La cafetería de Ccino siempre había sido un espacio hogareño, pacífico y con un aire agradable tanto por la decoración como por el delicioso aroma a café y panecillos recién horneados.

El asunto fue cuando terminó enamorándose en uno de los peores seres que pudo haber elegido. Nightmare, aquel "Sans" cubierto de una masa oscura similar a la brea; rey de las pesadillas.

Ccino creía fervientemente que él podría cambiar si le daba una oportunidad, pero esa actitud característica del contrario no cambiaba en absoluto, e incluso podría jurar que iba empeorando sobremanera.

Ahora Ccino vivía con miedo, tras haber sido golpeado y humillado varias veces por su "pareja" no sólo estando a solas, sino incluso descaradamente frente a algunos clientes que sólo miraban con lástima al menor sin poder hacer realmente nada, obviamente por temor a que Nightmare tomase represalias contra ellos.

Eso, sin duda, no era una buena vida.

"Puedo acostumbrarme" era siempre su respuesta cuando alguno de sus amigos, como Dream, le sugerían alejarse de Nightmare y pedir ayuda para mantenerlo apartado de su vida; pero vaya sorpresa, que eso era mentira.

Por más tiempo que estuviera fingiendo que todo estaba bien, aún no lograba convencerse a sí mismo de que así fuera. Cualquiera caía fácilmente en esas mentiritas piadosas pero él jamás podría mentirse a sí mismo; y cada vez que se encontraba solo se encerraba en su pieza a llorar amargamente, soltando todo ese dolor que durante el día soportaba y era capaz de soportar hasta que cayera la noche y el mayor se fuera de casa a pasar el rato con sus lacayos.

Excepto ahora.

La cafetería tenía todas las persianas cerradas esa tarde, justamente por una reunión que tendría Nightmare en el local. Tuvo que cerrar temprano debido a esto y llevarse a sus gatos para que no fueran lastimados, encerrándolos en otras habitaciones con comida, agua y arena suficientes para que no salieran. Estaba aterrado, si tan sólo Nightmare era un cascarrabias y rompía las tazas para hacerlo trabajar más o pateaba a sus adorables felinos, ¿a él qué le esperaba ahora que vendrían sus amigos?

Quería llorar debido a los nervios, estando estresado y atareado en preparar el café amargo como le gustaba al mayor y buenos postres para sus invitados. Se encontraba al borde del llanto cuando la puerta se abrió y entraron un grupo de singulares esqueletos. Ccino tragó saliva, se limpió sus manos en su mandil y se acercó a recibirlos.

Lo primero que recibió fueron burlas de los demás que iban más que nada dirigidos a humillar a Nightmare. Éste, molesto, miró a Ccino con el ceño fruncido y éste bajó la cabeza, tal cual un pequeño perro regañado.

— Por aquí, tengo lo que me pediste, Nighty... —lo siguiente que supo era ya estar en el suelo con una mano posada en sus pómulo derecho tras una bofetada del mencionado.

— Te he dicho mil veces que no me llames así —vociferó, pasando a un lado suyo mientras el resto le seguían.