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Día 5 - Talento.

Kirishima jadea contra el bozal y escucha como un repiqueo lejano a las cadenas que le envuelven las muñecas. Observa borrosa la arena bajo su rostro, escuchando el abucheo del público a la distancia. Sabe poco de lo que ocurre más allá de su visión pero la adrenalina desesperada aun corre por su sangre sedada. Piensa en el ardor de aquellos líquidos calientes sobre su rostro, del mareo y la aspereza de su cuerpo endurecido cayendo contra la arena. Recuerda como un eco el sonido de un grito ronco, no uno temeroso, uno de desespero que se convierte en el grito de una batalla pero que luego calla. Poco a poco los granillos de arena se vuelven más claros y en sus oídos el pitido de una conmoción retumba en sus oídos sacándole del ensimismamiento atolondrado en el que esta aun sometido.

Alza el rostro arrastrando su mejilla en el suelo. Mira a través de los barrotes y huele su aliento acido contra el bozal de cuero. La sensación caliente de su respiración se intensifica corriendo por todo su rostro cuando entre manchones logra conectar los recuerdos con esa figura semi erguida a la mitad del campo del Coliseo.

Los orbes rojos de ambos son fieros y hambrientos.

La explosión ruge y los cimientos gritan, Bakugou ataca cerniéndose por la derecha del enemigo que, aun doblando su tamaño, no logra intimidarle con los filosos dientes de fuera. Su brazo es desviado por la muñeca que toma entre las zarpas el Villano, gritando como un chillido contra sus oídos pero que con otra explosión logra soltarse y toma distancia de él. El dorso de su brazo golpea en un último movimiento contra la cabeza de aquel sujeto que se funde contra la tierra por debajo de su cuerpo.

El sudor le arde en los ojos y por un momento parece perderle de vista mientras es lanzado por su propia detonación hasta uno de los barandales un par de metros más arriba, sosteniéndose con su mano desnuda puede escuchar detrás de él el abucheo en su cabeza aun aturdida por los químicos.

La huesuda composición del Villano se desliza como una araña por debajo de la arena haciéndole removerse mientras el Héroe le sigue frenéticamente con la mirada.

Ground Zero aguanta con la piel salpicada de su propia sangre, escociendo en el dorso de su mano una herida recién hecha con sus garras. Podría volarlo todo y estaría dispuesto a hacerlo pero sabe que no está pensando con claridad, que su visión aún se nubla de vez en cuando y que no sabe qué tanta de esa sangre revuelta, oscura entre la arena, es suya así que aguarda desde la distancia en un intento por hacerse de una mejor vista panorámica, sin permitirse desviar la atención del enemigo que chilla de dolor.

Los Villanos se burlan en un fantasmal eco que le adormece.

Como en un Coliseo de Bestias Katsuki gruñe y por su frente el sudor humedece la sangre seca. Por un momento la solitaria batalla le estremece en un desalentado sentimiento de derrota, desolación de un final inminente, pero aquello solo hace que una furia inhumana gorgojee en su interior porque sabe que es incapaz de rendirse, de dejarlos morir a ambos al disfrute visual de aquellos que le miran hambrientos de adrenalina y muerte. Desvía, en un intento de consuelo, la mirada hacia la jaula a los pies del Coliseo donde él yace amarrado como un Monstruo.

Su saliva se vuelve acida y admira hacia el cielo el techo de tierra.

Sus músculos tiemblan pero sabe que puede aguantar. Jadea con la vista de vuelta a la Bestia que sangra espeso contra el suelo manchándolo aún más junto al par de cadáveres que les acompañan –no pierde tiempo en mirarles, hace rato ya que en su destrucción febril y cegada les había matado, todo durante la conmoción de los químicos en su deseo por verlo indefenso hasta ser desmembrado o comido vivo-. Lleva una piel ennegrecida que se pega a los huesos largos, sosteniéndose en cuatro pero con la guardia distorsionada por las quemaduras en su piel. Los músculos en los hombros de Ground Zero se quejan en temblores contra su peso. Los ojos rojos y pequeños desde el rostro que emerge de la arena le llevan observando con hambre. Bakugou muestra los dientes en un ademan retador pero se distrae con el chillido agudo desde la audiencia protegida por las rejas que en su momento igual trato de destruir. Detrás de ellas la audiencia se mantiene en una bruma oscura de la que no puede distinguir figura alguna.

Piensa que puede ser una ilusión, que los químicos aún están en su sangre.

Se burlan de mí.

El bicho se mueve, incapaz de erguirse en sus miembros delanteros, y la fuerza de su mano contra el barandal se vuelve dolorosa, resbala ligeramente sus pies contra la pared. No puede aguantar más en esa posición.

Así que arremete de una vez dejándose caer y explotando el suelo para redirigirse a él que comienza a prepararse en contraataque arrastrando las huesudas zarpas en la arena. La piel negra del ser brilla contra sus explosiones y los gritos de gloria no tardan más de un segundo en resonar contra las paredes cuando la Bestia se desliza a un lado devolviéndole una explosión verduzca desde la palma con los dedos delgados como trozos de ramas. Bakugou trata de cruzar los brazos frente a su rostro pero el calor de su propia fuerza es consumido por el moho de su contrincante haciéndole retroceder en un quejido.

Kirishima les ve colisionar en una ráfaga de colores contrastantes.

Las botas se deslizan contra la tierra haciéndole retroceder pero el cansancio se atenaza contra ellas traicionándolo. Agotado Bakugou cae rodando por el suelo y el grito de los presentes hace a su cerebro temblar. Mira el suelo terroso unos segundos, haciéndose dueño del ardor en su rostro y la sangre que se desliza desde su barbilla, antes de levantarse con los brazos temblantes.

—¡Bakugou!

Sube el rostro por instinto. Ya no lo escucha más. El sonido de los gritos y el pitido de las explosiones han amortiguado sus sentidos. La Bestia corre en su dirección como un gusano preparando sus dientes para devorarlo.

Lo ve lento y no sabe si está siéndolo él también cuando por instinto levanta el brazo en dirección a su rostro. Entonces lo detona con tal fuerza que siente su cuerpo ser arrastrado un poco más hacia atrás. Entre un grito de guerra su visión se vuelve roja, anaranjada y oscura. Temblando su cuerpo le impide levantarse del suelo unos segundos más. Su palma que le ha explotado cae contra la arena junto a su rostro. Su brazo intenta sostenerle y su frente toca la tierra.

No puede verlo, tampoco escucharlo.

Kirishima se sostiene endurecido contra la ráfaga de fuego que colisiona frente a él. La Bestia cae en pedazos y nuevos gruñidos se escuchan removiendo la tierra bajo sus pies. Eijirou admira las zarpas oscuras y los ojos rojizos asomarse entre la capa de arena separándolos. La adrenalina hormigueante se apodera de la piel de su torso que aún se encuentra sangrante por las batallas anteriores, el rugido del público se escucha como un sonoro lloriqueo y a su izquierda admira las paredes destrozadas.

Una salida

El Coliseo tiembla a punto de caer.

Katsuki.

Red Riot corre sin permitir que las zarpas le alcancen hasta que una de ellas le hace frenarse y sostener su embestida con los brazos. Gira su rostro temeroso de ver a su compañero ser devorado.

Ante sus ojos jadea como una bestia herida, una de sus rodillas le sostiene contra el suelo junto a su palma en una pose que demostraba lo dispuesto que estaba a levantarse. Sus ojos irritados se posan en los suyos y los segundos corren sin sensaciones, de un empujón se deshace de las filosas garras y con un golpe certero logra deslindarse del enemigo hasta retomar su huida. Corre con el aire caliente endureciendo su corazón hasta que esta hincado frente a él. Su pecho late lento y el aire entra espeso.

Katsuki le observa.

Con un sonido gutural las manos sangrantes del Héroe se posan en los hombros desnudos de Kirishima. El impactante rojo de sus iris se sostienen y las manos de su compañero se dirigen a su torso, rodeandole desde la cintura. Sus piernas se arrastran de un empujón hasta que sus brazos quedan sobre sus hombros. Kirishima le escucha jadear con un hilo de aliento escondiendo su rostro contra su cuello, siente la humedad de la sangre en sus palmas y el peso de su cansancio. Bakugou aspira con violencia junto a su oído.

Los cabellos cenizos envueltos en sangre.

Eijirou se aferra a su cuerpo. Ambos escuchan los huesos crujiendo a su espalda. La bestia se acerca con la lentitud de un cazador.

Bakugou se mueve lento, a su espalda levanta su brazo una última vez.

Kirishima cierra los ojos un segundo recuperando fuerzas para luchar, cerciorándose que su compañero esté bien.

Que su corazón lata.

Hasta que lo escucha y su instinto endurece la piel de su espalda. La última detonación ruge como un león contra los oídos de ambos. Eijirou se aferra con mayor fuerza a aquel cuerpo herido que a excedido sus límites.

En un silencio mortecino las cenizas de la sangre se dispersan y su aliento errático se detiene junto a su oído. Su corazón late pero su cuerpo ha dejado de palpitar.

ººººº

N/A.

Creo que es la cosa más sinsentido que he escrito hasta ahora (y eso que he escrito muchas cosas sinsentido). No voy a decir que no me gusta porque me encanta el principio, la premisa y el concepto de batalla me encantan porque Katsuki es muy talentoso en batalla, tiene una frialdad de combate que disfrute describir. Su tenacidad y su fuerza me fascinan.

Cuando leí Talento como palabra del día mi cerebro solo dijo Batalla y me cerré a ello, me negué rotundamente a escribir algo que no fuera Bakugou en batalla, en lo que es más talentoso. Me parecía absurdo describirlo en otra cosa porque para Bakugou mismo su talento es la batalla. En si lo que me cegó fue la adrenalina de la misma, yo practico Artes Marciales así que reconozco esa sensación de lucha, esa desesperación vibrante de adrenalina. Me moría por aprovechar y explotar la sensación de Ground Zero en batalla lo cual me cegó para el final.

Soooorry, no quise hacer un final tan malo pero siento que también si me forzaba a meterle más lo iba a arruinar muuuucho más. Mínimo espero que les guste del inicio a la mitad porque a mí me encanto y lo amo.

¡¡Gracias por leer!!

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