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CAPÍTULO XXVII • Después de la tormenta viene la calma •

C L E M A T I S

Había pasado una semana desde que regresamos a My—Trent, y en este tiempo, Zefer, Argon, y todas las personas que trabajaban en el palacio me habían comenzado a mirar de una forma extraña. En más de una ocasión le hice notar a Zefer la incomodidad que esto me generaba, pero él siempre me decía que todo estaba bien y cambiaba de tema.

Desde que Giorgio le había informado a Zefer de la competencia que debía hacer contra Jaft él comenzó a pasar cada vez menos tiempo en el palacio. Se iba muy temprano y regresaba muy entrada la noche, había momentos en los cuales incluso tan solo cruzábamos dos palabras porque él se quedaba dormido casi inmediatamente.

Me sentía demasiado sola. No había nada que hacer dentro de estas murallas, tenía prohibido ayudar a los sirvientes y tenía prohibido salir fuera del palacio. Extrañaba el pueblo de Ian y Rik, pero Zefer tenía obligaciones que cumplir aquí, en su hogar, y jamás me hubiera permitido que algo malo le pasara a las familias que vivían allá.

—Clematis —escuché como Meried susurraba, estaba en la entrada de la puerta—. Perdona que te moleste, pero llamé a la puerta y no respondías, pensé que te quedaste dormida.

—Descuida —le respondí mientras cerraba el libro que tenía encima de las piernas, desde hace media hora no había podido pasar de la página donde me encontraba—. ¿La cena está lista? —ella asintió tras mi pregunta, pero luego se encerró dentro conmigo en la habitación.

—En realidad, quería preguntarte si deseas que te traiga la comida aquí. Verás, la señorita Eleonor se encuentra abajo, y pues...

—Bajaré a cenar, no tengo porque esconderme en mi cuarto. Si vamos a vivir ambas aquí debemos aprender a llevar la fiesta en paz.

En cuanto dije esto ella formó una mueca extraña en su rostro, siempre que tocaba el tema de mi permanencia en este lugar era lo mismo, todos cambiaban la expresión. Me quedé callada esperando alguna respuesta de su parte, pero ante mi mirada, ella se tensó y entre abrió los labios.

—¿Sucede algo? —pregunté de manera calmada mientras ella negaba con la cabeza— Meried, me he percatado de cómo me miran todos. ¿Necesito enterarme de algo?

— No me corresponde decirlo... —fue lo único que dijo antes de dar media vuelta y salir de la habitación.

Sus palabras se quedaron instaladas en mi mente. Si a ella no le correspondía contarme que era lo que estaba pasando. ¿Entonces quien debía hacerlo?

Zefer no me decía nada, no tenía demasiada confianza con Argon ni con Jaft, a Eleonor no la toleraba y preguntarle directamente a Giorgio era impensable, le tenía demasiado miedo como para tratar de establecer algún tipo de conversación con él.

Al llegar a la planta baja escuché como Eleonor reía por algún extraño motivo, Argon, por su parte únicamente le brindaba ciertos monosílabos. Entré por la puerta del comedor y se quedaron callados de golpe, solo estaban ellos dos dentro, Eleonor, al verme se irguió más en la silla y me observó con un cierto deje de superioridad.

Ignoré por completo su actitud, ya había aprendido como tratarla para que se quede callada. Eleonor detestaba que la ignoraran y no dieran pie a su engreimiento, o al menos de eso me había podido percatar. Pasé de largo y me senté al lado de Argon, quien, por desgracia, estaba sentado justo al frente de ella.

Argon me comenzó a preguntar algunas cosas sobre uno de los libros que estaba leyendo, y luego de intercambiar algunas ideas, Wylan no tardó en aparecer con el carrito que traía la comida en la parte superior y comenzó a servir nuestros platos con los manjares que habían preparado ese día.

—¿No deberías estar comiendo con la servidumbre? —me preguntó Eleonor de manera maliciosa. Cada vez que ella abría la boca era únicamente para soltar una dosis de veneno.

—No habría nada de malo en compartir la cena con ellos, pero de momento prefiero estar aquí en el salón —respondí mientras me llevaba una cucharada de la crema de verduras que habían preparado a la boca.

Argon reprimió una carcajada, y para disimular la risotada que por poco se le escapa tuvo que tomar un poco del jugo de moras que estaba servida en su copa.

—Eres una atrevida —replicó ella con molestia en su voz, pero luego, volvió a sonreír, como si nada hubiera pasado—. Pero bueno, lo dejaré pasar por esta vez. Después de todo, tan solo faltan tres días más para que te largues.

—Eleonor, cierra la boca —exclamó Argon con notoria molestia en su voz, ella lo observó enmarcando una ceja y luego volteó a observarme mientras entreabría los labios.

—¿Qué? —resopló divertida mientras colocaba delicadamente la palma de su mano sobre sus labios aparentando inocencia— Ohhh... ¿Nadie te lo ha dicho? —replicó con sorna—. Pero mira que son gente mala, no puedo creer que nadie te lo haya informado.

—¿De qué estás hablando? —En ese punto ya estaba hastiada, todos, hasta Eleonor sabían lo que estaba pasando pero nadie decía nada—. ¿Qué está diciendo ella, Argon? —sus ojos me esquivaron y sentí un escalofrío recorrer mi espalda.

—Si, Argon. ¿Por qué no le dices lo que está pasando? —él se tensó mientras tras su pregunta, lo observé directamente, pero no pudo sostenerme la mirada—. Y asumo que si nadie te dijo lo que pasará en tres días, imagino que tampoco nadie te informó que tu compromiso fue anulado.

Sin querer terminé soltando la cuchara y el sonido que hizo al golpear la loza terminó retumbando por todo el comedor, Argon sujetó el puente de su nariz con fuerza mientras que Eleonor comenzaba a reír a todo pulmón.

—Clematis, deja que Zefer te lo explique, por favor... —fue lo único que Argon se limitó a decir antes de que me levantara bruscamente de la silla y prácticamente corriera hacia las escaleras.

Comencé a caminar aún más rápido, necesitaba huir de allí lo antes posible. Llegué a mi habitación y me encerré dentro, caminé hasta estar en el balcón, y únicamente cuando me percaté de que estaba completamente sola, me permití llorar. Pero aunque tratara de tranquilizarme, el sonido de su risa aún se mantenía presente en mi mente.

Estaba molesta, triste y por sobre todo dolida. Ni siquiera Zefer se había animado a contarme lo que estaba pasando, había tenido que venir la arpía de Eleonor a darme el golpe de realidad.

Me quedé en ese lugar por varias horas. Observé el cielo y las aves pasar, vi las nubes moverse y me dejé envolver por la fría brisa. Para cuando estaba anocheciendo la puerta de la habitación fue abierta, al tornar mi rostro vi a Zefer allí de pie, él me sonreía completamente despreocupado, como si nada fuera a pasar. ¿Hasta cuándo pensaba seguir con esta farsa? Si mi partida ya estaba fijada dentro de tres días.

—Clematis —murmuró mientras se acercaba hacia mí, yo lo observé con el ceño fruncido, y él, al percatarse que mis ojos estaban rojos se preocupó—. ¿Qué sucede? ¿Por qué estabas llorando? —su mano quiso tocar mi mejilla pero me aparté bruscamente.

—¿Es divertido burlarse de mí? —cuestioné—. ¿Cuándo planeabas decírmelo, Zefer? ¿En tres días, cuando mis cosas ya estuvieran dentro del carruaje?

—¿Quién... te lo dijo? —su rostro se descolocó tras oírme, no esperaba que alguien fuera a contarme lo que iba a pasar.

—¿Importa el quien? —bufé con molestia—. ¿Qué planeabas hacer, Zefer? Despertar el día de mañana y decirme "Por cierto Clematis, tienes que marcharte y nuestro compromiso queda anulado".

—Espera, estás confundiendo las cosas —sus manos trataron de tomar las mías, pero las aparté y comencé a llorar tras su tacto—. Déjame que te explique.

—¿Explicar qué? —repliqué de manera forzosa mientras lo observaba directamente a los ojos—. ¿Qué me mentiste? ¿Qué me ocultaste algo que merecía saber para buscar alguna solución? —exclamé con dolor—. No confiaste en mí, no tuviste el tino de decirme lo que estaba pasando.

—Sé que las cosas se ven mal ahora, pero te juro que no dejaré que te aparten de mi lado...

—¿Cómo? —mascullé con dolor mientras las lágrimas seguían saliendo de mis ojos— ¿Cómo puedo confiar en lo que me dices? ¡Somos una pareja, para nosotros la confianza debe ser vital! Podíamos haber encontrado juntos una solución... —limpié las lágrimas con las palmas de mis manos mientras lo observaba, él se encogió un poco más en su lugar—, ¿Me has ocultado más cosas? —su cuerpo se tensó tras mi pregunta—. ¡Zefer! —alcé la voz y me observó aún más tenso—. ¿Me has ocultado más cosas, sí o no?

—Clematis... —exclamó con arrepentimiento mientras agachaba la mirada.

—Sabes que... —repliqué mientras pasaba por su lado—. Olvídalo, Zefer...

Después de eso no volvimos a hablar, tomé mis cosas y me marché de la habitación que compartíamos y ocupé una que estaba vacía. Para cuando me percaté, llegó el tercer día, y desde muy temprano en la mañana los sirvientes habían comenzado a subir mis cosas y las de Argon dentro del carruaje.

Las horas pasaron y cuanto el sol brillaba en lo alto del cielo, me dijeron que era tiempo de que me marchara. Giorgio, Eleonor, Jaft y Zefer se encontraban parados frente al carruaje, siendo los dos primeros que tenía una inmensa alegría que no podían disimular, Jaft se mantenía quieto e inexpresivo, y Zefer... se veía realmente muy apenado.

—Bueno, humana —Giorgio dio un paso al frente y me observó desde unos escalones más arriba—. Espero aprecies lo que estoy haciendo por ti, si bien ya no formarás parte de mi familia, al menos subirás un poco tu estatus —sonrió de soslayo mientras alzaba el mentón—. Argon —el nombrado lo observó—. Espero ver progresos en Wyrfell ahora que estarás a cargo. Elian dejó un trabajo en verdad desastroso, confío en lo que tu... padre pudo haberte enseñado.

—Señor, aprecio el gesto —dijo mientras daba una reverencia—. Pero he de solicitar que reconsidere nuevamente sus decisiones.

—Querido Argon, aunque quisiera la decisión final la tomaron los concejales, y sabes que no se puede ir contra ellos —habló de manera calmada, Argon apretó los puños a cada lado de su cuerpo mientras apretaba los labios de forma lineal—. Míralo de esta forma, Argon, los de tu especie se sentirán felices de saber que un descendiente del gran Kyros les cedió algo más de terreno.

—Bueno, por más que me gustaría perder el tiempo viéndolos partir, tengo muchas cosas que hacer —dijo Giorgio con desinterés—. Envíen una vyla para informar que llegaron bien.

Luego de decir esto Giorgio, Eleonor y Jaft entraron nuevamente al palacio, Zefer se quedó justo al frente de nosotros con la mirada agachada, Argon, al percatarse de que quería decir algo solo atinó a empujarme levemente por la espalda hacia el frente mientras que él se introducía dentro del carruaje.

Era difícil comenzar una conversación. Seguía enojada con él por las cosas que me estaba escondiendo, pero... parte de mi molestia también partía de la importancia por tener que marcharme sin poder hacer nada al respecto

—Clematis...

Su voz removió mi ser. Se acercó con miedo, y con gentileza sujetó mi brazo mientras entre abría los labios, estaba tan nervioso como yo lo estaba en ese momento. Sus ojos penetrantes me observaron y sentí mis rodillas flaquear debajo de mis faldas.

—Sé que actué mal, lo reconozco —dijo él con sinceridad—. Pero... aunque las cosas se vean mal por ahora, te prometo que todo se solucionará más adelante. Tan solo... te pido que confíes en mi —añadió—. No puedo decirte todavía cuales son mis planes, pero ten la seguridad de que tu siempre formarás parte de ellos, ya que tú eres mi futuro.

Zefer me abrazó con fuerza y yo hice lo mismo, necesitaba impregnar su fragancia y la sensación de su cuerpo en mi cabeza antes de partir.

Estuvimos así por varios minutos, pero el cochero nos informó que era momento de partir. El viaje era largo, y si tardábamos mucho más en partir de My—Trent, demoraríamos mucho más de lo planeado en llegar a Wyrfell y esto podría ser peligroso ya que la época de lluvias había comenzados.

Entré al carruaje sintiendo que dejaba una parte de mi alma junto con Zefer, me senté en la ventanilla y lo observé a través del cristal, Zefer se quedó de pie en la entrada observándonos atentamente, y poco a poco el carruaje comenzó a andar. Su silueta se fue volviendo más y más pequeña, pero únicamente cuando vimos los muros del palacio cerrarse, ambos desviamos la mirada para seguir con nuestro camino.

Las horas pasaron mucho más rápido de lo que pude imaginar, en un santiamén la noche se hizo presente y fue necesario que nos detuviéramos a descansar en una posada en el camino.

Estaba agotada física y mentalmente, y al ver lo que aún teníamos por delante, no podía evitar pensar que el viaje sería algo en verdad tedioso y pesado. 

N A C I Ó N D E W Y R F E L L

El trinar de las aves se filtró a través de las cortinas y me removí en medio de la enorme cama. Toqué un lado de la cama esperando sentir el cuerpo de Zefer, pero nada más que el frío de las sábanas fue lo que me dio los buenos días.

Habían pasado dieciséis días desde que llegamos, pero mis mañanas siempre eran igual. Aún no me hacía a la idea que había una enorme distancia que nos separaba.

El silencio reinaba la habitación, y aquello no hacía nada más que deprimirme. Tenía mucho frío, sujeté el mantón adicional que habían dejado en el extremo de mi cama y me tapé hasta el cuello con este, lo único que quería hacer en esos momentos era dormir.

Unos leves golpeteos en la puerta irrumpieron en medio del silencio y me volvieron a la realidad, del otro lado, pude escuchar la voz de Argon. Al no recibir Al no recibir respuesta de mi parte, se excusó y entró a la habitación, yo le estaba dando la espalda, mi mirada estaba fija en la ventana.

—Clematis... —sentí el colchón hundirse a la altura de mis pies y ante mi silencio, él siguió hablando—, no puedes simplemente encerrarte y tirarte al abandono. Digo, no es como si Zefer hubiera muerto o hubieran terminado definitivamente —lo oí carraspear mientras acariciaba por encima de las cobijas mi tobillo—. Es solo que... las cosas en My—Trent se complicaron un poco, ya verás que todo se solucionará.

—¿Por qué fui tan torpe? —le pregunté mientras me sentaba y me apoyaba en el respaldar— Me sentía tan molesta por enterarme las cosas por Eleonor que simplemente me rehusé a verlo durante los últimos días. Debí de pasar más tiempo con él...—al decir esto sentí deseos de llorar—, quizás, si yo hubiera hablado con Giorgio antes...

—¿Qué hubieras podido decirle que cambiara su opinión? —preguntó mientras negaba con la cabeza—. Clematis, aunque lo hubieras sabido el mismo día, nada hubiera podido modificar la decisión de Giorgio. Y aunque él sea el regente de My—Trent, debe acatar la decisión que tomaron los del consejo.

—Tienes razón, pero aquello no impide que me sienta tan... tonta.

—Oye —sus dedos elevaron mi mentó para que pudiera observarlo—. No eres tonta, deja de minimizarte. Estoy seguro de que Zefer está haciendo hasta lo imposible porque vuelvan a estar juntos, él te ama más que a nadie, ya verás que... el tiempo que pasen separados será compensado más adelante.

—Gracias, Argon —esbocé una cálida sonrisa y él hizo lo mismo, siempre que hablaba con él de alguna forma lograba tranquilizarme.

Aunque, para ser franca, había un tema que ambos aún no habíamos tocado y no dejaba de darme vueltas en la cabeza.

—¿Sucede algo? —preguntó, intuyendo que algo me pasaba.

—Quería saber que haremos respecto al... ya sabes, compromiso.

—No pienses demasiado en eso —sonrió—. Recuerda que esto algo por nombre. Únicamente durará hasta que ambos puedan estar juntos nuevamente —escucharlo decir eso me brindó en cierta forma paz a mi alma.

—¿Crees que me perdone el haber actuado de una forma tan infantil?

—¡Desde luego! Él jamás podría estar enojado contigo por mucho tiempo.

Argon se puso de pie y caminó en dirección a las cortinas de mi habitación y las abrió de un solo movimiento permitiendo de esta forma que el sol iluminara todo el recinto

—Que hermoso día. ¿No? —me preguntó—. ¿Te gustaría conocer el pueblo?

—Seguro, pero tengo que alistarme primero.

—¿Quieres que les diga a las jovencitas que te calienten el baño?

—Por favor, te lo agradecería bastante.

—De acuerdo —Argon caminó hacia la puerta, y antes de salir de mi habitación, volteó, y mientras sonreía exclamó—. Por cierto, te ves aún mejor con una sonrisa en tu rostro.

Sonreí, él salió del cuarto y yo aproveché para sentarme al borde de mi cama. Me sentía mal por Argon, deseaba poder recordarlo, pero por más que intentaba recobrar los recuerdos perdidos, me era imposible hacerlo.

Al cabo de unos minutos tocaron a la puerta, concedí el permiso y una de las híbridas que trabajaba en el palacio entro por la puerta. Me reverenció, y con la cabeza agachada comenzó a apretar levemente sus manos.

—No debes tenerme miedo —ella intentó negarlo, pero era obvio que mi presencia de alguna manera la intimidaba.

—Lo siento, ama Clematis. Es solo que, bueno, tengo miedo de faltarle el respeto.

—No debes tener miedo —repetí—. Ya te he dicho que incluso puedes llamarme por mi nombre, Adelein.

—Sí, perdone, aún no logro acostumbrarme.

—Ya tendremos tiempo para solucionar eso —mis palabras sonaron tan convincentes que ella sonrió con un leve sonrojo en sus mejillas.

Tenía mucho por hacer aquí, el acostumbrar a las personas que trabajaban a que me trataran como su igual era muy complicado, la enseñanza que les habían impartido toda su vida no les permitía ser tan flexibles con sus pensamientos.

Adelein llevaba poco en el palacio, la primera vez que vine no la había visto, por lo que entendía que los Jackal la habían incorporado a su casa poco después de que Zefer y yo nos marcháramos. Y al no haber tenido un contacto previo con ella decidí hacerla mi dama para generar un poco más de confianza.

Tras decirle que saldría a caminar ella escogió un vestido holgado que no tenía corsé y unos zapatos bajos. Los pliegues del faldón eran de color negro y la tela del cuerpo era de color verde. Amaba este color porque en cierta forma siempre sus variantes me recordaban a las flores que mi hermano me traía.

Me acompañó al baño y tomé una ducha caliente, Adeline dejó todas las cosas sobre la cama y cuando salí me ayudó a secar mi cabello y colocarme la ropa. Una vez que estuve lista, bajé al recibidor y Argon ya se encontraba esperándome en la sala, pese a que nos ofrecieron el carruaje negamos cordialmente su ofrecimiento, ambos preferíamos caminar hasta llegar allá. Era un día demasiado hermoso como para desperdiciarlo desde esa manera.

Paseamos por los diferentes campos de cultivo, y una vez que llegamos al pueblo vimos las decoraciones de las casas. La ciudad era preciosa, despedía mucha vitalidad, pero el que se encontrara atravesando por una situación tan caótica, provocaba que sus habitantes se encontraran enormemente desmotivados. El vivir cómodamente aquí únicamente era un lujo que pocos podían pagar.

No tardamos mucho en encontrarnos con los nobles de esta nación, y como era de esperarse, ellos me observaban por debajo del hombro, en comparación a Argon, cuando él les brindaba su atención automáticamente cambiaban la expresión de su cara.

—Descuida —me dijo mientras observaba hacia el frente—. Ya se les informó que es lo que estaba pasando, pero, bueno, los nobles son un poco recelosos con... alguien diferente.

Antes de que pudiera responderle la voz estridente de una mujer se alzó por sobre toda la bulla del pequeño mercado en el que estábamos, al alzar la vista vi a dos Hanouns encima de un pequeño podio, traían sujetados a unos cuatro híbridos por una soga, y al final de todos ellos, había un pequeño niño humano de cabello oscuro que observaba al suelo.

—¡Ofertas, vengan y escuchen las ofertas! —dijo el sujeto con algarabía mientras tiraba de la cuerda, el pequeño del final trastabilló por la fuerza y cayó de rodillas, pero inmediatamente lo obligaron a ponerse de pie.

Él traía el rostro amoratado, su ropa estaba llena de tierra, su cabello indicaba que no le habían dado un baño desde hace semanas, y los pómulos marcados revelaban que no había comido lo necesario que alguien debería ingerir. La inexpresividad de su pequeño rostro indicaba el horror que había vivido hasta llegar a ese momento.

—¡Solo 50 vidaleons! —gritó—. ¡Por solo 50 vidaleons pueden llevarse a este niño! Mírenlo bien —con total cinismo, la Hanoun sujetó al pequeño con fuerza del rostro y lo obligó a mirar al frente—. Es el último en tener este color de pelaje, pueden adiestrarlo como mascota para sus hijos —él pequeño comenzó a llorar luego de escucharla—. ¡Vamos! ¿Cuánto ofrecen por una joya tan rara? Recuerden que toda su aldea fue erradicada, es el último humano de cabello negro que queda.

Ni bien terminó de hablar mi cabeza comenzó a dolerme con fuerza, me tuve que sujetar de Argon porque me mareé, él me sujetó de inmediato para evitar que cayera al suelo. Dentro de mi mente comenzaron a aparecer unas voces extrañas.

¡Un humano! Esto es estupendo. ¿Te imaginas cuánto dinero conseguiremos por la única humana de esta nación? —escuché, y el malestar de mi cuerpo se acrecentó—. Ella será vendida como dama de compañía —volví a escuchar a la misma persona decir y mi cuerpo comenzó a temblar.

—Clematis —Argon se colocó a mi altura para poder escucharme—. ¿Te encuentras bien? —me preguntó, y yo a duras penas pude asentir.
—Sí, estoy bien.

Mi entorno daba vueltas. De alguna extraña forma algo muy dentro de mi ser reaccionaba a lo que estaba pasando, era como si ya antes hubiera vivido toda esta situación en carne propia y esto no me permitía actuar con indiferencia a tal maltrato.

—¡Basta! —al alzar mi voz todos los que se encontraban en esa subasta voltearon a escucharme desde atrás—. Libera inmediatamente a ese niño y a los demás —ordené, y la Hanoun soltó una risotada que fue secundada por su acompañante.

—¿Por qué debería obedecerte? —preguntó.

—¿Te divierte esta situación? —luego de dar un par de pasos la Hanoun aparentemente se sintió intimidada— He dado una orden, te estoy diciendo que liberes a toda esta gente.

—¿Quién te crees para darme órdenes, humana? —sus acompañantes sacaron unos cintos con punta de metal, poco a poco iban descendiendo del podio. Tenían la intención de lastimarme.
—Soy Clematis Garyen —respondí mientras me cruzaba de brazos, me estaba muriendo de miedo, pero no podía permitir que ellos se dieran cuenta de esto—. La nueva regente de la nación —añadí, y los esclavistas detuvieron su andar.

—No me importa que seas la nueva regente, el acuerdo con los Jac... —antes de que pudiera continuar, la corté de golpe.

—Los Jackal ya no son regentes de Wyrfell, estás desobedeciendo a tu regente y según las reglas de los Hanouns el castigo por eso es la muerte —Argon, quien había estado a punto de intervenir se quedó con los brazos cruzados atrás, aunque no lo estuviera viendo intuí que estaba sonriendo.

—Mis... disculpas —ella comenzó a hacer una reverencia de mala ganar—. No volveré a ser tan... irrespetuosa.

—Quedas expulsada de esta nación —tras oírme la mujer palideció al igual que sus ayudantes—. No pienso manchar mis manos con la sangre de gente que no lo merece, tienen hasta la noche para largarse de aquí.

Poco a poco las personas que estaban reunidas en la plaza del mercado comenzaron a retirarse, con un gesto de la cabeza le indiqué a los guardias que los acompañaran y antes de que desaparecieran de mi vista les ordené que se aseguraran que se marcharan de Wyrfell.

Argon subió al podio y comenzó a abrir las cadenas de los híbridos, ellos sonrieron y nos dieron las gracias, yo por mi parte aproveché para acercarme al pequeño que aún estaba quieto en su mismo lugar observando hacia el suelo.

—Hola... —limpié su rostro, pero mi corazón se sobre encogió al ver como cerraba los ojos por instinto—. ¿Cómo te llamas?

—Cael —murmuró apenado mientras su pecho subía y bajaba producto del llanto—. ¿Tú también me pegaras? —preguntó.

—¿Qué? No... —respondí inmediatamente, mientras lo abrazaba, sus pequeños brazos no tardaron en rodearme— Lamento mucho que hayas pasado por todo esto, Cael —su cuerpo se tensó luego de oírme—. Pero te aseguro lo siguiente —al separarme, acaricié su rostro con gentileza—, te aseguro que no dejaré que alguien más te haga daño.

—¿Tú serás mi nueva mami? —preguntó con ternura mientras esbozaba una sonrisa apenada. Mi corazón se derritió en ese momento, yo asentí enérgicamente y lo abracé con mayor fuerza mientras besaba sus mejillas.

—Sí, a partir de hoy, yo seré tu mami.

Desde hacia ya varias semanas mis días estaban repletos de sin sabores. Pero como bien dicen, a veces las mejores cosas suceden cuando uno menos lo espera. Esta mañana aún seguía triste por todo lo que había pasado, pero de haberme rehusado a salir del palacio jamás hubiera podido salvar a Cael de un destino de esclavitud.

Cuando Cael estuvo más calmado lo alcé en brazos y me acerqué a Argon y a los demás híbridos que estaban esperándonos abajo del podio. La respiración del pequeño comenzó a ser cada vez más y más pausada, y esto fue el indicativo que necesité para darme cuenta de que se había quedado profundamente dormido.

Era un niño dulce, amoroso, y poseía una fortaleza envidiable. Había pasado por tantas cosas dolorosas que a fuerza tuvo que endurecer un su carácter. Y si él lo había conseguido siendo aún tan pequeño, estaba segura de que yo también podría sobrellevar las adversidades que estaban surgiendo poco a poco en mi vida. 


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