CAPITULO XII LA CAIDA
Por cada segundo que pasaba sentía que me era más difícil el poder respirar.
—¡Ahhh!
El dolor que invadía mi cuerpo por todas esas cortadas me tenían en medio de un mar de agonía, como sí la caída hubiese sido solo el principio de algo más grande.
¿Cuánta había perdido toda la sangre?
¿Acaso sería capaz de seguir con vida hasta la llegada del anochecer?
No lo sabía, porque de lo que sí estaba seguro era que no iba a permanecer mucho tiempo en pie.
—¡Doce!—pero el Muchacho estaba cerca para evitar que hiciera contacto con la tierra—¡Por el amor de Dios, Doce!¡Trata de resistir! ¡Solo faltan quince kilómetros!
Obviamente no iba poder.
Apenas lograba mantenerme en pie, todo mi cuerpo me ardía y me sentía mareado. Mis piernas parecían fideos, me era difícil mantener la cabeza en alto y no dejaba de escupir sangre cada cinco minutos.
No iba llegar.
—Lo siento... No creo que pueda
—¡No hables así, Doce! Estamos cerca de llegar a casa.
—Me duele todo el cuerpo.
—Trata de pensar en otra cosa, sí. Porque te prometo que a donde te llevo encontraremos lo que necesitamos para curarte.
Era muy optimista, pero yo sabía que él no podía hacer mucho por mi.
Lo que llamaba "Casa" solo se podía tratarse de alguna cueva o cabaña donde mi mayor fortuna sería recostarme sobre una superficie firme y tomar algún liquido caliente, como Holly lo hizo conmigo.
Pero mi cuerpo tenía demasiadas heridas como para ser sanadas con un simple té.
Necesitaba de estar en la Zona a lado de todos los doctores y maquinas especiales que podían curarme en cuestión de segundos, pero nada de eso era posible porque estábamos abandonados.
La Zona quería que muriera.
Y lo estaba logrando.
—¡Doce! ¡No! —Escuchaba su voz como un eco ensordecedor que vibraba en mi, para hacer me compañía por el camino que pronto iría a dejar...
... a vida.
—¡Por favor trata de respirar! ¡Tienes que intentarlo!
Ya no sentía el aire invadiendo mis pulmones, el cuerpo me pesaba más, todo lo que veía se desvanecía y mi mano ya no tenía la fuerza que necesitaba para poder sujetar su hombro.
—¡Doce! ¡No!
Todo estaba perdido.
Solo me quedaba caer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro