CAPÍTULO XXVI • Olvidado •
STRECTO — CIUDADELA DE MARMOL
Comenzó a correr a gran velocidad, en más de una ocasión por poco y se lleva a algunos transeúntes conforme avanzaba. Observó el mapa luego de llevar un tramo considerable y verificó que estuviera en la dirección correcta. Finalmente, luego de algunos minutos vislumbró la posada que Lenyt le había indicado.
En cuanto cruzó las puertas una anciana Hanoun que se encontraba tejiendo una especie de bufanda alzó el rostro desde el otro lado del mostrador. El muchacho traía la respiración entre cortada, y al verlo en ese estado, la mujer no pudo evitar sorprenderse ya que pensó que algo malo le había pasado.
—Joven, ¿se encuentra bien? —tras escucharla Sefiro asintió a medida que se acercaba al mostrador.
A penas le bastó unos segundos para poder recobrar el aire, pero ni bien estuvo más calmado inmediatamente dirigió la vista a la mujer, y esta, creyendo que se trataba de algún huésped, tomó entre sus arrugados dedos la pluma empapada en el tintero para colocarlo sobre el cuaderno.
—Perdone la forma en la que entré —dijo mientras agachaba ligeramente la cabeza.
—Pierda cuidado, no sería la primera vez que veo a alguien entrar de una forma extraña aquí —ella sonrió con gentileza, Sefiro sonrió algo apenado—. Tenemos habitaciones disponibles, ¿va a hospedarse usted solo?
—Disculpe, pero no vengo a hospedarme en este hermoso lugar.
Tras oírlo la mujer devolvió la pluma al tintero y cerró el cuaderno donde anotaba a sus visitantes, al ver que era alguien medianamente joven pensó que era algún amigo del pueblo de su hijo menor, pero en cuanto estaba a punto de ingresar por una puerta para llamarlo, Sefiro la detuvo.
—Señora, espere, he venido de parte de Lenyt, me dijo que uno de sus amigos trabajaba aquí.
—Ah, Lenyt, si, es amigo de mi hijo mayor, pero él ahora se encuentra en el pueblo continuo, fue a comprar algunas sábanas para la posada.
—¿De casualidad usted ha recibido a algunos forasteros en los últimos días?
—No creo que sea apropiado proporcionar esa información —respondió ella con cautela—, usted también es forastero y no sé cuáles sean sus intenciones.
—Claro, perdone, mi nombre es Sefiro, vengo de parte del regente Argon Hanton —tras decir esto él introdujo la mano dentro de su bolsillo y le mostró el broche, la anciana inmediatamente abrió los ojos al ver aquella joya preciosa y luego lo volvió a observar a él—. El regente Argon lleva ya varios meses buscándolos, quizás vinieron aquí. Son tres comerciantes, dos mujeres, una de cabello negro y la otra de cabello rubio, estaban siendo acompañadas por un muchacho de parche en el ojo.
—Bueno, teniendo en cuenta que lo envía el regente Argon, supongo que puedo darle esa información.
Tras decir esto la mujer volvió a abrir el cuaderno de reservas, se acomodó las gafas que traía en la parte superior de la cabeza, y apuntando con un dedo sobre la hoja de papel, comenzó a deslizarlo hacia abajo para poder encontrar lo que estaba buscando.
—Si, aquí está, la muchacha que hizo la reserva pagó la habitación por cuatro noches.
—¡Estupendo! —exclamó Sefiro con alegría mientras pegaba un ligero brinco— ¿Podría llamarlos, por favor?
—Me gustaría hacerlo —contestó ella mientras sonreía de forma lineal—, pero no los veo desde ayer, a decir verdad, pagaron las cuatro noches, pero rara vez los ví por acá. Mire —Sefiro observó como la mujer tomaba un pequeño collar entre sus manos, y posteriormente lo depositó sobre el mostrador—. Su arriendo venció a las doce del mediodía, en cuanto entré a la habitación no encontré ningún artículo de valor solo ese collar y una nota que agradecía el hospedaje. Al parecer ya se fueron del pueblo, aunque una de las dos mujeres dejó esto olvidado, pero de momento nadie ha venido a reclamarlo.
—¿No dejaron dicho a donde iban o que es lo que estaban haciendo?
—Como comprenderá joven, no puedo invadir la privacidad de mis clientes, lo único que escuché hoy por la mañana en el mercado es que los vieron por el pueblo, podrías ir y preguntarle a Scarlet, la panadera, como ella está ubicada en una zona céntrica es probable que los viera con mayor frecuencia por allí.
—¿Cree que pueda llevarme el collar?, quizás pueda encontrarlos con facilidad si sigo su rastro.
—Podrías intentarlo, pero el aroma por una extraña razón es tan tenue que yo no logro percibirlo —ella rio—, aunque eso también puede ser producto de mi edad.
—Muchas gracias señora, cuídese.
La anciana mujer asintió y le entregó el collar a Sefiro, luego de eso siguió con su tejido que había quedado depositado en la parte baja dentro de un cesto de mimbre.
Sefiro por su parte comenzó a correr de regreso al pueblo, olfateó nuevamente el collar y trató de seguir el rastro, pero este le era completamente esquivo y él no entendía por qué. Ese camino era la única ruta de la posada al pueblo, y si no lograba distinguir el aroma de su portadora, era muy probable que ellos hubieran tomado la ruta contraria hacia el otro lado, y eso dificultaría aún más su trabajo.
Al llegar a la panadería una joven híbrida lo recibió, Sefiro, al igual que con la anciana, le mostró el broche de Argon y luego de explicar la situación, ella se cruzó de brazos mientras aparentemente trataba de recordar cuando fue la última vez que los vio.
—Sí, estuvieron por aquí esta mañana, recuerdo perfectamente que la muchacha de cabello negro compró cinco hogazas de pan y un pedazo de queso —contestó a medida que movía ligeramente la cabeza—, además me parece que escuché a los dos rubios discutir, parece que la muchacha se olvidó de algo y el chico le dijo que tenían prisa y no podían volver.
—¿De casualidad sabes qué dirección tomaron?
—No alcancé a escuchar a donde irían, pero me pareció que estaban yendo por el sendero que lleva a Preblei, aunque claro, estuve tan ocupada en la mañana que es probable que viera mal.
—Con esa información tengo suficiente, muchas gracias.
—Descuida, es raro ver forasteros tan seguido, pero es lindo conocer gente nueva —ella sonrió dejando a la vista sus blancos colmillos—. Ten, es una nueva receta de bollos dulces, si te gustan ya sabes dónde encontrarme.
Aunque Sefiro quiso evitar que ella le entregara el dulce, ya que no traía dinero consigo, la insistencia de la muchacha fue tal que no le quedó de otra que aceptarlo, aunque claro, el olor que este despedía era tan agradable que en cierta forma le alegraba que ella no aceptara un no por respuesta.
En cuanto salió volvió a acercar el collar a su nariz, el tenue aroma de la muchacha volvió a hacerse presente, y luego de inspeccionar el terreno en dirección hacia donde Scarlett le había dicho, pudo distinguir apenas el aroma de su dueña.
Volvió a correr, las piernas le temblaban y una oleada de nerviosismo comenzó a envolverlo. No sabía con exactitud si en verdad encontraría a Zefer, es decir, la descripción física se asemejaba bastante a él, pero no le encontraba sentido a que hubiera cambiado su cabello. La mata negra era el orgullo de los Wolfgang porque eran los únicos que aún mantenían un color así de puro, y que ahora él tuviera otro color le indicaba dos cosas: O se encontraba huyendo de Giorgio, o simplemente quería desaparecer.
Venía ya pensando en esas alternativas desde hace un tiempo considerable. No entendía que Giorgio Wolfgang, el orgulloso regente de My—Trent, el descendiente directo de Kyros hubiera permitido que su hijo fuera solo y sin escolta a un extraño lugar. Definitivamente había gato encerrado, aunque ni él, ni mucho menos Argon sabían con exactitud que es lo que había pasado.
Para cuando llevaba ya un largo tramo recorrido se dio cuenta de que todos los olores del ambiente se disiparon de golpe, Sefiro se quedó estático tratando de olfatear nuevamente el collar, pero no era capaz de captar el aroma. Limpió su nariz con fuerza con la tela de su camisa, aguantó la respiración por breves segundos, pero nada de eso lo ayudó a volver a sentir los aromas, era como si alguien hubiera apagado su sentido del olfato.
—¿Qué acaba de pasar?
Conforme trataba de olfatear algo por pequeño que fuera, comenzó a avanzar al frente, exactamente justo a la entrada del bosque, pero antes de que pudiera dar un pasó más adelante sintió como algo caía desde lo alto de las ramas y lo hacía caer al suelo.
Tardó en reponerse unos segundos, pero en cuanto alzó la vista logró ver a la muchacha rubia que todos en el pueblo le habían mencionado mostrándole ferozmente las garras y los colmillos. Sefiro trató de zafarse de su agarre, ella fue más rápida y lo sujetó del cuello con firmeza mientras lo acorralaba contra un árbol.
—¿Qué quieres? —preguntó cortante mientras apretaba más fuerte su cuello.
—E... espera —respondió él a duras penas—. No soy peligroso.
A medida que trataba de introducir la mano en su bolsillo, la forastera, creyendo que estaba buscando un arma, comenzó a zarandearlo de un lado al otro. Sefiro entrecerró los ojos. Era un hanoun macho, si, pero a diferencia de sus iguales, él no tenía la fuerza necesaria para poder defenderse en un combate físico. Era bueno para huir, sus piernas siempre fueron su mejor cualidad ya que nadie podía ganarle, pero cuando se trataba de usar los puños, bueno, un bebé lograba superarlo por mucho.
Finalmente, luego de un largo rato logró tomar el collar entre sus manos, lo acercó lo más que pudo al rostro de la muchacha, ella al verlo lo terminó soltando y solo en ese instante Sefiro pudo volver a respirar con tranquilidad
—Gracias... —masculló con cautela sin apartarle la mirada, el muchacho continuó tosiendo hasta que recuperó de todo el color en su rostro.
—Vine trayéndote esto —mintió—. La señora de la posada me pidió que te lo entregara.
—Bueno, si solo viniste por esto, gracias, ya puedes regresar a tu pueblo.
La muchacha se dio la vuelta, y unos pasos más allá, Sefiro vio como otra chica de forma tímida asomó el rostro desde atrás de un árbol. Eran ellos, no cabía duda ¿pero donde estaba el joven del que hablaron en el pueblo?
—Espera, no te vayas por favor —le rogó, ella volteó a observarlo con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres, niño?
—Mi nombre es Sefiro, a decir verdad, si bien la anciana de la posada me envió a buscarte para entregarte el collar, también quería realizarte algunas preguntas...
Tras decir esto él introdujo la mano en su bolsillo, y al igual que en el pueblo, extendió el broche de Argon en su dirección. La muchacha, aunque trató de tener una expresión neutra no logró conseguirlo del todo, Sefiro había detectado cierto deje de curiosidad en sus duras facciones.
—¿Qué deseas saber? —preguntó cortante a medida que se cruzaba de brazos.
—Me envía el regente Argon Hanton de Wyrfell, hace varias semanas llegó un comunicado acerca de la desaparición de Zefer Wolfgang, en cuanto esta información llegó a sus oídos me envió a buscarlo ya que teme que algo malo le haya pasado... —comentó él mientras tanteaba el terreno, la mujer no parecía flexibilizarse ni un poco—, sin embargo, oí que ustedes vieron que él y Jaft Wolfgang habían muerto en un pueblo cerca de la mina de vidaleons.
—Es lo que oíste —contestó ella de forma neutral.
—¿Están seguras que eran ellos? ¿No hay alguna probabilidad de que pudieran haberse equivocado?
—Lo que vimos, es lo que oíste.
En cuanto la voz grave resonó en medio del bosque, la muchacha que se encontraba más atrás pegó un leve respingo. Un muchacho de cabello rubio y parche en el ojo salió finalmente de su escondite. Observó a Sefiro de pies a cabeza y sus ojos se fijaron fugazmente en el broche que seguía en su mano.
Sefiro tampoco se quedó atrás, comenzó a observarlo detalladamente. Había visto tantas veces el rostro de Zefer en aquel cartel, que prácticamente podría dibujarlo por su cuenta si es que así se lo propusiera. Pero a pesar de que encontraba ciertas similitudes, el joven que lo observaba con recelo no se asemejaba demasiado. Aquel muchacho que se encontraba frente a si tenía un gesto tan duro, y una mirada tan perdida que esta le lograba sumar algunos años a su edad real.
—Por favor —suplicó, los tres viajeros continuaron observándolo— ¿Están seguros de lo que vieron?
—Te lo vuelvo a repetir. Lo que oíste en el pueblo es un hecho, nosotros estuvimos en esa zona, fuimos testigos de como ambos cadáveres eran subidos a una carroza y llevados hacia My-Trent.
—¿No existe ni la más remota posibilidad de que...?
—¿Sea un error? —continuó el joven, Sefiro asintió—. No. No hay dudas ni equivocaciones, los tres vimos como esos pobres desdichados eran arrojados dentro de una carroza como animales.
—No puede ser...
—Sabemos que eran los hijos de Giorgio Wolfgang —acotó—. Ambos tenían un broche de oro en el pecho, y justo en el centro de este, había la figura de un lobo de plata con incrustaciones de diamantes. Si no me crees regresa a Wyrfell y proporciónale ese dato al regente Argon Hanton. Los comerciantes como nosotros no tenemos forma de saber esos datos ya que nunca podemos ver de forma directa a los regentes o miembros de su familia, pero en este caso en particular, si logramos distinguir ese detalle.
—Por Kyros...
—Te diré algo, posiblemente Giorgio Wolfgang de el anuncio tarde o temprano, pero es un hecho.
—Esto destrozará a la regente Clematis, ella desea que vuelva a su lado.
Sefiro acababa de jugarse la última carta. De buena fuente sabía la historia de Zefer y Clematis. Pensó que al nombrarla y dar aquella pequeña luz de esperanza, generaría algún tipo de reacción en aquel forastero, pero esto no pasó.
El muchacho no se mostró sorprendido, ni ansioso por saber más. Él continuó allí observándolo de forma neutral, como si lo que acababa de decir no tuviera absolutamente nada que ver con él.
—Escucha, niño, quisiéramos darte más información —dijo la chica cortando la tensión del ambiente—, pero como te ha dicho mi compañero, eso es todo lo que sabemos. Sé que no es lo que buscabas oír, pero es la realidad.
—Si no tienes nada más que preguntar entonces continuaremos con nuestro camino —respondió mientras giraba al lado contrario—. Regresa a Wyrfell e infórmale al regente Argon Hanton y a la regente Clematis Garyen que su amigo está muerto. Esas cosas pasan, y mientras más rápido acepten que él ya no se encuentra en este plano, será mucho mejor.
Diciendo esto el muchacho comenzó a avanzar, la otra chica que se encontraba cerca de él comenzó a seguirlo a una distancia prudente, y mientras Sefiro todavía trataba de procesar lo que acababa de escuchar, la muchacha de cabello rubio habló.
—Lamento haber sido ruda, pero como comprenderás, después de que aquellos salvajes nos emboscaran y dejaran a mi compañero de esa forma, tengo que ser más precavida. Vuelve con bien a tu nación, y... lo siento mucho.
Sin nada más que añadir la joven fue al alcance de sus compañeros.
Sefiro se quedó observando el suelo mientras apretaba los puños a cada lado de su cuerpo. Guardaba la esperanza de que aquel muchacho fuera Zefer Wolfgang, pero luego de ver la forma tan fría y desinteresada en la que había contado los hechos, lo único que le quedaba era regresar a su hogar y dar la desagradable noticia.
STRECTO — FRONTERA AL TERRENO INHABITABLE
Para cuando llegó la noche los tres viajeros encontraron un espacio justo en un pequeño claro.
La muchacha de cabello negro se encontraba curando las heridas del chico, y la otra estaba moviendo los pescados frente al fuego para evitar que estos se quemaran del todo.
Ninguno hablaba. Desde aquel impase con el mensajero habían optado por permanecer en silencio durante todo el trayecto, y llegada esa hora de la noche, la tensión que se sentía entre los tres era verdaderamente asfixiante.
—¿Estás seguro de que esto es lo que verdaderamente quieres? —preguntó ella mientras caminaba en su dirección para entregarles su cena del día de hoy.
—¿A qué te refieres?
Al intuir que ambos comenzarían una conversación acalorada, la pelinegra dio por realizada su labor, y tomando su pequeño kit de medicina que contenía varias hierbas, se sentó un poco más cerca de la fogata para entrar en calor.
—Te están buscando —dijo ella con obviedad mientras tomaba asiento, el muchacho dio un mordisco grande al pescado y fingió no oírla—. Eso indica que hay gente que te quiere y te está buscando, ¿oíste al chico, no? Incluso la misma Clematis desea saber sobre ti.
—Es probable que haya dicho eso para tener alguna reacción de mi parte, no soy tan tonto.
—Tonto no, tontísimo —murmuró ella entre dientes, aunque claramente los otros dos alcanzaron a oírla—¿No deberías ser un poco más considerado con tu amigo?
—Créeme que lo estoy siendo ya, es mejor que piensen que estoy muerto —suspiró mientras su mirada perdida se enfocaba en la luz de la luna—. Solo de esa forma ellos podrán continuar con su vida, como debió ser desde el principio.
—Sé que eso no es lo que deseas —contestó ella fugazmente—. Sé que por dentro lloras. Sé que... cuando cierras los ojos puedes verla en tus sueños, lo único que deseas es volver a su lado.
—Lo único que hice fue entrometerme en su camino. Ella desde un inicio debió estar con Argon. Te lo dije, ¿no? Si yo jamás hubiera aparecido ella nunca habría atravesado por tanto sufrimiento. Me aproveché de ella. Soy alguien despreciable que no merece ser amado.
—Quizás si ambos vuelven a encontrarse...
—¿Qué? —dijo cortante— ¿Puedes garantizarme que ella esta vez estará a salvo? Dime, Lyra ¿puedes garantizarme que Giorgio no tratará de lastimarla nuevamente? —replicó con dolor—. Decidí que haría hasta lo imposible por mantenerla a salvo. Me juré a mi mismo hacerla feliz, y sé que no soy la persona idónea para ella. Ese es Argon. Argon debió haber sido el protagonista de esta historia, no yo. No merezco su amor. No merezco que el resto confíe en mí. Soy alguien débil, no logro proteger a la gente que amo.
—Pero cambiaste, Zefer. Dejaste de ser un idiota petulante, arrogante y pretencioso por ella y por ti. Llegó un punto donde deseaste darle lo mejor y entendiste que para hacerlo, debías cambiar completamente, lo estabas logrando, no te des por vencido.
—La mejor opción nunca fui yo, ese fue Argon. Él es la única persona capaz de colocar una sonrisa en sus labios —sonrió dolorosamente a medida que cerraba los ojos—. Mierda, si que duele admitirlo en voz alta.
—Zefer, eso no es...
—Es lo mejor —la cortó de golpe.
—Puede que tú pienses eso ahora, Zefer. Pero en cuanto esa pobre muchacha escuche ese falso rumor da por sentado que volverá a llorar.
—Será algo pasajero, eventualmente su corazón sanará y volverá a ser feliz.
—¿En verdad crees eso? —le reprochó—. Puede que ahora pienses que estás haciendo lo mejor para ambos, pero déjame decirte que bajo mi punto de vista, incluso bajo el de Elinor, estás siendo muy imparcial. No puedes garantizar que la otra parte se deshaga de sus emociones tan fácilmente, las cosas no funcionan de esa forma.
—Ella merece ser feliz.
—¿Y tu no lo mereces? —preguntó Elinor, que hasta ese momento del viaje se había mantenido al margen de las conversaciones de ambos—. No sé que pasó gran parte de tu vida, Zefer, pero yo si recuerdo perfectamente a ese muchacho que observaba la vida con otros ojos. Tu sueño era encontrar alguien que te amara con tus virtudes y defectos, anhelabas tener una persona a tu lado que te complementara, y por lo que he escuchado de Clematis hasta ahora, ella era esa mitad que siempre estuviste buscando.
—Elinor, silencio.
—No, estoy cansada de escucharte ser tan pesimista —tras decir esto ella volteó a observarlos—. Ese no es el Zefer que conocí, la criatura que ahora está hablando está cegada por el dolor y continúa arrastrándote a una fosa depresiva. Has venido mintiéndote a ti mismo para tratar de convencerte de que las cosas mejorarán para ella si haces todo esto. Pero tú, al igual que todos los seres vivos de este mundo merecen una oportunidad de redención.
—Elinor tiene razón.
—No te prives. No pienses que no mereces que nadie te ama —mientras hablaba ella comenzó a llorar—. Me duele escuchar como te atacas a ti mismo. Y me duele aún más saber que tienes esa mentalidad porque gran parte de tu vida, el mundo se encargó de convencerte de que no merecías que nadie te amara de verdad.
—Ya escuchaste lo que conversamos antes. Ambas deben aprender a respetar mis decisiones, Clematis estará a salvo si no estoy a su lado.
—¿En verdad crees que ella estará a salvo de tu padre? —cuestionó Lyra mientras observaba las brasas del fuego—. Clematis ahora más que nunca está corriendo verdadero peligro. Piénsalo mejor, Zefer, ahora más que nunca ella necesita que vuelvas a su lado.
En cuanto Zefer terminó de escucharlas se puso de pie y desapareció en medio del bosque, las muchachas se quedaron observando por la dirección que había seguido, y al cabo de varios minutos cuando entendieron que él no regresaría pronto, optaron por irse a dormir ya que todavía tenían mucho tramo por recorrer.
Lo único que podían hacer era aguardar, ya que el mismo tiempo les dejaría saber si ambos estaban verdaderamente destinados a estar juntos, o si su destino era que ella lo olvidara, tal y como deseaba Zefer.
¡Helou!
Esta semana hemos visto un poco más como fue la travesía de Sefiro mientras buscaba a Zefer.
Si soy completamente sincera escribir los diálogos de Zefer en este punto me resulta muy duro 🥺, imagino que para algunos lo es también leerlo, pero como dijo le dijo Elinor, su entorno siempre se encargó de hacerlo sentir que nadie lo amaba (cofEleonorcof), sumado a Giorgio, y todas las personas que siempre lo minimizaron por ser un segundo hijo.
Ojo, esto no es un justificante. Zefer fue un completo pelele al inicio del libro, y aunque siempre se mostró prepotente, rudo y confiado, por dentro él pedía a gritos que alguien lo ayudara. Luego de que conociera a Clematis y aceptara sus propias emociones, él deseo darle lo mejor, y sabía que por dentro estaba tan roto que si no hacia algo la perdería, entonces comenzó a mejorar poco a poco (aunque lógicamente se equivocaba y la embarraba enormemente), pero luego de que todo lo malo comenzara a pasarle a ella, asumió que él era un peligro y que lo mejor, aunque sintiera que moría, era estar separados, por eso en este punto desea que tanto Argon como Clematis se olviden de él para que ella pueda ser feliz junto a Argon porque es consciente de que jugó sucio y le robó su lugar.
Gracias por haber llegado hasta aquí, nos vemos la próxima semana si todo sale bien 🛐
Los quiero.
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