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5

Connor

Las rocas seguían ahí.

Una enorme barrera de piedra en donde clavaba la punta de mi pico una y otra vez de manera interminable.

—¡ahhhh! —sentía mis brazos como sí fuesen dos grandes mazos atrapados en una rutina que parecía no terminar.

Picaba una y otra vez.

FLIIIIIIHHHHH

Pero como todo tiene su tiempo, mi turno llegó a su fin.

Me sentía cansado, mareado y harto de tener todo ese pegajoso sudor adornando mi piel, dándome la típica señal de qué debía hacer al llegar a casa, eso sí Tyler no lograba acaparar la regadera.

Mi estomago rugía como un león y cualquier cosa que estuviese viendo, desde mi área de trabajo hasta la salida, se hacía más grande y borrosa, como sí mi mente estuviese creando un callejón sin salida.

—¡Connor! —pero al oír la voz de Wayne pude re conectarme con la realidad.

Él estaba esperándome en la entrada de las minas, por el área donde dejábamos todas nuestras herramientas para los inventarios que se realizaban diariamente, mirándome como sí no me hubiese visto en días.

— ¡hermano! —y solo habían sido unas cuantas horas— ¡Cómo te fue! —Catorce para ser exactos.

—Igual que en mi primer día en las minas Alpha —respondí—, solo que ahora tengo un fuerte dolor de cabeza.

—Seguramente te tocó sangre, verdad.

—Sí.

—Wow —Wayne comprendía lo que sentía.

Donar sangre era la peor pesadilla que le podía ocurrir a un Imperfecto, porque te quitaba mucha energía.

— Se nota que no les importaste.

—Sí. Al menos en las minas Alpha se esperaron a que cumpliera los 13 para que comenzará a donara.

—Ya se te pasará, recuerda que aquí las cosas son diferentes.

—Eso sí.

Wayne no parecía tener los mismos síntomas que yo.

Me miraba atento, como sí el día hubiese durado solo un minuto, pero no me sentía dispuesto a averiguar quien más había donado sangre.

Estaba muy cansado y todavía tenía la presión de tener que escuchar a mi hermano actuando bajo la influencia de la euforia, como normalmente lo hacía, durante el camino que tomamos para ir a la parada.

Wayne me comentó que a uno que otro de sus compañeros le tocó la mala suerte de donar sangre pero que aquí las cosas tal vez eran distintas ya que en estas minas siempre era puesta a prueba nuestra resistencia debido a que lo pocos miembros que lograban ingresar a las minas Delta ya no eran obligados a hacer donaciones.

—Oye por cierto, desapareció alguien de tu grupo.

—La verdad no lo sé —su tono de voz no logró convencerme— eran demasiados los miembros que no pude poner atención.

—Por favor, Wayne. Eres el más listo de la casa. Tu pudiste darte cuenta.

—Creo que no. Todos los chicos que ví en la mañana regresaron.

Y mis sospechas siguieron en curso.

En cuanto el autobús se detuvo Wayne y yo lo abordamos, sin preocuparnos por Tyler apareciera, ya que él solía regresar a casa por su cuenta.

—Oye hermano, se me olvidó preguntarte una cosa.

—¿Qué?

—¿Tienes algún plan para esta tarde?

—La verdad no. Creo que tal vez solo iré al bar a tomar una cerveza o dos y luego me regresaré a casa.

—¿En serio?

—Sí, viejo. Hoy no tengo mucho en mente.

—¿Y qué hay del LaserTag? ¿No piensas ir?.

—No lo sé.

—¿Por qué?

—Wayne. Apenas puedo moverme.

—Pero los juegos se hacen en los días de donaciones, Connor. Son una tradición. Además tú no puedes dejarnos.

—Hoy no creo que vaya a poder. Todo el cuerpo me está matando.

—Por lo menos inténtalo, recuerda que Nick nos necesita.

—¿Y qué hay de Tyler?

—Ese tonto nunca esta con nosotros —y eso era cierto— solo trabaja y se va a la casa. Además tú eres el amo de la pistola. De no ser por ti seríamos un asco en el juego.

Los Juegos de LaserTag se realizaban una vez al mes, durante los días de donación, como una recomienza por su apoyo.

A todos los miembros mayores de quince años les permitía jugar en un área donde las paredes proyectaban imágenes en tercera dimensión para crear escenarios y diversas criaturas virtuales como zombies, dinosaurios, extraterrestres, entre muchas otras cosas. Todo con el fin de competir por créditos.

Nick y Wayne eran los únicos de mis hermanos que adoraban ese tonto juego porque era una forma en que podíamos enfrentarnos contra algo que no podía ser "real" usando naves o armas.

Yo, por otra parte, solo lo jugaba por premios.

Wayne estuvo tratando de convencerme con que, durante todo el camino hacía el mercado, usando esas tontas palabras que al principio obligarían a que uno dijera "No", como una boba señal de que tarde o temprano el "No" se convertiría en un "Sí" en cuanto el autobús se detuviese en la parada...

—Ya era hora de que llegaran, inútiles —...donde Nick nos estaba esperando— no sabes cuanto me costo apartar los lugares.

—No me lo digas a mi, di celó al que le tocó donar sangre —y con eso la rutina comenzó.

Wayne se olvidó de la conversación que tuvimos con respecto a mi "cansancio" ya que había conseguido lo que quería para poder jugar.

Mi ridícula presencia.

—Espero no desmayarme.

—Mejor olvídate de eso, Connor —me dijo Wayne—. Tomate una bebida energizaste y relájate, que hoy vamos a ganar.

Para él era fácil decirlo.

No le había tocado donar un litro de sangre, seis horas antes de que terminaré su turno, ni tener la obligación de estar en el mercado, uno de los lugares más grandes y sobre poblados de la ciudad.

Padre nos comentó que durante sus primeros años como progenitor tuvo la oportunidad de vivir aquí ya que podía criar una cantidad mayor a los cuarenta hijos, por las fuerzas de su cuerpo poseía en ese entonces, pero luego de que comenzó a perder energía él tuvo que minimizar su número de progenitores. Eso lo obligó a tener que mudarse a una casa más pequeña y a reducir su paga mensual ya que los Imperfectos que son seleccionados para la crianza de hijos les es pagado conforme a la cantidad de Imperfectos que crían.

Mientras menos progenitores tengan menor será su paga que recibirán.

Esa era la razón por la que no quiero ser un "Padre".

Sí un Imperfecto lograba cruzar las tres minas, como era el caso de Clint, tenía la oportunidad de proseguir en otro proyecto, ya sea sirviendo al Sexo Perfecto como un guardia o trabajando en la ciudad vendiendo víveres, cultivando, criando hijos o trabajando en los bares.

Sin duda todos esos Imperfectos me hacían comprender lo difícil que era el destino para alguien que no lograba desaparecer. Quizás eso era lo único que me diferenciaba de mis hermanos, ya que a ellos no les importaba.

Solo querían jugar.

—¡Oh por favor! —pero las cosas nos iban a ser lo que ellos esperaron.

El bar estaba abierto, pero la entrada del área de LarserTag no.

La entrada estaba resguardada por seis guardias formados en linea recta y junto a ellos se encontraba dueño del bar. Un hombre caucásico, vestido de blanco, con un megáfono en la mano derecha.

— ¡Por favor, mantengan la calma! —pero nadie parecía concordar con él— ¡Todo se va a solucionar!

Había demasiados Imperfectos quejándose de no poder entrar.

—¡Pero ya queremos jugar ya!.

—¡Si!

—¡Abra la puerta!

—¡Cálmense! —volvió a gritar el dueño—, ¡Todos mantengan la calma!

—¡Pero qué hay del juego!

—¡Y los créditos!

—¡Todo se hará a su tiempo! Por el momento el escenario esta bajo mantenimiento.

—¡¿Qué?!

—¡No puede ser!

—¡Pero se les dará acceso de en cuanto este bajo funcionamiento!, ¡mientras tanto pueden ir al bar a tomar una bebida!

—¡No! — Pero nadie concordó con él.

Los guardias realizaron un par de disparos al aire, antes de que el dueño alzará la voz por tercera vez.

—¡Miembros! ¡Les recuerdo que el juego LaserTag es un privilegio que nos otorga el Régimen! ¡Sí ellos lo desean pueden retirarlo en este preciso momento! ¡Así que les sugiero mantener la calma! —pero nadie quería— ¡Ahora sí son tan amables ingresar al bar, que en unos minutos se solucionará todo! —ya que para ellos la emoción los tenía dominados.

Todos se sentían desesperados por jugar LaserTag, en especial Nick, pero ahora ellos debían de mantener la calma y esperar, ya que de lo contrarió los guardias volverían a utilizar sus armas.

Shane

Los Torneos de la Vida eran los eventos más aburridos en los que debía estar involucrada, por el simple hecho de ser la hija de Marron Winthinfield la dictadora de La Legión Perfecta.

El evento prometía mucha acción y parecía que nadie veía lo que en realidad era...

...sangre.

Mi escolta del Sexo Imperfecto tuvo que quedarse a fuera de la arena, ya que no se les permitía un acceso posterior a la entrada, lo cual me dejó a mi con la obligación de ingresar a un área repleta de miembros del Sexo Perfecto luciendo vestidos brillosos y peinados extravagantes que me recordaban a algunos libros de fantasía que solía leer antes de dormir.

—¿Canapés? —y como era de esperarse había muchos miembros del Sexo Imperfecto trabajando como meseros o guardias en todas partes.

—No gracias.

Los pocos miembros que tenían acceso debían de mostrar un alto grado de respeto por nosotras, ya que sabían lo costo por cometer un simple error en esta arena sería la muerte, ya que el lugar estaba repleto de miembros que poseían un alto grado en nuestra sociedad, ya sea en áreas científicas o teniendo un puesto de importancia, como era el caso de mi madre.

En cada Torneo de la Vida tenía que sentarme en una de las butacas principales que conectaban con el domo del campo de batalla. Mi madre y yo teníamos una vista estupenda, al igual que espacio para bocadillos, masajistas y butacas rellenas con pluma de gazno.

Cada vez que veía uno de esos estúpidos torneos solía entretenerme comiendo o jugando con mi tablet, mientras que mi madre se dedicaba a apostar por los Imperfectos que irían a arriesgar sus vidas.

—Shane, querida —pero esta vez las cosas iban a ser diferentes.

Mireya Arnowin, uno de los miembros más despreciables del mundo, estaba sentada en el lugar de mi madre, usando el asiento en modo masaje, como sí fuese suyo por derecho, y dirigiéndome esa fría sonrisa que combinaba su maquillaje trasparente con el botox.

—Pero mi vida, como has crecido, desde la ultima vez que te vi.

—Sí, eso fue hace cuanto. ¿Tres meses?

—Dos, querida. Tú madre te puso en videoconferencia para hablar de tus calificaciones.

—Lo recuerdo

Mireya Arnowin tenía la mala costumbre de hablarme como sí yo fuese su hija.

Ella me conocía desde que nací porque era una gran amiga de mi madre.

Pero yo la odiaba con toda mi alma.

—Pero mi vida, ¿Por qué sigues ahí parada?. No crees que sería mejor sentarte

—La verdad sí —ella nunca reconocía mi sarcasmo.

Solo me sonreía, como la estúpida que era.

—Vamos, querida, que el torneo esta por comenzar —Mireya sacó de su bolso una pequeña tablet con las imágenes de los Imperfectos que había seleccionado— vaya que esta vez sí trajeron miembros guapos —La mayoría de los miembros no parecían ser mayor de los 22 años, con la excepción de dos que parecía superar los 25—. ¿No lo crees, Shane?

—Para mi todos se ven iguales.

—Eso es porque aun no has tenido el privilegio de ganarlos, pero te falta poco, no —asentí— ¿Cuánto? ¿Unos dos años?

—Seis meses, para ser exactos.

—Pero que rápido pasa el tiempo —y por su voz me pude dar cuenta que Mireya no tenía interés en hablar de otro tema que no fuese el Torneo.

Para ella los Imperfectos eran un elemento importante porque hacían todo lo que ella no quería hacer y más.

—Disculpe, señorita Arnowin.

—Por favor, Shane. Te he dicho que me llames Mireya.

—Lo siento, "Mireya".

—Y háblame de "tú", sabes que somos amigas.

—Está bien, "Mireya". Te podría preguntar una cosa.

—Adelante.

—Es sobre Riley. Me gustaría saber por qué no...

—¿...estoy en su fiesta de cumpleaños?

—Sí.

—Simple. Porque ella no me necesita.

—¿A qué se refiere?

—Riley me dijo que quería una fiesta "especial", así que deduje que no me quería ahí. Además aquí sirven unos estupendos canapés.

—Aja —yo sabía que eso no era cierto—. ¿Y-y-y-y-y por qué en el asiento de mi madre?

—Alguien tiene que estar en el gran trono. Para dar inicio a los juegos.

—¿Acaso mi madre no va a hacerlo?

—La fiesta de Riley la tiene muy ocupada. Así que me pidió cubrirla.

—¿En serio?

—Ella sabe que amo estos torneos.

—¿Por qué?

—Por el dinero, mi cariño. No tienes idea de cuanto dinero me hacen ganar estos perdedores —Mireya parecía estar confiada por su elección.

Casi siempre escogía a los miembros que lograban sobrevivir y cada vez que eso sucedida siempre se llevaba grandes cantidades de dinero.

—No pienso ir a casa sin tener mínimo unos dos o tres millones de créditos en mi bolso.

—Ya veo —La mayoría de sus miembros solo aparentaban tener una imagen ruda—. Veo que escogiste buenos.

—La verdad sí.

—¿Cómo es que lo haces?.

—Viendo sus rostros.

—¿A qué te refieres?

—Los rostros suelen darnos una idea de cómo puede ser una persona por dentro; un ejemplo ese este miembro.

—Él de la barba.

—Sí, creo que se llama "Tyler". Por su aspecto yo le calculo que debe tener unos "27" años, pero su rostro veo a un tipo rudo que va a saber como esconderse y darme esos cuatro millones de créditos que que aposté por él.

Él tipo tenía una mirada sería que a mi me asustaba, pero a Mireya le encaraba.

—Oh mira —Las luces del escenario comenzaron a apagarse—, creo que ya es hora.

Y Mireya se sentía ansiosa.

El torneo de La Vida iba a dar su comienzo y yo tenía que quedarme callada sin hacer otra cosa más que ver esta tortura.

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