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10

Tras la conversación con Huster en el natatorio, muchas dudas cercaron los pensamientos de Eva durante el viaje a casa; él aseguraba que estaría dispuesto a esperarla hasta que ya no fuese paciente permanente del Centro Médico, evitando interferir en su trabajo como médica.

¿Realmente deseaba sumergirse en la aventura de salir con Huster? Él demostraba ser un hombre con valores pero también, inestable emocionalmente como ella.

Involucrarse en una relación no sería nada fácil para su errante corazón: implicaría confiar secretos, sincerarse con el otro, corresponder a la actitud de Thiago para con ella al hablar de su hija fallecida.

Metódicamente, analizó una y mil veces los puntos en contra de salir con un tipo como Huster y ninguna le parecía lo suficientemente perturbadora como para negarle la posibilidad de intentar algo. Tomando una botella de agua fresca del refrigerador, su móvil sonó desde el interior de su bolso, apoyado sobre una de las banquetas de la cocina.

El nombre de William Fox parpadeaba en el visor. Maldiciendo su mala fortuna, pensó por un instante si dejarlo sonar y fingir desentendimiento pero la incertidumbre (y en parte sus buenos modales) ganaría la partida.

Volteó los ojos, inspiró y se preparó para enfrentar a ese viejo insoportable.

─¿Qué quiere Fox? ─bufó.

─Estabas muy bonita hoy.

Boquiabierta, con el vaso a punto de escurrírsele por la mano recién servido, su corazón se paralizó al escuchar que esa voz no era la del insufrible manager sino la de su sexy representado.

─Te...te lo agradezco ─fue lo único inteligente que pudo decir, entre medio de balbuceos─ pero no creo que me hayas llamado y de un móvil ajeno  para decirme solo eso ─ esbozó tontamente, cual colegiala.

─ ¡Me has descubierto! ─una carcajada ruidosa se oyó del otro lado de la línea─. Tienes mucha razón...Doc...yo...necesitaba cerciorarme de algo ─ la frase quedó en suspenso.

─ ¿Cerciorarte de qué, Huster? ─Eva se aferró fuerte al teléfono mientras esbozaba sonrisas nerviosas.

─Que sin importar lo que diga la escudería, no saldrás con Peter.

La que se rió con fuerza, esta vez, fue Evangelina. La impertinencia de Huster le había causado una sensación triunfalista; su plan de provocarle celos estaba dando más satisfacciones de las que creyó en un comienzo. El modo posesivo y autoritario, propio de él, creó una llamarada de potente satisfacción.

─Te lo he dicho en la clínica Huster, ¿por qué tendría que hablarte de mi vida privada? ─ pregunto sarcásticamente, sin abandonar el tono juguetón y perverso al que la arrastraba Thiago.

─Porque me interesa todo de ti. Y tu vida privada es parte de ello.

Thiago tenía el don de hacerla enmudecer y aunque en otro momento se hubiese fastidiado y respondido de malos modos, Eva exhaló un suspiro agitado, quedando en evidencia.

─Ya, ya Huster, no saldré con Peter... ¿contento? 

─Muy ─ reconoció desde el fondo de su ser con un pesado suspiro.

─ Bueno, ahora déjame disfrutar de mi hogar, hemos tenido suficientes emociones por hoy.

─Es cierto, prometí darte el espacio necesario para que pienses en lo que hemos conversado...aún así, deseo que ya mismo sea lunes.

─El tiempo vuela Huster. Cuando quieras darte cuenta, ya no estarás internado ─ el lado profesional y acartonado de la doctora afloraba tras esas estructuradas palabras.

─Lo sé, Doc... ¿nos vemos mañana? ─ Eva pudo imaginar a Stinger ladeando su cabeza, aceptando la realidad de la situación.

─Si, por supuesto. Mi turno es más corto por lo que pasaré sólo un instante por la habitación.

─Ufff...es cierto─ su voz sonaba sombría, acompañado de un puchero de niño disconforme ─. El sábado tendrás toda la noche para mi, ¿verdad? ─ cambió de estrategia; en lugar de lamentarse por lo que no sería, se enfocó en lo que tal vez sí.

─ ¿Siempre eres tan arrogante?

Thiago rió estruendosamente, dejando la respuesta en suspenso.

─Hasta mañana doctora.

─Hasta mañana Huster.

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Batió los huevos unas quinientas veces hasta dejarlos espumosos, ensimismada por la voz de Huster. Recordar aquel instante de intimidad le quemaba el vientre. Gracias a él, a la posibilidad de intentar al menos algo apartado de su aburrida rutina, sus labios curvaban una sonrisa bobalicona que no podría borrarse durante toda la mañana.

Una vez degustado su tortilla y bebido su jugo exprimido de naranjas, con suerte (y un poco de apremio) llegaría a tiempo a la tienda de ropa informal que estaba próxima a su apartamento antes de comenzar con su rutina médica.

Debía renovar su vestuario y si pretendía seducir a Stinger, necesitaba estar a su altura. Animada, contando con que Catherine la socorrería en sus quehaceres domésticos, tomó su bolso y salió a la caza de un nuevo vestuario.

Sin embargo, imaginar qué comprar sin escatimar en gastos era un drama puesto que su sentido de la moda actual dejaba mucho que desear. Usualmente, su chaqueta de doctora le brindaba la inmunidad necesaria para no pensar con qué vestirse: salía con poca frecuencia de su casa, no poseía un profuso historial de citas amorosas en el último tiempo, por lo que la preocupación por lucir bien era algo minoritario en su cabeza atestada de problemas.

Quitándose presión, era consciente que en pocos días más viajaría a visitar a su hermana Francesca a su rancho en Brownwood, quien acababa de ser madre. Lucir decente, era una premisa a cumplir.

Tras varias horas de prueba y error, se hizo de un vestuario agradable y poco comprometido. Llegó a casa, desfiló algunos minutos las ropas compradas y seleccionó unos pantalones de lienzo beis y una camisa azul oscura, de cuello pico sin magas para usar en lo inmediato.

Ropa nueva, bolso nuevo y nuevas deudas, eran el saldo del día de hoy. Eso y las ansias intactas por seducir a Huster un poco más.

─ ¿Eres tú? ─ Heidi silbaba con sus labios, notando el cambio radical en el aspecto de la doctora. ¿Tan desarreglada lucía a diario? Chasqueó la lengua ignorando la exageración.

─Sí, Heidi─ sonrojada, la saludó con un beso para ir rumbo al cuarto de médicos y colocarse su uniforme, como lo hacía diariamente.

─ ¡Pues matarás a muchos de un infarto, ten cuidado! ─ replicaba la recepcionista, generando una sonrisa tímida en sus labios.

Tan solo la separaban 48 horas del alta de Thiago y las sensaciones contradictorias se apoderaban de su corazón a cada paso que daba rumbo a su habitación.

─ Buenos días, Stinger ─Eva ingresó a la habitación, a las doce exactas.

Thiago deambulaba con una de sus muletas a cuestas dentro de la habitación, cuando se detuvo en seco para contemplar a Evangelina, de jovial aspecto cuyo cabello húmedo caía alborotado con sus adorables reflejos cobrizos hasta la mitad de la espalda.

─ ¡Necesitaré masajes cardíacos ya mismo! ─con el humor de siempre, Huster pestañeó agradeciendo silenciosamente a Dios por  lo que tenía frente a sus ojos. A saltitos, se acercó a su médica favorita ─. Luces... ─ sin palabras, balbuceaba como un niño─...escandalosamente bella.

─Gracias Huster. Estreno ropas ─confesó animada, dando una vuelta con las mejillas sonrojadas por el cumplido.

─Desearía tener algo que ver con este cambio...─ dijo él con su voz de trueno, aproximándose peligrosamente y dejando la muleta sobre los pies de la cama. Caminó sin ayuda, ante la atenta mirada de Eva.

─ ¿Qué ganaría yo con asumirlo? ─ fijando sus ojos en la mirada oscura del corredor y turbada por el deseo de Thiago, ella puso sus puños en sus caderas, desafiándolo a una respuesta.

─Elevar mi ego en primer lugar y acrecentar mi deseo de besarte, en segundo ─ casi rozando sus narices, Huster permaneció frente a ella recorriéndole la mandíbula con el dedo. La respiración agitada de Evangelina delataba sus ansias por ese ansiado beso.

─No sé si es conveniente hacerlo ─ liberando aquellas palabras que oprimían su pecho, Eva se puso en puntas de pie besando finalmente la nariz de Stinger en un acto inesperado para ambos. Se mordisqueó el labio y lo esquivó para proseguir con su visita─. Regresa a la cama, necesito ver cómo es tu andar el día de hoy ─ expresó la profesional de la medicina tomando cierta distancia y aire.

─ ¿Cualquier cosa es válida para ver mi culo, doctora?

─ ¡Huster! ─ Escandalizada, Evangelina llevó las manos a su boca, su espíritu pacato la superaba en varias oportunidades ─. ¡Eres un impertinente! ¡Camina de una vez y deja ya de coquetear!─ se sonrieron al unísono  ─. Ten cuidado, hazlo con cautela.

Huster obedeció. Con lentitud, avanzó sin asistencia de la muleta, ante la minuciosa supervisión de Evangelina, expectante ante cualquier desequilibrio. Él permanecía erguido, fuerte, acelerando con convicción, rodeando la cama de un lado hacia el otro.

─Muy bien Huster...así se hace ─ con una evidente alegría en su rostro, Evangelina fogueaba el esfuerzo de su paciente, quien una vez arribado a la silla que bordeaba la cama se sostuvo, liberando el aire contenido. 

Ella colocó la carpeta bajo su axila para aplaudir con elocuencia.

─ ¡Eres muy fuerte, Huster! Te felicito. Me hace muy feliz ver tu progreso.

─Lo he logrado gracias a tu tesón y a las manos poderosas de Luke ─ admitió el deportista, con una mueca de dolor y visible falta de aire.

─De todos modos te suministraré un calmante, algo ligero ─ Huster tomó asiento mientras Eva, con diligencia, puso un vaso en su mano para servirle agua ─. Sujétalo fuerte, ya te alcanzaré la medicina ─ rápido de reflejos a pesar del cansancio dejó el vaso de lado para jalar de muñeca de su doctora, atrayéndola hacia él.

─Mi único calmante eres tú Evangelina. Te deseo mucho y me resulta tortuoso aguardar hasta el lunes para poder besarte sin culpas ni remordimientos ─ el aliento a menta de Huster envolvió los signos vitales de ella, azotando cada músculo de su piel de forma brutal.

Eva lo deseaba, lo necesitaba. Pero tendrían que esperar...

Sólo un poco más.

─ Huster, cada una de estas prendas las he comprado pensando en ti ─ culminando con el rodeo inicial, susurró a la mueca agradecida del corredor, a sabiendas de la reacción que ocasionaba en él. Para cuando Evangelina quiso girar sobre sus talones con la sensación de la victoria a cuestas, no pudo;  para entonces él detuvo su andar con fuerza.

Como un espiral nuevamente quedó frente a Huster, a su talón de Aquiles. Su punto débil. Él se puso de pie a pesar del dolor para decir en un íntimo susurro:

─Prométeme que seremos libres en 48 horas.

Ella suspiró sin decir una palabra y de ese modo, marcharse.

_____

Sin haber tenido contacto más que por unos apasionados besos robados, su entrepierna no dejaba de enviarle señales de alerta cada vez que tenía cerca a esa doctora de faldas largas y camisas de señora que la duplicaba en edad.

Aún así, la deseaba de un modo primitivo, con la idea esperanzadora de ser quizás la única mujer capaz de devolverle algo de orden a su inestable vida.

La tentación de volver a Los Ángeles era una amenaza constante por parte de Willy, incesante en sus intentos por regresarlo a su hábitat natural encontrando solo negativas por parte de su representado.

Sin embargo, Huster reconocía sus limitaciones; era consciente de su carácter inestable, de los fantasmas que lo acechaban y de la urgencia por no estar solo. Desde la muerte de Cindy y Molly, él recurriría a las compañías nocturnas fáciles, generalmente muchachas escogidas por Willy para apaciguar sus bajos instintos.

Trabajando su mano con una esfera de goma, la presionaba a punto de estallido, con sus venas fuertes marcándose debajo de su piel; Thiago no era un hombre fácil y a pesar de haber hablado de Cindy con su doctora personal, reconocer las infidelidades de su mujer, sus dudas en cuanto a su paternidad y su inestabilidad amorosa, eran un completo desafío que Evangelina debería aceptar.

Cabizbajo, con las pesadillas en su haber, la puerta se abrió de golpe y la ilusión de reencontrarse con Eva, colmó su rostro de expectativa; sin embargo, fue su manager quien entró con toda la alharaca en sus movimientos.

─ ¡Hey Stinger!, ¿listo para pasar tu anteúltima noche en este sitio de mierda? ─ Fox se acercó a su patrocinado dejando su habitual sombrero texano sobre la silla.

─Sí Willy, aunque admito que lo echaré de menos ─ Huster observó con nostalgia las paredes, testigos de los primeros roces fogosos de su cuerpo con el de la doctora.

─Deja de boberas, he traído excelentes noticias ─ Willy se sentó a los pies de Thiago, cruzando una pierna sobre la otra y entregando unos papeles─ . Aquí tienes. Es el contrato de renta temporaria de un apartamento en Eleven Austin, un exquisito condominio con amplias vistas y excelente gusto por lo refinado. Posee piscina y un área con máquinas de ejercicios para las uses cuando te venga en gana.

─ ¿Cumple con todo lo que te he pedido? Digo...con la cercanía al apartamento de la doctora y esas cosas ─ Huster hojeaba el contrato, focalizándose solo en la ubicación de su nuevo hogar.

─Unas diez calles aproximadamente te separan de tu doctorcita, Huster. Espero que no sea un dolor de culo esa mujer en tu vida. Bastante has tenido ya con Molly.

─ ¡Cierra ya la boca! ─ Molesto, Huster presionó el puente de su nariz ─. Estoy muy cansado para oír tus comentarios sarcásticos y de mal gusto.

─ Vaya, vaya...veo que he llegado tarde, esa jovencita ya te tiene en un puño, chico.

Sin responder a su manager Stinger giró su torso dejando caer sus piernas al piso, dispuesto a dar unos pasos más con la intención de demostrarle el gran avance que había logrado en la clínica.

─Me reconforta verte así, Stinger. Con suerte, podremos regresarte a las pistas antes de lo previsto.

─No, Willy ─ el asco subió a su garganta con una dramática decisión─: no puedo regresar ─ el viejo minimizó su comentario, atacando donde más le podía doler a Huster.

─ Supongo que es algo temporal, en cuanto veas que la gente pide por tu regreso, cogerás la motocicleta y no dudarás ni un segundo en dar una vuelta al circuito. Además McGregor ha estado hablando de más y tú sabes...─ subió sus hombros y se colocó de pie, marcando la línea de la baldosa bajo su pie derecho.

─ ¡Me importa una mierda lo que diga ese idiota! ─ disparó Huster aun con los papeles consigo.

El aire se cortaba con un hilo, Thiago caminaba más desenvuelto aunque cauteloso de sus movimientos. Sin soltar la pelota, la pasaba de mano a mano.

─Willy, agradezco tu visita pero en este momento deseo estar a solas. Prefiero que termines de concretar lo de mi apartamento y hablemos del tema cuando todo esté resuelto. No tengo un buen día.

El viejo quitó el sobrero de la silla, lo acomodó en su cabeza y palmeó el hombro del corredor aceptando su mal genio.

─El lunes a las ocho de la mañana pasaré a recogerte, si es que la doctora no te ha secuestrado ─ fue irónico.

"Ojala fuese secuestrado por Evangelina", Thiago respondió con su silencio. Claramente, porque ella ya lo tenía en un puño.

_______

El ritmo vertiginoso del hospital la encontró a Eva fuera de allí pasadas las 5 de la tarde y adeudándole el saludo a su paciente estrella. Regañándose por el inexplicable olvido, prometió dedicarle algo más de tiempo al día siguiente.

Ya en su apartamento, bendiciendo la intervención de Catherine en su casa, recogió su cabello húmedo en un alto y desprolijo rodete, vistió una camiseta holgada y fue rumbo a la cocina dispuesta a servirse un poco de vino blanco.

Con la copa en la mano, se sentó en su cama y telefoneó a su hermana, ya de alta en su casa.

─ Fran... ¿cómo te encuentras?

─ ¡Cariño! ¡Qué bello es escucharte! ─ la emoción en la voz de Francesca fue evidente. ─ .Yo estoy de maravillas, aunque Theo llora mucho y no nos deja dormir ─ admitió abnegada.

─ ¡Así son los niños! Pero tú lo sabes ya, tienes práctica con Janet.

─ ¡Ella era una santa! ¡Ahora tendrías que ver el modo en que mira a su hermanito dormir! ─ resopló con la nariz ─. Pero dime, ¿qué hay de ti? Las noticias acusan que tienes a tu cuidado al bombón de Thiago Huster, el corredor de motocicletas ¿es cierto eso?─ su tono era histérico y exageradamente emocionado, sin dudas las hormonas le estaban jugando una mala pasada.

"¿Sería genético?", Eva ladeó la cabeza con gracia.

─Sí, ha estado bajo mi supervisión ─ al menos, de momento ─. Tienes la primicia de que este mismo lunes dejará la clínica.

─ ¿Es tan guapo como muestran en la TV? ─ preguntó sin reparar en el adelanto periodístico que su hermana acababa de darle.

Evangelina dudó por un instante.

¿Qué no decir sobre él? La TV no le hacía total justicia.

─Sí...y quizás más ─ admitió sonrojándose, sucumbiendo ante los recuerdos de los besos ardientes y las conversaciones animadas de ambos.

─ ¿Te ha atrapado? ─ Su hermana gritó del otro lado de la línea como una posesa.

─ ¿Estás demente Francesca?...Es atractivo, sí, pero tiene muchas chicas alrededor. Tendrías que ver a las enfermeras merodearlo como aves carroñeras.

─ ¿Sientes celos?

─ ¡Basta Francesca! ¡Deja ya de comportarte como una adolescente! ¡Me incomodas con esas preguntas! ─ pero las preguntas no sería lo más incómodo... más le molestaría dar las respuestas correctas.

─ ¡Está bien!─ bufó del otro lado ─. No seguiré preguntándote por el galán, ¡eres una aguafiestas!

─Mejor así ─ Eva exhaló más aliviada, aunque su hermana no era un hueso blando de roer. Alguna otra pregunta tendría guardada bajo su manga. Era perseverante e insistente. 

Gran problema.

─ ¿Cuándo vienes a visitarnos? ¡En ese hospital te explotan, Eva! Nunca tienes unos días libres para nosotros.

─Prometo ir en un par de semanas. Hay doctores con licencia, no puedo desaparecer así como así...además, no llevo mucho tiempo trabajando allí, aún debo ganar mi propio lugar.

─ya...comprendo─ respiró pesadamente, completando con un momento de silencio ─. Te echamos de menos.

─Lo sé, yo también.

─Por favor, cuando puedas hacerte un tiempo, ven...te esperamos de brazos abiertos.

─Sí, hermana ─ las lágrimas enjugaron sus ojos ─ .Te avisaré. Los amo.

Tras colgar emocionada por la conversación, Eva cogió el teléfono nuevamente con la inseguridad atrapando sus dedos.

¿Presionar o no presionar el botón de llamada? Esa, era la cuestión.

Entusiasmado ante la posibilidad de disfrutar de Eva un poco más al día siguiente y con la reciente noticia de que se hospedaría en Austin, cerca de su domicilio, él intentó dormir.

Junto a Luke harían duros ejercicios que a estas alturas lo encontraban más que agobiado. Pasando de estación en estación con el mando a distancia, el plasma devolvía imágenes de viejas series de televisión, telenovelas absurdas y películas poco atractivas para cuando el teléfono de la habitación sonó imprevistamente.

─ ¿Sí? ─ con incertidumbre, respondió.

─Buenas noches Huster ─ la voz tersa de Evangelina le devolvió el alma al cuerpo─, he llamado para desearte un buen descanso ─ Thiago irguió su espalda, animado.

─ ¡No sabes cuánto me agrada escucharte! ─ la sinceridad en el tono del internado quebró la resistencia de Eva, quien mordió su labio y miró hacia el techo, enamoradizamente.

─Mi día en la clínica ha sido más corto de lo habitual...y me he marchado sin saludarte. Créeme que me arrepiento ─ una puntada de emoción se apropió del pecho de Stinger.

─Te echaré de menos hasta mañana.

─Alrededor de las ocho de la noche me tendrás allí Thiago, te lo prometo ─ era la primera vez que lo llamaba por su nombre de pila, un gesto que él atesoraría durante lo que quedaba de estadía.

─No me iré a ningún sitio, Evangelina, despreocúpate ─ bromista y con una tonta sonrisa de principiante en su rostro, aflojó sus hombros.

─Adiós Huster.

─Adiós, mi bella doctora.

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