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V E I N T I U N O | B E S O S 🏈

«Sentía la necesidad de besarla, de demostrarle con un simple beso que ella valía mucho más que esa persona que le demostraban lo contrario. Necesitaba que alguien la sacase de ese lugar oscuro, y yo haría lo imposible para acercarla a la luz más brillante, para que todos sus espejos brillaran como nunca»

Mike Lauper

—¿Abby? —preguntó Roman, un estudiante de segundo año de carrera y con el que compartía la clase de historia económica.

Abby sabía perfectamente de quien se trataba y no le gustaba para nada ese hombre. Se había topado con él en alguna ocasión y, a parte de ser un borde, era un ser repugnante por como miraba y hablaba de las mujeres.

Aquello no le gustaba, aunque no lo conocía más allá que de las clases y como trataba a la gente, no le gustaba en lo absoluto ese tal Roman.

También sabía que era compañero de Mike en el equipo de fútbol en la universidad, era el que tenía el número 86 y era el más chulesco de todos, como si llevase años en el equipo y fuese a ser la futura nueva superestrella de la NFL, cuando ya ni siquiera participaba en los partidos y estaba sentado calentando el banquillo.

Desde ese momento no dejó de mirarlo a los ojos, viendo cualquier gesto que hiciera. La música sonaba fuerte en ese lugar mientras que los colores que iluminaban el sitio eran mucho más llamativos que antes.

De pronto, empezó a bajar su mirada para mirar el cuerpo esbelto de ella y la observó con aprobación para responder;

—Estás impresionante. No sabía que escondieses tremendos atributos tras aquellos jerséis tan grandes que te pones.

La mirada de Abby no se alejaba de los gestos que él podría hacer.

—Me alegro de verte, Roman.

Ella se fue a marchar, pero Roman la tomó de la mano y no la dejó alejarse de él.

—¿Que tienes con el número 22?

Abby arrugó su frente y contestó borde;

—Eso no te incumbe, 86.

—Bueno, somos compañeros de historia económica, estaría bien llevarnos mejor para el bien de la clase.

Abby no estaba para nada cómoda con él, cuando Roman se acercó más a ella, dejándola sin espacio para poder marcharse. Él, que era más alto que ella, pero no tanto como Mike, ni se molestó echar atrás los mechones de su cabello rizado cuando se colocaron frente a sus ojos oscuros mientras la observaba a ella.

—Estás invadiendo mi espacio personal —respondió Abby.

—¿Ah, si? No me había percatado... nena.

Al decir "nena" le dio hasta repugnancia a Abby, que no era para nada a como lo decía Mike. Roman parecía decirlo con burla, como si estuviese más que hecho todo, pero Mike lo decía con erotismo, con esa pasividad suya, esa tranquilidad y ese fuego que tenía dentro. Era totalmente distinto y tan solo quería alejarse.

—No me llames así en la vida.

—Pero... podrías bailar conmigo como lo hiciste con Mike, ¿verdad? Podrías dejarme bien servido.

Aquello sí que no le gustó en lo absoluto.

—Al que dejaré bien servido es a ti, calienta banquillos —respondió Mike a sus espaldas, empujándolo lejos de Abby.

Roman miró a Mike con enfado en aquella cocina mientras algunas personas los miraban expectantes y le dijo;

—Ni que fuese tu novia, hermano. Solo quería que me bailase como lo hizo contigo, nada más.

Los ojos de Mike se endurecieron y se acercó a él, odiando como estaba tratando a Abby como una cualquiera. La vena de su cuello se hinchó y tuvo que hacer bastante autocontrol para no llevarlo hacia la otra habitación por su manera de tratar a los demás.

—No soy, ni seré, tu hermano. ¿De acuerdo? —preguntó Mike ante un divertido Roman—. No vuelvas a acercarte a ella.

Roman se acercó a Mike y tuvo que levantar bastante su cabeza para poder mirarlo a los ojos.

—Eso lo tendrá que decidir ella, ¿no? —respondió chulesco—. ¿Te crees que por ser el nuevo titular del equipo ya eres el mejor jugador de la universidad?

—Al menos no caliento el banquillo como tú —contestó el rubio de ojos azules.

—Mike... —Trató de llamarlo Abby.

—Lárgate, Roman.

El otro, divertido y con una sonrisa en sus labios, miró a Abby nuevamente antes de empezar a moverse para irse a otro lugar de allí.

—Abby, nos vemos el lunes —Se despidió.

Al marcharse, Mike tuvo que cerrar sus ojos unos segundos tratando de controlarse para no marcharse tras él enseñarle modales de una forma poco elegante. Al girarse, se encontró con los ojos de Abby totalmente expresivos en ese instante.

Pero Mike estaba tan preocupado por esa joven que se acercó a ella y le preguntó;

—¿Te hizo algo?

Ella negó rápidamente.

—No, pero no me gustó la cercanía de ese hombre.

—Ese maldi...

Pero no acabó la frase en cuanto Abby lo abrazó, para sorpresa de Mike. Nuevamente, dieron de qué hablar esa noche ambos universitarios en aquella fiesta. Pero ninguno pareció importarle debido a que lo que le importaba era la persona que estaba frente a ellos.

Pero la palabra que dijo Abby, fue más que suficiente para calmar a un Mike que se había asustado ver a Abby en aquella situación.

—Gracias.

Él, sonriendo y devolviéndole el abrazo, dijo;

—Vamos, la noche es joven, Abby y quiero que disfrutes.

La tomó de la mano y la llevó al centro de la casa, para bailar esta vez con sus amigos.

🏈

Al día siguiente, Mike cumplió todas sus promesas de la noche anterior y recogió a Abby lejos de su casa, pero desde el mismo sitio estratégico donde se escondieron la primera vez, cuando le devolvió las bragas y tuvieron aquel momento íntimo entre ambos.

Le había dicho él que irían a tomar algo en la cafetería que solían ir, pero lo cierto es que no era así, porque él tenía otros planes y quería darle una sorpresa.

Y Mike sonreía como un estúpido al recordar lo que habían hecho la noche anterior en aquella fiesta que deseó volver a repetir varias veces.

Ahora ambos se encontraban en ese coche tan viejo de Mike. Y Abby no podía sentirse más que bien al estar a solas con ese universitario en ese sitio tan pequeño, jurando que sentía una electricidad cada vez que estaba con ese rubio que le hacía sentirse húmeda con una simple mirada.

Y cuando se quiso dar de cuenta, Mike no se la llevaba a la cafetería y Abby se extrañó por ello.

—Por aquí no se va al pueblo —aclaró la joven y Mike sonrió por ello.

Había tomado una carretera distinta y, en vez de bajar por esa cuesta que la llevaba a ver esas magníficas vistas de la playa, había tomado la carretera contraria que bajaba, donde le daría la mayor sorpresa de su vida a aquella joven.

Y Mike ni siquiera sabía que le iba a dar la mejor sorpresa a esa mujer que tenía a su lado.

—Porque no nos dirigimos allí —explicó como si fuese lo más obvio del mundo.

Y cuando Abby observó las vistas, pudo oler por primera vez el mar de cerca, viendo como las olas se formaban y luego rompían al caer contra el agua. Escuchando por primera vez ese ruido tan relajante y Abby sonrió por tener esas vistas más de cerca.

—¿Y a dónde vamos? —cuestionó.

Y Mike aparcó en aquel aparcamiento de tierra que siempre estaba vacío y luego observó a Abby quien era la primera vez que veía esas vistas y juró que le había visto la mirada más brillante que jamás le había visto en ese mes que la conocía. Ni siquiera cuando le había dado placer hacía pocos días. Eso era muy distinto.

—A la playa —contestó.

Pero Abby simplemente sonrió como nunca y Mike clavó esa mirada en esa expresión de ella, jurándose que la recordaría de por vida.

Era como ver una bola de discoteca brillar en medio de tantas luces. Y vio que ella empezó a brillar con una simple sonrisa.

—Solo a ti se te ocurre ir a la playa a principios de diciembre —bromeó, pero lo cierto es que estaba eufórica por poder bajarse del coche y pisar aquella arena por primera vez.

—Voy a cambiarme, puedes elegir sitio en la arena —dijo él, bajándose del coche.

Y ni siquiera Abby le dio tiempo a irse por el otro lado del coche para abrirle la puerta, porque ya se había bajado y caminado con rapidez hacia la arena.

Mike la observó como por primera vez se mostraba así, como era ella en realidad. Una mujer soñadora con ganas de descubrir el mundo, de vivirlo y de disfrutarlo. Abby siempre estuvo encerrada en esa cárcel y solo podía soñar con ir a esos sitios, pero desde que Mike había aparecido en su vida, había descubierto más cosas en un solo mes que en toda su vida.

La joven corrió, sin importarle que el hombre más guapo la miraba, porque incluso ignoraba que Mike la estaba mirando mientras se cambiaba y se paró en medio de la playa, respirando ese olor a sal marina, arena, a playa. Tomó su coleta y se la deshizo, dejándose soltar el cabello y el viento movió su magnífica y larga melena por los aires, como la bandera más grande y brillante. Abby alargó el cuello y miró hacia el cielo con los ojos cerrados, disfrutando de ese efímero momento que recordaría para toda su vida.

Y Mike sonrió como un estúpido desde la lejanía, caminó hacia ella con esa sonrisa, esa mirada y se alegró de que fuese la mejor idea que había tenido en su vida.

Abby, al sentir que Mike estaba a su lado, dejó de hacer eso y lo miró con algo de vergüenza y sus mejillas se tiñeron de rojo.

Mike deseó decirle que no dejara de hacer eso por vergüenza y menos por él, pero se lo ahorró al ver que ella le iba a decir algo antes.

—¿Sabes? Es la primera vez que vengo a la playa... —murmuró Abby tímida y Mike se sorprendió por ello.

—¿De verdad? —cuestionó y ella asintió rápidamente—. Me alegro de ser el primero en compartir esa experiencia contigo.

Y en vez de estarse quieto, era Mike, así que –sin que ella le diera tiempo– le dio un delicado y rápido beso en la mejilla y luego se alejó un poco de ella para preparar las cosas y quedarse allí. Mientras que Abby, con las mejillas sonrojadas y poniéndose una mano sobre el sitio donde le había dejado el beso, se sintió la mujer más feliz del mundo.

Y entonces es cuando observó que Mike se había puesto un neopreno de surf, dejando esa tabla tan grande y de color blanco con algunos detalles negros por el alrededor y lo clavó en la arena para poner una toalla en la arena y así Abby pudiera disfrutarlo y estar más cómoda.

—No sabía que supieras surfear —murmuró ella con asombro al descubrir cosas que ni siquiera se imaginaba ella que el universitario que más daba de que hablar.

Y él le guiñó un ojo.

Tras preparar todo e indicarle que podía descansar un rato, ella sin dudarlo, se sentó sobre la toalla tras quitarse los zapatos y observó como Mike caminaba con la tabla de surf hacia aquellas olas altas. No pudo evitar mirar el cuerpo tan atlético de Mike, que el traje tan ajustado de neopreno que llevaba puesto no ayudaba en nada a Abby por las vistas que le dejaba de su trasero desde la distancia.

Tragaba saliva en cuanto él se metió en el mar y empezó a hacer surf, subiéndose a la tabla y haciendo maravillas con un equilibrio de escándalo. Abby, que estaba embobada mirándolo, no pudo evitar sacar una pequeña sonrisa de sus labios y juró que sintió como su respiración se volvía más lenta al mirarlo.

"No sé que es lo que tiene este hombre que siempre me deja con esta sensación" —se dijo a sí misma y se sonrojó al recordar lo que él le había hecho con solo dos dedos en aquella biblioteca.

Fue justo ahí cuando Mike cayó al agua y pudo observar que amaba ese deporte. Las olas habían empezado a relajarse y ya era más difícil surfear, por lo que se desabrochó la parte de arriba del neopreno, dejándolo caer hasta que quedaban colgados en sus caderas y Abby sintió paralizarse al ver esa imagen frente a ella.

Era como ver al modelo más atractivo en una sección de fotos, saliendo del mar con la tabla de surf a un lado y ese neopreno medio quitado, donde solo tenía puesto los pantalones del neopreno y lo demás colgaba por sus caderas hasta sus rodillas.

Tragó muy secamente al ver ese torso tan trabajado en su máximo esplendor, viendo esos abdominales y contándolos de uno en uno mientras él parecía salir del mar en cámara lenta y completamente mojado. Tenía unos hombros de escándalo, descubriendo Abby que sería su zona favorita para poder agarrarlo a su antojo. Una cintura tan estrecha que no pudo evitar mirar como su forma de "v" bajaba hasta llegar a ese paquete que llevaba escondido y muy bien abultado y tragó saliva nuevamente como si deseara terminar de bajarle ese neopreno y verlo desnudo completamente. Solo le faltaba bajar un milímetro para comenzar a verle esa desnudez de él y no supo por qué sonrió al imaginarse que era de un tamaño considerable.

Y fue ahí cuando Mike llegó a su altura, con el pecho subiendo y bajando de todo el deporte que había hecho y puso su tabla bien clavada sobre la arena, y se sentó al lado de Abby.

—El mar hoy está genial —dijo y se medio acostó, colocando su codo sobre la toalla y dejando sentir a Abby un poco esa desnudez de él que tan duro era y que tan nerviosa la ponía—. ¿No quieres probar el agua?

Abby, que tuvo que intentar controlarse para no tirarse encima de él y no terminar perdiendo la virginidad en ese mismo momento, negó rápidamente y Mike sonrió al notar lo ardiente que estaba ella simplemente de verlo medio desnudo.

—No he traído bañador —expresó con la voz débil y temblorosa y Mike rio por ello, sabiendo que la estaba haciendo sufrir.

Se sentó a su lado, sin importarle el frío que hacía en ese mismo momento y la observó desde su posición. Al notar esas pequeñas ojeras que se le formaban por la falta de sueño algunas veces, aunque ese día quizás era por la resaca de la primera fiesta universitaria que había asistido, su sonrisa dejó de verse reflejada en el rostro de él.

—¿Estás bien? —preguntó.

Ella negó un poco con la cabeza para luego decir;

—Está semana no he podido dormid demasiado...

Había estado teniendo varias escenas con Theo que eran para olvidar. Que no paraba de insultarla a su antojo cada vez que estaba cabreado. Y su madre también sufría las consecuencias.

Mike, que no había dejado de mirarla, pudo sentir el desconcierto y el miedo de su mirada y apretó la mandíbula con fuerza, odiando verla de esa forma.

—Ojalá pudiera hacer algo. —Se dijo más para sí mismo que para ella, que deseaba ayudarla más de lo que Abby pensaba y puso todo su cuerpo hacia ella—. Abby, si sufres violencia en casa, denúncialo. Lo más importante aquí es tu bienestar. —Agarró la pequeña mano de la joven e hizo que ella lo mirase—. Yo estaré a tu lado si necesitas apretarle la mano a alguien.

Pero Abby negó con la cabeza por ello.

—Mike, no es tan sencillo como lo pintas —contestó sincerándose y él se sintió un inútil, deseando ayudarla.

—¿Por qué?

Abby miró hacia otro lado mientras que Mike no dejaba de mirarla a los ojos perdidos de ella.

—Porque hay más cosas detrás y mientras siga viviendo en este pueblo... no se podrá hacer nada.

Mike no respondió. Quería ir él a la policía y denunciarlo, pero quizás sería peor. Quería ayudarla, sacarla de allí y que viviese una vida más tranquila y mejor.

Y al ver que estaba entristeciéndola, dejó de hacerle eso, se levantó y alargó la mano para que ella la tomase. Y Abby solo se quedó allí mirándolo con duda.

—¡Venga! Quítate la ropa —dijo, alarmando a esa universitaria.

—¿Qué? —cuestionó y él sonrió como jamás lo había hecho al verla así de tímida.

—No vamos a hacer algo íntimo... De momento —dijo divertido dejando que Abby se contagiara por él—. Quítate la ropa —repitió.

Pero no esperó a que ella se quitase la ropa junto con su ropa interior. Puso sus manos sobre ambos lados de su neopreno y empezó a bajarlo ante la atenta mirada de Abby, que se asustó al verlo así y retiró la mirada al ver que él se estaba desnudando delante de ella.

—¡Mike! —gritó su nombre.

"Como me encantaría hacerla gritar así muy pronto" —prensó Mike.

—¿Qué? —preguntó una vez desnudo y se acercó a ella para que lo mirase.

Pero Abby tenía los ojos tapados con sus manos, asombrada por ello e intentó no mirarlo.

—¡Estás desnudo! —exclamó como su fuese lo más obvio.

—¿Y no te gusta lo que ves? —preguntó él moviendo las caderas sensualmente y Abby observó por el rabillo del ojo y, tan rápido como lo vio, volvió a alarmarse y taparse el rostro al descubrir el tamaño de ese hombre.

Él sonrió por ello y se acercó a unos pantalones cortos que tenía para colocárselos y así disfrutar de aquella tarde de playa juntos.

—Venga, que ya me verás todas las veces que desees, mon chéri —dijo y se quedó de brazos cruzados, esperando a que ella se quitase la ropa.

La joven le pidió tímidamente que mirase hacia otro lado y Mike, respetándola, asintió dándole la espalda, aunque en el fondo miraría un poco.

La universitaria empezó a quitarse el jersey, subiendo poco a poco su prenda, dejó su prenda en el suelo, sobre la toalla, para luego empezar a desabrocharse los pantalones y, colocando sus pulgares por cada lado de sus caderas y bajar sus pantalones, Mike observó delicadamente y tragó mucha, demasiada, bastante saliva, al verla de esa manera.

Hasta que ella se quitó los pantalones y se quedó en ropa interior, teniendo Mike que volver a mirar al mar para que no se le notase cierta erección que le amenazaba por endurecerse.

Era como la mayor fantasía jamás tenida, imaginándose bajándole aquella prenda íntima de Abby por sus piernas delicadas y largas y carraspeó en cuanto Abby acabó.

—Ya está... —susurró ella tímidamente.

Mike se giró tras recibir el permiso de ella y todo en él paró.

Fue ahí la primera vez que Mike pudo ver esos pechos de ella tan naturales y voluminosos, que ese sujetador hacía demasiada justicia, juntándolos y la boca se le hizo agua de imaginarse poder meterse uno de sus pezones a la boca para saborearla, mientras ella se retorcía debajo de él con sus piernas abiertas.

Tragó más saliva y terminó por mirar hacia otro lado para no ponerse más nervioso en pensar en todas esas cosas. Era la primera vez que tenía una mujer media desnuda frente a él y, encima, le hacía sentir esas cosas.

Había fuego dentro de él y se le estaba empezando a notar y Abby se había avergonzado al ver el efecto que había tenido ella hacia él tras esos pantalones. Y se agradeció que a las mujeres no se les notara cuando estaban excitadas.

—Vamos.

Ambos caminaron hacia la orilla juntos de la mano y entraron al agua con las olas ya más calmadas.

Abby sintió el frío del mar calando en sus huesos y Mike la tomó de la cintura cuando el agua les llegaba por encima del estómago. Y las mejillas de la joven, al sentir las manos de ese hombre sobre su cuerpo, se tiñeron de rojo.

—¿No te importa que nos vean así? —cuestionó Abby, tímida y mirando hacia todo el lugar, esperando que nadie apareciera y los vieran así.

Mike la entendió, era la primera vez de ella en un lugar como ese, pegados de esa manera, a parte de que aún habían sido noticia tras el baile tan sensual que habían tenido juntos en la fiesta de la noche anterior.

Y él sonrió al verla de esa manera, por lo que la acercó aún más y tomó las piernas de la joven para enlazarlas luego con sus caderas. Por lo que Abby estaba expuesta ante él y sentía la la dureza tras el pantalón de él sobre su intimidad.

—Aquí casi nunca viene nadie. Es una de esas playas vírgenes —susurró con una mirada muy íntima, observando más los labios entreabiertos y gruesos de la joven que otra cosa.

Ambos se miraron de una forma distinta, intensa para los dos y lo demás ya no importaba. Parecía que el tiempo se había ralentizado y Abby tenía sus manos sobre aquellos hombros tan musculosos y fuertes, fascinándolo tocar esa zona de él.

Ambos sentían que lo más importante ya estaba frente a ellos, por lo que Mike fue acercándose a ella mientras Abby tenía sus ojos sobre los de él, hasta que Mike tomó la iniciativa y estampó sus labios. Los colocó, posándolos sobre los suaves y delicados de ella, sintiendo ese roce y haciéndolo lento para disfrutarlo más. Abby, que no era una experta, se sintió tremendamente nerviosa, pero al ver que él le gustaba, siguió el beso, incluso tomando algo de iniciativa Abby y abriendo los labios para que luego ambos empezaran un baile intenso con sus lenguas.

Parecía que el tiempo se había parado, solo existían ellos dos y Mike sentía que estaba en una jodida nube, donde ella lo manejaba a su antojo y él estaba más que feliz por ello.

Sus labios se movían, sus lenguas también y los brazos de Abby lo tocaban por toda su espalda, sus mejillas y su cabello, ignorando su timidez, a la vez que Mike colocaba una de sus manos sobre los glúteos de ella.

Lo que había comenzado como un beso delicado, terminó siendo un torbellino ardiente, donde ambos amantes no paraban de sentir que ese beso era el inicio de algo mucho más intenso, y si no terminaban, terminarían haciendo alguna que otra escena más ahí mismo sin importar nada.

Los pechos de Abby, con esos pezones erectos, no ayudaban a Mike a relajarse al sentir que esa prenda era lo único que lo separaba para poder sentir su desnudez sobre su torso. Y la pegó mucho más a él, ignorando todo lo demás, teniendo solo su atención sobre esa mujer y besándola como nunca había besado a nadie, siendo su primer beso con una mujer.

Ella era su primera vez, y las sensaciones eran increíbles, como en una atracción.

Los dos se quedaron ahí por largos minutos, besándose en el mar. Siendo el primer beso de Abby y Mike su primer beso con una mujer.


***

Aquí tenéis un nuevo capítulo de Abby y Mike.

¿Que les ha parecido?

¿El nuevo personaje de Roman?

¿La relación entre Mike y Abby?

¿La nueva versión de EC?

Nos leemos el lunes.

Patri García

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