🩸10-Preocupación por cierta pelirroja🩸
Desperté sobresaltado, el eco de los gritos de Leah aún resonaba en mis oídos. La noche había sido larga y agotadora; la imagen de Leah, temblando y llorando, se había impreso en mi memoria.
Me invadía una sensación de impotencia. Mi intención había sido ayudarla, ofrecerle consuelo, pero mis esfuerzos parecían haber aumentado su miedo. Cada intento de acercamiento resultaba en su rechazo; el miedo y el pánico se reflejaban en sus ojos.
Me levanté de la cama, aún contra mi voluntad, y al ver la hora, supe que había perdido la primera clase, no era como si me importara mucho. Me dirigí al baño para lavarme la cara. El reflejo en el espejo mostraba un rostro demacrado, mis moretones estaban de un color amoratado, y el corte en mi brazo se veía mejor.
El día en el internado transcurrió con igual agotamiento. Cada vez que pasábamos por algún pasillo con Ezra, los susurros resonaban, preguntando que habíamos hecho, si no habíamos peleado entre todos, al parecer esta última era muy popular ya que axel y leah no habían parecido. Nos habíamos convertido en el foco de atención, dejando en segundo plano los suicidios.
Era difícil no sentirse preocupado por Leah mientras veía su mesa vacía en el salón de historia. Tras dos clases más, a las cuales no pude prestar atención, abrumado por las miradas y los susurros indiscretos de quienes me rodeaban, me encontré con Ezra en el pasillo tenía el ceño fruncido mientras veia a todos, como si quisiera gritarles a todos.
Nos sentamos en una mesa apartada, esforzándonos por hacer caso omiso al zumbido constante de las voces a nuestro alrededor.
—¿Qué crees que habrá pasado?--susurro un chico de la mesa de nuestro lado.
—Dicen que esa perra pelirroja los golpeó a todos, está loca.--apreté los puños debajo de la mesa, ni siquiera había ido por una bandeja de comida, solo me había presentado para que no me regañaran.
Ezra rompió el silencio, su voz apenas audible por encima del murmullo del lugar.
—Necesito ir a ver a Axel —expresó, la preocupación clara en cada palabra—. Estoy realmente preocupado, ni siquiera pude hablar con él porque estaba cesado por las pastillas.
Asentí en silencio.
—Y tú deberías hacer lo mismo con Leah —sugirió.
Fruncí el ceño, confundido. —¿Cómo se supone que haga eso? No nos permiten acceder al ala femenina. Quiero ir a verla, pero no encuentro la manera —repliqué.
Ezra sonrió, asintiendo con la cabeza hacia una mesa cercana. Seguí su mirada y vi a Summer, la hermana de Leah, sentada en la mesa de los niños pequeños, distraída con su comida.
—Piensa, Evan —dijo Ezra, su sonrisa se amplió, con un aplauso repentino, que me sobresaltó, añadió: —Summer podría llevarte con Leah.
Observé a Summer, luego a Ezra, y una comprensión clara se asentó en mí. Asentí con determinación. Si Summer podía ser el puente para llegar a Leah, no dudaría en tomar esa ruta.
Tras el almuerzo, Summer se nos acercó en un pasillo repleto de estudiantes, sus ojos destellaban con una curiosidad inocente. —¿Por qué lucen tan lastimados?— preguntó con una voz que denotaba su juventud.
Ezra y yo compartimos una mirada cómplice antes de ofrecerle una respuesta. —Tuvimos un pequeño accidente en el patio— respondimos al unísono, esperando aplacar su curiosidad con esa media verdad.
Sin embargo, Summer no parecía completamente convencida. — Mis amigos dicen que se pelearon con Leah Beach ¿es verdad?--negamos rapidamente y nos relajamos cuando ella esbozó una sonrisa—Bien porque les dije a todos que no era cierto, ¿Y Axel? ¿Dónde está él?
Ezra desvió la conversación con habilidad. —Summer, ¿cómo está Leah?
Los ojos de Summer se iluminaron, sospecho que era la primera persona que le preguntaba por ella. —Leah no quiere salir de la cama. Dice estar exhausta, pero sospecho que sólo desea dormir todo el día. En ocasiones, cuando se siente así, me uno a ella en la cama y la hago reír con cosquillas. Pero hoy, se negó a jugar; solo quiere descansar. La señorita Elena me dijo que Leah había estado despierta toda la noche haciendo tareas y que necesitaba dormir— explicó, apartando unos rizos de su rostro con un gesto teatral. —Yo también quisiera dormir todo el día, no me parece justo. Además, Leah suele contarme historias antes de dormir, pero anoche no lo hizo porque decía que estaba cansada. Eso me entristeció. ¿Crees que Leah también está triste?— concluyó, su voz mezclaba curiosidad con una preocupación palpable.
Ezra y yo intercambiamos una mirada, sin saber qué decir. Me incliné para quedar a la altura de Summer. —Summer, ¿me llevarías a ver a Leah?— solicité con delicadeza.
Los ojos de Summer se agrandaron de sorpresa, pero luego asintió con emocion. —¡Claro, te guiaré! ¡Seguro que tú la animarás! ¡Siempre la haces reír!— exclamó, tomando mi mano y tirando de mí para que la siguiera.
Ezra me lanzó una mirada de complicidad, interrumpida por su tic de aplauso, y pude leer en sus labios que se dirigía a ver a Axel.
Acompañé a Summer mientras avanzaba con saltitos por el pasillo, su risa resonaba con alegría y su pelo se sacudía en las dos coletas altas que llevaba. Los supervisores estaban demasiado ocupados con otros asuntos para notarnos. Al llegar a la habitación de Leah, sentí cómo mi corazón se aceleraba.
—Hazla sonreír, ¿de acuerdo?— me instruyó Summer, y luego se paró de puntilla para quedar a mi altura, así que me agache. —La he oído llorar después de irme. Hazle cosquillas hasta que ría. Y si eso no funciona, cuéntale una historia yo siempre invento una y la hace reír— sugirió con seriedad.
Con un nudo en la garganta, asentí a Summer y la observé alejarse, rebotando alegremente por el pasillo. Me quedé frente a la puerta de Leah, las palabras de Summer resonando en mi mente. Respiré hondo y abrí la puerta con cuidado. La luz estaba apagada y por la falta de ventanas era muy oscuro. Leah yacía en la cama, oculta bajo las mantas, enroscada sobre sí misma.
Me acerqué a la cama con pasos cautelosos primero porque no podía ver y segundo porque no quería asustarla, mi corazón latiendo con intensidad.
¿Summer pequeña como escapaste del almuerzo?--dijo con voz rota, como si tuviera un nudo en la graganta
Me senté en el borde de la cama, contemplando en silencio la pequeña forma bajo las mantas. Mi peso crujió en la cama, vi su cuerpo tensarse.
—Leah, soy yo, Evan— susurré. No obtuve respuesta, pero estaba seguro de que me había escuchado. —Estoy aquí para ti, Leah. No estás sola— afirmé con suavidad.
Leah se movió ligeramente bajo las mantas, pero no dijo nada. Continué hablando, llenando el silencio con mi presencia.
—Leah, sé que estás atravesando un momento complicado, y quizás no comprenda del todo lo que sucedió ayer, pero quiero que sepas que no estás sola en esto. Estoy aquí para ti, y siempre lo estaré— dije, mi voz era apenas un susurro en la habitación tranquila.
Aunque Leah permanecía en silencio. Sabía que me escuchaba, incluso si no respondía.
—Eres fuerte, Leah. Más de lo que crees. Y sé que superarás esto. Y cuando estés lista para hablar, estaré aquí para escucharte, sin importar cuánto tiempo te lleve. Estoy aquí para ti, Leah. Siempre lo estaré— concluí, mi voz era un susurro en la habitación en penumbras, opté por no realizar ninguna acción que pudiera sobresaltarla, así que permanecí sentado, observándola en silencio.
Aunque Leah no respondió, estaba consciente de que me había escuchado. Y eso, por el momento, era suficiente. Sabía que Leah necesitaba tiempo, y estaba dispuesto a ofrecérselo. De manera inesperada, Leah extendió su mano desde debajo de las mantas, buscando la mía. Sorprendido, extendí la mía y ella la agarró con firmeza, aferrándose a ella. El sonido de su respiración entrecortada lleno la habitación.
—Está bien— murmuré, apretando su mano entre las mías. —Está bien llorar. No tienes que ocultar tus lágrimas.
Leah no articuló palabras, pero su agarre se intensificó ligeramente. Era una señal modesta, pero significativa, de que me había escuchado, de que mis palabras habían resonado en ella.
—Voy a estar aquí, Leah— continué, mi voz era un susurro en la habitación silenciosa. —Estaré aquí todo el tiempo que necesites. No tienes que hablar ni explicar nada. Solo quiero que sepas que no estás sola, nunca más lo estarás.
Y así permanecí, sentado al borde de la cama, sosteniendo la mano de Leah. En ese instante, no existían palabras capaces de brindar consuelo; solo mi presencia. En ese momento, eso era precisamente lo que Leah necesitaba.
Con el paso de los minutos, Leah se sumió en un sueño profundo, su mano relajándose gradualmente en la mía.
—Descansa, Roja— murmuré, deslizando mi pulgar sobre su mano en un gesto de cariño.
Me puse de pie con delicadeza, procurando no perturbar su sueño. Salí de la habitación, cerrando la puerta con un clic apenas audible. En el corredor del ala masculina, me topé con Ezra, quien salía de su habitación con una mirada cargada de inquietud.
—¿Cómo se encuentra Leah?— preguntó, su voz teñida de ansiedad.
—Está descansando— contesté, esforzándome por infundir un tono de optimismo a mis palabras. —Creo que solo necesita dormir.--- Ezra asintió.
—¿Y Axel? ¿Cómo está él?— inquirí, desviando la conversación.
Ezra exhaló un suspiro pesado, pasando su mano por el cabello con un gesto de fatiga. Un tic de su cabeza se inclinó hacia atrás en un movimiento con dolor. —También está agotado—, respondió con voz cansada. —No logró conciliar el sueño en toda la noche. Dormirá conmigo esta noche, y su compañero se encargará de cualquier problema, me debe un favor y lo estoy cobrando.
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