Capítulo 4: Algunas dolorosas razones
Al día siguiente Prim se levantó muy temprano, preparó una pequeña maleta.
—Madge, no demores, tía Delly pasará por nosotros a las ocho, no te olvides de Lady— le dio un beso y puso en sus manos el viejo peluche que primero fue suyo.
— ¿Por qué llevas tanta ropa?— pregunté.
—Nos quedaremos hasta mañana con los abuelos— dijo sin mirarme.
— ¿Toda la noche?— me parecía que unos niños no debían estar hasta tan tarde en una fiesta.
—Tenemos una habitación allá para nosotros.
—Pero... creo que Madge debería volver, es muy pequeña...
—No pensabas eso cuando nos dejaste... además Maggi está acostumbrada a dormir allá, nos quedamos con los abuelos cuando estuvimos solos— ahora si clavó sus ojos en mí.
—Lo siento tanto— dije agachando la cabeza.
—Nosotros lo sentimos más. Lloramos mucho pensando que con eso volverías. Pero yo sabía la verdad. Te largaste con un hombre porque lo quieres más a él que a tus hijos
— ¡Eso no es cierto!— dije intentando no volver a llorar.
—Leí tu carta. "No soporto la vida que tengo, me estoy muriendo encerrada con esos niños malcriados" pusiste. Te tengo noticias, estos niños malcriados no te necesitan, debiste quedarte con tu amigo.
El dolor que me causaba cada palabra de mi hija era inmenso. Ella no me dejó olvidar mi error por mucho tiempo. Nuestra relación no volvió a ser la misma.
La noche de la fiesta Peeta y yo nos quedamos solos, con los niños fuera y mis padres de viaje. Él preparó la comida y me invitó a ver una película. Era una comedia de Jack Black. Apenas hablamos, a Peeta le costaba hacerme preguntas. No sabía que decir lo veía titubear, callarse, intentar hablar. Traté de llevar la charla lo mejor que pude, haciendo comentarios ligeros y divertidos. Sonrió en un par de oportunidades.
Cuando la película terminó apagó el televisor.
— ¿Cómo te sientes?— preguntó mirándome desde el otro sofá.
—Bien— sonreí. –Ahora mismo estoy muy bien.
—No quiero que soportes cosas innecesarias. Como insultos, desplantes... en general cualquier tipo de maltrato. A cualquiera que intente lastimarte envíalo conmigo. Yo puedo dejarles en claro por qué te traje de vuelta a tu casa.
— ¿Por qué lo hiciste?— pregunté nerviosa.
—Hace algunos años prometí cuidar de ti, no podía soportar saber que estabas pasando dificultades. Mi hermano me ayudó a localizarte, así supe que andabas con una pandilla. Sé que nuestro matrimonio fue muy rápido debido a Prim, que no pudimos "gozar" de nuestra juventud. Que nos saltamos esa etapa. Aquella forma de irte fue bastante rebelde. Querías vivir emociones nuevas. Pero ellas te arrastraron a un abismo.
—No tienes idea- suspiré.
—Hay algo que quisiera preguntarte a riesgo de que me lastime.
—Adelante— lo alenté.
— ¿Lo amas? A aquel motociclista... ese tal Gale— su mirada se desvió tristemente.
—No. Yo... un par de meses antes de irme lo conocí y...
—Tuviste una aventura con él. ¿Dos meses?
—El mismo día que lo conocí me llevó a dar una vuelta y pasaron cosas.
— ¿Tan mal te he tratado?— preguntó enrojeciendo.
— ¡No! Peeta no...
— ¿Por qué Katniss? ¿Por qué te fuiste?— ya no pudo evitar que sus ojos se inundaran. Mi corazón me dolía al verlo así y no poder remediar su dolor. Tenerlo tan cerca y no poder hacer nada para evitar que sufriera de esa manera.
¡Peeta cuánto daño te hice!
—Por tonta. Porque creí que estaba atrapada aquí. Tú apenas me hacías el amor...
—Sé que en eso yo tengo la culpa.
—No la tienes. Fui tan tonta.
—Tú necesitabas más... tienes tanta vida. Y yo siempre estaba cansado. Tengo que confesarte algo. Durante meses yo también te oculté cosas importantes, Katniss. Sólo mi padre está al tanto.
— ¿Me ocultaste algo?— eso me dejó impresionada. ¿Qué podía ocultar Peeta?
— Esto no es fácil para mi, quiero que no te preocupes. A pesar de todo, yo estoy bien.
— Dime por favor que me asustas.
—El año pasado en uno de los exámenes de rutina de mi anterior trabajo, me detectaron células cancerosas. Estuve en tratamiento en Detroit algunas semanas. Me hicieron quimioterapia para prevenir. Papá viajó para estar conmigo. No quise avisarte de nada para no preocuparte, ya tenías demasiado con la casa y los niños. Lo siento tanto.
Su confesión me dejó fría. ¿Peeta tenía cáncer? ¡Maldita la hora en que me fui de casa! No tendré perdón de Dios. Soy tan mala. Mientras él me necesitaba yo estaba revolcándome con un chulo. ¡No Dios no!
— ¿Cáncer?— pregunté.
—No te preocupes, ahora estoy bien. Me hice un chequeo el mes pasado, todo está normal— dijo ante mi preocupación.
—Pero puede volver— dije al borde de las lágrimas.
—Es posible. Y si así fuera volveré a combatirlo. Ahora lo importante es que estás en casa. Nuestra familia está completa y a cualquiera que intente echar abajo eso lo envías conmigo. ¿Sí? Quien sea, incluso Primrose, mi madre o mi hermana. No voy a permitir que te hagan daño.
—Gracias.
—Quiero que termines la preparatoria y estudies algo. El negocio va bien, sale para la comida y la casa no cuesta. Tengo algunos ahorros de mi liquidación, quiero agrandar la casa. Hacerle una habitación a cada uno de los niños y mi taller más grande para poder procesar madera. Pero poco a poco. Sólo te pido ayuda en la casa, no soy tan bueno como tú. ¿Podrás encargarte del almuerzo y de que los niños hagan sus tareas? Yo puedo hacer la cena mientras vas a estudiar.
—Yo puedo hacer todo, Peeta- dije arrepentida.
—Tienes que terminar tus estudios. Es necesario.
—Pero el dinero lo podemos invertir...
—¡No! Si algo me pasa quiero que tengas con qué defenderte en la vida.
—¡Dijiste que estabas bien!
—Pero no sé lo que pasará en el futuro. He estado tan preocupado por ustedes. Si no me lo hubieran detectado a tiempo podría haber sido peor. Dejarlos solos, sin amparo. Mis hijos huérfanos... es una sensación horrible Katniss. Voy a trabajar mucho, ya lo estoy haciendo. Quiero que tengan una casa grande, todas las comodidades posibles, que seas profesional, que nuestros hijos puedan ir a una buena universidad.
—Está bien. Lo haremos. Agrandaremos la casa, estudiaré, vamos a estar bien— sonreí.
—Gracias— tomó mi mano. Estaba de rodillas en la alfombra. –En cuanto a mí... a nosotros. Dame tiempo. Me duele mucho todavía para intentar recuperar tu amor...
Una lágrima recorría su mejilla, empecé a sollozar.
—Nunca lo perdiste Peeta.
Si pudiera volver el tiempo atrás y no hacer lo que hice...
Pero eso no era posible, debía aprender a vivir con mis errores. Con esta culpa que me mataba cada vez que miraba los hermosos ojos azules de mi esposo.
¿Cómo pude?
Los niños llegaron antes de la media noche. Una mujer pelirroja los trajo. Era bastante sonriente y parecía extraña.
—Lo siento Peeta, Rye salió de pronto y lo seguí. No podía dejar que caminen solos en medio de la noche— le alcanzó a Madge que venía medio dormida.
— ¡Los odios! Toda tu familia es estúpida— gritó mi hijo a su padre, antes de subir a su habitación. Peeta suspiró.
— ¡Mami!— la pequeña me vio y se lanzó a mis brazos. En ese momento Prim subía los escalones de la entrada, parecía agitada.
— ¿Qué pasó Prim?— preguntó Peeta.
—Tía Delly, la abuela...— se sujetó el estómago, respirando con dificultad. —Y la tía Rooba estaban hablando, Rye las oyó. Yo no sabía que estaba chismoseando de mamá. Rye estaba jugando con sus muñecos detrás de los sofás no me di cuenta y él les gritó. El abuelo le llamó la atención porque les faltó el respeto.
—Pero el niño tiene razón— dijo la muchacha que trajo a mis hijos. —Hola, soy Annie— me tendió su mano. –Así sea una conversación de adultos no deberían hacerlo cuando hay niños alrededor en medio de una fiesta. Y menos tocar temas tan delicados. Yo también les habría gritado.
—Mañana hablaré con mi familia, gracias por traer a mis hijos— Peeta le dio un abrazo a Annie y subió hacia la habitación de Rye. Me partía el alma ver a mi hijo así. Él me defendía a capa y espada. Pero algún día sabrá la verdad y va a despreciarme.
Prim y Madge subieron a cambiarse de ropa, Annie me miraba como si quisiera decirme algo.
— ¿Deseas sentarte? ¿Puedo ofreceré algo? ¿Café, té?— traté de conversarle porque no se iba.
—Gracias— dijo tomando asiento. –Comí bastante en la fiesta del suegro— sonrió. —No te sientas mal, estas cosas pasan, la gente habla porque tiene boca. Cada quien cree que tiene derecho a dar su opinión, tienen complejo de jueces. Nuestra suegra es una mujer tan moralista quizás porque la vida nunca le puso dificultades.
—La señora Mellark es bastante decente— suspiré.
—Pues no lo es ahora. Sobre mí habló mucho. Sé que se opuso a que me case con Finnick. Siempre me trata con cortesía pero nunca con cariño. Y mucha gente es así conmigo. Todos creen que estoy loca— soltó una risita que a mí también me hizo dudar.
—Sé que tu vida ha sido dura— comenté.
—No te imaginas. Quizás lo que tu viviste multiplicado por mil.
—Lo siento.
—Yo no. Ya he superado eso. Me secuestraron a los doce años, bueno en realidad no fue secuestro, nunca pidieron ningún rescate. Yo nací a orillas del río Misisipi, crecí en un pueblito. Mi familia no tenía dinero así que obviamente los chulos no buscaban eso.
— ¿Cuántos años te mantuvieron cautiva?
—Diez. Fueron diez años de horror. Aunque el ser humano se acostumbra a todo ¿Sabes? Yo creía que ese era mi destino, que ya no podía esperar más de la vida. Hasta que apareció Finnick—sonrió.
— ¿Dónde conociste a Finnick?— pregunté.
—En una pescadería. Yo había salido a comprar para el almuerzo y lo vi. Con tanto tiempo viviendo allí ya ni siquiera tenía ganas de escaparme. No recordaba como volver a casa. Y allí estaba Finnick, con esa sonrisa traviesa, me ofreció un cubo de azúcar.
—Eso es muy romántico. Lo digo por el cubo de azúcar— sonreí al imaginarme algo de romance entre pescados y mariscos.
—Tal vez. Pero salir de ese mundo no es fácil. Para no tener que huir y pasar miles de problemas Finnick tuvo que comprarme. Es el único modo de que dejen ir al alguien.
— ¿Te compró?
—Sí. Y vamos a estar pagando por eso unos buenos años. Sobre todo porque para sacarme de ese lugar mi suegro hipotecó su panadería. Y creo que por eso Delly me detesta.
—No lo sabía— me asombré. En realidad no sabía mucho de la vida de mi cuñado, sólo que es muy guapo y que las muchachas en el pueblo se mueren por él.
—Será mejor no vayas a esa casa. Yo cuento los días para irnos, aunque sea para vivir en una habitación alquilada. Pero lejos de esa familia.
— ¿Qué haces ahora para vivir?— pregunté.
—Soy vendedora. Alquilé un puesto en el mercado, compro al por mayor y vendo al menudeo, ropa, adornos. También vendo Avon y otros productos de belleza. Yo sé que no es suficiente para ser la esposa de un maestro, todo mundo me dice que no merezco a Finnick— suspira. Me invade un profundo sentimiento de empatía con aquella muchacha. Aunque sea rarita.
—No les hagas caso— sonreí. —Deben envidiarte el bonito cabello rojo que tienes.
—También eres afortunada, Katniss. Tienes un esposo maravilloso, que daría la vida por ti.
—Lo sé. Y nunca me perdonaré...
—Shhh no digas eso. Tienes que ser tú la primera en perdonarte sino nadie más lo hará. Bueno ni que necesites el perdón de la gente. Mientras tu marido te ame y tengas a tus hijos contigo que te importe una mierda el mundo— sonrió. –Ellos no te dan de comer. Pero claro, es más fácil tirar la piedra al prójimo que analizar los errores propios. No les dejes destruirte.
—Eso intento pero va a ser difícil.
—De un paso a la vez. Procura hacer que regrese la paz a tu hogar. Lo demás vendrá sólo.
—Gracias Annie, en verdad eres buena amiga- sonreí.
— ¿Amiga?
—Claro que sí.
Ese fue el inicio de una larga y duradera amistad. Annie se convirtió en mi mejor amiga, mi gran compañera y mi apoyo constante en lo sucesivo.
Mientras tanto me dediqué a recuperar a mis hijos. A pesar que Prim se mostraba rebelde conmigo, no me reclamaba nada. Rye tuvo que enfrentar algunas burlas de sus compañeros de escuela. Bien dicen "pueblo chico, infierno grande" incluso papá tuvo un par de peleas con los vecinos.
Todos me defendían pero eso pasó a ser algo que ya no me preocupaba tanto como la salud de mi esposo. Me dediqué a preparar comida muy sana, le tenía entremeses que diligentemente llevaba a la carpintería. Le ayudaba con su trabajo y estaba pendiente de él.
Necesitaba recuperar su amor y su confianza. Volver a ganarme su corazón.
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Ay Katniss, nunca supiste el maravilloso hombre que tenías. Cuídalo.
Gracias por leer amigas, amo sus comentarios :D
PATITO
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