19
Huster llegó a su casa exhausto; casi seis horas de pie, muchas de las cuales con poses estáticas, lo terminaron fastidiando. Su cadera y cintura, le agradecieron el descanso momentáneo.
Consciente de que no era cuestión de un par de horas en una producción fotográfica sino además, por varias noches de sexo intensa, sonrió con la sinceridad a flor de piel.
Recuperando la sonrisa, las ganas de vivir, Eva le devolvió una pizca de ilusión. Él la estimulaba, ella accedía sin condiciones. ¿Pero era justo pedirle más?¿Huster era honesto consigo mismo? ¿O Evangelina significaba un bonito recurso para olvidar sus verdaderos problemas?
No deseaba utilizarla, no se lo merecía. ¿Pero lo estaba haciendo o realmente las cosas que sentía por ella eran fuertes y su autodestrucción era tan grande que lo cegaba a la realidad?
En ese preciso instante deseó llamarla, pero contuvo su ansiedad. Hacía mucho tiempo no se sentía cautivo de un accionar adolescente, despreocupado, ansiando ser impulsivo más de lo habitual.
Molly representaba la adrenalina, un subibaja de emociones, un sinfín de riesgos por correr; lo mismo que significaba competir con su motocicleta. Ambos sentimientos eran compatibles y quizás, por esa misma razón, es que se dejaría cautivar desde un comienzo por su primera esposa y madre de su hija.
Sin embargo, ahora todo era distinto. Alejado de las pistas sin desearlo, su vida era inestable y desordenada; licenciosa y sin límites. Pero ya contaba con 32 años y sus necesidades emocionales no eran las mismas.
Con un corazón desgarrado vagaba sin destino, dejándose perder en la noche, en los brazos de alguna desconocido y sin compromisos.
Replanteando el cambio, reconoció que aquel accidente sería una grieta, un antes y un después: Cindy parecía enviarle esa confusa señal. Su hija lo protegía. De algún modo intentaba advertirle que aun no era el momento de partir junto a ella, poniendo a la doctora Züberteins en su camino. No era simple azar, Eva lo rescataba de un pasado hostil, entregándole a cambio ternura, atención, dulzura...y su propio roto corazón.
Convencido de ir a Los Ángeles con ella, se apuntó una tarea más, una que debía cumplir y estaría dispuesto a enfrentar con la ayuda de Evangelina.
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La inquietud por saber que una tal "Samantha" entrevistaría a Huster a su casa, por la mañana, le provocó a Eva un inoportuno insomnio. Se maldijo por no aceptar la propuesta de dormir entre sus brazos y aferrarse a él.
Descreyendo en la inocencia de Huster con respecto al poder que ejercía sobre la especie femenina, sólo le dio el beneficio de la duda, confiando en que no intentaría tirarse a la cronista.
Quizás, era una mujer de unos 70 años, arrugada cual pergamino y a la cual no le agradaban los jóvenes apetecibles con gran cuerpo.
Sentada en la cama, su cabeza no dejaba de trabajar. Solos, en su apartamento, sin moros en la costa representaba un ambiente propicio, para la infidelidad.
Presionando la almohada en sus oídos, deseando no oír sus propias voces internas, Eva giraba una y mil veces. Sentirse de ese modo era exasperante; ya lo había experimentado con Christian, y era inevitable no recaer en un dejà vú espantoso y denigrante.
A pesar de todo, reconoció que ellos eran hombres diferentes, agradeció por ello porque mientras Christian la defenestraba como persona, socavando sus merecimientos personales, Thiago enaltecía sus características, la adulaba como profesional y la deseaba como mujer.
Pero las palabras dulces y sus modales gentiles y correctos, ¿le pertenecerían específicamente a ella o era un recurso utilizado por el corredor con todas sus conquistas? Exhausta, y sin tomar conciencia del momento en que sucedería, el sueño la venció por completo.
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Deseando que no fuese hora de levantarse, Eva arrojó el irritante despertador al piso en su intento por apagarlo, consiguiendo resquebrajarlo. Malhumorada por descansar mal y con la incertidumbre clavada en su pecho por la entrevista a Stinger, salió hacia el St. Davids con un nudo en el estómago como desayuno.
De camino al Centro Médico, Francesca se puso en contacto con ella.
─Hola hermanita, ¿cómo estás?
─Hola Fran... ─ respondió tras revolver entre sus pertenencias atiborradas en su bolso, con un tono desencantado.
─No suenas muy bien.
─He dormido poco.
─¿Y Huster tiene algo que ver con ello? ─ cargando su inquietud de doble sentido, dio comienzo a la serie de preguntas inquisidoras.
─Sí ─ admitió resoplando ─, pero no por lo que tú imaginas. He presenciado su sesión de fotografías, la de la revista Click, ¿lo recuerdas? Ha terminado muy tarde.
─¿Tienes idea de lo mucho que te envidio? ─ risueña y espontánea, así era Francesca.
─Ahora mismo yo estoy envidiado a una tal Samantha ─ exhaló con bronca, disolviendo sus últimas palabras en el aire.
─¿Samantha?
─Si, la sesión fotográfica se complementará con una entrevista personal. Una muchacha llamada Samantha irá a su apartamento para ello.
─¿Samantha Gibson?
Evangelina frunció su boca. ¿Cómo lo sabía su hermana?
─S...sí, creo que es ella... ¿por qué?
Francesca calló y su hermana supuso que algo no estaba del todo bien, su mutismo no era buen síntoma.
─Fran, dime cómo sabes que es ella ─ repitió la pregunta, cautelosa.
─Si es quien yo pienso ─ precavida, elegió sus palabras ─ Sammy Gibson es una reconocida periodista que lógicamente trabaja para Click y la cual siempre se ha relacionado con muchos deportistas.
─¿Es... bonita? ─ deseando tener un móvil equipado con la última de las tecnologías para poder googlear su nombre y conocer a su potencial contrincante, acudió a la ayuda de su hermana.
─Bueno...no lo sé.
─¡Vamos Francesca, dime si es bonita o no!
─¿Pues en que cambiaría las cosas? ─ chilló─. ¡Pues sí, es bonita! Era modelo publicitaria antes de dedicarse al periodismo...¿pero acaso tú crees que Huster podría...?
─Ya no sé lo que creo hermana; por lo que dices ella es una muchacha joven y bella que estará compartiendo espacio en un apartamento a solas con otro joven y bonito.
─¡Eva, pues tú también lo eres! Solo que no te das cuenta de eso o no quieres admitirlo.
─Fran, te agradezco el cumplido, pero ahora debo colgar. Debo estar en silencio un momento.
─¿Vendrás con él a Brownwood? ¿Se lo has propuesto?
─ No puedo confirmártelo. Más tarde te llamaré y te pondré al tanto de mi telenovela.
Las palabras de su hermana no hicieron más que agudizar el dolor en su pecho; pero poco podía hacer Evangelina a esas alturas. Solamente la confianza hacia Stinger la pondría a resguardo.
Siendo las 10 de la mañana, con café de aspecto gasolinero en mano y semblante adusto, inició la ronda de rigor, hasta que su bíper sonó. Era su jefe.
─Buenos días Richard ─ bebiendo su último sorbo de infusión bien oscura, saludó a desgano.
─Los míos son buenos, evidentemente no tanto como los tuyos ─ ironizó.
─He dormido poco y no del todo bien.
─Prefiero no preguntar ─ levantó sus manos, rindiéndose antes de dar batalla.
─Ni yo responder ─ su humor era de perros.
─Mira Eva, te he llamado para que estés al tanto que el Dr. Lummens estará comunicándose contigo en breve. Lo he notificado de tu licencia, por lo que no tendrás que preocuparte en esos días.
─Perfecto, te doy las gracias por estar ocupándote de todo esto, resulté ser una molestia.
─Deja de tonteras Eva, ya hemos hablado al respecto. Ahora, puedes retirarte, eso era todo.
La maldita demanda de McGregor era un terrible dolor de cabeza. Si algo le faltaba a ese día, era saber que en cualquier momento tendría que reunirse con el abogado del hospital por una causa judicial.
"Buenos días bonita, si te apetece, me gustaría almorzar contigo", anunció su móvil, desde el bolsillo de su chaqueta de médica. La propuesta de Huster, imprevista y necesaria, resultó ser la inyección de ánimo justa. ¿Ya habría finalizado con la entrevista?
"Buenos días, Huster. Mi mañana es de terror, nada me haría mejor que almorzar contigo. ¿Te parece a la 1 en punto? No dispongo de mucho tiempo. Hay un bello sitio en West Ben White Boulevard, podemos encontrarnos allí."
Bender Bar & Grill sonaba como una buena opción.
"Perfecto, a esa hora estaré desocupado, ¿no tienes inconveniente en que nos veamos en un lugar tan concurrido?."
Él tenía razón , probablemente no era el lugar indicado pero Huster ya habría puesto en duda su seguridad en cuanto a la exposición pública a la que serían sometidos. Al corredor poco parecía importarle que los vinculasen, de hecho el día anterior no repararía en cortejarla durante la sesión de fotos ante varios pares de ojos femeninos.
"No, deseo verte y el sitio es estupendo. Aguardo con ansias a que sea la hora indicada."
Exhalando, liberándose de una extenuante carga, Eva tendría que atravesar poco menos de tres horas de ansiedad.
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