Día 1 - Explosión
Kirishima ve borroso cuando Bakugou surca los cielos con maestría. Están agotados y el siente su respiración agitada en su nuca. Los vidrios se rompen tras su espalda por otra explosión pero no mira, sus músculos no responden, y la herida entre sus costillas quema en el movimiento. Ground Zero lo baja con cuidado contra la pared del edificio continuo, a cuclillas le palmea el rostro hasta que los ojos escarlatas ensombrecidos por la muerte se topan con los suyos.
Sus ojos brillan y Eijirou se pierde en ellos un par de segundos, Katsuki no lleva el ceño fruncido pero esta serio, la pálida piel esta manchada entre sangre y mugre. El antifaz destrozado adorna sus cabellos.
—Necesito que te quedes aquí ¿Oíste?
No lo hace y él lo nota. Kirishima no está sonriendo.
Las hebras rubias acarician las suyas y pega su frente a la de su compañero con los ojos cerrados. La mano del héroe aprieta el hombro de Red Riot con decisión. Aspiran sus aromas y los ojos escarlatas se encuentran de nuevo unos segundos más.
Èl aun esta aturdido y Bakugou lo sabe.
Entonces sus ojos cambian, el brillo se vuelve doloroso para sus ojos, los cabellos claros se mueven con el viento y la mano en su hombro se desvanece con una caricia.
Explosiones que bailan mientras su cuerpo se marcha.
El chirrido en sus oídos se desvanece gradualmente, comienza a mirar a su alrededor con dolor en la cabeza. Lleva la mano a su lateral observando la sangre escurrirse entre sus dedos. Al alzar la mirada las nota: las granadas de metal. Gira su rostro al edificio de enfrente y puede escucharlo de nuevo rugiendo cual león entre detonaciones.
Aclama su nombre pero la voz no sale de sus cuerdas y se levanta apoyando las palmas en la pared. Hardening ya no funciona, la piel arde por doquier y su pecho se oprime con cada estallido. Arranca los pies de la tierra y comienza a andar por el pasillo sin mirar por las largas ventanas.
Entonces comienza a crujir la proximidad de una fuerte explosión. Conoce ese sonido, el gorgoteo del comienzo de una detonación desde Ground Zero. Gira su rostro aunque no pueda verlo y solo bastan un par de segundos para que la gran explosión queme y ruja desde las entrañas del último piso.
El humo emerge tras la gran explosión que retumba y le hace caer de rodillas. Los cielos se tiñen de naranja, amarillo y rojo ante sus iris. Expectante y aterrado observa el fuego desvanecerse en cenizas sobre el cielo a través de los cristales rotos en el edificio continuo. Oprime su herida, inconsciente, su costado chorrea sangre que manchan el suelo.
Imponente y poderosa explosión que escuchaba aun gruñir a contra sonido con su voz. Las paredes comienzan a caer del otro edificio en ecos que canta la muerte.
Su cuerpo dejo de funcionar y las motas de polvo comenzaron a caer lento. La mano temblorosa que le sostenía a la pared cae y entonces se encuentra a si mismo mirando las piedras. No hay más fuego, los minutos corren y el concreto no vuelve a temblar.
Se ha ido.
Pestañea. Arranca el metal de sus hombros con un tirón. Corre con la sangre goteando hasta los cristales. Lleva los dientes aprestados cuando Unbreakable se adueña de su piel.
Cae del edificio tratando de despegarse de la bruma de su corazón palpitando con fuerza y el ardor en su piel.
Corre, corre mientras la sangre deja un hilo contra los escombros que embiste para cruzar.
Corre mientras piensa en esos ojos escarlatas.
Las hebras brillantes contra la luz del sol.
La sonrisa suave de las mañanas y el ceño fruncido.
Las pestañas rubias y sus dedos acariciando el perfilado rostro.
Abre sus ojos con lentitud, la calidez en la cama es suave y ambos saben que es tarde pero de nuevo él está embelesado con las facciones finas de su piel. La luz de la luna acaricia las joyas carmesíes que brillan diferentes cuando él le mira esa noche.
Kirishima sonríe porque su corazón palpita con fuerza, cálido y estremecedor que quiere esparcir besos por su piel. Sonríe porque ve esa mueca ladeada pero cariñosa que solo él puede ver.
—Eijirou.
Katsuki alza su mano para tocar su rostro y él se inclina buscando su toque. Ese toque que extraña.
Las pestañas oscuras se abren contra la luz pálida de la habitación de hospital.
Su corazón se retuerce y palpita doloroso.
Las lágrimas corren entre sus ojos que se cierran con fuerza. La mano en su pecho vendado se aprieta.
Algo está roto allí.
Tiembla. Gruñe. Grita.
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