V E I N T I C I N C O | Í N T I M O 🏈
«Era como tocar el cielo, como ganar la lotería y encima terminar un maratón de horas. Todo en uno y gracias a ese hombre tan habilidoso que tenía para mí sola»
Abby Payne
Tras las clases universitarias que habían terminado ese día, sobre las cinco y media, Abby se encontraba sola en su cuarto. Leía tranquilamente un libro que había comprado el día anterior. Leer, para ella, era como irse a otro lugar del mundo, sin ni siquiera moverse de su cuarto. Cosa que era normal en su día a día.
Los pocos libros que podía costearse, los releía varias veces y no se cansaba.
Siempre o casi siempre estaba sola en su cuarto y simplemente soñaba con viajar a cualquier parte del mundo para poder vivir su vida, ser feliz y vivir experiencias nunca antes vividas.
Al menos si solía salir sola de vez en cuando, cuando su padre se encontraba trabajando y su madre la dejaba. La madre de Abby era buena, pero estaba cegada por ese hombre y el miedo podía con ella, lejos de todo lo que habían vivido, sabía que debía marcharse, ayudarla a irse, pero no era tan fácil como otras personas lo pintaba. Sobre todo en ese pueblo.
Entonces, cuando estaba en la mejor parte del libro donde no dejaba la vista de las páginas, la voz de su madre se escuchó desde la planta de abajo y su mala gana aumentó, dejando el marcapáginas en la página donde lo había dejado y se bajó de la cama, caminando descalza con ese pijama tan diminuto de ella.
—¡Abby! —Volvió a gritar su madre y Abby se apresuró para caminar por el pasillo y bajó la escalera donde en la parte de abajo, su madre se encontraba esperándola.
—Dime —dijo Abby con la voz calmada y cuando faltaban dos pasos para terminar de bajar las escaleras, el cuerpo atlético y ese olor tan increíble que conocía bien, apareció y su vista se quedó mirando hacia esa persona que estaba al lado de su madre, esperando a que su mon chéri bajara de la escalera—. ¿Mike?
El joven y atractivo rubio, que llevaba su mejor camisa de cuadros color rojo y negro, con esos pantalones ajustados y esas zapatillas tan galantes que solía ponerse, juró que había visto al príncipe de sus sueños, esperándola dentro de esa casa del terror.
Y Mike la saludó con esa sonrisa tan perfecta de él, poniendo nerviosa a Abby por dos cosas; la primera, porque la ponía de esa manera y la segunda, porque estaba prohibido que Abby invitase a universitarios en casa.
Y el rey de los universitarios más guapos estaba ahí, dentro de su casa, al lado de su madre, que parecía mirar a ese hombre y luego a su hija con cierta ceja elevada.
—¿Cómo no me habías dicho que iba a venir un amigo? —preguntó su madre, disimulando un poco y Abby se quedó muda, sin comprender nada.
Mientras, Mike estaba al otro lado, mirándola de arriba abajo con ese pijama tan diminuto que le hacía ponerse tan duro.
—Yo... —Trató de decir algo, pero Mike se le adelantó.
—Ella no lo sabía. Vengo a ayudarla a estudiar para el examen que tiene la semana que viene —aclaró hacia esa mujer y la joven Abby se tiñó de rojo por ello.
Un silencio extraño se escuchó en ese pequeño lugar, donde el padre de familia se encontraba trabajando en la gasolinera hasta la noche.
—Bien... —dijo con disimulo mientras se acercaba a su hija y en voz baja le dijo. —Cariño, ¿es tu novio? —preguntó en muy baja voz.
Pero Mike poseía un muy buen oído.
—No se preocupe por ello —dijo y clavó su mirada intensa en la de la joven Abby—. Soy su amigo gay.
Abby casi le dio un infarto y su madre se quedó sorprendida por la sutileza y la sinceridad del joven, cosa que en el fondo le gustó eso sin comprender el qué.
—Su amigo gay... —repitió, intentando no mirar la belleza de ese hombre que tanto afectaba a las mujeres y a hombres. —Bien, pero les recuerdo que estas paredes son de papel —advirtió, consiguiendo que el primer obstáculo fuese más que superado.
Isabel se empezó a marchar, cuando le dio una última mirada a su hija y parecía más de diversión que otra cosa.
Tras darle las gracias Mike a la madre de Abby, ambos subieron en silencio las escaleras hasta que Mike, siguiendo a Abby, cuando giraron a la izquierda y se aseguró que su madre no los miraba desde la parte de abajo, colocó su mano en la parte baja de su espalda y metió la mano debajo de su suéter tan diminuto y rozó su piel desnuda bajo la yema de los dedos de él.
Haciendo temblar a Abby, que no hizo nada para retirarle la mano.
Entonces, cuando entraron en la habitación de Abby, descubrió que tenía pestillo y se alegró inmensamente al saberlo.
—Así que eres mi amigo gay... —dijo ella algo divertida.
Y él también sonrió por ello.
—¿Acaso no lo soy? —cuestionó él y Abby lo observó desde la cercanía, mirando al joven tan guapo que era él.
—¿Qué haces aquí? ¿No te había dicho que mi padre no quieren que traiga a nadie? —empezó a decir ella y Mike solo observaba la habitación de ella con admiración—. Sobre todo, a universitarios.
Mike, que dejó su mochila en el suelo, se acercó a la joven, admirado por esas paredes blancas y con tonos rosados, y susurró;
—Ah, ¿eso? No te preocupes. Lo tengo todo planeado. —Dejó un delicado beso detrás de la oreja de ella, aprovechando que tenía una coleta alta y deseó quitarle esa coleta y ver como su cabello caía en cascada por su cuerpo—. Sé que ahora está trabajando.
—La última vez me enfadé mucho contigo por venir...
—Lo recuerdo muy bien, pero ahora todo es diferente —respondió él con aquel cabello algo revuelto—. Confía en mi.
Entonces, sin que ella se percatase, se dirigió a la puerta y echó el pestillo una vez cerrada con mucho cuidado de que su madre no lo oyese desde la parte baja.
Pero al girarse, elevó una ceja al ver que Abby colocaba los libros de matemáticas sobre su pequeño escritorio y Mike no pudo sonreír más ante la inocencia de la joven.
—¿Qué haces, Abby? —preguntó, aun sabiendo que es lo que hacía.
La joven lo observó como si fuera idiota y contestó;
—Preparar los libros para estudiar —dijo como si fuese lo más lógico.
Y Mike puso sus manos sobre las de ella, para que dejase de hacer tal cosa y el roce hizo que ella se pusiera nerviosa.
—Oh, Abby... —murmuró, acercó sus labios en el oído de ella y dijo. —No vamos a estudiar.
Bastó decir eso para que Abby ya se oliera todo lo que iba a hacerle él, recordando lo que le había dicho esa misma mañana cuando grabaron la clase de matemáticas en la universidad. Y, con algo temblorosa, le quiso preguntar qué es lo que tenía pensado hacer él.
—¿Y qué vamos a hacer?
Porque era cierto, ella no sabía que es lo que harían, pero ya se olía que tenía algo que ver con aquella lista y recordó el deseo número 8 y tragó saliva, mirando disimuladamente los pantalones tan ajustados de ese hombre, centrándose en ese paquete tan dotado, pero a la vez le entró el pánico nada más pensarlo y que no tenía ninguna experiencia previa en el tema.
Y Mike negó con la cabeza, disfrutando de verla así.
—A veces eres tan inocente. —Negó con la cabeza mientras sacaba su móvil del bolsillo y luego sacaba un pequeño altavoz redondo y lo colocó sobre el escritorio de ella.
—¿Qué es eso? —cuestionó Abby.
—Para que la música del móvil se escuche alto —contestó.
Abby, tan rápido como él comenzó a colocar las cosas, ella lo frenó alarmada y dijo;
—Si pones música será mucho más obvio.
Mike sonrió.
—No pondremos música, por eso nos grabamos hoy la clase —contestó.
Y Abby se quedó callada, ahora entendiendo absolutamente todo.
Entonces, para cuando Mike puso esa grabación y las voces de ellos sonaron por todo el cuarto de Abby, ya podían estar tranquilos de que estaban más que solos en esa casa. Y el joven se acercó a Abby antes de mirarla solo a los ojos de ella.
—Estoy nerviosa... —expresó Abby, mirando hacia el suelo tímidamente y con las mejillas sonrojadas.
Pero Mike no quería verla así, quería verla como una diosa, como alguien que no tenía miedo y que tenía toda la seguridad del mundo en sí misma. Por eso mismo tomó su barbilla e hizo que lo mirase a los ojos.
—No vamos a hacer nada que no quieras, Abby. Quiero cumplir un deseo de tu lista y para eso necesitamos quitarnos la ropa —contestó, y Abby solo miró los ojos de ese hombre tan intenso—. Así nos vamos conociendo más allá. Solo dame tu permiso y si no estás cómoda, puedo marcharme.
—Quiero, Mike... Lo quiero absolutamente todo.
El joven se alejó un poco de ella y, antes de que Abby dijera un pensamiento de ella con un tono humorístico para eliminar la seriedad del momento, Mike empezó a sacar su camisa de dentro de su pantalón y, con las dos manos, comenzó a sacarlo, dejando a la vista a la joven esa tableta tan perfecta y marcada que poseía Mike.
Abby tragó muy en seco y se quedó clavada ahí mientras él se quitaba en cámara lenta esa prenda de ropa, retirándola de su cuerpo para luego ponerlo en el piso. Dejando ver a la inocente Abby que lo que tenía frente a ella era el universitario más deseado de todos, él más atractivo que habría visto en su vida. Y deseó pasar su lengua por todos lados de su cuerpo.
Pero no contento con ello, dejando ver a la joven aquellos músculos bien trabajados, con esos abdominales y esos pectorales perfectamente marcados, puso sus manos sobre sus pantalones ajustados después de quitarse los zapatos y los calcetines y continuó bajándoselos muy lentamente para fastidiar a la dulce mujer que tenía frente a él.
Y Abby estaba muy seca de garganta por culpa de ese hombre.
Pero lo peor vino cuando se retiró esos pantalones junto con sus calzoncillos, bajando por sus piernas atléticas y al quedarse completamente expuesto delante de esa inocenteAbby, la cual no pudo evitar clavar su mirada en el miembro viril de ese hombre y se quedó más estupefacta todavía.
A pesar de haberlo visto el otro día casi desnudo en la playa, no era ni por asomo igual que como ahora. Que estaban dentro de un cuarto y lo podía ver a la perfección y más de cerca.
Y Mike sonrió divertido.
—¿Te gusta lo que ves? —cuestionó él.
Y la universitaria balbuceó algo antes de poder expresar;
—Si.
Era suficiente para estar más que feliz Mike de que le gustase su desnudez y, señalando la ropa de ella, contestó;
—Te toca.
Aquello hizo que Abby estuviese muy caliente, llena de fuego y muy tímida. La ropa le quemaba tras ver como ese hombre se había quitado la ropa de la forma más atractiva posible, pero también saber que ese hombre tan experto la estaba mirando, esperando a que se quitase la ropa, la ponía muy nerviosa.
Ella, con las manos temblorosas, supo que su pijama era tan diminuto, que lo más probable es que ya le estuviese viendo los pechos expuestos detrás de su suéter. Por eso mismo, tenía timidez de quedarse expuesta ante la primera persona en su vida.
Pero no ayudaba que Mike estuviese desnudo y, posiblemente, tuviese una erección bien fuerte cuando ella se quitara la ropa.
Y lo hizo.
Abby, haciendo lo mismo que él con la misma lentitud, evitó mirarlo para poder centrarse en su labor de quitarse su ropa, bajando sus manos hasta el final de su suéter y comenzando a sacárselo por su cuerpo hasta extenderlo por su cabeza y sacárselo, para dejarlo tirado en el suelo. Mike tragó saliva al verla por primera vez desnuda y su erección creció aún más cuando vio esos pechos grandes mirando hacia él como si les diese la bienvenida.
Tragó saliva ante eso, pero más tragó cuando vio que la joven se agachaba para poder quitarse esos diminutos pantalones junto con su ropa interior y bastó para que la deseara aún más por ver semejante escena erótica frente a él. Y lo peor, todavía, vino cuando ella elevó sus brazos hasta su coleta, dejándola más expuesta todavía y Mike clavando sus ojos en la desnudez de ella y la joven retiró la coleta, dejando que su pelo cayera en cascada por sus hombros hasta llegar por debajo de su ombligo, tapando completamente los pechos voluminosos de la joven.
Y Mike quiso hacérselo ahí mismo, sin importar nada más. Solo quería tenerla y que Abby gritase su nombre a los cuatro vientos mientras él le daba todo el placer que ella deseara.
Pero quería ser un buen amante y no arruinar nada de esto por un momento tan rápido. Quería ir poco a poco, darle placer, que ella se acostumbrase a él, que lo deseara aún más y que le pidiese más.
Por lo que dijo;
—Eres preciosa... Y no sabes la de cosas que te haría para demostrarte que lo eres.
Eso hizo que Abby se sonrojara aún más por estar desnuda ante semejante hombre y luego dijo, mirando hacia el suelo;
—No... No sé qué es lo que vamos a hacer —murmuró, pero Mike negó con la cabeza mientras se acercaba peligrosamente hacia ella.
—Tú no harás nada, yo te lo haré todo hoy —aclaró para la respiración y tranquilidad de Abby y luego dijo. —Solo túmbate y ábrete de piernas, solo te pido que no hagas ningún ruido. Y disfruta —concluyó y ella asintió, muy tímida—. Pero quiero que me digas si te gusta. También es otra primera vez.
Por eso hizo lo que le pidió. Caminó dos pasos hacia su cama y se acostó boca arriba sobre el colchón, colocando sus piernas sobre la misma y, ante la atenta mirada de Mike, colocó las piernas estratégicamente dobladas para luego abrirlas lentamente frente a él.
—Joder... —Fue lo único que dijo él que hizo ver a Abby que la deseaba mucho más de lo que creía.
El joven tragó saliva y evitó poner su mano sobre su dolorosa erección.
Tomó de su mochila un pequeño paquete cuadrado, cosa que extrañó a Abby y Mike simplemente lo desenvolvió mientras caminaba hacia ella, ante esa imagen tan erótica que tenía en su vista, con ese cabello esparcido por su cama, mirándolo de aquella manera con esas gafas y con sus pechos ahora algo aplastados por estar boca arriba le hacían ver a Mike la imagen tan perfecta que estaba presenciando.
Caminó hacia ella, ante esa imagen tan erótica que tenía en su vida y tan tórrida que le encantaría ver muchas más veces, con ese cabello de ella esparcido por su cama, mirándolo con esas gafas y con esos pechos que ahora acostados le hacían ver más deseosos para él. Tragó saliva y se relamió los labios, antes de quitarle a Abby esas gafas y dejarla a un lado de la cama.
Sus labios se posaron sobre el cuello tan delicado de ella, lamiéndola, besándola, saboreando, mientras que sus manos estaban a cada lado de las caderas de ella. Abby cerró los ojos mientras disfrutaba y Mike continuó con aquella lentitud, con su cuerpo sobre ella mientras que con cuidado iba poco a poco por las zonas más importantes.
Empezó a bajar, llegando a sus muy delicados pechos y de uno en uno, los lamió, disfrutando de esa sensación por primera vez. Sintiéndola tan suave, con aquella piel tan sedosa y perfecta. Abby trataba de no hacer ruido, de no elevar la voz, que algunos quejidos de su garganta sonaron y era difícil silenciar cuando estabas recibiendo tanto placer.
Empezó a bajar, ahora por su vientre y pasó su lengua de aquella manera, consiguiendo que su vientre se contrajera ante tal acción. Y eso que sus manos ni siquiera la estaban tocando.
—¿Quieres más?
La pregunta solo hizo que Abby susurrase en un gemido;
—Si...
Y entonces, se arrodilló frente a la cama y la tomó del tobillo para que sus piernas se colocasen sobre sus hombros, teniendo su cabeza sobre el sexo expuesto de ella y el olor inundó sus fosas nasales, haciéndole la boca agua, deseoso de pasar a la acción.
—Voy a cumplir tu deseo número 9 —aclaró él ante la mirada alarmante de Abby y luego besó su muslo interior, muy cerca de su sexo y colocó sus manos sobre las caderas desnudas de ella, mientras sujetaba ese trozo de látex y lo colocaba entre las piernas de ella con una mano y aclaró, al sentir que Abby se retorcía al sentir dicha cosa en su sexo—. Es una barrera bucal para el sexo. Así nos protegemos —concluyó.
Pero Abby no era solo su pareja en la intimidad. Era mucho más y se lo quería demostrar en esa muestra de placer que quería darle, siendo la primera mujer para él.
Abby, asombrada por ello, solo dejó que Mike le hiciera lo que él más deseara y dejó que su cabeza descansara sobre la cama, mirando hacia el techo y sintiendo los labios de Mike sobre sus muslos. Hasta que él decidió lamerla ahí abajo suavemente, sintiendo por primera vez Abby la lengua de alguien en su intimidad.
Un suave gemido se escapó de su garganta sin querer, y se avergonzó por ello. Pero rápidamente lo olvidó al gemir otra vez cuando él la saboreó y luego succionó con esa boca y esa lengua su clítoris y Abby tuvo que aferrarse con fuerza de las sábanas.
—Dime si voy bien, Abby...
Un gemido de Abby fue su respuesta.
Antes de que él siguiera con su tortura, Mike recorrió el cuerpo de ella con sus manos mientras su cara estaba enterrada entre las piernas de ella, y otra de sus manos estaba sujetando aquella barrera y colocó su mano sobre los pechos de Abby, apretándolo, alegrándose al ver que sus manos encajaban a la perfección en los pechos redondos y voluminosos de ella y amando la sensación.
Estuvo probando, experimentando, buscando la posición perfecta para ella y su interruptor eran los gemidos suaves de Abby, tratando de ocultarlo para no gritar.
—Sigue de esa manera, por favor... —murmuró Abby al ver que Mike trataba de buscar posiciones para darle más placer.
Y entonces, él presionó su lengua contra el centro de ella expuesto y la sintió tan mojada como se lo imaginaba. Y, sin previo aviso, retiró su mano de su pecho y colocó una de ellas, para luego meterle un dedo a Abby con cuidado y juguetear con ella a su gusto, para más placer de la joven. Y sabiendo que su miembro necesitaba también atención, colocó su mano libre sobre ella y empezó a tocarse a la vez que le daba placer a la mujer que tenía frente a él. Pero lo cierto es que verla retorciéndose ante su boca, como se aferraba a esas sábanas y como gimoteaba, lo hacía ponerse aún más duro que antes y metió otro dedo dentro de ella a la vez que lo sacaba y metía, apretándola y siguiendo haciéndole maravillas con su boca.
Abby, que parecía estar más en el cielo que en la tierra, sintió como su estómago ardía y como algo desconocido se acercaba justo ahí abajo y tuvo que morderse una de sus manos para evitar gritar lo que se avecinaba.
Mike, que veía como reaccionaba, observó como ella movía el pecho con violencia por las maravillosas sensaciones que estaba teniendo. Y, mientras seguía lamiendo su muy delicado clítoris a la joven Abby, a la vez que metía y sacaba dos dedos del interior de ella, sintió que estaba a punto de llegar al final. Y con un juego de lengua y dedos, mientras jugueteaba con el interior de ella, Abby estiró el cuello, apretando la sábana con fuerza apoderándose de ella y, mordiéndose la mano, llegó al final en un orgasmo. Una capa de sudor se puso en el cuerpo de la joven y, mientras aun temblaba por el gran orgasmo, sus ojos estaban cerrados mientras Mike seguía con su boca en su sexo, hasta que él también llegó al final y ambos, más relajados, se observaron desde la distancia.
Mike sonriendo tras haberle regalado un buen orgasmo a Abby y ella con las mejillas completamente sonrojadas con el pecho subiendo y bajando por el ejercicio. El joven comenzó a escalar por el cuerpo de ella ahora sensible y dejó delicados besos desde su estómago hasta sus pechos, metiendo un pezón en su boca, succionándolo con gusto para más tortura de la inocente Abby y luego besó el cuello de ella antes de mirarla con cariño.
Entonces, mientras ella intentaba poner sus emociones en orden y volver a respirar con normalidad, la mirada de Mike estaba clavada en los ojos de ella.
Y el joven dijo;
—Bienvenida al sexo, Abby.
🏈
Unos minutos después, mientras la grabación de ellos seguía escuchándose por todo el cuarto, Abby estaba acostada boca abajo, dándole la espalda a Mike, mientras que él la abrazaba por detrás, haciéndole la cuchara y la besaba con amor por toda su espalda.
Abby se sentía completamente cómoda y juró que en esos minutos pudo estar relajada, sin pensar en sus problemas y, al recordarlo, sintió que volvía a estar algo triste. Porque desde que Mike pisara esa puerta y se fuera, su horrible vida seguiría ahí y estaría de nuevo encerrada en ese lugar.
Mike, que sintió el cuerpo de ella temblar un poco mientras la cabeza de ella descansaba en el brazo fuerte de él, intentó mirarla desde su posición y susurró;
—¿Qué te ocurre?
Abby, debatiéndose si contárselo o no, sintió que nunca volvería a estar tan cómoda con alguien, ni podrá sentir que realmente quiere contar sus problemas a una persona. Y ese alguien era Mike, quien sabía que podía contar con él para lo que fuera.
—Nada... —susurró y sintió que necesitaba hablar con él, algo más allá que omitir sus cosas y, aunque le costó empezar, mirando hacia la estantería que tenía frente a ella, dijo. —Nunca pensé que conocería a alguien como tú, quien quisiera conocerme más allá que la simple universitaria que se esconde tras las gafas —susurró y Mike negó con la cabeza, mientras le hacía cariñitos con la nariz por su espalda.
Él, que la tenía entre sus brazos, se sintió un privilegiado.
Y fue ahí cuando, si o si, su mente y su voz quisieron alzar lo que sentía, lo que sufría y contárselo y confiar plenamente en Mike.
Sin moverse, empezó;
—Mi padre nunca hace nada en casa. Nos dice cosas horribles a mi madre y a mí. Si hago algo mal lo dice en alto y me humilla la gran mayoría de las veces —habló y Mike la observó desde su posición, abrazándola por detrás y ella sintiendo la desnudez de él, mientras que él sentía la desnudez de ella—. Me gustaría poder salir, ayudar a mi madre, y vivir nuestra vida... Pero es tan complicado...
Ahí Mike puso toda su atención en esa joven que, tras haberle dado un orgasmo increíble, tan solo quería escucharla, demostrarle que valía mucho más que todo. Y sus gestos se lo demostraron, abrazándola desde atrás por sus cuerpos desnudos y poniendo su mano libre sobre la de ella, posando su brazo a la vez sobre la de la joven Abby.
Y miles de preguntas se arremolinaron en él al ver que Abby empezó a abrirse ante ese deportista.
—¿Tu padre te ha herido? —cuestionó con miedo.
Y el cuerpo tenso de ella se lo contestó. Fue lo que más odió él saber.
—Si... Dos veces —respondió y Mike apretó la mandíbula, para aguantarse las ganas de esperar al padre de Abby y enfrentarse con él—. La primera fue por una tontería que ni recuerdo...
Supo que, nada más escuchar eso, su rabia aumentó y solo deseaba darle cariño a esa mujer tan dañada, demostrarle que era una mujer increíble, pero en ese momento solo podía demostrarle que estaba ahí para ella, escuchándola y abrazándola.
Y su segunda pregunta tuvo mucho más miedo él de saberlo que ella de responderle;
—¿Y la segunda?
Abby, que sentía como Mike le acariciaba y le apretaba la mano, siguió mirando hacia sus manos entrelazadas de él y de ella y contestó;
—La segunda fue un año —inició, recordando aquel suceso que la traumaría por todo ese tiempo—. Era porque mi madre hizo las maletas y nos íbamos a marchar, pero él se enteró y empezó un infierno esa misma noche. Mi madre me pidió que me encerrase en la habitación y ella se fue corriendo hacia su cuarto, pero solo escuchaba como mi padre le empezaba a pegar y estampaba la puerta contra el cuerpo de ella. Tras terminar con mi madre, fue a mi cuarto y empezó a pegarme, arrastrándome por el piso, dándome patadas... La peor paliza que alguien me había dado nunca...
Mike la abrazó más fuerte, odiando saber lo que le había pasado y se preocupó por esa joven, y Abby notó el temor de él en sus gestos.
—¿Por qué no lo has denunciado? —cuestionó, con su cara pegada en la nuca de ella, y de tan pegados que estaban, no sabían que parte de su cuerpo le pertenecía al otro y cuál de ellos.
—Mike, si te cuento más te meterías en problemas...
—Por eso no te preocupes, tan solo quiero ayudarte.
Pero ella no le contestó. No iba a arriesgarse para nada.
—¿Por qué no han huido? —Volvió a preguntar.
La joven movió los hombros y se acomodó más en los brazos de él, que parecían ser su guardaespaldas personal. Pero que juró que no iba a estar más protegida y cómoda con nadie, como lo estaba con él.
—Mike...
Los músculos del joven rubio se tensaron y dijo;
—Tengo ganas de esperarlo y hacerle pagar por todo esto —expresó. —¿Por qué tu madre no ha pedido ayuda? Hay sitios lejos de aquí donde les pueden ayudar.
Y ella negó con la cabeza.
—No es así de sencillo, Mike... No te... No te puedo contar más.
—Abby...
—Es peligroso para ti —respondió.
Pero Mike estaba tan enfadado con ese hombre.
—¿Y para ustedes? Es mucho más peligroso para ustedes, Abby...
—Pero Mike, puede haber consecuencias... —Trató de decir, sorprendida y temerosa por su tono de voz que jamás había oído ella de él.
No dejó que acabara para decirle;
—Que los haya, pero estarías a salvo. Y vais a salir de esta —respondió, abrazándola más y deseando estar más a su lado.
Abby quería decir que era imposible salvarla de eso, pero prefirió no decir nada y seguir abrazada a Mike mientras él le daba todo el cariño del mundo en su cuarto.
Ambos se quedaron abrazados, dejando que el tiempo transcurriera, abrazados y dejando poder sentirse ellos mismos, olvidando sus problemas por un efímero momento en ese cuarto que algún día fue una prisión para ella, pero que, en ese mismo instante, era el mismo cielo.
Los problemas se fueron, olvidándose por un pequeño momento, sintiendo los brazos fuertes de él sobre su cuerpo, escuchando el silencio y ambos disfrutando de ello. Porque a veces las palabras sobraban.
Pasaron minutos, incluso dos horas, ignorando de que la grabación había acabado hacía rato. Solo tenían ojos y manos para ambos, sintiéndose en ese cuarto, en esa cama, desnudos y abrazados sin decirse nada, disfrutando de ese momento juntos, solo abrazados y sintiendo sus cuerpos pegados.
Una vez eso, y Mike tras vestirse, recogió sus cosas, no queriendo irse del lado de esa joven, pero sabiendo que no podía estar siempre encerrados en ese cuarto. Se despidió de ella besándola en los labios para luego mirarla a esos ojos que tanto le gustaba ver.
—El sábado te vienes al partido. Es a las 5, después nos iremos a una fiesta que celebra un universitario por su cumpleaños y aprovechamos para celebrar si ganamos el partido.
Abby elevó la ceja y contestó;
—Johanna me habló de ello.
—Pues ponte guapa, porque ese día lo vas a pasar genial.
Abby, que veía como Mike se iba con una sonrisa en la cara, pero que en el fondo sentía un agujero grande a consecuencia de que quería ayudarla a ella y no podía, y lo frenó antes de que abriera la puerta.
—No prometo que pueda asistir...
Pero eso a él le daba igual.
—Vendrás, Johanna no para de hablar de que está deseando presentarte a más gente en esa fiesta —contestó y volvió a besarla como jamás la habían besado a ella, porque el único que la había besado era él—. Si no, ella vendrá y te sacará de este cuarto aunque sea en pijama y ya sabes que ella es capaz de hacerlo.
Abby rio por ello, porque por lo poco que la conocía, sabía que tenía razón y que haría tal cosa.
Y para él, esa sonrisa de ella, era una sensación indescriptible y nueva.
Pequeña nota; Posiblemente jamás hayan leído en una novela erótica o new adult que usen protección en el sexo oral, yo espero que si los haya, porque si, hay condones para mujeres y se llaman "barreras bucales", pero es bien importante para evitar ETS's ya que en el sexo oral también se traspasa. El condón no es solo para evitar embarazos.
Así que dicho esto, prosigamos :3
***
Espero que les haya gustado.
¿Que les ha parecido?
¿La esencia de Abby y Mike?
¿El ambiente?
¿Lo que vendrá?
Nos leemos :3
Patri García
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro