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🩸7- ¿Qué estaba pasando? 🩸


Nos mantuvieron en vilo durante casi una hora, sin explicaciones. Empecé a sospechar que estaban ocultando algo grave, quizás algo relacionado con el cuerpo. El desgarrador grito de la chica al ser arrastrada resonó en todos nosotros. Mi mente se inundó de preguntas: ¿Por qué la policía no había venido a llevarse el cuerpo? ¿Estaban al tanto de lo que ocurría aquí? ¿Acaso había algo legal en todo esto? ¿Que harían con el cuerpo si no habían llamado a la policía?

Hace media hora, Summer había comenzado a llorar, quejándose de dolor en el cuello. Leah había recibido un segundo golpe en la cabeza para silenciarla. Mis dientes estaban tan apretados que ahora me dolía la mandíbula. Leah atrajo a Summer hacia sí, abrazándola y ocultando su rostro en su cuello para que no viera nada. Pronto, Summer se quedó dormida. Leah estaba exhausta, lo notaba en sus suspiros y en el incesante movimiento de su pierna, pero no dejaría sola a su hermana.

Las ventanas aún mostraban manchas de sangre. Los supervisores intentaban limpiarlas con premura, pero la sangre seca es difícil de eliminar; yo mismo había tenido que limpiar sangre seca en casa antes. Diez minutos después, la directora reapareció, marcando su presencia con el sonido de sus tacones. Anunció que las chicas saldrían primero, algo nuevo porque siempre íbamos nosotros primero. Una por una, se levantaron y formaron una fila, mientras los supervisores revisaban las placas en los blazers obligatorios. Luego procedieron de la misma manera con nosotros, los chicos.

Yo no tenía compañero de habitación, a diferencia de los demás. Supuestamente, el mío había sido adoptado milagrosamente justo antes de mi llegada. Tenía diecinueve años y no creía ni una palabra de esa historia. No dije nada al respecto; Ezra había dejado claro que no debía quejarme ni hacer preguntas.

Los dos días siguientes transcurrieron en un torbellino, sin obtener mucha información sobre el accidente. Asistí a clases sin aprender mucho y a sesiones con el psiquiatra sin hablar de lo sucedido; no estaba listo para revivir aquella noche. Los pasillos estaban llenos de murmullos sobre por qué Valeria lo había hecho, si estaba tan perturbada como parecía, o si su hermana sabía algo y lo estaba ocultando. También escuché que Valeria a menudo hablaba sola y murmuraba incoherencias. Por lo menos ya no hablaban de que Leah y yo habíamos ido al sótano.

La hora del almuerzo había pasado y llegó el momento del "momento recreacional", como lo llamaban aquí, cuando nos enviaban a todos al patio para tomar el sol y evitar la deficiencia de vitaminas. Aunque, en realidad, no nos faltaban, ya que nos inyectan vitaminas cada mes. A mí, por ser el nuevo, me las administraron de inmediato, junto con una muestra de sangre para asegurarse de que todo estuviera bien. Me había negado y cuatro enfermeras tuvieron que sujetarme para extraer la muestra.

Pero yo no estaba en el patio; me encontraba en el baño, esperando impacientemente a Ezra y Axel, quienes también estaban allí, aunque ellos no lo sabían, con sonidos de labios chocando junto a jadeos de fondo, lindo. Así que cuando salieron del mismo cubículo y me vieron, ambos pegaron un salto, sonrojados de la cabeza a los pies, con el pelo desordenado y el cuello de la camisa de Ezra arrugado. El latino se acercó y me dio un golpe en el brazo, alegando que casi le sale el corazón del susto.

—Deberían ser más cuidadosos, no me sorprende que los descubran —comenté mientras me miraba en el espejo del lavamanos, intentando arreglar mi cabello. Pero era inútil; mis ojeras, mejillas hundidas, labios agrietados y mirada perdida me daban un aspecto demacrado. Si mis padres, que en paz descansen, me vieran así, les daría un infarto.

—Por eso nos castigan en el sótano —replicó Ezra, lavándose las manos y arreglándose los rizos. Axel se apoyó en la pared cerca del lavamanos, cruzando los brazos y mirándolo con reproche, sosteniendo el blazer de su novio, perfectamente doblado.

—Esta noche iremos al pasillo prohibido —declaré de repente. Ezra se detuvo a mitad de camino de tocarse el cabello, su cabeza se inclinó hacia atrás con dolor y me miró a través del reflejo del espejo.

—¿Esta noche? —preguntó, y yo asentí— ¿Y Leah?

—Ella vendrá sola. Solo tenemos que mencionarlo en el patio cuando estemos llegando y luego cambiar de tema como si nada. La curiosidad la traerá —expliqué con sencillez. Ambos me miraron boquiabiertos.

—A veces das miedo —murmuró Ezra, secándose las manos y poniéndose el blazer para salir. Axel asintió a mi lado.

Y así lo hicimos. Hablamos brevemente sobre el pasillo y la hora a la que iríamos, para luego cambiar de tema cuando nos sentamos en los bancos junto a Leah, quien frunció el ceño pero no dijo nada. Summer nos saludó a cada uno con un abrazo, excepto a Axel, a quien saludó agitando efusivamente la mano; él le devolvió el saludo, temblando un poco.

Conversamos sobre trivialidades, las tediosas clases, y observé cómo Leah vigilaba a Summer, que jugaba a pocos metros de nosotros con tres niñas que parecían de su edad y una chica rubia que parecía muy cercana a ella. No había muchos niños; los pocos que había rondaban entre los cinco y diez años y sumaban unos quince en total, dispersos por todo el patio junto a un montón de adolescentes

El recinto era inmenso, una barrera de hierro nos separaba del bosque, custodiada por una caseta con dos vigilantes. Las visitas se anunciaban por teléfono y solo se permitía el acceso tras la aprobación de la directora; así había sido mi llegada.

—¿Se sabe algo de la hermana de Valeria? —inquirió la pelirroja de improviso.

—Axel escuchó que la enterraron en el bosque y que su hermana desapareció. Aseguran que sus padres regresaron por ella.---Ezra, por su parte, nos unió formando un círculo confidencial, como si temiera ser oído.

—Eso no es lógico —replicó Leah, frunciendo el ceño. Axel asintió a su lado—. Al llegar, mencionaron que sus padres fallecieron en un accidente vehicular.

—Exacto. Pero luego, Ax oyó a uno de los vigilantes informar a la directora que se había deshecho de ella con éxito.

Un escalofrío me invadió. Me prometí no volver a escuchar esas palabras de nadie; era como un eterno retorno, todo me acechaba: los cadáveres, la sangre, la muerte... Algo siniestro se ocultaba en las sombras de este internado.

De repente, varios gritos irrumpieron en el aire. Un grupo de jóvenes emergió corriendo, mirando hacia lo alto y agitando las manos. Confundidos, dirigimos la vista al alto edificio y lo vimos.

No puede ser.

Una figura se erguía al borde del tejado. El llanto y gritos infantiles resonaron. Un chico señaló hacia arriba, y un equipo de vigilantes acudió al instante.

—¡Es Alex! ¡Va a saltar! —exclamó una chica entre lágrimas desesperadas. Sentí una mano pequeña aferrarse a la mía; era Leah, mirando hacia arriba con la otra mano en su boca y ojos desorbitados por el terror.

—¡Leah! ¡Leah! ¡Leah! —los agudos gritos de Summer se entremezclaban con el bullicio. Leah no respondió. Giré buscándola, pero sabía que estaba perdida entre la multitud. Los chicos gritaban para que Alex no saltase, mientras los vigilantes intentaban contenerlos sin mucho éxito.

—¡Imposible! ¡No lo hará! —exclamó otra voz masculina desde el otro extremo del patio.

—¡Evan! ¡Evan! ¡Evan! —los gritos de Summer continuaron, mi cabeza zumbaba, desesperado.

—¡Aquí estoy! —grité, levantándome con la esperanza de ser oído entre la multitud. Y así fue, cuando finalmente divisé aquel cabello rojo ondeando en la carrera, respiré aliviado. Llegó y se aferró a mis piernas, llorando, sin aliento. La alcé en un intento de calmarla.

De repente, un sonido sordo envolvió el patio en un silencio tenso. Gritos, innumerables, todos pronunciando el nombre del chico mientras se acercaban a su cuerpo. Desde nuestra distancia, solo distinguimos una cosa: sangre, que desató el caos.

Summer, aprovechando el silencio, miró hacia el lugar del impacto y comenzó a temblar violentamente, ocultando su rostro en mi cuello y murmurando la palabra "sangre" sin cesar. A mi lado, Leah gritó y cayó hacia atrás, sobre el césped, temblando de pies a cabeza, llevándose la mano al cabello y repitiendo: "demasiada sangre".

Rodeé el banco para arrodillarme frente a ella, aún sosteniendo a Summer, intentando calmarla. Axel estaba igual, sufriendo un ataque de pánico con Ezra tratando de ayudarlo. La sangre había dejado de afectarme hace años.

Coloqué mi mano libre en su nuca y la atraje hacia mí, envolviéndola en un abrazo— Shh, estás a salvo, todo estará bien —susurré en su oído, sintiendo su cuerpo temblar y su respiración agitarse.

—Hay demasiada sangre —su voz era débil y ronca. Le acaricié la espalda en un gesto tranquilizador.

—No pienses en eso, solo respira conmigo, tranquila —le indiqué, y ella sincronizó su respiración con la mía, lenta y medida. Summer también se calmó, y dejé de sentir sus lágrimas en mi chaqueta.

—¿Nos levantamos? —pregunté con suavidad después de unos segundos, justo cuando los vigilantes comenzaban a llevarse a los jóvenes. Ella asintió. —Si nos ven así, seguro nos castigarán.

Me puse de pie primero y luego la ayudé a levantarse. La observé: ojos rojos pero no había dejado que ninguna lagrimas saliera, y una herida en el labio con sangre seca. Se alisó la falda y el blazer, quedándose aferrada a mi brazo, aún temblando levemente.

Ezra se nos unió por la izquierda, abrazando a Axel, protegiéndolo.

—¿Y ahora qué? ¿La gente seguirá suicidándose así sin más? —Ezra habló con un tono áspero, harto de todo. Observé la escena frente a mí: los supervisores arrastraban a los jóvenes hacia el interior del edificio, empezando por los más cercanos al cadáver. Los profesores se llevaron a los más pequeños, inconsolables, y la directora observaba desde la entrada, respirando con dificultad y visiblemente molesta. El vigilante de la entrada, se acercó a ella, y la mujer dijo:

—Nos han traicionado, los están tirando.-- Leí sus labios rápidamente y lo compartí con los demás en voz alta. Los tres me miraron, sorprendidos.

—¿Cómo descubriste eso? —preguntó Ezra, observando hacia donde se encontraba la directora.

—Mi padre sufrió un accidente que dañó sus cuerdas vocales; aprendimos a leer sus labios para entenderlo. Es algo a lo que me he acostumbrado.

—Entonces tienes una vista excepcional, porque desde aquí todo me parece difuso —comentó Ezra, esbozando una sonrisa forzada.

—Pero, ¿a qué se refería con eso? ¿Quién la ha traicionado? —Leah murmuró, casi inaudible.

—Sospecho que existe una grupo entre algunos supervisores y la directora, y al parecer algunos de ellos la han traicionado —intervino Axel, hablando por primera vez desde nuestro encuentro. Su voz sonaba áspera y cargada de dolor, como si cada palabra le costará. Levantó la cabeza del pecho de su novio y nos miró con sus ojos azules, ahora enrojecidos por el llanto—. Esto no se trata de suicidios; son asesinatos encubiertos. Las víctimas ya están muertas antes de ser arrojadas.

Maldición, ¿en qué lío me había metido? ¿No había dejado atrás la "mafia" al alejarme de mi hogar?

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