CAPÍTULO XI • Amargo despertar •
FRONTERA DE CREITOS - TERRENO INHABITABLE
—Parece que volverá a llover —comentó Zefer mientras observaba las nubes grisáceas que se iban acercando.
—Es la peor época del año por esta zona —acotó Jaft.
Habían transcurrido apenas cinco días desde que partieron de My—Trent, y durante todo el trayecto, pese a que Jaft tratara de mantener la calma, no podía evitar sentirse impaciente.
El viaje dentro de todo había sido calmado. No conversaban mucho, y no es porque no quisieran, si no que jamás habían pasado tanto tiempo juntos y a ambos les resultaba incómodo.
Jaft, desde una edad muy temprana, había comenzado a ser instruido para cuando tuviera que tomar el puesto de regente. Nunca se pudo permitir así mismo ser un niño normal. No había tiempo para jugar o divertirse. Nunca fue libre del todo, las expectativas que Giorgio implantó en él siempre lo hacían frenarse, y eso impedía que pudiera hacer las cosas que siempre quiso.
A diferencia de Zefer. Envidiaba que él pudiera vivir con tranquilidad. Y en lo personal, detestaba el hecho de que la atención de Lyra, su madre, únicamente fuera para él.
Aunque ella nunca lo dijo y demostraba que los amaba a los dos por igual, siempre lo vio de forma diferente, y ser consciente de eso dolía, porque ahora que conocía la historia que hubo detrás de su nacimiento, comprendió que cada vez que ella lo miraba veía a Rier.
Comenzó a llover de golpe y todos tuvieron que resguardarse bajo un frondoso árbol. Zefer se colocó al lado de Jaft y recostó la cabeza hacía atrás mientras cerraba los ojos. Su hermano lo observó de soslayo y recién se dio cuenta de como había cambiado el rostro de Zefer en los últimos meses. Debido a la preocupación que tenía por encontrar al asesino no comía ni dormía apropiadamente, había bajado de peso, y los orbes violáceos que había debajo de sus ojos estaban marcados.
—Gracias por esto, Jaft.
Tras oírlo el nombrado viró el rostro y le prestó su total atención, Zefer lo estaba observando, sonriente, como hacía ya bastante tiempo no lo había visto.
—Si no fuera por ti seguiría dando tumbos en la oscuridad.
—No me lo agradezcas —lo cortó—. No todavía.
—Es que siento que debo hacerlo —respondió—. Sé que las cosas entre nosotros nunca fueron buenas, pero... agradezco de corazón lo que estás haciendo por mí.
Jaft se quedó observándolo en silencio mientras esbozaba una sonrisa de lado. Zefer volvió a sonreir, dejando a la vista sus dientes cuidados.
—No eres el mismo de antes. Cambiaste, y mucho.
—Lo sé ¿Y sabes? Me gusta más esta versión de mi mismo que la anterior.
Y aunque trató de encontrar un ápice de mentira en su rostro no pudo hacerlo. Zefer estaba siendo completamente sincero. Jaft sintió como algo se removía en su interior, una extraña sensación de culpa se apodero de su cuerpo, pero se deshizo inmediatamente de aquellos pensamientos. Era demasiado tarde para poner marcha atrás y no estaba dispuesto a dejar que el cargo se le escapara de las manos.
La lluvia cesó varios minutos después y ambos siguieron con su camino, aún estaban lejos de la siguiente aldea así que si querían descansar esa noche con un techo sobre sus cabezas, tenían que apresurar el paso.
Volvieron a caminar en silencio y finalmente vieron a lo lejos la pequeña aldea donde pasarían la noche, al llegar algunos de los habitantes los reconocieron y los observaron a lo lejos. Como en la mayoría de las naciones lejanas de My—Trent, la situación del pueblo era precaria, incluso se podía ver algunos mendigos cerca de los cominos que estaban pidiendo comida a los residentes. Jaft y los guardias vieron con asombro como Zefer se acercó al sujeto, tomó sus manos llenas de tierra y luego de conversar brevemente le dio un puñado de vidaleons, el sujeto no daba crédito a lo que estaba viendo así que comenzó a llorar, Zefer lo ayudó a ponerse de pie y luego de que este lo abrazara partió a buscar algo de comer.
—¿Existirá alguna forma de hacer llegar ayuda a este pueblo?
—Aunque quisiéramos hacerlo, ellos tienen su regente, sabes que no podemos interferir en territorio ajeno.
—Lo sé, pero eso me pone tenso.
—¿Qué fue lo que te dijo?
—Debido a las lluvias de este año la cantidad de insectos ha aumentado, perdió sus cultivos y estos eran el único sustento de su familia, quise darle un poco más de dinero pero no aceptó.
—¿Estás seguro que usara los vidaleons para comprar alimento?
—Es un padre, Jaft —respondió mientras miraba al horizonte—. Desgraciadamente se me quitó la oportunidad de serlo, pero si estuviera en su lugar, también haría lo imposible por tratar de llevar aunque sea una hogaza de pan a mi mesa.
Ninguno de los presentes daba crédito a lo que acababa de pasar, en especial Jaft, él solo conocía al Zefer petulante, arrogante y engreído. Recién ahora caía en cuenta de que no conocía a ese Zefer que se encontraba viajando con él.
Lograron hospedarse en una posada rural y la noche pasó sin contratiempos, pero Jaft no había logrado conciliar el sueño. Estaba comenzando a sentir culpa y remordimiento por lo que iba a hacer.
Trataba de convencerse a si mismo de que para poder obtener lo que uno quería era necesario realizar sacrificios, aunque eso significara entregar la vida de su medio hermano a cambio, pero su misma consciencia era la que estaba obrando en su contra y no le daba un solo minuto de paz.
Luego de que partieron del pueblo, los demás días fueron en verdad difíciles. El dolor en el cuerpo los mataba, al estar en la intemperie únicamente podían dormir bajo los árboles al lado de una fogata que ni siquiera brindaba el calor suficiente que necesitaran, la comida ya se había agotado y por más que trataran de buscar algún animal en ese bosque, la tarea se había vuelto titánica, si se mantenían de pie era únicamente porque Zefer conocía lugares donde podían encontrar frutos, nueces o raíces comestibles
—Vamos bien —dijo Jaft mientras observaba el mapa—, del otro lado de estas colinas por fin podremos encontrar la aldea que tanto estábamos buscando.
—Si nos apresuramos posiblemente lleguemos antes de que comience a llover nuevamente, mira, las nubes ya comenzaron a concentrarse en el cielo.
—Tienes razón, si sigo durmiendo con la ropa mojada pescaré un resfriado.
Zefer, Jaft y los tres guardias que los seguían comenzaron a correr en cuanto el cielo comenzó a arrojar sus primeras gotas de lluvia, al llegar al pueblo, al igual que las otras veces, los aldeanos que se estaban resguardando bajo los pórticos de sus casas los observaban con extrañeza. Nunca un Wolfgang, mucho menos alguien descendiente de Kyros había pisado ese pueblo olvidado.
—Mis señores, ese noble viene en su dirección —dijo el guardia desde atrás, y al virar el rostro vieron a un Hanoun pequeño siendo seguido por dos híbridas que corrían con una sombrilla.
—Mis señores —respondió él una vez que estuvo frente a ellos—. Para mi representaría un enorme placer que pudieran quedarse en mi humilde hogar, les garantizo que tendrán las comodidades necesarias, que si bien no se comparan a las maravillas de su hogar, seguro que quedarán más que satisfechos.
Las muchachas habían extendido los paraguas sobre la cabeza de ellos para evitar que se mojaran, pero ahora eran ellas las que traían la ropa empapada. Zefer les dio un vistazo rápido, el Hanoun tenía la ropa nueva, de una excelente calidad incluso se atrevería decir, mientras que ellas tenían tan desgastadas la tela de los vestidos, que por más que remendaran los huecos, estos se seguían descociendo por otros lados
—Dame tu sombrilla —le ordenó a una de las híbridas, esta inmediatamente le extendió el que ella sujetaba.
Nuevamente, ante la mirada atenta del resto, Zefer salió de la protección del paraguas donde se encontraba, y se posicionó al lado de ambas y colocó la sombrilla para evitar que ellas se siguieran mojando. Los residentes comenzaron a murmurar entre si, pero esto no le importó en lo absoluto, él siguió caminando hacia el frente con la cabeza en alto porque era consciente de que no estaba haciendo nada malo.
La casa del noble tenía en su interior una ostentosa decoración, todo se veía impecable y prolijo, pero luego de dar una vista a personas que iba caminando de un lado al otro para preparar la cena y seguirla al interior de la cocina, confirmó lo siguiente: Como era costumbre en su especie solo por ser la dominante, a aquel sujeto no le importaba la vida de los otros, solo la suya.
—¿Cuántas personas que pertenecen a la servidumbre viven en esta casa?
—Somos unos siete en total, mi señor —respondió uno que se encontraba picando las verduras.
—Preparen una cena para doce que contenga igual porción de alimentos, luego quiero que me acompañen a cenar en la mesa el día de hoy.
Tras escucharlo todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo para prestarle atención. En un primer momento pensaron que habían escuchado mal, pero la serenidad en el rostro de Zefer les demostraba que si habían escuchado bien.
—No tenemos hacer permitido eso, mi señor —respondió el híbrido que estaba a cargo de dirigir al personal.
—El dueño dijo que me haría sentir cómodo y satisfecho —Zefer volteó a observarlo y este se sobresaltó—. Deseo comer con ellos en la mesa ¿Habrá algún problema o inconveniente?
—P... Pero señor, son escla...
—¿Esclavos? —el noble asintió—. Dígame algo, señor ¿Usted sabe lavar, cocinar o limpiar si quiera?
—No... pero...
—Entonces , ellos no son sus esclavos. Ellos lo están ayudando a realizar sus labores cotidianas, y así como usted viste tan bien y elegante, debería preocuparse más por tener bien vestidos a su personal. En My—Trent esto hubiera sido un escándalo, ni siquiera los nobles de allá tienen en tales condiciones al personal que trabaja en sus casas.
Zefer se acercó al encargado del personal, le dio un saco lleno de vidaleons y le pidió que fuera a comprar vestimenta nueva para todos ellos. Él adulto mayor por primera vez en su vida sonrió y asintió con euforia mientras salía de la casa. Al girar el rostro Zefer se dio cuenta de que el noble estaba al borde del colapso, pero con tal de mantener las apariencias no le quedó de otra que sonreír y acceder a los extraños requerimientos de sus invitados.
Para cuando todo terminó, Jaft y Zefer se fueron a una de las habitaciones y los guardias fueron a otra, el anfitrión por su parte optó por irse a encerrar a su habitación mientras tenía un gran vaso de licor añejado en la mano.
—Creí que a Vladi le daría un ataque en la mesa.
—Una reacción bastante exagerada en mi opinión.
—¿Cómo esperabas que él reaccione? —bufó—. Dudo mucho que cualquier noble de aquí te hubiera alzado en brazos por tal acción, incluso puedo apostar que ya corrió la voz y todo el pueblo te tilda de loco.
—No me gustó el trato que tiene con ellos eso es todo.
Diciendo esto Zefer se recostó boca arriba y observó el techo, Jaft se quedó mirándolo desde el reflejo del espejo.
Aquella última frase que Zefer había dicho le trajo recuerdos de su madre. Las pocas veces que Lyra había podido pasar tiempo con él siempre lo había llevado al pueblo a repartir alimento a los niños humanos, claramente esto lo hizo hasta que Giorgio se enteró y le prohibió que volviera a acompañarla.
—Al parecer, estar con una humana te cambió ¿Qué hizo Clematis contigo? ¿Te golpeó en la cabeza o algo? —preguntó de forma burlona.
—Nada de eso — Zefer sonrió de soslayo—. Ella me salvó, y en el proceso hizo que cambiara y mejorara. Pero aún me falta mucho camino por recorrer —el pelinegro se recostó sobre la cama y observó al techo mientras suspiraba—. Te seré franco, constantemente pienso que si no la hubiera conocido sería aquel patán de antes. Y eso me aterra. Lo que menos quiero es ser igual a Giorgio.
—Bueno, he de reconocer que has madurado un poco, y se podría decir que eso se debe a las cosas por las que has tenido que pasar en este último tiempo.
—Detesto darte la razón y lo sabes —ambos rieron—. Pero te concedo ese honor por esta vez. Te doy la razón, Jaft.
Jaft dio la vuelta y vio como Zefer tenía una sonrisa melancólica en el rostro, se acercó hasta estar al borde de la cama donde él dormiría y en cuanto Zefer lo observó pudo ver un reflejo de aquella mirada triste que Lyra siempre tuvo en el rostro. El rubio se recostó en la cama y le dio la espalda, se hizo el dormido, pero a los pocos minutos Zefer volvió a hablarle.
—¿Puedo preguntarte algo Jaft?
—Dime —respondió aún sin mirarlo.
—¿Te has arrepentido de algo alguna vez en tu vida?
—El arrepentimiento no sirve de nada, hayan sido cosas buenas o malas, ya están hechas, no hay manera de cambiarlas.
—Tienes razón —dijo mientras suspiraba.
—¿Por qué lo preguntas? —indagó— ¿Tú te arrepientes de algo en tu vida?
—De muchas cosas, a decir verdad.
Ambos guardaron silencio, Jaft giró el cuerpo y se puso en la misma posición de Zefer. Lo observó y una pregunta que siempre rondó su mente apareció como tantas veces en el pasado había hecho. Volvió a guardar silencio, pero tras ser consciente de que esa sería la última noche en la que ambos podrían conversar, decidió continuar.
—Zefer.
—Dime.
—Quiero realizarte una pregunta y espero que seas completamente sincero —él lo observó y el pelinegro asintió—. Creo que ahora eres alguien que no saldrá huyendo.
—No sé si sentirme halagado u ofendido —rio.
—A decir verdad, fue un halago y un insulto —respondió y ambos rieron.
Tras las risas volvieron a guardar silencio, Jaft no sabía como abordar correctamente el tema, pero era consciente de que si se prolongaba aún más la situación, nunca obtendría una respuesta.
—¿Por qué mataste a nuestra madre? —preguntó finalmente, Zefer inmediatamente se tensó—. Nunca logré entenderlo por más que le di mil vueltas al asunto, y ahora que te estoy ayudando, me gustaría obtener una respuesta.
Zefer respiró de forma pausada varias veces, y finalmente apretó los puños a cada lado de su cuerpo. La muerte de su madre era algo que constantemente lo atormentaba, a tal punto, que a veces en medio de la noche, revivía aquel episodio tráumate de su vida.
—¿Recuerdas a Sirthe?
—Claro, era el líder de la aldea humana, a veces venía al palacio.
—Una de las veces en la cual Argon vino con Rier y Lydia... —suspiró mientras se removía incómodo— Sirthe vino al palacio. Ese día en particular, Argon y yo estábamos jugando al escondite, subí las escaleras como siempre hacía para ir a alguna de las habitaciones y ocultarme...
—¿Y qué paso cuando lo hiciste?
—Es difícil para mí decirlo... —Zefer se sujetó el puente de la nariz, era consciente de que Jaft sabía que él la mató, pero no sabía si Giorgio le había dicho los motivos—. Los escuché dentro del despacho de Giorgio, estaban teniendo sexo, yo era muy pequeño como para entender lo que hacían, solo atiné a salir huyendo del lugar.
—Espera, ¿Fue esa vez donde Rier salió enojado casi arrastrando a toda su familia?
—Sí, fue esa vez.
Y así como Zefer tenía fresco ese día por lo que había presenciado, Jaft también tenía un recuerdo muy particular. En aquella visita Rier, al igual que en otras veces, se había acercado a él a espaldas de Giorgio y habían conversado, era un sujeto agradable, sentía que tenían muchas cosas en común para conversar, pero ese día Rier tuvo un gesto que nunca olvidaría. Lo abrazó, y en aquel contacto sintió una extraña conexión, una que nunca había sentido ni siquiera con Giorgio
—Luego de que ellos se fueron no pude volver a tratar a nuestra madre de la misma forma. Sé que sabes tanto como yo que la infidelidad es castigada con la muerte, así que tener que guardar el secreto de Giorgio era algo que me carcomía.
—¿Fue por eso que tú...?
—Déjame continuar, no busco justificarme porque no tengo perdón y el peso de esa muerte lo cargaré hasta el final de mis días, pero quiero que sepas toda la historia detrás.
—De acuerdo, continua.
—Hubo otra ocasión donde Rier volvió solo al palacio, Sirthe no tardó en aparecer... y al igual que la primera vez, volví a escucharlos dentro del despacho —algunas lágrimas escaparon de sus ojos tras recordarlo—. Pero esa vez no estaba solo... Giorgio...
—Te obligó a hacerlo.
Zefer asintió. Jaft cerró los ojos con fuerza y vio como su hermano daba la vuelta para darle la espalda, Zefer odiaba que el resto lo viera llorar porque lo hacía ver vulnerable, pero aunque tratara de ocultarlo, el olor salado de sus lágrimas terminaba delatándolo.
No sabía como sentirse al respecto. Por un lado, ahora sabía porque Zefer hizo lo que hizo, pero por el otro había confirmado sus sospechas, Lyra no iba al pueblo humano solo para ver a los niños, iba con el único fin de ver a su amante. Había engañado a Giorgio bajo su mismo techo, y de alguna manera, le había brindado a Zefer la posibilidad de acabar con todo eso sin que ella pasara por la humillación pública.
¿Giorgio había sido justo?, No. Definitivamente no. Pero Lyra tampoco había sido una blanca paloma. Cometió errores, muchos, y cada tropezón que dio la acercó prematuramente a su muerte.
***
Por fin había llegado el día decisivo.
A la mañana siguiente recorrieron el pueblo fingiendo que buscaban pistas, Jaft, habiendo anticipado esto, le dio dinero a los guardias para que convencieran a personas que vivieran solas para que les proporcionaran falsa información y los fueran guiando a su destino final. Tras preguntarle al último individuo que habían pagado, este les indicó que había un pequeño pueblo a pocos metros de la mina de vidaleons, y que allá encontrarían a la gemela.
El pueblo era ideal para llevar acabo sus planes. La gente había comenzado a inmigrar de allí hace varios años atrás producto de los trabajos que se hacían en las minas, es por eso que la población era muy pequeña, constaba únicamente de unas cincuenta personas en su totalidad.
—No puedo creer que por fin hemos llegado.
—Falta poco —Jaft tomó una de las cantimploras de agua y dio el último sorbo, luego, extendió otra que estaba más lleva en dirección a Zefer—. Ten, necesitas beber agua.
—No creo que pueda tomar nada en estos momentos, tengo un nudo en el estómago.
—Zefer, si no tomas agua te has a deshidratar —respondió mientras volvía a extender el objeto en su dirección—. ¿Qué pasará si la gemela trata de escapar? Necesitamos la energía necesaria para poder perseguirla si hace falta.
—Tienes razón ¿Qué haría sin ti?
—Estarías muerto posiblemente —dijo él mientras observaba como su medio hermano tomaba del líquido que había en su interior.
—Sabe raro.
—No esperarás que sea bien, ayer hiciste enojar a Vladi, seguro le ordenó a los sirvientes que nos de agua de lluvia. Venga, deja de ser quisquilloso y sigue tomando.
Jaft metió la mano dentro de su saco y tomó una manzana, la partió a la mitad, y luego de dársela a Zefer siguieron caminando. Los guardias, que ni siquiera conversaban entre ellos los observaban desde atrás en completo silencio. Estaban actuando raros desde hace varias horas y esto provocaba que una pequeña alarma se disparara en su cabeza.
—El informante debe vivir más lejos del resto, aparentemente tiene una enfermedad un poco extraña y nadie lo quiere cerca.
—¿No corremos riesgo de contagiarnos de algo?
—Lo dudo, pero de igual forma mantendremos nuestra distancia.
—Tan solo espero que tenga información confiable.
—Despreocúpate, si no fuera alguien de fiar no habría venido hasta ese pueblillo en medio de la nada.
—Acabas de darme escalofríos —le dijo Zefer.
—¿Por qué?
—Acabas de sonar exactamente igual a Giorgio.
Tras decir esto Zefer siguió avanzando. Jaft no supo que decir al respecto, tan solo se quedó estático observando al suelo —¿En verdad había sonado como Giorgio? —. Quería pensar que eran ideas de Zefer, pero siendo consciente de lo que estaba apunto de hacer debía comenzar a asumir que, en verdad se había vuelto como él.
—Amo Jaft —uno de los guardias se posicionó a su lado y lo sacó de sus pensamientos—. Esa es la casa del híbrido.
—¿Hablaron con él? —susurró lo suficientemente bajo para que Zefer no alcanzara a oírlos.
—Sí, todo está según lo planeado.
—Perfecto.
Jaft apresuró el paso y alcanzó a Zefer, al llegar ambos se detuvieron frente a la humilde choza que tenía el techo elaborado de paja y los tablones rotos. El pelinegro, impaciente como estaba, estiró los dedos para tocar la superficie de la puerta pero sus dedos temblaban. Jaft colocó una mano sobre su hombro, esto le brindó el soporte que necesitaba y finalmente golpeó la superficie con sus nudillos.
Las bisagras de la choza se abrieron y un híbrido extremadamente delgado observó desde la rendija, al darse cuenta de quienes eran sus visitantes abrió la puerta y tomó una gran bocanada de aire mientras hacía una reverencia. Comenzó a toser, y tanto Zefer como Jaft dieron disimuladamente un paso atrás para evitar contagiarse de lo que sea que él tuviera.
—¿Se encuentra bien? —preguntó Zefer al ver que el tipo se ponía de una tonalidad rojiza producto de la toz.
—Lo estoy... mis señores —respondió con voz grave—. Es solo que las lluvias se filtran en mi choza y agravan esta maldita tos, no tienen que preocuparse.
—Me alegro que te encuentres bien —le respondió Jaft con desinterés—. Si la información que me brindaste es cierta, con la recompensa que te daré podrás construirte un mejor lugar para vivir. Dile lo que sabes —Jaft señaló a Zefer con la cabeza y el híbrido asintió.
—Hace algunos meses llego aquí una híbrida. No hubiera sido nada extraño porque muchos de nosotros venimos a este pueblo en medio de la nada porque perdimos el trabajo o nuestros amos prescindieron de nuestra presencia, pero el cabello de esa muchacha era muy inusual.
A eso se le sumaba el hecho de que no tenía nada. Ni equipaje, ni si quiera una maleta, solo traía puesta su ropa, un vestido que indicaba que trabajó en alguna familia de dinero, nunca imaginé que había estado en el palacio Wolfgang.
Como era una forastera nadie quiso recibirla, yo le di un espacio en mi choza y le proporcioné la poca comida que tengo, pero en cuanto las vylas vinieron trayendo consigo el anuncio de su recompensa algunos pobladores vinieron a buscarla.
Traté de impedir que se la llevaran, pero ella escapó. Varios la siguieron buscando por la zona, y lo último que escuché fue que la habían visto esconderse cerca de la rivera del rio. Si quieren la opinión de este humilde aldeano, tiene bastante sentido. Gracias a las lluvias por esta época el cause del rio ha aumentado considerablemente y los peces han comenzado a emigrar rio abajo para poder reproducirse.
—¿Recién se enteraron que la estamos buscando? —cuestionó Zefer con sorpresa en su voz.
—Sí —respondió el sujeto mientras agachaba la cabeza—. Vivimos en un pueblo alejado de todo, estamos prácticamente recluidos, sé que el anuncio lo dieron muchos meses atrás, todos vimos la fecha, pero la vyla recién trajo la información hace dos días.
—¿Puedes mostrarnos la dirección hacia la rivera?
—Seguro, si siguen este camino —dijo mientras señalaba un sendero apenas visible—. Comenzarán a escuchar el agua fluir, no está muy lejos de aquí, pero la vegetación si es abundante así que tienen que ir con un poco de cuidado.
—Sería cuestión de ir a investigar —respondió Jaft mientras tomaba un pequeño monedero lleno de vidaleons—. Ten, dejaré la mitad de la recompensa —al extender el pago en su dirección los ojos del sujeto brillaron—. Si logramos verificar que tu información es verdadera, entonces volveremos para darte la mitad restante.
—Gracias, mis señores —respondió él con alegría—. Acaban de mejorar mi vida, verán que no miento, estoy seguro que la encontrarán.
Luego de que terminaron de conversar el híbrido cerro la puerta. Solo en ese momento ambos se permitieron respirar con tranquilidad, el sujeto lucía muy enfermo, y cada que hablaba evitaban ponerse directamente en el rango directo de su respiración para evitar ser contagiados.
Ambos regresaron hasta donde estaban los guardias. Jaft observaba cada tanto de soslayo esperando ver que Zefer comenzara a tener sueño o se mostrara aturdido, pero no pasaba absolutamente nada y ya había comenzado a preocuparse. No le quedaba de otra que alejarlo lo suficiente, cansarlo y hacerle tomar hasta la última gota del brebaje.
—Zefer, opino que deberíamos ir solo nosotros a buscarla, ellos pueden ser demasiado bruscos —él asintió dándole la razón.
—Estuve pensando lo mismo ¿Cómo los perdemos de vista?
—Déjamelo a mí. Ve adelantándote y espérame en aquella entrada.
—De acuerdo.
En cuanto Zefer se fue al lugar indicado Jaft se acercó directamente a los guardias, los cuales dejaron de conversar cuando lo tuvieron al frente.
Ya era hora. Finalmente era momento de consumar su plan.
—Empleen el mismo procedimiento que en la anterior aldea, no quiero testigos, desháganse del cuerpo.
—Sí, amo Jaft.
—¿Qué haremos con Zefer? —preguntó uno de los sujetos.
—Yo acabaré con él, tan solo denme algunos minutos.
—¿Está seguro que no desea que lo acompañemos?
—No será necesario. Cuando termine lo que tengo que hacer vendré a buscarlos.
—De acuerdo, mi señor —respondió el líder de estos—. Buena suerte.
Y tras decir esto mientras sonreían se fueron en dirección a la cabaña. Jaft por su parte comenzó a dirigirse hacia donde se encontraba Zefer, y cuando estuvo frente a él vio como algunas gotas de sudor comenzaban a bajar por su frente.
—¿Te sientes bien? —le preguntó.
—Son los nervios, siento que el corazón me palpita muy rápido.
—Ten, toma algo de agua.
Zefer volvió a tomar la cantimplora y dio y largo sorbo a su contenido, Jaft sonrió para sus adentros, ya ni siquiera sería necesario que buscara una excusa para darle más del brebaje, él le había facilitado todo el trabajo.
Ambos se adentraron al bosque, y con cada paso que daban, la imaginación de Jaft comenzaba a volar. Anhelaba llegar al palacio y besar a su amada esposa mientras le decía que todo había marchado de acuerdo al plan. Incluso su mente había comenzado a imaginar el discurso que brindaría cuando la ceremonia de paso de cargo tuviera lugar.
—Escucho el rio a lo lejos.
—Estamos cerca.
—Jaft, ¿qué les dijiste a los guardias?
—Les dije que se hicieran cargo del aldeano. Era lamentable su estado, así que les ordené que lo llevaran al médico de la aldea para que pudiera tratarse de inmediato.
A Zefer aquella respuesta le bastó para continuar caminando, y mientras más se adentraban a la espesa vegetación, el cause del rio era cada vez más y más fuerte. Jaft aceleró el paso, Zefer estaba prácticamente corriendo y debía de alcanzarlo.
Al llegar ambos vieron en todas direcciones, caminaron un poco más por los bordes y a lo lejos pudieron ver unos leños quemados, aparentemente alguien había hecho una fogata hace días, pero no había rastro alguno de la gemela.
—¿Logras oler a alguien cerca? —le preguntó a su hermano mientras alzaba ligeramente el rostro al aire.
—No, pero teniendo el rio tan cerca no puedo distinguir bien los aromas. Tranquilo, peinemos la zona, estoy seguro de que encontraremos otra pista.
—¿Qué pasará si se escapó?
—Tranquilo hermano, se positivo, ya verás que todo acabará pronto.
Siguieron caminando, Zefer se veía cada vez más y más descompuesto. El somnífero por fin había comenzado a hacer efecto, aunque él era demasiado tonto como para darse cuenta de que estaba pasando algo muy malo.
—Espera, puedo percibir algo —dijo Zefer luego de un largo rato dando tropezones con las piedras de la rivera—. Huele a podrido...
—¿Podrido? —luego de olfatear Jaft arrugó la nariz por culpa del olor—. Ven, es por acá.
Al llegar a la zona vieron el cuerpo de una mujer colgada del cuello de un árbol. No se podía ver su rostro, este se encontraba tapado por un saco de color negro. Traía las manos y los pies atados hacia atrás, la piel amoratada presentaba moretones y cortes profundos desde donde asomaban algunos bichos, y cuando vieron al suelo, se dieron cuenta de que había algunos gusanos que la habían estado comiendo y se habían caído de su cuerpo.
Los dos hermanos se vieron forzados a taparse la nariz. Zefer sintió deseos de llorar. Internamente rogaba que no fuera ella, pero era poco probable que se tratara del cuerpo de otra mujer.
Caminó hasta el extremo del árbol que la mantenía colgada y con sus garras cortó el nudo, la soga comenzó a ceder pero él la sujetó justo a tiempo para poder bajarla con delicadeza hacia el suelo. Se acercó sintiendo que sus manos temblaban, y cuando finalmente retiró la tela que cubría su rostro sintió como su última esperanza se escurría de sus manos.
—Vaya, es una lástima —dijo Jaft desde sus espaldas—. Parece que llegamos demasiado tarde.
Zefer cerró los ojos sin vida de la gemela y volvió a colocar la tela encima de ella. Se puso de pie, pero al momento de hacerlo comenzó a moverse erráticamente, sentía como el suelo se movía bajo sus pies y la vista había comenzado a fallarle. Cayó de rodillas al suelo, y ni bien alzó el rostro para pedirle ayuda a su hermano el mundo se le vino abajo, Jaft estaba sonriendo.
Tal y como dijo Celine, todo había sido una trampa.
—Ya me estaba poniendo nervioso —escuchó que le dijo.
—¿Por qué? —fue lo único que Zefer atinó a preguntar mientras Jaft se acercaba lentamente hacia él.
—Porque te volviste un obstáculo, Zefer —respondió cortante mientras lo rodeaba como si fuera un buitre—. Tan solo estoy asegurando mi puesto. Sé que eres consciente tanto como yo que el heredero es el primogénito, pero... ¿Cómo podría un bastardo reclamar un cargo en una nación que no es de él?
—¿Lo sabías? —su labio comenzó a temblar luego de escuchar a Jaft.
—¿El que por nosotros no corre la misma sangre? O bueno, ¿solo la mitad? Desde luego. Aunque debo darte crédito a ti y a Argon, de no ser por ustedes nunca lo hubiera sabido.
—Eras mi hermano Jaft, siempre lo fuiste —replicó mientras trataba de apelar a esa persona cariñosa con la que se crio—. ¿Tu consciencia estará tranquila si me matas?
—Una muerte más en mi lista no será mucho problema.
—¿A que te refieres?
—Te lo dije, ¿no? El viaje consistía en encontrar al asesino de tu hija —tras escucharlo el rostro de Zefer se descolocó aún más—. Felicidades, lo encontraste.
Tras la confesión Zefer entre abrió los labios. Trató de ponerse de pie para golpearlo, pero inmediatamente volvió a caer al suelo. Jaft comenzó a reir frenéticamente, estaba disfrutando del patético espectáculo que Zefer estaba proporcionándole.
—Era una bebé inocente, mal nacido —gritó mientras las lágrimas escurrían por su rostro— ¿¡Por qué lo hiciste, maldita sea!?
—Porque si ella nacía, automáticamente quedaba tachado de la línea sucesora.
Jaft se acercó, lo tomó del pelo y tiró de este hacia atrás, Zefer trató de alcanzarlo, pero en ese momento no podía ni alzar bien los brazos.
—Larga vida a los Wolfgang —dijo Jaft mientras pateaba a Zefer en el estómago.
La fuerza que había usado en aquella única patada provocó que Zefer saliera disparado varios metros al frente, su cuerpo terminó impactando en uno de los árboles mientras le daba la espalda a Jaft, sus manos habían quedado a la altura de su rostro y el frasco que Celine le había dado quedó expuesto listo para que pudiera usarlo.
La adrenalina le permitió tomarlo, rompió la boquilla e introdujo rápidamente el contenido dentro de su boca sin que Jaft se diera cuenta. Escuchaba como Jaft se acercaba poco a poco, escondió el frasco vacío entre sus dedos y rogó porque el efecto fuera rápido para que pudiera defenderse.
—Quien lo diría, Zefer Wolfgang, el hijo predilecto de Lyra, el auténtico heredero de My—Trent —a medida que hablaba Jaft lo tomó del cabello y lo tiró con fuerza hacia atrás, Zefer cayó justo al lado del cadáver de la gemela—. ¿Qué se siente Zefer? —preguntó mientras le asestaba otra patada—. ¿Qué se siente saber que tu propio hermano mató a tu bastarda hija? Deberías agradecerme —acotó—. Evité que esa asquerosa híbrida llegara a este mundo donde no tendría absolutamente nada.
Zefer sentía la sangre hervir dentro de su cuerpo, los pequeños cortes que el frasco roto le había hecho habían comenzado a filtrar el somnífero que todavía se encontraba en su sangre y ya podía tener un poco más de movilidad. Jaft volvió a acercarse y en cuanto estuvo a una altura prudente Zefer asestó un puñetazo en su rostro tan fuerte, que los pedazos del cristal se terminaron introduciendo dentro de la mejilla derecha de él. Jaft retrocedió varios pasos atrás mientras gritaba, a tropezones Zefer comenzó a ponerse de pie y poco a poco sentía como la estabilidad llegaba a su cuerpo.
Jaft, enfurecido corrió hasta donde estaba él y le tiró un zarpazo en la cara, Zefer movió el rostro pero no fue lo suficientemente rápido y aquellas filosas garras terminaron impactando en su ojo derecho dejándolo sin visión. El dolor era incomparable, pero la furia que sentía dentro de sí pudo más. Sujetó su rostro por las palpitaciones que sentía y su pecho comenzó a subir y a bajar producto de su respiración agitada.
—Mataste a alguien que no pudo defenderse —le dijo mientras lo observaba directamente—. Eres un maldito, mereces que te haga morir de una forma lenta y dolorosa.
—¡Tan solo muere de una vez! —gritó el rubio mientras comenzaba a acercarse— ¡Facilítame las cosas! ¡Desaparece de este mundo!
—Te diré algo, Jaft —exclamó a medida que se terminaba de erguir—. Si no me matas en el siguiente golpe será tu final.
Jaft se acercó corriendo y Zefer comenzó a esquivar los golpes que él le propiciaba, pero cuando llegó el momento de que él pudiera contra atacar a Jaft no le quedó más opción que resguardarse con la naturaleza para tener algún chance de poder ganarle. Comenzó a correr a toda prisa, Zefer comenzó a seguirlo aunque por momentos daba tropezones, aún se sentía mareado. Al llegar a la rivera Jaft observó el rio, tenía dos alternativas, saltar y morir por culpa de la cascada, o dejar que Zefer hiciera justicia con sus propias manos.
En cuanto lo vio abalanzarse sobre su cuerpo tomó unas piedras del suelo y los golpeó con estas, siguió adelante mientras esquivaba los árboles y Zefer lo terminó acorralando en una zona un poco más despejada. Jaft retrocedió y su cuerpo terminó golpeando un árbol, Zefer se inclinó al frente y tiró un zarpazo, Jaft no logró esquivarlo.
El rubio cayó a un lado y vio como la sangre comenzaba a salir, tocó su cuello, y se dio cuenta de que el corte había caído en su yugular. Zefer, al ver el rostro de su hermano dio unos pasos atrás, vio la corteza del árbol, vio las manchas de sangre en el suelo, y vio como la ropa de Jaft comenzaba a teñirse cada vez más y más de color rojo.
Jaft se puso de pie como pudo y comenzó a huir, Zefer, creyendo que iría por los guardias también se levantó y dando tropezones regresó a la rivera del rio.
Jaft volteaba cada tanto para asegurarse de que Zefer no lo estaba siguiendo. Ya había comenzado a ver borroso, y al llegar a un pequeño claro con el que se toparon al inicio cuando vinieron de la aldea, cayó. Se arrastró por el suelo y la sangre machó el césped crecido. Al ser consciente de que no lo lograría se dio la vuelta y observó al cielo, este se encontraba despejado por primera vez en varios días.
Escuchó las ramas moverse a lo lejos y vio una silueta asomarse, pensó que se trataban de los guardias, pero cuando la figura se hizo más visible se dio cuenta de que era una mujer a la que solo se le veía el largo cabello rubio porque traía una capa que le ocultaba el rostro
Ella rebuscó unas cosas dentro de una pequeña bolsa que tenía y sacó algunas telas, hizo presión en la zona, pero Jaft negó con la cabeza. Era demasiado tarde, aunque tratara de ayudarlo, su vida pronto llegaría a su final. La muchacha acarició su rostro y retiró unos pedazos de vidrio que seguían incrustados, tomó su cabeza, y a modo de brindarle consuelo en sus últimos minutos acarició sus hebras rubias como si fuera un niño pequeño.
Jaft la observó directamente, ella se retiró la capa y quedó impactado. Era Lyra, era su madre.
—¿Viniste a buscarme? —preguntó, ella lo observó con los labios entre abiertos—. No... pensé que tu serías lo último que vería antes de partir.
Ella no respondió, tan solo se limitó a sonreírle mientras continuaba acariciando su cabeza, Jaft cerró los ojos para dejarse llevar por las caricias de su madre, aquellas caricias que tanto extraño luego de su muerte.
—¿Por qué nunca me dijiste la verdad? —preguntó mientras las lágrimas escurrían por sus ojos— ¿Acaso no me amaste?
Lyra lo observó en silencio sin saber que decir al respecto, ella negó con la cabeza, y lo único que exclamó fue: Te amé con todo mi corazón. Jaft luego de escucharla comenzó a llorar con más fuerza, sujetó uno de sus delicados dedos y volvió a cerrar los ojos.
—¿Podré estar a tu lado cuando muera?
—Siempre estarás junto a mí —respondió, aunque no sabía con quien la estaba confundiendo.
—Tengo miedo —confesó—. No quiero morir así. Quiero ver a mi esposa, le prometí que le daría una familia, aún no me puedo ir
—Shh —le dijo ella con voz calmada mientras apretaba su mano—. Es momento de descansar.
Jaft la observó en silencio. Tenía mucho sueño. Sus ojos poco a poco comenzaron a apagarse y todo se fue fundiendo de color negro, el sonido del ambiente se fue volviendo cada vez más y más lejáno.
—Ayú...dalo.
—¿Ayudar, a quien?
—M... i herm... a...no —dijo mientras apuntaba hacia el frente.
La mano de Jaft cayó tendida al suelo, sus ojos acuosos y carentes de vida quedaron entreabierto al igual que sus labios, decidió cerrarlo para que pudiera descansar en paz. Comenzó a llorar, no entendía bien que es lo que había pasado, pero al ver a aquel joven tan desahuciado y con un arrepentimiento tremendo, terminó por quebrarla.
Pero tuvo poco tiempo para poder hacer algo más por él, detectó el olor de otras personas y tuvo que salir del lugar. Observó hacia la zona donde el muchacho había señalado y se debatió si ir o no ya que eso la alejaba de su camino, pero no podía simplemente fingir que no había escuchado nada por la memoria de aquel joven.
Se untó más esencia desvanecedora de olores y corrió en dirección al rio mientras seguía el rastro de sangre, y a lo lejos, a medio camino pudo ver a otro muchacho tendido en el suelo, se acercó y tomó sus signos vitales. Aún respiraba y tenía pulso, leve, pero lo tenía.
—Debe estar por aquí —escuchó que alguien dijo.
Ella tuvo que esconderse detrás de unos matorrales y aguardar, no podía simplemente cargar con un cuerpo, el chico era mucho más grande y pesado que ella, no lograría escapar a tiempo de aquellas personas.
Cuando los sujetos terminaron de atravesar los árboles se percató de que se trataba de guardias de la familia Wolfgang, el símbolo de lobos que traían en el pecho fue de las primeras cosas que Shikwa le dijo que debía cuidarse.
Uno de ellos traía en el hombro el cuerpo del muchacho rubio, y luego de dejarlo tirado a un lado los tres comenzaron a debatir como debían llevarlos a My—Trent sin que nadie los viera en el camino.
Aprovechando la distracción ella salió corriendo al cuerpo del pelinegro, los guardias a penas y pudieron reaccionar porque ella, tirando a Zefer de la ropa, se tiró al cause y este terminó arrastrando a ambos por la cascada.
—¡Mierda! —gritó su líder mientras golpeaba con fuerza un árbol.
—¿Por qué te preocupas? Esa cascada es demasiado alta, en las condiciones en las que esta Zefer no sobrevivirá a esa caída.
—Te recuerdo que el plan era llevar ambos cadáveres a My—Trent.
—¿Pero esto no favorece la coartada de la emboscada?
—Él tiene razón.
—Al amo no le gustará esto —replicó él con severidad—. La orden fue clara, debíamos llevar a ambos cadáveres allá.
—Que más da, podemos decir que Jaft lo terminó empujando al rio.
—Es verdad —dijo el segundo—. Tranquilízate, el amo nunca lo sabrá.
Y diciendo esto, ambos le dieron la espalda, uno de ellos tomó el cadáver de Jaft, se lo puso al hombro, y comenzaron a avanzar en dirección a la aldea, pero ni bien pusieron un pie dentro del bosque el soldado que iba atrás sacó un arma y la apuntó en su dirección.
—Nadie cuestiona las órdenes del amo Giorgio Wolfgang.
Dijo, y asestó dos disparos contra sus subordinados quienes terminaron cayendo con los sesos esparcidos al suelo.
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