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V E I N T I N U E V E | C O N M I G O 🏈

«Le veía perdido, como si luchase por contarme algo que le costaba sacar a la luz. Y le iba a dar todo el tiempo que le hiciera falta»

Abby Payne

Tras perder la virginidad y descubrir realmente como era el sexo, Abby se sentía en una nube días después. Cosa que le ocurría exactamente igual a Mike quien, tras haber hecho ese acto aquella noche, dejó que Abby durmiera plácidamente entre sus brazos hasta que, sin desearlo, tuvo que despertarla para llevarla a su casa y así no crearle problemas.

En ese escondite de ambos, dejando que ella subiera las escaleras hasta su cuarto desde ese jardín y él con una sonrisa de idiota dejando que ella llegase allí.

Pasaron días desde aquello y los dos seguían teniendo esa estúpida sonrisa.

Mientras Abby caminaba con una sonrisa por una de las calles de su pueblo, se encontró a Emma, su vecina, recogiendo algunas mesas en el bar que trabajaba. Y fue ahí cuando no pudo evitar recordar lo que escuchó la noche anterior que le costó pegar ojo. Y supo que la vida de Emma era más dura de la que Abby se imaginaba. Se acercó hacia ella.

—Emma.

La joven rubia levantó su mirada y luego mostró una pequeña sonrisa en su rostro cansado.

—Abby... ¿Que tal?

Y no dejó ni un segundo para decirle;

—Escuché lo de anoche.

Cada músculo de su cuerpo se tensó al escuchar aquello de Abby. Odiaba que alguien más supiera que pasaba y no quería ni imaginarse nada de ello. Sabía que no era un día para hablar de ello. Mucho menos podía imaginarse hablar de todo eso con alguien que le ocurría algo similar, aunque bastante diferente a lo que vivía Emma.

No le gustaba hablar de ese tema, por lo que le quitó importancia diciéndole;

—Ya... Nada que no esté acostumbrada ya.

Pero Abby negó rápidamente con la cabeza.

—Nadie se acostumbra a cosas así.

Emma suspiró, echando un mechón de su cabello rubio tras su oreja y dijo;

—Abby, déjalo, ¿vale? Suficientes problemas tienes tu ya.

Y eso lo entendió ella. Pero ambas sabían que no era por ello, porque Abby tuviese suficientes problemas, sino porque Emma no quería hablar de ese tema.

—Esta noche van a dar una fiesta en un local no muy lejos de aquí —murmuró la joven, con una voz tranquila para luego continuar. —Vente con nosotros.

La rubia la observó con cierto rostro diferente y movió su cabeza para luego responderle;

—No sé si es buena idea...

Pero Abby sabía que significaba lo contrario, porque ella era como Emma en ciertos puntos.

—Después te escribo lugar y hora.

Abby se despidió mientras que Emma seguía en su trabajo, mirando a su vecina marcharse con una sonrisa en su rostro.

🏈

El joven rubio observaba como su padre recogía su mochila del suelo, mientras preparaba cosas para poder irse a trabajar. Mike, que solo lo miraba, estaba serio, más que nunca con él y simplemente estaba sentado sobre la isla de la cocina mientras que con su silencio aclaraba cualquier duda sobre su seriedad.

—Bueno, me voy al gimnasio —dijo el hombre caminando por la cocina y arreglando su chándal—. El tío que estoy entrenando ha mejorado bastante y como siga así puede presentarse el año que viene a las competiciones importantes.

Pero todo eso que le estaba contando era el mismo sermón de siempre. La misma historia de todos los días. Cada vez que tomaba sus cosas del gimnasio, decía siempre la misma frase, como si ese boxeador fuera su propio hijo, dejando de lado completamente a Mike.

Y, sin poder aguantarse más, dijo;

—Kevin. —Lo llamó por su nombre y su padre se quedó quieto mientras miraba a ese joven—. ¿Cuándo vas a tomarte un día de descanso?

Esa pregunta no se la esperaba, por lo que Kevin se quedó unos segundos mirando hacia un punto de la cocina para luego contestar la respuesta más obvia.

—No lo sé. Ahora en el gimnasio tengo mucho trabajo. —Tomó una botella de agua y la metió en su mochila, pero sin mirarlo, le preguntó. —¿Por qué lo dices?

El joven se quedó callado, decepcionado y triste porque su propio padre ni si quiera le prestara atención. Que estuviese más ilusionado por la vida del boxeador al que estaba entrenando que a su propio hijo.

—Por nada —contestó Mike y volvió a mirar hacia la revista de ciencia que siempre adquiría todos los meses y que tanto le gustaba leer.

Pero Kevin se quedó quieto, observando ahora él a su hijo y viendo lo disgustado que estaba Mike. Por lo que no se movió.

—Oye —intentó llamarlo, pero Mike no lo miró en ningún momento, como hizo Kevin con él antes—. ¿Qué ocurre?

Su padre se acercó para ver si conseguía que su hijo lo mirase, pero no lo consiguió. Simplemente pudo ver la decepción de su hijo mirando hacia esa revista de ciencia y como su mandíbula se apretaba con fuerza, viéndose el músculo que se le formaba.

Tres segundos contó hasta que su padre tomara de nuevo sus cosas y dar media vuelta para irse, pero justo ahí Mike decidió hacerle frente a la situación. Y desde la distancia, le dijo;

—Siento que ya no tenemos ni una conversación desde hace mucho tiempo. Sé que no nos llevamos extremadamente bien después de todo lo que te he hecho sufrir, pero soy tu hijo... ¿Acaso los hijos no son lo primero antes que el trabajo? —explicó, con un rostro distante y su padre lo miró a esos metros de distancia.

Estaba asombrado y dejó de mirar el reloj para mirar a ese rubio que ahora lo miraba con disgusto a Kevin.

—Mike, no sabía que te sentías así.

—Llevo sintiéndome así desde lo de Jenny —dijo con brutalidad—. Apenas nos vemos. Dudo que estés más de 10 horas en el gimnasio trabajando y me gustaría pasar más tiempo contigo, aclarar ciertas cosas de nuestra vida...

Y bastó eso para tirar su mochila hacia el suelo y caminar hacia ese hombre que parecía sentirse completamente solo. Pero lo cierto es que no solo se sentía solo, sino que sentía que no tenía cariño de su propia familia.

—A sido el mayor palo que la vida nos podía dar. Y yo... —No dejó que su padre terminase.

—No me digas la puñetera misma frase de la terapeuta, porque me la sé de memoria... —cortó. —Esa mujer me ayudó mucho cuando estuve mal y siempre se lo agradeceré... Pero lo que más necesitaba eran a mis padres, no solo una terapeuta y aunque las cosas no fuesen buenas y se separaran, hicieron que simplemente se olvidasen de mi.

Él no dijo nada.

Kevin se quedó asombrado y dolorido por ello, pero solo lo miraba, porque sabía que había cometido muchos errores hacía años.

—Sólo quiero sentirme en una maldita familia, como antes... —suplicó Mike mientras sentía un fuerte nudo en el estómago y dijo en voz baja—. Pero ya ni eso puedo tener. Mi madre a kilómetros lejos de mí y tú más ocupado con ese luchador. Que seguro que, como no ha sido conflictivo como yo, estás más orgulloso de él que de mí —contestó con rabia.

—No te trates así. Ni se te ocurra llamarte así si quiera —contestó Kevin con cabreo, pero Mike negó con la cabeza mientras sonreía con dolor hacia su padre—. Pasaste un mal momento.

—¿Por qué no? Kevin... —Trató de decir. —Te hice sentir vergüenza por lo que pasó.

Kevin, sin saber que decir, negó con la cabeza recordando muy bien esa época, y trató de ayudarlo, aunque eso no significase que tuviesen que irse de Inglaterra para poder dejar aquello atrás y que Mike estuviese más centrado. Pero no era fácil. Nada fácil cambiar de país.

—Nunca me has hecho sentir vergüenza. Todos pasamos épocas malas, hijo.

Pero esa excusa no le sirvió a su hijo para que él no estuviese en momentos importantes.

Era la forma de camuflar el dolor que un padre sentía por lo que había sucedido. Y Mike lo entendía, pero le dolía no estar a la altura de otras personas para él.

—No estoy a la altura de tus boxeadores, Kevin...

—¿Que? Eso no es así.

—Pues es lo que siento —concluyó.

—Mike... —intentó decir algo, pero Mike no quiso escucharlo.

—Déjalo. Sólo quería pasar un rato contigo como padre e hijo, pero supongo que no ha sido buena idea y tienes prisa.

Se levantó de su sitio, escuchando las llamadas que le hacía su padre a sus espaldas, pero solo hicieron que se enfureciera aún más Mike, tomando las llaves de su coche y saliendo de casa con rabia, odiando esos recuerdos bonitos de su infancia cuando todo era bonito.

Ahora todo era una mierda en su vida.

Se subió a su coche, con la cabeza entre sus manos y respiró fuertemente antes de poder arrancar con su coche hacia la carretera, lejos de su casa. Supo que fue suficiente para dejar a su padre pensativo y mal, pero esa no fue su intensión. Nunca lo fue.

Aparcó hacia un lado de la carretera, a punto de llorar y respiró profundamente, para luego sacar ese aire por la boca, como le habían enseñado en terapia. Y cuando se sintió un poco más relajado, tomó su móvil, ignorando las llamadas de su padre para luego llamar a Abby, la única persona en la que realmente se sentía a gusto y sabía que le ayudaría a pasar el mal momento.

Y quería abrirse a ella.

—¿Abby? —dijo él primero con desesperación cuando ella descolgó.

—Hola, Mike. ¿Qué tal estás? —cuestionó ella, dejando el libro que estaba leyendo a un lado de su cama, con una sonrisa al escucharlo.

Pero fue justo ahí cuando escuchó la respiración irregular de él, notando su voz extraña y con una intensidad que jamás había escuchado.

—¿Pasó algo?

—Yo... solo quería hablar un rato con alguien —mintió.

Mike deseaba escucharla, pero también hablar con ella sobre lo que estaba sufriendo en silencio. Necesitaba expresarse con alguien y ese alguien era con Abby, la única persona con la que confiaría.

Y la joven se movió de su cama para sentarse sobre ella y mirar hacia un punto fijo de su cuarto, preocupada por él.

—¿Que ocurre? —Volvió a cuestionar.

Pero lo que consiguió que él volviera a decirle mentiras, siendo la primera vez que no era sincero. Y supo a ciencia cierta qué Mike, el hombre más perfecto que existía, era el que más problemas internos podría tener, y las únicas mentiras que decía él eran cuando hablaban sobre su estado anímico y sus problemas.

—Nada, ¿por qué iba a pasar algo? —respondió, intentando ser el Mike que Abby había conocido, pero la joven lo conocía muy bien y sabía que, por el tono de voz que estaba poniendo tan apagado, que estaba mintiendo.

Y dijo lo que Mike jamás creyó que diría.

—¿Quieres quedar ahora?

Abby le importó bien poco que sus padres estuviesen en casa y que le echasen la bronca. Podía salir a escondidas para estar con él y le demostró con ese simple acto, que él era muy importante para ella.

Y se sintió importante por alguien.

—¿Tus padres no están en casa? —preguntó Mike.

—No te preocupes por eso. ¿Quedamos en la cafetería que hay frente al cine?

Mike, dudando unos segundos, temeroso de meterla en problemas, vio que ella realmente quería quedar con él al notarlo mal. Y Mike, simplemente, quería un abrazo de Abby, por lo que aceptó sin rechistar.

—Vale...

🏈

En esa cafetería donde el estilo ochentero era lo primordial, con las luces de neón en todos lados, los asientos unidos de color rojo y un ambiente colorido, Mike y Abby se miraban frente a frente.

Estaban sentados en ese sitio, con un café cada uno y Abby solo tenía ojos para él, mientras que el joven rubio solo tenía ojos para el café y su mente perdida. Fue ahí donde vio por primera vez al Mike que escondía en su interior y supo que quizás no era tan feliz como pensaba.

Y Abby deseó volver a devolverle esa sonrisa que él siempre tenía en su rostro.

Alargó su brazo para luego ponerla sobre la de él e hizo mirarlo con ese simple toque. Y ahí miró lo triste que estaba ese universitario.

—Cuéntame —inició ella.

Una pareja discutiendo en pleno lugar, pasó al lado de ellos, haciendo que todos lo mirasen, pero Mike y Abby los ignoraron por completo. Solo existían ellos dos.

Dos adultos que mantenían relaciones sexuales sin ser pareja, pero que también se comprendían el uno con el otro.

—¿Tus padres no te han dicho nada? —preguntó él, intentando esquivar y ganar tiempo ante una respuesta que sabía que iba a darle.

Y Abby lo tranquilizó contándole;

—No.

Ella le acarició la mano con suavidad al ver que él no sabía cómo empezar.

Pero no solo quería recibir placer, o que solo Mike se preocupase por ella. Abby quería ser todo para Mike y se lo iba a demostrar en ese mismo instante.

—Oye, puedes hablar de lo que sea conmigo —susurró, sacudiéndole con amor la mano de él para captar la atención de ese hombre.

Y ahí fue cuando vio esos ojos rojos de Mike que no lo ocultaba en ningún momento, importándole bien poco si alguien lo miraba. Solo quería hablar con alguien y que ese alguien no fuese su terapeuta por una vez en mucho tiempo.

Y esa persona solo era Abby.

—Tuve una discusión con mi padre cuando te llamé —comenzó. —Le pregunté por qué no quiere pasar más tiempo conmigo, pero solo me daba excusas de porqué me sentía así. Y terminé marchándome porque siento que él le importa más sus boxeadores que yo...

Abby no dijo nada, solo lo escuchó desde la cercanía, mirando con esos preciosos ojos que tanto le gustaba mirar a Mike a ese chico ahora algo vulnerable.

Mike en cambio, quería seguir mirando esos hermosos ojos de Abby, pero quería hablar con ella sobre sus problemas y no podía dejar de pensar en lo mal que se sentía tras salir de su casa. Así que ambos, uno explicándose y la otra escuchándolo, se dieron completo apoyo mutuo ignorando a todo lo demás que los rodeaba, con sus manos entrelazadas.

Y Mike, sin poder evitarlo más, soltó su café con su otra mano y la puso sobre las dos de Abby que tenía para arropar su mano derecha.

Y así fue como esos dos jóvenes cumplían inconscientemente el hablar para que esa relación tan extraña funcionara.

—Hace unos años descubrí que mi padre le había sido infiel a mi madre con otra mujer —empezó a decir, clavando su mirada sobre las manos entrelazadas y deseando tener sus manos con ella para toda la vida—. Eso fue motivo más que suficiente para que se separasen, aunque siempre supe que había algo que me ocultaron tras su separación, también por otro motivo y fue un cúmulo de cosas. Tras eso ninguno de los dos quiso saber más nada del otro y se separaron —dijo, evitando un tema muy doloroso para él y que aún no estaba preparado para contarle a esa mujer que lo escucharía hasta en los peores momentos—. Yo quería quedarme con mi madre, pero ella me dijo que habría más oportunidades para mí en otro país por... cosas que llegué a hacer. Aunque siempre he pensado que quizás no quería tenerme cerca por estar en mi etapa rebelde. Así que me fui con mi padre.

Él silenció, esperando que Abby dijera algo y al ver que esa joven tenía toda su atención sobre él, se sintió arropado por primera vez en años. Y algo en su pecho revoloteó como una sacudida que no comprendió porque le pasaba solo cuando estaba al lado de Abby.

—Y ahora no eres feliz... —murmuró ella.

Y él solo asintió, clavando su mirada sobre esa mujer.

—No como lo era antes... Supongo que los dos tenemos en común ese último deseo de tu lista —intentó bromear, pero no le salió la sonrisa.

A ninguno de los dos.

Y Mike pudo ver lo seria que estaba Abby al escucharlo, y se recordó a él cuando estaba serio por lo que pasaba la joven en su casa.

—Ojalá pudiera hacer algo para hacerte sentir mejor —dijo ella, mirando hacia sus manos entrelazadas sobre esa mesa, como dos enamorados y es que, cada persona que pasaba, creía que eran pareja—. Sé que tienes más cosas que contarme, sobre todo lo que más le temes que es ese pasado conflictivo que me cuentas. Pero no te agobies por eso. Yo tampoco te he contado todo porque... temo las consecuencias.

Pero estaban muy lejos de ser una pareja, al menos de momento.

—Ya lo haces... —Se sinceró él, clavando sus ojos sobre esa mujer y no mintió—. No me siento preparado para decirte ciertas cosas, al igual que tu... Aunque temo que te alejes de mí en cuanto lo sepas.

Ella negó.

—Nada me hará alejarme de ti, Mike.

Y Mike respondió;

—Estando a mi lado. Contigo no me siento solo, ni infeliz... Es algo extraño y sea lo que sea, quiero sentirme así siempre —respondió, sonriendo después de ese problema con su padre y eso hizo que ella sonriera.

Ambos, olvidándose de sus problemas de nuevo estando juntos. Aunque los problemas no se irían para siempre, que alguien te hiciera olvidar esos problemas por un efímero momento, esa persona debía ser la indicada.

Y Mike recordó algo, metiendo su mano en el bolsillo de su pantalón y diciendo;

—Eso me recuerda que debes tachar tu deseo de la lista.

La joven, en cuanto Mike le puso la lista frente a ella, lo observó mientras miraba los deseos que aún le quedaban por cumplir. Eran muchos, pero casi todos los más importantes estaban haciéndose realidad.

Y en cuanto el joven le dio un bolígrafo, ella aclaró;

—Voy a tachar varios deseos de la lista.

Y lo hizo y Mike, al ver que deseos eran, sonrió como un estúpido de alegría.

Fue justo ahí cuando Abby observó un deseó y lo miró con un rostro algo serio, al ver que él era el único que le daba placer a ella.

—Yo aun no te he dado placer a ti... —susurró Abby y Mike negó con la cabeza, seguido de un guiño que hizo ver lo animado que se había puesto Mike tras esa conversación.

Como si haber hablado con ella de lo que nunca había hablado con nadie y que ella la comprendiese, le hubiese subido el ánimo que siempre tenía.

—Habrá mucho tiempo para eso, querida Abby. —La tranquilizó, recordando las cosas que deseaba hacer con ella—. Por cierto, no te olvides de esta noche.

—No me olvidaré.

El joven asintió antes de guardar la lista y mirar el primer deseo de ella con la mandíbula apretada, para luego guardarse la lista en su bolsillo derecho del pantalón.

Entonces, al mirar los ojos de ella, supo que algo pensaba Abby y que no sabía como expresárselo.

—Total trasparencia, Abby. Dime en que piensas —respondió Mike conociendo esa mirada de ella.

—¿Como sabes...?

—Ese es el rostro que pones cuando piensas en cosas con poca ropa.

Ella rio por ello y murmuró;

—Me gustaría probar algo...

Mike era un experto en miradas y sabía que la mirada de Abby le decía que quería hacerle algo y le estaba pidiendo permiso. Así que, con una sonrisa, asintió.

—Hazlo.

Abby, acomodándose en el respaldo del asiento y mirando hacia todos lados descubriendo que nadie era consciente de los juegos que tenían ellos dos a escondidas, soltó su zapatilla con mucha lentitud mientras miraba a Mike con las manos sobre la mesa, como si nada pasara.

El joven, que estaba expectante ante lo que ella le iba a hacer, dejó que los segundos pasaran y ella, de pronto, elevó su pierna para luego poner su pie entre las piernas de Mike y le acarició la zona de él de una forma tan sensual que podía haber conseguido que se corriese en ese mismo instante.

Él, que tuvo que fingir que tenía el mejor rostro sin importar que esa universitaria dulce que tenía frente a él y que había dejado de ser virgen desde hacía unos pocos días, le estaba dando masajes íntimos en su miembro con su pie bajo la mesa, tragó saliva y empezó a sacar aire por la boca.

Y ya lo tenía cachondo de la hostia.

—Joder... —susurró excitado y tuvo que tener demasiada fuerza de voluntad para decir. —Vale, suficiente —contestó, tomando el pequeño pie de Abby con sus largos dedos y lo masajeó dedo a dedo para maldición de ella—. Esta noche vamos a pasarlo bien y tú vas a soltarte esa melena tan preciosa que tienes para sacar esa Diosa que tienes escondida. Y créeme, voy a cumplir varios deseos en ese sitio.


***

Aquí tenéis un nuevo capítulo de Abby y Mike.

¿Que les está pareciendo?

¿Les está intrigando esta nueva versión?

¿Abby y Mike?

Nos leemos el sábado :3

Patri García

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