• E P Í L O G O •
ZEFER
El funeral de los padres de Eleonor terminó más rápido de lo que hubiera esperado, aunque para ser franco, lo que menos podía hacer en ese momento era prestar atención a otra cosa.
En más de una ocasión Celine me había tenido que golpear para que al menos fingiera que me importaba lo que estaba pasando, pero la tarea era titánica de realizar. Por más que trataba de apartar la mirada mis ojos siempre la buscaban, y el hecho de estar tan alejado de ella en estos momentos, generaba un sentimiento demasiado doloroso
Los nobles se acercaron hasta nuestra familia y le dieron palabras de aliento a Eleonor, pero Clematis y Argon aprovecharon el tumulto de la gente para escabullirse nuevamente en el frondoso bosque.
—Es mejor que se vaya —dijo Celine a mis espaldas.
—Sé que es mejor que lo haga, pero me duele no ser la persona que pueda apoyarla justo ahora.
—Argon podrá con la tarea, es un buen amigo. ¿No?
—Lo es —afirmé—, pero eso no disminuye la sensación de culpa que siento por no haberlas podido proteger.
La imagen de Clematis escarbando la tumba con sus propias manos era algo que jamás podría olvidar. Era el causante de que ella estuviera atravesando por tal sufrimiento en este momento, y eso solo acentuaba el odio que sentía por mí mismo.
Jamás podía defender a quienes amaba.
Siempre terminaba dañando a aquellos que más me importaban.
Los demás se fueron de regreso al palacio, pero yo decidí ir a la tumba de mi hija para estar con ella así fuera por poco tiempo. Desde ese fatídico día, transitaba el mismo trayecto con el único objetivo de ir a verla.
Siempre que estaba allí sentado en el suelo al frente de su tumba, no podía evitar imaginar como hubiera sido ella. Mi mente jugaba en mi contra con el único objetivo de acrecentar mi dolor.
Sentía como había una herida profunda dentro de mí corazón. Era una sensación que nunca antes experimenté y ni siquiera podía imaginar como se sentiría Clematis en estos momentos. Ella la tuvo dentro de su cuerpo, la sintió crecer, le brindó tanto cariño como pudo. Fue la primera en enterarse de su existencia, y fue también la primera en verla... sin un rastro de vida.
—¿Sabes algo? —le dije mientras observaba el pequeño montículo de tierra—. El día de ayer soñé contigo —no pude evitar sonreír al recordarlo—. Era extraño... podía sentir tu pequeño cuerpo recostado entre mis brazos mientras acariciaba tu cabellera rojiza —mis ojos comenzaron a arder conforme hablaba—. Estoy seguro de que hubieras tenido el mismo cabello hermoso que tiene tu madre.
Quise seguir hablando, pero el nudo que se formó en mi garganta me impidió continuar. Retuve el aire dentro de mis pulmones mientras frotaba mis ojos con la manga de mi camisa, inhalé y exhalé varias veces una cantidad considerable de aire para retener mi llanto, pero era algo imposible, por más que mordía mis labios. No podía tener las lágrimas, me dolía demasiado todo esto.
Cerré los ojos con fuerza y algunas lágrimas terminaron saliendo, coloqué mis manos sobre el rostro para taparme y comencé a llorar, en el proceso ahogaba algunos pequeños quejidos que salían.
El bosque era silencioso, tranquilo, tan solo se escuchaba el canto de los pájaros. Descubrí mi rostro y observé hacia el cielo, las nubes se encontraban teñidas de un tono grisáceo, comenzaría a llover dentro de poco.
Nuevamente, observé hacia la tumba, y luego, observé a la que se encontraba al lado, deposité algunas flores sobre ella y me levanté lentamente del suelo. Aquel día, sin saberlo, enterré a la madre de Clematis, y ahora, ella se encontraba cuidando de nuestra hija hasta que nosotros volviéramos a reencontrarnos con ella.
Agaché la mirada y observé el montículo, entrelacé mis dedos al frente y volví a suspirar pesadamente.
—Nunca he sido alguien que sepa expresar correctamente lo que siente, hija. Incluso con tu madre tuve que aprender a hacerle llegar lo que sentía —me detuve brevemente para calmar mi respiración—. Pero pese a el desastre de ser vivo que soy, quiero que tengas la certeza de algo. Te juro, mi amada bebé, que de haber sabido que llegarías a mi vida, hubiera hecho hasta lo imposible por verte feliz.
Mientras decía esto me agaché y dejé las flores restantes que había recogido en el camino sobre su pequeña tumba.
—Sin haberte conocido, has sido lo más grande que me ha pasado. Y te juro, por todo lo santo y sagrado de este mundo, que tu muerte no quedará impune.
En cuanto terminé de hablar con ella comencé a alejarme de las tumbas, pero bastó solo que diera algunos pasos para que uno de los guardias de Giorgio se acercara hasta mí. No pude evitar molestarme, lo que menos deseaba era que los soldados
—Mi señor, lamento interrumpirlo, pero es necesaria su presencia en el palacio.
—¿Cuál es el motivo? —respondí de forma tajante a lo que él se sobre encogió.
—Es con respecto a la sirvienta que desapareció hace unos días... —musitó bajo, pero si alcancé al oírlo.
En cuanto terminó de hablar comencé a correr en medio del bosque rumbo al carruaje que estaba aguardando por mí en la aldea humana. El guardia se encontraba corriendo atrás de mí para darme el alcance, y a su vez, logré escuchar a los demás guardias que hasta ese momento se habían mantenido ocultos correr en medio del bosque. Los observé de soslayo, y una vez que estuve frente al carruaje me introduje con rapidez para volver al palacio.
Cuando las viejas rejas de metal se abrieron, esperé que la velocidad solo disminuyera un poco, luego, abrí las puertas para llegar aún más rápido y salté. El cochero se asustó, pensó que me había golpeado, pero pese a que se encontraba llamándome, decidí ignorarlo, debía llegar lo antes posible.
En cuanto abrí las puertas estas golpearon las paredes, cada una a cada lado respectivamente. Vi hacia el frente, y allí, de rodillas en el suelo se encontraba Meried, ella lloraba a todo pulmón, su rostro tenía algunas marcas violáceas, la habían golpeado; uno de sus ojos estaba hinchado y su labio despedía una pequeña hilera de sangre hacia su mentón. Dos guardias estiraban sus brazos hacia atrás, y Meried, ante el desconcierto, no lograba gesticular alguna oración coherente.
—¿Qué está pasando? —pregunté al observarla en tal estado.
—Mi señor, encontramos esto en la habitación de las gemelas.
Uno de los guardias que se encontraba más atrás estiró un frasco que contenía un líquido de color rojo en mi dirección, sentí cómo el estómago se me salió del cuerpo al intuir de que se trataba.
Al alzar la vista vi que Jaft estaba bajando las escaleras, y el gesto de preocupación que traía en el rostro era algo que él nunca antes me brindó. En cuanto estuvo cerca de mí, sus brazos se estiraron y mientras se encontraba abrazándome con fuerza, él propició algunas leves palmadas en mi espalda.
—Zefer... —su rostro se mantenía hundido en mi cuello, yo me quedé allí quieto, sin saber que hacer o decir—. ¿Por qué no me dijiste lo que había pasado con Clematis? Si tan solo... lo hubiera sabido, te habría ayudado a encontrar al culpable.
—¿Cómo es que tú lo sabes? —él se separó y me observó con los ojos lagrimosos.
—Estos guardias vinieron por la mañana para hacer una inspección de cada rincón de la casa, no podía dejarlos entrar sin un motivo, ya que nuestro padre tuvo que partir a un viaje esta mañana... Me lo contaron todo, Zefer. Realmente lo siento.
—¿Por qué ella está en ese estado? ¿Qué es lo que contiene esta botella? —el nerviosismo era palpable en mi voz conforme hablaba, Jaft apretó mis hombros con firmeza mientras suspiraba.
—Esa botella..., tiene dentro un líquido abortivo —soltó Jaft sin más mientras una punzada se instalaba en mi estómago.
—Amo Zefer —el médico de la familia salió desde alguna parte e hizo una reverencia—. Aquella mezcla que está dentro de este frasco se usa para poder generar abortos, comúnmente lo usan los humanos que no quieren dar a luz híbridos —explicó—. Es una mezcla demasiado potente y peligrosa, beber más de la cuenta genera estragos dentro del organismo, y no solo mata al bebé, sino que también, pone en riesgo la salud de la madre. Solo alguien que conozca sobre la preparación de hierbas y sus beneficios y contras, podría preparar tal brebaje. Me atrevería a decir incluso que fue Wylan la causante, por eso debió escapar del palacio.
—¡Mi señor, es mentira! —gritó Meried de forma desesperada—. ¡Yo conozco a mi hermana! ¡Sería incapaz de hacer tal atrocidad con la señorita Clematis! ¡Ambas somos incapaces de traicionarlo de tal forma!
—¡Cállate! —Jaft le gritó con fuerza y uno de los guardias empujó su cabeza para que observara el suelo—. ¿Cómo puedes ser tan descarada? ¡Esto se encontraba en su cuarto! —alzó con mayor fuerza la voz a medida que se ponía frente a ella—. Con esto hasta me atrevo a decir que tu hermana no fue secuestrada, si no que huyó para evitar ser atrapada, y seguro tú fuiste la cómplice de todo esto. ¿Cómo pudieron hacerle algo así a una criatura que no lo merecía? ¿¡Cómo pudiste hacerle esto a mi hermano!?
—Amo Zefer...
Meried observó a Jaft con el rostro descolocado, luego me observó a mí buscando algo de entendimiento, en sus ojos suplicantes me enviaba un mensaje, de que debía confiar en su lealtad, ya que ellas no habían sido.
—Por favor, créame... Por favor, se lo ruego. Confíe en mí. En nosotras. No tuvimos nada que ver, se han llevado a mi hermana, y yo no tenía idea de que ese frasco estaba en mi habitación.
—¿Acaso osas decir que estoy mintiendo? —ella negó con miedo luego de escuchar la voz de Jaft—. ¿O estas insinuando que los guardias te plantaron ese frasco apropósito? —le preguntó Jaft mientras se cruzaba de brazos, Meried agachó aún más la mirada mientras observaba al suelo—. ¡Esta híbrida tiene que ser ejecutada! ¡Es un peligro para cualquiera que esté en el palacio!
—No —le respondí y él me observó como si estuviera loco, el resto de los presentes hizo lo mismo—. Déjenla encarcelada, pero ya no la golpeen más. Buscaremos a su hermana, y una vez que la hallemos, ella tendrá que explicar lo que sucedió, y deberá explicar porque ese frasco estaba dentro de su habitación.
—¡Mató a tu hijo, Zefer! ¿Cómo puedes perdonarle la vida?
—No puedo acabar con la vida de alguien si no tengo pruebas del crimen del que se le está culpando.
Jaft volvió a observarme ofuscado por mi respuesta. La verdad era que confiaba en Meried y Wylan, ellas me habían estado haciendo llegar las cartas de Rier. Si en sus planes hubiera estado lastimarme, jamás hubieran accedido a colaborar conmigo. Además, el niño Cael dijo que escuchó a un hombre llevarse a Wylan.
El verdadero asesino seguía suelto por allí.
—Una vez que tenga la versión de la gemela solicitaré un juicio justo, y de hallar culpables a ambas, haré cumplir la ley.
—Tienes razón. Lo siento, me dejé llevar por la impotencia —dijo apenado mientras apretaba mi hombro con fuerza—. Tienes mi apoyo, hermano. No descansaremos hasta que su hermana aparezca, y cuando lo haga, tendrá que hablar de una u otra forma.
Tras decir esto, Meried fue llevada hacia la cárcel en el cuartel general. La última mirada que me dio antes de salir por la puerta fue de agradecimiento, porque al menos, estaba prolongando su tiempo de vida.
Tomé el frasco entre mis manos y me dirigí hacia el jardín, lo observé con atención mientras mi mano temblaba, y luego lo arrojé con fuerza contra el muro del palacio. Me sentía tan desesperado, quería tener respuestas inmediatas, pero no había nada que me brindara siquiera un pequeño indicio de lo que había pasado.
Quizás estaba cometiendo un error al confiar en ellas, pero algo muy dentro de mí me decía que tenía que hacerlo.
Necesitaba encontrar a Wylan para que me explicara que sucedió con exactitud.
C L E M A T I S
Partimos hace semanas de My—Trent, y durante todo el camino no había hecho nada más que mantenerme callada.
Seguía soñando con ella. Cada noche la imaginaba durmiendo entre mis brazos, hasta podía jurar que oía su pequeño llanto, pero al despertar, el hueco vacío en mi cama solo me reafirmaba que estaba completamente sola.
No podía evitar llorar como si fuera una niña pequeña cuando la recordaba.
La sensación de su pequeño cuerpo frío entre mis brazos me mataba, me hería, me lastimaba. Ella era perfecta, era todo lo que siempre había imaginado. Pero el destino simplemente separó nuestros caminos antes de tiempo, y me arrebató la oportunidad de demostrarle cuanto amor tenía para ofrecerle a mi pequeña Camelia.
Observaba el cielo la mayor parte del día y viajaba hasta la tumba de mi hija. Cael y Argon buscaban mil y un formas de animarme, pero simplemente había momentos en los cuales la tristeza era tan grande, que me encerraba para poder llorar con tranquilidad.
En medio del viaje que todavía estábamos realizando de regreso a Wyrfell, comencé a darme cuenta de varias cosas que antes ni siquiera me había percatado. Argon tenía razón, siempre hubo guardias que observaban todo lo que hacíamos. En especial, siempre estuvieron muy pendientes de Cael y de mí, aunque sabía a la perfección que nosotros no éramos precisamente sus personas favoritas por ser quienes éramos, humanos.
La solución que me había planteado Argon era algo que podía ayudarme a proteger a Cael, pero era consciente de que Giorgio jamás actuaba completamente solo, la gente que lo seguía tenía una lealtad tan enfermiza, que no sabía con exactitud quien era mi aliado o mi enemigo.
Necesitaba encontrar un lugar seguro para Cael, al menos, hasta que todo el peligro pasara.
Debía hablar con Argon, pero tenía que hacerlo ahora. Era la última noche que dormiríamos en una posada, cuando el atardecer estuviera presente el día de mañana, ya estaríamos nuevamente en Wyrfell, y aunque quisiera hablar todo con más calma, allá las paredes tenían oídos, y nuestros secretos podrían terminar siendo escuchados por gente ajena a la conversación.
—Argon.
Me dirigí escaleras arriba y en cuanto entré a la habitación que Cael y Argon compartían, encontré a Cael durmiendo profundamente entre los brazos de Argon. Luego de que terminamos de cenar, él le pidió a Argon que le cuente una historia para que pueda dormir.
—Voy enseguida —me respondió moviendo los labios mientras colocaba el índice sobre estos.
Argon se puso de pie lentamente y destendió la cama con la mano que tenía libre, por suerte Cael se había dormido tan profundamente que ni siquiera se despertó cuando lo dejó sobre la almohada.
Una vez que lo arropó, depositó un suave beso sobre su cabeza, Cael se removió y esbozó una tímida sonrisa, luego mi mejor amigo volteó a observarme, y tras abrir la puerta me pidió que lo acompañara al balcón para poder conversar sin ser interrumpidos.
—Desde que fuimos a My—Trent le cuesta un poco dormir por su cuenta —dije, y Argon asintió.
—Pronto se le irá el miedo que tiene, solo tenemos que ser pacientes —sonrió—. La verdad disfruto mucho leerle antes de que duerma, es un niño muy bueno.
—Cael te quiere mucho —enfaticé.
—Yo también lo quiero, Clematis. Pero Cael no es mi hijo..., y cuando todo esto termine y tenga que marcharme a Velmont, será difícil para ambos separarnos.
—Lo sé —sonreí cabizbaja mientras observaba las estrellas del cielo.
Me acerqué al barandal y recosté mis codos sobre este. Suspiré, y Argon me imitó mientras observaba el firmamento.
—Estuve meditando mucho acerca de lo que me dijiste, Argon.
—¿Sobre el matrimonio? —asentí.
—Es verdad que nuestro matrimonio podrá traerme protección y también Cael estará a salvo, pero temo la reacción de Giorgio —confesé—. El podría enterarse lo que estamos planeando y con tal de lastimarme podría asesinar a Cael —tirité, la fresca brisa de la noche me había alcanzado—. Te juro que no quiero imaginar que algo malo le puede pasar, no quiero que Cael también muera. No lo soportaría.
—Lo que podemos hacer hasta que la guardia de Velmont llegue es estar alertas.
—También pensé en eso, pero se me ocurrió una mejor solución.
—¿Qué estás planeando?
—Será muy difícil para mí hacer esto, pero la única forma de estar segura que Cael esta fuera de todo peligro es enviarlo a Demarrer, con mi hermano William.
—¿No crees que será un poco más obvio que los tres desaparezcamos de repente?
—Es que no iremos los tres, solo Cael y yo iremos a Demarrer.
—No pienso aceptar eso —respondió—. No me pidas que te deje sola.
—Argon, no podemos simplemente desaparecer los tres. Necesito que te quedes en Wyrfell —Argon apretaba el barandal con fuerza, así que sujeté su mano para que se tranquilizara un poco—. Necesitamos distraer a los espías lo más que podamos. Fingiremos que firmaremos un tratado comercial con Tryment, y al ser yo la regente de Wyrfell, debo de ir a cerrar el trato personalmente.
—¿Qué pasará si algo llega a pasarte?
—Es un riesgo que estoy dispuesta a tomar —respondí con determinación—. No puedo arriesgarme a que los espías de Giorgio me sigan, sería fatal comprometer la libertad, o peor aún, la vida de toda esa gente inocente que vive allá.
—Clematis, es muy arriesgado.
—Tranquilo, estaremos bien —le sonreí para tranquilizarlo, pero él desvió la mirada—. Seré lo más cautelosa posible, iré por la zona inhabitable y después pasaré por los poblados externos de Preblei y Treyment, esto solo lo haré para comprar alimentos o algo que nos haga falta.
—Al menos... déjame acompañarte hasta la frontera.
—No, Argon. Es un viaje que debo de hacer sola —mi voz sonó demasiado firme en ese momento, Argon comenzó a apretar los puños a cada lado de su cuerpo mientras observaba al suelo—. El día de mañana, en cuanto lleguemos a Wyrfell, partiremos por la noche.
—De acuerdo —suspiró resignado, él sabía que no lograría convencerme de ninguna forma—. Veo que estás decidida, y por más que quiera, no podré hacerte cambiar de opinión. Le escribiré a mi padre y le haré llegar una carta detallándole el plan.
—Gracias por apoyarme.
Ambos nos quedamos callados y aproveché ese momento para aspirar la fragancia nocturna. Argon, quien ya me había dado la espalda caminó unos pasos más atrás, en un inicio pensé que se iría a la habitación que compartía con Cael, pero él únicamente había retrocedido para estrecharme con fuerza desde atrás entre sus brazos.
Mi corazón se detuvo al sentirlo tan cerca de mí. No sabía que hacer o que decir en ese momento, y Argon tampoco contribuía a que me calmara.
—Por favor, Clematis. Ten mucho cuidado —susurró cerca de mi oído, sentí escalofríos por todo el cuerpo al sentirlo tan cerca de mí—. Los caminos son peligrosos, no me perdonaría que algo llegara a pasarte.
Tras decir esto me soltó y yo me mantuve allí quieta en la misma posición. Luego de escuchar las pisadas a través del pasadizo me permití voltear, y cuando giré del todo, pude ver la puerta de su habitación de su cuarto cerrarse por completo.
Conté hasta diez para tranquilizarme. Eliminé inmediatamente cualquier tipo de pensamiento extraño que pudiera tener, y al hacer esto poco a poco el sonrojo que estaba presente en mis mejillas se fue disipando.
Argon solo estaba preocupado por nosotros. Era una persona demasiado afectiva, y esa fue la única manera en la que logró demostrar su preocupación.
A la mañana siguiente nos reunimos para desayunar, Argon no volvió a tocar el tema del abrazo así que yo tampoco le di mayor importancia.
Luego de regresar a la ruta llegamos en el tiempo pactado a Wyrfell, Cael ya estaba impaciente por bajarse de la carroza, ya no toleraba estar sentado por más tiempo en una posición tan incómoda.
En cuanto llegamos al palacio saludé a todos los sirvientes, Helena, quien prácticamente fue la primera en bajar, aprovechó el momento para hablar con ellos y pedirles que por favor, no tocaran el tema de mi bebé. Se lo agradecí mucho, no hubiera soportado que me hicieran preguntas acerca de mi hija.
Luego de que bajaron las cosas, le pedí a Argon que fuéramos a mi despacho y mientras fingíamos hablar sobre ese tratado inexistente, nos íbamos pasando notas el uno al otro donde estaba expuesto el verdadero plan que yo seguiría para llegar a Demarrer.
Rier iba a jugar un papel muy importante en todo esto, y pese a que Argon siempre me había hablado muy bien de su padre, no podía evitar sentir resentimiento. Por su culpa, mi hermano había sufrido bastante a lo largo de su vida. Siempre lo hizo sentir no deseado, y todo aquel resentimiento que William guardaba dentro de su corazón, terminó provocando la masacre de la aldea donde vivíamos.
En medio de las notas que escribíamos, Argon me confesó que Rier siempre había exigido que Giorgio fuera investigado, ya que sospechaba desde mucho antes que él planeaba algo raro, pero siempre las investigaciones quedaban tendidas en el aire. Giorgio era demasiado astuto para exponer sus planes tan a la ligera. Es por eso que Rier entrenó a Argon, su propósito era atacar desde adentro para obtener las pruebas que hacían falta para enjuiciarlo.
—Clematis: Necesitaremos toda la ayuda posible cuando el momento
llegue. Hablaré con la gente de Demarrer, trataré de convencerlos
de que se unan a la causa.
—Argon: Francamente dudo que accedan a brindarnos apoyo.
Por lo que me has contado, ellos odian a los Hanouns y a los híbridos.
Veas por donde lo veas, los Hanton tenemos todo en nuestra contra,
estoy tratando de ser positivo, pero me resulta difícil pensar que
podamos ganarle a Giorgio.
—Clematis: Odian a los Hanoun, pero estoy segura
de que estarán dispuestos a luchar por su libertad.
—Argon: A partir de ahora nada será fácil, Clematis. Pero...
de alguna forma siento que eres la última esperanza que tenemos.
A veces solo una persona basta para inclinar la balanza a nuestro
favor.
—Clematis: Gracias por confiar tanto en mí. Prometo no
defraudarte, Argon. Cuando vuelva de Demarrer traeré
buenas noticias, ya lo verás.
—Argon: Jamás dudaría de tus capacidades. Pero por favor,
por lo que más quieras, anda con cuidado...
—Clematis: Descuida, ya no soy la misma de antes.
Argon no añadió algo más, en ese punto terminamos nuestra conversación ficticia, la que decíamos en voz alta, y la real, que estaba plasmado en aquella hoja que posteriormente terminó siendo consumida por el fuego de la chimenea.
Durante el resto del día, seguimos con nuestra rutina como veníamos haciendo antes de viajar a My—Trent, Argon aprovechó esa tarde y dejó un lado los pendientes que tenía para jugar con Cael, ya que no lo vería en mucho tiempo.
Este quizás sería el último día de paz que tuviéramos y necesitábamos aprovecharlo al máximo.
Cuando el sol se puso en el horizonte y la oscuridad cubrió la nación, los sirvientes nos sirvieron la cena, y cuando la cocinera me preguntó que deseaba comer al día siguiente, ya que quería hacerme un menú especial, aproveché en dar la falsa noticia de que iría a Treyment a cerrar un acuerdo comercial.
Tal y como habíamos planeado, Argon reforzó la mentira y explicó un poco más acerca del inexistente tratado, y de los beneficios que nos traería, y en ese momento, de una forma poco disimulada, vi de soslayo como un guardia salía por la puerta en dirección al criadero de vylas.
Habían mordido el anzuelo.
Ya muy entrada la noche cuando todos estaban durmiendo en sus habitaciones, aproveché en ponerme el líquido compuesto de Mirella y Lupre para ir a buscar a Cael.
Él no entendía del todo porque le decía que debíamos irnos a un viaje, pero luego de meter algunas cosas que él consideraba necesarias dentro de un pequeño morral, me siguió sin oponerse.
Argon nos dio el alcance cerca de las escaleras, y mientras analizaba el entorno, nos indicaba por donde debíamos escabullirnos para evitar cruzarnos con los guardias.
Terminamos escapando por la puerta trasera de la cocina, y solo cuando estuvo completamente seguro de que estábamos solos, tomó a Cael entre sus brazos y los tres comenzamos a correr en medio de la oscuridad para llegar al extremo sur del muro.
En cuanto llegamos, Argon depositó a Cael con cuidado en el suelo y le alisó su ropa que se había arrugado ligeramente.
—Mamita Clematis —susurró Cael para apenas ser escuchado—. ¿A dónde vamos tan de noche?
—Vamos a ir a visitar a mi hermano —le respondí y su rostro se iluminó.
—¡Sí! Por fin voy a conocerlo —exclamó en el mismo tono—. ¿Pero porque hablamos bajito?
—Porque estamos jugando a las escondidas con los guardias, si nos atrapan podríamos perder.
—Esta bien —susurró aún más bajo—. Prometo no hacer bulla para ayudarte a ganar.
Le sonreí mientras removía su cabello, Argon lo tomó entre sus brazos y lo abrazó con fuerza, tal y como había hecho conmigo, posteriormente, depositó un beso sobre su mejilla.
Cael no entendía demasiado que era lo que estaba pasando, pero jamás se negaba a una muestra de afecto. Él con sus pequeñas manos, tomó el rostro de Argon y depositó otro beso en su mejilla con la misma efusividad.
—Ahora uno para mi mami —susurró él, y Argon se puso de pie mientras me observaba.
—Cuídense mucho —sus brazos volvieron a rodearme y le correspondí.
—Tú también cuídate, prometo regresar pronto.
Nos quedamos así durante un rato, Argon parecía que se negaba a dejarme ir, pero yo fui la que tuve que romper el contacto. Necesitaba encontrar un refugio para Cael y para mí, el bosque era peligroso para dos humanos durante la noche, aún hoy existían todavía algunas criaturas que poseían su aspecto animal, y no todos eran herbívoros.
—¿Por qué papi Argon no va? —preguntó Cael con inocencia.
—Los alcanzaré luego, Cael —le sonrió mientras se ponía a su altura—. La próxima vez que nos veamos volveremos a jugar. ¿Sí?
—Está bien —Cael asintió mientras sujetaba mi mano—. Te quiero, papi Argon.
—Yo también te quiero, Cael —en cuanto Cael lo escuchó se le iluminaron los ojos, era la primera vez que Argon le respondía de forma tan directa a esa pequeña frase.
—Cuida de Clematis. ¿Sí? —ambos me observaron y yo sonreí.
—Desde luego —afirmó él con seguridad—. No dejaré que nada malo le pase.
Le sonreí a Argon y le hice saber que ya estaba lista para partir. Él asintió, y luego de remover algunas de las enredaderas que recubrían el muro, dejó expuesta una pequeña abertura por la que fácilmente pasábamos Cael y yo.
Mientras íbamos cruzando al otro lado, Argon sujetó mis dedos antes de que pudiera cruzar del todo, y me brindó una pequeña caricia, volteé a observarlo, y un pequeño «Te quiero», escapó de mis labios. Argon asintió, y terminó de esconder la abertura nuevamente, con las enredaderas.
Cuando estuvimos fuera de Wyfell, tomé a Cael entre mis brazos y comencé a correr hasta internarme en medio del extenso y frondoso bosque.
Poco a poco Wyrfell se hacía cada vez más y más pequeño conforme nos alejábamos.
El camino a Demarrer sería difícil y estaría lleno de peligros. Pero no podía simplemente esconderme y aguardar lo peor. En ese punto, no solo la vida de Cael estaba en juego, sino que también de mi dependía la vida de todos los habitantes de Wyrfell.
Y cómo su regente, tenía que asegurar su bienestar cueste lo que cueste.
Continuará...
en Extinción, la resistencia avanza [Saga: LVDLO #2].
*Ya disponible en mi perfil.*
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