Capítulo 9
Hazel
—No, definitivamente no —lancé el quinto babydoll sobre la cama, ninguno me parecía lo suficiente bueno para mostrar lo que de verdad quería. Eran muy "recatados" y tampoco quería que me recordara lo que quería desechar de mi memoria.
Con fastidio tomé el móvil entrando a una tienda en línea para buscar un conjunto que fuera mejor de lo que tenía en mi armario, quería verme sexi y apetecible para él. Mordí mi labio inferior al encontrar uno en color rojo con moñitos como pezoneras. Era justo lo que quería, lo pedí y mientras tanto me di una ducha para preparar mi piel para que estuviese suave y reluciente. Después de eso peiné mi cabello en una coleta y maquillé mi rostro pintando mis labios de rojo intenso, definiéndolos para resaltarlos más su grosor.
Mientras los pintaba cerré mis ojos por unos segundos recordando lo que había tenido entre ellos hace unas horas, presioné mis piernas sintiendo mi humedad, quería probarlo de nuevo, prenderme de él hasta saciarme por completo.
Sentía que había estado perdiendo mi tiempo encerrada en un matrimonio aburrido, donde nunca me sacié como quise y es por eso que ahora mismo me prometía explotar mi cuerpo sin inhibiciones, dejarlo en manos de aquel hombre que me enloquecía y que me tenía delirando por él sin siquiera estar tocándome, bastaba con su recuerdo.
Alguien tocó la puerta de mi habitación y me apresuré a abrirla para recibir el paquete, sonreí mordiendo mi labio cuando lo coloqué en mi cuerpo viéndome realmente deseable y sin dejar nada a la imaginación. Busqué una pequeña bata de seda del mismo color para cubrirme en tanto llegaba, calcé uno de mis tacones favoritos y aguardé por su llegada en el balcón donde terminaban de preparar la cena.
—Deja abierta la puerta —le dije a una de las jóvenes del servicio cuando estaba por retirarse.
—Si, señora.
Solté un suspiro y revisé mi celular viendo las últimas noticias, seguí navegando al no encontrar nada relevante hasta que me cayó un mensaje adjunto con un video de un número que no tenía registrado.
Lo abrí y le di play al video encontrándome con un video que hizo que mi estómago se revolviera y la sangre se me subiera a la cabeza por el descaro de aquella mujer.
«Así se complace a un hombre» decía aquel mensaje bajo el video de ellos dos follando como unos desquiciados, dándome un panorama donde se veía perfectamente la unión de sus cuerpos y los chillidos de Celine pidiéndole más y mencionándome a mi. «Cógeme cómo no podías con ella, papi. Si, así...». Mis ojos punzaron del ardor que sentí, de la ira que me consumía por estar par de infelices que no me dejaban en paz siendo que ya me había hecho a un lado para no estorbarles.
«No creo en tu pequeño show de que te acostaste con otro hombre. Eres muy santurrona para hacerlo» otro mensaje de ella junto a más fotos de ellos dos.
—Malditos hijos de puta —lancé el móvil a la mesa girándome hacia el balcón y apoyándome sobre mis brazos viendo fijamente hacia los edificios de la ciudad.
—Esperaba un mejor recibimiento, si te soy sincero —esa ronca y sensual voz tronó a mi espalda haciéndome girar de nuevo para encontrarlo de pie junto a la mesa viéndose tremendamente seco vistiendo baqueros y una camisa blanca de botones.
—No era para ti el insulto —balbuceé sin ser capaz de apartar mis ojos de su cuerpo, relamiendo mis labios deseosa de volver a probar su piel, de enterrar mis uñas en su carne mientras me retuerzo de placer bajo él.
—Entonces... ¿llegué en mal momento? —bajó su mirada a mis piernas, sus ojos más intensos y sus pupilas dilatadas.
—No... —me quedé en el mismo sitio recargado mi espalda contra el cristal —es sólo que... la amante de mi ex marido parece no quererme dejar en paz.
Con la barbilla señalé el móvil que él tomó con curiosidad, abriendo el video de nuevo y los chillidos de ella me causaron malestar.
—¿Y de esa mierda se siente orgullosa? —soltó una ronca risa cargada de burla —tú comes mejor, Hazel, ¿no lo crees?
Caminó hasta mi tomando mi mano y llevándola a su bragueta para que lo tocara por sobre la tela, sin quitarle los ojos de encima lo hice y como si estuviese hipnotizada asentí.
—Si —una sonrisa petulante tiró de sus labios cuando escuchó mi respuesta pero es aquello sólo era la verdad, era tan grande, grueso que apenas y cabía en mi boca.
—¿Y la quieres ahora? —me tomó de la cintura pegándome a su cuerpo, una de sus manos se coló bajo la bata acariciándome los glúteos con suavidad.
—Si, pero... —desvíe la mirada a la mesa —he mandado a preparar la cena.
—Mmm —se acercó a mis labios rozándolos, haciéndame entreabrirlos deseosa de ellos, así como me hizo hacer lo mismo con mis piernas tocándome ese punto tan sensible que me hizo soltar un pequeño quejido —tú no finges, preciosa, tu gritas porque de verdad mi polla te sacia y te enloquece. No esa miniatura con la que esa perra grita.
Mi feminismo me abandonó y sólo me puso más caliente que hablara de aquella forma, con palabras crudas que por culta no soltaba a veces.
»¿Quieres comértela antes de cenar? —ronroneó contra mis labios cuando uno de sus dedos se adentró en mi interior. Asentí apresando su boca en un beso que sólo duró un segundo porque se apartó mirándome divertido —¿Con tu linda boca o con tu coño?
¡Joder! Estaba tan caliente que el hambre desapareció por completo y lo único que sentía era esa necesidad de sentirlo en mi interior nuevamente, que mi cuerpo volviera a rebotar por sus brutales embestidas que llevaban al éxtasis.
—Ambas —contesté apartándome de él y deshacerme del nudo de la bata quedando en aquel conjunto de dos piezas que compré para sólo él las viese puestas en mi. Sus ojos me devoraron por completo y cuando quiso tocarme se lo impedí. Sonreí con sensualidad y tomé su mano llevándolo hasta una de las sillas para que se sentase para abrir mis piernas y subirme sobre él —pero ahora quiero que me beses.
Sus pupilas seguían dilatadas y la intensidad de su mirada cada vez más envolvente. Sin emitir una sola palabra tiró de mi cuello pegándome a su boca y envolviéndome en una danza de placer puro, su lengua tocando la mía y su mano enredándose en mi cabello en tanto la otra acariciaba mi trasero.
Moví mis caderas en circulo sobre su bragueta sintiendo aquello confesé vida y punzar contra la tela de su pantalón. Mi cuerpo todavía estaba adolorido pero eso pasaba a segundo plano cuando la lujuria nublaba mi mente y sólo me dejaba llevar por ella.
Llevé mis manos a su camisa desabotonándola con agilidad, pasando mis palmas por su pecho y torso mientras nuestras bocas seguían devorándose con la misma intensidad. Me sentía incapaz de cortar aquel momento, de soltar sus labios, quería deslizarme sobre él mientras mis gemidos se ahogaban en su boca.
Abrí su bragueta y saqué lo que tanto quería, estaba tan dura y yo tan húmeda que no me fue difícil adentrarla en mi, al haber cogido parte de la tarde no me causó tanta molestia pero si me arrancó un gran gemido cuando la tuve toda, empecé a mover mis caderas obligándome a soltar su boca y echar mi cabeza hacia atrás, cerrando mis ojos y sólo buscando más de aquello que era tan delicioso y que sólo con pocos se podría obtener tanto.
—¡Oh, mierda! —gemí cuando apresó mis senos deshaciéndose del sostén, con su boca tomó uno y con la mano magreó el otro, su pelvis comenzó a alzarse para recibirme aumentando la intensidad de las embestidas que sólo iba incrementando el índice del placer.
—Siéntelo, preciosa, como te llena por completo —susurró sujetándome de la coleta y obligándome a observarlo —no tienes por qué sufrir por una verga pequeña cuando tienes esta.
Lloriquee de placer y le devolví la mirada intensa mostrándole que de verdad me enloquecía con lo que me daba, que mi cuerpo pedía a gritos más de su bestialidad, de su forma tan intensa de complacerme.
—Arvid... —gemí su nombre cuando mi cuerpo entró en tensión, mis dedos enterrándose en sus hombros y mi boca demandando por la suya, ahogando el gemido que desgarró mi garganta cuando llegamos al orgasmo al mismo tiempo, sintiendo su derrame llenarme y sentir esa liviandad que comenzaba a ser muy conocida.
Terminé de besarlo y enterré mi cabeza en su hombro, mi respiración demasiado agitada para poder soltar una palabra, sentía su pecho subir y bajar, su respiración también era acelerada. Sus manos seguían descansando sobre mis glúteos.
—Eso fue intenso —susurré después de un momento, moviéndome para salir de él y meterme entre sus piernas sonriéndole juguetona cuando sus ojos siguieron mis movimientos y alzó una sus cejas cuando me vio buscar más—te dije que quería ambas opciones.
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