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🩸19-Secuestro 🩸



Estoy corriendo por las escaleras, pero algo anda mal, todo está apagado, sin luz, sin vida, sin sonido. Cuando entro a mi habitación, prendo la luz y veo a Summer tendida en el suelo con un cuchillo clavado en el corazón. La sangre salpica las paredes y el pasillo, un baño de sangre. Me arrodillo frente a ella, tratando de que despierte, pero no lo hace.

Tomo su mano fría y sus ojos están cerrados. De repente, sus ojos se abren, pero no hay vida en ellos; están vacíos, literalmente están vacíos, cuencas sin ojos llenos de sangre como lágrimas. Summer se levanta y me empuja. Jadeo sorprendida.

—Summer, ¿qué estás haciendo?---le preguntó.

—¡Esto es tu culpa! ¡Estoy muerta por tu culpa!—. Su boca se abre y más sangre cae. Jadeo por aire mientras ella se abalanza sobre mí, intentando asfixiarme.

—Summer, ¿qué estás haciendo?---repito incredula, luchando por liberarme. Pero es demasiado fuerte, y la oscuridad amenaza con envolverme.

—¡Todo esto es tu culpa!--chilla de una manera aguda que me hace pitar los oidos.

Despierto de golpe, jadeando y con lágrimas en los ojos. Otra pesadilla, otra relacionada con Summer. Estas pesadillas comenzaron poco después de su muerte. Ayer tuve una, pero era un recuerdo distorsionado. Hoy, nada se compara con la intensidad de esta.

Evan se mueve a mi lado; había olvidado que nos habíamos quedado dormidos juntos. Me abraza, arrullándome, diciéndome que todo estará bien. Quiero creerle, pero hay algo que no me deja hacerlo. La presencia de Summer sigue atormentándome.

Me libero de los brazos de Evan y me dirijo al baño, donde vomitó toda la comida rápida que comimos ayer. Evan me sigue, preocupado.

—Algo no está bien—digo, él me acaricia mi espalda.

—Sí, lo sé. Yo también lo siento—responde. Me siento segura en sus brazos, pero la sombra de Summer sigue presente.

Salgo de nuestra habitación para cambiarme y lavarme los dientes. No quiero que Evan me bese con el olor a vómito en la boca. Él me espera en las escaleras para ir juntos al comedor. Si alguien me hubiera dicho hace tres meses que estaría preocupada por un beso de Evan, no lo habría creído.

Pero al entrar en mi habitación, veo el peluche favorito de Summer: un unicornio. Me duele el corazón al verlo. Está algo sucio, lo ha tenido desde que vivíamos en la calle. Una niña pequeña se lo regaló en invierno. Lo abrazó con fuerza y aspiró su aroma, que aún huele a ella. Las lágrimas caen; el dolor persiste. Pero hoy tengo una motivación: Daniel dijo que vendría a verme para ver a Summer en el cementerio.

Daniel ha sido un apoyo inesperado. Me anima a seguir adelante, aunque la sombra de Summer me persiga. Seco mis lágrimas y dejó el unicornio en la cama. Siento como si el peluche hubiera arrancado un pedazo de mi corazón.

Me cambio rápidamente la ropa negra que llevaba puesta desde ayer y me pongo el uniforme. Me amarro los zapatos con fuerza y miro el cordón negro que descansa en mi cama. Suspiro y sonrío. Evan definitivamente está loco; ni siquiera puede caminar sin su cordón, pero a pesar de eso, no me lo pidió. En cambio, me dijo que no me lo quitara y que siguiera usándolo. Un rubor se formó en mis mejillas cuando me agarró el pelo y lo amarró con el cordón.

Evan... Dios, nunca hubiera pensado que un chico como él se fijaría en mí. Siempre me saca una sonrisa y me apoya cuando estoy desmoronándome. Me dolería si pasara algo con él. Lo de ayer con la directora me confirmó que estaba completamente loca. Le sacaron mucha sangre, tanto que casi se desmayó. Después de su ataque de pánico, Ezra volvió con un poco de comida para evitar que se desmayara de nuevo. La directora mencionó algo sobre un "Experimento A", y tengo tantas preguntas. ¿Por qué él? ¿Qué es ese proyecto? ¿Por qué ahora? ¿Desde cuándo la directora está involucrada en esto?

Con un suspiro, salgo de mi habitación. Me topo con algunas chicas que palidecen y desvían la mirada. ¿Qué está pasando? Apresuro mi marcha, y noto que otras chicas también reaccionan de la misma manera. No hay supervisores a la vista. Eso es extraño.

Paso cerca de un grupo de chicas a propósito y escucho lo que dicen, tratando de quedarme en la pared.

—Dicen que se enfrentó a un supervisor ella sola.

—Yo digo que es mentira; una chica débil como ella no lo haría —responde su amiga. El estómago se me encoge.

—Pero tiene un policía a su lado. Yo, si tuviera un policía, me enfrentaría a cualquiera.

—Es presumida, solo quiere que la gente hable de ella...

—¡Leah! —dice Ezra cuando me ve. Las mejillas se me ponen rojas cuando las chicas del grupo voltean y se ponen pálidas, van casi corriendo hacia las escaleras.

Cuando llego a donde está Evan, él y los chicos me esperan al principio de las escaleras, con el ceño fruncido, mirando a Ezra y Axel. No sé qué ha pasado entre esos dos, pero por cómo el rubio abraza al moreno, supongo que todo estará bien.

–Hola.

Una sonrisa aparece en el rostro de Evan, y su ceño se relaja. Él pone su mano en mi cintura, atrayéndome para ponerme enfrente de él para cubrirme con su cuerpo. Las mariposas en mi estómago revolotean, al igual que mi corazón. Mis mejillas se ponen rojas cuando Evan me besa en la frente.

—Uy, Cupido hizo su trabajo por fin—comenta Ezra, Axel le da un golpe en el estómago a Ezra mientras se ríe.

–Ja, ja, muy gracioso —responde Evan con sarcasmo, apoyando su mentón en la cima de mi cabeza.-- ¿Todo bien con esas chicas?

A punto de responder que no pasa nada para no preocupar dos chicas pasan justo a nuestro lado murmurando muy alto:

–Con lo guapo que está él, y se tuvo que fijar en esa pelirroja.

Su amiga responde: —Yo soy más linda que ella. Apuesto a que sí llamó la atención en el comedor, él se fija en mí—. Las dos ríen mientras bajan las escaleras. Mi estómago se contrae. ¿Es verdad? No soy la más linda, pero ¿Evan se interesaría en ella si se le insinúa en el comedor? No, ¿verdad? ¿verdad?

El brazo de Evan se tensa alrededor de mí, y los chicos se quedan callados. Ezra se pone rojo y resopla: —Le voy a enseñar a esa perra que nadie habla de Leah en mi presencia—. Camina dos pasos, pero Axel lo agarra del brazo -- .Suéltame, quiero enseñarle —dice Ezra.

—Sí, sí. Si no quieres ser castigado por golpear a una chica, quédate aquí, fiera—le responde Axel, rodeándolo con el brazo.

La boca de Evan y su aliento chocaron contra mi oído, haciéndome estremecer. —No les hagas caso a ellas. La única que me interesa eres tú, desde el primer día en lo único que pienso eres tu. Si supieras lo que causas en mi corazón y en mi mente no dudarías de esas chicas—susurró. Luego volvió a mirar a los chicos. —Vamos, me muero de hambre.

Axel y Ezra bajaron enseguida, diciendo que también morían de hambre. Me volví para quedar frente a él. Nuestras frentes se unieron. —Cuando te dije que eres la única, hablaba en serio.

—Lo se lo acabas de decir. –murmuró viendo sus ojos grises con motas amarillas, hoy estaban más intensos que de costumbre y sus pupilas estaban ligeramente dilatadas

–Si, pero ese ceño fruncido no me deja en paz–relaje mi cara sin haber sentido, él deja un beso en mi entrecejo—. Eres la única que siempre quise desde el momento en que su hermanita me agarró del pelo en el comedor. Eres la única que me abraza y me da paz. Eres la única con la que veo un futuro, Leah.

Sin poder contenerme, puse mis manos en su nuca y lo atraje para besarlo. ¿Qué más podía decir? Nada superaría lo que acababa de expresar. Nuestras lenguas se encontraron, bailando con fuerza. De repente, el beso se volvió más desenfrenado, hambriento. Jadeamos por aire, pero ninguno se separó. Bueno, lo que nos hizo separarnos fue la voz de Ezra a mitad de las escaleras.

—Cuando te referías a hambre, debías decir "hambre de Leah"--- sonrió, mientras más chicas lo miraban con mala cara al final de las escaleras.

—Voy a matar a ese idiota—me agarró de la mano, y bajamos rápidamente las escaleras. Evan ya había conseguido otro cordón para su zapato. Ezra chilló y fue hacia su novio, refugiándose detrás de él.

—Protégeme, Evan me va a pegar— le suplico.

—Tranquilo, él no hará eso—dije riendo, mientras se movía hacia un lado y Ezra se movía hacia el otro -- .Déjalo en paz, Evan.

Caminamos hasta el comedor, adentrándonos. El silencio consumió el lugar y todos nos miraban. Apreté la mano de Evan mientras caminábamos; los susurros vinieron después.

—¿Qué le pasa a la gente? —preguntó Ezra, frunciendo el ceño—. ¡¿Es que no tienen otra cosa que hacer que mirarnos?! —gritó. Algunos voltearon sus miradas, otros lo miraron con fastidio.

—Escuché que piensan que me enfrenté a un supervisor. Ahora la gente cree que soy una suicida o una ridícula—murmuré, agarrando una bandeja de comida.

—Idiotas —dijo Axel. Cuando cada uno de nosotros tuvo su bandeja de comida, nos dirigimos a la única mesa disponible en una esquina.

Cuando nos sentamos, vi con una mueca el arroz quemado y algo rojo que se suponía que era la carne. Ponen miles de dólares en seguridad, pero no pueden conseguir comida mejor.

—¿Quién de los dos va a decir qué pasó ayer? —cuestionó Ezra, señalándonos con el tenedor de plástico. Luego se volteó hacia su novio—. ¿A ti te tocó arroz quemado o crudo?

—¿Esto es arroz? Pensaba que era pasta —respondió este con una mueca. Solté una risita—. Al parecer me tocó el crudo.

—Mejor me quedo con el mío quemado —murmuró. Pinché la especie de carne; ni siquiera se cortaba. Bien, mejor paso de almorzar hoy. ¿Y bien, quién hablará?

Nos miramos. Sabía que le correspondía a Evan contar su experiencia, pero no sabía si quería revivir lo que había pasado. Este suspiró y apoyó su brazo en el respaldo de mi silla, tal como lo había hecho Ezra.

—Me acorralaron, la directora y el doctor Rames. Me sacaron sangre hasta dejarme seco. Dijeron que iban a experimentar conmigo, algo llamado Experimento A.

—¿Experimento A? ¿Qué es eso? —preguntó Ezra con la boca llena, para después escupir lo que tenía en su servilleta—. Cada día esto se pone peor.

—No lo sé. Solo repetían que era perfecto, un soldado perfecto. Después —carraspeó—...me pusieron unos lentes con una pantalla. Proyectaron imágenes sobre mi accidente, el de mi madre y el de mi padre.

—Era un detonante —dijo Axel—. Querían que recordaras, querían que perdieras los estribos.

—Bueno, lo lograron —murmuró Evan, jugando con uno de mis rizos—. Jodieron toda la estabilidad que tenía.

—Todo está muy raro; la falta de supervisores me tiene ansiosa—digo mirando a nuestro alrededor. Ni uno, cualquier alumno podría saltarse la comida o irse en cualquier momento, como nosotros con el desayuno, y nadie se daría cuenta.

—Sí, a mí también todo esto no me da buenas vibras —respondió Axel.

—Evan – una voz femenina resonó. Todos la volteamos a ver. Era pelinegra, con el pelo corto hasta la mandíbula. Sus ojos eran verdes intensos. —Hola, soy Sophie. ¿Me recuerdas? Voy a matemáticas contigo.

–No, ni idea—respondió Evan, aún jugando con mi riso. Ezra soltó una risita poco disimulada. La chica, Sophie, se puso roja y se inclinó sobre la mesa, apoyando sus manos en ella para estar más cerca de Evan. Mi sangre hirvió; algo que nunca creí sentir me invadió: celos.

—Hola, Sophie. ¿Necesitas algo? —respondí yo.

—Quería hablar con Evan en privado...

—Ya, eso no va a ser posible —sonrió Evan. Ezra y Axel me miraron boquiabiertos.

—¿Y por qué no? —enarqué una ceja y me arreglé el cabello. ¿Mis rizos superarían a su pelo lacio?

—Porque soy su novia. —¿Lo era? no tenía importancia— y yo lo decido.

—Ya, creo que Evan es lo suficientemente grande para decidir —refunfuñó ella.

—La jefa habló —la miré solo por un segundo antes de volver al rizo enrollado en mi dedo—. Vete.

Ella se cruzó de brazos, se puso roja de rabia y se fue.

—¡Eso fue increíble! ¡Porque soy su novia! ¡Ja! ¡Por perra se lo merece! —imitó Ezra con una sonrisa—. Ahora quiero hacer eso. No espera, yo soy capaz de golpear al pobre chico, no quiero. —Axel sonrió pasándome los brazos.

—Ya, te veo capaz de eso —dijo en voz baja, acercándose para dejar un beso en sus labios. Era la primera vez que los veía hacerlo en público; sonreí.

—Te gusta mucho mi cabello —le dije cuando pasó hacia otro mechón.

—Y cómo no —me miró con una media sonrisa—. Déjeme decirle, señorita Leah, que eso fue muy sexy de su parte.

—No olvidemos la parte en que me llamó jefa, eso sí fue sexy —le susurré, dándole un golpecito en el pecho. Él me agarró en el proceso y dejó un beso en el dorso.

—Vamos, Axel, me va a dar un coma diabético con estos dos —dijo Ezra con una sonrisa—. Apuesto a que la señora Elena tiene comida escondida.

Nos levantamos de la mesa, aún con los ojos de todos pegados a nosotros. Entonces, le dije:

—Entonces, ¿robas dulces de la señora Elena?

—Oye, robar es a mano armada; yo lo llamo hurto elegante.

—No existe tal cosa como hurto elegante —contraatacó Evan, pasándome el brazo por los hombros.

—Claro que existe. Yo los hurto, y ella no se da cuenta. Hurto elegante.

Atravesamos las puertas y nos encaminamos hacia las escaleras, pero entonces sentí una mano en mi brazo. Chillé cuando me jalaron. Los chicos intentaron intervenir, pero unos supervisores también los agarraron.

Lo siguiente que supe es que un pañuelo se puso en mi boca. Traté de no respirar, pero cuando me quedé sin aire, fue inevitable. Mi cuerpo se sintió pesado, al igual que mis párpados. Intenté mantenerme consciente para ver a dónde nos llevaban, pero no pude. Mis párpados se cerraron, y en el fondo escuché la voz débil de Evan llamándome.

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