🩸17-Otra vez truenos🩸
El día comenzó con nubes negras y pesadas. Parecía que iba a tronar, y eso lo hacía más doloroso porque Summer amaba los truenos. Eso fue lo primero que me dijo cuando nos conocimos en el comedor.
El silencio en la camioneta del oficial era pesado. Todos vestíamos nuestras ropas de color negro, y el único color que daba vida era el rojo vibrante del pelo de Leah. Ella iba en el asiento del copiloto, mirando por la ventana con curiosidad, mientras nosotros tres íbamos atrás.
Era la primera vez que Leah salía del internado desde que tenía once años, y también su primera vez en Warwood. Ezra y Axel también veíamos el camino con curiosidad. Podría ser mi segunda o tercera vez aquí; nosotros vivíamos en Coldcity, y a veces acompañaba a papá en sus negocios en ciudades cercanas como esta. No era tan diferente a mi ciudad, excepto por la vegetación. Coldcity estaba en medio de un frondoso bosque, mientras que Warwood no lo estaba.
Y no puedo olvidar las estúpidas pulseras naranjas que nos obligaron a llevar. Decían "Propiedad del Internado Andrade. Devuélvase si se escapa". Bueno, era una exageración; solo decían "Visitantes del Internado Andrade", pero se sentía como si dijeran otras cosas. Apuesto a que tenían GPS integrados.
La ceremonia en la iglesia fue borrosa. Estábamos nosotros, el oficial York, la que creo que era su hija (una chica de nuestra edad con pelo naranja) y otro policía que estaba involucrado en nuestro caso. A pesar de ser una pequeña iglesia, se sentía muy vacía, demasiado, como en el funeral de papá. Solo estuve yo y el puñado de guardias que sobrevivieron y le rindieron honores a mi padre.
Leah apretó mi mano, aún sosteniendo las flores blancas en la otra. Todos teníamos un pequeño ramo de margaritas, que me recordaban exactamente a Summer. Cuando el padre dejó de hablar y llegó el momento de dar el pésame, no fue un momento largo y tenso. De hecho, la hija del oficial York se acercó directamente a Leah.
–Lamento tu pérdida—dijo—.Sé que no me conoces, pero conoces a mi padre. Señaló con la cabeza al oficial York, que hablaba con el oficial Daniel—. Soy Hadil York—Extendió su mano, y Leah dejó las flores en el banco para saludarla—. Sé que es un mal momento, pero me alegra que pronto estés en la vida de Daniel. Creo que podrás ser buena para él.
Leah volvió a tener lágrimas en los ojos. —Gracias— le dedicó una pequeña sonrisa y se fue hacia el oficial.
–Voy a verla—murmuré, señalándome el pequeño ataúd.
—¿Quieres que vaya contigo?---pregunté, no muy seguro. No me veía capaz de ver a Summer en ese estado sin vomitar. Me pasó con mi madre la primera vez, y no lo volví a intentar con mi padre.
–No, le voy a decir a Daniel que venga conmigo. —Me dio sus flores para que las sostuviera y, con pasos temerosos, se acercó hacia el oficial. De inmediato, este la abrazó por los hombros y acercó su oído hacia la boca de Leah.
Lo próximo que vi fue que los dos se dirigían hacia el ataúd. De inmediato, el pequeño cuerpo de Leah empezó a temblar, y ella puso una mano en el cristal. Casi tuve el impulso de acercarme a reconfortarla, pero sabía que Daniel lo haría. Ezra se acercó con Axel a su lado.
El oficial me dijo que le compró otro vestidito y le puso una tiara. Murmuró, y sentí cómo mi corazón se desmoronaba. Sin previo aviso, las lágrimas empezaron a salir nuevamente.
—Joder, hombre—murmuré, secándome las lágrimas rápidamente. Axel también estaba en las mismas.
—Lo siento—parecía arrepentido. Le indiqué con la mano que no tenía importancia.
Lo próximo fue cargar el ataúd. Aunque quisiera caminar junto a Leah, también me ofrecí a ayudar a cargarlo, al igual que Ezra, el oficial York y el oficial Daniel.
Cuando lo cargamos, el sentimiento de familiaridad me embargó. Había cargado la tumba de mamá y papá. Joder, el corazón me empezó a doler. Dios, no puedes llorar mientras caminas. Pequeñas gotas de lluvia empezaron a caer, pero nadie le dio importancia.
Llegamos al cementerio en un tramo pequeño y lo pusimos en la tierra, justo en el hueco. Un nudo se acentuó en mi garganta. Mi ropa y cabello estaban pegados por la lluvia, pero no pude evitar derramar lágrimas al ver el pequeño ataúd y la pequeña vida que se llevaban. Leah caminaba de la mano de Axel, mientras los dos lloraban, y Hadil caminaba a su lado, con un paraguas para que no se mojaran, mientras ella se mojaba sin importarle.
Leah se encaminó hacia el ataúd y se agachó para dejar sus flores. Yo agarré un paraguas y lo puse para que no se mojara. —Aún no proceso que te fuiste de mi vida sin siquiera despedirte. Joder, había muchas cosas que aún teníamos que hacer juntas. Teníamos que comer helado hasta congelarnos el cerebro y comer pastel hasta que nos diera un coma diabético—sollozó. Tuve que respirar hondo para no ahogarme con la camisa. Estaba demás decir que todos éramos un mar de lágrimas. Un trueno iluminó el cielo, y a los pocos segundos se escuchó su fuerte sonido.--- Truenos... como a ti te gustaban—quité el paraguas para sentir las gotas de la lluvia.
Se quedó sentada en la tierra, sin importar ensuciarse, viendo cómo el oficial York, con una pala, empezaba a poner la tierra al ver al oficial Daniel incapaz de hacerlo. Me senté a tu lado, abrazándola. Rápidamente, Axel se sentó de su otro lado, al igual que Ezra. Miramos la lápida a medida que pudimos divisarla.
—No, no, no. ¡Ella odia la oscuridad!---gritó en shock. La abracé más fuerte, sintiendo mis propias lágrimas—Summer.
Todos quedamos destruidos cuando divisamos la lápida, cuando el oficial York había terminado de poner la tierra y se iba rápidamente a abrazar a su hija.
Summer Honsher.
Hermana, Hija, Princesa.
27 de julio de 2019—27 de julio de 2028.
El oficial había puesto su apellido para no dejarla sin uno. El cuerpo de Leah tembló cuando se dio cuenta.
Las horas pasaron y con eso la lluvia cesaba, pero nosotros seguíamos en el mismo lugar en silencio, viendo la lápida llena de margaritas. Leah no ha dejado de llorar, y el oficial tampoco. Estábamos empapados y no sabíamos si temblábamos de frío o de las lágrimas que parecían interminables.
—Leah, pequeña...—la voz rasposa del oficial resonó— Ya son las cuatro. Necesitamos una hora para llegar al internado. Prometo traerte mañana.
Pero Leah no se inmutó, ni siquiera parecía haberlo escuchado.
—Leah...—murmuré yo.
—No quiero irme. No quiero dejarla sola. Se va a poner oscuro, y a ella no le gusta. —murmuró con la voz rota. Se soltó de mi brazo y apoyó su frente contra la lápida— Yo no quiero irme. Quiero quedarme con ella, por favor.
—Pequeña... no podemos hacer eso. Mañana podrás venir y traer más flores. -- dijo el oficial.
Leah miró entre la lápida, el oficial y nosotros. —Summer, cariño, mañana vendré, ¿sí? No hay nada de qué temer. Tu hermana siempre te protegerá...—su voz se rompió— Siempre estaré para ti, pase lo que pase. Te quiero.--- Se levantó sollozando y corrió hacia el carro.
–Oh, joder. —murmuró Axel, acariciando la lápida con su voz ronca— Te tenías que ir justo cuando podía cargarte y cantarte, ¿verdad?---Se acercó susurrando— Hazme un favor y cuida de mis hermanos que están contigo allá arriba.
Un sollozo salió de mí antes de poder evitarlo. Más lágrimas salieron. Ezra se levantó, sacando una paleta de su bolsillo y la dejó entre todas las margaritas.
—¿Qué haré con todos los dulces que robé para ti, princesa?—dejó una suave caricia y tomó la mano de su novio para caminar hacia la camioneta.
El oficial se agachó y acomodó las flores— Tal vez en otra vida sí fuimos padre e hija, tanto como tú hubieras querido.
—Oh, joder, princesa. —murmuré— Viste lo roto que nos dejaste. No sé cómo haremos sin ti, pero prometo cuidar mucho de tu hermana.--- El oficial me ayudó a levantarme, y nos dirigimos hacia la camioneta.
Los chicos y Leah ya estaban ahí, y ya no había tantas lágrimas. Antes de abrir la puerta, sequé mis lágrimas y respiré.
–Podemos pasar a comprar comida si quieren—murmuró el oficial. Tomó la mano de Leah, animándola un poco— Comida rápida grasienta, ¿qué te parece?--Una pequeña sonrisa se acentuó mientras secaba sus lágrimas.
–Una hamburguesa no vendría mal. --murmuró. Eso me hizo sonreír. Esta era mi Leah.
✯
Con el estómago lleno y algunas bromas que intentamos hacer para Leah riera un poco, llegamos al internado. Y como nuestras vidas son un maldito cliché lleno de drama, cuando dejamos nuestras pulseras con el supervisor de la entrada, el doctor Romes, mi psiquiatra y aparentemente también el de Axel, se acercó con una mueca de preocupación. Al principio pensé que algo había pasado conmigo, pero cuando se acercó al rubio, todos nos preocupamos.
–¿Está todo bien? —preguntó Evan a la defensiva.
–A tus hermanos Archer y Tatiana... —el doctor se ajustó los lentes, mirándolo con precaución; el cuerpo de Axel se puso rígido.
—¿Ha pasado algo con ellos? —preguntó lentamente.
—Acaban de terminar sus trámites de adopción.
—¡No... no! Me prometieron que tendría su custodia cuando cumpliera la mayoría de edad —se acercó hacia el doctor; estaba tan sorprendida como Leah. Axel estaba gritando, aunque su voz salía de manera dolorosa— ¡Me lo prometieron!
—Ya hablamos de esto, Axel. Tu hermano Archer ya tiene once años, y tú no cumplirás la mayoría de edad hasta dentro de dos años. Tendrán una mejor vida con ellos.
—Ax... —murmuró Ezra, viendo cómo Axel respiraba agitadamente y apretaba los puños a los costados. Moví lentamente a Leah de su lado para ponerme del suyo, por si intentaba algo contra el doctor.
—Los padres están dispuestos a una reunión contigo hoy para que los veas. Además, si tienes mejoras en tu tratamiento cuando salgas de aquí, podrían darte una vivienda.
—¡Tú, maldita sea! ¿Les dijiste que soy una mierda volátil, verdad? ¿Cómo se lo dicen a todo el mundo? —apretó la mandíbula— Solo porque tengo depresión, solo porque luchó para volver a ver a mis hermanos, ¿yo soy el loco? ¡El volátil!
—Si no te calmas, les voy a decir que no vengan, Axel, y estoy hablando en serio —amenazó el doctor de inmediato. Ezra saltó.
—¡No! Él estará bien para la reunión, no la cancele por favor —agarró las manos de su novio, aflojando el agarre—. Vamos, Axel, hablaremos de esto en privado, como deberían darse estas noticias... —murmuró lo último, viendo con recelo al doctor. –Vamos, chicos.
Leah y yo nos miramos sorprendidos por querer incluirnos en su reunión privada. Subimos las escaleras rápidamente, olvidándonos de la ropa mojada, y llegamos a mi habitación. Los supervisores nos miraron con recelo y con tensión claramente saliendo de sus poros, mas no dijeron nada cuando ingresamos a mi habitación.
Cuando entramos, Axel se puso a dar vueltas en el espacio reducido, mientras que Ezra lo seguía calmando. Leah se sentó en la cama, quitándose los zapatos.
—Ya hablamos de esto, Axel. Estas visitas son oportunidades...
—Sí, pero ¿de qué me servirán? Tatiana tenía tres años cuando pasó todo; ahora tiene siete. Apuesto a que no se acuerda de mí y de una mierda —tiró de su cabello, y su voz se rompió—. Esa niña fue la última de nosotros, Ezra. Ella me decía papá. Archie era más grande y más apegado a mí. ¿Él tiene que acordarse de mí, no? ¿No? —parecía desesperado; aún no sabíamos la historia completa, pero parecía mucho más profunda.
—¿Tienes algo con lo que pueda amarrarme el pelo?---murmuró Leah. Dejé de escuchar la discusión para concentrarme en ella. Sus ojos estaban rojos e inflamados, sus mejillas enrojecidas y su pelo, que ya estaba seco, estaba sin ningún rumbo y esponjado. –Apuesto a que tengo el pelo hecho un desastre.
Busque cualquier cosa que pudiera servir y mire hacia mi zapato ¿No necesitaba mis cordones para caminar verdad? Nah
—No lo hagas, Evan—dijo cuando vio la sonrisa traviesa que tenía—. Evan Ainsworth, si me das tus cordones, te juro...—Fue demasiado tarde, porque ya me estaba quitando el zapato y desatando las cuerdas negras. —Estás loco, de verdad que lo estás. –soltó una pequeña risa—¿Cómo caminarás ahora?
Caminar con cordones en los zapatos está sobrevalorado. Además, me quedan apretados. No pasa nada—me senté a su lado apreciando las pequeñas risas que soltaba—. Voltea.
Me miró por unos segundos antes de hacerlo. No sabía exactamente qué estaba haciendo, pero recordé a mi madre haciendo esto muchas veces con listones de colores a juego con su ropa. Luego, papá se los quitaba porque decía que se veía mejor con el pelo suelto, y mamá se indignaba, pero al final terminaba haciéndole caso.
Agarré su cabello esponjado con una mano y con la otra pasé el cordón, haciendo un nudo. Quedó un poco chueco, pero estaba bien. Ella se volteó, tocando su coleta, y sonrió. Luego dejó un pequeño beso en mis labios. Mi corazón latió con fuerza. Joder, qué mujer.
Mientras tanto, la pelea entre Ezra y Axel se intensificaba.
—Escúchame bien—lo tomó de la cara, aprovechando esos centímetros de diferencia. Su cabeza se fue hacia atrás en un tic y continuó. —Tú eres Axel. Tú criaste a cada uno de esos niños. Apuesto a todos los caramelos que tengo a que ellos se acuerdan, y si no lo hacen, los haces recordar contándoles lo que pasaron. ¿Me estás escuchando?---Él asintió -- .Bien, entonces relájate para que puedas ver a tus hermanos.
Axel se sentó en una esquina con Ezra a su lado, haciendo ejercicios de respiración. Conversamos un rato largo, quise decirles sobre las bocinas, sobre lo que había escuchado pero luego de verdad a Leah reír sobre una payasada que dijo Ezra no quise arruinar el momento. El doctor Rames llegó nuevamente, diciendo que sus hermanos ya estaban aquí.
Axel respiró nuevamente, bajando las escaleras. La mano de Leah se envolvió en la mía, y sonreí de inmediato.
Bueno, mierda. Hasta yo estaba nervioso, y ni siquiera eran mis hermanos.
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