Capítulo 18
Hazel
El jet aterrizó en la paradisíaca isla, según me había comentado en el viaje eran ocho hectáreas con palmeras exuberantes y dos playas de arena blanca. La fresca brisa agitó mi cabello cuando bajé, maravillada observé el lugar que se sentía como estar en un paraíso, todo estaba perfectamente cuidado, el pasto verdoso y las grandes palmeras meciéndose con el viento.
—Es hermoso —le comenté mientras caminábamos al pequeño auto de golf que nos esperaba para llevarnos a la gran mansión.
—No tanto como tú —sentí mis mejillas encenderme, me sentía caliente después de un momento fogoso en la habitación de su jet, mis piernas ardían por su toque y porque terminara lo que había comenzado.
Tomé su mano cuando me la ofreció para ayudarme a subir, el lugar era perfecto para olvidarse del mundo y para no querer volver a salir de ahí.
—Ya sé cuál será mi siguiente compra innecesaria muy necesario —él sonrió de medio lado sentándose a mi lado y ordenando que nos llevaran a la mansión.
—Puedes venir aquí cuando gustes —soltó un suspiro desviando la mirada a un punto fijo —cuando quieras escapar de tus tormentos está casa siempre te recibirá.
—Dijiste que no habías traído a nadie aquí.
—Lo cierto es que hace mucho no la visitaba, siempre ha sido un lugar sagrado para mi, fue un regalo de mi abuelo materno, mi madre amaba este lugar y decidió dejármelo a mi en su honor.
—Que bonito detalle —sonreí sujetando su mano cuando esta se posó en mi pierna ascendiéndola hasta arriba —sigo conservando un poco de pudor.
—No te durará mucho —rió dejándola sobre mi rodilla sin intentar moverla más que hacer pequeños círculos en ella —cuéntame, preciosa, ¿qué quieres hacer ahora?
—Mmm, se me apetecen muchas cosas, primeramente cambiarle de ropa por algo más adecuado, lo malo es que no empaqué ropa de baño —hice una mueca —si tan sólo me lo hubieses dicho.
—Me he ocupado de eso —el auto se detuvo frente a la gran mansión en color blanco.
—¿A qué te refieres?
Bajé dejándome envolver por el brazo que posó sobre mis hombros mientras me guiaba a la entrada de la casa.
—Tu equipaje no lo usarás, en el vestidor de la habitación encontrarás una variedad de bikinis que... —hizo una pausa para darle un recorrido a mi cuerpo —creo no haberme equivocado con las tallas.
—¿Has mandado a comprarme bikinis? —apreté mis labios para no reír, no podría imaginarlo a él enviado a alguien y dando instrucciones de mi talla.
—Si —contestó como si fuera lo más común, supuse que estaba familiarizado con las compras siendo él un hombre con fama de mujeriego.
Subimos las escaleras mientras me indicaba sobre cada sala en el lugar, al llegar a la habitación la vista desde ahí era hermosa así como el enorme balcón con flores en los barandales y una mesa con cómodos sillones.
—Y...¿qué es lo que quieres hacer, Cherry? —sus brazos me envolvieron desde atrás, enterrando su cabeza en mi cuello, esparciendo besos mientras sus manos presionaban mis caderas y su pelvis pegada a mi trasero.
—Que termines los que comenzaste —respondí con la voz un tanto grave, estaba realmente ansiosa de sentirlo, de tenerlo bombeando en mí interior como si no hubiera follado en años.
—Ven —tiró de mi mano a una de las cómodas sillas del balcón, sentándose sobre ella —quítate las bragas y ábrete para mi, Cherry.
Mordí mi labio inferior obedeciéndole, me deshice de mi calzado y subí a su regazo riendo cuando su barba me hizo cosquillas en el cuello. Tomé su cabello entre mis dedos dejando escapar suspiros cuando sentí sus dedos rozar mi humedad, me estremecí por completo y me arqueé hacia atrás, aquello era tan placentero que me llevaba al límite con sólo tocarme. Ese hombre tenía fuego en sus manos, uno que consumía y es que arder nunca antes me pareció tan fascinante hasta que apareció él en mi vida.
Busqué su boca con la mía, aferrándome a sus labios como sabrosura, esos labios tan malditamente sexis y provocadores. Me removí contra él, restregando mi humedad contra su mano para que supiese cómo me ponía, en lo fácil que fácil que sería deslizarse para darme esa dosis de él, esos espasmos que me hacían sentir jodidamente viva.
Solté su cabello y con habilidad saqué mis senos de entre la tela del vestido que llevaba puesto, pegándome a su pecho para que pudiera sentirlas.
—Demonios —susurré soltando su boca para besar su cuello, mis manos moviéndose con seguridad a su bragueta, bajando el cierre y sacando su miembro erecto que latía ansioso por poseerme. Sentí sus líquidos y mientras él se entretenía amasando mis senos y chupándolos, yo me encargaba de complacerlo con mi mano, moviéndola tan rápido como podía. Su tamaño era algo que siempre me volvía alguna la saliva, mis paredes se contraían mientras recordaba que yo me estaba comiendo aquello, que las últimas noches la cabalgaba hasta el cansancio, hasta que mi piel ardía de tanta fricción.
—¡Ah! —solté un pequeño grito cuando mordió uno de los pezones, que aunque fue doloso también resultó excitante.
—Métela —susurró sin dejan de saborear mis pezones, sin esperar a que me lo dijera una vez más alcé mi pelvis acidándola en mi entrada y deslizándome lentamente, queriendo disfrutar de aquel momento tan delicioso, tan indescriptible para mi.
Mis bellos se erizaron y mi boca soltó un lloriqueo, había extrañado mucho la sensación de sentirme llena, de sentirme extasiada en los brazos de un hombre que valía la pena admirar.
—¡Oh, joder! Que delicia —jadee moviéndome despacio sin prisas, sabiendo que en aquel lugar podía hacerlo las veces que quisiera sin importar el tiempo. Me impulsé de sus hombros para subir y bajar con más dureza y rapidez, sintiéndolo rozar en lo más profundo de mi cavidad, tan duro y grande.
Mis senos le empezaron a rebotar en su cara, él sonrió de medio lado subiendo la mirada hacia mi, sus ojos claros con las pupilas dilatadas, ardiendo de deseo por mi. Sentí sus grandes manos colarse debajo del ancho vestido y sostener mis glúteos, apretándolos con fuerza en tanto rebotaban contra si.
—Eres la mujer más ardiente que mis ojos han podido contemplar, Hazel —murmuró alzando mi boca y alzando la pelvis para recibirme, subiendo la intensidad de las embestidas al punto de que me fue imposible soltar algo inaudible, lo único que salía de mi boca eran gemidos escandalosos, mis párpados comenzaron a pesar cuando sentí el orgasmo hacerse prometiéndome dejar afónica de tanto grito.
—Déjate ir, Cherry —susurró al oído y fue lo que me bastó para dejar escapar un alto grito cuando el potente orgasmo arrasó conmigo, llevando al punto más alto del éxtasis. Unas embestidas más y lo sentí vaciarse dentro de mi, soltando un gruñido sexi.
Me quedé sin habla durante un largo rato, siendo incapaz de levantarme y apartarme de él, sentía su mano deslizarse de arriba abajo por mi espalda, su respiración chocar contra mi nunca y su pecho al igual que el mío subiendo y bajando sin regularizarse del todo.
—Creo que me daré un baño —murmuré luego unos minutos reincorporándome, sacando mi vestido todavía sentada sobre sus piernas y con su miembro todavía dentro de mi.
—¿Qué deseas hacer después? —su voz todavía ronca.
—Quiero dar un paseo por el lugar, sólo tú y yo. ¿Puedes conducir esa cosa?
—Si —le di un pequeño beso levantándome, sentí sus ojos quemarme pero decidí no devolverle la mirada o no saldríamos de la habitación y en verdad tenía muchos deseos de conocer el lugar.
Anduve hasta el baño donde terminé de desnudarme para meterme bajo la regadera, dejé que el agua recorriera todo mi cuerpo, uno de los placeres que más disfrutaba.
Al terminar me envolví en una toalla cogiendo una secadora para mi cabello y dejarlo seco, odiaba que el pelo goteara en mi cuerpo.
—Tu ropa está en el closet —dijo él entrando al baño desnudándose frente a mis ojos.
—Deja de hacer eso —me quejé obligándome a apartar mis ojos.
—¿Qué cosa?
—Tentarme —dije saliendo y escuchándolo reír desde adentro. Me estaba arrastrando en un camino que no tenía retroceso, uno en el que quise entrar pero comenzaba a asustarme, no porque no me gustara sino al contrario, porque me encantaba y fascinaba todo pero con él.
Abrí la puerta del closet entrando a la enorme estancia, de un lado estaba la ropa masculina y del otro, en una pequeña parte de los estantes la ropa femenina. La pequeña maleta que traje estaba a un lado sin desempacar, según lo que él había dicho no la necesitaría.
Solté un suspiro acercándome para buscar algo que me gustara, todo era ropa de playa, bikinis y vestidos transparentes. Cogí un bikini de dos piezas que cubrían sólo lo necesario y por encima de este, rodeando mi cintura un tipo de falda que trasparentaba todo. Se me veía bastante bien junto con un sombrero y unos lentes de sol.
Cuando estaba aplicándome el bloqueador entró él con una sola toalla cubriéndolo, mirando con intensidad y deseo mientras aplicaba la crema en mis piernas.
—¿Quieres ayudarme con la espalda? —él asintió viniendo a mi y tomando el bote en absoluto silencio. Bañó mi espalda y al terminar dejó en pequeño beso sobre mi hombro.
—Te quedan bien.
—Si, aunque suelo comprar bikinis un poco más conservadores.
Me dio una mirada un poco divertida.
—¿Y de quién te vas a cubrir? Conozco cada parte de ti, Hazel.
—Bueno, tus hombre están por todo el lugar.
—Tienen prohibido mirarte —soltó sin dejar de buscar entre sus cosas —pero si te incomoda vestirte así, puedes usar otra cosa.
—No, no me incomoda pero pensé qué tal vez a ti si.
—¿Bromeas? —se giró para verme una vez más —me encanta verte así.
Sonreí sin dejar de observarlo mientras se vestía con una bermuda y una camisa de mangas largas de tela delgada. Cogió sus lentes de sol y con un movimiento de cabeza me indicó que lo siguiera. Sin poder ocultar mi emoción caminé a su lado, hacía mucho que no salía de vacaciones y la naturaleza era algo que siempre me impresionaría sin importar cuántas veces la mirase.
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