Día 7 - Cumpleaños
Las luces mañaneras entran con lentitud y el escucha en silencio los ligeros pasos que se mueven en el primer piso con el cuidado de no despertar a quien duerme a su lado. Imagina como deben acomodar los platos con cuidado, abrir la comida y que el pastel espera entre los brazos de un nervioso Denki que desearía entrar, gritar, hacer cualquier tipo de escándalo por despertarlo. Pero el plan trazado con mano dulce se ha cerciorado de incluso mantenerse a sí misma lejos de la operación de decoración: Mina.
Puede pensar en Zero pegando los adornos de globos oscuros alrededor de las paredes, del aliento de las galletas desprendiéndose cuando Todoroki levanta la tapa de los postres aunque él no sabe que Shoto roba un par antes de continuar con su deber en la mesa que es meticulosamente adornada con esa elegancia que siempre ha sido palpable en su serio semblante. Un mantel oscuro, los sillones recorridos a un costado, cargados para que el arrastre no pueda despertar el oído entrenado de su compañero. Aun cuando solo él puede saber que en realidad, por muy fiera que fuera, el oído de su compañero no era el mejor. Las explosiones no venían con un kit para evitar el aturdimiento si se usaban con frecuencia.
Sonríe. Todos han puesto de su parte. Incluso aquellos que siempre han estado presentes en sus vidas, como Midoriya, se habían mantenido lejos de la expedición que era entrar a la casa del héroe más temido de la ciudad. Admitiendo sus torpezas o sus adversidades, como Kaminari que amaba gritar a los cuatro vientos lo que sentía. Aguardando fuera de la casa.
Su celular vibra y escucha el sonidillo de una música lenta que saluda la mañana. Es hora y Kirishima se toma su tiempo en observarlo a su lado, pegado a su torso y con la cabeza sobre su brazo. En su puño izquierdo aprieta con fuerza adormilada su camisa. Los cabellos casi blanquecinos por los rayos que entran se ven divinos ante él. Una risilla escapa de sus labios cuando lo ve abrir sus ojos entre las pestañas, protegiéndose de la luz con ellas. Se queda un segundo observando la camisa blanca que lleva para y luego levanta la vista a su rostro.
—¿Ahora qué hiciste?
—Buenos días amor.
Enreda entre sus dedos algunos mechones del claro cabello antes de darle un lento beso en la coronilla. —Feliz cumpleaños —. Le susurra antes de deslizar las puntas de sus dedos por la espalda curveada que se protegía tras las sabanas.
Katsuki se removió tratando de esconder su rostro contra sus costillas pero al lograrlo un pequeño quejido se atascó en su garganta. Ejirou le miro preocupado pero tranquilo.
—¿Quieres que te ayude a ducharte primero?
Negó. No quería levantarse aun. Con los dedos vendados estiro su brazo hasta rodearle el torso y esconderse ahora contra su pecho. La respiración de Kirishima choco contra sus cabellos y poco falto hasta que el pelirrojo le rodeo la cintura sin dejar todo el peso de su brazo contra el torso igual cubierto de vendas y repleto de moratones.
La somnolencia le pesaba. El aliento cálido recorría con gracia sus cabellos. La música sonaba suave como un jazz pero agresiva como un depresivo grunge. Una fácil tetra por despertarle de mejor humor. Casi quiso reír al pensarlo pero se contuvo. No les daría ese gusto aun cuando no estuviera con ánimos para verles las caras, aun cuando solo quería quedarse en cama el resto del día, pero sabía que ya llevaba evitando demasiado a todos.
No quería pensar en Villanos o Antihéroes y seguir cuestionando su moral como parte de uno de ellos, aunque no supiera cual.
—¿Katsuki?
—¿Hum?
—Feliz cumpleaños.
Los ojos rojos se escaparon de su escondite para mirarle entre los pliegues de la sabana y su camisa, sintiendo el calor de su barbilla contra sus costillas.
—Gracias pelos de mierda.
La sonrisa radiante lo cegó un momento, llenando de clara satisfacción su pecho. Los iris carmesíes le observaban con dulzura y el cálido palpitar de sus cuerpos unidos bajo las sabanas, entre los brazos del otro, adormilaba aún más sus sentidos, como siempre lo había hecho. Las heridas dejaban de escocer con tan solo una sonrisa. Katsuki se quedó callado un par de segundos antes de escuchar la puerta abrirse desde el primer piso y el murmullo mal disimulado de voces escandalosas que reconocía claramente.
El rostro de Eijirou se llenó de desconcierto antes de escucharle hablar.
—Si esos malditos están tocando mi cocina voy a matarte y a ellos también.
La risa ronca escapo entre sus afilados dientes por toda la habitación. Se sentó de un momento a otro tirando de el con suavidad hasta tenerle de igual manera frente a él.
—No puedes matarme a mí.
El ceño indignado pero confundido se palpo entre sus cejas y Kirishima en un arrebato suicida de amor tomo sus labios contra los suyos en un movimiento rápido, acariciando sus mejillas con las palmas.
—Ve a bañarte —susurró contra su piel.
—Tienes quince minutos para sacarlos de mi casa —contestó con la voz ronca y los ojos entre cerrados, la clara expresión no explicita de luz verde para el autor de sus mejillas ligeramente coloradas y el aliento apacible.
Bakugou se levantó y entre pasos cansados se dirigió a la puerta de dicha habitación. Sin camisa Kirishima admiro su espalda vendada y los moratones en sus omoplatos. Las vendas pálidas que se extendían desde sus codos hasta las puntas de sus dedos.
Las hebras que brillaban a contra luz.
Su corazón palpitaba cálido contra su piel. Su estómago se estrujo y supo que odiaba aquello que vivían pero que lo amaba por igual. Pero aquellas vendas que significaban debilidad y marcas para el rubio eran algo más para él. Eran una muestra de las múltiples veces que aquel hombre, del que todos los espectadores dudaban, se levantaba entre los escombros, entre las palabras y la confusión, con un demonio pegado a su espalda. Un hombre que gruñía y rugía contra todo aquel que le desafiara.
Brillante. Poderoso. Agresivo. Mordaz e inteligente.
La ducha sonó apaciguando la calma de sus pensamientos. Con un suspiro atascado contra sus labios se levantó con rapidez. La cama fue tendida a tropezones y del armario su ropa favorita fue tomada. Nada demasiado elegante, nada demasiado informal.
Y cuando estuvo listo su respiración se cortó. De pie frente a la puerta. Escuchaba los siseos aun de sus ex compañeros. Ahora los murmullos temerosos de Izuku –del que debió ser inevitable meterse a cerciorarse de las cosas- y los apacibles de Todoroki –explicándole que aquello se encontraba listo-. Los gritillos mal contenidos de Ashido al no poder mantenerse por completo fuera del asunto.
Su celular vibro sobre la mesa y le tomo esperando con nerviosismo a que esa puerta no se abriera.
°Ashido.
¡Suerte! Te esperamos abajo.
La puerta crujió y escucho la secadora ser prendida con la nueva lucha contra un cabello rebelde como lo era el suyo.
Tomo aire.
La música se mantuvo y escucho por última vez la puerta se cerrada. El silencio lo comió.
Soltando un suspiro lento y ansioso.
Katsuki miraba sus hombros con esa extensión violácea que tanto comenzaba a odiar. Su torso ya vendado le revolvía el estómago. Honestamente, aun cuando nunca quisiera celebrar, esta vez en verdad prefería quedarse en cama con él. No quería salir. No quería escuchar sus voces ni tener que aguantar las miradas preocupadas a sus manos o las preguntas honestas de Zero respecto a su salud como siempre que le veía. Ni los aplastantes abrazos de la ojos de mapache que seguro le reabriría alguna herida.
Suspiro exhausto. Aun no comenzaba el día.
Se colocó la camisa y miro las líneas oscuras bajo sus ojos en el cristal
—Antihéroe
Giro su cuerpo y apago la secadora. Abrió la puerta sin mirar. Con la expresión neutra y un aplastante sentimiento.
Sus pasos se detuvieron allí, aquella cabellera lacia de color rojizo no se encontraba por ninguna parte y había asumido torpemente que bajarían juntos. Por lo que se tomó su tiempo dándose cuenta que la música era apagada y que las pisadas numerosas eran silenciadas. Un poco extrañado se dio su tiempo para mirarse un poco más ante el espejo, procurando una polera que le cubriera las partes lesionadas.
Al salir de la habitación el silencio reinaba misteriosamente y ya se estaba dando una idea de una fiesta falsamente sorpresa. Pero por un momento, a mitad de los escalones, sintió que era algo más.
Termino bajándolos con ligera duda hasta encontrarlo de espaladas a él
En medio de su salón de estar. Los sillones se encontraban corridos, pegados a las paredes. En el centro se encontraba el, de espalda a las escaleras. Katsuki miro al otro lado, en la zona del comedor la larga mesa mostraba una variedad fina de alimentos y un escandaloso pastel de colores rojos y amarillos en el centro. Pero no les veía.
No había nadie más allí.
Entre sus dedos aún se sostenía del barandal de las escaleras.
—Eijirou.
Lo vio suspirar y girarse lentamente con una expresión serena.
—¿Qué mierda?
—Katsuki yo —miro el suelo un segundo antes de continuar— ¿Podrías acercarte un momento? Tengo algo que decirte.
Dudoso, adormilado y ligeramente molesto se acercó a él.
Los ojos rojizos le admiraron un par de segundos.
—Sé que esto no es convencional, que estamos pasando por mucho y que-
—¿Qué mierda ocurre?
Eijirou cerró los ojos frente a él.
Su corazón palpito con fuerza y casi podía escucharlo tratando de escapar entre los vendajes.
Se movió lento.
Cauto. Tomo su rostro y le beso. Solos entre las paredes. Con las manos cuidadosamente colocadas sobre su cintura Katsuki se apegó hasta que los suyos le rodearon el cuello. El beso les robaba el aliento de a poco y contra los dientes afilados Eijirou le sintió sonreír. Divertido por alguna razón desconocida plasmo su felicidad en sus labios también. Como si los problemas de hace un par de semanas, entre la bebida y las maldiciones, hubieran desaparecido de tajo, en un solo beso.
—¿Quieres casarte conmigo? —. Murmuro una vez sus labios solo se rozaban.
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