16.- Lo siento
Evann me tenía cogida y, por mucho que pataleara, no me soltó. No quería desistir. Ya no quería que Evann me cuidara, aun sabiendo que era el que más se preocupaba por mí. Pero ya no podía hacerlo, por mucho que quiera yo o por mucho que quiera él.
—Suéltame —le suplico—. Tú ya no... ya no...
No conseguía decirlo, pero noté que me entendía por cómo apretaba sus puños. También escuché cómo inspiraba hondo, tratando de relajarse.
—Bájame —continuo—. No tienes derecho... déjame en paz...
—No.
Era la palabra que más había escuchado de él. Pero, ¿quién se cree que es?
—¿Y por qué no?, ¿eh?
Lo oigo vacilar, seguramente confuso, y aprovecho ese momento para asestarle una patada, liberándome de su agarre.
—No sé qué es lo que pretendes pero no me interesa saberlo —le digo mirándole a sus ojos verdes. Solía fascinarme pero todo lo que encuentro es mi odio—. Tú y yo terminamos.
No reacciona. Sólo se queda ahí plantado.
Entonces, poco a poco, veo cómo se va encogiendo. Primero, sus hombros se desploman hacia delante y sus brazos cuelgan de él sin vida. Luego, se cae al suelo, abrazándose las rodillas tiritando como una hoja. Escucho cómo se intensifica su respiración y temo por lo peor. El gesto de revolverse el pelo me da la clave.
Sé lo que le pasa pero ya no es nadie de quién debería de preocuparme.
—Lo siento.
Es lo único que consigo decir antes de salir corriendo.
No sé a dónde voy pero intento evitar a la gente a toda costa. No sé dónde está Damien aunque no podía verlo ahora mismo. Cuando al fin llego por casualidad a un cuarto de baño, me acurruco en una esquina del pasillo, sin entrar.
Busco desesperadamente el número de Callum y pulso al botón de llamar. Una lágrima aterriza junto a mi dedo temblante.
—Queens'... segundo piso...
—¿Brooke? —descuelga—. Cálmate.
—No puedo... a Evann le ha... le ha dado un...
—Relájate, Brooke, respira.
Noto como que no me llegara el aire, como si alguien me tuviera agarrada del cuello. Escucho mi corazón latir en el interior de mi oído como si fuera la sirena de una ambulancia.
—Ven... corre...
—¡Brooke! —exclama al otro lado del teléfono—. Inspira por la nariz y suéltalo poco a poco por la boca —obedezco—. Muy bien —pero entonces la imagen de Evann hecho bola en el suelo me sacude de nuevo y no puedo dejar de preocuparme por él aunque no deba—. No, no, no. Es así...
—No puedo, Cal —lloriqueo—, ven a por él...
—Iré, lo prometo, pero necesito que tú también estés bien —me interrumpe—. En la moto no os puedo llevar a los dos y dudo aún más de que os dejéis llevar si vais juntos. Así que relaja esa maldita respiración, ¡ni que hubieras corrido una maratón!
Me sorbo los mocos, intentando hacerle caso. A veces Callum podía tener mucha razón, por raro que eso sonara. Cierro los ojos e intento no pensar en nada relacionado con Evann. Pero está en todas partes y esa sensación de culpa me carcome hasta los huesos.
—¿Jocelyn? ¿Qué haces ahí?
Era Duncan. Me miraba asqueado, y no me extrañaba. De seguro que tenía una pinta horrible, estaba hiperventilando y ya no era capaz de sostener las lágrimas dentro de los ojos.
—¿Brooke? —me llamaba Callum a través del micrófono—. ¿Estás bien?
—Sí —respondo débilmente antes de colgar.
—¿Sí qué? —dice Duncan acercándose.
Veo cómo frunce el ceño para mirarme fijamente con esos profundos ojos azules, como si tratara de leerme mi interior. Su expresión se va relajando pero no deja de estar serio. Teniéndome tan asustada y tensa a la vez, casi me hace olvidar mi culpa.
—¿Qué hacías aquí? —insiste.
—Yo... esto... —balbuceo intentando decidirme si contarle todo—, es complicado...
—Ah.
Duncan no dice nada más pero se sienta a mi lado, sin hacer ni un mínimo movimiento más, imita mi pose y observa la fiesta pasar desde el pasillo al baño.
—Es Brooklyn, Brooke, por cierto —me digno a decir al fin, después de unos largos minutos intentando recomponerme.
Duncan suelta una risita. Seguramente la primera que le he escuchado nunca. Lo miro de reojo, algo preocupada por ese hecho. Entonces, él me mira de vuelta y, no sólo cruzamos miradas sino que también veo una hermosa sonrisa. Era otro mundo comparado con el serio Duncan de siempre.
—¿Qué? —murmura confuso.
—Nada...
—Vale.
Dejo de mirarle porque no sé qué más hacer. Pasa el tiempo y veo todo moverse delante de mis ojos, pero ni Duncan ni yo nos movemos. A veces, los que entraban y salían del baño nos miraban, aunque dudo de que nos juzgaran porque todos estaban bastante ebrios. Alguna vez, cuando uno de los más borrachos pasaba en frente nuestra, nos mirábamos y reímos. Tal vez nosotros tampoco estemos sobrios. Pero admito que me levantó el ánimo.
En un momento dado, Duncan posa su mano sobre mi cabeza, dándome unas palmaditas y revolviéndome el pelo.
—Sea lo que sea lo que haya pasado, no pasa nada.
Aunque no sonríe, yo sé que lo dice con buenas intenciones.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro