Carpeta de memoria 1
No hay un comienzo ni un fin, solo un antes y un después.
Marte ha sido objeto de inspiración para incontables relatos alucinantes con los que, tal vez, hasta hayamos crecido. Sumado a esto, la evidencia de que alguna vez nuestro vecino planetario estuvo lleno de mares hace todavía más fuerte nuestra intriga por él.
Imaginar que el planeta rojo alguna vez rebosaba de vida llena la cabeza de mucha gente de locas ideas y pensamientos. Sin embargo, a muchos otros los llena de preguntas, e incluso de cierto temor.
¿Qué tuvo que haber pasado para que este mundo esté como lo vemos hoy? ¿A dónde se fue, o quién le arrebató toda su magnificencia?
Existen teorías bastante acertadas de lo que pudo haber pasado; teorías que siempre son analizadas desde el aspecto técnico, teórico, geológico y matemático. Pero, sin quitarle el mérito a estos mismos, claro, nunca nadie se ha molestado en analizar estos acontecimientos de manera que plasmen o grafiquen el horror que pudo haber sentido una supuesta civilización que haya habitado su superficie ante tales acontecimientos.
Claro que no es de extrañar que nadie haya analizado esta posibilidad, ya que no existe ninguna remota evidencia al respecto. Pero estamos olvidando un detalle importante: las probabilidades. El universo conocido es antiguo y muy grande. Decir que somos los únicos en toda su bastedad sería sumamente ridículo. Por ende, ¿cuánto más lo sería afirmar que somos los primeros?
Mientras nuestro planeta aún era un océano de roca y metales hirvientes, Marte estaba vivo. Fue el albergue de incontables maravillosas formas de vida, y fue también la cuna de una raza con inteligencia avanzada como nosotros.
Decir que esta gente fue mejor que nosotros sería mentira, pues es propio de la vida consumir y consumir sin cesar, para poder subsistir. Y más aún cuando hablamos de seres sapientes, inteligentes, conscientes, o como quieras denominarlo, la codicia nos es inherente a todos los que nos podemos llamar "nosotros".
Completamente cegados a causa de este mismo factor, todos se daban la gran vida, y disfrutaban de todos los placeres que la carne les podía ofrecer, pensando que tenían todo el tiempo del mundo. Pero... ¿cuánto tiempo le quedaba a su mundo? Esta, pues, es la historia que ya muchos conocen, pero contada desde una perspectiva completamente diferente:
Las eras transcurrían sin que nadie se preocupara por su alrededor: las personas de esta roca, que hoy en día conocemos como Marte, consumían y desperdiciaban todo lo que tenían a su disposición sin ningún reparo y con total dejadez. Vivían con total normalidad sin que nada interesante pasase. El hedonismo, el libertinaje, y la falta de responsabilidad y respeto se arraigaron cada vez más a su naturaleza, volviéndose estas casi intrínseca a ellos. Vamos, la misma historia de hoy y de siempre.
Ellos no lo sabían en un principio, pero bajo sus pies se estaba gestando una catástrofe sin precedentes.
Hubo una larga época en la que los terremotos y la actividad sísmica en general descendieron. La sociedad vio esto con muy buenos ojos, pues ya no tendrían que vivir con el constante miedo de sufrir estos desastres. Pero lo que la gente común veía como un problema menos, muchos expertos tomaron esto como el preludio de algo nefasto.
El tiempo siguió pasando, y las generaciones siguieron haciendo su vida con completa normalidad. Pero sin que nadie se diera cuenta, la producción de comida empezó a descender también poco a poco, sigilosamente, año tras año, siglo tras siglo. Los desiertos fueron creciendo, y la tierra fértil era cada vez menos común. Descomunales y largas tormentas de arena cubrían las ciudades y los campos, y los inviernos eran cada vez más cortos. Estos acontecimientos fueron sucediendo tan lentamente que eran imperceptibles; las personas casi no se daban cuenta de nada. Cuando al fin lo notaron, fue demasiado tarde.
Entonces, ocurrió un evento tan devastador que desencadenaría una larga y agónica serie de tragedias: una tormenta solar desgarró como papel mojado la magnetosfera del planeta, y con ella su atmósfera. Con su superficie expuesta a la intemperie del espacio y a merced del poder de nuestra joven estrella anfitriona, el planeta sufrió un golpe de calor de proporciones apocalípticas en la parte diurna; y tras hacerse de noche, las temperaturas descendieron a niveles ridículamente bajas. Todo esto sin mencionar que la radiación se fue dispersando por toda la orbe de manera progresiva, como si fuera el viento.
Este acontecimiento terminó matando casi todas las cosechas que quedaban, rompió el ciclo natural de las estaciones, extinguió de golpe varias especies de plantas y animales que contribuían a mantener el delicado equilibrio de múltiples ecosistemas, y tiró todas las civilizaciones de los habitantes de este mundo a la locura, el caos y la anarquía.
Mientras que el hambre y las enfermedades infestaban los continentes y las ciudades, los expertos comenzaron a buscar alguna explicación de cómo pudo pasar algo así, si desde siempre el sol ha emitido tormentas solares de igual o mayor magnitud, y el planeta las había soportado todas hasta ese día. Llegaron a la conclusión, pues, de que la razón del fallo del escudo magnético radicaba en el núcleo del planeta; era algo que los científicos habían estado presagiando por más de 1000 años: la ausencia de actividad sísmica, los días y noches más largos, el constante crecimiento de los desiertos, las tormentas de arena, estaciones cada vez más extremas y la extinción de la primavera y el otoño... ¡Todo esto tenía que ver con la desaceleración y enfriamiento del núcleo! Solo que nadie quería quedar como una alarmista tras advertir esto, pues los sucesos descritos sucedían en intervalos de varios siglos.
La situación no fue mejorando con el paso de los años. Algunos grupos sobrevivientes del golpe solar formaron una suerte de gobierno improvisado para salvar alguna migaja de lo que había sido su anterior civilización y modo de vida. Racionaron la poca comida que lograron salvar e implementaron un estricto control de natalidad, además de una serie de insoportables dictaduras.
Tras esta tragedia, todos llegaron a la conclusión de que la muerte de su mundo, y de su especie por ende, podía ser tan solo aplazable, mas no detenible, ni mucho menos reversible. Están atados al tiempo de vida de su hogar, por lo que no había ninguna escapatoria.
Buscando cualquier posible manera de evitar este pesadillezco destino, personas con una voluntad férrea se cansaron de vivir de rodillas y se unieron para discutir con los autoproclamados jerarcas de las naciones resurgidas y llegar a alguna o varias soluciones factibles. En medio de un acalorado cruce de palabras, pensamientos y adjetivos de desprecio, pocas cosas fueron de gran utilidad. Pero hubieron unos cuantos que plantearon algunas ideas que de verdad podrían servir. Sin más propuestas que valieran la pena, terminaron por tomar esa decisión: ir y buscar entre las estrellas un nuevo hogar.
Apuntaron su vista hacia el cielo, y encontraron algunos candidatos disponibles para ser habitados en medio de una galaxia aún joven. Pero la tecnología que rescataron estaba a años de ser capaz de, si quiera, ascender a órbita.
Si será optimista y precavido, las condiciones de vida podían ser tolerables por un tiempo más hasta que ya todo estuviese perdido. El reloj empezó a correr, y todos fueron obligados a trabajar. Pasaron muchos, muchos años tan solo para que diversos grupos de sobrevivientes dispersos por toda la superficie se organizaran para fabricar algo que suponga un avance significativo en viajes espaciales de larga duración. Pero necesitaban más energía, tiempo y materia prima si querían llegar más lejos aún. Los recursos que extraían de su planeta ya no eran suficientes; no lograrían mucho.
Siguió pasando el tiempo, y con la tecnología que lograron recrear y la que ya tenían a su disposición, pudieron comenzar un proceso a mediana escala de minería espacial. Eso los ayudó muchísimo. De hecho, la extracción de materiales en el cinturón de asteroides, en un sistema solar joven, los catapultó a una grandeza que parecía haber quedado en el olvido.
Haber alcanzado el poder de extraer recursos de los asteroides y planetoides en el cinturón que marcaba su frontera con los gigantes gaseosos fue su mayor logro. Así pasó un buen tiempo, poco más de tres siglos, hasta que alcanzaron el nivel de tecnología suficiente como para empezar a extraer material de los demás planetas interiores, y tener una fuente de recursos todavía más grande.
Al poseer gran exceso de recursos, tuvieron un mayor margen de libertad para explorar otros campos de la ciencia más complejos como la computación cuántica, la creación, entrenamiento y reforzamiento de inteligencias artificiales más poderosas, la profundización en los estudios de la astrobiología, la investigación en nuevas formas de generación y usos de energía, e incluso el ejercicio de formas de entretenimiento que parecían olvidandos, acrecentando su sentido de plenitud, conocimientos y mejorando su constantemente evolutiva nueva sociedad. Pero, si bien por esta razón los trabajadores ya podían gozar de un trato digno y más, el planeta seguía muriendo. No podían perder la visión con la que comenzaron toda esta labor.
Todos siguieron trabajando por un buen tiempo más, hasta que ya todo estuvo listo. Siglos y siglos de brutal esfuerzo al fin dieron sus frutos, y las últimas obras comenzaron, terminándose estas en tiempo récord con la ayuda de ejércitos de innumerables máquinas.
Las labores requirieron de mucha espera, pero todo terminó: gigantescas naves colonizadoras puestas en órbita estaban listas para ser abordadas. Cientos y cientos de ellas. Las personas asignadas mediante sorteos se congregaron en los puertos —decenas de miles de ellos repartidos en varios puntos del planeta— para ascender hacia esas naves y ser puestos en criogenización, pues el viaje programado sería muy largo.
Estas kilométricas naves podían almacenar a casi tres millones de almas, más personal autorizado de vigilancia. Poco a poco los colosos se fueron llenando, y el planeta, vaciando. Cuando ya la mayoría de estas máquinas alcanzaron su máximo aforo, se fueron retirando para empezar con el gran viaje.
Mientras la gran flota de titanes desaparecía en la profundidad del espacio con casi dos mil millones de personas en total bajo su responsabilidad, el resto aún debía esperar a que más naves terminaran de ser construidas. Esa labor llevaría muchos años más, sino es que varias décadas; tiempo que el planeta no estaría dispuesto a esperar más. Su hora definitiva llegó.
Con los océanos evaporados casi en su totalidad, y toda la biodiversidad condenada a la extinción, el poco aire respirable terminó desapareciendo. Los cambios fueron tan abruptos que ningún ser vivo pudo adaptarse naturalmente al mortal entorno; incluyendo a las personas. Estas, entonces, fijaron el esfuerzo de sus máquinas en salvaguardar sus vidas y construir refugios subterráneos, dejando de lado la construcción de las naves colonizadoras.
Esta desesperada medida solo prolongó lo inevitable. Pero no tenían otra opción: era dejar que los robots terminaran sus naves ya para cuando todos hayan muerto, o dirigir sus últimos esfuerzos a salvar sus vidas primero y luego seguir con la construcción de esas máquinas que aún seguían en órbita a medio armar.
Lo más trágico de todo esto es que aún quedaban varias miles de millones de personas en la superficie. El número se reducía a miles por hora. Sí. Pero los búnkeres construidos no lograrían albergar ni a menos de la mitad para cuando estos estén completamente operativos.
Lograron armar varios alrededor de zonas donde aún había pobre actividad volcánica, cientos de ellos, para aprovechar la última fuente de energía que podía brindar su planeta.
Y así pasó un lago y agónico tiempo: los robots gastaron toda su energía en construir búnkeres subterráneos, y las naves colonizadoras nunca terminarían de ser construidas; dichas naves a medio armar terminaron por caer a la superficie desde órbita debido a su masa y la insuficiencia de su combustible que los mantenía en el espacio, ocasionando cataclísmicos superterremotos. Y en cuanto a las personas, los sobrevivientes almacenaron toda la comida sintética que pudieron, pero se la acabaron eventualmente. Con la tecnología que rescataron, pidieron ayuda a los colonos que, estimaban los sobrevivientes, ya habían llegado a su supuesto destino, pero el silencio era el único que les respondía.
Al final, haber hecho tantos esfuerzos no sirvió de absolutamente nada. Solo se aplazó lo inevitable. «Si la gente no para morir de hambre, o de sed, o de ser incluso comidas por otras personas, ¿qué maldito sentido tiene seguir de pie?», empezaron a decirse. «Las naves que hace ya varias generaciones vinieron a recogernos, muy probablemente, no volverán nunca más. Nos han olvidaron. Malditos sean todos ellos».
Tiempo, tiempo, tiempo; eso es lo único que pasaba: años, y años, y años... Y resignados a su destino, tomaron la única decisión que quedaba, la única salida de esta locura: cada uno acabarse a sí mismo, o a sus familias junto con ellos, para terminar con este sufrimiento sin propósito de una vez por todas... y para siempre. La fatídica decisión, a penas fue propuesta, fue unánime.
Y así, esa roca estéril y despojada por completo de todo resquicio de vida siguió girando, y girando, y girando sobre sí misma y alrededor del sol tan tranquilamente como si nada nunca hubiera sucedido.
El planeta rojo, que antes era el más precioso, bello y acogedor edén, donde desde las más altas cumbres nevadas emanaban gigantescos ríos de cristalinas aguas que llenaban los mares para permitir que infinitas maravillosas formas de vida nacieran y prosperaran, ahora no es más que un gélido páramo desolador donde la vida jamás podrá volver a ser. Un frío, deprimente y venenoso lugar repleto de escombros erosionados y deteriorados hasta donde alcanza la vista por violentas tormentas de polvo hechas de lo que alguna vez fue la más imponente y próspera utopía, inundada por un inacabable mar de muerte y podredumbre compuesta de los que alguna vez fueron sus forjadores.
Y por los eones que continuaron, Marte anduvo en círculos, arrastrado por el astro padre través de la vasta y silenciosa negrura cósmica del espacio sideral, obedeciendo las leyes naturales que siempre estuvieron allí desde el principio de los tiempos, y que seguirán allí mismo... hasta final de estos.
Nota:
Muy buenaaas... Espero que hasta aquí te esté gustando esta historia. No dudes en darme una estrellita si te gustó y seguirme si te encantó xd.
Hasta la próxima, hermoso, o hermosa. Y espero que tengas días, tardes y noches. Buenos no va porque usted ya lo es.
Chao 👋👋🫂
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