T R E I N T A Y S I E T E | E N T R E N A D O R 🏈
«Frustrado. Así es como me sentía y no entendía por qué me comportaba así. Necesitaba confesárselo»
Mike Lauper
Caminar hasta el despacho del entrenador era mucho más difícil que anotar en el fútbol en ese momento para Mike Lauper.
Nuestro protagonista parecía bastante nervioso y, antes de acercarse allí, observó la lista de Abby, algo más tachada que la última vez y sonrió al recordar todas esas cosas y más que habían hecho juntos. Y no pudo evitar preguntarse qué pasaría una vez concluyese la lista. Pero seguramente que, una vez acabara, él no se iba a alejar de ella.
Sí, se estaba enamorando de Abby y no se atrevía a decirlo en voz alta. Y menos aún cuando apenas no le había dicho nada de su pasado. No podía iniciar algo más serio con ella si no se lo confesaba y no sabía si se atrevería a hacerlo algún día.
Era la primera vez que se enamoraba y era todo tan distinto.
Fue ahí que guardó dicha lista en un lugar muy preciado y luego se quedó mirando hacia el despacho de su entrenador con temor. Sabía lo que se esperaría aquella mañana de viernes en aquella universidad después de pasar entre la peor y mejor noche de su vida.
Mirándose la pulsera de color rosa que Abby le había entregado como símbolo de su confianza en él y la paciencia que tendría, lo tocó con dulzura y luego se armó de valor para tocar la puerta. No tardó su entrenador en darle permiso.
Este levantó su mirada de los papeles y se quitó las gafas de cerca mientras veía a su jugador promesa.
—Entrenador —dijo Mike seriamente.
—Lauper. Pasa y cierra la puerta.
Guardó sus papeles en la carpeta mientras Mike cerraba la puerta y se acercaba frente al escritorio, pero en vez de sentarse se guarda sus manos en los bolsillos de su chaqueta de fútbol con el número 22.
Pero su entrenador le hizo una señal para que se sentase en la silla. Mike suspiró y se sentó.
El hombre lo miró mientras colocaba sus manos sobre las carpetas que había desperdiciadas en su escritorio totalmente desordenado.
—Tienes un gran futuro como jugador en este deporte, Mike. —Inició mientras Mike lo miraba sin apenas pestañear—. Y si quieres ser capitán en unos años, deberás mostrar templanza y frialdad en el campo.
Mike no dijo nada.
Tan solo dejó que este hablase mientras que su aptitud era bastante seria por lo que podría caerle de sanción de partidos por lo que sucedió anoche en el campo.
—Y lo de anoche fue todo menos templanza y frialdad —continuó el entrenador—. No me importa en lo absoluto que te dijese Roman. Pero dentro del campo él es tu compañero, fuera de él me da igual lo que pase.
Mike asintió, dejando de mirar a su entrenador.
Pero prefería no responder porque tenía razón.
—¿No vas a debatirme nada? —cuestionó el hombre.
Y Mike se colocó en la silla y respondió;
—No, entrenador. Tiene toda la razón.
El hombre miró a Mike durante largos minutos, haciendo que el joven universitario se pusiera más nervioso, deseoso de saber por cuánto tiempo le caería esa sanción y si afectaría a sus asignaturas universitarias.
Tan solo esperó pacientemente, aunque por dentro estaba muriéndose de desesperación.
—Yo también fui como tu y no soporté a un compañero del equipo. Tan solo me provocaba y varias veces acabamos con el ojo morado ambos. —Se recostó en su silla y luego se cruzó de brazos tomándose su tiempo en hablar. —Pero esto no debe volver a suceder, Mike. Si yo aprendí a ganar templanza y frialdad, tu también lo harás.
Mike asintió.
Miró hacia el suelo, hasta que su entrenador le dijo;
—Y para que aprendas estarás 3 partidos sin jugar.
Mike levantó rápidamente la vista para mirarlo, sus labios se movieron para decir algo, pero dejó de hacerlo al saber que, por mucho que hablase, el entrenador era el que ordenaba.
—Usted lo ha decidido, entrenador.
Suspiró al saber que no podría disfrutar de los partidos durante 3 semanas.
—Si te sirve de consuelo, Roman estará 6 partidos castigado. —Mike levantó la mirada ante ello y el hombre dijo. —Pero que no vuelva a pasar.
Mike asintió, importándole bien poco lo de ese tal Roman y pensando en que se perdería 3 partidos por su imprudencia, por su pasado, por no haber pasado página después de todo.
Tomando su mochila, se levantó de la silla despidiéndose de su entrenador para luego marcharse del despacho y caminar hacia los vestuarios del equipo y así poder tomar su bolsa de deporte para irse pronto aquel día a su casa.
Fue en ese momento que, al abrir la taquilla, vio por el rabillo del ojo como por su izquierda se apoyaba Roman mientras lo miraba con rostro de pocos amigos. Su rostro estaba algo destrozado, con el ojo hinchado y la nariz igual, junto con el labio roto. Parecía importarle bien poco lo que Mike le había hecho, pero parecía estar mucho más enfadado tras la reunión con el entrenador una hora antes que el de Mike.
Nuestro rubio sacó la bolsa de deporte y cerró la taquilla para luego mirar a ese hombre con un rostro serio, pero sin más, sin decirle absolutamente nada, empezó a caminar hasta que Roman lo agarró de la chaqueta del equipo y lo empujó hacia las taquillas.
—Por tu maldita culpa el entrenador no me va a dejar jugar en 6 partidos —respondió con un tono duro, brusco y que parecía buscar más que problemas.
Pero Mike no se achicó. Era duro, fuerte y no iba a dejarse arrastrar por un hombre idiota como Roman.
Sin retirarse ni un solo milímetro, murmuró;
—Te lo has ganado a pulso.
Mike lo empujó, no brusco, pero si para poder hacerse un hueco y marcharse. Pero Roman no quería que aquello acabase de esa manera y en ese instante. Necesitaba vengarse.
—Fuiste tu quien me pegó.
Volvió a empujarlo a Mike y este último suspiró, tratando de aguantar darle otra paliza. Pero eso era lo que quería Roman. Eso era lo que quería y esta vez Mike no lo iba a hacer. Por si mismo y por Abby. Sobre todo cambiaría por ella.
Mike apretó su puño y murmuró;
—Déjalo ya, Roman.
Necesitaba respirar y relajarse dentro de la tormenta. No era fácil y Roman se lo ponía en un nivel mucho más difícil que ninguno. Pero no iba a dejar que las cosas acabasen de esa manera y Roman lo único que quería era fastidiarlo.
Pero al ver que Mike empezó a caminar hacia la salida del vestuario, Roman sacó su última carta bajo la manga y dijo;
—Si piensas que Abby va a estar a tu lado después de todo lo que has hecho en el pasado... Estás muy equivocado.
El número 22 se quedó quieto, dándole la espalda al que debía ser su compañero de equipo y nada más. Respiró con fuerza, suspiró y sin volver a mirar hacia atrás, se marchó del vestuario mientras de su mochila sacaba una cajita larga que aquella mañana, antes de irse a la universidad, había comprado en una joyería y solo pensaba cuando podría dárselo a Abby.
Significando que daría un paso mucho más largo junto a Abby el día que llegase ese momento.
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Aquella tarde de viernes, 3 amigas se encontraban en la cafetería en la que una de ellas trabajaba. Johanna y Abby se encontraban sentadas juntas, una al lado de la otra, mientras que Emma, vestida de camarera, estaba sentada frente a ellas pendiente de las cosas que se había perdido.
Mientras ambas amigas hablaban sobre la vida amorosa de Abby, la joven observaba el café que había entre sus manos con las mejillas sonrojadas de pensar en lo que había sucedido la noche anterior con Mike.
Emma, a pesar de que estaba trabajando, de vez en cuando se sentaba frente a ellas a chismorrear juntas.
—Entonces, ¿ya se te ha declarado? —cuestionó Emma con los ojos sin apenas pestañear.
Abby, casi escupiendo el sorbo del café que se había tomado en ese momento, miró a Emma y preguntó;
—¿Que?
Emma, divertida, aclaró;
—Si, mujer... Porque Mike cada día tiene esa cara que tienes tu ahora.
Abby, totalmente sorprendida, cuestionó;
—¿Que cara?
Johanna respondió directamente mirando a Emma mientras su batido parecía no bajar debido al tema del momento que había en esa mesa.
—Tu también lo has visto, eh —respondió la joven.
Emma le guiñó un ojo a Johanna y murmuró;
—Como para no verlo. Y esos ojitos que pone.
Emma rio.
—O la baba como se le cae —añadió Emma.
Johanna dejó a un lado el batido, mientras Abby observaba a ambas como de un partido de tenis se tratase, sin entender absolutamente nada, como si el tema no fuese para nada con ella.
—Pues tenías que ver la primera vez que fuimos todos juntos de fiesta universitaria y a Mike casi se le cae la mandíbula al verla con la ropa que le di a Abby —recordó Johanna.
Y Abby se sonrojó al recordar las palabras que usó Mike y que a día de hoy todavía la hacía apretarse las piernas al pensar en ello.
—Oigan, ¿me marcho para que sigan hablando de mi? —ironizó Abby.
Johanna la abrazó con dulzura para luego besarla en la frente como para pedirle perdón.
—¡Emma! ¡¿Te pongo un café o que?! —gritó el jefe de Emma.
Emma, moviendo sus ojos de cansada, gritó;
—¡Ay! ¡Voy, Arthur! —Se dirigió hacia sus amigas y susurró. —Atiendo unos clientes y vuelvo enseguida.
La joven se marchó y Johanna aprovechó para acercarse a su mejor amiga y preguntarle;
—¿Que ocurrió anoche?
Abby titubeó y luego contestó;
—Estuvimos hablando un rato en los aparcamientos... A Mike se le veía muy afectado después de lo de Roman, pero no sé cómo acabamos teniendo una cita.
—Ay, Abby...
La joven de gafas suspiró y dejando su café a un lado, no dejó de pensar en lo afectado que se encontraba Mike después de todo lo que había ocurrido.
—Cuesta creerlo, Jo...
—By, yo siempre tengo razón en temas del amor.
Johanna no paraba de recordarle lo que Mike estaba locamente enamorado de ella, alejando aquella lista que habían creado juntos. Se notaba que Johanna conocía a su amigo Mike y que por los ojos que ponía tan solo mirar a Abby, él debía desear pedirle más que una cita a esa joven.
Tendría que tener una charla junto con Jonathan para que ayudase a Mike a confesarle a Abby sus sentimientos.
Abby suspiró cuando le llegó un mensaje de Mike.
Mike; ¿En una hora en el mirador?
Abby se le iluminaron los ojos mientras se escuchaban los sorbos de su mejor amiga mientras tomaba su batido a su lado.
Abby; Nos vemos en un rato.
—Mejillas rojas como un tomate, ojos brillantes... Algo me he perdido y no sé el que —dijo Emma, sentándose frente a ambas.
Pero Abby tenía bastante prisa y se levantó para marcharse de allí.
—Quedamos mañana, chicas —respondió Abby tomando sus cosas y abrazando a Johanna para luego abrazar a Emma.
—Pero... —susurró Emma.
—Hasta mañana —respondió corriendo la joven de gafas.
Emma miró a Johanna una vez Abby se marchó de la cafetería y le cuestionó;
—¿Y esa rapidez?
Johanna moviendo sus hombros susurró;
—Creo que su nombre es Mike.
Aunque ella sabía que mensaje le habría llegado a Abby, pero no le dijo mucho a Emma y sonrió feliz por su mejor amiga.
***
Aquí tenéis un nuevo capítulo de Abby y Mike.
¿Que les ha parecido?
¿Mike?
¿Abby?
¿Johanna y Emma?
Nos leemos el jueves :3
Patri García
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