12
El bíper sonaba otra vez. Evangelina creyó que era una pesadilla, pero no.
Abriendo los ojos con dificultad se incorporó de su extraña posición: sin saber en qué momento, había cruzado los brazos en el lado vacío de la cama con la cabeza apoyada sobre ellos. La mano de Stinger caía entre sus cabellos, posesiva y dulcemente.
Dolorida por la incomodidad de la postura, se puso de pie no sin antes quitar la mano de Thiago de encima para contemplarlo: sentado con la almohada en su espalda y con su cabeza levemente inclinada hacia atrás contra el cabecero de su cama, parecía perdido en otro mundo. Descansando serenamente.
Sin hacer ruido, con el sol apenas asomando por el horizonte, ella se retiró. Un nuevo comienzo se avecinaba.
─Richard, son las 7 de la mañana. He ido hasta emergencias y nadie ha pedido por mí...¿a qué viene el llamado? ─ visiblemente agotada por el cansancio acumulado, Evangelina tomó asiento frente a su jefe.
─Estoy al tanto de la hora pero no te he llamado para que acudas a una urgencia. Es sobre Huster.
Evangelina se despabiló de golpe. ¿Helen, la enfermera, habría abierto su boca? ¿Qué rumor habría llegado a oídos de su jefe?
─ ¿Qué ocurre con él? En una hora está de alta según lo acordado ─ aseguró ella sacando de foco sus deducciones.
─Quería saber si estabas al tanto que ha convocado, lógicamente con la colaboración de Fox y a nuestras espaldas, una conferencia en el salón de prensa del Hospital.
"Ufff era eso" respiró tranquila.
Aunque pensándolo bien, no lo debía estar.
─Me lo ha dicho hace unas horas, cuando pasé a verle al tomar mi turno.
─Entonces también estás al corriente que desea que tanto tú como Luke lo acompañen.
─En efecto ─ Eva sintió culpa y responsabilidad por no informárselo a su jefe en el momento correcto.
─Esas son las condiciones y mal que me pese no puedo hacer nada para negarme. Ya te he hablado sobre el poder de persuasión que ejerce Fox sobre las autoridades.
─Yo no quería que Huster se expusiera pero tampoco pude hacer nada ─ mintió. En lo profundo de sí, Eva adoraba que Huster la tuviese en cuenta.
─ La conferencia será a las doce en punto. No puedo obligarte a que sobrepases tu turno, estás desde ayer aquí dentro, ya llevas muchas horas...
─Despreocúpate Richard, de seguro estaré entretenida peleando con Fox.
─Sí... ¡o con Stinger!─ rió ante los ojos sorprendidos de la doctora.
─No sé a qué te refieres...─ nerviosa, tartamudeaba. Si quería disimular, no lo conseguía.
Neufert salió de su silla para ir hacia la puerta y cerrar con llave. Eva giró sobre su silla; su jefe le tomó las manos.
─Huster es un buen hombre pero ha tenido muchos problemas en su vida. Es sombrío e inestable...no quiero que te perjudique ─ las palabras paternales de Richard la desconcertaron ─. No sé qué sucede entre ustedes ni es mi asunto pero eres una buena chica y él...él tal vez, termine por romperte el corazón.
Eva le sostuvo la mirada, inspirando profundo.
─Richard...yo no...─ sus propias palabras le eran esquivas y sus gestos inconclusos.
─No es necesario que digas nada, Eva. Es palpable que existe una atracción entre ustedes. Lo supe desde el momento en que colaboraste con su intervención ─ resumió ─. El resto era previsible: tú eres una bella mujer, inteligente, amable, profesional y él tiene un alma desgarrada y una debilidad extrema por muchachas apetecibles y con la guardia baja.
Evangelina permaneció en silencio asimilando la pesada carga de las palabras de Richard las cuales, sin querer, hicieron temblar la estructura mental de la que se había armado hasta el momento.
─Gracias por tus consejos ─ sin más que agradecer, viendo que su superior se incorporó frente a ella, se acercó a la puerta ─: nos veremos después.
Un escalofrío atravesó su espalda al salir de la oficina de Neufert. Sin haber abierto ni por un instante su boca y mucho menos su corazón, Richard había realizado una radiografía de la difícil situación en la que estaba metida hasta el fondo.
Neufert conocía el lado menos agradable de la estrella de motocicletas, su lado oscuro, aquella mente turbada por la desgracia.
Más confundida, Eva fue rumbo a la cafetería. Necesitaba desayunar, como seguramente lo estaría haciendo Huster en este preciso instante...si es que Karen no lo había raptado.
Ubicada próxima al ventanal que traslucía el inmenso parque, miró hacia el exterior deseando clarificar su mente. Cogió el vaso con ambas manos y bebió un sorbo de su café con leche.
Aun con la espina de la duda clavada en su pecho se preguntaba si acaso existiría un mañana junto a Huster.
─ ¿Doctora? ─ Evangelina se sobresaltó, volcando ligeramente algo de café sobre la pequeña mesa.
Era Peter.
─Disculpa, ¿te he asustado? No era mi intención ─ dijo él tomando unas servilletas de papel para secar el líquido derramado.
─Para serte sincera, sí ─ sonrió Eva secándose la mano mojada ─...además estoy sin dormir...
─Por estar insomne, te encuentras muy bonita de todas formas.
Eva lo miró con ternura puesto que Peter era un bello muchacho, como también joven y bastante inexperto a sus ojos.
─Agradezco tu cumplido Peter y con respecto a ello, siento mucho la posición incómoda a la que te he puesto aceptando salir contigo ─ ella se mordió el labio.
─Evangelina, no niego que me atraes y mucho ─ el rubio se ruborizó como un adolescente ─ . Pero creo que si intento acercarme a tí nuevamente Stinger me matará con sus propias manos ─ admitió mirando hacia el parque, conteniendo una carcajada.
─ ¿Por qué lo dices? ─ la médica forzó la respuesta obvia.
─ ¿Acaso no es evidente? ¡Huster está loco por tí!
Intentando silenciar a Peter por su exabrupto, Eva sonrió a las personas que voltearon sus cabezas para mirar en dirección a su mesa.
─Peter, sé cuidadoso con lo que dices.
─Perdón...─ el muchacho bajó la cabeza como un niño regañado.
─ ¿Fox te ha enviado como parte de la comitiva de rescate de Huster? ─ Eva distrajo el eje del diálogo.
─Algo así, me ha dicho que estaba trastornado por desmentir a McGregor. El muy patán ha desfilado en todos los programas de TV diciendo que Huster estaba arruinado.
─Maldito... ─ masculló la doctora con bronca, cerrando sus puños.
─Fue desleal, aprovechando que Thiago no podía defenderse.
─Ahora comprendo la convocatoria.
─Exacto.
Evangelina bebió lo que le quedaba del café, después del accidentado saludo de Peter.
─ ¿Irás a la habitación de Stinger? ─ preguntó el novato corredor poniéndose de pie.
Eva observó la hora de su reloj. Eran casi las 8 de la mañana.
─Sí, es hora de darle el alta.
Numeroso público se agolpaba en la puerta principal del sanatorio; fotógrafos, prensa, fanáticos...todos dispuesto a ver nuevamente a su ídolo caminando con normalidad y esperando con ansias su palabra oficial después de tanto tiempo.
Eva sería la encargada de anoticiar a todos los presentes e invitarlos a acreditarse en la sala del centro médico con lo que aquello significaba: golpes con micrófonos, avalanchas humanas y gritos ensordecedores.
─Buenos días a todos ─ el bullicio era inquietante y ensordecedor. Nadie registró su saludo. Limpió su garganta para repetir con mayor énfasis ─: ¡Buenos días a todos! ─ acompañó con sus palmas y de a poco, el silencio copó la sala ─ .Estoy aquí para comunicar que el paciente Thiago Huster acaba de ser dado de alta con la salvedad de tener que asistir una vez a la semana a la rutina de rehabilitación impuesta por el cuerpo médico de esta clínica─ sin fisuras, controló sus nervios ante semejante expectativa─. El paciente se encuentra en perfectas condiciones de salud, listo para brindar una conferencia de prensa en la sala habilitada para tal fin. Tengan a bien acreditarse para que la misma se lleve a cabo a las doce en punto del mediodía. Muchas Gracias.
Evitando cualquier pregunta, Evangelina logró salir ilesa del anuncio escabulléndose por entre los presentes y metiéndose con premura dentro del hospital.
─Aquí te traigo a tu doctorcita ─ Peter ingresó a la habitación en compañía de Evangelina, ésta, sonriente ante el recuerdo de la frase "si intento acercarme a tí nuevamente, Stinger me matará con sus propias manos" ─. Despreocúpate campeón, sólo hemos viajado juntos en el ascensor ─ levantando las manos ante la penetrante mirada de Thiago, Peter tomó asiento en la silla del cuarto mientras Huster interceptó a la médica.
─Lo has logrado Stinger ─ agitando el informe con el informe de alta, Evangelina fue cogida en volandas por Huster, generando su sorpresa y la del colega del corredor ─. ¡Huster! ¡Ten cuidado! ─ Con un gritito agudo, ella bajó la mirada hacia el piso.
Contento y emocionado Thiago la observó fijamente con un intenso ardor, besó su mejilla conteniendo sus irrefrenables ganas de estampillar uno en sus labios; Peter estaba presente.
─Gracias Evangelina, no sé que hubiera hecho sin ustedes.
Eva sollozaba de la emoción, las tenues lágrimas que se agolpaban en sus ojos serían arrastradas tiernamente por los pulgares de Thiago. Quiso disimularlas, pero no pudo.
─Sólo he hecho mi trabajo, Huster. Me alegro mucho por tí ─ exhaló profundo algo sonrojada por aquel gesto tan íntimo, aun sin estar a solas.
─ ¡Stinger! ─ la estruendosa voz de William Fox mantuvo la virtud de interrumpir en los momentos más inoportunos.
Evangelina se alejó sutilmente de la escena para permitir el fuerte abrazo del manager con su representado. Era increíble el poder que Fox ejercía sobre él.
─Doctora, Peter ─ con una leve inclinación de cabeza, Fox saludó a los demás cogiendo el bolso con ropas de Huster, el cual descansaba sobre la cama recién tendida por el servicio del hospital ─ .Te espero fuera Stinger. Irás a casa primero, regresaremos luego.
Obedeciendo como un niño de escuela, Huster asintió con la cabeza. Tras él, la figura de Peter se ponía de pie para seguir a Fox.
─Aguardaré en el automóvil... ─ dijo palmeando el hombro sensible de Huster ─ Evangelina ─ detuvo su marcha para colocarse de frente a la doctora ─: espero volvamos a vernos en alguna oportunidad...no aquí, desde luego ─ corrigiéndose sobre sus palabras los tres esbozaron una sonrisa divertida.
─No faltará oportunidad, Peter. Al menos yo podré verte por TV ─ afirmó Eva.
─Y como que sigas atendiendo corredores cabezotas, yo también te veré por TV─ guiñó su ojo, correspondiéndole la broma.
Peter se retiró dejándolos en soledad, al menos por un instante.
─Estarás junto a mí en la conferencia ¿verdad? ─ la angustia aplacó la oscura mirada de Huster.
─Sí, Thiago. Te he dicho que lo haré y cumpliré mi promesa.
─Gracias. Me hará mucha falta tu presencia.
Evangelina lo recompensó entregándole la mejor de sus sonrisas.
─Eres un hombre fuerte, nunca dejaré de recordártelo.
Huster le besó los labios con dulzura, un beso contenido hacía varios minutos, impregnando el sabor de su boca en ella.
─¿Nos vemos a las 12?
─Allí estaré ─ aseguró ella, aquietando las dudas del deportista.
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Las sillas blancas de patas aceradas se ocupaban de a poco. En las primeras filas, los medios gráficos más importantes de la ciudad se agolpaban por conseguir el mejor lugar. Eva distinguiría a muchos de los que horas atrás aguardaban por sus palabras buscando una buena ubicación. Los fotógrafos y camarógrafos se colocaban estratégicamente en los corredores laterales, preparaban sus focos y se movían levemente para lograr el ángulo más favorable.
La última hilera de asientos sería asaltada por un grupo de jóvenes muchachas que sostenían una extensa bandera de tela escrita con la frase "Huster, te amamos. Tus Stingers"
Evangelina sonrió al leerla. Huster siempre surtiría el mismo efecto vaya donde vaya.
Personal del hospital (enfermeras, asistentes y algunos doctores) husmeaban de pie lo que sería la conferencia más esperada de los últimos tiempos; sin dudas el centro médico de St. Davids se convulsionaba, alterando el ritmo habitual.
Eva observaba impasiva desde la puerta de ingreso lateral de la sala, comunicada con un extenso corredor auxiliar, aguardando por la presencia de la verdadera estrella de la jornada.
Impaciente, repiqueteando el pie contra el suelo incesantemente, Eva tenía mucho sueño y dolor de espalda. Con poco descanso encima, la silla de la habitación de Huster no habría sido un buen suplemento de la litera de la sala de médicos.
─ ¿Estás lista?─ por detrás, las manos de Thiago se posaron en sus caderas sutilmente provocándole una ardiente sensación en su piel. Eva respiró agitada al sentir sus huellas en su cuerpo, quemando la resistencia de la tela de la chaqueta.
La doctora ladeó la cabeza reteniendo el aliento de Stinger en su nariz, relamiéndose antes de asentir con un flojo "sí".
Las muchachas de la última fila corearon desesperadas al ver asomar a la estrella deportiva con ese andar particular, imperceptiblemente afectado por la intervención de cadera.
Fox se ubicaría a la izquierda de Huster, siendo el primero en tomar asiento; Eva avanzó tras él y Luke, la seguía en orden. Con sumo cuidado, el motociclista tomó asiendo frente a los diez micrófonos que se apoyaban en la extensa mesa de fórmica improvisada como barrera de contención de los periodistas.
Los flashes repiqueteaban en la sala como violentos relámpagos de una tormenta, ávidos por obtener las mejores imágenes de su ídolo y figura. Los aplausos resonaron en la sala, mientras que los vitoreos de algunos periodistas, devenidos en fanáticos, llenarían de emoción los ojos de Huster.
Eva lo observaba con dulzura, también consternada por la adoración genuina hacia él.
Rasurado, con el cabello prolijamente mojado hacia atrás, Huster ya no lucía las sudaderas escritas con nombres de bandas de músicas o equipos de béisbol y mucho menos los pantalones deportivos holgados, moneda corriente lo largo de su estadía en el St. Davids, sino que por el contrario, vestía un polo azul claro, de mangas cortas y unos vaqueros a la moda.
Agitando sus manos, todos obedecieron a la señal de calma pedida por el deportista. El murmullo lentamente se disipó para darle lugar a las palabras. Tocando el micrófono corroborando su funcionamiento cual estrella de rock, Thiago comenzó a hablar, dando inicio al show mediático.
─Buenos días a todos los presentes, a los cuales agradezco que hayan tenido la gentileza de esperarme hasta estas horas ─ Huster dominó la escena, rompiendo la expectativa ─. Además, es noble agradecer a todas las personas que no se encuentran aquí pero han velado día y noche para que yo superase otro obstáculo más en mi vida ─ su nuez bajó con dificultad al emitir esas palabras. El fantasma de su pasado traicionaba su tono de voz, no obstante continuó, sobreponiéndose rápidamente ─. Del mismo modo no quiero dejar pasar la oportunidad de agradecer a estas dos excelentes personas ─ volteó su torso 90° grados para abrir sus brazos señalando a quienes tenía a su derecha ─: a la doctora Evangelina Züberteins y a mi fisioterapeuta Luke Vermateen a quienes debo mi total y completa recuperación ─ afianzando su concepto, echaba por tierra las especulaciones del idiota de McGregor.
La segunda vuelta de aplausos para los profesionales, resonaban otra vez en el recinto.
─Bien merecido tienen este reconocimiento, por parte de todos nosotros ─ Evangelina se sonrojaba ante la agradecida mirada que les dedicaba Huster ─ , como así también es justo reconocer al Centro Médico St. Davids el cual me ha cobijado durante estos meses, poniendo a disposición sus servicios y a su plantilla médica ─ aplausos varios ─ .También sin dudarlo, menciono a mi amigo incondicional William Fox por su apoyo y a todos los sponsors que han antepuesto su calidad humana por sobre su billetera ─ Evangelina intentó disimular su malestar, no consideraba en absoluto que Fox hubiese querido que Thiago permaneciera en ese hospital. Sin embargo, la broma posterior de Huster, alivianó su molestia.
Dejando de lado la jocosidad, Huster endureció sus rasgos, dando una somera idea a Eva de lo que se avecinaba
─ Quiero descartar cualquier comentario malintencionado y absurdo sobre mi recuperación, ya que me encuentro en óptimas condiciones de salud.
Dando espacio a las preguntas, las cuales se encimaban incesantemente, Thiago permitió que un par las se formulasen a continuación, abriendo la barrera de fuego sobre ellos.
─ ¿Puede la doctora Züberteins afirmar que usted está en condiciones de correr nuevamente? ─ el joven periodista de la segunda fila comenzó con el fusilamiento, en clara dirección hacia ella.
Thiago miró a Eva. Ella limpió su garganta observando que Neufert, desde la sombras de la anteúltima fila de público presente, inclinó su cabeza en señal de aprobación.
─Sí, por supuesto que puedo ─ dijo la profesional acercándose a uno de los micrófonos dispuestos frente a ellos. Inspiró hondo ─ .El paciente ha respondido satisfactoriamente al tratamiento impuesto por el equipo médico a cargo. No existen lesiones internas ni externas que impidan que el señor Thiago Huster realice actividades con total normalidad, siempre y cuando sean tomados lo recaudos pertinentes, como en cualquier caso en donde se han realizado múltiples intervenciones quirúrgicas ─ el corredor no dejaba de mirarla ni por un segundo. Seguía atento cada una de sus palabras, cada uno de los movimientos ejercidos por sus labios; hipnotizado por su voz, la veía desenvolverse con suma naturalidad.
─ ¿Por qué cree que McGregor ha hecho referencia a que la carrera de Stinger estaba terminada? ─ un cronista que rondaba los 60 años, entrecano y de gruesas gafas, preguntaba en segundo lugar.
─Como especialista en traumatología, sólo puedo decir que el señor Dallas McGregor no conoce en absoluto de procedimientos médicos como para hablar con certeza sobre la recuperación de mi paciente y hacer una evaluación sobre ello.
─ ¿Y a nivel sumamente personal? ¿Qué opinión le merece?
Evangelina hizo un profundo silencio. Thiago parpadeó y la miró, colocando su mano en el regazo de ella, sobre la tela del vestido púrpura causante de su delirio nocturno, brindándole su incondicionalidad.
─Lo único que puedo decir, es que una persona que intenta denigrar a otra acudiendo a falacias, no es más que un parlanchín que busca prensa a expensas de otro que sí la tiene sin necesidad de generar escándalos ni recurriendo a bajezas.
Los periodistas quedaron mudos ante las palabras sinceras de Evangelina, quien digirió la magnitud de sus dichos, al notar que nadie volvía a preguntar nada más.
Reclinándose hacia atrás en su asiento Fox clavó sus ojos en ella con una extraña sensación de aceptación y agradecimiento.
─Gracias a todos ¡y habrá Stinger por mucho más tiempo! ─ Huster aprovechó el intenso silencio saludando a la multitud que nuevamente recobraba su aliento para murmurar por lo alto y dejar preguntas suspendidas en el aire.
De pie, posando para algunos fotógrafos que se colocaban al borde de la tarima desde donde se hablaba, Stinger disfrutaba de esa fama, del frenesí de la gente que pedía una muestra de cariño por parte del campeón.
Fuera de escena, Evangelina se deleitaba observando la felicidad en los brillantes ojos negros de Huster, quien firmaba sin cesar papeles, playeras, y cualquier objeto que le alcanzaban. Eva mantenía ambos brazos cruzados sobre su pecho, contemplando algo agotada, el tumulto de gente que rodeaba a Stinger.
Eran pasadas las 12.30 y los párpados de la doctora pedían a gritos cerrarse por un largo rato. Dirimiendo si interrumpir el momento de fama absoluta de la que gozaba Huster, finalmente se aproximó para saludarlo. Con fortuna se verían el próximo jueves, día de cita con Luke en el natatorio.
─¿Huster? ─ Evangelina lo llamó con suavidad, por sobre su hombro, sin obtener respuesta del deportista de habla efusiva con un cronista, el cual empuñaba un micrófono y era acompañado de otro hombre que sostenía sobre su hombro una cámara de TV; aparentemente se encontraban transmitiendo en vivo para una señal de noticias deportivas.
Aguardando hasta el momento en que el astro deportivo concluyó, no previno que éste giraría muy velozmente, atropellándola.
─ ¿Te lastimé? ─ Thiago tomó a la doctora por los antebrazos.
─No, Huster, estoy bien. He venido a darte el adiós. Debo regresar a casa, estoy un tanto cansada ─ susurró con los ojos visiblemente irritados.
Él retrocedió su vista cerciorándose de que su entorno no estuviese tan cerca. Se enfrentaban ante el momento del adiós, aquel que tanto rogaban que no llegase.
No habían tenido la posibilidad de conversar con antelación sobre algo tan tangible, por lo que rápidamente, Huster tomó el bolígrafo que Evangelina tenía enganchado en el bolsillo superior de su chaqueta y arrebatándole la mano, escribió en su palma una dirección: 811 E 11th St ─ U 313
─Te espero esta noche a las ocho. Ven, por favor.
Sus ojos negros y penetrantes estaban cargados de una extraña mezcla de deseo y desesperación, casi tantos como los de ella.
─Allí estaré ─ Eva tragó y entregando un suspiro al aire. Se retiró raudamente del sitio, dejando a Thiago con su fama y seguidores.
Cómo posesa, sonriendo como colegiala, fue hasta la sala de médicos para transcribir lo anotado por Stinger. Leyéndolo en voz alta, la familiaridad en la zona le arrebató una carcajada seca. Ese condominio se encontraba a unas calles de su casa.
"Maldito Huster", mordió su labio con travesura juvenil.
Dejando su chaqueta en su armario personal extendió sus brazos al cielo, despojándose, en parte, de la contractura que se aferraba a su columna.
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