Día 2 - Amor.
—Maldita sea.
Gruñe hasta que deja en la mesa la caja de pizza y bota sobre una silla la bolsa que llevaba, gira a la puerta para poner el seguro. El sol esta radiante dándole tonos dorados a la ciudad pero eso solo hace que se irrite más, aún no está acostumbrado al calor del país, las mejillas le arden y hace que le duela la cabeza. A Eijirou le encantaría piensa antes de sacar el bote de helado de la bolsa. No es fan del dulce pero ese día ha acordado comerlo porque es su favorito. Saca el celular del bolsillo de su pantalón luego de quitarse la chaqueta con rapidez, aun acalorado, se agacha a desabrochar sus botas que le aprietan y hacen el clima aún más incómodo, sus palmas sudan. El aroma a Nitroglicerina le pica aun cuando está acostumbrado a él.
Triiiiin.
El celular suena en la mesa. Lo ignora hasta que está libre de las botas, se deshace de los calcetines. En su tobillo izquierdo se dedica a reacomodar las vendas que le envuelven y no es hasta que termina que le toma de nuevo. Allí están, como ya sabía que llegarían, los mensajes apresurados de Kirishima que del otro lado recibe una pizza casi idéntica a la de su ex compañero. A diferencia del otro la sonrisa en los labios del pelirrojo se extiende desde el amanecer sin pudor ni nostalgia.
—¡Muchas gracias!
Se despide y gira con la mediana caja entre sus manos. El recinto es pequeño y no es el mejor pero ha corrido tan rápido recién su ronda en la Agencia ha terminado, atrasado apenas 20 minutos. Sabe que no estará contento pero Katsuki está lesionado y conoce de antemano que si va solo va más lento. Reacomoda la bicicleta notando que de nuevo hay un contratiempo frente a él y entonces bufa, borrando apenas por un segundo la carismática sonrisa. Toma el celular de su bolsillo.
° Katsuki
Me hace más ilusión el puto helado que la pizza.
° Eijirou.
Hahaha lo siento, tarde más por culpa de la bicicleta hahahahaha este Blasty
° Katsuki
Es que no pedaleas fuerte.
Pero vuelve a sonreír cuando relee los mensajes del rubio. Se recarga un momento junto al poste donde tiene aún atada la cadena de la Bicicleta roja y se dedica a contestar.
° Eijirou.
No hahahaha Es que no tenían aire las llantas y fui a inflarlas pero una llanta tiene un chupito que no sabía cómo inflar asique fui a la mecánica y me explicaron pero me vendieron también un cosito para inflarlo.
° Katsuki.
¿Y ya? ¿Ahora solo esperas? Apresúrate, me muero de hambre. No pude quedarme al puto almuerzo para comprar esta mierda así que o pedaleas o te rompo la cara cuando vuelva.
Kirishima ríe suavemente, un tono dulce que se pierde en el espacio abierto del estacionamiento momentos antes de guardar el aparato y de subir aferrándose a la pizza que sostendrá con un brazo todo el camino.
No lo considere. Piensa que le dirá y otra risilla cariñosa se escapa entre sus dientes que saludan la vista nublada de la calle cuando rememora el rostro molesto del otro Héroe, riñéndole desde el otro lado con tan solo una mirada pero sin decirle una palabra, no ese día, ese día ambos hacen lo que quieren sin molestar al otro. Sin insultos reales, discusiones o palabras demasiado dulces. Solo ellos. La reluciente sonrisa se desvanece ligeramente con un tono amoroso que se marca en su rostro cuando piensa en aquello. En el día que ninguno se pierde, que ninguno olvida. En el que las agendas se cierran, en el que los regalos no existen ni las palabras bonitas. Todo eso está de más y ninguno lo necesita, ninguno es de esa manera.
Solo nosotros...
Bakugo se coloca los audífonos de la laptop en el sofá, con la pierna vendada extendida y la computadora sobre ellas. A su lado la caja de la pizza sigue cerrada, un termo lleno de agua y la botella de salsa. Espera mientras gira en el celular las aplicaciones con la brisa fresca que el ventilador le otorga a un metro de él. Esta relajado, ha limpiado el sudor, cambiado su ropa y ahora está más tranquilo, casi adormecido. Lleva el cabello húmedo echado hacia atrás, sumergido en un paraíso blanco.
Entonces se detiene al toparse con una foto junta en la galería que se ha ido llenando de fotos de todo menos de ellos dos. Lo mira allí, con una gran sonrisa y los ojos pequeños. El sol brilla contra su piel morena que destella perlada de sudor. Y su corazón se estruja. Porque ese día era el mismo y se cumplía un año desde la última vez que le miro de esa manera, tan brillante con las luces amarillas sobre él. El cabello rojo destellaba como el mismo fuego y aunque sus manos sudaban el la tomo sin pensarlo demasiado.
Sus besos tan suaves. El cabello mojado cayendo sobre sus frentes bajo la ducha. Cruzando mares solo por él, en un día agitado. Una despedida con un beso que fue difícil de romper en el aeropuerto. Con los ojos escarlatas brillando.
Toca sus labios pensando en los suyos y pica, como sus palmas antes de una explosión.
El sol puede brillar fuerte ese día, quemar, arder sobre su piel pero jamás se separaría de su calor. Porque es tan brillante aun sin ese sol, sin esa sonrisa.
Su cabeza cae contra el respaldo del sofá y mira el techo blanco. La respiración va más lento ahora.
Las caricias fueron suaves, enredándose entre las hebras rubias hasta que abriera los ojos con esa lentitud que a él parecía encantarle admirar. Despertarlo sin molestarlo como un suave ronroneo. Algo que solo él podía hacer. Sus labios lo dicen apenas mostrando aquellos dientes blancos y la marea del sueño se dispersa entre sus dedos. El mundo se detiene para él, su aliento se calienta en su boca pero no lo dice.
Triiiiin.
Bakugou mira el celular que ha caído sobre los pliegues de la camisa en su estómago y vibra antes de tomarlo.
Eijirou.
Ya estoy, llama.
No contesta y espera un par de segundos porque sabe lo que hará es nuevo, no hay vuelta atrás y no quiere darla. Mira la pantalla aun tranquilo, su corazón retumba pero no es doloroso.
Se estira un poco antes de llamarle desde la laptop y solo espera un momento hasta que el otro responde entre risas, disculpándose por cosas que ya sabe, mientras lo ve poner la cámara y sonreír, entonces él hace lo mismo. El cabello pelirrojo le cae lacio sobre el rostro y le gusta, tan familiar que casi puede sentirlo con él, vuelve a relajarse sobre los cojines, no le habla pero el pelirrojo no parece notarlo mientras explica su demora con una sonrisa.
Se detiene.
—¿Blasty?
—Te amo.
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