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V E I N T I D Ó S | P E L I G R O 🏈

«Sabía que, tarde o temprano cometería un error, pero al ver que él no se enfada por eso, sentía que realmente yo merecía la pena... Y lo supe gracias a la confianza que él me estaba dando»

Abby Payne

Abby, tras ayudar a Mike a hacer la merienda, colocó la mesa mientras el joven colocaba la comida en el plato. Ella nunca había la experiencia de que los hombres ayudaban también en las tareas de la casa. Por supuesto que lo sabía, pero nunca había tenido el privilegio de vivirlo en persona, debido a que su padre nunca hacía nada en casa.

Después de ese apasionante y primer beso en la playa, Abby se sentía algo tímida y le costó mirarlo a los ojos durante todo el trayecto, pero poco a poco Mike fue dándole calor verbalmente hablando, con palabras cariñosas y pequeños chistes malos que hacían reír a la dulce Abby y consiguió lo que ninguna persona había conseguido en la vida de ella; hacerla sentir como en casa.

Y ahora, ambos estaban en la casa de él donde Abby se sentía en un verdadero hogar.

—¿Desde cuándo surfeas? —cuestionó Abby, mientras colocaba unos vasos sobre la isla de la cocina donde terminarían merendando.

Y es que Mike decidió que no quería verla sin comer como la otra vez, por lo que no le importaba ser el cocinero para ella. Amaba cocinar y se lo demostraba por esos platos deliciosos y esos pequeños detalles que solía poner en los platos como decoración.

Ambos, en la casa de él mientras Pax parecía rondar cerca de Abby, ya que le gustaba las caricias de ella, disfrutaron de ese momento los 3 juntos.

—Ya ni me acuerdo, hace años que lo hago. Es mi lugar seguro —contestó mientras terminaba un detalle en forma de corazón con unas verduras para el plato de esa mujer que tenía frente a él.

—Es bonito tener un lugar seguro...

Mike levantó la mirada para observarla y preguntarle;

—¿Cual es tu lugar seguro?

Y ella sonrió.

—Los libros —respondió como si nada—. Me ayuda a olvidarme de mi vida, de la rutina de siempre y puedo imaginarme que soy otra persona, en otro mundo, que alguien me ama románticamente y que tengo un final feliz —susurró, deseando que algún día pudiese suceder.

Él, que no dejó de observarla, la miró seriamente al ver que ella parecía no ser para nada feliz, pero cuando hablaba de libros era otro mundo para ella y deseó poder verla leer algún día en la tranquilidad. Que ella pudiese estar tranquila y lejos de cualquier tipo de peligro.

—¿Lees mucho? —cuestionó para no indagar más en preguntas difíciles de hacer para no entristecerla, no en un momento que ella parecía estar tranquila.

No era el momento para ello.

—Lo que puedo. Me gustaría leer más libros, pero son caros...

Mike la analizó en silencio hasta que ella quiso cambiar de tema, porque no le gustaba hablar sobre su economía o la falta de esta.

—¿Y tus amigos del equipo saben que surfeas? —Al ver a Mike negar, ella preguntó. —¿No?

Y él asintió ante su pregunta.

—No... Tú eres de las pocas que lo saben, a parte de mi padre y Jonathan. —Se sinceró y ella se sintió una privilegiada por ello—. No me gusta contar toda mi vida a nadie, y nadie sabe todas las cosas que he vivido... —susurró, recordando cosas del pasado que querría tener enterrados siempre en su interior y que le dolía recordar—. Pienso que cuanto menos sepa la gente de ti, menos se aprovecha. Y esas personas creen que soy solo una cara bonita.

Abby dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarlo.

Nunca se imaginó que Mike se sentiría así al estar siempre rodeado de gente. Ella siempre había estado sola y se había acostumbrado a una vida así, pero había miles de formas de sentirse solo. Y Mike se sentía solo a pesar de ser el que más parecía llevarse bien en la universidad.

Y ella lo supo en ese preciso instante. Y no le gustó saber que él se sentía solo y se prometió que nunca lo dejaría solo ni lo haría sentir así.

—Para mí no eres eso. Y cada día me sorprendes más —aclaró, siendo sincera y Mike lo notó, sonriendo por ello y sintiéndose feliz por sentirse realmente querido por alguien.

Y es que, desde que la había conocido, supo que jamás volvería a sentirse solo. Y tampoco dejaría que esa mujer estuviera sola. Nunca volvería a verla así.

—Me encantaría que me conocieras a la perfección —aclaró, clavando sus ojos sobre los de ella y Abby sonrió por ello.

Fue justo ahí cuando Abby, que tenía en su mano un plato, se le resbaló de sus manos y cayó al suelo, haciéndolo añicos.

Abby se asustó, no supo cómo reaccionar y su primer instinto fue ponerse de rodillas para poder recoger todos los trozos, temiendo que Mike se enfadara con ella, la gritase y todo por su torpeza.

Pero Mike no era como Theo, no era como lo que ella había estado acostumbrada a ver. Y Mike se preocupó por esa universitaria.

—Abby déjalo. Te vas a cortar —dijo Mike temeroso de que algún trozo afilado le hiciera daño a esa joven.

Pero Abby solo recordaba la escena del otro día con su padre y temió que volviera a pasarle, solo que esta vez fuera Mike.

—Lo siento, lo siento, lo siento... —dijo ella asustada, con las manos temblorosas—. Perdóname, Mike. Te pagaré los imperfectos y te compraré otro nuevo. —Se apresuró en hablar y Mike notaba la voz temblorosa de ella.

Vio lo apresurada que estaba ella al recoger los trozos del plato y no le gustó verla de esa forma. Quería verla relajada, sonriente, no asustada y menos que el causante de ello fuera sus miedos y menos él. Porque él no se iba a enfadar por ella por romper un simple plato, ni por nada.

—Abby, es solo un plato —respondió él, corriendo hacia ella y poniéndose en el suelo, viendo que la joven estaba asustada, con alguna lágrima en sus preciosos ojos y odió verla de esa manera—. Abby... Suelta esos trozos, por favor... —suplicó. —Mírame. —Eso hizo ella y lo observó con esos ojos perdidos, vacíos y él hizo que ella tirase todos esos trozos y colocó sus manos sobre las mejillas de ella, dándole cariño—. No te preocupes, ¿vale? No es la primera vez que se me rompe un plato a mí también.

Intentó que ella se calmara y solo hacía que ella tuviera más dudas. Haciéndole ver que no todas las personas eran iguales y que ese hombre ni siquiera perdía los nervios por eso.

—¿No estás enfadado? —cuestionó y Mike arrugó su frente al verla tan insegura.

—Claro que no. ¿Por qué iba a estarlo?

Fue ahí, en ese mismo instante que descubrió que algo le tuvo que pasar a ella con una escena similar. Lo supo porque nadie se portaba de esa forma, con miedo y temblando por ello. Y quería hacerle ver que por romper un plato no pasaba nada malo. Todos rompían algún vaso u plato en su vida y por eso no pasaba nada.

Aunque para él era una tontería, para ella era un mundo entero.

—Ven, quiero verte si te has hecho daño al recoger los trozos... —susurró, preocupándose por ella y tomando las manos de Abby, viendo sus palmas para saber que no se había hecho nada. Y se tranquilizó al ver que estaba bien—. Estás bien... Menos mal.

Y Mike le besó las manos con mucho amor ante la atenta mirada de Abby, que se sintió relajada por ello.

El joven la volvió a mirar y dijo;

—Tráeme la escoba y yo lo limpio.

Abby, dubitativa por ello, asintió y, tras indicarle él donde estaba lo que le había pedido, se fue a buscarlo. En ese momento, que Pax estaba más lejos mirando la escena con la cabeza ladeada y parecía igual de preocupada que Mike, este le dijo;

—Tu también estás preocupada por ella, ¿verdad?

Pax hizo un pequeño sonido bajando sus orejas para luego buscar a Abby por el lugar.

Cuando la joven llegó con la escoba, se lo entregó al rubio para luego notar la presencia de Pax a su lado, dándole cariño a su manera y Abby se agachó para empezar a acariciarla con las manos temblorosas aún. Y mientras él limpiaba eso, Abby volvió al lugar de la cocina, asegurándose de que Pax estaba lejos de allí para que no pisara nada y terminaba de colocar la mesa con más cuidado y por la mirada de Mike que le regalaba a ella de cariño, la joven Abby se relajó.

Ellos empezaron a comer tras lo ocurrido y Mike evitó hablar del porqué se puso así por un plato. Él se lo imaginaba, pero no quería entrar en ningún detalle y quería verla relajada, sonriente como la llevaba viendo durante todo el día. Y quería seguir viéndola así.

El reloj marcaba más de las seis y el móvil de Abby empezó a sonar para sorpresa de ambos, que estaban en un momento donde solo existían ellos y sus manos estaban entrelazadas sobre la mesa.

La universitaria sacó de su mochila el móvil y de sus ojos cambió algo que Mike notó al mismo instante. Y supo que ese cambio de expresión se debía a quien estaba llamando en ese instante.

—¿Mamá? —preguntó ella con una voz débil, cambiada a como la tenía mientras comían juntos—. Si, lo siento... Me despisté en un sitio —dijo, avergonzada y Mike tragó saliva por ello, supo que quizás la habría metido en líos y no quería eso para ella. Porque cuanto estaba a su lado, el tiempo se detenía—. Vale, ya voy... Gracias, mamá.

Colgó y, tan rápido como le había dicho eso a su madre, se levantó del asiento y Mike hizo lo mismo que ella al verla tan apresurada.

—¿Qué ocurre? —preguntó temeroso y preocupado por ella, mientras la seguía con la mirada como recogía sus cosas de su casa.

—Mi padre va a llegar del trabajo —contestó la joven, más apresurada de lo que realmente quería verse.

—¿Y? ¿Tienes que estar allí?

—No lo entiendes... Él es... —Se quedó a medias para no contarle nada y le vio terror en su mirada.

Mike asintió sin decirle nada más sobre ese hombre.

—Te llevo —dijo él sin esperar que ella se lo dijera, y fue directo a tomar sus llaves del coche.

Pero Abby lo frenó al instante. Poniendo su mano sobre el antebrazo de él, parándolo.

—¡No! —gritó sin pretenderlo y luego aclaró la garganta, con una voz muy extraña que preocupó a Mike—. No... Llamaré a un taxi.

Mike negó con la cabeza por ello.

—Ni se te ocurra llamar a un taxi —dijo él con la mirada clavada en la de ella.

Sabía que algo malo ocurría con la llamada. Hacía unos segundos estaba bien, sonriendo, pero ahora había vuelto a cambiar de expresión. Y supo que todo se debía a sus inseguridades y a sus padres.

Y ella negó con la cabeza al verla así.

—Debo irme, Mike —aclaró, diciendo las cosas lentas.

—Abby... —susurró su nombre, temeroso y solo deseaba estar con ella, llevarla allí y si tenía un problema, presentarse ante su madre y disculparse por ella, diciéndole alguna mentira a la madre de Abby para que no la castigara ni nada.

Y la joven volvió a negar.

—Mike, tengo que irme sola —murmuró, tomando su móvil para llamar a un taxi y él se lo quitó rápidamente.

Él, angustiado, y ella, asustada por lo que le espera.

Ambos se quedaron mirándose en medio de aquella puerta cerrada, donde él estaba frente a ella para que no se fuera de esa manera.

—Por favor —suplicó la joven Abby, sabiendo que cada minuto era oro y Mike apretó la mandíbula, temeroso por ello.

Y terminó asintiendo con pesadez.

—Llamaré yo al taxi —dijo, entregándole el móvil a ella y tomando el suyo propio, marcando el número.

—Gracias... —susurró ella sin estar relajada.

Tras una llamada y decir donde su dirección, él con toda la pesadez del mundo de dejarla sola, tomó la pequeña mano de Abby y salieron de la casa para así esperar fuera de ella.

En ningún momento retiró su mano de la de ella y esperaron pacientes mientras Mike temía por la seguridad de Abby. Y solo deseaba saberlo todo, saber que le ocurría, que le pasaba y así poder ayudarla. Quería verla feliz, no de esa forma e, incluso, con su mano sujeta a la de ella, notó lo tensa que ella estaba y no le gustó notarla así.

Había amado cada instante que estuvo con ella en la playa, lo tranquila y sonriente que estuvo allí al ser su primera vez en ese lugar tan natural y cuando se había besado había sido muy valioso ese instante. E incluso, sintió cosas que no creía que había sentido en su vida y él ya había besado a muchos hombres, pero no supo si era porque era su primera vez con una mujer, o porque, precisamente, esa mujer era distinta a todas las personas del mundo.

Justo ahí, el taxi llegó y él le abrió la puerta trasera, dejando que ella entrase para luego asegurarse que estuviese bien y cerró la puerta, no sin antes decirle que bajara la ventanilla.

—Llámame cuando llegues, por favor... —murmuró él temeroso y esa angustia la notó Abby.

Ella asintió y luego el taxi se la llevó a su lugar de destino. Pero Mike no estaba para nada seguro dejarla sola, por lo que tomó sus llaves del coche y se subió junto con Pax para ir hacia la casa de la joven.

Y cuando el taxi llegó a la casa de Abby, él se aparcó en medio de esos árboles, su escondite secreto de ellos dos donde habían tenido momentos juntos, ya fuera de pie, esperándola cuando iba en coche, o en su moto en medio de ellos.

Pero lo que vio en ese momento, lo dejó peor que nunca.

Ella se bajó del taxi y un hombre unos cuarenta años o más salió furioso de la casa para dirigirse hacia Abby y ahí, en ese momento, Mike supo que sería su padre, el hombre que escuchó la voz el otro día que tan atemorizada tenía a la joven. De pronto, una mujer salió y su rostro era de angustia, tratando de que no le hiciera eso a Abby. Pero el hombre tomó a la joven del codo con violencia, diciéndole cosas que no pudo escuchar Mike desde la lejanía, pero las ganas de ir hacia allá con su coche, bajarse y llevarse a Abby después de decirle 4 cosas a ese hombre no fueron pocas.

Pero no lo hizo porque sabía que sería peor para ella y no sabía que pasaba realmente dentro de esas paredes, aunque era más que obvio.

—No pienso quedarme de brazos cruzados, Pax... —murmuró mientras su perrita ladraba con enfado hacia ese hombre que le estaba haciendo aquello a Abby.

Así que, con impotencia, vio como él se la llevaba a rastras de ese sitio hasta meterla dentro de la casa con ese rostro de miedo de Abby y Mike no le gustó verla así. Y su cabreo fue aumentando, deseando irse hacia el pequeño gimnasio que tenía su padre en el garaje, donde guardaba cosas de boxeo y empezar a pegarle al saco con violencia. Pero de nuevo, cuando vio que la puerta se cerró, él tuvo que aguantarse las ganas de ir hacia allá, tirar la puerta de una patada y llevársela lejos de ahí.

Y en vez de marcharse, lo único que hizo fue quedarse ahí, como si así pudiera hacer algo, pero Mike no tenía ese poder.

Mientras él se quedaba allí en ese sitio secreto de ambos, tomó su móvil y empezó a escribirle.

Mike; Por favor, escríbeme para saber que te encuentras bien. 18:49

Esperó y esperó, alejando todo lo demás y sin importarle nada más, solo se pegó al móvil como si Abby estuviera allí con él. Se aferró a él como si fuese lo más importante de su mundo.

Y casi diez minutos después, ella contestó;

Abby; Estoy bien. 18:58

Abby; Siento tratarte como te traté hoy... Lo siento en serio. 18:58

Ella se estaba disculpando y Mike negó con la cabeza, como si ella pudiera verla. Él sabía que ella no tenía ninguna culpa, se estaba disculpando por el plato roto y por marcharse de esa forma, y a él eso no le importó, le importó que sabía que no estaba a salvo y aun así él no estaba haciendo nada por ello.

Y se sintió un estúpido por ello.

Mike; Sé por qué te fuiste de esa forma. No me pidas perdón por eso. Pero si pasa algo, llámame y estaré ahí en menos de tres segundos. 18:59.

Eso fue lo que le escribió, ella lo leyó, pero no le dijo nada más. Por lo que él se quedó intranquilo en ese sitio, mientras sabía que, en esa casa de los horrores, donde la primera mujer que había besado, vivía ahí infelizmente.

—Ojalá pudiera cumplir pronto tu último deseo de la lista, Abby... —murmuró él mirando hacia esa casa, donde las luces de la segunda planta estaban encendidas y sabía que ella estaría tras ese móvil esperando poder escribirle algo a él, pero no sabía que.

Y así era como estaba Abby.


***

Aquí tenéis un nuevo capítulo de Abby y Mike.

¿Que les ha parecido?

¿Les está gustando esta nueva versión?

¿Cuál es vuestro personaje favorito?

Nos leemos el jueves :3

Patri García

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