15
A la mañana siguiente el aroma a café inundó sus sentidos; despertándola. Extendiendo uno de sus brazos, la soledad de la cama fue un llamado de atención; sus ojos se abrieron repentinamente.
Cubriéndose con la tersa sabana de satén oscura miró a su alrededor en búsqueda de una señal de Huster, sin resultado favorable.
La puerta de la habitación, sin embargo, permanecía entreabierta.
─Buenos días linda ─ Thiago estaba preparando el desayuno. Eva no tenía la mínima idea de la hora, restregando sus ojos sospechó que era demasiado tarde. En otro momento de su vida hubiera huido sin más cargando sus pertenencias como una loca; pero no esta mañana.
─Hola ─ sosteniendo la sábana, arrastrándola a su paso, Eva avanzó unos metros viendo el exquisito torso descubierto de Thiago. Sus músculos eran tallados, lo confirmaba en cada momento que podía. Cuidadosamente, se acercó a él cuyo cuerpo sólo estaba cubierto con sus bóxers blancos.
─ ¿Este es el último grito de la moda? ─ bromeó señalándola ─ .Tendrás que vestirte de algún modo, no probaré bocado mientras sepa que no tienes nada debajo ─ con un tierno beso, el desayuno se daba por inaugurado.
─ ¿Tengo tiempo para una ducha? Alguien que yo conozco me ha hecho sudar mucho.
Thiago asintió a la distancia, guiñando un ojo.
A toda prisa, la ducha de cinco minutos fue reconfortante; no tanto como el clima que prometía azotar Austin. Agradeciendo por el poco (muy poco) equipaje que había llevado a lo de Huster, Evangelina optó por una blusa fina de gasa color aguamarina (la cual resaltaba sus ojos) y una falda lápiz negra hasta la rodilla.
Agitando su cabello mojado tomó asiento en una de las banquetas del sector de la isla. Frente a ella Thiago, con sus vaqueros puestos, desplegaba un variado menú matinal. Una jarra de café, una de menor tamaño con leche, una con jugo de naranja y tres platos con comida: uno con rodajas de queso y jamón; otro con rodajas de pan tostado y por último, unas porciones de bizcocho de vainilla eran de la partida. En una bandeja larga y ovalada, tres pocillos: uno con mermelada de arándanos, otro con mantequilla y otro con queso para untar.
─Wau... ¡no sabía que este apartamento además de discoteca funcionaba como restaurante!
Thiago sonrió ante la ironía y pasando por detrás de ella plantó un delicado beso en su hombro desnudo, generándole enloquecidas cosquillas.
─ No tenía en claro qué es de tu grado al momento de desayunar, supongo que la máquina expender de café es un último recurso.
Eva miró con ternura a Thiago, él se había preocupado (y ocupado) en prepararle el desayuno. Con ternura ella acarició el pómulo altivo de Huster, aquel donde una ínfima cicatriz sentaba precedente.
─Gracias Huster, es mejor de lo que podía imaginar.
─Doc, esto es lo mínimo que puedo hacer por tí ─ elevando los hombros, justificó su actitud─. Aun así, continúo sin saber cuáles son tus preferencias al momento de desayunar.
Eva meneó su cabeza. Obstinación marca Huster.
─Me agrada el café con una gota de leche y tostadas con mantequilla. Adoro colocar la mantequilla sobre el pan recién horneado ─ regodeándose con su elección, Thiago le cogió una rodaja y la untó complaciendo sus deseos.
─Para servirle, mi Doc adorada ─ divertido, se mostraba sumamente adorable.
Disfrutando cada bocado e intercalando sorbos de café con leche, Evangelina escuchaba con atención a Huster su modo pasional de hablar sobre motocicleta. Aún sin comprender ese mundillo, el relato del corredor era muy entretenido.
─Disculpa, pero es muy tarde Huster... ¡debo irme ya mismo! ─ observando la hora en su móvil, Evangelina salticó disparada hacia el baño para retocar su cabello, lavar sus dientes y verificar que estuviese bien arreglada. Sin dudas, la aparición de ese paciente en su vida la había convertido en una mujer más atenta a sí misma.
─Quisiera alcanzarte ─ deslizó Thiago tintineando las llaves de su coche.
Eva frunció el ceño. No deseaba levantar sospechas y mucho menos, si en verdad aquello representaba un simple revolcón.
─Huster, en serio, no es necesario.
─Deseo hacerlo Eva...
Resultaría imposible negarse ante esos ojos oscuros de sobreactuada pena por lo que Eva se dejo atrapar.
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El tráfico a esas horas era insoportable. Un accidente en la Interestatal 35 complicaba el panorama más de lo previsto.
─Tranquilízate, llegaremos sanos, salvos y antes de las 10 ─ al posar su mano sobre la rodilla de Eva, descargó una corriente eléctrica que sobrepasaba los mil voltios.
Acelerando el coche más de lo que la doctora hubiera deseado llegaron según lo prometido; Thiago la dejó a una calle de distancia y 15 minutos antes de la hora habitual.
─Gracias Huster, eres muy considerado ─ prolija en sus palabras, desabrochaba el cinto de seguridad.
─Aguarda... ─ él la detuvo antes del saludo final ─ este viernes me han convocado para hacer una producción fotográfica; la revista "Click" quiere que sea la figura de su tapa.
─Oh ─ ella exclamó sin comprender del todo, ¿eso era algo bueno o malo?
─ Las fotografías forman parte de la publicación para una revista femenina, la cual incluirá algunas imágenes y desde luego una entrevista; se hablará de mi vida tras la cirugía. Comercialmente, pretenden enfocar el tema catalogándolo como la "resurrección del ave Fénix" ─ hizo un ridículo gesto de comillas con sus dedos, poniendo los ojos en blanco.
─Lógicamente, querrán ver si pueden seguir disfrutando de Stinger Huster en el circuito ─ sonrió Eva de costado celosa e irónicamente. Nunca habría comprado publicaciones de este estilo pero sabía de muy buena fuente (su hermana más precisamente) que las producciones fotográficas con el hombre del momento en portada, eran simplemente, arrolladoras. No le extrañaba que acudieran a Huster para posar. Con él como galán principal se aseguraban el éxito de ventas.
─ ¿Celosa, doc? ─ Él "objeto del deseo" hizo una mueca divertida.
─ ¿Yo? ¿Por qué tendría que estarlo? ─ Sí. Lo estaba. ¿Y qué con eso?
─El punto es que quiero estés allí, acompañándome.
Evangelina quedó congelada con la boca abierta.
─ ¿Perdón? ─ llevó su palma derecha, abierta, hacia su pecho, desconcertada por la inesperada propuesta.
─Quiero que seas mi compañía, que conozcas otra de mis facetas. Mientras mi doctora no me autorice a regresar al circuito, debo subsistir de algún modo─ con una sonrisa devastadora, el deportista apeló a la extorsión.
─No sé si es lo adecuado, yo no tendría nada que hacer allí ─ elevó sus hombros.
─Sí que tienes y es verme. Deseo pasar tiempo contigo y compartir mis actividades. Tal como yo he compartido las tuyas ─ hizo puchero de niño travieso.
─ ¡Eso no es justo! Hemos compartido tiempo en el hospital porque no quedó otra alternativa, ¡tramposo!
Jugando de manos, divertidos, Huster robó un beso de los labios de Eva, sorprendida pero receptiva.
─Deja de entretenerme con tus miradas seductoras y tus sonrisas de modelito, Huster. Yo tengo que ganarme la vida recomponiendo los huesos de corredores ególatras.
─¡Ufff, eso me ha dolido en el corazón! ─ exagerando los gestos, Huster presionó su propia palma sobre su pecho inclinándose hacia atrás.
─ ¡Adiós Huster!
─Adiós doctora y recuerde que aguardo su respuesta...
Sin responder a ese último intento por retenerla un minuto más, Evangelina descendió del vehículo, con la atenta mirada de Thiago siguiendo cada uno de sus movimientos.
Esa falda se ajustaba peligrosamente a su trasero provocándole al corredor un estado febril propio de una gripe.
Eva daba por hecho que tenía los ojos de Huster en su nuca...bueno, no en su nuca precisamente, pero sí tras de ella. Con una sonrisita nerviosa finalmente ingreso al St. Davids, dispuesta a atesorar cada instante al lado de ese hombre tan seductor como amable.
Sin agradarle del todo la idea de observarlo rodeado de mujeres hermosas y sensuales, era loable la confesión de Huster: quería pasar tiempo junto a ella y si ese era el modo de llegar a conocerlo, estaba dispuestas a hacer el intento.
El móvil vibró, anunciando un mensaje.
"Quisiera ser tu falda negra ahora mismo".
No habían pasado ni cinco minutos y Huster la asediaba con calientes mensajes.
Cediendo ante un aumento en sus palpitaciones, ella respondió sin cobardía.
"Y yo, la butaca de tu BMW M6".
Meneando su cabeza, sabiendo que no tardaría en recibir otra respuesta, se colocó su chaqueta blanca, sorprendiéndose gratamente cuando el Dr. Neufert ingresó a buscarla.
─ ¡Hola Richard! ─ dándole un beso afectuoso, Evangelina terminó de arreglar el cuello de su casaca, echando el cabello hacia atrás para sujetarlo en una trenza rápida.
─Buenos días Eva, ¡aunque creo que para tí son más que buenos!
─ ¿Por qué lo dices? ─ evitó mirarlo directamente disimulando su sonrojo, entreteniéndose con los broches del guardapolvos.
─Porque casualmente estaba fuera del hospital cuando el deportivo de Huster doblaba la esquina. Tú acababas de llega y a juzgar que te estás preparando... ─ el médico limpió su garganta, atrevido.
─ ¿Por qué no crees que fue una coincidencia?
─Sí, tal vez... ¡Y también creo en Santa Claus!
Richard se retiró no sin antes, cambiar el eje de la conversación, cosa que Evangelina agradeció.
─Cuando tengas un tiempo, ven a mi oficina. Tengo algo para decirte ─ Eva empalideció y al instante su jefe aplacó sus temores─ : no es nada malo Eva...¡regresa el color a tus mejillas! ─ concluyó desapareciendo en el largo corredor del centro hospitalario, devolviéndole el alma al cuerpo.
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La tarde había resultado una pesadilla, tanto es así, que Eva olvidaría por completo el asunto de Neufert; no obstante la figura de Huster revoloteando como un pájaro por su mente, la asaltaba en numerosos pasajes de la tarde.
─Adelante ─ Richard daba orden de paso.
─ ¡Ha sido una tarde de locos! ─ levantando las manos y cayendo desplomada en la silla frente a Neufert, Eva hacía su descargo.
─Gajes del oficio, supongo.
Resoplando, ella apoyó sus brazos sobre el escritorio, entrecruzando sus manos.
─ ¿Qué es lo que necesitabas platicar conmigo?
Su jefe se echó hacia atrás con extraña actitud. Sin dudas, había ocurrido algo de lo que sí preocuparse.
─Mi idea era darte solo buenas noticias pero ha surgido algo que no es tan bueno.
─Pues dime lo malo primero...─sugirió ella, resignada.
─McGregor ha iniciado acciones legales contra el hospital, cariño ─ Eva sintió que la sangre se le helaba ─, y también contra ti debido a tus declaraciones durante la conferencia de prensa de Huster.
Evangelina abrió enorme su boca, impresionada por lo acontecido.
─ ¡Pero si no he dicho nada malo! ─ alterada, fuera de sí, deseó tener a McGregor frente a ella para golpearlo.
─Lo sé Eva, créeme que lo sé y desde luego estoy contigo para apoyarte. Has sido profesional en tu desempeño como médico y no te has dirigido con malos tratos hacia él por lo que no tendríamos que preocuparnos. Los asesores legales del centro médico ya están trabajando en el tema.
Evangelina se puso de pie tomándose la cabeza, deambulando como una posesa por la sala y rememorando cada palabra dicha.
─Tranquilízate, niña. Los doctores Kirian Salonicas y Víctor Lummens están al corriente. Ellos te citarán cuando lo crean conveniente, eso es todo.
─Maldito bastardo...─ mascando bronca, decidió hacerle caso a su jefe y calmarse. Si Neufert aseguraba que estaba todo en buenas manos, así debería de ser ─. ¿Y cuál es la buena noticia? ─ esperanzada en corregir el curso de las cosas, Eva preguntó expectante.
─Has trabajado muy duro este tiempo y hemos coincidido con el Doctor Saltier que lo mejor será que te tomes unos días de descanso.
Eva abrió sus ojos. ¿Vacaciones? ¿Qué significaba eso?
─Pero Richard...aquí somos pocos, he metido a la clínica en un lío...
─Evangelina, la Dra. Tucker regresará la próxima semana tras su licencia por maternidad y con respecto a la clínica, te he dicho que el bufete de abogados está tras este asunto, tienen un arduo trabajo antes de citarte a declarar. Supongo que es el momento ideal para alejarte un poco y tomarte un tiempo. Disfruta Eva, eres joven, bonita y has pasado unos días de locos.
Richard se comportó paternalmente con ella y eso la sobrecogía. Era un gran hombre, le daba seguridad y estaba reconociendo su esfuerzo.
─Está bien Richard, con decirme bonita bastaba ─ se sonrojó por la picardía en su respuesta.
─ ¡Huster te ha embrujado niña! ¡Te has vuelto arrogante como él!
─ ¡Richard, por favor! ─ el rubor inundó su palidez nuevamente. Se dio suaves toquecitos sobre la piel caliente e intimidada.
─Ahora ve a tu casa, ya has hecho mucho por hoy y notifícame cuando tengas pensado irte. Sugiero que sea pronto, ¿me lo prometes?
─Sí─ Eva lo saludó con un beso en la mejilla pero su jefe tendría algo más en el tintero:
─Prométeme no ser tan cabezotas y no exigirte tanto. Relájate. Y con respecto a Huster, buena suerte.
─Ya, ya...─ arrojando un beso al aire ella se marchó sin ánimos de debatir su relación con la estrella del motociclismo nacional.
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Tocándose el rostro, avergonzado y enrojecido y teniendo por delante un par de días de vacaciones, no era una mala idea visitar a su hermana; se lo había prometido y sin dudas, el rancho de Brownwood sería un gran lugar para desconectarse de la vorágine diaria.
La última vez en que había estado en el rancho de su hermana la noticia de su inesperado embarazo tocó su puerta; con la intención de avanzar y exorcizar aquel profundo dolor, pensó en regresar con otro plan a cuestas: desaparecer por un tiempo de Austin y aunque la pequeña Janet y su recién nacido sobrinito demandarían mucha atención y energía, nada era como estar con su familia.
Una vez en su casa, tan exhausta como contenta, dejó su chaqueta de lado y checó su móvil encontrando no uno sino tres mensajes de Huster.
"Espero que tengas un muy bello día, linda".
"Te echo mucho de menos".
"Aguardo tu llamado esta noche".
Breves pero significativos, a través de sus mensajes Huster se mostraba protector, divertido y amable, no había un solo adjetivo en su contra. Y eso la atemorizaba.
Desechando pensamientos negativos respondió, en orden, cada uno de los textos recibidos.
"Muchas gracias, pero no ha sido muy bueno...luego te cuento".
"Yo también te he echado mucho (pero mucho) de menos".
"Acabo de llegar a casa y necesito ponerme una ropa bien cómoda. Luego platicaré con mi hermana, dejando para lo último lo mejor de todo: hablar contigo".
Con una sonrisa bobalicona, aguardó respuesta sin obtenerla de inmediato; presumiblemente, él estaría en el gimnasio de su condominio, siguiendo la minuciosa rutina establecida por Luke.
Despojándose de su vestido y descalza, se llenó a tope una copa de vino frío. Eva sintió que alcanzaba la gloria; el final de ese día se acercaba a pasos agigantados.
La gratificante sensación de la bebida helada atravesando su garganta era un bálsamo que calmaba sus ansias por hablar con Huster. Lo había echado de menos, como admitiría muy a su pesar y más aun sin haber recibido respuesta alguna tras el trío de mensajes que ella le envió.
En aquellas dos noches junto a Huster había conocido el cielo, el infierno y el purgatorio. Recordar sus labios, sus dedos, su apasionada entrega, significaba explotar de deseo y perder la cabeza por completo.
La trataba con dulzura, elogiaba su belleza y la miraba escandalosamente; todo aquello que siempre había deseado, se convertía en realidad. Ficticia o no, bastaba para hacerla vibrar en lo más hondo de su ser.
Con él se sentía viva, plena. La arrastraba sin piedad por un camino escabroso y hostil y aun así, gustosa, se entregaba al placer carnal a la que la sometía, sin contemplaciones. Huster era blanco y negro, tierno y salvaje, el ying y el yang. Todo formaba parte de él; y un remolino de contradicciones se agolpó en el estómago de Eva.
Deambulando con la copa en la mano y vestida con una sudadera y un short de jean muy gastado, se dispuso a platicar con Francesca y darle la gran sorpresa de sus nuevos planes.
─Hermana, ¿te he despertado?─ relajada por el efecto subyacente del alcohol, dio inicio a la conversación.
─No, Eva, recuerda que tengo un niño recién nacido que nos tiene en vilo el día completo ─ rió resignada ─ .¿Cómo te encuentras tú?
─¡Cansada! ─ en una sola palabra, resumió.
"Sobre todo, gracias al sexo de estas últimas 48 hs".
─Trabajas demasiado Eva... ¡ya te he dicho que debes tomarte vacaciones! ─ no estaba para regaños pero no deseaba enojarse con su hermana antes de confirmarle que iría a visitarla contra cualquier pronóstico.
─Sí, lo sé...y es exactamente el motivo por el cual te estoy llamando─ Francesca hizo un profundo silencio ante las palabras de su hermana ─. Mi jefe me ha dado un par de días libres por lo que he decido ir a verlos.
─ ¿Estás de broma? ¡Mira que aun estoy sensible por la depresión post parto! ─ sollozó del otro lado de la línea.
─No, hermanita, no lo estoy. Supongo que el viernes de la semana próxima estaré lista para viajar; debo dejar algunas cosas en orden.
"Y no deseo perderme ni una de las sesiones del natatorio con Huster".
─ ¡Me haces tan feliz! ¡No tienes idea de cuánto! ─ A estas alturas Francesca gritaba de la emoción y por detrás se oía la voz de Matthew, su esposo, pidiendo explicaciones por su júbilo ─ ."Eva vendrá a visitarnos..." ─ exultante, la mayor de la Züberteins contaba a su esposo tapando a medias el auricular del teléfono.
─ ¡Bueno bueno, que tampoco soy la primera dama del país!─ Eva minimizó la exagerada alegría familiar.
─ ¡No seas cruel! Aunque sabes qué ─ súbitamente el tono animado de su hermana cambió; sin dudas las hormonas le jugaban en contra ─: sería mucho más feliz si algún día me presentaras a alguien...tú sabes, algún muchacho que aligere ese mal humor.
Eva había madurado durante todo el día la idea de ir a Brownwood con Thiago; si bien él admitiría la premura de su proposición post coital en cuanto a las ropas, escaparse (aunque fuese a un rancho con dos niños pequeños) para disfrutar su tórrido romance era una buena alternativa a corto plazo.
Meditando por un instante más aquella posibilidad, se preparó para la inquisición de Francesca. Imaginariamente, Eva se persignó:
─Fran...debo contarte algo, pero te pido que no me interrumpas, sueles hacerlo a menudo y eso limita mis posibilidades de...
─ ¡Larga el rollo!─ gritó eufórica, sabiendo que el silencio explicaba muchas cosas.
─ ¿Lo ves? Me interrumpes.
Francesca resopló. Si deseaba que Eva contase algo tendría que hacer silencio aunque le costase horrores permanecer callada.
─Ante todo quería hacerte una pregunta ─ evadiendo el meollo de la cuestión por un momento, Eva ganaba tiempo de una forma sutil.
─Dime ─ pausada, Francesca digería la lección.
─ ¿Sigues suscripta a la revista "Click"?
─ ¿Por qué me lo preguntas?
─ ¡Contesta Fran...!
─No, Matthew no quiere que la siga comprando. No desea que lo compare con los hombres de la tapa.
Evangelina no pudo evitar emitir una carcajada.
─Dice que no podría competir con esos sementales, él está quedándose calvo, tiene unos kilitos de más y ya usa gafas... ¡Gafas, entiendes! ¡Con menos de 40 años! ─ chilló.
─ ¡Todo un anciano!
─De todas formas lo amo; es el padre de mis hijos ─ Eva pudo jurar que la mirada cursi de su hermana estaría guiada hacia su pareja en ese preciso instante─. Y ahora, ¿por qué lo preguntas?
─Por curiosidad...─ la doctora mordisqueó su uña, mintiendo por un par de segundos ─...aunque las muchachas del hospital me han dicho que Huster, Thiago Huster, el corredor, saldrá en la portada de la próxima edición.
─ ¿¡Tu paciente estará en la portada de Click!? ¡Pues esa sí que no me la pierdo! ¡Nunca me has dicho qué tal luce con el torso desnudo!
─Lo normal ─ mordió sus labios, si normal era ser un dios fuera de serie, nadie entraría en las clasificatorias.
─ ¡No mientas! ¡Ese hombre no es normal, Eva, admítelo sin culpas!
─Bueno...sí, algo de razón tal vez tengas ─ inspiró profundo.
"Oh, oh...me ha pillado".
─Por el tono travieso de tu voz, tus dudas al responder y ante las negativas por admitir lo que un ciego, deduzco que algo ha pasado con ese guaperas... ¡no me engañes! ¡No a mí, pequeña bribona!
Eva incorporó aire puesto que lo más difícil, que era decirlo ya no era necesario: su hermana, inteligentemente lo daba por sentado.
─Se puede decir que ya ha ocurrido algo entre nosotros ─ Eva delineó el borde de la copa de vidrio con la yema de su dedo, cerrando un ojo.
El grito estruendoso de Francesca pudo oírse hasta Nuevo México, mientras que su esposo la callaba por lo bajo con un "despertarás a los niños".
─ ¡Dime ya! ¡Todo! ¡Exijo detalles...! ¡No! ¡No! ¡Mejor dime poquito y cuando vengas me cuentas todo!... ¡No, no, mejor cruentamente ahora que no me contengo...!─ su voz reflejó ansiedad transmitiéndosela por completo a su hermana.
─Fran, no lo sé...todo ha sido muy repentino. Es extraño todavía.
─Hace poco salió de alta y tú has estado a su lado al momento del lío de la conferencia de prensa...en ese momento ¿ya?...bueno...tú sabes...─ la pregunta levitó en el aire.
─No...bueno, no oficialmente ─ el vino causó el efecto contrario al coraje que deseaba conseguir al comienzo de la plática; balbuceó y la lengua se le trabó ─. Quiero decir, él sólo me robaría unos besos para entonces ─ admitió tocándose los labios, sensibles ante el recuerdo.
─¿Y?¿Besa bien?
─ ¡Bien es quedarse corto Fran, te lo aseguro! ─ Sin prejuicios y sonrojada, reconoció.
─Y... ¿ha habido algo más?
─Sí...ha pasado algo más. ¡Mucho más!
"Dos días del mejor sexo de mi vida".
─Podríamos decir que han verificado si el reemplazo de cadera ha salido bien...─ jocosa, impertinente, Francesca, resumió con una sabia frase.
─Si, podría tomar tus palabras como una interesante conclusión del tema.
─Sabes Eva... ¡te odio!... ¡te odio tanto! ─ Ambas estallaron en carcajadas.
─No me odies, solo envídiame.
─Aguarda un segundo...
De nuevo el silencio, que proviniendo de Francesca, aseguraba peligro.
─ ¿Por qué no le dices que venga contigo? Se encuentra disponible el cuarto de huéspedes en planta baja y...
─No, Fran, no...Es muy pronto para presentaciones familiares.
─Vamos Eva, tienes casi 30 años, estás soltera, eres guapa, tienes unos días libres y te acuestas con uno de los hombres más bellos de la faz de la tierra... ¿Por qué no disfrutar unos días juntos? Sé que las playas de Los Ángeles son más bonitas que nuestro Brownwood y el llanto de los niños no equivalen al canto de los Mariachis pero tienen las puertas abiertas de mi casa, lo sabes ¿verdad?
─Eres tan generosa hermana...─ los ojos de Eva se enjugaban, tres copas de vino habían sido suficientes para acrecentar el momento melancólico ─ .Te lo agradezco, lo tendré en cuenta.
─Por favor. Quiero verte feliz, te lo has ganado. Y si ese semental con sangre latina logra sacarte más que una sonrisa, lo amaré a él también. Por el contrario, si te hace daño, Matthew y yo le cortaremos las pelotas en rebanadas.
Francesca y su verborragia despegaron una sonrisa de Eva, relegando su nostalgia.
─Descuida, todo anda bien de momento. Ahora mismo debo colgar para hablar con él. Desde el desayuno que no escucho su voz.
─ ¿Desayuno? ¿¡Han dormido juntos!? ─ el grito histérico, volvió.
─Sí...dormido...en la misma cama. Juntos.
─Maldita perra, deja de sumar puntos a mi envidia...
─Lo intentaré y ahora adiós, te mantendré al tanto de mi viaje.
─ ¡Los espero!
Volteando los ojos, Evangelina estaba frente a la disyuntiva planteada por su hermana, pero no menos presente en sus pensamientos vespertinos.
¿Ir o no con él? Le fastidiaba mucho dudarlo.
─Hola, linda...─ con sólo dos palabras, la voz sugestiva de Huster acababa de convencerla de la oferta del viaje.
─Hola, bonito ─ palabras sumamente redundantes.
─He recibido tus mensajes pero estuve con mi rutina. Deseo comportarme como un buen paciente y recibir elogios de Luke y mi doctora el día de mañana, en nuestra sesión.
"Sí, eres el mejor y más dedicado paciente, tanto, que ejercitas fuera de hora".
─Me parece estupendo que te preocupes por tu salud, dependes sólo de ti.
─Lo sé y por eso es que me esfuerzo por ello─ reflexionó en voz alta─, y ¿por qué me has dicho que tu día no ha sido bueno? ─ preguntó finalmente haciéndose eco de sus preocupaciones.
─Porque he tenido mejores.
─ ¿Algo fuera de lo normal? ¿Motociclistas corriendo ilegalmente? ─ la burla venía como anillo al dedo..
─Por fortuna con un accidente de esos cada cinco años me basta Huster.
─ ¿Eso quiere decir que en 5 años me cambiarás por otro deportista inconsciente como yo ? ─ Thiago "el juguetón" en acción.
─No lo sé...déjamelo pensar... ─ rascó su barbilla a pesar de no ser vista.
─ ¡Ni lo sueñes! ─ asomó el Thiago posesivo. ¿Cuántas facetas más tendría?
─Las urgencias han sido bastantes pero nada de gravedad, por cierto.
─ Entonces, ¿qué es lo que te perturba, Eva?
─En primer lugar, Neufert sospecha que existe algo entre nosotros. No le ha resultado casual verme recién llegada y que tú estuvieras pasando a una calle con tu coche.
Thiago sonrió entusiasmado por detrás del tubo.
─Doc, ¿es que no comprendes que no hay nada de malo en que sepan que hay "algo"? ─ ambiguo, indeterminado... ¿a qué se refería con ese "algo"?
─No es tonto.
─Jamás lo he sugerido.
─Lo cierto es que no es ese el tema más importante sino que McGregor ha iniciado acciones legales contra el St. Davids. Y contra mí.
Huster no respondió de inmediato.
─ ¡Maldito hijo de puta! ─ concluyó furioso, con su mandíbula rígida tras unos segundos ─...pero no me resulta extraño que lo haga─ asintió bajando el tono de su ira.
─Su acusación me cogió desprevenida. De todos modos Richard me ha dicho que los asesores legales del hospital están al tanto y que me despreocupe por ello.
Un nuevo silencio. Una nueva sospecha de catástrofe por venir.
─Huster, ¿en qué estás pensando?
─Que el idiota de Dallas es un malnacido que quiere ir por todo.
─ ¿De qué hablas? ─ frunciendo el ceño, no entendía el cambio en el eje del problema ─ .¡Por favor Thiago, deja de querer ser el centro de atención! ¡No se trata de tí esta vez!
Silencio número tres. Eva estaba en problemas.
─No es por ser egoísta, ¿no lo entiendes? Esto va más allá de una simple demanda: me ha retado para competir, cosa absurda si las hubo; me ha arrojado en la cara que Molly me engañó mientras yo viajaba a participar en torneos y ahora te ataca a tí...
"¿Molly?". Indiscutiblemente McGregor se estaba metiendo con Huster.
─Neufert me ha dado tranquilidad de que esto no será más que un malentendido ─ llevando algo de paz deseaba que Stinger disminuyera revoluciones.
─Eso espero.
─Discúlpame, no quería ser grosera con respecto a tu actitud...
─Discúlpame tú, tampoco deseaba responderte de ese modo.
Eva contuvo un sollozo, algo culpable.
─ ¡Tengo buenas noticias! ─ dejando de lado la incomodidad vivida, recordó que tenía algo por lo que arrancarle una sonrisa a su paciente predilecto.
─ ¿Cuáles? ─ aun sonaba inexpresivo.
─Neufert me ha dado unos días libres...y aunque no es la mejor idea del mundo, prometí a mi hermana ir a visitarla en cuanto pudiese; tú sabes, ha sido madre y hace mucho tiempo que no la veo...
─ ¡Oh!...me parece estupendo ─ respondió sorprendido, un tanto desilusionado pero de mejor ánimo.
─Sí, lo es. Estoy muy feliz. Mi hermana es mi cable a tierra y ansío poder verlos a los cuatro ─ emocionada, con la voz quebrada Eva recordaba lo que pudo haber sido en su vida y no fue.
─Me hubiese gustado tener hermanos. Compartir con alguien mis juguetes, mis cosas...es por eso que siempre deseé darle un hermanito a Cindy.
Era la primera vez, fuera de su vínculo estrictamente profesional doctor-paciente, que Thiago hablaba sobre la posibilidad de tener más hijos.
─Pues estás a tiempo...─ sin mucho por decir, Eva volatilizaba la respuesta.
─ ¿Y cuándo tienes pensado irte? ─ Thiago aclaró su garganta, la voz le traicionaba.
─Tendré que discutirlo contigo.
─ ¿Conmigo?─ sorprendido, dejó su vaso con soda de dieta de lado.
─Sí. Deseo que me acompañes.
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