CAPÍTULO VI: La luz de la esperanza.
CLEMATIS
Gracias a Pantrei el viaje se volvió menos pesado. Cael y yo comíamos mucho mejor y descansábamos lo suficiente, pero bajar la guardia era algo que no podíamos permitirnos. Giorgio tenía ojos y oídos en todos lados, así que nunca podíamos quedarnos demasiado tiempo en algún lado, las noticias volaban y el más mínimo error podía costarnos la vida.
Faltaba un día para llegar a nuestro destino, y si bien los híbridos que tiraban del carruaje podían ver a la perfección en la oscuridad, el manto nocturno nos volvía a Cael y a mi un blanco fácil.
—Señorita Clematis.
Al observar a través de la pequeña ventanilla pude ver que el cochero nos estaba observando, le sonreí, y el amable señor me devolvió el gesto.
—El sol está por ponerse en el horizonte, pasaremos cerca de Treyment ¿Desea que paremos para poder buscar una posada?
—Sí, pero necesitamos alojarnos a las afueras.
—De acuerdo, entonces la llevaré hasta un lugar seguro.
Para cuando el manto de la noche cubrió la ciudad por completo pudimos visualizar un pequeño pueblo en la parte baja de las colinas. No había demasiadas casas, únicamente se podían contar unas quince en total gracias a las pequeñas luces de las lámparas que se filtraban al exterior.
En cuanto llegamos tuvimos la suerte de toparnos con un hombre que regresaba de los campos de cultivoñ, así que él nos facilitó la ubicación de la única posada existente allí.
—¿No preferirían ir a la ciudad? —escuché que preguntó el sujeto—. La posada es pequeña y muy... hogareña, sin buscar ofender a la distinguida dama Wolfgang que se encuentra en el carruaje, pero no sé si esta pueda cumplir con sus estándares.
—La ama Wolfgang se encontrará bien, fue ella quien dio la orden de quedarnos en este pueblo.
—Entiendo, espero disfruten su estadía y que Kyros ilumine su camino.
El cochero se despidió de forma amigable y continuó con su recorrido, al llegar a la posada que nos habían indicado, una Hanoun algo mayor salió a recibirnos a la entrada; desde donde me encontraba podía darme cuenta que sus manos temblaban ligeramente mientras sujetaba el mandil remallado que traía en la cintura.
Descendí del carruaje y ayudé a Cael a bajar. En cuanto estuvimos a la altura del suelo observé el lugar y se veía bastante bien, no poseía lujos, pero te brindaba una sensación de calidez indescriptible.
—Buenas noches, mi señora, bienvenida a mi humilde posada —dijo ella avergonzada.
—No tienes porque avergonzarte de tu hogar —le respondí, y ella me observó con sorpresa—. Tienes un hermoso espacio, incluso me atrevería a decir que está a la altura de la posada más cara dentro de la misma ciudad de los Hanouns.
—Agradezco sus palabras, mi señora, pero no siento ser merecedora de tales halagos de su parte, soy una simple mujer que mantiene este lugar lo mejor que pude.
—Enorgullécete de lo que tienes aquí —le dije mientras esbozaba una sonrisa—. Vivimos en una sociedad donde a nosotras se nos ha enseñado a agachar la cabeza ante el resto, y que me digas que tu mantienes este lugar por tu cuenta es en verdad envidiable, posees una enorme fortaleza.
—Gr... gracias —me respondió, y pude ver como sus ojos se cristalizaron.
Ella me brindó una sonrisa que nunca había visto, era como si la parte sombría de su mirada se hubiera disipado por completo, y aquello solo me hizo pensar cuando fue la última vez que alguien le brindó algún tipo de palabra de aliento
Aquella noche sentí algo que no sentía hace mucho. El calor familiar, en cierta forma las actitudes que poseía aquella cándida mujer me recordaban mucho a mi mamá, y eso generaba que mi corazón se estrujara levemente en mi interior.
Luego de que cenamos y nos dimos un baño, Cael y yo fuimos a una de las habitaciones y caímos profundamente dormidos hasta la maña siguiente que tocaron la puerta para avisarnos que debíamos partir.
Cuando salí de la posada pude ver a la perfección el pequeño pueblo, el panorama era preocupante y esto era algo que constantemente había podido ver en cada nación perteneciente a los Wolfgang que había visitado, a excepción de My—Trent, la enorme brecha social entre las clases era evidente, la precariedad de las viviendas denotaba lo olvidados que habían sido por parte de sus regentes, pero a medida que observaba a los aldeanos pude darme cuenta de una cosa, es habían arrebatado muchas cosas a lo lago de su vida, pero la sonrisa era algo que no se les había podido robar.
Nos despedimos de la amable mujer y continuamos con nuestro camino, estábamos cerca de nuestro destino y los nervios que sentía generaban que mi ansiedad aumentara mucho más.
Las horas pasaron y el paisaje volvió a cambiar, había zonas donde la vegetación abundaba, y había otras donde los tonos verdes y vivos volvían a estar presentes.
Reconocí el terreno de inmediato, así a partir de ese punto comencé a guiar al cochero ya que era la única que sabía como acercarse lo suficiente a Demarrer.
Aunque trataran de disimularlo lo mejor que podían, tanto el cochero como los híbridos tenían miedo, el terreno les era completamente atípico, jamás habían visto aquellas construcciones de metal cayéndose a pedazos. Los entendía a la percepción, era muy difícil imaginar que esto eran los vestigios de lo que alguna vez había sido el planeta tierra.
—A partir de este punto podemos seguir por nuestra cuenta.
Todos voltearon a observarme, prácticamente estábamos situados en medio de la nada, y si bien ellos me habían brindado la tranquilidad que necesitaba en este viaje, no podía exponer el secreto de los habitantes de Demarrer, y tampoco podía exponerlos a ellos a algún ataque que viniera de su parte.
—¿Está segura, señorita Clematis?
—Sí —le dije mientras sonreía—. Agradezco mucho el enorme esfuerzo que han realizado, hubiera tardado el doble de tiempo si no hubiera sido por su ayuda.
—No tiene porque agradecernos, si el amo Pantrei la tiene en estima es porque usted es una buena persona.
—No está demás dar las gracias —le respondí, y él rio.
—Por favor tenga cuidado, para nosotros no representaría ningún problema llevarla hasta su destino, pero imagino que tiene sus motivos por los que debe continuar sola a partir de este punto.
—Los tengo, y es por eso que agradezco que me entiendan.
—Cuídese mucho, señorita —exclamó uno de los híbridos—, fue un placer traerla hasta aquí —tras decir esto sus compañeros sonrieron dándole la razón.
—Vuelvan con cuidado, por favor.
—De lo mejor de usted —dijo el cochero y yo asentí.
—Lo haré, prometo dar lo mejor de mí para que todo salga bien.
—Sabemos que lo hará —me respondió—. Por favor, sálvenos.
Al escucharlo mi corazón volvió a comprimirse y mi nerviosismo aumentó aún más. Ellos, al igual que muchas personas pertenecientes a la rama Hanton, tenían alguien que proteger, y la simple idea de que perdieran aquella efímera libertad que tenían simplemente los aterraba.
No deseaba que todo esto siguiera por más tiempo, debía coger los eslabones de aquella cadena de esclavitud y romperla de una vez por todas.
Bajo una promesa de liberación Cael y yo nos despedimos de ellos y continuamos con nuestro camino, el coche se fue alejando poco a poco en el horizonte y finalmente se perdió en cuanto bajó la colina más alta.
Cael tomó mi mano y me sonrío, ambos comenzamos a caminar hacía Demarrer.
Conforme nos fuimos adentrando en la ciudad destruida la vegetación comenzó a llegarnos hasta nuestra cintura, hubo un momento inclusive donde Cael era tapado completamente por el césped así que tuve que sujetarlo entre mis brazos para que siguiéramos adelante.
Los edificios crujían cada vez que pasábamos y algunos pedazos de aquellas edificaciones antiguas caían al suelo provocando el retumbar en medio de todo aquel desolado lugar.
—¿Mami, estás nerviosa? —me preguntó Cael mientras me observaba.
—Sí, un poco...
—Tranquila, no sé qué vinimos a hacer aquí, pero sé que ellos te escucharán. Tú siempre logras que las personas te escuchen.
—Gracias, cielo. Apreció mucho que me digas eso.
—Es la verdad —él me sonrió dejando a la vista el pequeño orificio producto de un diente que se le había caído hace algunos días.
Para cuando la vegetación ya no era tan espesa volví a depositar a Cael en el suelo, él volvió a sujetarme de la mano con fuerza y continuamos caminando durante varios minutos. Finalmente a lo lejos pude visualizar el enorme domo donde se encontraba escondida la ciudad, me detuve brevemente a inhalar una gran cantidad de aire, y con el corazón palpitando dentro de mi pecho comencé a avanzar hacia el frente.
Abrimos las enormes y pesadas puertas, el rechinar de las bisagras inundó el espacio por completo, y Cael se colocó detrás de mi porque sintió miedo. Al llegar al centro observó maravillado aquel lugar, tal y como yo lo hice la primera vez, pero inmediatamente recobró la compostura y volvió a estar atento a lo que nos rodeaba.
—¿Aquí está el lugar, mami?
—Sí, solo debemos encontrar una compuerta.
—¿Compuerta, donde, en el suelo?
—Correcto, mi cielo.
Luego de algunos minutos logramos encontrar el punto exacto donde estaba la compuerta de metal, acerqué mis dedos a la superficie, y podía jurar que estos temblaban, Cael colocó su pequeña mano sobre mi hombro y asintió.
Toqué tres veces tal y como lo había echo Andre la primera vez, y luego de algunos segundos alguien del otro lado golpeó dos veces la superficie.
—Por nuestra supervivencia, haremos lo que haga falta, por volver al poder seguiremos en pie de lucha.
Tras decir esto la puerta sonó desde el otro lado y esta lentamente comenzó a abrirse para darnos paso, la luz del interior nos cegó momentáneamente, pero luego de que nuestros ojos se adaptaron al brillo Cael y yo comenzamos a bajar por las largas escaleras del interior.
Al no haberme reconocido por la nueva apariencia que tenía, los lugareños apuntaron sus armas contra mí, Cael pegó un respingo y aunque temblaba como una hoja que es mecida en el viento, se colocó delante de mí para brindarme protección.
—¿Eres Hanoun, híbrido, o humano? —dijo uno de los sujetos que se acercó sigilosamente sin dejar de apuntarme.
—Somos humanos —le respondí con tranquilidad mientras descubría mi rostro y me retiraba los guantes que traía puestos—. Vine a ver a Trya y a William.
—¿Quién eres? —preguntó otro que estaba un poco más atrás.
—Clematis Garyen, la hermana de William, la primera vez que vine Andre me trajo, y luego de eso me marché de la ciudad junto a Zefer Wolfgang.
Luego de escuchar mi nombre, las tres personas se tiraron al suelo mientras inclinaban la cabeza, Cael me observó como si estuviera buscando respuestas, pero ni siquiera yo misma entendía que era lo que estaba pasando en ese momento.
—Perdone nuestra imprudencia, su eminencia —respondió el que me había preguntado que era—. No la reconocimos por cómo estaba vestida.
—No soy una eminencia... —le respondí mientras los obligaba a levantarse—, no tienen que agachar la cabeza por mí, no soy alguien importante.
—Se equivoca —replicó otro sintiéndose indignado por lo que acababa de decir—. Usted es quien volvió de la muerte, es la reencarnación de Shatkvi, la persona que nos fue prometida, nuestra libertadora.
No se me permitió responder, el tercero de ellos corrió hacia un enorme corno que se encontraba a un extremo y lo sopló con fuerza, esto provocó que el sonido retumbara por todo el lugar, inmediatamente, las campanas del templo central comenzaron a sonar.
—Por aquí, por favor. La llevaremos al templo.
Cael y yo nos encontrábamos confundidos por el comportamiento que todos tenían, y aquello se reforzó en cuanto comenzamos a caminar.
Por donde pasábamos las personas asomaban el rostro por las ventanas y juntaban las manos en señal de rezo, mientras que las otras personas que pasaban por nuestro lado comenzaron a estirar sus manos en nuestra dirección.
La gente se fue sumando a nuestra caminata, y de ser cinco personas en un inicio, terminamos siendo una procesión. Los dueños de algunos puestos encendieron ahumadores que terminaron envolviendo al ambiente de un aroma dulce, y otros comenzaron a tirar flores para cubrir el camino por donde debíamos pisar.
En cuanto llegamos al templo las puertas se abrieron, inmediatamente Anmari salió, se inclinó de forma rápida y nos hizo entrar dentro del recinto, los demás aldeanos pese a que buscaban la forma de colarse en el interior no pudieron, así que no les quedó otra opción más que quedarse rezando a las afueras.
Anmari dijo que nos sentemos en las bancas, iba a ir a buscar a Trya al dormitorio de la parte superior. En cuanto se fue Cael y yo prácticamente nos desparramamos en las bancas, solo en ese instante pudimos respirar con tranquilidad.
—¿Quién es Shatkvi, mami?
—Es una diosa en la que ellos creen...
—¿Y porque dicen que eres su reen... reencartacion?
—Reencarnación —lo corregí con dulzura—. Y no lo sé, mi cielo.
—¿Te moriste?
—Se podría decir que sí. La primera vez que estuve aquí hubo un accidente y perdí mi ojo izquierdo, me tuvieron que operar, y un donante me dio este ojo que vez acá —a medida que le hablaba él tocaba mi rostro—, nunca supe quien se sacrificó de esa forma por mí, pero gracias a esa persona puedo ver nuevamente.
Luego de escucharme Cael apretó los labios de forma lineal, depositó un beso sobre mi mejilla y acarició mi cabello con suavidad.
—¡Clematis!
Desde las largas escaleras pude escuchar la voz de Trya, ella me observó desde lo alto y mientras sujetaba la tela de la bata que traía comenzó a bajar apresuradamente la escalera. En cuanto llegó a donde estábamos me abrazó con fuerza y comenzó a acariciar mi espalda.
—¡Me alegra tanto que estés bien!
—¡A mi también me alegra ver que estás bien, Trya!
Luego de que nos separáramos Trya observó a Cael y lo saludó con cordialidad, él por su parte sujetó mi vestido y esbozó una pequeña sonrisa de nerviosismo.
—Ven, vamos a conversar con tranquilidad.
En el trayecto a las escaleras Cael comenzó a analizar cada detalle del templo, jamás había visto algo parecido así que todas estas cosas resultaban ser una experiencia completamente nueva.
Al llegar a la habitación donde vi por última vez a Phyalé me di con la sorpresa de que el lugar había sido cambiado por completo. Todas las ofrendas ya no estaban, y el enorme cuadro que ella tenía de si misma también había sido removido. Lo único que había dentro era una cama, un librero repleto de tomos viejos, y un escritorio que sobre la mesa traía muchos papeles con formas de aparatos muy raros.
—Vaya, se nota que el lugar ha cambiado.
—Todo esto fue gracias a William —dijo y me tomó por sorpresa—. Él comenzó a regalar las cosas que habían pertenecido a Phyale, en un inicio las demás sacerdotisas se enojaron, pero él tenía razón. No necesitábamos esas cosas materiales, nosotras vivimos para servir, pero aquella visión de entrega que teníamos se fue desvirtuando en cuanto ella tomó el control de todo.
Al escuchar el nombre de mi hermano no pude evitar tensarme, él último recuerdo que tenía de él era su confesión acerca de la masacre, y eso no era algo muy bonito de recordar.
—¿Cómo está? —pregunté con inquietud a lo que Trya sonrió maternalmente.
—Se encuentra... bien —respondió, pero aquella respuesta no fue tranquilizadora.
Cael, al ver que ambas estábamos conversando de cosas que no entendía, comenzó a caminar por el cuarto, la misma curiosidad que posee un niño lo hizo acercarse a los planos que reposaban en el escritorio y comenzó a leerlos como si verdaderamente los entendiera.
—Lo siento, cielo, no te pregunté tu nombre ¿Cómo te llamas? —le preguntó Trya al ver que Cael trataba de escribir algo en el papel.
—Me llamo Cael Garyen —respondió.
—¿Garyen?
—Es mi hijo.
—¿Tú... hijo?
—Es una larga historia —le respondí—, prometo que luego te lo explicaré mejor.
Trya, al ver que Cael quería escribir algo sobre esos papeles optó por darle una hoja para que pudiera dibujar o hacer lo que quisiera, Cael la observó mientras ladeaba la cabeza, pero en lugar de ponerse a hacer formas sin sentido, comenzó a copiar el dibujo que estaba sobre el papel, y en cuanto terminó, se quedó sentado observándolo de forma extraña.
Comencé a contarle a Trya como había sido mi vida en los últimos meses, por momentos el gesto de preocupación en su rostro saltaba a la vista, pero había otros momentos donde... simplemente me mostraba compasión con la mirada.
Luego de varios minutos de conversación la puerta se abrió de forma estrepitosa, Cael saltó en la silla donde estaba y prácticamente tiró el carboncillo que le habían dado, pero al darme cuenta de quien se encontraba en el umbral no pude evitar ponerme lentamente de pie.
William me observaba de forma atenta, traía tapado la mitad de su rostro con el cabello; su pecho subía y bajaba y algunas gotas de sudor iban desde su frente hasta terminar en el cuello de su camisa.
Trya se paró de inmediato y se acercó hacia él, lo sujetó disimuladamente del brazo y le susurró algo al oído, no logre escucharla, pero William la observó de una manera que nunca había visto y mientras le susurraba la respuesta, acarició su brazo de forma rara.
—Cael, ¿Quieres que te de algo de comer?
—No, tengo que cuidar a mi mami.
—Estaré bien cielo, él es mi hermano —los pequeños ojos de Cael se posaron sobre William, y luego de observarme se bajó de la silla.
Cael había entendido el mensaje. Asintió, y luego tomó sus papeles, el carboncillo que estaba al borde del escritorio, y se fue del cuarto mientras tomaba la mano de Trya.
—Estaré cerca por si me necesitas, mami —dijo, y una pequeña risa escapó de mis labios.
En cuanto ambos se fueron nos envolvió el silencio, la tensión que había en el aire era palpable, y resultaba difícil poder comenzar una conversación. Nunca antes nos había pasado esto, las conversaciones entre nosotros siempre habían sido fluidas, pero ahora todo se sentía diferente.
Alcé la cabeza y lo observé, William aún seguía con la mitad del cabello tapándole el rostro. Desvió la mirada al darse cuenta que observaba ese punto, y una pequeña chispa se encendió dentro de mi cuerpo, mis manos se acercaron en su dirección involuntariamente y sujetaron las puntas de su cabello, él se hizo ligeramente hacia atrás, pero finalmente se quedó quieto y esto me permitió observar el parche de color negro de su ojo izquierdol.
—¿Qué le pasó a tu ojo? —pregunté, aunque estaba segura de cual era la respuesta.
—Amaneció irritado —mintió—, por eso lo he cubierto.
—Déjame ver —le pedí, pero el sujetó mi mano y negó con la cabeza.
—No lo hagas, por favor...
—¿Por qué lo hiciste? —le pregunté con la voz entrecortada a medida que mi otra mano se dirigía al ojo donde tenía la cicatriz.
—Porque eres mi hermana y te amo, no podía dejar que por un error que yo mismo cometí... dejaras de ver el mundo completamente —respondió, y comencé a llorar.
Escondí mi rostro entre mis manos mientras las lágrimas salían una a una. Zefer me había dicho que una persona había muerto exactamente el mismo día del ataque se volvió mi donante, pero jamás imaginé que mi propio hermano había sido capaz de sacrificar uno de sus ojos por mí.
—Lamento que Zefer te mintiera —soltó sin más, como si leyera mi mente—. Yo le pedí que no te lo dijera, y por tu expresión, intuyo que el perro pulgoso cumplió su promesa.
William trató de sonar gracioso, pero simplemente no lo consiguió. Despegué levemente el rostro para poder observarlo, él estiró su mano con la intención de tocarme, pero se detuvo a mitad de camino y retrocedió. Mordió su labio inferior y agachó la cabeza, y algo que nunca antes había visto ocurrió, William comenzó a llorar...
—Lo siento tanto —murmuró con dificultad mientras su voz se entrecortaba—. Fui un completo imbécil. Dejé que el odio y resentimiento que sentía por esa gente tomara el control de mis acciones y eso terminó lastimando a la única persona que me importaba. Quise protegerte, pero al final fui el que más te lastimó.
—William... —susurré, pero el me cortó de golpe.
—Escúchame, necesito decirte esto... No sabes cuanto lo lamento, Clematis, confundí el amor y el cariño que tu me brindaste porque... fuiste la única persona que no me vio como un monstruo. Si no hubiera sido por mi estupidez... Rias seguiría viva —hipó— . Y tú no habrías tenido que pasar por tanto sufrimiento durante todo este tiempo...
Por primera vez William estaba siendo completamente transparente. Al ser mi hermano mayor el jamás me había dejado ver su lado débil, es por eso que cuando me confesó lo que había echo a una parte de mi le costó aceptar lo que él había sufrido. Equivocadamente había pensado que él fue una persona fuerte a la que nada lo hería, pero resultó ser que fue una de las personas más golpeadas por su entorno.
—Sé que no merezco tu perdón—sus ojos rojos me observaron con detenimiento— Pero necesitaba decirte esto desde hace mucho tiempo. ¿Sabes algo? —rio dolorosamente—. Estoy feliz de que hayas venido, pensé que no volvería a verte, pensé que me odiarías...
William cayó de rodillas al suelo y sus lágrima terminaron impregnándose en el desgastado suelo de la habitación.
Me agaché para poder estar a su altura y lo abracé con fuerza.
William me había lastimado, él había sido el causante de tantos sin sabores por los que había tenido que pasar, pero... aunque sonara extraño decirlo, de alguna forma inconscientemente me había liberado de ese encierro al que estaba destinada. Gracias a él había madurado, gracias a él había dejado la ignorancia de lado y pude aprender mucho más.
—No sigas culpándote más.
Su cuerpo se tensó al sentirme cerca de él, pero recordé lo que hacía mamá conmigo en estas situaciones y poco a poco fui logrando que sus músculos se relajaran.
—Te perdono —me separé mientras sujetaba su rostro entre mis manos—. Eres mi hermano, William, pese a todo lo que ha pasado, jamás podría odiarte. No me gustaría perderte por nada del mundo.
William me observó mientras fruncía el ceño y me abrazó con fuerza del cuello. En este punto el ambiente cambió nuevamente, la tensión se disipó de la nada, y de alguna forma, sentí que las cosas habían vuelto a ser como antes de que todo esto comenzara.
De forma completamente natural la conversación se fue formando poco a poco, le conté todo lo que me había pasado, y cuando llegué al punto de la perdida de mi bebé, él lloró conmigo mientras me abrazaba con fuerza.
—Voy a matarlo cuando lo vea —dijo a medida que limpiaba las lágrimas que aún brotaban de sus ojos—. Pensé que sería más juicioso, pero me equivoqué. Es una con todas sus letras. No puede realizar ni siquiera una simple labor. No pudo protegerte, y te hizo llorar en más de una ocasión.
—No fue su culpa, William. Creo que las cosas están mejor ahora —suspiré resignada mientras sentía mis ojos arder—. Tal vez... nosotros simplemente no estuvimos destinados a estar juntos, me duele pensarlo, pero...
—Eso no quita el hecho de que quiera asesinarlo ¡Lo que te hizo no tiene nombre! Ni siquiera te ayudo o se apareció cuando...
—No lo sabía, no dejé que Argon le dijera algo.
—¿Por qué? Clematis, hermana —sus manos sujetaron mis hombros para que lo observará—. Independientemente de cómo terminaron las cosas..., era el padre de tú hija, en algún momento necesita saberlo.
—Es mejor que nunca lo sepa...
—Estás equivocada y tengo que decírtelo.
—Creo que es lo mejor.
—¿Estás completamente segura?
—La verdad, no, pero ¿qué sentido tendría decirlo? Algo que he aprendido a odiar es la compasión del resto, no quiero que él me vea de esa forma también.
—Si es tu decisión voy a apoyarte, solo recuerda que el arrepentimiento es un sentimiento que no es muy bonito.
—Lo sé, pero quiero creer que en el futuro volveré a recordar lo que estoy viviendo en estos momentos, y sentir que tomé las decisiones correctas.
—Yo también lo espero, en el futuro me gustaría poder recordar todo esto y saber que tomé las decisiones correctas.
—¿Le dijiste lo que planeas hacer a Cael?
—No lo he hecho aún.
—¿Cómo planeas decírselo? El niño es muy apegado a ti, no creo que quiera separarse con tanta facilidad, ya perdió a sus padres una vez, quizás le de miedo volver a pasar por lo mismo.
—Eso lo sé, pero William, allá afuera no puedo protegerlo, aquí tengo a alguien en quien puedo confiar y sé que lo mantendrá a salvo.
—Gracias por confiar en mí, pese a todo... , en verdad lo aprecio bastante.
—No tienes porque agradecerme, es la verdad.
—Creo que la parte más complicada será convencer a la gente que vive acá —suspiró— ¿Tienes algún plan en mente?
—He pensado muchas formas en las cuales puedo explicar porque deben de ayudarnos, pero hay momentos donde me quedo en blanco. No conozco a estas personas, no sé cual será la reacción que puedan tener y el tratar de imaginar los escenarios y las respuestas... es prácticamente imposible.
—Tienes razón, demonios, ni siquiera puedo darte algo de luz en todo esto, los demás todavía están reacios a dar su brazo a torcer... con alguien de mi especie.
—Necesito hablar con ellos lo antes posible.
—Pediré una reunión, la verdad no sé si los líderes de cada área accedan a ir, pero... espero que al menos las personas más influyentes de Demarrer asistan.
—Esperemos que todo salga bien.
—Clematis, cuando te marches necesito pedirte un favor.
—¿Cuál?
—Quiero ir contigo.
—¿Irte? ¡William, necesito que cuides de Cael! Por favor...
—Tranquila —él sonrió—. No me iré por mucho tiempo. Te dejaré en Wyrfell y seguiré mi viaje, no tardaré más de cuatro días, en lo que respecta a Cael, descuida, estará en buenas manos Trya lo cuidará muy bien.
—¿A dónde irás?
—A Velmont...
Luego de escucharlo entreabrí los labios, él se removió incómodo, sonrió de lado y se encogió de hombros para restarle importancia.
—Necesito ver a... ya sabes quien.
—¿A tú padre?
—Rier Hanton —me corrigió—. Quiero hablar con él para hacer un plan de defensa.
—Iré contigo...
—No, Clematis, es algo que tengo que hacer solo.
—No te dejarán entrar al palacio para hablar con él —acoté—. Si voy contigo podrás verlo más rápido.
—Tu viaje se prolongará mucho más.
—No importa, William.
—¿Por qué eres tan testaruda? —preguntó con un deje de diversión en su voz—. Antes no eras así.
—Las personas cambian —sonreí mientras me ponía de pie—. Para bien o para mal, siempre lo hacen.
—Tienes razón, y tú cambiaste para bien.
Sonreímos y nos dimos un fuerte abrazo, caminamos en dirección a la salida de la habitación y comenzamos a bajar por las escaleras. Al llegar a la planta baja vimos a Cael y Trya jugando, la sonrisa que ella tenía plasmada en su rosto no tenía comparación. Volteé a observar a William el la observaba de la misma manera en la que Zefer antes me miraba, pero inmediatamente aquel semblante cambió por uno de tristeza.
Cael, al darse cuenta que estábamos al final de las escaleras, se acercó corriendo y me abrazó las piernas.
—¡Mami! ¿Estás bien? —preguntó mientras yo acariciaba su cabeza.
—Sí, mi cielo, estoy perfectamente bien.
William, se acercó a Trya y siguió susurrándole cosas al oído, ella rio e inmediatamente desvió el rostro que se había tornado levemente rojo.
—Cielo —Cael alzó el rostro para poder verme—. Quiero presentarte a alguien —William, intuyendo que me refería a él volteó a observarme—. Él es mi hermano mayor, William Garyen. William, él es Cael Garyen, tu sobrino.
William se puso a la altura de Cael y sonrió de lado, él, se sujetó de mi faldón y escondió levemente el rostro. Cael, al darse cuenta de las orejas mutiladas de William sintió curiosidad, así que terminó separándose y estiró una de sus manos en su dirección.
—¿Te duele?
—Ya no —respondió él mientras movía su cabello para que pudiera verlo mejor.
—¿De verdad eres hermano de mi mami? —preguntó Cael con inocencia.
—¿No lo parece? —respondió con falsa sorpresa—. Sé que yo heredé toda la belleza de la familia, pero ella también es guapa.
—No es verdad, mi mami es más bonita que tú.
—Sí, tienes razón, pero no está demás subirme un poco el ego —el rio, y Cael terminó soltando también una pequeña risa.
Trya y yo no pudimos evitar blanquear los ojos, William era una persona que poseía un humor un tanto extraño y eso dificultaba en gran parte saber cuando estaba siendo sarcástico o no, pero una vez que llegabas a conocerlo genuinamente disfrutabas de su compañía.
—¿Por qué tienes garras? —preguntó Cael luego de sujetar una de sus manos—. Mi mami es humana, no una Hanoun.
—Eso es muy fácil de explicar. —él carraspeó y prosiguió—. Yo soy un híbrido, por eso tengo estas notorias diferencias. Pero pese a que por mi cuerpo solo haya la mitad de la sangre que ella posee, la quiero como si fuera mi hermana de sangre, y estas garras que ves —exclamó a medida que estiraba las manos—, son para protegerla de la gente mala que quiere lastimarla.
—¿Algo así como el lazo que me une con ella?
—Exacto, Cael. No importa si compartes los mismos lazos sanguíneos, basta con que quieras a esa persona para que se vuelva parte de tu familia.
Cael sonrió y estiró la mano al frente, William la sujetó con firmeza mientras la movía de arriba abajo. Trya lo observaba embelesada, no sabía que era lo que pasaba exactamente entre ellos, pero estaba segura de que por más que le preguntara a William se negaría a decirme algo.
—Clematis, tenemos que ir a convocar a los encargados.
—De acuerdo.
—Cael, querido ¿me ayudas a preparar la cena? —Trya se agachó hasta la altura de él y le brindó una calida sonrisa.
—¿Estarás bien sola, mami?
—Desde luego, William me va a cuidar.
—Sí, no tienes porque preocuparte.
—Entonces está bien, pero no dejes que nada le pase.
Luego de brindarle esas pequeñas palabras Trya sujetó su pequeña mano y caminó junto a él en dirección a la cocina, les di un último vistazo, y en cuanto atravesaron la puerta de la cocina nosotros nos marchamos por la puerta trasera del templo.
William me llevó por senderos donde no había tanta gente y gracias a esto logramos llegar pronto nuestro destino. El edificio era de color rojo, en la parte superior de la enorme puerta de madera tenía colocada una insignia de metal que poseía la silueta de una mujer.
—Bien, te explicaré brevemente lo que sé. La distribución de los encargados es la siguiente: Las rondas, escuadrón de caza, protección, y sector de vigilancia —asentí luego de escucharlo—. Por lo general son dos encargados por cada grupo, pero los que toman las decisiones son tres sujetos en específico de los tres primeros grupos, el encargado del sector de vigilancia se deja influenciar mucho por lo que dice el de protección así que posiblemente el no asista a la reunión.
—Entiendo.
—Prepárate, Clematis. Son gente arisca y torpe para hablar, no darán su brazo a torcer con tanta facilidad.
No pude evitar sujetas mis manos luego de escucharlo. Conforme íbamos entrando William cambió inmediatamente el porte relajado que poseía y volvió a ser el mismo que yo conocía; la seguridad de sus pisadas denotaba confianza, aquella que poco a poco me estaba abandonando conforme pasaban los minutos.
Al llegar a la pequeña recepción un joven que se encontraba sentado leyendo un libro se puso de pie de inmediato al ver a William y dejó de hacer lo que estaba haciendo.
—Hola, Lilet ¿los encargados ya regresaron de sus rondas?
—Si señor William, están descansando en el área común.
—Convoca una reunión de emergencia, necesito que el comité se reunión de inmediato.
—De acuerdo, señor William.
—Llama al resto a una reunión de emergencia, es algo urgente —William habló con un muchacho que estaba sentado en un banquillo de madera.
—De acuerdo, señor William.
Luego de que William terminara de darle la orden el muchacho dejó sus cosas sobre el escritorio y corrió escaleras abajo para poder llamar a los encargados, William, por su parte con un gesto de la cabeza me dijo que debíamos a ir a la parte superior del edificio.
—Por lo general las reuniones importantes se realizan en el despacho al que te llevaré, en cierta forma se busca llegar a una unanimidad en las resoluciones que salen, pero hay momentos donde cuesta más hacer que todos estén alineados.
Lo seguí a través de unos largos pasillos para finalmente detenernos en una puerta que se encontraba al final, al abrirla, pude ver una larga mesa con cinco sillas colocadas, el espacio no era demasiado grande pero tampoco muy pequeño, y tal y como dio William, parecía un lugar que se usaba únicamente para poder realizar reuniones.
Me acerqué a la mesa y observé los planos que había encima, William no tardó en posicionarse a mi costado y comenzó a decirme que era lo que estaba viendo; sobre el enorme mapa que había allí Demarrer estaba encerrado en un círculo de color rojo, y el mapa de las demás naciones tenían trazados por partes caminos en color rojo, y otros de color azul.
—Las zonas rojas son caminos donde hay demasiado transito, por lo general son rutas mercantes de los Hanouns, mientras que las azules, son zonas seguras que poseen caminos no labrados.
Él me siguió explicando cuales eran los mejores caminos, así como también me explicó cuales eran las consideraciones que debía tener en ciertas estaciones del año debido a que la naturaleza podía modificar esas rutas.
Antes de que siguiéramos conversando la puerta se abrió de golpe e ingresaron tres sujetos: Uno tenía el cabello color negro y una cicatriz en el ojo derecho; el segundo tenía el cabello color rojizo y un lunar debajo del ojo izquierdo; y finalmente, el tercero era hombre calvo, lo reconocía a la perfección porque fue el que me apuntó con el arma hasta hace unas horas.
—Espero que en verdad sea importante, William.
Los sujetos tomaron unas sillas que estaban cerca de la entrada y prácticamente las tiraron frente al escritorio, se sentaron, subieron los pies, y luego de alzar la vista recién se percataron que yo me encontraba dentro de la habitación.
—¿Quién es ella? —preguntó a medida que me observaba de pies a cabeza—. Sabes que las mujeres no pueden entrar aquí.
—Es mi hermana, Clematis Garyen.
—¿Clematis? Oh —él emitió una risotada—. La reencarnación de Shatkvi —bufó mientras su otro compañero reía, a excepción del sujeto calvo.
—¿Y bien, su eminencia? —exclamó el pelirrojo— ¿A qué se debe el privilegio de su visita?
William tenía razón, los sujetos eran de todo menos amigables, y la forma en la que se comunicaban eran de todo menos agradable.
—Vengo desde Wyrfell trayendo noticias nada alentadoras.
—¿Qué pasó, te aprieta el corsé? —dijo el pelinegro.
—Cuida tu lengua, Geiner —respondió William mientras golpeaba la mesa.
—Estamos a punto de entrar a una guerra —tras decir esto los tres me brindaron su atención—. Las naciones de los Hanton están corriendo peligro, necesito que me brinden su ayuda.
—Espera, por "naciones" ¿Te refieres al lugar donde rigen esas bestias? —soltó el pelinegro de forma maliciosa— ¿Por qué tendríamos que mover un dedo por ellos?
—Tu eres humana, sabes NUESTRA historia, el que se maten entre ellos no debería importarnos —rio con sorna— ¡Es más! Deja que se maten, de esa forma será más fácil que volvamos a tomar el control.
—¿Han perdido el juicio? —pregunté con dureza, ellos se sorprendieron luego de escucharme—. Esto no solo afecta a los Hanouns ¿No lo entienden? Mucha gente correrá peligro: los híbridos que viven en esas naciones, las aldeas humanas, inclusive la guerra terminará llegando a este lugar.
Antes de continuar la puerta volvió a abrirse y André apareció bajo el umbral, el sujeto calvo lo observó como si lo hubiera estado esperando y con un gesto adusto le pidió que se acercara.
—¿Qué hace el encargado de vigilancia acá?
—Yo lo llamé —respondió el sujeto mientras tomaba asiento.
—¿Para que lo llamaste, Marlo?
—Porque su opinión también importa —dijo a medida que observaba a sus compañeros con severidad—. Continua.
—Yo digo que la reunión no tiene sentido ¿Ayudar a esas bestias? Podrían encontrarnos, estaríamos comprometiendo la libertad de esta ciudad.
—¿No lo entienden? La libertad de todos está en juego.
—Chicos, debemos escucharla, ella viene del mundo exterior, es más consciente que nosotros en ese sentido.
—¿Estás demente? —le preguntó el pelinegro.
—No, estoy siendo juicioso Leonard. ¿Por qué crees que ella arriesgaría el cuello para venir aquí? Es la regente de Wyrfell, he oído rumores a las aldeas que he visitado, algo grande y peligroso está por pasar, esto no es un juego, que Clematis haya venido a advertirnos confirma los rumores que escuché.
—Tu mismo lo has dicho, André. Son simplemente eso, rumores.
—Nadie nos va a encontrar —dijo Geiner—. Nos hemos encargado de que esta ciudad esté escondida de todo y de todos, es imposible que lo que sea que pase afuera logre afectarnos.
—No conocen a Giorgio como yo lo hago, él estará esperando la oportunidad perfecta para poder encontrarlos. Piensen un poco, cuando todo esto comience los humanos comenzarán a huir buscando refugio y los que sepan de este lugar, terminarán mostrándole el camino.
Sentía demasiada frustración en esos momentos, mi voz no lograba alcanzarlos, no podía hacerlos entrar en razón.
—Está loco —musité—, Giorgio es la persona más peligrosa que existe en este lado del mundo, si él gana no existirá ni un solo rincón donde podamos sentirnos seguros, si no colaboramos y armamos una estrategia el alimento comenzará a escasear y vivirán en una ciudad que poco a poco se irá cayendo a pedazos.
—Por mi parte no necesito escuchar más.
—¿Tineo? —André observó al sujeto calvo mientras aguardaba la respuesta.
—Tiene el apoyo del escuadrón de caza, e intuyo que también tiene el del escuadrón de vigilancia.
—¡Desde luego! —exclamó André desde su lugar.
—¿Han perdido el juicio por completo? —soltó Leonard mientras se ponía de pie— ¿Acaso no recuerdan lo que ellos nos han hecho? ¡Mira a tu alrededor! Si nos vemos a forzados a vivir acá es justamente por culpa de ellos. Por su culpa vivimos como ratas, por culpa de ellos tuvimos que huir de nuestros hogares y decirle adiós a nuestras familias.
—¡Escuchen lo que dice! —dijo William mientras golpeaba la mesa—. Esto es algo serio, debemos dejar ese resentimiento de lado.
—No confundas las cosas, William —replicó el pelirrojo—. El hecho de que te hayamos dejado convivir con nosotros fue únicamente porque Trya nos lo pidió, no pretendas expiar tus pecados solo porque se te ha presentado la oportunidad de hacerlo. Entiende esto, nunca serás parte de nosotros.
—Son unos...
Antes de que William pudiera terminar de hablar lo interrumpí y sujetando su muñeca, los dos sujetos me observaron y volvieron a cruzarse de brazos.
—Señorita Clematis —al escuchar mi nombre observé a Leonard—. Ni Geiner ni yo tenemos la intención de apoyarla en una guerra que no nos corresponde. Tiene dos votos a favor, y tiene dos votos en contra, nosotros nos regimos por la unanimidad, así que al no llegar a un consenso lo que ha venido a proponer queda denegado.
—Tiene hasta mañana para abandonar la ciudad —acotó Geiner—, de lo contrario nos veremos en la obligación de encarcelarla. Si estos dos dementes quieren arriesgar el cuello en este sin sentido, adelante, pero ya veremos cuantos están dispuestos a seguirlos a una muerte segura para salvar a esas bestias.
Tras decir esto ambos se pusieron de pie y caminaron hacia la puerta. Desde hace mucho tiempo no me sentía tan pequeña, incluso desde donde me encontraba podía jurar que había una gran diferencia de tamaño entre nosotros.
Equivocadamente había imaginado que existía una pequeña posibilidad, pero nunca imaginé que el resentimiento que sentían fuera a nublar sus acciones.
—Esperen... —murmuré, y ambos se detuvieron—. Solo quiero decirles lo siguiente.
Tanto Leonard como Geiner voltearon a observarme y yo aproveché la oportunidad para agachar ligeramente la cabeza en señal de agradecimiento, la acción los tomó por sorpresa, pero en este punto era la última cosa que podía hacer.
—Gracias por haberme escuchado —dije, y alcé el rostro—. Soy consciente de todos los años de historia, y también he vivido en carne propia lo que es recibir el desprecio y los abusos delos Hanouns. Soy humana al igual que ustedes, pero también sé lo que mi familia tuvo que pasar a manos de gente de nuestra propia especie. No los culpo por odiarlos, pero al igual que los humanos, existe gente buena y gente mala —suspiré pesadamente, ambos seguían inmutables—. De corazón espero que no se arrepientan de las decisiones que están tomando porque no solo están condenando a gente inocente, si no también estarán condenando el futuro de sus familias.
Aunque vi un ápice de consciencia en sus ojos ambos sujetos se fueron sin decir nada más y cerraron la puerta en silencio.
—Lo siento —dijo Marlo y él también se marchó del cuarto.
La habitación se quedó sumida en silencio, André, William y yo nos sentíamos completamente impotentes por no haber conseguido persuadirlos de una u otra forma.
—¡Maldita sea! —exclamó William mientras golpeaba la mesa.
—No hay tiempo para lamentarnos, debemos buscar otra solución.
Mi hermano volteó a escucharme en cuanto dije esto, sé que estaba siendo alguien poco racional, pero no podía pedirme quedarme cruzada de brazos, necesitaba buscar alguna alternativa para hacerle frente a Giorgio.
—¡Lo tengo! —gritó André y salió corriendo de la habitación.
Luego de algunos minutos él regresó y trajo consigo varios papeles, los extendió sobre el escritorio y allí pude ver los mecanismos para la creación de las armas que ellos usaban.
—No puedo hacer gran cosa, pero quiero entregarte esto, Clematis.
André comenzó a mostrarnos las instrucciones una a una para que pudiéramos entenderlas a la perfección. Los planos no eran tan complicados y por suerte disponíamos de los suficientes materiales como para comenzar su preparación.
—Veré la forma de convencer a la mayor cantidad de gente posible, pero nuestro armamento no bastará para poder hacerle frente a los soldados, necesitamos que ustedes también puedan defenderse.
—No sabes cuanto significa esto para mí, André.
—No tienes que preocuparte, es más, he de pedirte una disculpa, no pensé que ellos fueran tan cerrados de mente...
—Gracias...
—Al igual que tu quiero ayudar a los demás.
—Resistiremos a como de lugar —dije, y él sonrió.
En cuanto vi las instrucciones en cierta forma sentí como si un pequeño rayo de esperanza se formara al final del camino. Y con esto, quizás, solo quizás, lograríamos resistir el ataque de Giorgio cuando la nueva guerra se desatara.
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