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CAPÍTULO EXTRA

—Bill te va a matar. —Sonrío divertida cuando me abre la puerta del café.

—Los bebés no se hacen solos, Zoella —me recuerda cuando le agarro la mano y lo arrastro dentro. Es tan considerado que tiene la intención de acompañar la puerta con ambas manos para que no haga ruido al cerrarse y así no molestar a la clientela, pero esto no puede esperar—. Nos querrá matar a ambos.

—Bueno, tienes un punto —reflexiono deteniéndome cerca de la barra para girarme y tomar ambas de sus manos, apretándolas entre nerviosa y emocionada—. Pero estoy embarazada, no solo de uno, sino de dos, así tú pagarás una muerte doble en mi lugar mientras que a mí me preparará algo de pasta.

Blake me sostiene la mirada. Una pequeña sonrisa ladeada le curva los labios y siento que mi corazón, cerebro e incluso mi hígado quieren salirse de mí y abrazarlo.

Mamá siempre me decía que me amaba de forma incondicional. En aquel momento, cuando era niña, la palabra «incondicional» me recordaba a la libertad condicional de los reclusos. Sí, ¿Por qué una niña debería pensar en muñecas cuando podía pensar en cárceles? La culpa la tiene Kansas.

Ella siempre fue una gran fan de los programas policiales.

El asunto es que, cuando le dije a mi mamá que yo la amaba de la misma forma en que los presos tiene libertad condicional, ella se espantó.
Luego me explicó que incondicional es exactamente lo opuesto a condicional, que amar incondicionalmente a alguien significa amar a toda hora todos los días, sin importa qué, quiénes, cómo y por qué.

Tardé bastante en confesarle a Hensley que lo amaba, dos años y medio para ser exacta, porque quería estar segura de que mi amor por él fuera incondicional.

Él se merecía eso.

Unos años más tarde aquí estamos.

Incondicionalmente enamorados y, por mi parte desde que me enteré que voy a tener mellizos, incondicionalmente hambrienta.

—Creo que le pediré a Kendra la carta —dice cuando se oye el sonido de mis tripas.

—Maravillosa, necesaria y oportuna idea —le doy una palmadita en el hombro—. Iré con Malcom y Kansas, cuando tengas las municiones trae a Kendra y les diremos.

Deposita un fugaz beso en mi frente antes de marchar. Tomo una gran bocanada de aire y reviso mesa por mesa con la mirada, hasta que doy con ellos en la cabina contra la ventana. Sin embargo, también noto que hay una pareja un par de mesas más cerca.

Wendell Aldrich me saluda y Salmeé, su novia, me sonríe cálidamete con la taza de café casi rozándole los labios.

Ella y yo nos conocimos hace un par de años, y creo que fue la forma que tuvo el universo, destino, ser superior o como quieran llamarlo, de ayudarme a pulir y dar cierre a ciertos capítulos de mi pasado.

Ella es nieta de la señora Hyland, y tuvo la desgracia de conocer a Elián Berrycloth; alguien que avivó mi terror por las tormentas, alguien a quien me arrepentí de conocer. Sin embargo, en su caso no solo hubo desgracia en el encuentro, sino también fortuna. Me dijo que Elián no era el mismo, que su evolución era simplemente... indescriptible. 

Me animó a que lo viera con mis propios ojos.

Viajé a Viltore City, al café de Hilda, donde trabaja codo a codo con su hermano Iván. Blake no estuvo convencido al principio, pero sin cuestionar mi decisión me acompañó. No puedo negar que tuve miedo, pero en cuanto lo vi hacer reír a un par de ancianos mientras les tomaba el pedido me saltaron las lágrimas.

No entré al café, pero sí le escribí una carta. Me bastó con verlo a través de la vidriera para notar que su sonrisa era más cálida, su forma de caminar más tranquila y sus ojos mucho más felices. El aura de oscuridad se había marchado.

Le dije que lo perdonaba. Salmeé me contó que Hilda, su informante, lo vio llorar mientras leía mis palabras. Alivio y esperanza, eso lo inundó según la señora.

Vuelvo al presente, a mirar a mi ex niñera y a mi no-alcohólico favorito.

Al principio no me notan y me tomo un segundo para verlos charlar. La mano de Kansas está sobre el brazo de él mientras le secretea algo, mi hermano ladea la cabeza para que los labios de ella queden cerca de su oído y se ríe con lo que sea que le está diciendo.

Él debe sentir mis ojos en ellos, porque me nota al otro lado del local y nos sostenemos la mirada, y, también, la sonrisa. Meto las manos en los bolsillos de mi abrigo. Tengo cuatro meses y ya se está empezando a notar, así que me puse como medio ropero encima para venir.

—Si estoy interrumpiendo algo puedo volver más tarde —aseguro acercándome, divertida.

—Tú siempre andas interrumpiendo algo, parásito —replica Malcom poniéndose de pie.

—¿Cuántas veces has entrado a una habitación mientras estábamos en proceso de crear una Billy Anne? —sigue Kansas, imitándolo.

Mi hermano me envuelve en un abrazo y se lo correspondo con fuerza. Inhalo —sin disimular porque apestoso haciéndolo y porque no me da vergüenza— su perfume como si fuera benzoilmetilecgonina.

Siempre fui fanática de los abrazos, y aunque él no, ya se acostumbró a que cada vez que lo vea le pida uno cada quince minutos.

—Preferiría no hablar de nuestras relaciones de carácter íntimo frente a mi hermana, gracias. —Se aleja y noto que sus mejillas están algo sonrojadas.

—No tuviste problema en darle clases de educación sexual  cuando tenía diez —objeta la psicóloga, tomando su lugar y tirando de mí en una abrazo—. ¿Cómo está mi desastre andante favorito? —pregunta, haciéndome reír.

—Con hambre —aseguro.

Cuando nos separamos noto que estrecha sus ojos, escudriñándome con atención de pies a cabeza. Reprime una sonrisa mientras la chispa de suspicacia e intriga hace acto de presencia en sus ojos pardos. No soy buena ocultando cosas, así que aparto la mirada y noto que sus labios se separan, de pronto sorprendida.

—Tú... —empieza, pero Blake y Kendra llegan cargando con municiones comestibles.

Le sostengo la mirada con complicidad. Ella guarda silencio y, reprimiendo una sonrisa, toma asiento otra vez. Es Kansas Shepard, era bastante obvio que iba a percibir algo.

—Hamburguesas para todas las damas, incluyéndome, y ensalada especial para ti, Beasley —dice el muchacho de lindos globos oculares ayudando a su hermana a repartir todo.

—Por eso eres mi persona favorita en esta mesa, Hensley —responde Malcom, abriendo una servilleta y poniéndola en su regazo—. Tú sí me conoces.

—¡Hey! —nos quejamos con Kansas al unísono. Ella le da un codazo y yo un patada bajo la mesa, haciendo que sonría un poco—. Yo soy la que alaba a las personas aquí —añado—, así que será mejor que dejes de intentar robarte a mi novio y me cuentes dónde está mi sobrina.

—Bill llevó a Kassian y a Billy Anne por un licuado proteico, según él —informa Kendra, limpiándose sus manos en el delantal—. Aunque lo más probable es que se dé cuenta que no hacen esas cosas por aquí y ceda a tomarse un helado. Espero que el azúcar no sea un problema para el coach.

—El único problema que tendrá hoy será ver a Elvis Preston y Chase Timberg en la misma habitación esta noche —asegura Kansas—. Lo que me lleva a preguntar a qué se debe que organizaran una cena familiar cuando no es el cumpleaños o el velorio de nadie. Asumo que tienen noticias que compartir. —Arquea una ceja en nuestra dirección.

—¿Abrirás una nueva galería de arte? ¿Organizarás una subasta de tus obras? —Le pregunta mi hermano a Blake, y luego pasa a mirarme a mí—. ¿O la municipalidad aprobó tu proyecto ecológico? En ambos casos yo invito los tragos.

—¿Tragos? Pero tú no tomas alcohol, Malcom —le recuerdo.

—Es verdad, alguien me traumó hace tiempo con el vodka y toda bebida que contenga etanol en su composición. —Me mira con reproche en sus ojos azules.

—¡Tenía siete, déjalo ir! —chillo—. Y tu miedo al producto obtenido a través de la fermentación de azúcares ya debería estar superado, fue hace como dos décadas.

—No sé en qué idioma de cerebros avanzados están hablando —se entromete Kendra—, pero agradecería que platicasen con términos que el resto pudiera comprender, chicos.

—Amén —concuerdan Blake y Kansas a la vez, brindando con sus refrescos frente a nosotros.

—Bueno, retomando al por qué convocamos a una reunión improvisada... —continúo.

Inhalo despacio. La mano de Blake cubre la mía y entrelaza nuestros dedos. Me tomo unos segundos parar mirarlo y retrocedo en el tiempo, a la primera vez que nos vimos. No cuando lo atropellé, sino después, cuando ambos estábamos conscientes.

Desde aquella vez, en cada oportunidad que he tenido para verlo a los ojos, he sido testigo de ese aprecio inconmesurable y amor que tiene por mí. Es recíproco. No creo que haya persona que logre entenderme como él lo hace. Alguien que entiende tus silencios como si fueran propios y comprende el significado de tus miradas como si oyera las palabras no escritas ella, sin lugar a dudas, es un alma gemela. 

Siempre fui una persona del tipo que ama intensamente, que lo demuestra, que lo grita, que lo siente en cada hueso del cuerpo, pero con él mi cariño ha pasado a otro nivel. Ni siquiera podría describir en tres adjetivos lo que le ocurre al órgano dentro de mi caja torácica cuando está cerca y, mucho menos, cuando no lo está.

No puedo esperar para que sostengamos juntos a pequeños bebés con tendencia a arrollar personas con sus andadores y a pintar con crayones todas las paredes de la casa.

Será un desastre adorable.

—Espera, reconozco esa mirada. —Kendra se lleva una mano al pecho, como si tuviera que asegurarse que su corazón siguiera allí.

—Diablos, yo también, y creo que podría llorar —añade Kansas—, pero no le digan a mi padre que lo hice. 

—Creo que no estoy captando el mensaje —dice Malcom, mirando extrañado a su esposa y luego a Kendra—. ¿De qué clase de noticias estamos hablando aquí?

—Del tipo que involucra una camiseta en miniatura de los Kansas City Chiefs —señala Hensley.

—También una economía personal en picada —acota Kansas, feliz.

—Y noches sin dormir —se suma Kendra, con los ojos cristalizados.

Mi hermano nos mira aún más desconcertado, como si tuviéramos escrita en la frente una situación matemática sin solución. Abro los ojos para mirarlo, asintiendo una y otra vez con la cabeza, pero él continúa frunciendo el ceño.

—¡Malcom, por favor! —insisto.

—¿Quieres que simulemos estar en el campo y lo taclee? —ofrece Blake, señalándolo.

—No me opongo a eso, solo asegúrate de no dañar la mercancía trasera —advierte Kansas, mordiéndose los labios, incapaz de contener su sonrisa.

—Si alguien fuera tan amable de... —comienza el rubio, pero lo interrumpo.

—¡Estamos hablando de 23 pares de cromosomas, de saco gestacional, de la influencia de la prolactina y oxitocina! —explico, emocionada.

Él salta de su asiento, su rostro pasa de la cautela a la sorpresa y la euforia. Su alteración es tan impropia de él que me echo a reír.

—¡Un bebé! ¡Hablamos de un be...! —La palabra se corta en sus labios mientras nos mira intercaladamente a Blake y a mí—. Zoella, ¿tú...? Yo... —Se señala a sí mismo y Kansas empieza a darle palmaditas en la espalda, entre divertida y conmovida—. ¿Blake Hensley papá? ¿Y tú... serás mamá?

Asiento dándole un apretón a la mano de Blake, incapaz de contener mi propia emoción.

Kendra se seca las lágrimas con su delantal y mi ex niñera nos mira enternecida. El número veintisiete, poco a poco, deja que la noticia se asiente en su mente. Su rostro pasa del sobresalto a la fascinación. Sus ojos se cristalizan y traga con fuerza, negando una y otra vez con la cabeza, inundado de emociones.

Anne Murphy, mi madre, me dijo hace mucho tiempo, cuando aún le temía a las tormentas, que tenía que disfrutar de los días soleados.

Blake escabulle su mano para depositarla sobre mi estómago. Sé, mientras lo miro un poco a él y otro poco a nuestro futuro, que con el agrandamiento de nuestra familia no tendré que disfrutar solo los días donde el sol brille.

Disfrutaré de todos, porque tendré mis propios pequeños soles haciendo de, cualquier día, uno lleno de luz. 

—El novio del hermano del amigo del vecino de la sobrina de una amiga me dijo que tengo que dejar de comer tantos carbohidratos. —Shane se palmea la barriga pero se olvida de ella en cuanto un plato de pasta hecha por Bill Shepard le es puesto enfrente—. Pero... Oh, Santo Malcom Beasley, esto huele delicioso —gime antes de armarse con un tenedor—. Lo eché de menos, coach.

—Si crees que alabar mi comida evitará que te pegue una patada en el trasero de ser necesario, aunque ya seas adulto —dice el hombre dejando de servir por un segundo para apuntarlo con el cucharón de la salsa—, estás malditamente equivocado, Wasaik.

—¡A esto me refiero cuando hablo de comida, Timberg! —chilla Ingrid, echándole en cara a Steve que sus ensaladas y carnes magras no tienen comparación con lo grasoso, pesado y exquisito que es el especial del entrenador.

—¿Sabes qué? —espeta este en respuesta mientras abre una servilleta y la deja en su regazo tal como mi cuñado lo hizo esta tarde—. Cadúcate. Solo intento enseñarle a Louise cómo debe nutrirse, ¿verdad, cariño? —pregunta a la pequeña niña que está sentada sobre las piernas de su ex novia, pero la cría está demasiado ocupada sorbiendo de un fideo.

Ellos fueron y vinieron con el tiempo. Nunca tuvieron una relación realmente estable, y no fue hasta hace poco que decidieron ponerle fin. Justo cuando quisieron tomar caminos separados fue cuando más terminaron juntándose. Siguen llevándose como perro y gato, pero ahora con amor, no solo por el aprecio que se tienen, sino porque tienen en común a esa pequeña rubia de grande ojos cafés que viste ropa de Gucci.

—Ya pasó un año y medio, pero todavía me cuesta creer que le hayan puesto Louise en honor a Louis Vuitton canino —me susurra Zoe, ocultando su sonrisa en mi hombro mientras me llevo el vaso de jugo a los labios—. Es adorable, un nombre encatador, pero algo extremista. 

—No pienses ni por un segundo que te dejaré ponerle a uno de nuestros bebé Gloria y al otro Ratatouille, Zoella —digo por lo bajo—. Eso está fuera de discusión. 

Ella ahoga una risita en mi hombro antes de apartar un mechón de cabello de su rostro, arrastrándolo tras su oreja. Sus cicatrices quedan expuestas y por un momento recuerdo cuando solía ocultarlas tras una cortina de cabello rubio. Eso fue hace mucho tiempo, y estoy feliz de levantarme cada día y verla hacer algo distinto en su cabeza cada mañana: trenzas, moño, flequillo, coleta, rizos. Ella juega con su peinado y eso, aunque es solo un detalle que noto siempre que la miro concentrada en su reflejo en el espejo de nuestra habitación, muestra un avance inmenso. 

—¡Perdón por llegar tarde! —Akira pasa bajo el arco de la cocina-comedor de su antigua casa, la que se quedaron Mei Ling y Callie cuando ella se mudó con Preston—. Los niños no querían ponerse los zapatos y Elvis, en lugar de ayudarme, no quería soltar el estúpido último libro de Juego de Tronos. —Rueda los ojos.
 
—¡Cuidado con cómo le hablas a Juego de Tronos, mujer! —advierte él, apresurando a los trillizos, que entran saludando a todo el mundo con sus zapatos puestos en las manos como si fueran guantes—. Y no iba a dejar el capítulo por la mitad, tenía que terminarlo. Mi existencia dependía de eso —exagera.

—Tú existencia siempre depende de eso. —Mi amiga y socia en la galería rueda los ojos—. Aún no entiendo por qué no le pediste el divorcio —dice Mei Ling a su hermana, haciendo fondo blanco a lo que resto del vino en su copa antes de acercarse a sus sobrinos y subirlos uno por uno a la mesada de la cocina para ponerle los zapatos como corresponde.

—Yo se lo pediría —se entromete el coach.

—¡Billy! —reprocha Zoe, frunciéndole el ceño.

—¿Qué? —replica él, encogiéndose de hombros—. ¡Estamos hablando de Preston! —se limita a decir señalándolo como si eso lo justificase.

—Es bueno saber que su amor por Elvis sigue intacto a pesar de los años, coach. —Dave, entretenido, se pone de pie y acerca a Mei para ayudarla a ponerle los zapatos a uno de los tres niños. Glimmer niega con la cabeza y se levanta para ayudar también, así que los tres demonios  —como los llama su tía Mei— están atendidos.      

Dejando atrás a las Mellizas Lee, ahora tenemos a los trillizos Preston, a quienes mi suegro observa con desconfianza mientras sigue sirviendo pasta en los platos que Malcom le pasa. Kansas y mi sobrina están demasiado ocupadas devorando sus platos. 

No creo que Shepard crea en el destino, pero estoy seguro que no verá como una simple coincidencia la llegada de tantos embarazos múltiples a su vida. Probablemente piense que el universo lo está castigando.

Son muchos regalos que hacer en Navidad.

Mi madre, por otro lado, se carcajea en la punta de la mesa burlándose del adolescente que ahora es Kassian. Le está diciendo que no conseguirá novia hasta que no le crezca la barba, lo cual no es muy probable teniendo en cuenta que apenas tiene un dos pelos en la axila. Kendra le dice que deje a su bebé en paz y Larson brinda apoyo moral a mi sobrino, que se sonroja.

—¡No pelé cuatro kilos de cebolla e hice dos cacerolas de pasta para eso, controla a tus espermatozoides ganadores, Preston! ¡Y agradece que algo en relación contigo ganó algo en su vida, perdedor! —se queja el coach, señalando la forma en que uno de los trillizos alcanza un puñado de fideos y lo lanza al piso. Dave y Glimmer tratan de deternerlos de forma sincronizada, en equipo, pero los otros dos imitan a su hermano. Steve esquiva una aboldinga pero Chase, su hermano, se lleva una en la frente—. De acuerdo... —reflexiona sonriente, pasando del malhumor a la diversión en cuestión de un segundo—. Tal vez tus hijos me caigan mejor que tú.

—¿Oyeron eso? —dice Elvis señalándolo algo estupefacto—. Fue un cumplido a mi persona, chicos —insiste—. ¿Alguien lo grabó?

—No, pero prometo que grabaré mi pie en el trasero de Timberg 1 si no aprende a esquivar mis albóndigas voladoras para la próxima —asegura el coach—. ¿Por qué no puedes ser más hábil como Timberg 2,  Timberg 1? Pensé que habíamos superado tu etapa de dedos de manteca carentes de agilidad.

Siento que Zoe me da un codazo, dejándome saber que ya es hora para soltar la noticia, así que carraspeo la garganta, llamando la atención.

—Me pregunto si será así de duro con ellos, coach.

Confusión brilla en los ojos almendrados del hombre.

—Le patearé el trasero a quien se lo tenga que patear, Hensley. Ya deberías saberlo a esta altura del juego. —Me señala con el cucharón antes de que Malcom, quien reprime una sonrisa cómplice, le pase otro plato—. ¿Y quiénes son ellos? ¿A quién temes que mande a volar alrededor de la luna?

—A nuestros hijos —responde Zoe.

El tintineo de la vajilla chocándose entre sí se detiene. El silencio se adueña de la mesa.

Ingrid y Steve dejan de discutir, Louise deja de sorber con ruido sus fideos y Shane se atraganta con una albóndiga. Mi madre deja de reírse de su nieto y Kassian arquea una ceja, de la misma forma en que lo hace Larson. Elvis nos mira boquiabiertos, Mei Ling alcanza la botella de vino como si la necesitara y los trillizos se miran confusos entre ellos al ver que su mamá se lleva las manos al corazón enternecida, quedándose quieta por la que podría ser la primera vez en su vida. Glimmer sonríe y Dave nos observa como si fuéramos el primer desnudo de Julia Roberts que ve en pantalla.

—Cuando ustedes tengan hijos —sigue el entrenador, no captando el mensaje—, entrenaré a mis nietos para que sean más Shepard que Hensley-Murphy-Beasley, deben saberlo. Van a usar biciletas no solo para cuidar el medioambiente, sino también para arrollar ladrones, y los pinceles no solo serán para pintar —advierte revolviendo la salsa con ánimo—. Serán un arma de autodefensa, y... ¿Por qué me miran así? ¿Por qué no están comiendo mi jodida pasta? —demanda saber ceñudo antes de echar un vistazo a su alrededor.

—Porque acaban de anunciar que seremos abuelos, pedazo de idiota —salta mi madre, siendo más Betty Georgia MacQuoid que nunca.

Al entrenador se le resbala el cucharón de la mano, cayendo en la olla con un sonido metálico. Al principio parece estático, pero empieza a parpadear —la cual no sé si es una buena o mala señal— cuando se gira para mirar a Zoe y luego a mí, y luego a ella se nuevo.

—¿Es eso verdad? —demanda, y juro que no vuela ni una mosca mientras se nos acerca con cara de pocos amigos—. ¿Zoella? —insisite mirándola, pero ella está demasiado ocupada sonriéndole—. ¿Blake? —busca mi confirmación.

—Así es, coach, estamos esperan...

Me tambaleo peligrosamente hacia atrás cuando nos envuelve a ambos con esos gigantescos brazos de oso que tiene. Siendo sincero estoy sorprendido. No tenía duda de que iba a abrazar a Zoe, pero pensé que me patearía la retaguardia a mí.

—Por tu bien espero que, la próxima vez sí la hay, me avises antes que al resto, Hensley —me susurra al oído, amenazante, haciéndome tensar—. Hubiera hecho incluso más pasta. Las embarazadas necesitan comer de la misma forma en que yo necesito exprimir a mis jugadores. Mucho.

—En ese caso deberá hacer comida para casi un batallón —señalo, una vez que me deja ir y respiro otra vez.

Zoella se ríe al ver que Bill está sonriendo. Sonriendo de verdad. Sin embargo, dicha sonrisa se mezcla con el desconcierto por mis palabras.

—Espera un segundo —dice—, ¿Es más de uno?

El silencio lo confirma. A nuestro alrededor nuestros amigos y familia rompe en gritos y en aplausos.

—Son dos, en realidad —explica Zoe mientras rodeo su cintura—. Mellizos. Un niño y una niña, ¡¿No es fantástico, Billy?!

—Los espermatozoides de Hensley son muy competentes, Shepard. —Gabe Hyland, quien no sé cuándo llegó ni cómo entró, llega con una botella de cervezs a palmear la espalda del entrenador. Bill está pálido—. ¡Hora de las apuestas, damas y caballeros! —dice girándose a la multitud—. ¡¿Cuánto creen que tardará Bill en matar a Blake por llevarlo a la bancarrota con la llegada de dos nietos y, por ende, doble regalo de cumpleaños, reyes, navidad, día del niño y todas las demás fechas capitalistas por años?!

Billetes se alzan en el aire.

El rostro de Bill adquiere distintas tonalidades de rojo.

—Blake... —susurra Zoe, mirándome sobre su hombro, cautelosa—. No tengo nada a mano para dejarlo inconsciente, así que te recomiendo que salves tu vida y corras. Hazlo por mí, Gloria y Ratatouille.

—No van a llamarse así —advierto—. Sobre mi cadáver, Zoella

El coach responde por ella:

—Que así sea entonces, maldito Hensley.

Rayos.

~ 👨‍👩‍👧‍👦 ~

La gran familia de la serie #GoodBoys les desea un feliz año nuevo. ¡Esperamos que este 2019 sigas leyendo, fangirleando y persiguiendo tus sueños! 📚💞

Con amor cibernético y demás, S. ❤️

Pd: Zoe&Blake los extrañaron. 💘

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