🩸13- Desespero🩸
Cargo a Leah inconsciente, mientras veo que lo único que se mueve es su pelo por la rapidez de mis movimientos. Todo su cuerpo está pálido e inerte. Ezra me sigue pisándome los talones y haciendo preguntas que mi mente en shock no procesa.
Esa chica estaba a punto de matar a Leah, la estaba... asfixiando. Y si no fuera por Ezra, que la golpeó en la cabeza con una bandeja de comida, ella ahora estaría... mierda... muerta. Ahora, por lo menos, respiraba de forma lenta y pausada. Moretones en su cuello y cara pálida se marcaban con violencia.
¿Y si hubiera muerto? ¿Y si Ezra no la hubiera golpeado? No me había dado cuenta hasta que el pesado chico se quitó de encima mío cuando lo noqueé, gracias a la maniobra que me había enseñado mi padre. Fue entonces cuando miré a Leah inconsciente y Ezra me dijo que tenía que cargarla y llevarla hacia la enfermería.
—¡Dios mío! ¿Qué ha pasado? —pregunta la señorita Elena tan pronto como llegó a la sala pequeña que está destinada a ser una enfermería. La dejo en la camilla, incapaz de responder, y me dejo caer por la pared a su lado mientras tomo su mano que cuelga de la camilla.
Escucho tal vez la voz de Ezra explicando, pero mi mente está en otro lado. Otra muerte, pudo haber sido otra muerte por mi culpa. Primero mi madre, después mi padre, los guardaespaldas y ahora casi la muerte de Leah. ¿Estoy maldito o algo así? ¿Todas las personas que quiero van a morir por mi culpa? Espera... Yo no quiero a Leah, no, claro que no.
Es una gran amiga y una increíble chica, con su pelo rojo, aunque ella lo odie corto. He notado que se lo ha estado atando como si lo ocultara, pero a mí me encantan los rizos que se forman. He notado que el flequillo irregular que le dejaron, algunas partes más cortas que otras, le sienta bien. Y sus ojos azules, dios, esos ojos, son tan intensos. No son tan claros como el cielo, pero tampoco tan oscuros como el océano, o como un azul rey, definitivamente no. Eran únicos, unos ojos azules únicos. Y las pequeñas pecas... quince del lado izquierdo y dieciocho del lado derecho de sus mejillas. Y no solo su físico, su manera de ser me mantiene cautivo, tan terca y decidida, tan intensa en proteger a Summer que a veces se le van los cables...
Sí, creo que tal vez me gusta. Oh, ¡joder!, me gusta Leah. Joder, joder, joder. No, esto no podía pasar. A ella no le gusto. A Leah ni siquiera le gusta estar cerca de los hombres, le da pánico. ¿Cómo puedo pensar que ella gusta de mí? No, no, no.
Siento que me quedo sin oxígeno. Puedo fingir que no me gusta, puedo fingir que nunca me di cuenta de cuántas pecas tiene en cada lado de sus mejillas, puedo fingir que no me quedó viendo sus rosados labios y definitivamente puedo fingir que no sueño con besarla. No, no creo que pueda fingir que no quiero protegerla y cuidarla, abrazarla cuando se siente mal, y consolarla cuando está a punto de desmoronarse...
—¡Evan! —Algo mojado cae en mi cara y me levanto enseguida, mirando a todos lados para ver dónde está el peligro. Encuentro la cara de la señorita Elena preocupada y a Ezra.
—¡Oh, Dios, me has asustado! Pensé que habías entrado en un estado de shock. Llevamos rato llamándote y tú sólo veías al piso fijamente.
La enfermera se acerca para examinarme los moretones en la cara. Me duele un poco, pero no tanto como la preocupación que siento por Leah.
—¿Cómo está Leah? —pregunte, tratando de mantener la calma.
La enfermera Elena me mira con una expresión seria pero tranquilizadora.
—Leah está estable. Tiene algunas contusiones y está inconsciente, pero no parece haber daños graves. Necesita descansar.
Siento un alivio inmediato, aunque la preocupación no desaparece del todo. Al menos está viva y en buenas manos. La señorita Elena me ayuda a levantarme y me guía hacia una silla cercana.
—Deberías descansar un poco también, Evan. Has pasado por mucho.
Me dejo caer en la silla, sintiendo el cansancio apoderarse de mí. Miró a Leah, deseando poder hacer más por ella. Elena se acerca y pone una mano en mi hombro.
—Lo hiciste bien, Evan. Leah está aquí gracias a ti.
—Pero yo no hice nada... —pero no me escucha. Va hacia la puerta junto con Ezra y me mira con una sonrisa que no logro descifrar.
—Tengo que ir a ver a la otra chica, Summer y Axel. No me creo que Axel ya esté hablando con los niños. ¿Puedes quedarte con Leah un momento mientras despierta? —Asiento y miró a Leah.
Al rato casi quedándome dormido en la silla, Leah despierta frenéticamente, respirando y gritando. Me acerco rápidamente y la tomó de los hombros.
—Leah, tranquila, estás a salvo. Estoy aquí contigo.
Ella me mira con ojos llenos de pánico y grita:
—¡No me toques! —Me empuja con fuerza, alejándome de ella.
Retrocedo, levantando las manos en señal de paz.
—Está bien, no te tocaré. Solo respira, Leah. Estoy aquí para ayudarte.
Leah se acurruca en la esquina de la cama, temblando. Sus ojos recorren la habitación, buscando amenazas invisibles. Me mantengo a una distancia segura, hablando en un tono suave y calmado. Algo así me había pasado cuando el policía que me sacó de casa con los cadáveres intentó tocarme, estaba en shock envuelto en los recuerdos del pasado.
—Leah, estás a salvo. Nadie te va a hacer daño. Respira conmigo, ¿de acuerdo? Inhala... exhala...
Poco a poco, su respiración se volvió más regular. Sus ojos, antes llenos de terror, comienzan a enfocarse en mí. Me acerco un poco más, asegurándome de no invadir su espacio.
—Eso es, Leah. Muy bien. Sólo sigue respirando. Estoy aquí contigo.
Finalmente, Leah deja de temblar y se recuesta en la pared estirando sus piernas, agotada, pero sin que sus manos dejen de temblar.
—¿Puedes sentarte al lado mío?-- dijo en un susurro tan bajo y lento que pensé que lo había imaginado.
Me acerco lentamente, asegurándome de que Leah se sienta cómoda con cada paso que doy. Me siento a su lado, manteniendo una distancia respetuosa. Leah me mira, sus ojos aún llenos de una mezcla de miedo y esperanza. Extiendo mi mano, sin tocarla, solo ofreciéndole un gesto de apoyo.
—Cuando estés lista, puedes tomar mi mano. No hay prisa.
Ella asiente lentamente, sus manos aún temblando, pero parece más tranquila. Nos quedamos en silencio por un momento, solo escuchando nuestras respiraciones.
—¿Quieres hablar de lo que pasó? —le pregunto suavemente, sin presionarla.
Leah toma una profunda respiración y, por primera vez, parece dispuesta a abrirse.
—Pensé que iba a morir —murmura—. En serio creí que iba a morir y no hice nada para detenerla... Yo... le di mi vida en bandeja de oro.
—Hey, no es tu culpa... —la miré de perfil. Había pequeñas cicatrices blancas que adornaban su cara y la más grande atravesaba su ceja hasta un poco más abajo de la forma de su ojo. Su flequillo irregular tapaba algunos cortes de su frente, pero las más escandalosas, como la de su barbilla, se veían perfectamente. Sus ojos azules estaban llenos de lágrimas.
—Yo no luché, mi mente estaba en otra parte, Evan, no estaba con la chica que estaba tratando de matarme. Esta... —un sollozo salió de su garganta e hizo algo que me dejó paralizado. Lentamente, se giró y me abrazó con todas las fuerzas que podía tener. Su cara quedó enterrada en mi pecho mientras las lágrimas caían en mi camisa escolar, y entonces me di cuenta de que era la primera vez que la veía llorar. Se estaba rompiendo frente a mí y yo no sabía qué hacer.
—¿Quieres hablar de eso o quieres que nos quedemos en silencio? —pregunté lentamente. No era experto en consolar, pero metí mi mano entre la maraña de rizos rojos y masajeé su pelo para tratar de relajarla.
—Cuando tenía nueve años y Summer nueve meses, nos dejaron en la calle. No recuerdo nada, no recuerdo cómo se llaman mis padres, ni cómo se ven, ni qué pasó antes de que nos dejarán en la calle. Lo único que sé es que nos dejaron y me dijeron que venían por mí. Les creí, juro que les creí, ¿qué más podía hacer una niña de nueve años más que creerle a sus padres? —me tensé, su voz estaba entrecortada y más lágrimas salían, pero no importaba, si ella se sentía mejor así, por mí bien—. Summer nunca fue una niña llorona y se portaba muy bien, pero para mí, que apenas era una niña, apenas pude caer en cuenta de que necesitábamos sobrevivir a los dos días... fue duro. Noches de no poder dormir para vigilar que nadie intentara nada con nosotras, noches frías, noches en que Summer lloraba sin poder dormir por el hambre. —Se estremeció y casi tuve ganas de llorar. Dios, cómo había sobrevivido después de todo.
—Una noche, después de dos años en la calle, tenía la costumbre de nunca quedarnos en el mismo callejón siempre. Solo éramos unas niñas y tenía miedo de que alguien intentara algo contra nosotras. Tenía unos once años y Summer casi tres. No habíamos comido nada en tres días, no conseguía nada en los basureros. La gente ya no nos miraba, pero eran buenos para tacharme de puta, como si creyeran que Summer era mi hija...
—Qué gente más estúpida —murmuré sin poder evitarlo. Leah enterró su cara en mi pecho con más fuerza, como si yo fuera su salvavidas.
–Un hombre se nos acercó, tenía un caro traje y me dio cien dólares. Jamás en mi vida había visto tanto dinero. Me acuerdo que Summer gritó por lo grande que era y me dijo que tenía miedo de él. Tenía que haberle hecho caso, tal vez no hubiera pasado nada.
—Leah...
—Me dijo que el dinero era mío, pero qué quería darnos más y quería darnos comida. Me dijo que quería llevarnos a su casa y después de comer volveríamos si queríamos. —Se estremeció y su voz se volvió más pesada, como si estuviera consumida en los recuerdos. Un nudo se asentó en mi garganta, había cosas que ya conectaban en mi cabeza—. No habíamos comido y Summer se veía tan pálida y cansada que acepté. Nos montamos con él en un carro gigante, creo que era una limusina. Nunca dejé que Summer se sentará en el asiento, siempre iba cargada o en mi regazo. Tenía miedo, pero teníamos más hambre. El señor siguió hablando de que su casa era gigante, tenía mucha ropa y comida y quería compartirla con nosotras, el nunca me había preguntado mi nombre o el de Summer, siempre se refería a mí comó 'cariño' o 'nena', ahora odio que me llamen con esos apelativos. Cuando llegamos, un mal presentimiento me invadió, pero lo ignoré. Era una maldita mansión, Evan, todo era tan gigante como él y yo me sentía tan fuera de lugar. Estábamos hechas un desastre, no nos bañábamos desde hace semanas, nuestras ropas eran de segunda mano y hechas un desastre.
—Apenas entramos al comedor, me quise ir. El tipo me dijo que me sentara y yo solo estaba entumecida, al igual que Summer. El comedor era gigante, tres yo cabía en esa maldita silla. Dejé a Summer en mi regazo y me acuerdo que el señor me dijo que era muy precavida, pero que tenía que sonreír más que así me vería más linda. Unas chicas trajeron comida y yo solo me perdí. Había de todo, no recordaba cuándo había sido la última comida completa que habíamos comido. Le di de comer primero a Summer aunque mi estómago rugía, mientras que el tipo también comía. Cuando Summer terminó, estaba tan llena que no tardó en dormirse. Recuerdo haberme quedado quieta porque él también había terminado de comer y en mi mente solo había un pensamiento: "nos va a echar y yo no había comido nada". Pero no pasó eso, él me dijo que comiera también mientras la sirvienta bañaba a Summer. Me negué y le dije que yo lo haría. Él no dijo nada, pero me sirvió la comida.
—Cuando acabamos, la sirvienta nos dijo dónde ir y nos ayudó a bañarlo, con agua caliente y en una regadera, no en un lavamanos en un baño público. Nos dio ropa nueva y nuevamente el presentimiento raro se instaló cuando cayó la madrugada para irnos a dormir. El tipo interrumpió en la habitación. —Su cuerpo empezó a temblar nuevamente. Sentí una mezcla de tristeza y determinación. No podía cambiar el pasado, pero podía estar allí para ella ahora. —Me dijo que tenía que pagarlo por los servicios. Le dije muy inocentemente que no tenía dinero y él me dijo que podía pagarle de otra manera, ellos querían...a Summer, para ya sabes.--me tense, mierda—Otro tipo salió y me la quitó de las manos. Lloré, grité y pataleé para que no le hicieran daño mientras nos llevaban a otra habitación, que olía mal y tenía un solo colchón. Les dije que podíamos hacer un intercambio: ella por yo.
—Oh, Leah, joder.--- Enterré mi cara en sus rizos con los ojos picando por las lágrimas. Esos hijos de puta habían tocado a una Leah de once años, por eso a Leah no le gustaba que la tocasen, por eso le daban miedo los hombres, por eso se había comportado de esta manera conmigo mi primer día, mierda, debería pedirle disculpas por haberme comportado como un hijo de puta.
—Mi mente ha bloqueado lo que pasó en todo eso, pero me acuerdo que mientras pasaba, las sirenas de la policía se escucharon. Otros tipos también llegaron a la habitación diciéndole al "jefe" que tenía que irse, y yo no iba a dejar que alguien tan asqueroso como él se saliera con la suya. Así que fingí que estaba acomodándome y agarré la pistola que el tipo tenía en su cinturilla y le disparé en el muslo. Esa valentía no duró nada porque el otro tipo me disparó en la parte baja de las costillas. Cuando intenté irme con Summer, otro tipo le enterró una daga en el muslo y, sumado a que la habían golpeado antes, ella no estaba bien. Cuando la policía entró, yo salí corriendo, pero no llegué lejos. Estaba sangrando y agarraba a mi hermana de dos años, gravemente desangrándose. Me tropecé con un policía y enloquecí. Empecé a asociar a todos los hombres con ese tipo. Me tuvo que sacar una policía mujer que estaba en la patrulla y llevarme al hospital más cercano. Colapsé apenas entré y lo siguiente que supe era que era muy inestable para estar en una casa de acogida y me mandaron aquí a los once años. Desde entonces he estado aquí.
Leah se quedó en silencio, su respiración temblorosa. Finalmente, levantó la cabeza y me miró con ojos llenos de dolor y determinación.
—Lo siento, siento haberte gritado ese día, el día que nos conocimos, de verdad me arrepiento, no tuve que desquitarme contigo por lo que me estaba pasando.
—No tienes que disculparte —dijo con voz quebrada—. No sabías.
—Pero ahora lo sé y me disculpo—respondí, sintiendo una mezcla de culpa y compasión—. Y quiero estar aquí para ti, Leah.
Ella asintió lentamente, sus ojos llenándose de lágrimas.
—Gracias. —Su voz era apenas un susurro
Nos quedamos en silencio por un momento, dejando que las emociones fluyeran entre nosotros.
—Gracias–murmure cuando se sorbió la nariz y se calmaba.
—¿Por qué me agradeces?
—Por confiar en mí.
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