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CAPITULO VIII LA TRIBU

La salida estaba ante nosotros, como una señal de libertad que me recordaba la desgracia de saber que esa era la única buena noticia.

—¡No se muevan! —Y no había muchas opciones. Tenía miedo, todo mi cuerpo temblaba y comencé a creer que no volvería a sentir el privilegio de estar con vida— ¡Y no intenten hacer algo estúpido!

No sabía qué hacer.

Podía inventar la excusa de que fue Serenity quien me trajo hasta ahí para salvarme de ser enviado a la Jungla, pero en el fondo sentía algo extraño como una fuerza que me impedía traicionar.

—¡Doce!

Y escucharla susurrar mi nombre me lo impedía más.

—¿Qué?

—Da una media vuelta. Lo más lento que puedas.

—¿Pero qué estas...?

—Solo hazlo, por favor —No quería meterme en más problemas.

Había arruinado toda la confianza que La Zona puso en mi por su culpa.

Todos esos entrenamientos, experimentos y noches en que los doctores me analizaron para saber sí estaba o no preparado para al grado EXELCIOR comenzaron a rondar dentro de mi mente, como una vaga respuesta que era a su vez imposible de decir.

Podía recuperar lo todo sí me atrevía a vencer esa fuerza.

—Doce —pero ver esos ojos delicados me ayudó a recordar el por qué no podía hacerlo.

Serenity era mi única amiga.

—Está bien.

Giré ciento ochenta grados, sin separarme de ella, y elevé mi rostro para dirigirle la mirada a los guardias. Eran más de veinte, todos estaban armados y nos veían como sí fuésemos unos prófugos.

—Muy bien, ahora cuando te de la señal te arrojas al suelo y cubres tus oídos.

—¿Para qué quieres que...?

—Solo hazlo, te prometo que pronto lo sabrás.

No me negué a nada.

Me mantuve callado al ver a Serenity repitiendo el mismo acto y note que ella agregó dos pasos más hacía el frente.

—Hola chicos —su voz sonaba igual que la de una niña inocente— ¿ocurre algo malo?

—Tú sabes muy bien lo que ocurre, Sujeto Catorce —contestó uno de los guardias—, así que mejor entrégate, antes de que la Zona elija enviarte a la Jungla.

—¿En serio? —Y no parecía tener miedo. Hablaba con demasiada confiada, como sí tuviese una ventaja sobre ellos—. Pues es una lastima, porque saben yo no quiero irme y mi amigo tampoco.

Y yo sabía por qué.

Serenity no le tenía miedo a los guardias porque siempre me demostró que nosotros éramos algo más que simples Experimentos.

¡Éramos humanos!

— ¡Ahora Doce! —y como tal debía de demostrarlo.

Me dejé caer al suelo y cubrí mis oídos, sin cerrar los ojos, para mirar a Serenity dirigiéndole la mirada a los guardias al momento que comenzó a gritar, creando un eco que yo percibía como sí se trataran de unas simples melodías agudas.

En cambio los guardias tuvieron otra reacción.

—¡Ahhhh! —Comenzaron a actuar como sí estuviesen siendo atacados por una fuerza interna.

Caían escupiendo sangre.

—Wow —y yo estaba sorprendido— Serenity —había visto a mi mejor amiga asesinar a todos esos guardias sin tener una sola gota de sudor sobre su rostro— ¿Cómo hiciste eso?

—Es una de mis habilidades especiales, Doce.

—Sí pero, eso fue..., extraño. ¿Qué les hiciste?

—Amplié mis ondas sonoras para crear una tercer frecuencia en sus cerebros, por esa razón te pedí que cubrieras tus oídos.

—¿Entonces solo les gritaste?

—Podría decirse que sí. Mi grito creó una interferencia que afectó gravemente la tensión en sus cortezas cerebrales, como un microondas.

—¿Y por qué no me afectó a mi?

—Porque no somos como ellos, Doce. Nuestros genes son más resistentes.

—¿Nuestros genes?

—Sí, Doce. Los genes —Serenity volvió brindarme su confianza, al ayudarme a levantarme— nosotros poseemos un patrón diferente, por esa razón tu pudiste salvarte cubriéndote los oídos.

—¿Y sí no lo hubiese hecho, entonces, habría muerto?

—No, pero sí tener un fuerte dolor de cabeza. Verás Doce nuestro código genético poseen un patrón diferente al del humano porque nosotros nacimos así. Tenemos habilidades que ellos no poseen y eso nos permite ampliar el nivel de nuestras funciones básicas. Hablar, sentir, escuchar. Todas esas podemos ampliarlas.

—¿Cómo si fuesen súper poderes?

—Así es, Sujeto Doce —desafortunadamente oír esa voz me hizo entender que Serenity y yo no estábamos solos.

Delante de nosotros apareció la figura de un guardia alto, fornido y calvo al que recordamos como el ser más perverso de la Zona.

Él agente Clift.

—Aunque creo que necesitas un poco más de entrenamiento básico para poder llegar a ese desarrollo —Clift no parecía preocupado. Caminó hacía nosotros sin darle importancia a los cuerpos de sus compañeros—, no lo crees, Sujeto Catorce— o lo que le pudiera ocurrir.

—¡Mi nombre es Serenity!

—Tú nombre es Sujeto Catorce.

—Eso no es cierto.

—Claro que sí, "Sujeto Catorce". La Zona te lo otorgó el día que fuiste seleccionada.

—¡Mientes! —y mantuvo su valor al dirigir la palabra—¡La Zona no seleccionó a nadie!, ¡Nos raptó cuando éramos unos niños!

—La Zona realizó un proceso de selección, hace seis años, y ustedes fueron elegidos, entre miles de exiliados.

—¡No éramos Exiliados! ¡ERAMOS NIÑOS!.

—Ustedes eran exiliados, Sujeto Catorce. Sus familias pertenecían a ese rango y durante años fueron obligados a vivir en extrema pobreza. Pero todo cambió el día que La Zona decidió ofrecerles una oportunidad trayéndolos aqui.

—¡Eso no es cierto!, ¡Leí las mentes de los doctores!, ¡La Zona no le informó a nuestras familias sobre los procesos de selección! Lo hizo en secreto para no provocar disturbios entre Exiliados. Tomaron su elección, nos raptaron de nuestros hogares y borraron todos nuestros recuerdos para convertirnos en sus esclavos.

—En realidad no fue así, Sujeto Catorce —y las cosas fueron mal en peor.

La directora Tano Nightingate apareció en los pasillos, de la misma forma que el Agente Clift, y mirándonos con esa fría mirada que nos había dirigido desde el primer día que ingresamos a la Zona.

—Ustedes provenían de familias exiliadas, pero no eran como ellos. Poseían habilidades genéticas que sus padres nunca habrían sido capaces de comprender, como tal la Zona tomo su elección.

Y tampoco parecía asustada.

Recorrió los pasillos ignorando todo lo que Serenity había hecho, como sí intentase crear una alerta máxima dentro ella.

—¡No se acerque...! ¡Se lo advierto...! ¡Sí da un solo paso más me veré obligada tostar su cerebro!

—No es tan necesario que me amenaces, Sujeto Catorce.

—¡Dejen de llamarme así! ¡Me llamo Serenity!

—Tu nombre es Sujeto Catorce.

—¡Eso ni siquiera es un nombre!

—Los nombres son para los humanos. Y tú no eres uno.

—¡¿Cómo lo sabes?!

—Los humanos no son capaces de matar a treinta guardias entrenados con un simple grito. Eso es algo que podría hacer un ser con un ADN desarrollado como el tuyo.

—O tal vez ¡Alguien con el ADN alterado!

—No lo alteramos, solo lo mejoramos. Pero como usted no muestra interés por mejorar temo decirle que vamos a tener que actuar con fuerza.

—¿Pero de qué está hablando?

—De esto —en cuanto vi a Tano mostrar su muñeca me di cuenta de lo que iba a pasar.

—¡NOOOOOO! —y no pude hacer nada para evitarlo.

Tano tenía pulsera de pantalla táctil que activaba en nosotros un sistema de detención, en caso de emergencias, que operaba por medio del dolor interno.

—¡Ahhhhhh! —Una horrible sensación que pudo detener a mi amiga.

Y no pude hacer nada para ayudarla.

Serenity comenzó a sufrir el efecto.

Una sensación de dolor que recorrió con lentitud cada ángulo de su ser, obligándola a caer.

* * *

Quería abrir los ojos e imaginar que una vez más iría a ver la luz, pero para mi desgracia atrapado en la oscuridad.

No recordaba mucho.

En un momento estaba en el lago pescando, a lado de Kai, y al siguiente unos hombres me sujetaron, colocaron una bolsa sobre mi cabeza y me golpearon, quizá por eso estuve durmiendo durante un par de minutos...

... u horas, no tenía idea.

Mis piernas estaban caminando sin que yo les diera señal y no podía mover el cuello o brazos debido a que estaban atados.

Me habían convertido una marioneta viviente que iría a donde ellos quisieran, sin poder hacer algo, tal como le había sucedido a Trent.

¡Por eso nunca regresó!

Los Aborígenes lo atraparon esa noche y ahora yo estaba corriendo la misma desgracia de ser un prisionero ciego, esperando ser liberado o ejecutado.

Y ese momento llegó.

Dejé de sentir movimiento en las piernas y los miembros de la tribu quitaron la bolsa que protegía mi cabeza...

— ¡Ahggg! —...mostrándome el brillo del sol como nunca antes lo había visto. Era intenso, como un potente destello que me vio obligado a cerrar los parpados durante y par de segundos— ¡Dios mío! —al abrirlos me di cuenta que no me encontraba en un lugar seguro.

Los aborígenes me llevaron un lugar repleto de miembros que me veían con malos ojos entre había varios hombres, ancianos, mujeres y niños. Todos olían fuerte, la mayoría tenían pintadas o perforadas diferentes partes de sus cuerpos y vestían telas hechas con paja o cuero.

Las casas estaban hechas de bambú, había varias fogatas que adornaban el entorno y en el centro se podía ver un altar en donde posaba un hombre semi desnudo portando un cráneo de cabra sobre su rostro.

"¡Tiene que ser el líder!" fue lo que imaginé al ver que mis captores me llevaban hacía él sin murmurar nada.

De hecho nadie hacía nada.

Todo el pueblo interrumpió sus actividades al verme siendo llevado al altar, a un punto donde los hombres repentinamente se detuvieron luego de ver que su líder se levantarse del trono.

—¡Ajhaaa! ¡KA!

No cambia duda que el líder era un hombre fornido capaz inspirar temor al momento de hablar, como algunos de los hombres conocí en la Zona a cargo de la vigilancia. Sin embargo ese sujeto tenía algo en su apariencia física que me recordaba a alguien, Pero no sabía a qué.

Tenía la misma estura a la de muchos guardias de la Zona, no poseía un solo cabello en todo su cuerpo ni tatuajes o perforaciones, a diferencia de los otros miembros. Su piel no se veía sucia y sus brazos eran tan grandes que superaban a los músculos de los otros habitantes, como sí hubiese usado alguna droga para hacerlos crecer.

Pero mis más grande sospecha fue su rostro porque el cráneo no me permitía verlo, pero espiar por medio de los orificios.

Aquellos ojos humanos escondidos tras los huecos del cráneo fueron delatados por un pequeño brillo al que pude distinguir.

Una pequeña pista que confirmo mi teoría.

—¡Tú! —y mi reacción fue tan repentina que no podía disimularla, porque había visto ese brillo en mi pasado varias veces. Pero todas la que más recordaba fue la vez en el que vi a Lex siendo llevada por los pasillos del área C...

"¡Ayuda!" ese instante pasó por mi menoría.

Un recuerdo vago que creí haber olvidado por mi propia cuenta, pero ahora que estaba viéndolo no podía seguir reteniéndolo.

—¡Eres él Agente Clift!

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