1.- Oye, rubia, ¿mojito?
Hacía años que no pisaba una discoteca. Simplemente, no me hizo falta. Por aquel entonces, cuando aún no había comenzado a salir con Evann, íbamos todos juntos de vez en cuando. Pero cuando me pidió ser su novia, dejamos de ir. ¿Que por qué? No lo sé, aunque tampoco lo echamos en falta.
Entonces, ¿qué hacíamos aquí? Buena pregunta. Surgió solo, ¿vale?
Dejando explicaciones a un lado, debería centrarme más en lo que estaba pasando. Evann seguía mirándome desde la pared, donde se encontraba apoyado. Sus hoyuelos se asomaban, mientras se tocaba la barbilla. Tal vez no lo pareciera, pero yo sabía que estaba entretenido viéndome hacer el ridículo en la pista de baile.
—Oye, rubia, ¿mojito?
Me volví, buscando la voz.
Era un chico corpulento, tal vez un año o dos mayor que yo. Se veía bastante imponente por el enorme tatuaje que le cubría todo el hombro, pero su expresión relajada me decía que no tenía malas intenciones.
—Invito yo —añadió con un guiño.
Me reí, aceptando el vaso.
—Encantada, entonces.
—¿Cómo te llamas? —dijo otro chico, que acompañaba al que me había ofrecido la copa—. Soy Noah, y él, Damien, por cierto.
—Brooklyn, pero todos me llaman Brooke.
—¿Vienes sola? —preguntó Damien.
—No, venía con...
Me di la vuelta para señalar a donde se encontraba Evann para encontrar a una panda de chicas con pinta de putas. Pero ni rastro de él.
—¿Con esas? —Damien sonaba incrédulo.
Y razón no le faltaba, no encajaría ni queriéndolo en un grupo como ese.
—No, no las conozco...
Seguí buscando a Evann con la mirada, ¿dónde podría estar?
—Oh, ¡ya lo entiendo! —suspiró Noah—. Pobrecita Brooke, ¿tu amiga te ha dejado tirada?
—Eh... no creo pero...
—No pasa nada —Damien pasó un brazo por encima de mis hombros, dándome un abrazo cariñoso—. Ven con nosotros.
—Eso es —corroboró su amigo—. Nos lo pasaremos genial, ya verás.
Los seguí hasta las mesas de billar, donde otros cuatro chicos ya habían comenzado la partida. Damien me los presentó por encima: el del pendiente era Cash; el de pelo negro, Holden; el de la sudadera de AC DC, Alek; y el último, el de tatuaje en el antebrazo, se llamaba Duncan.
—¿Sabes jugar? —se adelantó Alek.
—He visto cómo jugaba la gente alguna vez pero...
Duncan me pasó un taco. El palo de madera en sí era casi tan alto como yo. Nada más cogerlo, el chico se puso detrás de mí sin decir ni una palabra y fue corrigiendo mi postura. Al cabo de un rato, se quedó satisfecho.
—Ahora intenta darle al centro de la blanca —viéndome vacilar, volvió a ponerse detrás mía para guiarme. Cogió mi mano y le dio a la bola—. Así.
—Vale. Entonces, así y luego... —murmuré para mí, intentando replicar la postura de antes—. ¿Así?
—Lo estas haciendo de maravilla, Brooke —me animó Damien.
—La espalda más recta —replicó Duncan, cortante—. Y el brazo derecho más pegado a ti. Deja caer el codo en un ángulo de noventa grados.
Damien suspira y se acomoda en un lateral de la mesa.
—De niño solía jugar en ligas, no te lo tomes muy a pecho.
—Uau, eso es increíble —me volví para mirarlo. Me estaba enseñando un profesional, ¡más me vale aprender bien!
—No es para tanto. Ahora, dale.
Me concentré en la bola blanca, he apuntado varías veces ya. Pero de pronto, un zumbido me distrajo. Provenía de mi bolsillo y, al parecer, los seis lo habían escuchado también. Mi mano, aún así, prosiguió con su labor, aunque no fue el tiro más brillante, no estaba tan errada de mi objetivo.
—Lo siento, chicos. Vuelvo en un segundo —dije excusándome.
—¿Vas afuera? Te acompaño —miré a Damien, algo extrañada—. Puede ser peligroso estar sola en un callejón, ¿sabes?
Sonreí.
—Vale, y gracias.
Damien me guió hasta la puerta trasera del local, donde encontramos un empleado fumando, pero nadie más. Al sacar mi móvil al fin, vi que era Evann.
—¿Sí? —descolgué.
—Nos vamos a casa —terció él como saludo—. ¿Dónde estás?
—Ehm... en la puerta trasera, iré a la principal, espérame ahí.
—No, voy yo a por ti —apenas escuchaba su voz con toda la música de fondo—. Ya estoy llegando.
No pasaron ni dos minutos hasta que llegó Evann. Aunque ya no sonreía. Estaba serio, muy serio, mirando a un punto a mi lado. Oh. Damien había colgado su brazo sobre mí de nuevo.
—Vámonos, Brooke.
Tiró de mi muñeca, pero no me hizo daño. Me apresuré hasta ponerme a la par suya conforme salíamos de la discoteca.
—¿Estás bien? ¿Te he hecho daño? —dijo una vez que nos habíamos alejado del sitio.
Negué con la cabeza.
—¿Dónde has estado? —pregunté yo—. Te perdí de vista.
—Ah... sí. Fui al baño, perdón.
Cuando entramos en casa, intentamos hacer el menor ruido posible. Sabía que Vix estaría dormida, al igual que Callum. Estaba por meterme en mi cuarto cuando Evann me tocó en el hombro y me señaló su cuarto.
—¿Pasa algo? —susurré entrando a su habitación.
—Sí. Necesitamos hablar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro