Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO XIX • La guarida del lobo •


FRONTERA DE MY — TRENT CAMINO AL PALACIO

El cielo se iluminó producto de uno de los relámpagos, luego, un rayo terminó impactando a lo lejos sobre un árbol, la parte superior de este terminó emanando una nube negra, y las aves que se resguardaban allí terminaron buscando refugio en otro lugar.

A lo lejos, en medio del sendero que para ese punto estaba lleno de lodo, se podía apreciar como un carruaje de madera oscura, que portaba el símbolo de un leopardo plasmado en un escudo de color azul, se iba acercando cada vez más y más.

El sujeto que estaba a cargo de dirigir a los híbridos por momentos gritaba para pedirles que continúen, los sujetos, quienes daban tropezones en medio del barro asentían y continuaban con su trayecto pese a que era poco probable que lograran avanzar con mayor rapidez.

Rier, quien se encontraba resguardado dentro del carruaje, removió ligeramente las cortinas para poder ver exactamente donde se encontraban, luego de que el cielo volviera iluminarse finalmente logró saber con exactitud cuanto faltaba, desgraciadamente la distancia todavía era considerable y el clima no parecía que iba a cambiar pronto.

Desde que había recibido aquella carta no había logrado conciliar el sueño. Incluso para evitar que hubiera más demoras en su llegada, se había visto forzado a contratar a otros híbridos y dejar a los que habían venido con él desde Wyrfell con el único afán de apresurarse.

—Mierda... —mascullo mientras sujetaba su cabeza con fuerza entre sus manos.

Sus piernas no dejaban de moverse con desesperación y el ligero temblor de su cuerpo únicamente se acrecentaba conforme escuchaba el traqueteo de las tablas del carruaje cuando uno de los híbridos tropezaba.

Empezó a respirar con fuerza. Algo no andaba bien. Podía sentir que lo que sea que Giorgio tenía que decirle no era algo bueno y lo único que rogaba en ese momento, era que su hijo estuviera a salvo.

—¿¡Cuánto falta!? —gritó a través de la pequeña ventanilla que daba al conductor.
—¡Estamos cerca, amo Rier! —respondió el sujeto mientras volvía a observar al frente cada tanto—. ¡Finalizando el bosque lograremos ver la aldea humana!

De pronto, antes de que pudieran seguir con aquella pequeña charla un rayo impacto en el tronco de un enorme árbol y este poco a poco comenzó a caer, los híbridos, que iban adelante del carruaje tuvieron que parar de golpe y tanto el cochero, como Rier que estaba en el interior, terminaron cayendo.

Aquel mensaje estaba escrito por puño y letra de Giorgio, incluso podía percibir su aroma en el papel, quizás Rier estaba siendo paranoico, y quizás... solo quizás, no había pasado algo malo. En verdad quería pensarlo, era la única forma de tranquilizar su alma, quería imaginar que todo estaba bien y que su amado hijo se encontraba a salvo.

Las lamparillas de aceite que estaban dentro del carruaje terminaron cayendo al suelo y dejó el interior en penumbras, Rier, que tardó un poco en reponerse, finalmente tomó asiento, el cochero que prácticamente había salido disparado al frente abrió la puerta dejando a la vista su silueta lodosa y proporcionó algo de luz al interior.

—¡Mi señor! —gritó con evidente preocupación— ¿¡Se encuentra bien!?
—Lo estoy —respondió mientras se ponía de pie y lo acompañaba afuera.

En cuanto salieron del carruaje pudieron ver como el tronco obstaculizaba el camino, y aunque quisieran poder apartarlo a penas lo suficiente para que el carruaje siguiera avanzando, aún con la fuerza que ellos tenían esto tomaría varias horas.

—Amo Rier, por favor espere dentro, trataremos de despejar el camino lo más rápido que podamos.
—Debo llegar pronto —dijo mientras abría los botones de su saco empapado—. Denme el alcance en My—Trent, iré al palacio de los Wolfgang.

Y tras decir esto, Rier comenzó a alejarse poco a poco en medio del frondoso bosque. De un solo saltó terminó llegando a las ramas, e impulsándose luego de pisar estas, como hacia en su juventud, comenzó a acelerar cada vez más y más y la aldea humana fue visible rápidamente.

Mientras continuaba al frente Rier se percató que de alguna manera My—Trent lucia diferente, no sabía con exactitud porque, pero había algo que no le estaba dando buena espina, ya que, aunque estuviera lloviendo a cántaros, la aldea humana e incluso la misma ciudad de los Hanouns jamás había sido tan callada.

Continuó al frente ignorando sus propios sentidos. Poco a poco los muros que separaban al palacio del exterior fueron haciéndose visibles, y aquella vegetación que las rodeaba hasta hace algunos meses atrás se había mostrado rebosante de vida, hoy no eran nada más que una mata reseca y amarillenta de plantas muertas.

—¿Amo Rier? —preguntó uno de los soldados al tenerlo frente a sí.

Su compañero, que se encontraba partiendo un pedazo de pan y colocando una lámina de queso encima alzó el rostro luego de escuchar aquel nombre.

—¿Dónde está Giorgio? —fue lo único que el rubio alcanzó a decir.

Los dos guardias se observaron con desconcierto, seguidamente, uno de ellos fue al interior del palacio, y abriendo las pesadas puertas, se introdujo en el interior para poder dar aviso a su amo.

—Tenga, use esto por favor —dijo el guardia extendiendo una sombrilla colocándolo prácticamente en sus manos, pero Rier inmediatamente se la regresó—. Puede pescar un resfriado si no lo usa.
—No lo necesito, lo único que quiero es ver a tu amo.

Aunque Rier pocas veces era descortés con los demás, en esta oportunidad no se sentía con las fuerzas suficientes como para tratar de tener un trato cordial, especialmente con la gente que lamía el suelo por donde Giorgio pisaba. Luego de ser rechazado el muchacho asintió e inmediatamente viró el rostro en dirección a la puerta del palacio, y para su fortuna, su compañero ya se encontraba de regreso.

—Amo Rier, el amo Giorgio me informa que se dirija a la sección donde se guardan los carruajes, lo estará esperando allí.

En cuanto dijo esto el guardia abrió ligeramente la reja dándole acceso, y Rier comenzó a apresurar el paso. Los guardias comenzaron a hablar entre ellos más que nada por su aspecto, pero antes de que pudiera escuchar algo más el sonido de un relámpago le impidió prestar más atención.

Al llegar a la sección de los carruajes se percató de que la puerta estaba ligeramente abierta, la tenue luz de una lamparilla de aceite filtraba apenas algo de claridad al exterior, y a su vez, dejaba expuesta la silueta del pelinegro que lo esperaba dentro.

Sus dedos vacilaron al extenderse al frente y tocar la superficie de manera, pero luego de retener una considerable cantidad de aire en sus pulmones, empujó la puerta desgastada y las bisagras oxidadas anunciaron su llegada.

Giorgio, que se encontraba frente al cadáver sobre la mesa giró su cuerpo a la entrada, y Rier, luego de ser a Jaft, su hijo, tirado encima de aquella superficie con el cuerpo lastimado y el rostro hundido terminó por quebrarse. Sus ojos se aguaron inmediatamente y las lágrimas salieron sin que pudiera hacer algo para impedirlo.

—Rier... —escuchó que dijo el pelinegro, pero lo único que Rier lograba oír en ese momento era el relámpago a lo lejos que de alguna manera representaba lo que sentía en ese momento en su interior.
—Jaft... —murmuró mientras estiraba una mano y tocaba la piel congelada de su hijo.

Rier removió la cabeza de Jaft como esperando a que todo se tratara de algún tipo de broma de mal gusto de Giorgio, pero en cuanto hizo esto la cabeza de su primogénito cayó a un lado y no pasó absolutamente nada más.

—Traté de detenerlo —escuchó que dijo Giorgio desde sus espaldas.

Rier giró su cuerpo en su dirección, el pelinegro aprovechó este momento para rodearlo con sus brazos y sujetarlo con firmeza. Le hablaba, era consciente de esto, pero cada palabra que emanaba de sus labios en ese momento era completamente indescifrable para él.

—Le dije que no persiguiera a Zefer, pero se rehusó a obedecerme —alcanzó a escuchar casi al final de aquella narración—. Y creí que lo hizo porque quería encontrar a su hermano...

Rier comenzó a negar con la cabeza. Aún no podía creerlo. No podía aceptar que Jaft, su hijo estuviera muerto. Se negaba a caer en cuenta de que nunca más sería capaz de escuchar su voz, y aún más se negaba a aceptar que aunque derrotaran a Giorgio, él jamás estaría a su lado.

Terminó cayendo al suelo mientras sujetaba los fríos y tiesos dedos de Jaft, con el puño derecho comenzó a golpear la tierra mientras gritaba. Sentía como la garganta se le partía en dos, y aquel profundo y tortuoso dolor que sentía en esos momentos solo se comparaba a aquella vez cuando se le informó que Lyra, su amada Lyra había muerto a manos de Zefer.

Giorgio lo ayudó a ponerse de pie cuando se dio cuenta de que el suelo estaba tiñéndose de rojo, Rier de tanto golpear con fuerza la superficie había conseguido desgarrar la piel de sus nudillos. Y en cuanto logró re incorporarse, Rier tomó el rostro de su pequeño y comenzó a depositar besos por todo este, acarició su melena, pero en cuanto sus dedos pasaron por zonas donde el cabello estaba enredado, las hebras terminaron desprendiéndose de la superficie de la cabeza debido al tiempo que este llevaba muerto

—¿Por qué tu también te fuiste? —le preguntó cerca de su oído, pero Jaft se mantuvo allí quieto, con los labios morados y el rostro hundido.

Giorgio trató de colocar una mano sobre el hombro de Rier pero este inmediatamente la retiró, sujetó a Giorgio del cuello de su camisa y lo arrastró hasta acorralarlo contra una viga. La fuerza que usó fue tal, que la cabeza del pelinegro rebotó ligeramente sobre la madera.

—¿¡Por qué no me lo entregaste cuando era un bebé!?

Giorgio, quien aún estaba reponiéndose del pequeño golpe únicamente se limitó a sujetar por encima las manos de Rier para tratar de que lo soltara, pero este no cedió.

—Si él hubiera ido a Velmont conmigo... estaría vivo, Giorgio —murmuró entre dientes mientras mordía su labio con fuerza— ¡Mi hijo estaría vivo!
—Sabes perfectamente, Rier, que no dependía de mí que Jaft se marchara contigo —respondió a modo de defensa—. Durante todo el tiempo que estuvo viva, fue Lyra la que no quiso dejarlo partir, ese resentimiento que ella guardó para ti hasta el día de su muerte le impidió dejar que su hijo fuera feliz a tu lado, ya que, si ella no era feliz, nadie más iba a serlo.
—¿Por qué tu hijo vuelve a quitarme algo que amaba? —respondió en un hilo de voz, Giorgio se limitó a desviar la mirada— ¿¡Por qué tu hijo no está aquí, muerto, junto al mío!?
—Rier, sé que no será fácil lo que vas a oír, pero necesito que sepas porque... pasó todo esto.
—Habla de una vez —le respondió el rubio que comenzó a soltar ligeramente su agarre para que Giorgio pudiera respirar.
—Sé que eres tan consciente como yo de que Clematis y Zefer iban a tener un hijo —Rier asintió—. Jaft de alguna forma se sintió amenazado y fue en su búsqueda, como te dije antes, pensé que lo hizo porque él y Zefer se criaron como hermanos, pero únicamente cuando se fue descubrí el verdadero motivo... Jaft hizo que ella perdiera al bebé.
—¿Qué disparate estás diciendo? Jaft nunca hubiera hecho algo como eso, él era alguien noble, justo, de buen corazón.
—Jaft sabía que eras su padre —tras escuchar esto Rier terminó de soltar a Giorgio y sus brazos cayeron a cada lado de su cuerpo—. No sé como es que se enteró de todo esto, pero saber aquella verdad provocó que comenzara a odiar a Zefer. Jaft cayó en cuenta de que al no ser mi hijo biológico no sería el regente de My—Trent, y también era consciente de que Lyra al no haberlo dejado ir a Velmont contigo, tampoco tenía opción a reclamar un cargo allá ya que tu heredero por ley es Argon. El hijo de ellos terminaba de bórralo automáticamente de la línea sucesora —exclamó Giorgio mientras se cruzaba de brazos—. Un Wolfgang que no es un Wolfgang, un Hanton que no es un Hanton. —suspiró—, algo que es a medias. Un bastardo.
—Estás tratando de decirme que mi hijo..., mi pequeño Jaft ¿Fue la persona que lastimó de esa forma a Clematis?
—Yo tampoco quise creerlo, Rier —Giorgio colocó una mano sobre el hombro del rubio y lo apretó ligeramente—. Pero cuando entré a su habitación y ordené que rebuscaran hasta debajo del último cojín, encontré las infusiones que usó aquella noche de la boda de Zefer, y no solo eso, si no que también encontré potentes venenos elaborados a base de hierbas. Al parecer no lo hizo solo, Eleonor lo ayudó, ella estaba al tanto de todo...
—¿Dónde está ella? —el rubio observó al pelinegro quien negaba en repetidas ocasiones con la cabeza— ¿La mataste?
—No, iba a ser encarcelada, pero cuando estaba siendo transportada hacia la prisión, huyó, asesinó a los guardias que la transportaban y desapareció sin más.
—¿Qué me dices de Celine? Ella debía de saber lo que tramada Zefer.
—Cuando vio que Eleonor estaba siendo esposada, huyó por el balcón. No hemos tenido más noticias de ella. La estamos buscando.
—Entonces, de ser así ¿Por qué no diste aviso a todas las naciones?
—Es un tema bastante delicado, Rier —respondió con obviedad—. De haber dado aviso, también tendría que haber expuesto los motivos de la búsqueda, por ende, tendría que haber dicho que fue lo que pasó con Jaft. De por si los aldeanos estaban murmurando cosas desde que solicité una búsqueda por Zefer ya que jamás expuse los motivos —tras decir esto Giorgio emitió un sonoro suspiro asintió—. Aunque no lo creas, yo también lo quise como un hijo. Pese a que Lyra me mintió, amé a Jaft como si fuera alguien de mi propia sangre.
—Jamás pude disfrutar del último recuerdo valioso que me quedaba de ella —dijo con la voz quebrada mientras golpeaba el pecho del pelinegro con fuerza—. Se me privó el derecho de verlo crecer y que me llamara padre —añadió en un hilo de voz—. ¡Era mi hijo, maldita sea! Era mi primogénito y nunca pude estar cuando él me necesitó.
—Rier...
—Lo amé desde el momento en el que vi sus ojos —susurró, cortando de esta forma lo que Giorgio iba a decir— , y lo hago aún ahora cuando tú has sido el causante de que estos se cerraran para siempre —tras decir esto, ambos se observaron fijamente—. Al menos esta vez déjame llevarme su cuerpo para darle un digno lugar donde pueda descansar.
—¿Eres consciente de que aunque te deje ir, aún por la mañana aún serás mi enemigo?
—Tú lo eres desde hace mucho, Giorgio —le respondió con frialdad—, pero aún los peores enemigos en estas situaciones se deben respeto.
—¿Qué harás con Zefer?
—No descansaré hasta encontrarlo, no me importa si está vivo o muerto, haré que vuelva, y esta vez pagará por lo que hizo..., si antes no fue juzgado por el asesinato de Lyra, ahora sí rendirá cuentas a la justicia.
—Sabía que dirías eso —Giorgio, con falso pesar limpió unas cuantas lágrimas de su rostro y observó al suelo—. Te entiendo a la perfección, Rier... y con el dolor de mi alma, tengo que hacer respetar las reglas de los Hanouns... yo... los dejaré a solas.

Giorgio salió de la habitación mientras dejaba a Rier con el cadáver de Jaft, el rubio tomó nuevamente el cuerpo disecado de su amado hijo y lo acunó entre sus brazos.

La imagen de él siendo arrullado por Lyra volvió fugazmente a su mente. Recordó aquel pequeño contacto. Recordó la única vez que pudo abrazarlo. La familia Wolfgang le había vuelto a arrebatar algo valioso.

—Lo siento —murmuró mientras acercaba el cuerpo de Jaft, él depositó un beso sobre la cien de su hijo—. Lamento haber sido un padre tan incompetente..., si tan solo hubiera sido más fuerte. Si tan solo no hubiera sido alguien tan débil y despreciable, tú y tu madre, estarían vivos y los tres seriamos felices en Velmont...

Luego de varias horas la lluvia se disipó por completo, Giorgio, siendo fiel a su palabra, mandó a llamar a un carruaje que llevaría el cuerpo de Jaft a Velmont, y en cuanto Rier salió de aquel cuarto, vio como su hijo era introducido. Giorgio alzó la mano en el aire, el cochero comenzó a avanzar, Rier volteó a observar al pelinegro quien mantenía la vista al frente, pero acto seguido le dedicó una sonrisa deformada y escalofriante.

—Cumpliré con mi promesa, Jaft finalmente irá a Velmont, pero tú, mi querido hermano —dijo con sarcasmo—. Te quedarás aquí, conmigo.

Antes de que Rier pudiera huir, sintió claramente como un dardo se incrustaba en su piel y sus músculos poco a poco comenzaron a fallarle. No podía moverse y mucho menos podía hablar, lo único que podía hacer en ese estado era observar como Giorgio, rodeado de sus secuaces lo rodeaban mientras sonreían.

—Veintiséis años esperé este sublime momento —dijo el pelinegro mientras tomaba a Rier del cabello con fuerza y lo obligaba a observarlo—. Que momento más sublime, Rier —rio—. Y pensar que todo esto se hubiera solucionado hace tanto tiempo atrás si tan solo aquel día cuando la escuchaste junto a Sirthe la hubieras ayudado. Si tan solo Lyra hubiera sido escuchada aquella vez, si tan solo no hubieras tomado a tu familia y cegado por aquel fantasma de la traición no te los hubieras llevado, ella y Jaft hubieran podido huir a tu lado.

Conforme Giorgio hablaba Rier comenzó a llorar, su mandíbula se entre abrió para poder decir algo, pero su lengua no funcionaba en lo absoluto. Giorgio le escupió y este únicamente se limitó a cerrar los ojos.

—Mi querido hermano, Rier —musitó—. Yo fui la que la obligó a acostarse con Sirthe, y no sabes como disfruté aquel día verla llorar luego de que tú te marcharas y los volvías a dejar atrás.

Tras decir esto Giorgio volvió a soltar a Rier, ordenó a sus guardias que lo aprisionen y como si fuera una caravana, lo arrastraron durante todo el camino directo a la torre de torturas.

—Déjenlo en uno de los cuartos —ordenó Giorgio mientras alisaba su cabello hacia atrás—. Ah, pero antes —dijo mientras se agachaba y tomaba el broche de la familia Hanton que Rier siempre portaba en su pecho—. Me llevaré esto.

Los guardias de Giorgio llevaron a Rier al interior de una de las habitaciones y lo ataron a las vigas de acerco con diversas cadenas que le impedían moverse con libertad, Giorgio, por su parte, caminó a una de las celdas, donde un esquelético Shikwa al percatarse de su aroma, alzó al rostro para poder observarlo.

—Te tengo una sorpresa, Shikwa —dijo el pelinegro mientras tiraba dentro el broche, Shikwa, inmediatamente al reconocer quien era el dueño de aquel fino objeto, comenzó a llorar—. ¿Ahora lo entiendes? —preguntó mientras enmarcaba una ceja— Lyra no tiene donde refugiarse y solo será cuestión de tiempo para que vuelva a estar bajo mis brazos, y esta vez nada ni nadie podrá salvarla.

Y diciendo esto Giorgio dio media vuelta mientras reía, sus guardias lo siguieron desde atrás, y lo último que se alcanzó a escuchar antes de que la puerta se cerrara del todo fue: "La última esperanza que tenías se acaba de esfumar"

¡Helou!
Muchas gracias por haber comentado el capítulo anterior :') me demoré mucho en publicar este capítulo porque estoy trabajando en algunas cositas que verán más adelante, no puedo adelantar mucho, pero espero contar con todo su apoyo <3 

¿Qué les parece el capítulo de hoy?
¿Creyeron que Giorgio lo dejaría irse así sin más?
¡Los leo! 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro