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T R E I N T A Y O C H O | C O N F E S I O N E S 🏈

«Conocer su dolor fue duro y odié saber lo que sufrió en el pasado»

Abby Payne

El universitario observó con dulzura la pulsera que Abby le había entregado hacía pocas horas y, con solo esas horas, le había ayudado a relajarse.

No entendía que tenía Abby, pero desde que llegó a su vida, todo había cambiado para bien. Tenía sus momentos, momentos negativos y le recordaba últimamente su pasado, pero porque realmente quería algo con ella y hasta que no se lo confesara y no saliese de esa duda, no sabía  si podrían tener algo más.

Aunque confesarle a alguien que estabas enamorado de esa persona no era una tarea fácil. Al menos, no para Mike que nunca había tenido relaciones románticas.

Antes, su vida se resumía al fútbol, fiestas universitarias y surf. Conocía algún que otro hombre en alguna fiesta y se lo pasaba genial, pero desde Abby... Todo era tan complicado. Sabía que siempre tendría atracción por el mismo sexo, eso no cambiaría, pero eso no significaba que no pudiese tener una relación con una mujer... Con Abby.

Se había aceptado tal y como era, había aceptado que se sentía atraído también por el sexo opuesto y ahora se sentía más liberado después de aceptar sus emociones. Pero todavía no estaba del todo liberado hasta que no le dijese a Abby lo que sentía por ella.

Mirando la cajita que tenía entre sus manos, no dejó de pensar en los ojos de ella y en las palabras que dijo la otra noche en aquella heladería.

—Todo esto es tan bello que me quedaría a vivir aquí —dijo una voz tras Mike.

Y esa voz era tan inconfundible que era inevitable que sus labios se ensancharan al escucharla.

Se giró y vio a Abby a unos escasos metros de él, en aquel mirador donde habían celebrado el año nuevo junto con sus amigos. En ese mismo lugar, tan mágico que solo se escuchaba el sonido de la naturaleza.

A unos metros se encontraba su viejo coche aparcado, mientras que más adelante una hermosa Abby con una falda que le había tener sueños húmedos, lo miraba con esa sonrisa, con esos ojos tan dulces.

Mike no podía dejar de sonreír al verla y como su mundo se relajaba después de un día tan nefasto.

Los árboles alrededor de Abby la hacían resaltar su belleza natural. Sus ojos, ahora mucho más alegres de como la conocía, tan solo brillaban al mirarlo. Significando que sentía lo mismo por él, aunque Mike no fuese consciente de ello.

Pero Abby borró su sonrisa para preguntarle al acercarse a él;

—¿Estás bien?

Sabía que ese día había tenido la reunión con el entrenador y, por el rostro que Mike tenía, sabía que había pasado algo. Había querido buscarlo en el aula, en una de ellas de aquellas tantas asignaturas que tenía Mike, pero no lo había encontrado.

También sabía que, tras la charla con su entrenador, se habría ido más temprano para poder aclarar sus ideas y por eso le dio el espacio que él necesitaba.

Pero Mike sonrió y le contestó;

—Si, ahora que tu estás aquí.

Abby parpadeó, admirando lo guapo que se veía aquel día Mike. Como su cabello rubio se movía por el viento, despeinándolo mucho más. Sus ojos azules, más brillantes que nunca, parecían esconder un sentimiento que Abby no era capaz de descifrar. Pero ese brillo, ese maravilloso brillo, era lo que lo hacía mucho más guapo que nunca.

Y entonces, preguntó;

—¿Quieres hablar de lo que te dijo el entrenador?

Dio varios pasos hacia él y Mike deseó tener esa imagen de Abby, con su cabello suelto y moviéndose al son del viento para el resto de su vida. Levantó su mano sin poder evitarlo y echó un mechón de cabello tras su ojera y Abby cerró los ojos ante la maravillosa sensación de tenerlo tan cerca como esa tarde en aquel mirador.

Él se quedó callado unos minutos para luego decir;

—No podré jugar durante los próximos 3 partidos.

Abby abrió los ojos de golpe y su rostro se entristeció al saberlo.

—Oh, Mike...

Pero el rubio negó rápidamente sin dejar de mirarla hacia aquellos dulces ojos.

—No cambiaría por nada lo que pasó ayer y si ese idiota de Roman te hace daño, te juro que haré lo posible para que tenga las manos alejadas.

La joven lo tomó de la mano, aquella con la que pegó a Roman y observó que todavía estaba roja por lo de anoche. Entonces, para sorpresa de Mike, esta se la llevó a sus labios y besó los nudillos de él, consiguiendo por primera vez sonrojar al quarterback universitario.

—Yo solo quiero que tu estés bien. —Abby contestó una vez le dio el beso—. Olvídate de Roman.

Y entonces, recordando las cosas que Roman no había parado de decirle, recordando su pasado, recordándolo todo... Sabía que había llegado el momento de confesárselo, aunque no sabía si esa era la última vez que Abby estuviese tan cerca de él. No sabía si esa tarde sería la última vez que Abby le sonriese de esa manera, lo mirase de dicha forma y lo besara con ese amor que emanaba de ella.

Tuvo miedo que su castillo se derrumbase en cuanto se lo confesara.

Y por eso susurró;

—Abby... No soy un hombre para ti.

La joven, sin aquellas gafas aquella tarde, levantó su mirada y preguntó;

—¿Por que lo dices? Mike, ayer hablamos...

—Lo sé... —interrumpió. —Pero es la verdad, Abby... Ojalá pudiese ser algo más, mejor para ti... Pero ayer hice eso a Roman porque no paraba de hablar cosas repugnantes sobre ti y encima... —Silenció, pensando si contárselo o estar un tiempo más a su lado de esa manera. Y se decantó por lo primero, aunque había más posibilidades de que ella se alejase de él—. Él sabe lo que hice en el pasado porque, por alguna extraña razón, Roman leyó mi expediente y no para de amenazarme con que te contará mi pasado...

Él se alejó de ella, empezando a caminar hacia el otro extremo de aquel mirador, en lo más alto de aquel pueblo observando las vistas de las casas y comercios diminutos, con la playa muy de fondo.

El viento se levantaba, moviendo las ropas de ambos, sobre todo la falda de la joven. Los árboles, tras el viento, soltaban las hojas, cayendo alrededor de ambos mientras que la tarde caía, con aquel color naranja tan característico.

Abby vio como Mike se quedaba de espaldas, sabiendo que le estaba dando muchas vueltas a su mente y debatiéndose consigo mismo.

Y se vio reflejado en él, cuando todavía era tan cerrada que no dejaba a nadie acercarse a ella o que cualquier cosa que hiciera o dijese, todos se alejarían de ella. Todavía le costaba a Abby poder mantener esas amistades que había conseguido y construido durante esos meses, pero daba pasos hacia adelante poco a poco. Y comprendía a Mike porque ella había tenido un pasado duro y un presente mucho más difícil.

—Mike, nada de lo que me digas me hará alejarme de ti. Te di mi pulsera por eso.

Mike se giró, a 10 pasos de ella y le contestó;

—No es así de fácil...

Y la universitaria suspiró.

Lo veía un joven atormentado. Sus ojos parecían gritar de dolor, mientras que parecía ocultarlo bien en lo más hondo de su alma. Pero Abby sabía que él no era una mala persona, que todos cometíamos errores, que todos podíamos tener miedo alguna vez. No por eso te hacía peor o mejor persona. El miedo era parte de la vida y ahora mismo veía a Mike con miedo, como si temiese que al confesarle su pasado, ella se marcharía.

Y Abby tenía claro que no haría tal cosa.

—¿Que puedo hacer para que me creas? —preguntó, sin saber que más hacer para que Mike supiera que ella no se movería a ningún lugar.

Pero Mike no contestó.

Tan solo vio como él volvía a darle la espalda y ella sabía que él no le iba a contar nada en ese momento. Sabía cuando sobraba y empezaba a pensar que en ese momento lo hacía ella. Por eso mismo suspiró, sin saber que más hacer y decidió dar media vuelta hasta llegar hacia la barandilla del mirador y quedarse allí, observando las vistas que ese lugar le ofrecía, mientras el viento le aclaraba las ideas.

Ahora estaban mucho más distanciados, uno en cada esquina del mirador.

Pero Mike se giró al escuchar las hojas de los árboles siendo pisadas por alguien y al ver a Abby apoyada en ese lugar, supo que era ahora o nunca.

Y entonces caminó, acercándose a ella a sus espaldas, quedándose a tan solo 2 metros de la joven.

Mientras, Abby observaba el lugar, a la vez que su mente no paraba de pensar en Mike y en que quería demostrarle que ella no iba a irse a ningún lugar. Que nada que le dijese iba a hacerle dar media vuelta. Pero no era fácil.

—Fui un chico conflictivo en el pasado.

La voz de Mike hizo que Abby se quedase totalmente quieta, petrificada en ese lugar mientras Mike apretaba sus puños, para tratar de calmarse para no derrumbarse frente a ella en ese mismo lugar.

En cuanto le confesara todo eso, la imagen de hombre perfecto se iría al traste. Pero lo que no sabía Mike es que Abby nunca le importó eso. Quería conocer sus imperfecciones para sentirse más unida a él, como ella lo había hecho con él.

Y cuando Abby se giró para mirarlo con aquellos ojazos que Mike lo tenían totalmente enamorado, continuó;

—Me convertí en un joven que lo único que hacía era meterse en peleas de pasillo... —murmuró avergonzado—. Me expulsaron de 3 institutos en Inglaterra en 1 año. Y un día, en una pelea, pegué tan fuerte a uno que acabó en el hospital. Aquello fue un antes y un después y mi padre, cansado de todo el daño que me estaba haciendo a mi mismo, decidió mudarse a la otra punta del mar atlántico y quedarme en mi último año de instituto...

Abby no dijo nada, quería que él hablase primero y sacar sus propias conclusiones ella. Quería escuchar toda la historia antes que nada y sabía que tras esa historia, se escondía un fuerte dolor que costaba sacar a la luz.

Por eso, le dio todo el tiempo del mundo a que él se expresara, que hablase, mientras que ella se quedaba allí.

—Quizás el cambio de aires me vino mejor, pero conocí a Johanna y a Jonathan... Y empecé a ser aquel joven que fui una vez... —murmuró sin mirarla a los ojos—. Cambié, entré en el equipo de fútbol, conseguí graduarme, conseguí entrar a la universidad y ahora con casi 19 años estoy dando grandes pasos hacia adelante. Estudio lo que siempre he deseado en la universidad, estoy en un equipo de fútbol y me divierto con mis amigos... —Y ahí, la miró—. Contigo... Pero ese pasado, esa persona que me convertí... Ya lo has visto ayer, Abby... Sigo siendo igual.

Y esperó a que Abby se marchase. Porque sabía que ella había sufrido mucho en el pasado y en el presente y ahora tendría miedo de él.

El labio inferior de Mike empezó a temblar y deseó que ella se quedase junto a él, que se quedase a su lado y que le demostraría que fue solo una época y que era por la rabia que tenía en su interior por un dolor que no se eliminaba fácil.

Pero pasaba algo extraño y era que Abby no se movía de allí.

No se había espantado. Estaba quieta, mirándolo a los ojos mientras el viento continuaba moviendo el largo cabello de la joven.

—Aún sigues aquí... —murmuró como si eso fuese la mayor sorpresa.

Pero, ante la sorpresa de Mike, Abby le preguntó;

—¿Que pasó?

Él, sin entender a que se refería, cuestionó;

—¿Que?

Abby dio un paso hacia él y aclaró;

—Antes de todo eso. ¿Que ocurrió en tu vida, Mike?

Y ahí si lo perdió por completo.

De todas las posibles cosas, desde que ella se marchase, hasta creer que no lo volviese a mirar nunca... No se esperaba que ella le hiciera la pregunta que más daño le hacía, que leyese su mente y supiera que, para llegar a eso, había algo más en su pasado. Algo que le hacía y mucho daño.

Abby lo comprendía mucho más de lo que él se imaginaba y si ella no era la mujer perfecta para él, nadie podría serlo.

Le brillaron los ojos al escuchar esa pregunta y nunca se sintió preparado para ello, pero entonces, se sentó en las mesas de madera que había en ese lugar y suspiró mientras que Abby se acercaba y se quedaba de pie, mirándolo.

—Jenny.

Ante la respuesta de él, la joven se quedó callada mientras recordaba la foto de aquella mujer joven rubia con Mike y observó a ese joven.

Esperó pacientemente a que él le diese una respuesta.

—Así se llamaba mi hermana.

Y entonces, todo empezó a encajar.

¿Pasado? ¿Había hablado de ella en pasado?

Aquello dejó mucho más dudosa a una Abby que empezó a imaginar mil cosas y no sabía cual sería la respuesta, pero le dolió el tan solo imaginarse el dolor que había vivido Mike.

—Era una gran estudiante. Le fascinaba el ballet y su objetivo era irse a la prestigiosa academia de baile de Londres. Esa era su meta y podría haberlo conseguido —susurró. —Éramos uña y carne... Mellizos. Yo nací unos minutos antes que ella... Por ese entonces, mis padres se llevaban bien y estaban unidos... Una familia unida.

Abby lo escuchaba y Mike nunca había conocido a nadie que lo escuchase tan bien y le diese todo el espacio posible como en ese momento con Abby.

Para él, Abby era la mujer perfecta, una Diosa que nadie podría alcanzarla y él era un afortunado por estar junto a ella. Por conseguir que ella utilizara su tiempo para estar junto a él... Experimentando juntos.

—Pero un día, llegó tarde a casa una noche. Había salido tarde de su prueba de baile para entrar a la academia... Estaba a punto de cumplir 16 años. Estaba hablando con ella por teléfono, era tan testaruda. Le dije que iría a recogerla, que se me había hecho tarde en el maldito cine y ella se empeñó en que vendría sola. —Mike negaba una y otra vez hasta que continuó. —Le dije mil veces que no, y aún así ella me dijo que el edificio donde se hacían las pruebas estaba cerca de casa. Cuando llegué a casa, mis padres me dieron la mala noticia.

Se quedó totalmente callado durante largos segundos, incluso minutos, tratando de evitar que las lágrimas salieran de sus ojos una tras otra y no pudiese parar la cascada que le caería encima. Era demasiado doloroso sacar eso a la luz, solo lo había hablado con su psicóloga y no lo había hablado ni siquiera con su padre porque era demasiado doloroso incluso para su padre recordar todo aquello.

Mike suspiró mientras que Abby se sentaba al lado de Mike, en aquella mesa con aquellas vistas. El joven rubio observó las manos y empezó a toquetear la pulsera que la joven que lo acompañaba y lo escuchaba le había entregado hacía casi 24 horas. Parecía que le ayudaba a pensar, a centrarse, aunque en ese momento era lo suficientemente doloroso como para explicarlo.

Y entonces notó la mano de Abby sobre una de sus manos y la acarició con cariño, atrayendo a un Mike que estaba totalmente perdido en ese instante. Y cuando la miró a los ojos, Abby vio aquellas lágrimas que Mike llegaba aguantando tanto tiempo.

—Un coche la atropelló al saltarse el semáforo y... No llegó viva la hospital.

—Oh, Mike —contestó Abby, pegándose más su cuerpo al suyo.

Y lloró.

Lloró como nunca mientras que aquella joven lo abrazaba con dulzura y sin decirse nada, tan solo estando ahí, juntos. Se estaban congeniando mucho mejor que con ninguna otra persona y en ese momento, si él no lo supo antes, lo supo en ese momento; ella era la persona idónea para él.

Y entonces, como si fuese algo que esperaba escuchar de otra persona que confiaba, Mike escuchó a Abby decirle;

—No tienes que sentirte culpable por eso. Tu no tienes la culpa.

Mike carraspeó como podía y susurró;

—No debí ni siquiera ir al cine ese día.

—Pasó, por desgracia... Pero no tienes la culpa, Mike.

Él se abrazó mucho más fuerte a ella, aferrándose como si Abby fuese la llave de su futuro o esa parte que le hacía falta a su vida. Y se quedaron un largo rato así.

Y Abby no se alejó de él ni un solo segundo. Tan solo estuvo ahí, como tanta falta le hacía a Mike.

Mike se estaba abriendo emocionalmente a ella, a la única persona de la que se había abierto por completo. Y solo fue a Abby. Como ella lo hizo con él hacía semanas.

—Desde ahí, todo lo que se arrastró... Mis padres se separaron, escuché que era por temas de infidelidad, no sé de parte de quien pero ya no se podían ni ver y yo... Me metí en peleas con otros hombres porque era un idiota.

Pero Abby le dijo;

—El pasado nos hace fuertes... —Lo obligó a mirarla a los ojos y cuando Mike clavó sus hermosos ojos azules ahora llenos de lágrimas hacia los ojos dulces de Abby, esta respondió. —Tuviste una mala época, pero ya no eres ese hombre. Ya no. Lo de ayer con Roman pasó porque te provocó, quería que hicieras eso para fastidiarte. Pero yo no me voy a ir a ningún lado, Mike.

Aquello era lo que más lo tenía sorprendido.

—¿Vas...? ¿Me aceptas tal cual? —cuestionó. —Abby, no soy ese hombre perfecto...

—Y no quiero que lo seas. Tan solo sé tu mismo.

Él sonrió por ello y entonces recordó la pulsera con la que llevaba casi un día con ella puesta mientras el sol desaparecía tras los árboles.

Y apenado, dijo mirando hacia la pulsera;

—Ya te he confesado lo mío, supongo que deberé devolverte la pulsera.

Pero ella lo frenó.

—Quédatela. Me hace más ilusión que la tengas tu.

Feliz por ello, sonrió feliz y sin dejar de mirarla a los ojos, le contestó;

—Date la vuelta.

Aquello la dejó con miles de dudas.

—¿Por?

—Solo hazlo.

Ella hizo lo que él le había dicho y este, cuando se aseguró de que Abby no miraba, sacó de su chaqueta aquella cajita. La abrió para sacar el collar que había dentro y luego, haciéndole hacia un lado el suave cabello de ella, le colocó el collar ante la sorpresa de la universitaria que no se esperaba aquello.

Al tocarlo, observó que era una cadena plateada con una letra colgando que ponía "A", pero lo que más le gustó fue que, al darle la vuelta, ponía "que nadie apague tu luz".

Y ella sonrió, feliz, como nunca antes lo había sido y desde hacía unos meses empezaba a sentir esa felicidad.

Ella se giró para mirarlo sin dejar de observar el collar y dijo;

—Me en...

Pero la frase no la acabó cuando Mike estampó sus labios sobre los de ella, besándolos con amor mientras el ambiente natural y mágico de ese lugar hizo que esa pareja acabase besándose bajo aquella manta de árboles mientras las luces de las farolas que estaban cerca de ellos se encendieran.

Mike la acostó sobre aquella mesa de madera, haciéndose paso entre las piernas de ella y continuó besándola mientras el lugar les dejaba todo el espacio que les hacía falta. Sin importar el tiempo, sin importar nada más que ellos 2.

Tan solo dejando que el momento se consumiera lentamente, aunque cuando estaban juntos, el tiempo pasaba volando.

🏈

Abby abrió la puerta de su casa con una sonrisa de oreja a oreja mientras no dejaba de pensar en lo que había pasado esa tarde. Cada día estaba más enamorada de ese hombre y ya no sabía que hacer con aquella lista. Tan solo quería confesarle sus sentimientos a él.

Pero aquella sonrisa se borró en cuanto vio a Theo salir por la cocina con un traje elegante puesto y ella sabía que significaba. Acababa de venir de ver a sus amigos, aquellos con los que tenía un trato especial y negocios turbios que ni ella quería conocer la verdad.

Se imaginaba que su madre estaría en la ducha, porque no dejaría que Theo se le acercase ni a 2 metros si ella estaba presente.

—Estabas con ese quarterback, ¿verdad? —cuestionó.

Abby no supo que decir.

—Theo...

—Te dije que no quería verte con él, ¿o no te quedó claro?

Se desató la corbata para luego sacarlo y empezar a enrollarlo en su nudillo derecho.

Tragó costosamente saliva mientras no apartaba la mirada de los ojos de ese hombre mientras no paraba de pensar en como saldría corriendo de allí.

—Perdo...

—Cállate —escupió Theo—. El martes tenemos cena en casa del alcalde y no quiero que me hagas pasarlo mal. Es mi amigo y no quiero que piense que tengo una hija que se abre de piernas rápido —respondió con repugnancia mientras le daba la espalda—. Y ponte un vestido elegante, es una cena importante.

Ella asintió para luego ver como Theo se marchaba hacia el salón quitándose la chaqueta y Abby salió corriendo hacia su cuarto hasta encerrarse dentro de él y observando la mochila que tenía preparada para poder, algún día, huir de allí. Pero era más fácil decirlo que hacerlo... Por desgracia.


***

Aquí tenéis un nuevo capítulo de Abby y Mike.

¿Que les ha parecido?

¿El problema con Roman?

¿La confesión de Mike?

¿La relación entre Mike y Abby?

Nos leemos :3

Patri García

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