3.- ¿Jocelyn?
Me levanté con los ojos hinchados. Ni siquiera me preocupé por encontrarme a Evann por el pasillo o en la cocina. Simplemente activé mi piloto automático y lo dejé hacer la rutina.
Todo fue bien hasta que me puse a atarme los zapatos.
Tenía la manía de atarlos en la entrada del apartamento. Y, ya os digo, que era el mejor sitio para cruzarse con alguien. Sí, ese alguien era Evann. Puñetero piloto automático, no consideró que siempre me encontraba con él ahí. Si te lo preguntas, sí, fue muy incómodo.
Venía sudado, seguramente del gimnasio. Pero intento no mirarlo. Más bien, no era capaz de hacerlo.
Me pongo de pie para salir.
—Que tengas un buen día, Brooke.
—Brooklyn.
Vacila un instante.
—Perd...
—He dicho que me llames Brooklyn —lo interrumpo—, no Brooke.
—Pero odias que te llamen Brooklyn —replica.
—Por eso mismo.
—Escúchame, Brooke...
—Brooklyn.
—Tan sólo escúchame —su brazo tira de mí hasta darme la vuelta. Con sus manos, atrapa mi cara y me obliga a mirarlo. Gracias a Dios que todos estos años haciendo teatro me valió para mantenerme neutra—. Yo sigo queriéndote. Te quiero muchísimo y no puedo dejar de pensar en ti. Pero debes hacer esto. Necesito saberlo, me vuelve loco el sólo pensar que en verdad no es amor lo que sientes por mí y...
—¿Qué era si no?
—Cariño, confidencialidad, camaradería —intenta sonreír pero sus labios apenas se curvan—. Tal y como le tratarías a cualquiera que te llame Brooke.
—Suéltame.
—Sé que es difícil para ti, pero debes salir ahí afuera y ver qué se siente. Si de verdad, si en el fondo, si genuinamente me quieres, yo seguiré aquí esperándote. ¿Sí?
Sus ojos brillaban intensamente, rogándome que reaccionara de alguna manera. Me suplicaban que lo creyera. Pero yo no era capaz.
—No. Se acabó, ya está. Ahora, déjame ir.
Sus brazos caen y su mirada se llena de decepción. Veo cómo aprieta los puños pero ignoro su impotencia. ¿Tan fácil le parezco para decir una cosa diferente cada vez?
—Dime que ya no me amas y te dejaré tranquila. Lo prometo.
Inspiro hondo. Se lo diré.
—No te amo para nada, Evann Lawrence. Te odio.
—Vale, adiós, Brooke...
No llegué a corregirle pero necesitaba escapar. Tenía que encontrar un callejón o una esquina donde dejarlo salir. Corrí por las calles londinenses hasta que por fin llegué a la facultad. Aquí estaría a salvo. Sólo Vix vendría por aquí y está de prácticas.
Entré a trote, cubriéndome con mi melena desaliñada. Giré hacia los baños en vez de hacia mi clase y le eché pestillo al cubículo.
Sólo entonces, encerrada entre cuatro minúsculas paredes, pude dejar salir ese llanto que había estado reteniendo durante todo el trayecto. No me importaba si alguien más entrara, no me importaba verme como una muerta viviente para la clase de hoy. No me importaba nada. Ya nada tenía sentido.
Sólo abrí cuando vi que era ya la hora de mi clase.
Cuando entré, no había nadie aún. Técnicamente, nadie menos una persona. Estaba solo en toda la sala, una diseñada para un centenar de personas. Se encontraba garabateando en las pizarras y marchando de un lado a otro. Era diminuto.
—¿Hola?
La persona se volvió y, ahora con los ojos algo menos empañados, lo distinguí. Yo a él lo conocía. Era el jugador de billar de anoche.
—¿Jocelyn?
—Brooklyn, Brooke más bien. ¿Qué haces tú aquí? ¿Duncan?
—¿Nadie te avisó de que yo os daré la clase de hoy? —negué con la cabeza—. Ni tampoco de que sería cuarenta y cinco minutos más tarde lo normal, ¿no?
Me encogí de hombros. Él suspira, poniendo los ojos en blanco y, seguramente, maldiciendo.
—Puedes quedarte, pero no se te ocurra hacer ruido.
—Sí, señor.
Aunque no pasaron veinte segundos siquiera hasta que volví a hablar.
—Oye, Duncan, ¿cómo es que vas a dar tú mi clase?
—Estudio doctorado aquí.
—¿De qué te graduaste?
—Bioquímica.
—¿Y qué estás estudiando ahora?
—¿Podrías callarte, por favor? Estoy ocupado.
No se había vuelto en todo este rato y tampoco lo hizo ahora. Se limitó a seguir desarrollando una fórmula que me era vagamente familiar. Aunque el silencio sólo duró cinco minutos como mucho.
—Oye, Duncan, ¿se nota mucho que he llorado?
—Sí. ¿El niño de secundaria se peleó contigo?
Imagino que con eso se refería a Evann. No era precisamente de la estatura típica de un estudiante de esa etapa, pero sí que tenía unas características joviales y aparentaba ser más joven de lo que en verdad es.
—Sí pero, ¿cómo...?
—Damien lo dijo. Ah, y toma su número, estará contento si le llamas y de paso, dile que he sido yo quien te lo ha dado.
—¿Por qué?
—Ya lo verás. Ahora vete al baño y haz la llamada.
El zumbido se extendió por tres veces hasta que al fin alguien lo cogió.
—¿Uhm?
—Esto... ¿Damien? Soy Brooke.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro