Capítulo 14
Hazel
Sonrío maliciosa al ver a través de los cristales a Celine caminando confiada por los pasillos de la agencia de modelaje donde acababa de audicionar, se sentía en las nubes al pensar que su sueño se haría realidad pero causada diversión arruinar un poco sus sueños como ella colaboró para arruinar mi vida.
Tenía contactos y con solo quererlo ella estaba fuera de las agencias, por eso mismo me encontraba aquí luego de tener una charla amistosa con la dueña de la agencia. Podría ser aborrecible lo que estaba haciendo por jugar con los sueños de alguien más pero no olvidaba las palabras cargadas de veneno que salieron de su boca cuando le tendí la mano, cuando quise que se superara y me pagó de aquella forma.
—¿Es ella? —preguntó Loren colocándose a mi lado.
—Si, con este pequeño favor estará saldada la deuda —le guiñé un ojo girándome a ella.
—Aunque no te debiera te haría ese favor, es poco común que tú pidas algo como eso. Lo que me hace concluir que la chica hizo algo muy malo.
—Esa chica es mi hermanastra, le abrí las puertas de mi hogar, le di todo, incluido mi ex marido —reí suavemente ante la ironía que me causaba todo.
—Así que es ella.
—Si.
—El descaro es lo que más repudio, he despido tantas modelas que se lían con mis novios, el sentimiento es feo y no puedo imaginar lo doloroso que fue para ti descubrirlo todo.
—Me hizo un favor —me relajé y le sonreí volviendo a caminar de regreso al sofá donde reposaba mi bolso —estaba sumergida en un matrimonio monótono con un hombre aburrido y por eso prefería pasar todo el tiempo fuera que a su lado.
—Según he escuchado tienes nueva conquista —sonreí recordando al hombre con el que me acostaba todas las noches —y por lo que vi es muy guapo. Tienes tanta suerte, a ti te queda bien eso que dicen de "Siempre llega algo mejor".
—Puede ser —tomé el bolso encaminándome a la salida —gracias por el favor.
Salí de la oficina ocultando la sonrisa que me provocaba arrebatarle esa oportunidad que tan ansió, con lo que tanto soñó. Imbéciles si pensaban que me iba a quedar quieta, una vez el dolor me pasara era muy obvio que haría de todo para castigar por humillarme como lo han hecho, yo, Hazel Lougthy, la dueña de la prestigiosa cadena hotelera e hija de uno de los empresarios más respetados del mundo de los negocios.
Subí al auto que me llevó a la pista privada donde aguardaba el Jet, en el interior se encontraba mi equipo que viajaba conmigo en cada supervisión trimestral que le hacía a cada hotel para asegurarme que no hubiera ninguna desviación de fondos, que el personal se comportara como lo demandaban mis políticas y que el mantenimiento mensual se llevara a cabo.
Revisé el móvil enviándole un mensaje a mi sexi amante que esta noche no podría verlo porque estaría fuera de la ciudad y que lamentaba no descubrir cosas nuevas.
Mordí mi labio inferior dejando de lado el móvil, evocando los recuerdos de la noche anterior, en lo extraño y placentero que fue todo, en cómo mi cuerpo había quedado totalmente expuesto a él y que ahora no había nada que no hubiera probado. Me excité de solo recordar sus arremetidas, lo delicioso que era tenerlo sobre mi, tomando a su gusto y repitiéndolo tantas veces como fuera posible.
Había quedado agotada después de lo de anoche, llegué a casa a altas horas de la madrugada y no sabía ni cómo es que andaba caminando si mi trasero se sentía adolorido, mi intimidad ardía y el sueño amenazaba con cerrar mis párpados y dormir hasta el siguiente día.
—¿Desea algo, señorita Loughty? —preguntó la azafata acercándose a mi.
—Un café —dije tomando el iPad a mi lado para continuar trabajando.
El vuelo duró varias horas en las que dormí y trabajé, al llegar a la ciudad de Las Vegas nos dirigimos al gran hotel que era conocido también por sus casinos. Cumplí con mi trabajo y pasada la media noche llegué a mi habitación sintiéndome realmente agotada. Me di una ducha y no pude evitar reparar mi cuerpo desnudo frente al espejo, pasé mis manos por mis senos notando las marcadas que hacían en él, mis glúteos conservaban partes rojas de los azotes de sus grandes palmas. Deslicé mis manos hacia mi intimidad viendo hacia el espejo y trayendo los reflejos que vi en aquellos, recordando aquel semental montándome con destreza, sin consideración y sólo buscando el placer inigualable que ofrecía el sexo brutal.
«Tres noches» solo eso llevaba de conocerlo y él hombre ya me conocía mejor que cualquiera.
Entré abrí mis labios recordando lo que sostuve con ellos, saboreé mis labios queriendo volver a tenerlo entre ellos, no sabía por qué pero me había fascinado aquello, sostenerlo en mi boca, atragantarme con él era un gusto extraño que quería volver a gozarlo.
Decidí terminar con aquella tortura y deslicé en la cama, acomodándome sobre la almohada y quedarme dormida en cuestión de segundos, sin saber nada de mi hasta la mañana siguiente cuando la alarma sonó avisando que tenía que levantarme y ocuparme de mis responsabilidades.
Me enfundé en un vestido blanco que figuraba mi silueta y que llevaba un poco más abajo de mí a rodillas, unos tacones de punta y mi bolso. Al subir a la oficina me ocupé de los últimos detalles y pasado el medio día abordé el Jet para volver a Nueva York, por alguna razón no quería moverme tanto fuera de la ciudad, quería seguir teniendo el mismo ritmo de vida, tener esa forma de desestresarme, de ser yo misma sin necesidad de involucrar sentimientos. Una aventura que no me tuviera atada, que no me llevara a nada más que placer carnal. Por eso Arvid era el indicado para ello, no se veía un hombre interesado en establecer una relación y menos el tipo que planeaba casarse en algún punto de su vida. Era exactamente lo que yo quería.
—Bienvenida, señorita Loughty. Su padre la está esperando en su oficina —me recibió la secretaria de padre él cuánto pisé el piso de presidencia de su empresa.
—Gracia, Lola.
Sin molestarme en tocar abrí la puerta encontrándolo concentrado en la pantalla de su computador, al sentirme levantó su mirada y una gran sonrisa tiró de sus labios, se puso en pie y abrió sus brazos para que fuese a abrazarlo.
—Cariño, ¿cómo estás? —besó mi frente y me observó detalladamente, buscando un indicio de tristeza.
—Tan bien cómo puedo estar —me encogí de hombros sonriéndole —¿para qué me mandaste a llamar?
—Quería verte y asegurarme de que estuvieras bien. Tú madre llamó a mi secretaria repetidas veces que tuve que contestar, me contó lo sucedido, estaba preocupada y te llamó toda la tarde y parte de la noche pero tú no atendiste. Además, fue a buscarte al hotel y no te encontró.
Solté un bufido caminando a la licorera y servirme un trago de vodka, hice un ademán queriendo restarle importancia pero padre me conocía tan bien que era difícil que dejara pasar por alto pequeños detalles.
—Ahora si le preocupo —rodé mis ojos —pero no pensó en cómo iba a sentirme cuando invitó a Celine a su cumpleaños y permitió que lo llevara a él, sabiendo perfectamente que yo llegaría y los vería juntos. Madre sólo los ayudó a enterrarme más el cuchillo, es obvio por qué no deseo hablar con ella.
—Conoces a tu madre, es una perra egoísta y no hará sacrificios por nadie. Se desvive por complacer al fracasado de su marido y no le importa lastimarte con dichas acciones.
—Lo sé, pero esperaba empatía por ella pero por su culpa tuve que vivir otra gran humillación, ellos a anunciaron que se casarían... —mis ojos picaron y el aire me faltaba, estaba ahogándome queriendo contener mi dolor —¿cómo pueden existir personas tan ruinas como ellas padre? Lo único que hice fue apoyarlos y darles lo que nunca tuvieron... —mi voz se cortó y padre vino a mi envolviéndome en sus brazos —yo... no merecía esto, que me hicieran tanto daño, padre.
—Shh, tranquila, mi cielo —susurró acariciando mi cabello —ellos son el ejemplo de que nunca debiste mirar hacia abajo, a alguien que está por debajo de ti, ellos solo buscan beneficiarse y salir del hoyo donde se encuentran sin pensar a quien dañarán.
Padre me llevó a su casa para comer junto a su esposa, Sabrina, quien lucía hermosa con una pequeña panza de embarazada.
—Hazel, querida, ¿cómo estás?
—Mejor que tú no creo, mírate, cada día más hermosa —sus mejillas lucían sonrojada y en sus ojos había un bonito brillo que la adornada desde que salió embarazada. Coloqué mi mano sobre su panza como solía hacerlo cada vez que la veía —¿cómo está mi pequeño hermanito?
—¿Sigues tan segura que será un niño? —preguntó mi padre arqueando una ceja.
—Por supuesto —sonreí —aunque a James no le gustará tener competencia de quien será mi hermano consentido.
Sabrina soltó una pequeña carcajada sacudiendo su cabeza.
—Ni me lo recuerdes, él asegura que será una niña y nadie le quitará el lugar de ser el único hermano en la familia.
—Por cierto, ¿todavía no regresa de Londres?
—No, ayer hablé con él y mencionó que estaría una semana más —contestó mi padre sentándose en la cabecera de la mesa.
La cena fue tranquila y acogedora, me sentía más cómoda en casa de mi padre que en la de madre donde el ambiente nunca podría ser tranquilo con la presencia de Finn.
Mi teléfono vibró cuando tomaba un sorbo de café en la sala junto a ellos. Discretamente saqué el móvil encontrando un mensaje de su número que alborotó mis hormonas.
«Ven» era lo único que decía su mensaje y lo que me bastó para ponerme en pie y despedirme de mi padre y de Sabrina.
—Es tarde y hoy ha sido un día muy agotador. Prometo regresar pronto —les dije saliendo de casa y abordando mi auto para pasar por el hotel y teclear un rápido mensaje.
«¿A tu casa?»
Me di un rápido baño y aromaticé mi cuerpo, busqué un bonito conjunto y antes de colocármelo me senté sobre la cama tomando aquel vibrador y deslizándolo dentro de mi.
«Si. ¿Vendrás?»
Cerré la gabardina de cuero y me enfundé en las botas negras que subían hasta arriba de mi rodilla, pinté mis labios de un rojo cereza y arreglé mi cabello de forma desordenada.
«Si. Llego en unos minutos»
Mi corazón latía acelerado cuando subí al auto y conduje hasta su casa, estaba nerviosa de volver a verlo, su presencia me intimidaba pero me fascinaba. Mi cuerpo se encontraba deseoso de té delo otra vez, de sentirlo adueñarse de cada parte de mi y arrastrarme a su infierno.
Bajé del auto y me apresuré a entrar cuando sentí la llovizna sobre mi, mojando un poco mi cabello. Toqué el timbre y la misma mujer de la vez anterior me recibió.
—El señor la espera en la misma habitación del segundo piso—comunicó sin mirarme a los ojos —si desea algo, puede pedírmelo ahora.
—No, así está bien.
—Puede dejar la gabardina por aquí —me apresuré a negar, si la quitaba quedaría prácticamente desnuda en lo que sólo podía ver el hombre que me esperaba en el piso de arriba.
—No, la llevaré puesta —pasé por su lado subiendo las escaleras y caminando por el pasillo hasta encontrar la puerta que estaba entre abierta. Al pasar lo busqué con la mirada encontrándolo sobre un sofá vistiendo sólo unos pantalones negros, recostado sosteniendo un tabaco en su mano y en la otra un trago de whisky.
—Tardaste —dijo con su voz tan ronca y sexi que provocó aumentar mi humedad.
Cerré la puerta con seguro y caminé hasta el sofá, sentándome sobre sus piernas y tomando sus labios demándate, siendo brusca tal y como él lo era. Sentí su extraño sabor, a alcohol, humo y menta.
—Sólo algunos minutos —contesté pasando mis manos por su pecho, besando su mentón con deseo, sintiendo los pequeños bellos de su barba raspar mi piel.
—Compláceme por haberme dejado con las malditas ganas de seguir follándote ayer por la noche.
Sonreí a medias, era justo lo que fantasee la noche anterior, esa extraña adicción de la que me prendería esta noche.
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