3
Connor
Servir al sexo perfecto es primordial para mantener la paz.
Era imposible ignorar el tan codiciado lema del Régimen porque aparecía en cualquier parte que fuésemos.
Todas las casas lo tenían grabado en la entrada, al igual que los autobuses y anuncios; e incluso debíamos de verlo en a través de un vídeo mensaje de la dictadora Marron Winthinfield, que se repetía una y otra vez por medio de las pantallas de los autobuses, narrando la historia acerca de cómo todo fue destruido por los miembros del Sexo Imperfecto; ataques terroristas, bombas nucleares, enfermedades, violencia y maltratos que yo veía como una simple repetición, porque no cambiaba nada.
Nosotros, los miembros del Sexo Imperfecto, habíamos destruido al mundo y los miembros del Sexo Perfecto lo lograron salvar por medio de la división, llevándose así a los seres Perfectos a un lugar seguro y dejando a los Imperfectos, como yo, en un mundo que contemplaba todos los días.
Caminos repletos de baches o grietas y los hogares en ruinas donde solían vivir familias como la mía.
Algunos eran casas y otros edificios donde se podía ver a miles de niños jugando entre las ventanas y paredes dañadas, sin que nadie se diese cuenta de nada.
Porque eran Imperfectos.
—Qué tiempos aquellos, no hermano.
—¿Eh?.
—Ya sabes, hermano. Cuando éramos niños y nos subíamos a la azotea.
—Sí, Nick. Lo recuerdo. Padre nunca nos hizo caso.
—Porque siempre estaba cuidando a los bebes.
Para mi ver a esos niños jugando solo me traía recuerdos que para mí solo eran situaciones tontas que trataba de olvidar, en cambio Nick era de esos chicos que les gustaba mirar siempre hacía el pasado.
—Míralos, Connor. Jugando sin saber lo que les depara.
—Lo sé —para mi verlos era como contemplar a un animal antes de ser sacrificado— Sí tan solo lo supieran.
—No tienen por qué saberlo. Nadie se los dice.
—¿Qué cosa?
—Las Minas Delta.
La probabilidad de salir era una en un millón, ya que con la excepción de Clint ninguno otro de mis hermanos había logrado permanecer ahí más de cuatro años.
Muchos desaparecían sin dejar rastro y muy pocos podían llegar a una edad como la de Tyler. Y de hecho esa es la razón por la que muchos de mis hermanos creen que tal vez él pueda llegar a ser el próximo miembro de la familia en ingresar a las Minas Gama.
—Muy bien, hermano suerte —en cuanto el autobús se detuvo en la entrada de las Minas Delta, Nick me dirigió una última mirada de conformismo, como si estuviese esperando a que regrese a casa esa misma noche— y recuerda que en un mes estaré ahí contigo
—Sí viejo —Ojala tuviera esa suerte.
Los autobuses comenzaron a rodear la entrada, dejando paso a miles de chicos que trabajaban en las minas. La mayoría mostraban tener la misma edad que yo y algunos mostraban tener la edad a la que llego Tyler, sin embargo esos eran contados, como también los que llegaban a la edad de Wayne.
Mis hermanos abandonaron el autobús y yo les seguí el paso hasta llegar a la entrada principal, sin mirar a nadie.
Una gran gruta protegida por un guardia del Sexo Imperfecto.
—Brazo derecho—. Cada miembro tenía en su brazo derecho un código, el cual debía de ser escaneado todos los días, para marcar nuestra asistencia y ritmo de salud, ya que de esa forma el Régimen podía elegir tu sector y qué debías donar cada fin de mes.
Debíamos de cumplir la rutina, sin decir nada, y dejar que los miembros nos dijesen a qué lugar debíamos partir.
—Área G-415 —en cuanto terminó el escaneo él guardia me entregó una mochila que contenía mi equipo de trabajo—, Siguiente.
"No va a pasar nada" volví a repetirme, en lo que colocaba mi mochila y me dirigía hacía los túneles "solo vas a trabajar".
La mayoría caminos estaban protegidos por guardias, cámaras de vigilancia y drones que monitoreaban todo el tiempo, de la misma forma que lo hacían en las minas Alpha, solo que la diferencia era que aquí había miembros más adultos, que trabajan perforando las rocas o empujando carritos con piedras brillosas, las cuales siempre tenían que ser entregadas a los guardias, quienes también estaban a cargo de que llegasen sanas y salvas a su destino, el cual nosotros no teníamos permitido saberlo.
Solo tenía permitido tomar el pico y comenzar a perforar una y otra vez.
Afortunadamente había qué extraer.
En las rocas se podían ver esas extrañas piedras rojas que brillaban, como si fuesen pequeñas llamas. Tomé varias para examinarlas, y luego llamé al miembro que recolectaba para darle todas, eso sin mirar a los otros chicos que no tenían la misma suerte que yo.
Luego de varias horas yo terminé extrayendo una gran parte de material rojo, sin poner atención a los drones que vigilaban cada movimiento que yo hacía, como si estuviesen esperando a que me intentase robar una piedra, de la misma forma que Nick lo hacía diariamente, pero al hacerlo les demostraba que solo perdían su tiempo.
Deseaba tanto que este día terminase, como para arruinarlo en una tontería, pero eso no podía pasar sino hasta que llegase mi turno de donar.
Todas las áreas tenían su propio equipo médico el cual siempre estaba a cargo de realizar las donaciones, y ordenaban a los guardias llamar cada miembro durante cierto tiempo para no detener la producción.
—Muy bien —nos grito el Guardia de la entrada— Los miembros de nombre Erik, Jonás y Connor por favor dejen lo que están haciendo y pasen a las áreas medicas. Es su turno de realizar su donación.
Al fin había llegado el momento y no podía dar una simple marcha hacía atrás.
Acomodé mi pico sobre la pared de roca y seguí a los chicos a la enfermería. Ahí encontré a más miembros del Sexo Imperfecto siendo escaneados por un guardia que solo realizaba el escáner y decía el resultado en voz alta.
—Sangre —y como me era de esperar tuvo que tocarme la parte dolorosa— caseta 2 —y debilitante.
Ahora solo tenía que cumplir con mi odiosa obligación.
Caminé hacía el área médica, ignorando a todos los miembros que salían, ya que algunos parecían estar débiles por causa de la pérdida de sangre y se veían obligados a no mostrar ciertas emociones porque el área se encontraba bajo mayor protección ya que en ella había guardias del Sexo Imperfecto por todas partes y eras supervisadas por miembros del Sexo Perfecto.
Ellos supervisaban las extracciones y las trasportaban a las áreas seguras, lo cual siempre hacía que donar sangre fuese algo común, a diferencia de donar semen, porque vigilaban cada movimiento que hacía.
Incluso contaban las veces que frotaba mi pene.
—Pasa —y hoy tenía muchas expectativas de que ese día iba a ser horrible, ya que la mayoría de los miembros del Sexo Perfecto que supervisaban mis donaciones me veían como sí fuese un estúpido animal esperando a solo ser ordeñado para luego regresar a trabajar—Buenas tardes —pero solo en esta ocasión sentí que algo iba a ser diferente—. ¿Tu eres...?
—Connor
—Mucho gusto, Soy Melody —el miembro aparentaba ser alguien pasivo.
Su rostro reflejaba una cierta inocencia al verme, como sí tratase de mostrarme que ella no mordía, a diferencia de los otros miembros del Sexo Perfecto que habían estado a cargo de mis donaciones, y me hablaba con demasiada sutileza.
—Supongo que ya sabes lo que te tocó.
—Sí.
—Entonces manos a la obra.
Melody resultó ser más delicada de lo que imaginé.
Ella tomó de mi brazo derecho y retiró la manga de mi camiseta cuidando de no lastimarme, en vez de esperar a que yo lo hiciera, y colocó un pedazo de algodón remojado sobre alcohol en mi piel antes de incrustar la aguja.
Después todo paso como sí nada.
Mi sangre era extraída lentamente mientras que yo miraba hacía cualquier otro lado, ya que Melody dejó de verme para concentrarse en su tablet.
—Muy bien, creo que ya terminamos —y en cuanto me retiró el catéter colocó otra pequeña pieza de algodón con alcohol sobre mi herida— mantelo cerrado durante unos minutos.
—Gracias.
—No hay de qué. Ah, por cierto casi se me olvida.
—¿Qué cosa?
—Debes comer esto antes de irte.
—¿Una galleta?
—Sí. Es de chocolate y tiene nueces. ¿Eres alérgico a las nueces?
—No, pero es extraño —con ver la galleta en mi mano me empecé a sentir extraño ya que normalmente esto no ocurría.
Por lo general solo me extraían la sangre y ya.
—¿Te ocurre algo?
—No, nada —quería decir que sí, pero mi conciencia me impedía hacerlo— Es solo que esto es extraño. Nunca nadie me había dado una galleta.
—Es porque no todos piensan de la misma forma.
—¿A qué se refiere?
—Muchos miembros del Sexo Perfecto realizan la extracción sin preocuparse por la pérdida de energía, yo por otra parte prefiero darles un regalo que los ayude a recuperar fuerzas, ya que la donación los deja con mucho sueño. Además yo misma la preparé.
Y en eso no cabía duda.
La galleta tenía una deliciosa textura y las nueces le dieron un perfecto toqué.
—Esta deliciosa.
—Gracias.
Melody guardó su silencio al verme sonreír, como si estuviese disfrutando de ver a alguien adulando su cocina.
—Y creo que ya es todo —en cuanto terminé la galleta Melody me retiró la piza de algodón— sí te preguntan, diles que te di un vaso de agua.
—Perfecto —Y con eso mi mente se conecto con la realidad.
Ya había pasado una de las partes más difícil del día y me sentía dispuesto a olvidarme de cualquier otra tontería que ocurriese con el mundo.
—¡AAAHHHHHH! ¡POR FAVOR! —...o al menos eso pensé.
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