15
La habitación estaba casi a oscuras de no ser por la tenue luz del día filtrándose por el ventanal, pero no siendo de mayor ayuda debido a que espesas nubes grises cubrían la ciudad y anunciaban una tormenta próxima a comenzar.
Sehun se apoyó en una de las murallas con su costado, observando detenidamente al peliblanco depositar con sumo cuidado a su compañero sobre el único mueble dentro de aquellas cuatro paredes: una cama. Luhan miraba el lugar donde anteriormente se encontraba el mismo chip que Donghae le había dicho le instalaban a los infectados y creados con tal de controlar sus malintencionadas acciones.
El cuerpo del pelinegro estaba impregnado de un olor que, si bien conocía, no podía recordar a quien correspondía. Las cosas ya estaban volviéndose tétricas de sólo pensar que algún tipo estaba detrás de ellos, los soldados alterados, con tal de dañarle o acabar con su vida.
Meneó la cabeza frustrado, sabiendo que aquello no era probable porque los enemigos no eran tan estúpidos como para usar a uno de sus compañeros para asesinarle porque era simplemente imposible. Una gota de sangre que llegara a sus papilas gustativas y todo su sistema enloquecería en busca de sangre, de carne y sin importar de quien se tratase.
Más bien, pensó con amargura, la mente maestra detrás de lo de Yixing tenía intenciones de matar a este, haciendo que le atacara para así no tener más remedio que seguir sus instintos y devorarle sin importar si era su compañero o no.
Sin embargo, nuevamente lo habían subestimado.
—Debemos irnos, Luhan. —anunció Sehun, acercándose unos cuantos centímetros al más bajo.
Una suave brisa se coló por la ventana del pasillo, ingresando a la habitación debido a que la puerta estaba abierta, pasando por Sehun, quien apenas y la notó, y finalmente por Luhan, despabilándole gracias a un aroma extraño que se filtró por sus fosas nasales.
—Bien, Yixing estará bien aquí hasta que despierte.
Sin mirar atrás, ambos salieron de la habitación, asegurándose una vez más que ya no hubiese más infectados o sobrevivientes dentro del edificio.
—Hemos fallado.
Suho fríamente contempló cómo su superior golpeó con fuerza el teclado de la computadora frente a él, soltando maldiciones a diestra y siniestra.
—Debí suponerlo, maldición. ¡Se trata del gran experimento! ¡Claro que no me podía esperar menos!
Caminó de un lado a otro, frustrado hasta las pelotas, revolviéndose los cabellos bruscamente mientras intentaba idear algo para su plan B.
Las cosas se estaban complicando más de lo debido y ya estaban contra el tiempo, todos estaban contra el tiempo. Si quería revelar la red de mentiras del gobernador y abrirles los ojos a los ciudadanos debía hacerlo ya, antes de que los terroristas hicieran su gran ataque y todos sus intentos fueran en vano.
Las personas estaban en contra del enemigo equivocado, aunque no menos culpable de todas las atrocidades de las cuales fue víctima la humanidad.
—Ahora tendrás que marcharte de aquí si no quieres ser comida para Zhang, Suho —habló ya más tranquilo, sintiéndose un poco menos agobiado por los problemas—, te conseguiré algo para que puedas salir de la ciudad y estés a salvo.
La confusión abordó la mente del soldado.
— ¿Salir de la ciudad? ¿Y exactamente a dónde? —preguntó perspicaz, arqueando una ceja.
No era el momento y no debió haberlo sido sino después de que todo saliera a la luz, pero no podía seguir ocultando tanta información, menos con tal muchacho que, si quisiera, podría matarlo en menos de lo que canta un gallo.
—Primero que nada —puntualizó con el ceño fruncido—, yo únicamente seguí las órdenes del gobernador para poder sobrevivir. Y bueno —tragó saliva ruidosamente, a lo que Suho pudo intuir más o menos el camino que estaban tomando las cosas—, esta ciudad no es la única de Asia que mantiene a los sobrevivientes de la catástrofe.
Aquello fue más de lo que podía manejar.
— ¿Qué? —preguntó atónito.
—Existe otra gran ciudad en lo que solía ser la zona rural de Corea del Sur y estoy aliado con el gobernador de allí para hacer caer a Xiao Huan Yue.
Chanyeol soltó todo el aire que estuvo acumulando en sus pulmones al ver la silueta de Sehun y Luhan salir de las instalaciones, estos dando la señal de que todo estaba despejado.
Donghae, quien había salido minutos atrás, se encontraba junto a Sungmin, sintiéndose muy inquieto por un hecho que simplemente le aterrorizaba: su fiel compañero, su mejor amigo y confidente no estaba por ningún lugar. Leeteuk no estaba por ningún lugar. Y, para mala suerte de su quizás difunto compañero, era que le temía a los infectados y jamás se demostró ser muy hábil con las armas.
Su pecho se oprimió al imaginar lo que probablemente justificaba la ausencia de Leeteuk, pero mantenía una pequeña esperanza de que estuviese por allí escondido o algo.
Cuando Yoongi vio a Sehun demasiado cerca de su compañero de elite, se acercó con pasos furiosos hacia los dos muchachos y, de un fuerte empujón, apartó al más alto.
—Aléjate de roles que no te pertenecen, novato.
Sehun, recuperándose del fuerte empujón, frunció el ceño apenas la voz del rubio llegó a sus oídos y se recompuso rápidamente, mirando muy por debajo al soldado que yacía interponiéndose entre Luhan y él.
La idea le enfureció sin razón aparente.
—Entonces deja de jugar a los heridos —soltó con voz serena, aunque más fría de lo normal—. No estoy para perder mi tiempo reemplazando a un bueno para nada.
Yoongi sintió la ira recorrer por sus venas y fuertes pulsaciones incitando una transformación, y eso es lo que justamente iba a hacer antes de ser detenido por el frío y tosco tacto del peliblanco tras él.
—Le pusieron un chip a Yixing —captó la completa atención del rubio, quien olvidó su riña con el otro y se dio media vuelta—. Intentaron hacer que lo matara.
—Obviamente no lo hiciste.
—Algo malo huele aquí y no son los infectados —desvió la mirada, elevándola hacia el cielo y notando como ya las nubes comenzaban a ennegrecerse más y más—. Yixing traía el olor de alguien más y aquel le implantó el chip. Además, tuve un mal presentimiento mientras cargaba al imbécil para mantenerlo seguro.
Yoongi miró neutramente a Luhan, ajenos a que todos le rodeaban y escuchaban atentamente la conversación.
—Suéltalo de una vez.
El experimento miró nuevamente a su compañero, transmitiéndole de alguna manera todas las sensaciones que había experimentado mientras cargaba a Yixing. Fue entonces que Yoongi abrió los ojos de par en par, por primera vez mostrando algún sentimiento en su rostro, lo que alarmó a todos, por sobre todo a Donghae.
Las cosas iban mal, muy mal.
Alcanzando el telecomunicador del más bajo, presionó el botón de la trasmisión y se lo llevó cerca de la boca para poder hablar.
—Denme la localización de Lee Taemin, cambio y fuera.
El armamento estaba siendo cargado a los camiones, todos se vestían de negro y se cubrían las caras con un pañuelo del mismo color, colocándose cinturones con diversos tipos de armas. La euforia por lo que se vendría era palpable en el aire, por ello miles de ametralladoras dispararon hacia el cielo en señal de guerra, de la batalla final.
Los prototipos de los creados eran transportados en un camión más grande y centenares de infectados encerrados en jaulas, hambrientos de carne fresca. Tal era la dicha por la batalla que se llevaría a cabo que nadie notó al joven muchacho filtrarse por debajo de los camiones, implantando detonadores y cientos de explosivos.
Por mi Dios, por mi honor y por todas sus almas manchadas con sangre de miles de millones de vidas.
Una búsqueda intensa comenzó una vez Luhan habló por el transmisor a todos los soldados que estaban dispersos por la ciudad, aterrorizados y desconcertados por lo extraño que últimamente venía siendo todo.
Cada rincón, cada pasaje, cada callejón y nada. Lee Taemin no estaba por ninguna parte. Y fue Hoseok, quien comenzó a patrullar por los alrededores, que notó una considerable baja, tanto en los cuerpos ensangrentados e incompletos como en la desaparición de la mitad de la División.
Pero él sabía que aquellos no eran soldados desaparecidos. No, claro que no, sino que eran traidores huyendo a quien sabe dónde para planear el siguiente movimiento en contra de todos y, de paso, eliminándose entre ellos mismo con tal de llegar hasta el premio gordo.
Era extraño que hombres tan astutos estuvieran detrás del pescuezo de Luhan cuando claramente éste podría destrozarlos con un único movimiento. Eran kamikazes, en pocas palabras, no obstante, era dudoso pensar también en por qué soldados se arriesgarían a perder la vida en manos de algo que tenía todas las de ser inmortal.
Todo tenía su punto débil, su kriptonita, su deficiencia. ¿Acaso el gran experimento 0111 también?
Se habían movilizado a las instalaciones de la Unidad Policial para poder descansar y recuperar energías. Estaban en un punto crítico, ya que habían infectados rondando por la ciudad y no dudaban que en pocas horas se les unirían los creados. Sin embargo, podían estar completamente confiados de que los civiles no saldrían perjudicados porque horas atrás se dio la orden a los barcos de que abandonaran los puertos y se alejaran del continente por unos cuantos días hasta que todo estuviese bajo control.
Luhan, desde la mesa en donde se encontraba la elite y el general Donghae, observaba con una intensidad espeluznante unas cuantas mesas más lejos, topándose de vez en cuando con la mirada recelosa de Sehun.
Comprendía por qué la sangre del menor le pareció tan familiar y no podía sentirse más afortunado por ello. Al contrario de la de su padre, el sabor de la sangre de Sehun era dulce, embriagadora, adictiva. Hecho que, más que complacer y saciar sus necesidades, alimentaba el resentimiento de su corazón, su sed de venganza por todos sus años perdidos, cuyos años donde sólo pudo sentir dolor.
Frente a él estaba la sangre de su asesino —metafóricamente hablando— y su tiempo ya estaba en cuenta regresiva. Divertirse un poco en sus últimos momentos era algo que tenía más que merecido.
Se levantó de su silla, disfrazando la emoción por lo que a continuación acontecería con su típica expresión nula con tal de no levantar sospechas. Iba a dar un paso para retirarse, pero una mano fuerte se cerró sobre su muñeca, incluso enterrándole las uñas y haciéndole sangrar un poco.
Yoongi había divisado la sonrisa macabra de Luhan antes de levantarse y era capaz de percibir esa extraña aura que no significaba nada bueno.
—No lo hagas.
Tenía la sospecha, pero no podía confirmarla con nada, además de que se sentía extrañamente agotado como para ir detrás de su compañero como perrito faldero y procurar que no hiciese nada que atentara contra la vida de una persona.
El peliblanco le miró fríamente, sacudiendo su brazo de un tirón y logrando que las uñas de Yoongi desgarrasen aún más su piel, un chorro de sangre manchando el suelo y dando por finalizado el intento de retención.
—Tócame una vez más y date por muerto.
Se dio media vuelta y se alejó con grandes zancadas hacia el camino que llevaba hacia la puerta de salida, entrecerrando los ojos cuando una imagen demasiado familiar pasó por su mente. El rostro sonriente de Xiao Akame relucía en todo su esplendor, dirigiéndole una mirada con tanto amor explícito que no pudo detener el escalofrío que recorrió su espina dorsal.
No sabía cómo es que reaccionaría su madre si supiera lo que estaba por hacer, ya que su tiempo junto a ella fue tan hilarantemente corto y en aquel entonces él tan sólo era un niño ejemplar, el orgullo de Akame y su más grande tesoro en la vida.
Probablemente se mostraría decepcionada o lloraría desconsoladamente, pero la idea de no poder tenerlo claro le hacía hervir la sangre por la cólera. Tenía tanto por descubrir de aquella hermosa mujer y se la arrebataron de la manera más cruda posible frente a sus ojos.
Mientras la mente del peliblanco se llenaba de preguntas sin respuesta, Sehun estaba atento a cada movimiento, levantándose de su propio asiento cuando notó las intenciones de salir que el contrario tenía. No entendía la necesidad de estar cerca de tal maquina asesina, tampoco el por qué no se cuestionaba sus desmedidas acciones. Sin embargo, seguía a sus impulsos sin rechistar, consciente de que arriesgaba la vida en ello.
Tengo que cerciorarme de que no mate a otra alma inocente, quiso convencerse para ahuyentar las dudas.
Y cuando salió por la puerta y de reojo vio al chico apoyado contra la muralla, supo que, como el idiota que venía siendo los últimos días, había caído en su trampa.
La sonrisa de Luhan lo decía todo, sus orbes completamente negros y unas cuantas venas marcadas en su rostro hicieron circular la adrenalina por su sangre muy rapidamente, en consecuencia, su corazón latiendo como loco.
—Sabía que me seguirías, Oh.
La noche apenas comenzaba.
En la azotea de las instalaciones se encontraba Hoseok, mordiendo sin muchas ganas el emparedado que Yoongi le había obligado a aceptar.
Hubiese aprovechado la ocasión para molestar al rubio y hacerle rabiar como siempre sucedía, pero ese Hoseok alegre y lleno de vida ya no existía. ¿Qué caso tenía si ya no estaría Heechul para reñirle?
—Sargento inútil —refunfuñó con voz rota, secando bruscamente las lágrimas traviesas que escaparon de sus ojos—, siquiera me dijo que estaba haciendo bien mi trabajo.
Terminó de comerse el emparedado, ya que desperdiciarlo en aquellos tiempos de escases era un pecado. Se recostó sobre el suelo y contempló la noche estrellada, perdiéndose entre los millones de puntos blancos resplandecientes que surcaban aquel cielo oscuro, pensando en que todos aquellos puntos eran las almas de todas las personas que perdieron su vida a lo largo de los años en manos de aberraciones contra la naturaleza.
Algún día todos estaremos allí, fue su último pensamiento hasta que su radio telecomunicador sonó.
Su ceño se frunció profundamente.
Todos estaban descansando por órdenes de sus superiores. ¿Quién demonios estaba desobedeciendo?
— ¿Quién es? —preguntó con el aparato cerca de su rostro, sentándose para poder hablar mejor.
El otro lado de la línea se mantuvo en silencio por muchos segundos, haciéndole perder la paciencia y volviendo a pensar en que quizás había sido obra de su imaginación o algo. Con un suspiro de cansancio iba a guardar el radio en su lugar, pero una muy conocida voz suena en las penumbras de la noche como un llamado de auxilio.
Sus ojos se abren de manera desmesurada y rápidamente contesta, sintiendo un alivio enorme al escuchar aquella voz.
— ¿Noona?
—H-Hoseok...
— ¡Miu noona! —se alarma el chico al percibir la voz entrecortada, apretando su agarre en el telecomunicador— ¿Estás bien?
—E-estoy en problemas, H-Hoseok.
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