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Capítulo 23



Hazel

Me acerqué a él con dos tragos de coñac en las manos, reposaba sobre el sofá con solo unos boxer puestos, mantenía sus ojos cerrados mientras yo terminaba de procesar la información que había compartido conmigo hacía unas horas. Definitivamente no se veía un hombre familiar, se me hacía difícil imaginarlo como padre y más de una adolescente. Sería difícil y él lo sabía.

—Ahora entiendo porque estás tan distraído —me coloqué sobre su pelvis, vestida únicamente con la ropa interior luego del arrebato lujurioso que habíamos tenido en la barra del mini bar —¿quieres hablar de ello?

Tomó el trago y bebió la mitad, dejó caer una mano sobre mi cadera y me observó con intensidad.

—No tengo ni puta idea que haré con una niña de once años en mi casa, no sé... —hizo un ademán y guardó silencio, buscando las palabras adecuadas —lo último que quisiera es alterar su vida y volverla una auténtica mierda pero... soy un maldito egoísta, no puedo soportar que llame padre a un hombre que no lo es, porque te juro que si yo hubiese sabido desde un principio su existencia jamás le hubiera dado la espalda. Era un crío estúpido cuando pasó pero hubiera cambiado, por ella lo hubiera hecho.

—¿Qué pasó con su madre? —no sabía cuánta información estaba dispuesto a darme, pero la necesidad de desahogarse se le veía en los ojos por más duro que quisiera verse.

—Con su madre tenía una relación enfermiza, llena de excesos... era un desastre pero en medio de todo ese caos estaba ella, no sé bien si la quise, el día que lo dejamos ni siquiera me dolió pero estaba seguro que no quería volver a estar con ella. Mildred no lo tomó bien, a pesar de que la encontré en la cama con mi amigo, —rio —no decirme fue su manera de castigarme por haberla dejado. Ahora se niega a decirle la verdad a Ophelia... nuestra hija.

Terminé de beber el trago y me incliné para dejar el vaso sobre la mesita. Me quedé en silencio unos segundos, no sabía que decir pero fuera la decisión que él quisiera le apoyaría. Ignoraba en qué punto nos encontrábamos pero que ambos nos abriéramos al otro era un paso que no dábamos con cualquier persona.

—No será fácil. A esa edad somos tan vulnerables, todo lo que pasa a nuestro alrededor nos lastima. Tendrás que tenerle mucha paciencia, la pequeña ha vivido en una mentira y puede que los odie a los dos. Pero es necesario, por ti y por ella.

—Si vieses el pueblo donde la tiene viviendo —soltó un bufido —esa no es la vida para ella, no es lo que deseo para uno de mis hijos. Nunca me planteé tenerlos pero ya que existe, no es lo que ella se merece.

—Se lo darás —me incliné para acercarme a su rostro, rozando nuestros labios y cerrando mis ojos para dejar sentir todas las sensaciones que me producía. Era inexplicable, nunca me había sentido así —ahora, ¿quieres que subamos, prepare la bañera y nos olvidemos un poco de la mierda de este mundo?

—Mmm me encantaría —susurró contra mis labios, me sujetó de las caderas y una pequeña risita se escapó de mis labios al levantarse del sofá conmigo entre sus brazos. No hice más que sujetarme de su cuello y hundir mi cabeza en él. Se sentía bonito, después de tanto tiempo recibir esas pequeñas atenciones y caricias... era increíble.

Preparé la bañera, esparcí los pétalos de rosa que me encantaba ponerle y reproduje algunas canciones de mi playlist.

—Está lista —le dije mientras me quitaba su camisa, sus ojos me devoraron enseguida, encendiéndome de nuevo.

En silencio me siguió hasta el cuarto de baño, lo dejé entrar primero y nos serví otro trago para terminar de relajarnos. La escena era perfecta para la primera noche en casa. Mi casa.

—Ven —tomó mi mano —que hace frío.

Reí

—Eres un mentiroso, el agua está perfecta.

—Perfecta estás tú —me guiñó un ojo, mi rostro se sintió caliente y que alzara sus cejas me hizo avergonzarme más. Me había ruborizado, estaba segura.

Me senté sobre sus piernas de frente a él, mis manos fueron directas a su pecho dejando pequeñas caricias.

—Nunca he estado en Noruega, ¿qué tal es?

Moría por preguntarle más acerca de su vida pero no sabía si estaba dispuesto a revelar más de lo que ya me había dicho. Seguía siendo un completo misterio para mi.

—Es bonito —sonrió —tengo una bonita casa aislada de la ciudad, es pequeña y acogedora. Me gustaría llevarte a ella, te encantaría.

—¿Ahh si?

—Joder, si. Es en Tromsø, desde ahí puedes contemplar las auroras boreales.

Abrí mis ojos sorprendida, no, maravillada.

—¡Dios! Definitivamente tienes que llevarme —comencé a decir con entusiasmo —te juro que como no me lleves vas a...

Su beso me acalló, moviéndose suave, como una pequeña caricia provocando un gemido agonizante. Le deseaba tanto.

—He dicho que voy a llevarte —jugó con mi cabello mientras sus ojos me miraban fijamente, demostrando algo más que deseo —. Eres preciosa, cherry. Eres la mujer más perfecta que he conocido.

Algo golpeó con fuerza mi pecho, mis ojos picaron y mi mente voló imaginando mil cosas que no deberían, que la poca razón que me quedaban me decía a gritos que parara. Pero me negué a escucharlos. Y le besé, me pegué a su boca y saboricé cada parte de ella como si fuese la primera vez que la probaba. Deslicé mis manos por su barbilla, sosteniendo su rostro con delicadeza. No podía expresarle con palabras lo que su declaración me había hecho sentir, no, ninguna le haría justicia porque era tan grande que mi puto corazón iba desembocado. Totalmente desequilibrado.

After Hours sonaba por la habitación y ¡maldita sea que le quedaba perfecta!.

Sus manos rodeaban mi cintura con pertenencia, haciéndome sentir suya, correspondiendo mi beso de la misma manera y llevándome a un mundo donde solo estábamos ambos. Nada, nadie y mucho menos problemas.

Mi cuerpo vibraba con su toque, mis labios entreabiertos en cuanto su boca los abandonaba y descendía a mi ciello, pequeños jadeos que sonaban más a una petición que aún no era correspondida.

—Gime para mi, cherry —pidió cuando su lengua encontró mis pezones erectos y jugó con ellos. No me contuve —eso, compláceme.

Gemí más alto cuando sus dedos encontraron mi punto más sensible, ¡joder! No había nada más sexy que verle tan excitado como lo estaba en aquel momento, su erección presionaba contra mi, lo quería dentro, le quería más y más cerca de mí como si aquello fuera posible. No, quería sentirlo parte de mi.

—P-por fa...vor —rogué entre gemidos —baby...

En cuanto solté aquella palabra todo se detuvo, sus ojos buscaron los míos, su miembro se deslizaba lentamente dentro mi, quise cerrar los ojos por el inmenso placer pero no quería dejar de verle, por nada del mundo quería perderle de vista. Mis brazos seguían aferrados a su cuello, permaneciendo abrazada a su cuerpo, sintiendo su pesada respiración fundirse con la mía convirtiendo aquel momento en el más íntimo de todos y nada tenía que ver con el sexo sino de las emociones que ninguno se molestó en ocultarlas.

No era solo deseo, era el anhelo de algo más grande.

Ninguno de los dos se movió cuando estuvo en lo más profundo de mi cuerpo, nos quedamos paralizados disfrutando de aquella cercanía que se sentía grandiosa y exquisita.

—Tu eres igual de perfecto para mi —le besé suave y un jadeo abandonó de sus labios al mover las caderas, trazando círculos, subiendo y bajando sin ninguna prisa. Habían momentos frenéticos pero aquel era uno tranquilo y seguiría siéndolo.

No paré de darle besos, de mordisquear su mandíbula, de acariciar su espalda , su pecho, su cabello... quería paralizar el tiempo para que aquello durara más. Esa burbuja en la que nos sumergimos, tan mágica, tan irreal.

Arvid hacía lo mismo conmigo, sus ojos me veneraban, sus labios besándome toda, sus manos en apretando mis glúteos, ayudándolos a subir y bajar al ritmo que yo deseaba. Podía sentirlo tan duro y caliente.

—Cherry —gimió dejando caer su cabeza contra mi pecho, aumenté el ritmo al sentir el orgasmo de los dos aproximarse, el agua salpicando hacia afuera y la música de fondo... joder, el escenario perfecto.

—Baby... —lloriquee, mi cuerpo vibrando y recibiendo su semen en mi canal. Cerré mis ojos y los mantuve así por un largo rato, me sentía tan ligera, la tensión de nuestros hombros había desaparecido. Todo el maldito mundo había desaparecido para mí y solo era él, solo él.

—Eres mía, Cherry.

—Soy tuya, bebé.

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N/A:

Perdón por tardar tanto, estoy tomando con tranquilidad esta historia para disfrutar de cada palabra que escribo. Pero trataré de publicar más capítulos mensuales.

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