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CAPÍTULO XI • Pasado Oscuro II •


Luego de que nuestra relación comenzara sentía como los días se hacían cortos, y las noches sin ella se hacían largas y tortuosas por la espera. La vida adquirió un nuevo color para mí, ella fue la que pintó el cuadro gris que era mi vida, y lo transformó en una obra de arte digna de apreciar. Yo, vivía únicamente por y para ella, sabía que todo esto era prematuro, pero la simple idea de imaginarla a mi lado en un futuro, era lo que me hacía esforzarme mucho más.

Giorgio había partido desde hace dos meses, pero el tiempo prácticamente pasó volando y el momento de su retorno ya había llegado. Sin embargo, pese a que lo esperé tal y como habíamos acordado, él jamás volvió a ir al punto de encuentro.

No dejó señas, no dejó un indicio de algo, se esfumó sin más durante varios meses. Me sentía triste, ya que deseaba compartir con él aquellos lo feliz que me encontraba en ese momento, pero eso nunca pasó.

Un día, mientras Lyra y yo nos encontrábamos disfrutando de la naturaleza, le comenté la preocupación que tenía. Al oír el nombre de Giorgio ella se puso en modo defensivo, y me hizo llegar sus preocupaciones.

Giorgio representaba para ella un verdugo, me dijo que el día en que asesinaron a sus padres fue él quien efectuó la ley, esto yo no lo sabía, Giorgio únicamente me dijo que Madai, su padre, fue el que condenó a esos pobres Hanouns a muerte únicamente por haber ayudado a los humanos.

—El día en que mis padres murieron, él no dejaba de mirarme mientras sonreía —me dijo—. No sabes cuanto miedo llegué a sentir en ese momento.

Cuando Lyra me comentó eso no quise creerle, el Giorgio que yo había conocido distaba mucho de un Hanoun tan retorcido de mente, era alguien completamente diferente a lo que ella me estaba contando. Traté de hacerle cambiar de opinión, quise que su perspectiva sobre él dejara de ser tan negativa, pero ella jamás cedió, y fue lista en hacerlo. Yo, por mi parte, en ese momento jamás pude desenmascarar a ese lobo con piel de cordero.

Esta fue la tercera cosa que debió haberme alertado que algo no estaba bien, tanta quietud y paz no era algo propio de mi vida. Debí haber desconfiado de él, debí haber visto todas las señales que se me fueron presentando una a una, pero quise ser ciego, y ese es la peor equivocación que uno puede cometer.

Hijo mío, sé que eres consciente de que los matrimonios en nuestra especie son arreglados, muy pocas son las parejas que logran enamorarse en la marcha, pero los primeros años son muy difíciles de sobre llevar. Es por eso que cuando conocí a Lydia, tu madre, he de admitir que sentí como el mundo se me venía abajo. Yo ya estaba enamorado de Lyra, quería mi vida junto a ella, pero Heros, mi padre, anhelaba que su hijo se casara con una noble de nuestra casta.

Estoy a punto de contarte el desenlace de este triste relato. El recordar todo esto, vuelve a traerme a flor aquel dolor amargo que sentí en su momento.

—¿Joven Rier? —una de las sirvientas llamó a mi puerta, como siempre, me estaba preparando para salir a ver a Lyra.

—¿Si? —le respondí mientras terminaba de colocar una pequeña loción de esencias naturales.

—Joven amo, perdone que lo interrumpa —ella hizo una pequeña reverencia al ingresar al recinto—. Pero el amo, Heros, solicita su presencia inmediatamente en la sala principal. Fue muy específico en sus órdenes, me pidió que le escogiera ropa elegante.

—¿Por qué tengo que estar elegante, va a venir alguien?

—Lo siento joven, no lo sé.

—Está bien, iré presentable, pero no es necesario que me escojas la ropa, puedo hacerlo por mi cuenta.

—Pero...

—Tranquila—le sonreí—, no le diré a mi padre, y si me pregunta, le diré que cumpliste con tus deberes.

—Está bien...—exclamó ella dubitativa mientras sonreía no muy convencida.

Luego de que la sirvienta se marchó, me dirigí hacia mi armario y tomé la mejor ropa de gala de la cual disponía. Era muy extraño que Heros mandara a llamarme, por lo general, no compartíamos muchos momentos en el día, salvo que él tuviera algún tipo de emergencia.

Al llegar al salón principal, Heros se encontraba conversando de forma amena con una pareja y una señorita bien vestida, ambos Hanouns sonreían con gozo, y yo no lograba entender que era lo que estaba pasando. En cuanto repararon en mi presencia, Heros volteó a observarme y esbozó una amplia sonrisa mientras se ponía de pie. Sentí escalofríos, no estaba acostumbrado a verlo expresar ese tipo de emociones tan a la ligera. Para cuando estuvo junto a mí, colocó una mano sobre mi hombro y me obligó a acercarme hacia la pareja, los tres se pusieron de pie y reverenciaron en cuanto estuve a escasos centímetros de distancia.

—¿Me mandó a llamar, regente? —le pregunté. De por sí, el que me tocara con cierto afecto no representaba muy buena señal.

—Sí, solicité que vengas porque necesito hablar acerca de unos asuntos muy importantes—dijo él de manera pausada mientras sonreía al frente—. Como bien sabrás, hijo mío, ya estás en una edad en donde tienes que sentar cabeza, incluso yo a tu edad ya llevaba un año de compromiso con tu madre.

—Disculpe, mi señor, pero no logro entender a dónde quiere llegar—le respondí dubitativo, él simplemente esbozó una sonrisa de lado.

— Es hora de que dejes de juguetear por aquí y por allá —apretó su agarre, y sentí como sus garras se clavaban en mi piel—. Llegó el momento de sentar cabeza

Al oír esto, los nobles rieron, la felicidad que sentían no cabía en ellos. La muchacha por su parte, trataba de mostrarse serena, pero su vista terminaba alternando entre el suelo y en mí. Era bella, lo admito, pero para mi no había criatura más hermosa que Lyra.

— Ella, mi querido hijo, es Lydia Hanton, una noble sangre pura de nuestra casta —tras oírlo Lydia volvió a hacer una reverencia, seguidamente, entrelazó sus dedos al frente de su pomposo vestido—. Ella será tu prometida, la futura señora de toda la nación.

Mi peor pesadilla se había materializado. El oírlo pronunciar aquellas palabras representaron para mi un ancla que me fue arrastrando hasta un oscuro abismo. Los padres de Lydia sonrieron enérgicamente, Heros volvió a sonreír, y en ese punto me di cuenta que solo yo era el único que no se sentía feliz por la noticia. La respiración comenzó a fallarme, mis palmas comenzaron a sudar de forma inexplicable. Recuerdo con nitidez el haber retrocedido, aún siento la sensación de las manos de Heros hacer un sobre esfuerzo para evitar que me apartara.

—Estoy verdaderamente feliz de poder ser su prometida. Mi señor—ella habló para cortar la tensión del aire, pero, aunque hubiera elevado su voz, yo me mantenía inmerso en mi propia burbuja—. Espero podamos llevarnos bien. Nada me daría más dicha que seamos una pareja que logre muchas en conjunto, es un verdadero placer el pasar mis días a su lado.

No pude responder a nada de lo que ella decía. Me quedé callado, era como si me hubieran rebanado la lengua. Heros apretó mi brazo ligeramente mientras me asesinaba con la mirada. Estaba enojado, podía percibirlo, lo estaba dejando en vergüenza frente a unos nobles.

—Discúlpenme, por favor—giré sobre mis talones y prácticamente hui del lugar, pero cuando me encontraba a punto de subir las escaleras, Heros me sujetó desde atrás, me tomó por el cuello, y me levantó del suelo.

—Escúchame bien, Rier. Sólo lo diré una vez —intensificó su agarre. Lo único que pude hacer fue observarlo con todo el odio que sentía dentro de mi ser— Has terminado de colmar mi paciencia ¿Qué esperabas? ¿Qué fuera la asquerosa Wolfgang con la que te has estado encontrando?

—¿Qué? —pregunté incrédulo, él me observó mientras fruncía aún más el ceño.

—¿Pensante que no me enteraría? —preguntó sarcástico mientras reía— Las noticias vuelan, hijo mío. No puedo creer que seas tan idiota —bufó—. Si querías follarte a alguien podías ir a un burdel, mira que ensuciarte las manos con alguien de su categoría.

— ¡Cállate! —clavé mis garras sobre su brazo con tanta fuerza que comenzó a sangrar, pero él ni siquiera se inmutó— Te prohíbo que hables así de ella. !No te atrevas!

—¡Así que estás enamorado! —Heros rio con fuerza, su risa retumbó en los pasillos del castillo—Lamento decirte algo, querido hijo—exclamó con sarcasmo—. El día de hoy, fue anunciado el compromiso entre: Giorgio Wolfgang y Lyra Wolfgang.

—¿Qué? —sentí un retorcijón en el corazón, Heros siguió hablando, pero no podía entender nada de lo que decía.

Las cosas que dijo no tenían sentido alguno. Hace un día la había visto, había conversado con ella y no me había mencionado nada al respecto. Múltiples dudas se arremolinaron en mi mente, pero aquellas interrogantes terminaron conduciéndome finalmente hacia un único culpable, Giorgio. — ¿Había sido él? ¿Giorgio me había traicionado? —Dentro de mi comenzó a surgir una ira inexplicable, sentía como esta me quemaba por dentro a medida que pasaban los minutos.

—Te exijo que vayas al salón y aceptes el compromiso de buena manera—me ordenó Heros, pero yo usé toda la fuerza de la que disponía y me liberé de su agarre.

Lo empujé con la suficiente fuerza como para que trastabillara, esa fue la primera vez en que me negué a hacer lo que quería. Salí corriendo del palacio, dejé la puerta abierta en mi huida y la ventisca gélida que traía consigo la nieve no tardó en introducirse. Corrí lo más rápido que pude, sentí como mis músculos se endurecían por la oleada de frio que comenzó a golpearme.

Salté varios tejados, trepé diversos árboles, incluso, ni siquiera esperé a que los guardias alzaran el portón, apenas esta estuvo alzada unos centímetros del suelo, me lancé de lleno al manto de nieve para poder llegar más rápido. No me importó si me lastimaba en el proceso, necesitaba llegar a como diera lugar. Los pulmones me ardían por el aire helado, los músculos ahora parecían un par de piedras que arrastraba a duras penas por allí, mi ropa estaba empapada en sudor, y en varias partes la tela se había desgarrado por la prisa con la que salté entre tantos objetos.

Al llegar a la aldea humana busqué a mi única aliada. Los aldeanos corrieron despavoridos al verme, ya que sujeté a más de uno pidiendo la ubicación de Rias. Ella llegó poco rato después, me sujetó del brazo y me llevó a la parte trasera del bosque, el lugar donde tantas veces me había encontrada con Lyra. Algunos soldados de la guardia real no tardaron en hacer aparición, pero ella introdujo la mano dentro de su delantal y sacó un frasco que poseía un líquido marrón en su interior, aplicó la mezcla en sus palmas, e inmediatamente la frotó sobre mi rostro. En ese instante, el olor del ambiente se desvaneció, los guardias pasaron por nuestro lado, pero al no ubicarnos, siguieron de largo su camino.

—Rier ¿Estás demente? Casi te atrapan—exclamó ella con preocupación mientras me sujetaba del brazo.

—¡Rias! Gracias a Kyros, necesito saber ¿Dónde está Lyra? —la sujeté con fuerza del brazo y ella emitió un quejido.

—Rier, me estás lastimando...—exclamó con dolor, inmediatamente la solté, me había sobrepasado— vi que se la llevaron al palacio esta mañana. No sabía cómo contactarte, nosotros tenemos prohibido usar las vylas mensajeras, lo único que me quedaba era rogar que aparecieras. Lo lamento, no pude ayudarla... en este momento están haciendo la celebración del compromiso en el palacio.

—Tranquila, sé que, aunque lo hubieras deseado, iba a ser muy complicado el poderla ayudar. Está bien que no te hayas expuesto de esa forma, pudieron hacerte daño —acaricié su brazo con gentileza y ella sonrió cabizbaja—. Demonios, está en el palacio, no tengo forma de acercarme.

—Puedo ayudarte, es lo menos... que puedo hacer—ella observó el frasco que había usado y lo extendió en mi dirección—. Esto te ayudará, colócatelo cuando estés cerca del palacio.

—¿Qué es eso? Cuando me colocaste la esencia dejé de percibir los olores.

—Lo que es no importa—me dijo mientras me empujaba hacia la dirección del palacio.

—Te indicaré el camino, pero no podré acompañarte dentro del palacio.

—Está bien —dije esperanzado—. Gracias, Rias.

Me agaché en su dirección y ella subió a mi espalda, cuando la tuve bien sujeta, comencé a correr en medio del frondoso bosque, Rias me fue indicando el camino por donde debía seguir, y yo obedecí al pie de la letra, era la única forma de evitar a los guardias bajo cualquier costo.

Para cuando llegamos al palacio, ella me indicó que fuéramos a la espalda del muro, exactamente a donde daban las habitaciones. Diversos carruajes ya se encontraban aparcando en la entrada. Algo no cuadraba, una celebración como esta debió de haber tomado un tiempo considerable de planificación, era imposible que todo haya surgido de un momento a otro.

Antes de escalar le dediqué una última mirada a Rias y me despedí de ella. Necesitaba encontrar a Lyra, pero aquella mezcla que Rias usó había atrofiado mi aroma de tal forma, que no distinguía nada de lo que me rodeaba.

Trepé los muros que poseían enredaderas, y cuando estuve en el balcón de la segunda planta, me introduje y comencé a buscar habitación por habitación. Algunas se encontraban cerradas con llave, pero por fin, luego de abrir la décima puerta, logré encontrarla. Ella estaba sobre la cama llorando amargamente, traía puesto un vestido de color blanco con una cola tan larga, que llegaba a la mitad de la habitación. La habían maquillado, y la habían vestido de una forma en la cual una noble debía de comprometerse. Estaba aún más hermosa que de costumbre, pero aquella belleza que poseía se veía opacada por la situación caótica en la cual nos encontramos.

—Lyra —susurré y ella inmediatamente volteó a observarme. Me introduje en la habitación y cerré la puerta, corrí hasta donde se encontraba y la abracé con fuerza, la llené de besos y ella me abrazó aún más—. Mi amada, Lyra.

—Rier, ayúdame, por favor—exclamó de manera suplicante mientras las lágrimas seguían saliendo una tras otra, aquellas gotas quedaron impregnadas en mis prendas.

—¿Qué pasó? ¿Qué haces aquí?

—¡No lo sé! El día de ayer los guardias vinieron a mi casa, me dijeron que Madai, el regente, había mandado a llamarme... pero al llegar—ella mordió su labio con fuerza—, me dijeron que tenía que comprometerme con Giorgio. Madai estableció ese decreto real, y al no tener padres, estoy siendo obligada. Rier, no quiero comprometerme con él—ella volvió a llorar aún más, su voz sonaba apagada—. No quiero estar cerca de él, yo le tengo miedo...—tomé su rostro y lo acaricié con suavidad— Yo te amo a ti ¿Cómo podría contraer nupcias con él?

—Tranquila, mi amor... —acuné su rostro entre mis manos y la besé nuevamente, ella temblaba del miedo y yo me sentía impotente en esos momentos— Tengo que hablar con Giorgio, necesito saber qué fue lo que pasó, quizás él pueda ayudarnos... —le dije, pero a decir verdad no estaba muy convencido de mis palabras.

Como por arte de magia, el nombrado abrió la puerta de la habitación. Lyra, por inercia, se colocó detrás de mí mientras escondía su rostro. Una vez dentro, Giorgio cerró la puerta con pestillo y se dirigió hacia nosotros, él me abrazó con fuerza y comenzó a decir cuanto lo sentía.

—Rier —suspiró con alivio—. Gracias a Kyros, eres tú.

—Giorgio —tomé la mano de Lyra para tranquilizarla, pero aquel gesto no pasó desapercibido para él— ¿Qué sucedió? ¿Cómo es que todo esto pasó?

—Volví hoy a My—Trent, las cosas se habían complicado en Dico así que tuve que quedarme. Madai me sorprendió con todo esto... su salud ha empeorado y me comprometió para asegurar el futuro de la nación —sus ojos no se despegaban de mi mano que mantenía sujeto la de ella— ¿Qué haces aquí?

—Lamento no habértelo dicho antes—Giorgio me observó de manera atenta e inexpresiva—. Cuando volvieras planeaba decirte que estoy con ella. !Pero qué situación tan caótica para contártelo!

—No lo sabía... —Giorgio chasqueó su lengua mientras ponía un gesto de tristeza en su rostro— Lo siento, quizás si no hubiera ido a Dico... todo esto se hubiera evitado.

—Giorgio, te lo pido como amigo. Por favor, cancela todo este teatro... —sujeté sus hombros con firmeza pero él desvió la mirada— Por favor, impide el compromiso.

—No puedo hacerlo —soltó de repente y se removió incomodo—. Es un decreto oficial, los nobles de todo My—Trent están abajo. Si Madai se entera que cancelé todo, es capaz de cortarme el cuello.

—¡Maldición! —me sentía impotente, la única luz de esperanza de la que disponía se estaba escapando de mis manos.

—Escucha, Rier —observé con atención a Giorgio, él me sujetó con fuerza mis brazos—. La única manera de que Lyra pueda ir a Velmont, es esperar a que mi padre y el tuyo mueran...

—¡Mi padre está más sano que nunca! —sujeté sus brazos y los apreté, Lyra aún se mantenía callada atrás—, Pasarían años antes de que eso sucediera.

—Esperemos entonces —exclamó con tranquilidad sin apartarme la mirada—. Rier, esto es solo un compromiso por nombre, tú podrás seguir viéndola. Te garantizo que una vez que mi padre fallezca, anularé todo este teatro.

—¿Lo dices en serio? —le pregunté de manera desesperada mientras sujetaba sus brazos, él asintió con seguridad.

—Tienes mi palabra, hermano.

En ese momento, las palabras de Giorgio representaron un calmante para mi atormentada alma.

Giorgio se marchó y nos dejó solos, me quedé junto a ella sosteniéndola lo mejor que pude, pero para cuando él regresó, supe que la realidad había vuelto a alcanzarme. Ambos se marcharon a paso lento, en cuanto vi sus espaldas alejarse, una punzada de celos se materializó en mí. Deseaba ir a la primera planta y gritar a los cuatro vientos que yo era su verdadera pareja, pero tuve que hacer gala de mi fuerza de voluntad.

Así que, sintiéndome derrotado, por primera vez en mi vida, volví a Velmont, literalmente con la cola entre las patas.

Al comienzo, todo fue como antes, yo me encontraba con ella a escondidas de los demás, vivíamos sin preocupaciones. Pero, cuando pasaron dos meses, una mañana en particular, una nueva vyla llegó al palacio, y lo que trajo consigo esta vez fue un parte de matrimonio. El parte finamente elaborado, tenía escrito en tinta dorada: Está cordialmente invitado al matrimonio del regente de My—Trent, Giorgio Wolfgang, quien contraerá nupcias con la noble de su casta, Lyra Wolfgang.

Erróneamente creí en Giorgio, fui un iluso. Él no quería ayudarnos, lo que quería era destruirnos.

Tras leer aquellas líneas, rompí el papel en múltiples pedazos. Solo en ese preciso momento me di cuenta de que Giorgio no era mi amigo, él acababa de traicionarme de la manera más ruin y despreciable. Pisoteó por completo la confianza y el cariño que le entregué. Pero esta vez no me quedaría con los brazos cruzados, aquel parte me llenó de determinación y valentía, una que nunca antes había experimentado.

Decidí dejar mi vida atrás solo por ella, tomé la decisión de dejar de lado todos los lujos y comodidades con los que había crecido. No me importaba vivir en una choza de madera. No me interesaba si debía de trabajar con mis propias manos para conseguir nuestros alimentos. Lo único que en verdad me importaba en ese momento, era vivir a su lado, y hacerla inmensamente feliz hasta el final de mis días.

Partí hacia My—Trent. No me llevé nada, salvo algunas joyas que vendería más adelante, al llegar, lo primero que hice fue ir hacia la aldea humana, necesitaba que Rias volviera a ayudarme, de lo contrario, la labor de infiltrarme dentro del palacio sería imposible. Al encontrarla, me escuchó atenta, su mirada se entristeció en un punto, pero accedió a ayudarme.

—Espero sean muy felices—entró a su cabaña y trajo consigo una botella llena de aquel líquido, me lo entregó, y luego de aplicarme un poco, lo guarde recelosamente entre el morral que traía.

—Gracias por todo, Rias —la abracé con fuerza. Le debía tanto a esa muchacha, ella había sabido ser una excelente amiga.

Lo que siguió después de eso me tomó por sorpresa. La vi elevarse mientras se impulsaba con las puntas de los pies, tomó mi rostro entre sus manos y me besó. Me quedé estático, no sabía que hacer o decir al respecto. Y únicamente, cuando ella se percató de que yo no haría nada, comenzó a llorar, el aroma salado de sus lágrimas se impregnó en mi nariz, y sentí como su pecho subía y bajaba.

—Lo siento...—susurró de manera dolorosa mientras giraba sobre sus talones para posteriormente encerrarse en su cabaña.

Quizás debí de percatarme que ella confundió el cariño que sentía. La amaba sí, pero el amor que sentía por Rias Garyen era el que puedes sentir por un hermano, me era imposible el sentir algún tipo de atracción romántica. Ahora, me encontraba solo, ya no tenía aliados, y lo único que podía hacer era ir por Lyra y escapar muy lejos.

Al llegar a las afueras del palacio me coloqué un poco más de la loción, escalé el muro al igual que la vez pasada y me escabullí en el interior. Me dirigí a la misma habitación donde la había encontrado, pero esta vez no la hallé allí, transité por los pasadizos procurando no hacer ruido, y finalmente, di con ella. Lyra, al verme se tiró a mis brazos, lloró, me besó con desesperación, y mi corazón se sintió en paz una vez que la tuve junto a mí. Ese día huimos de ese endemoniado lugar.

Caminamos durante muchos días, atravesamos montañas, ríos, lagos, y cuando estuvimos lo suficientemente lejos, decidimos descansar. Aquella noche nunca la olvidaré, porque fue uno de los pocos momentos de paz que tuve desde ese entonces. Por primera vez, ambos nos sentíamos libres, pensamos que teníamos el mundo bajo nuestros pies. Por fin, luego de tanto, ambos creíamos que viviríamos amándonos plenamente con intensidad.

Desde que huimos pasaron tres meses, meses en los cuales construimos un pequeño hogar, en lo alto de las montañas. El día a día era simple, pero lo que no faltaba era el cariño y el apoyo que ambos nos brindábamos. Las muestras de afecto nunca faltaron, las palabras de amor jamás fueron escazas, siempre procuré expresarle lo que sentía para que se sintiera segura. Estaba tan enamorado, la amaba incluso más que antes... pero todo lo bueno tiene un final, y nuestro tiempo juntos, estaba contado.

Heros me buscó sin descanso durante ese tiempo. Y una noche, mientras ambos nos encontrábamos descansando luego de que sembráramos algunas plantas en nuestro huerto, unos guardias ingresaron de forma abrupta rompiendo la puerta. Sentí un puntapié en mi estómago, el golpe me sacó volando hacia un extremo de la habitación. Cuando logré recobrar un poco el sentido y observé al frente, lo vi allí parado. Era Heros, y cerca a la puerta, Lyra erra arrastrada unos guardias hacia el exterior.

—¡Suéltenla! —grité casi sintiendo como la garganta se me desgarraba, pero antes de que lograra incorporarme, Heros volvió a golpearme, dejándome tirado otra vez la fría superficie.

—Cachorro estúpido y despreciable—él se agachó, me tomó por el cuello de la camisa y comenzó a golpear mi rostro con desesperación, con cada puñetazo que me propiciaba, provocaba que poco a poco me fuera desvaneciendo—. Esta es la última vez que me vez la cara, te arrepentirás de esto, Rier. Te lo juro.

Lo último que recuerdo de ese día es ver el rostro lloroso de Lyra, seguido de sus gritos desesperados. Los guardias de My—Trent la tiraron dentro del carruaje con destino a su nación, y los guardias de Velmont hicieron lo propio conmigo. Al llegar al palacio, Heros les ordenó encerarme en la celda subterránea; me sujetaron con un grillete en el cuello pegado a la pared, mis manos tenían poca movilidad ya que las cadenas envolventes no eran tan extensas. El cuerpo me dolía, traía el rostro sangrante y destrozado. Pero aquel dolor físico que me embargaba en ese momento no era nada comparado al miedo que sentía por ella. Estaba aterrado, creí que la asesinarían en cuanto pisara My—Trent.

Cada día de mi encierro gritaba hasta que mi garganta ya no podía emitir ni un solo sonido. El deseo que tenía por ir a su lado era lo que me impulsaba a luchar, pero muchas veces, aquellos deseos que podemos poseer no bastan.

Si bien, ahora yo era un prisionero, Heros no dejó que muriera de hambre, me alimentaba, aun si yo no quisiera, y me mantenía bien cuidado, estaba seguro que aquello lo hacía para que, cuando decidiera soltarme, me viera exactamente igual que antes.

Lydia, tu madre, fue la única que venía a visitarme, y a ella le debo el no haber perdido la cordura en todo ese tiempo, pero pese a todas las preguntas que yo poseía acerca de mi amada, ella nunca habló acerca de Lyra o de Giorgio, su trabajo allí era únicamente el asegurarse que yo no tratara de suicidarme. La ilusión que poseía por rescatarla se fue marchitando como una flor día tras día, y para cuando me di cuenta, ya había transcurrido un año desde que me encontraba allí encerrado.

—Tu padre me ordenó liberarte—ella entró acompañada por una sirvienta, quien le extendió la llave de la celda.

Una vez que estuvo dentro, comenzó a soltar uno a uno los veinte grilletes que me mantenían sujeto. En cuanto me libró de mis ataduras, mi cuerpo cayó al suelo, no tenía fuerza en los brazos o las piernas.

—¿Sabes algo de Lyra? —le pregunté a la sirvienta que se encontraba atrás, ella observó a Lydia y agachó la mirada.

—Lo siento, amo Rier. No sé nada—respondió.

—Un año aquí encerrado y sigues pensando en ella—exclamó ella con resentimiento—. Pierdes el tiempo, Rier, ella ahora es madre. Tuvo un hijo con Giorgio Wolfgang.

—¿Qué? —pregunté en un hilo de voz, Lydia simplemente me observó con neutralidad.

—Lo que oíste, en cuanto llegaste aquí, hace un año, se casó con Giorgio, y tiempo después, le dio un hijo.

—No... no puede ser...

Me sentía molesto, decepcionado, dolido. Era imposible que Lyra, mi Lyra, se hubiera embarazado de Giorgio. No quise creerlo, bajo ningún concepto quise aceptarlo.

—Tengo que ir... a My—Trent.

—Tu padre te matará si sales del palacio—ella me sujetó del brazo y me obligó a mirarla—¡Respétame, soy tu pareja!

—¿No lo entiendes, Lydia? —sonreí de lado mientras me soltaba de su agarre—. Yo nunca te voy a amar.

Tras decir esto ella me tiró una cachetada, pero no me importó, yo salí de aquel endemoniado calabozo y subí en dirección a la primera planta. Con cada paso que daba sentía como las fuerzas que había perdido iban volviendo a mí.

Necesitaba una explicación, necesitaba saber la verdad, aunque esta fuera muy dolorosa. Pero no me podía sin antes poner un punto final a todo esto, ella no estaría lejos de mí si no hubiera sido por Heros, aquel sujeto despreciable me había arrebatado mi felicidad, me había arrebatado todo lo que me importaba por puro capricho.

—Espero hayas recapacitado—dijo cuándo me encontré frente a él en su despacho.

—Sí, padre. Recapacite, ahora sé que es lo que tengo que hacer—le respondí de manera pausada.

Me abalancé sobre él y comencé a golpearlo, Heros se defendía, y ambos comenzamos a emplear nuestras garras y dientes. Unos guardias entraron al despacho ante los gritos de las sirvientas, pero no sabían a quién proteger, y la ferocidad de nuestros golpes era tal, que sentían miedo. Heros trastabilló, y allí fue cuando vi mi oportunidad, me coloqué sobre él y aprisioné su cuello entre mis manos, mis garras se fueron clavando lentamente sobre su cuello y la sangre no tardó en hacerse presente.

—Tú..., maldito bastardo—exclamé de forma entrecortaba. Estaba llorando, sentía como la sangre se escurría entre mis manos en ese momento—. !Tú me alejaste de ella!

—Ja...—rio con dificultad— Eso es, Rier. !Mátame! Demuéstrame que no eres un debilucho.

—Espero te pudras a donde quiera que vayas—solté con odio y él rio aún más fuerte.

—Ambos..., siempre seremos iguales. —exclamó con el último aliento de vida que poseía.

Ordené a los guardias deshacerse de su cuerpo, Heros no tuvo un funeral digno de un regente. Nadie lloró su partida, muy por el contrario, los aldeanos y la servidumbre celebraron el que se haya marchado. Las vylas volaron el mismo día anunciando mi ascenso, ahora, yo era el regente de Velmont, y eso solo significaba una cosa, yo podía ir a My—Trent, sin temor a ser encarcelado.

Me alisté y partí lo más rápido que pude, pero en cuanto trataba de acelerar el paso, mis piernas se negaban a responderme, tardé casi un día en llegar a My—Trent.

Cuando llegué a la aldea humana, los rayos del sol ya estaban acariciando la montaña, una nueva jornada había comenzado. Observé los alrededores y me percaté de que la pileta donde Lyra acostumbraba a estar sentada, había sido demolida, y los Wolfgang aparentemente habían comenzado a construir un muro a lo largo y ancho de la nación.

—¿Rier? —escuché una voz familiar a mis espaldas, así que volteé para poder observarla— En verdad... eres tú —Rias colocó sus manos sobre su boca, algunas lágrimas escaparon de sus ojos al verme.

—Hola, Rias —le sonreí cabizbajo, estaba cansado, necesitaba llegar cuanto antes al palacio.

—Pensé que... habías muerto—ella se acercó y extendió su mano para poderme tocar, pero yo evadí su tacto—. Lo siento, por lo de aquella vez... en verdad lo siento.

—No importa—le respondí de forma inexpresiva y ella se sorprendió—. Tengo algo que preguntarte, y espero respondas con sinceridad.

—Claro, dime.

—¿Cómo es el hijo de Lyra? ¿Has logrado verlo?

—No, desde que la volvieron a traer Lyra no ha vuelto a salir del palacio. Nunca más volví a saber de ella —ella se removió incomoda mientras se mordía ligeramente el labio— ¿Irás a verla?

—Tengo que hacerlo... —pasé por su lado, pero antes de que lograra alejarme ella me tomó de la mano, yo volteé a observarla.

—Rier, por favor, no lo hagas—exclamó en un hilo de voz—. Algo malo podría pasarte...

—Tengo que ir... necesito saber si aquel hijo en verdad es de Giorgio.

—Yo... te ayudaré, pero por favor, no vayas por tu cuenta ¿Sí?

—¿Lo harás? —le pregunté, ella asintió y no pude evitar abrazarla con fuerza.

—Sí—exclamó ella con pesar mientras correspondía a mi abrazo—. Para mí, es importante que seas feliz—dijo en su suave hilo de voz, yo deposité un beso sobre su cabeza.

Rias me volvió a entregar aquella sustancia, le volví a agradecer y luego partí rápidamente hacia el palacio. Repetí las acciones acostumbradas, salté el muro, pero esta vez, ya no había enredaderas en las paredes, tuve que escalar con torpeza sujetándome de algunas salientes que esta poseía.

Sentía mi corazón palpitar con fuerza a medida que me acercaba a las puertas. Comencé a buscarla, pero ya no se encontraba en el mismo lugar nuevamente. Tuve que escabullirme de los sirvientes, y por suerte ninguno de ellos logró verme. Estuve a punto de rendirme, ya que pensé que la habían movido a otro lugar muy diferente, pero cuando estaba a punto de irme, escuché el pequeño llanto de un bebé.

Caminé lentamente siguiendo el sonido y me detuve frente a una puerta de color marrón, dentro pude escuchar la voz de Lyra, ella le estaba hablando a ese pequeño bebé y le pedía que se calmara. Mis manos vacilaron al sujetar el picaporte, pero luego de armarme de valor, lo giré y me introduje en la habitación.

Ella se encontraba de espaldas arrullando a su hijo, se veía incluso más hermosa que antes, su cabello había sido recortado hasta la altura de sus hombros; traía puesto un camisón blanco largo que terminaba arrastrando un poco en el suelo. Era una deidad en todo sentido.

Sus arrullos fueron interrumpidos en cuanto giró, su sonrisa desapareció y aquella imagen angelical fue desapareciendo gradualmente, dejando una expresión de odio y resentimiento tras de sí. Dirigí mi vista hacia el pequeño, y cuando vi la cabellera rubia sobresaliente en su pequeña cabeza lo supe, él no era hijo de Giorgio... él era mi hijo, ese pequeño que ella cargaba entre sus brazos, era el fruto del amor de ambos.

Pese a que traté de explicarle que era lo que había pasado, Lyra jamás me creyó. Giorgio le había consumido tanto la cabeza con tantas mentiras, que la imagen que ella ahora tenía de mi era una completamente distorsionada. En cierta forma no podía culparla, había atravesado por todo este proceso sola, creyendo erróneamente que yo no la amaba.

Lyra me pidió que me fuera, y aunque traté de hacerla cambiar de opinión, no pude conseguirlo. Me fui, pero antes de partir volteé a observarla. Ella aprisionó a Jaft contra su pecho y besó su frente, él acarició su rostro como si fuera consciente de lo que estaba pasando, y luego el bebé me observó con sus ojos vivaces. Fue en ese momento que salí de la habitación.

Aquel día una parte dentro de mí murió. Había terminado de perder todo, ya no me quedaba absolutamente nada más por lo que luchar. Ya no tenía un amigo en quien confiar, ya no tenía un motivo por el cual soñar.

Golpeé los árboles cercanos al palacio hasta que sentí mis nudillos sangrando, tiré de mi cabello, reprimí el grito de dolor que sentía dentro de mí, y me quedé allí. Solo, llorando de forma incontenible.

Las horas pasaron y yo aún me encontraba en My—Trent, para cuando decidí dirigirme a Velmont, ya todos los residentes de la nación se encontraban durmiendo. Pero, al pasar por la aldea humana, la vi allí, era Rias, ella traía consigo una manta puesta sobre los hombros. Al verme, se acercó con prisa, se retiró la fina tela y la puso sobre mí. Me hablaba, pero no entendía nada de lo que me decía, tan solo sentí sus dedos sujetar mi mano. Ella me guio hasta su hogar; este era humilde, no tenía muchas cosas, pero al menos era un pequeño espacio donde podía vivir con tranquilidad.

—Perdona el desorden —dijo avergonzada mientras abría la puerta de su dormitorio—. Está por llover, y volver a Velmont en estas condiciones, no sería bueno para ti —ella sonrió, pero fui incapaz de corresponderle—. Voy a curarte ¿Si?

Rias caminó por toda su casa, vivía sola. Al parecer, al cumplir la mayoría de edad, su padre había decidido construirle su propio hogar para que se volviera independiente, al menos hasta el momento en que contrajera nupcias. Para cuando regresó, trajo consigo un cuenco de agua, unas telas y algunas hierbas medicinales, tomó mi mano entre las suyas y comenzó a curarme, ella trataba de animarme, pero era imposible, yo no podía sonreír en esos momentos.

Ambos nos quedamos en silencio, ella giró su cuerpo y me dijo que me acostara; solo había una cama, así que íbamos a compartirla.

La lastimé más que a nadie esa noche. Usé a alguien que lo único que hizo fue apoyarme.

Ese día tomé de Rias algo que guardaba celosamente, usé a mi favor sus sentimientos y la hice mía. Me aceptó sin quejas, sin preguntas, sin impedimentos, me entregó su cuerpo y su alma por completo sin pedirme ningún tipo de explicación. Ella, únicamente me brindó todo el amor que pudo, y me hizo saber mediante su cuerpo lo mucho que ella me amaba.

La tomé con prisa, con dolor. Ella se retorció bajos mis brazos cuando nos volvimos uno. En ese momento, me sentía tan devastado, que no me importó ser un desgraciado.

Mis labios recorrieron su cuerpo, besaron su alma. Y aunque traté de verla a ella, tal fue mi pena aquel día, que imaginé que estaba junto a Lyra, imaginé a mi amada allí, conmigo.

Para cuando terminamos le di la espalda. Me sentía avergonzado, era la peor calaña del planeta. Ni siquiera pude mirarla a los ojos, no fui capaz de tocarla nuevamente. Sentí sus manos acariciar mi espalda, escuché como lloraba, pero ni así volteé a mirarla.

No me inmuté, no pude decirle absolutamente nada.

—¿Puedo preguntarte algo? —yo asentí y ella prosiguió— Esa flor... que pusiste sobre mi cabello en aquella oportunidad ¿Cómo se llamaba?

—Clematis... —susurré— cuando esta posee el color rojo, simboliza una forma de llegar al corazón de las personas.

—Ya veo —ella se acurrucó cerca de mí, sentía mi corazón golpear mi pecho con fuerza, pero ni así volteé a mirarla—Rier...—ella guardó silencio durante breves segundos, pero luego habló—estoy enamorada de ti.

Después de decir eso se quedó callada, yo simplemente observé hacia el vació. Cuando me cercioré de que se había quedado dormida, la miré, era hermosa como una flor. Pero yo me había encargado de marchitarla.

Ambas eran hermosas a su manera, y ambas poseían personalidades completamente diferentes. Quizás me enamoré de quien no debía, quizás... debí dejar mis caprichos de lado para poder amar a Rias... pero no pude hacerlo.

Las gotas de lluvia se impregnaban en la ventana aquella noche, los truenos caían sobre la nación, y en medio de aquel clima hostil, yo regresé a Velmont. Había lastimado a Rias, la había herido enormemente, y lo seguí hiriendo a lo largo de los años.

Después de eso ya no volví a ser el mismo. La sonrisa se me borró del alma, hasta que llegaste tú, hijo mío.

Una vez que Rier terminó el relato la habitación quedó sumida en completo silencio. Argon, sujetó sus manos con fuerza mientras agachaba la cabeza, Rier, por su parte, limpió algunas lágrimas que se habían escabullido sin permiso de sus ojos.

—Eso es todo lo que sucedió, el resto de la historia, tú ya la conoces...

—¿Volviste a saber de Lyra Wolfgang? —preguntó Argon.

—Sí, y tu deberías recordarlo. Nosotros volvimos a ir cuando tú eras pequeño y Zefer ya tenía tu edad. ¿Sabes? —bufó—. Fui un estúpido —Rier emitió una sonrisa sarcástica mientras sujetaba sus puños con fuerza—. De los Wolfgang no se puede esperar nada bueno, son criaturas traicioneras.

—¿Lo dices por lo que pasó posteriormente?

—Era una traidora. Me alejó porque ya no me quería —escupió él con resentimiento— Yo todos estos años creí que tenía miedo de Giorgio, por eso volví a buscarla, pero me equivoqué. Seguro Giorgio le ofreció más de lo que yo pude darle, y como se aburrió de él, se buscó otro amante —cada palabra que emanaba de los labios de Rier estaba cargada con una dosis letal de veneno, el tiempo no había amilanado en absoluto el dolor que sentía—. Y esa persona, fue nada más y nada menos, que el esposo de su ex mejor amiga.

—¿Volviste a saber de Rias? —preguntó Argon en un hilo de voz.

Su corazón palpitaba con fuerza, intuía a donde llevaría el desenlace final de la historia, pero necesitaba escucharlo, la masiva cantidad de información le había provocado un corto cerebral momentáneo.

Primero: estaba el pasado de su padre. Acababa de confirmar que él tuvo un romance con Lyra Wolfgang.

Segundo: Acababa de corroborar que Jaft y William eran sus hermanos.

Tercero: Sin quererlo, había descubierto el porque del nombre de Clematis, Rias había amado tanto a su padre, que le había puesto aquel nombre particular a su hija.

Y cuarto: Al escuchar lo último que dijo, se dio cuenta de que el sujeto que Zefer asesinó aquel día junto a su madre, era el padre de Clematis.

—No la volví a ver después de ese día—Rier sujetó con fuerza sus manos mientras se removía incomodo—. Me afectó su muerte... era una buena persona. Sufrió demasiado, no merecía todo lo que le pasó.

—Ella tuvo dos hijos... ¿Lo sabes, no? —exclamó Argon y su padre lo observó atentamente.

—Lo sé—le respondió Rier con pesar—. Nunca fui capaz de ver a... tu hermano. Yo lo único que pude hacer de forma cobarde era enviarle mensualmente dinero, era lo mínimo que podía hacer por ella.

Argon vio como su padre se limpió nuevamente algunas lágrimas de su rostro. Jamás lo había visto así de afligido. Había pasado por mucho, su vida había sido un conjunto de sin sabores y no había sido capaz de vivir de manera plena y feliz. Giorgio había jugado sucio, pero algo no cuadraba, si Lyra antes le había tenido tanto miedo ¿Qué fue lo que cambió? ¿Por qué decidió quedarse a su lado durante todos esos años hasta el día de su muerte?

—La historia que me contaste de niño acerca de: Nurk, el noble que huyó a las montañas huyendo de su puesto ¿eras tú, padre?

—Sí —él esbozó una sonrisa melancólica— ¿Sabes? quizás algo positivo salió de todo esto. No pretendo mentirte, aún siento mucho resentimiento por Lyra. Pero gracias a todo lo que pasó, te tengo a ti. Estoy feliz de que seas mi hijo.

Argon sintió un nudo en su garganta, era la primera vez en toda su vida que escuchaba esas palabras salir de la boca de su padre, pero no podía echarse a llorar en ese momento. Teniendo esta versión de la historia, necesitaba saber cuál era el siguiente paso, no le quedaba claro que es lo que tendría que hacer.

—¿Planeas decírselo a Jaft?

—El consejo ya tomó la decisión, él tendrá que venir aquí —Rier observó a si hijo de manera atenta mientras sonreía de lado—. Pero sé que Giorgio hará hasta lo imposible porque eso no suceda, él no querrá verme feliz. Necesitamos agilizar el plan, el que hayas venido con él demuestra que intuye algo, no es alguien tonto.

—Tienes razón, padre. Yo pensé lo mismo cuando me pidió que viniera, no quiere que me inmiscuya entre sus cosas.

—Sé que lograras realizar bien tu misión, Argon —la determinación en las palabras de Rier fue tal, que Argon no pudo evitar colocar una mano con el puño cerrado sobre su corazón, aquella era una forma de decir que estaba dispuesto al cien por ciento con su misión—. Eres mi última y mejor carta. Si el plan resulta a la perfección, tú y Jaft podrán dirigir ambas naciones, como hermanos que son.

—¿Qué hay de Zefer? —Argon apretó sus puños con fuerza. Quiera o no, Zefer había formado una parte importante en su vida, y pese a la actitud que a veces el pelinegro poseía, lo quería bastante.

—Zefer no merece tener nada... —Rier frunció el ceño— es fruto de la unión de ambos traidores. Nada bueno vendrá de él, tiene el mismo pútrido corazón que Giorgio.

Después de esa conversación Argon salió del despacho de su padre y se dirigió hacia su alcoba, una vez dentro, cerró la puerta con pestillo. No esperaba escuchar un relato tan cruel y duro, ni mucho menos esperaba enterarse de esa manera que tenía más hermanos.

Necesitaba apresurar el plan que su padre y él habían trazado, pero también, debía hallar una forma de que Zefer no saliera lastimado en el proceso cuando todo el plan se pusiera en marcha. 



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