CAPITULO III SUSURROS
Trent
Estar en medio de la niebla, por culpa del idiota de Doce, me hacía sentir como sí fuese una rata atrapada dentro de un laberinto, solo que sin tener ese desarrollado sentido del olfato que les permitía encontrar el pedazo de queso que las conducía al final del túnel.
Todos los caminos se veían opacados por culpa de la niebla.
No sabía sí me iba al norte o sur porque todo parecía igual.
Trajiste tu brújula.
—Sí —lamentablemente la Zona también alteró los campos magnéticos—. Tiene que ser una maldita broma—. Eso hacía que la flecha se comportará como las manecillas de un reloj— no podemos contar con esto.
¿Qué tal el Sol?
—¿Cuál sol? ¡Las nubes opacaron el cielo!.
No podía contar con la estrella polar, la dirección del sol o siquiera un pedazo de musgo que me pudiera indicar el norte.
¡Trent! y Cero sabía lo delicado que podía ser esta situación. Tienes que calmarte.
—¿Estás hablando en serio?
Demasiado. Recuerda en que La Jungla cualquier cosa puede pasar.
En eso no podía debatir.
La Jungla era él lugar más peligroso a donde un Sujeto podía ser enviado porque se trataba de un escenario donde La Zona tenían control sobre cualquier cosa; cambios climáticos, alteraciones de campos, noches repentinas entre muchas otras opciones que nos podían confundir o hacernos dudar de sí lo que veíamos era real o no.
Y ellos lo disfrutaban porque la Jungla era su mejor herramienta para eliminar sujetos.
Debes mantenerte alerta. Le era tan fácil decírmelo.
Todos los lugares fueron opacados y Cero no tenía que enfrentarse a nada porque solo estaba dentro de mi cabeza, como una espectadora que podía percibir cualquier presencia que estuviese cerca de mí o emoción que mi ser emitiera, más no sentir el daño que yo sufriría al momento de ser devorado por algo que no podía ver.
Su habilidad era introducirse en las personas, como un pasajero con el que solo podías hablar y contar con su apoyo, siempre que no estuvieras conectado al chip de rastreo.
Esa era la razón por la que solo nosotros podíamos escucharla.
Hace varios años Cero sufrió de un castigo que La Zona aplicó en solo tres sujetos; este sometía a los miembros en un estado criogénico obligándolos a permanecer atrapados en una prisión de la que solo Cero tenía conocimiento. No podía escapar pero sí viajar a las mentes humanas, así fue como conoció a Xavier y nosotros nos convertimos en su única opción para ayudarla a recuperar su cuerpo.
¡Como desearía ser ella en este momento!
Poder hablar dentro de una mente y no tener que caminar entre árboles que a simple vista parecían iguales.
Ni siquiera podía ver las marcas que Scott gravó sobre los troncos en caso de una emergencia...
Debes calmarte. ...y Cero lo sabía.
—Es muy fácil para ti decirlo. Tú no tienes que caminar entre la niebla.
Pero sí puedo percibir el miedo que emites.
—¡¿En serio?!
Así es, señor Sarcástico. Y me preocupas.
—Pues es una lástima que eso no nos sea de utilidad —intenté analizar el camino con los visores, pero ellos tampoco me pudieron ayudar— Mierda —Todo estaba en blanco.
¡No los tires!
—¿Por qué no?
Te pueden servir para otras cosas.
—¡Sí!, ¡claro!, como usarlos en la frente para verme cool —un problema más a mi lista.
No tenía nada que me pudiera guiar, solo la ayuda de Cero quien tampoco podía detectar los caminos, eso me dejaba en la duda de saber hacía donde debería ir.
¡Trent! Pero la situación no me permitía el uso de la duda.
—¡Rayos! —esta era la parte que más detestaba de La Jungla.
¡No existía la privacidad!
Al no poder ver mi sentido del oído se convirtió en mi única herramienta.
Debía escuchar las presencias de cualquier cosa que se aproximara, como los zumbidos.
Frecuencias que me eran imposibles de detectar.
¡Trent! pero Cero sí podía hacerlo ¡algo se está aproximando...!
Por fin hizo algo útil.
—¿Cuántos son?
No tengo idea.
—¿Qué son?
Es difícil saber.
—¿Difícil?
Siento varias presencias.
—¿De qué...?
De todo. Raptores, aborígenes, tigres, lagartos, un T-Rex...
—¿Hablas del mismo que persiguió a Doce?
No lo creo. Este es más grande.
—Supongo que Doce se debió topar el hijo.
Los sonidos se estaban intensificando e iban acompañados por los movimientos de las hojas.
Están por todas partes.
—¿Y qué es lo que se está acercando?
Una avispa. Como odiaba a esas cosas.
Las avispas eran una especie hibrida.
Insectos alterados que median casi treinta centímetros y eran capaces de escupir...
¡A tú izquierda! ...ácido.
—Ya lo vi —todo fue tan rápido.
Una avispa, del tamaño de una ardilla, arrojó ácido sobre mí.
Salté y el liquido cayó sobre un matorral, quemándolo de manera lenta.
Va a tu derecha. Y no iba a acabar tan pronto.
La Zona creo el insecto como una principal herramienta que solía derretir cualquier cosa que su ácido tocase en cuestión de segundos. Esto casi hizo que perdiera mi pie en el día que fui desterrado.
Por fortuna Scott estuvo ahí para salvarme.
¡Trent! la avispa me iba a atacarme por tercera vez.
Tenía su boca preparada para arrojar ácido sobre mi estomago, pero no contó...
¡No! ...con que yo tuviera mi ballesta.
Un solo disparo dejó a la avispa clavada sobre el primer tronco.
—¡Sí! —quitándome ese obstáculo del camino.
Trent sin embargo Cero no compartía ese sentimiento No gastes tus flechas.
—La situación lo ametalaba.
Por lo general ese tipo de insectos eran difíciles de matar con un cuchillo largo porque solían elevarse al momento de ser atacados. Lo único capaz de matarlos eran los objetos que pudieran igualar su velocidad.
Pero Cero tenía razón.
¡No debía desperdiciar mis flechas en una avispa!
¡Abajo! ya que esa flecha también me pudo servir para enfrentarme a quien sea que arrojó la lanza que rozó contra mi espalda al momento que me arrojé contra el suelo.
Unos segundos más y hubiese muerto...
—Aborígenes... —...ante mis nuevos captores.
...y raptores.
Podían aparecer en cualquier punto.
Pero la verdadera pregunta era ¿En dónde?
¡¿En dónde estaban?!
Mi entorno permanecía vacio.
¡A tu derecha! Pero las lanzas seguían dirigiéndose. ¡Trent! afortunadamente ninguna logró tocarme ¿Escuchaste eso?
—Me temo que sí —esos no eran zumbidos sino los rugidos, similares a los de un raptor.
Aunque también podría ser un T-Rex.
El sonido de las hojas y ramas moviéndose se volvía más intenso y yo no iba a tener suficientes municiones para todos.
Trent, no tienes mucho tiempo.
—Eso lo sé —No podía pelear en la oscuridad pero sí contar con una lección que Scott me dio para estos casos.
La Zona era capaz de crear cualquier cosa en la Jungla. Incluso hondas fantasma capaces de confundirnos; pero una cosa que no podían manipular eran nuestras mentes.
La mejor herramienta para una situación donde no podías ver, pero sí contar con tus viejos recuerdos.
Cerré los ojos, reduje mi nivel respiración y disminuí el ritmo cardiaco.
No pensé en nada más que el escenario blanco que ahora recordaba haberlo recorrido cientos de veces.
Mi mente comenzó a dibujar los árboles, arbustos y caminos por donde solía correr.
¡Trent! ¿Qué estás haciendo?
—Buscando un camino.
Pero no estás viendo nada.
—Claro que no —di mi primer paso sin problemas— lo estoy imaginando.
¿Imaginando?
—Scott me enseño a dibujar un mapa en mi mente.
¿Y puedes ver?
—El escenario sí, con lo que me puedo tropezar no. Pero tú sí. Además tú sabías de esta técnica.
Sí, pero no sabía que tu podías hacerla.
—Creo que a Scott se le olvidó decírtelo, pero ese no es el punto. Lo importante es que debes a ayudarme a ver lo que mi mente no pueda dibujar—la técnica podía serme de utilidad pero también ocasionarme problemas.
Sí abría los ojos el mapa se borraría.
Está bien y Cero lo sabía. Te ayudaré.
—Perfecto —eso nos quitó un problema del camino.
¡Por fin podía ver!
Ahora era tiempo de correr.
Mi mapa mental me permitía prevenir los troncos...
¡Cuidado! ...pero no las rocas de tamaño grande fueron un verdadero trabajo.
Me guiándome por la esencia de mis recuerdos y teniendo varios perseguidores que no podía ver pero sí detenerme, dar media vuelta y arrojar un par de cuchillos al aire.
Le diste a dos.
—¡Lotería!
¡Oh no!
—¿Qué ocurre?
Vienen más.
—¿Cuántos?
Percibo ocho presencias.
—¿Y qué son?
Mixtas.
—¿Entonces no vienen detrás de mí?
¿De qué hablas?
—Seguramente son aborígenes.
¡¿Y?!
—No intentan cazarme, están huyendo de los raptores, por eso es que llueven lanzas y sientes presencias mixtas
No puede ser ahora teníamos menos opciones.
Correr solo dificultaría las cosas porque también me convertiría en una presa más.
¡No iba a llegar sí tenía que huir!
—¡Ya sé qué hacer!
¿Qué harás?
—Solo vigila que no me tropiece.
¡Trent! no podía perder mi tiempo explicándole a Cero ¿cuidado a tu derecha? Solo correr hacía el único lugar seguro que conocía.
Corrí entre varios puntos que solo me separaron del camino original a cambio de dirigirme con un árbol.
¡Trent! ...¡Por fin pude abrir los ojos! ¿qué has hecho?.
—¡Salvar mi vida!
¿De qué hablas? Cero no tenía la habilidad de leer las mentes.
Podía sentir mis emociones pero no ver los recuerdos que tenía acerca del árbol donde había grabado las iníciales T y L dentro de un corazón.
—Aun sigue aquí.
¿Qué cosa?
—El corazón que Lex y yo dibujamos la primera noche que hicimos el amor.
¿De qué estás hablando?
—El árbol. Es nuestro escondite secreto.
Cero seguía sin comprenderlo, y yo no tenía tiempo para explicárselo.
Dejé el maletín sobre el tronco, lo cubrí con algunas hojas y lo subí.
¿Qué estás haciendo?
—Escondiéndome. Hasta que termine la carnicería.
No tenemos tiempo.
—Pero tampoco otra elección. —y por fin Cero me entendió.
¿Y el maletín?
—No puedo cargarlo, pero estará seguro en donde lo dejé.
El árbol era grande y muy resistente.
Scott me enseñó a escalarlo y yo le enseñé a Lex.
Juntos salimos varias noches a este lugar, subimos el tronco para mirar las estrellas o recostarnos sobre las ramas. Eran demasiado resistentes y perfectas para esconderse de los asesinos o tener una noche de placer.
—Perfecto —volver a subirlo me trajo muchos recuerdos, como la primera vez que la besé— Es tan hermoso.
Te creo y por fin Cero se calló.
El escondite era un pequeño espacio donde podía recostarme.
Estaba a casi cinco metros de la superficie y me permitía ocultarme entre las hojas al momento de oír los ruidos.
—Creo que ya llegaron.
Ahora seguía la parte más difícil.
Guardar silencio.
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