besos en la barriguita de su niña.

─Tenemoz vizitaz ─ le anunció la pequeña

─¿Ah, sí?

─Zi, la zía Eva ha venido con zu novio famozo.

Francesca se puso de mil colores.

─ Últimamente mira mucha TV ─ la duela de casa levantó sus hombros haciendo un gesto con el trapo de cocina, evitando el incendio de sus mejillas. De pie en la entrada de su casa, aguardó por su esposo e hija chismosa.

─Hola cariño ─ Matt saludó con un beso tierno en la boca a su mujer; luego dejó a su hija en el piso. Francesca acariciaba la barba de su esposo con mirada devota.

Huster tragó, deseando para sí aquella situación. Como todo un caballero se puso de pie, sobresaliendo dos pasos por delante de la mesa.

─Buenos días Matt, soy Thiago Huster ─ el deportista se presentó, extendiendo su mano.

─ Matthew Eldridge, encantado de conocerte ─ acunó la mano del corredor cubriéndola con las dos propias para completar con una palmadita en el hombro.

─Ten cuidado, tiene operada esa clavícula Matt ─ Eva abrazaba cariñosamente a su cuñado quien, con sus dos metros de alto, la levantaba dejándole sus pies colgando.

Matthew era incluso más alto que Huster; de tez rosada, ojos aguamarina y pelo casi anaranjado, parecía un vikingo.

─Supuse que esa nave espacial que estaba aparcada en mi casa sería de alguna estrella ─ sonrió, sirviéndose un waffle "made in Francesca".

─Sí, es un poco llamativa, ¿verdad? ─ el dueño del vehículo aprobó el comentario.

─¡Tanto que provocará el suicidio de mi vieja camioneta! ─ ambos hombres rieron.

─¿Cómo te ha ido cariño? ─ Francesca se puso a su lado, sirviéndole jugo a su esposo.

─Bien, Mike es un poco obstinado, pero supongo que podremos recaudar lo suficiente.

─Matt y su hermano organizan dos veces al año una feria en un predio familiar con el objetivo de reunir fondos para el hospital zonal. Luego se disfrazan de payasos y les entregan juguetes a los niños internados en el ala de pediatría. Es algo muy noble por parte de los hermanos Eldridge ─ enalteció Eva con sus palabras, logrando que su cuñado se pusiera aun más colorado de lo que era.

─Realmente lo es ─ Huster asintió interesado ─ .¿Es mañana?

─Sí y por fortuna hay muchos vecinos que colaboran con la causa. Francesca vende waffles a un costo simbólico; la Sra. Olson hace pasteles de limón mientras que Tony se encarga de los juegos de entretenimiento. Es reconfortante ver a la gente unida para ayudar a los niños que más lo necesitan.

─Sin dudas, Matt ─ Eva dijo terminando su último bocado de waffle.

─¿Ustedes disponen de alguna cuenta bancaria en la que depositan el dinero? ─ Huster preguntó; los presentes (y mayores de edad) permanecieron expectantes por el motivo de su pregunta.

─Oh sí, es una cuenta personal de hecho. La gente de Brownwood confía en que no somos estafadores, campeón.

─Por supuesto... claro...─ asintió Thiago enojado consigo mismo por el tenor de su pregunta─. Quisiera colaborar de algún modo, si es posible.

Matthew empalideció, con el tenedor incrustado en un trozo de waffle.

─¡No, Huster, por favor! Debes estar cansado de que la gente te persiga, pida autógrafos y te atosigue. Has venido aquí en plan de vacaciones, no quiero que te agobies pensando de qué modo ayudar. De ninguna manera ─ expresó Matt, introduciendo aquel pedazo de comida en su boca.

─Hay un modo, Huster, si no te incomoda ─ Eva fulminó con su mirada a su hermana, desconociendo qué saldría por esa boca incontinente. Matt roló sus ojos; su esposa echaba por tierra toda su perorata acerca de no perturbar al calma de ídolo ─ . Verás...sólo con ir unos segundos al festejo podríamos recaudar más; tú sabes, nadie famoso viene aquí y tu presencia...anunciarla, la gente vendrá para verte y...─ nerviosa, con los tres pares de ojos puestos en ella, trataba de exponer su punto.

─¡Sí, por supuesto que me agradaría hacerlo! ─ Huster abrió sus brazos ante la sorpresa de Eva.

─¡Fran por favor! ─ gritó su hermana menor tomándose el rostro con ambas manos.

─¡Él mismo se ha ofrecido a cooperar! ─ Francesca señaló al corredor.

─Eva, cariño, deseo ayudar y si el modo que encontramos de momento es anunciar que estaré presente, no existe ningún problema ─ Huster posó un suave beso en la frente de su compañera de viaje ante la mirada enamorada de Francesca.

El rostro de Evangelina esbozó una sonrisa tierna, congraciada y sentimental, correspondiendo el gesto a Thiago al acariciarle la barbilla.

─¡Rayos! ─ masculló Huster; su móvil vibró en el interior de sus pantalones ─. Disculpen, debo atender ─ agitando el moderno artefacto salió en dirección al patio delantero, donde la pequeña e inquieta Janet jugaba con su bicicleta.

─¿Te ha dicho cariño? ─ Francesca no pudo evitar disimular su alegría apenas salió Huster de la cocina ─ .¡Es un príncipe azul! ─ lanzó en voz baja, ante la mirada de su marido.

─Oye, que estoy todavía aquí ─ dijo Matthew, fingidamente enfadado.

─Tu eres mi príncipe rojo, amor ─ Francesca reparó el exabrupto, dándole un estruendoso beso en su mejilla a su esposo.

─Así está mejor.

Eva se sentía muy a gusto en lo de su hermana; la pareja conformada por Francesca y Matthew había sobrevivido a fuertes tempestades y aún así, continuaban juntos, peleando por salir adelante y conformando una familia única y especial.

Las diferencias con sus padres habrían fortalecido su unión proporcionalmente a la disolución del vínculo con el matrimonio Züberteins, el cual ni siquiera conocía a sus nietos.

─Todo está listo para mañana ─ Huster regresó a la mesa emocionado ─. Mi manager está enviando en un transporte privado una de mis motocicletas de colección hacia aquí.

La conmoción fue instantánea. Nadie respiraba. Nadie parpadeaba.

─¿¡Qué!? ─ el grito histérico de Francesca fue escandaloso.

─Francesca, en Los Ángeles dispongo de un hangar en el que guardo una importante colección de motocicletas con las que he competido. Podremos organizar un sorteo, la gente puede comprar los números a una módica suma de dinero y así, obtener una mejor recaudación ¿no lo crees beneficioso Matt?

─Huster... no...es muy...generoso...no puedo...aceptarlo ─ pálido, balbuceaba.

─Por favor, Matt, permíteme hacerlo. Pondremos grandes anuncios en las tiendas para que publiciten mi presencia durante el fin de semana y el sorteo a última hora del domingo.

Matthew tenía lágrimas en los ojos, algo sólo visto por Francesca durante el alumbramiento de sus dos niños. Su esposa llevó sus manos a la boca, encantada y feliz. Abrazando a su amado lo llenó de besos a pesar de su rigidez.

Su hermana menor no se quedaría atrás: acunando el rostro de Huster le entregó un gracias cargado de amor.

"Esto es calor de hogar, esto es lo que quiero" , se repitió el campeón para sí, como una gran meta a conseguir. 

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