T R E I N T A Y N U E V E | C E N A 🏈
«Nunca había visto a mi mejor amigo así y no iba a dejar que pasara un infierno»
Mike Lauper
Varios días después, aquel martes en la cancha de fútbol de la universidad, se encontraban en las gradas Abby, Johanna y Mike.
La joven Abby había estado extraña y Johanna trataba de descubrir que le ocurría. Claro estaba en las amenazas de Theo, pero Abby no quería alejarse de ninguno de sus amigos, menos de Mike. Por lo que quería tener una charla con su madre antes que nada.
Mientras, Mike había notado a Abby un poco distante, pero se imaginó que quizás sería que estaría todavía digiriendo todas las cosas que le había dicho el viernes por la tarde. Por eso quería darle tiempo, pero estaba equivocado.
En ese momento, Mike no paraba de mover la pierna sentado en aquellas gradas al lado de Abby desesperado por el entrenamiento de ese día. Tenía ganas de asistir, pero estaba suspendido hasta 3 semanas cumpliendo así los 3 partidos, por lo que tan solo podía animar a su equipo hasta que llegase el día.
Jonathan se encontraba ensayando una jugada que el entrenador quería hacer para ensayar para el partido del próximo sábado.
—By, ¿estás bien? —preguntó Johanna preocupada por su amiga.
Abby, al mirarla, asintió mostrándole una sonrisa.
—Si, tan solo un poco cansada.
—Si pasa algo en tu casa, ¿me lo dirías? —cuestionó la joven, preocupada por su mejor amiga.
Y cuando Abby la miró, asintió tras costarle bastante tiempo en hacerlo.
No sabría ni por dónde empezar, o si al contárselo, Johanna iba a asustarse por ello. Por lo que prefirió cargar con todo ese peso para ella sola. Pero Abby aún no era muy consciente de que no estaba sola.
—¡Venga, Ed! ¡Sabes que así no es la jugada! —gritó Mike poniéndose cada vez más nervioso y negando al ver como el equipo jugaba de mal en peor para ser sol un entrenamiento.
Abby y Johanna se miraron entre ellas y rieron por ello para luego ver el entrenamiento.
—Jonathan le gustaría dedicarse a esto.
—¿Al fútbol? —preguntó Abby al ver a los deportistas jugando y Mike gritando a su lado, pareciendo que él era el entrenador.
Johanna asintió.
—Tiene alguna oferta, pero dice que quiere centrarse en la universidad y mejorar como jugador.
Abby sonrió mientras Jonathan tomó el balón en el aire y empezó a correr mientras Mike gritaba, animando a su mejor amigo.
—Será un gran jugador, Johanna.
Ella sonrió.
Jonathan corrió como nunca tratando de llegar al final, esquivando a jugadores de su equipo. Un defensa trató de hacerle un placaje, pero él cambió de dirección de manera tan brusca que algo se rompió en él, haciendo que soltase el balón y cayese al suelo.
El grito tan fuerte que pegó fue tan ensordecedor, que todos sus amigos se levantaron, el entrando corrió hacia él y sus compañeros lo rodearon imaginándose lo que sucedía.
Jonathan, sintiendo ese dolor tan fuerte en su rodilla derecha, lo tocó con fuerza como si así ayudase a bajar el dolor, pero no sirvió.
—¡Jonathan! —gritó su novia Johanna, corriendo por el campo tras bajar de tres en tres los escalones de las gradas—. ¡Jonathan!
El entrenador llamó al médico que empezó a correr por el lugar con su mochila, pero Johanna llegó antes y vio a su novio con lágrimas de dolor, sin poder levantarse por la lesión.
—Jonas, ya viene el médico.
—Hay que llevarlo al hospital. Ya —contestó el entrenador y haciendo que todos se alejasen de Jonathan.
El médico llegó y lo atendió, pero la rodilla del pelirrojo no tenía buena pinta. Mike se acercó a su amigo, tratando de consolarlo, pero no servía de nada. Jonathan se había roto, tanto física como mentalmente.
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—Tienes una rotura del ligamento cruzado anterior —contestó el médico mirando la radiografía que acababa de hacerse Jonathan.
El joven se tapó el rostro con una mano mientras su novia se encontraba a su lado, tratando de consolarlo como podía.
—Joder... —susurró el jugador.
Johanna, que sabía lo que significaba el fútbol para Jonathan, sintió como si alguien le clavase algo en su pecho al ver el fuerte significado de la lesión que su novio y mejor amigo tenía en ese momento. Significaba mucho más tiempo sin poder jugar al fútbol, pero Jonathan no sabía muy bien ese significado de la lesión y tan solo quería saber por cuanto tiempo estaría sin poder practicar su deporte favorito.
Y tanto fue así, que Jonas preguntó;
—¿Cuando volveré a jugar, doctor?
El hombre, quitándose las gafas de cerca, miró al joven promesa del fútbol y arrugando su frente dijo;
—Moore, no sabe la gravedad de su lesión. —El doctor conocía bien a todos los jugadores del equipo de fútbol de la universidad, y eso significaba conocer bien a Jonathan, a pesar de que llevaba tan solo unos meses en el equipo universitario y era toda una joven promesa—. Tienes una rotura en la rodilla, debes operarte y tras la operación, estarás 7 meses de baja y rehabilitación antes de volver a pisar un campo de fútbol.
Aquellas palabras fueron como tocar un cristal roto para Jonathan, que no se esperaba tal respuesta.
Johan, sin poder hablar, tan solo dejó que entre ellos hablasen para poder hablar en privado con su novio. Lo conocía tan bien que sabía su mal genio cuando pasaba una muy mala temporada, lo conocía desde toda la vida, se había criado juntos, habían sido vecinos toda su vida, habían ido juntos al instituto y ahora a la universidad. No había ni un solo momento que ella no se acordase de un momento en el que no estuviese Jonathan a su lado. Fueron toda la vida mejores amigos, hasta que hacía pocos meses comenzaron una relación de pareja después de 18 años.
Y ver sufrir así a su novio fue tan doloroso para la joven, que se le notaba en su rostro.
—¿Que? Pero... —Trató de decir el pelirrojo.
Pero el doctor se adelantó;
—Jonathan, este tipo de roturas son las más duras que un deportista puede tener. Pero tras la operación y rehabilitación, volverás a jugar como siempre.
Jonathan todavía seguía digiriendo todo el tiempo que tendría que estar sin jugar.
Era tanto, casi una vida para un deportista.
—Pero... Yo no tengo 7 meses, doctor. Estoy empezando, ¿qué haré con las oportunidades? Los equipos no van a esperar.
El doctor había visto lesiones así en su vida, y sabía lo duro que era para un deportista. Sobre todo, cuando este tenía 19 años y su carrera solo acababa de despegar. Pero la vida era dura y lo único que ahora podía hacer Jonas, era adaptarse a lo que la vida le estaba diciendo.
—Ahora tu cuerpo te pide tiempo. —Miró a los 2 universitarios y dijo. —Los dejo a solas y traeré los papeles para concertar una fecha y hablar con el entrenador.
Johanna le dio las gracias ya que Jonathan estaba tan enfadado y decepcionado que no quería ni mirar a nadie.
La joven se puso delante de él en la camilla que estaba sentado con la pierna inmovilizada y dijo;
—Jonas, todo saldrá bien, ya verás. —Tomó las manos de su novio y murmuró. —No será fácil, pero juntos lo conseguiremos. —Al ver que no hablaba y no la miraba, continuó. —Sabes que si...
—Ahora no, Johanna. —La interrumpió.
Dijo su nombre completo, lo cual solo lo hacía cuando estaba enfadado o preocupado. Y en ese caso estaba más enfadado que otra cosa.
Por eso ni la miró. No quería saber nada de nadie y esa lesión era tan fastidiosa, que toda la vida entrenando para ganar oportunidades se resumía en 7 meses de baja. Lo cual ningún equipo lo querría a un jugador que estaba roto.
—Pero, Jonas, sabes que si quieres hablar...
—¡Ahora no, joder! —Le gritó. —He fastidiado mi vida deportiva. No estoy de un maldigo humor ahora —contestó mirándola a los ojos.
Y Johanna vio a ese Jonathan que solo había visto una vez.
Sabía que estaba muy enfadado, había destrozado su vida deportiva. Pero para Johanna sabía que no era así, que ahora solo estaba de malhumor y que los equipos no iban a dejarlo de lado por eso. Esperarían por él. Pero Jonathan estaba muy negativo en ese instante.
—Vale, déjame acompañarte al piso y... —Sabía que no se podía hablar con alguien que ahora mismo no estaba en condiciones de hablar.
Y Jonathan negó, sin dejarla acabar, mirando hacia sus manos mientras le retiraba la mano a Johanna.
—No. Llamaré a mi padre y que me venga a recoger. Quiero hablar con ellos y despejarme la mente, irme de aquí unos días —susurró brusco sin mirarla—. ¿De qué me sirve ir a la universidad si no puedo jugar?
Johanna no habló, pero en su mirada se le notaba lo destrozada que estaba de verlo así.
Se quedó ahí, de pie, mirándolo hasta que Jonas le susurró;
—Vete.
—Jonas...
—Que te vayas.
Sin decir nada más, se acercó a él para darle un beso en la mejilla, pero él le retiró la mejilla y Johanna se sintió peor todavía.
Dejándolo solo, salió del despacho y caminó hacia Abby y Mike, que los esperaban en el pasillo del hospital. Ambos, cuando la vieron, se levantaron para dirigirse hacia ella y Abby, por la mirada que tenía Johanna, supo que algo había pasado.
—¿Que ha pasado?
Le costó hablar cuando Mike se lo preguntó y suspiró con fuerza, sin mirarlos a los ojos para observar el piso.
—Se ha roto el ligamento cruzado anterior.
—Mierda... —dijo Mike, sabiendo que eso significaba meses sin jugar.
Pero Johanna negó y quería marcharse, por eso mismo de disculpó al escuchar a Mike hablando con ella. No tenía su mente para nada y las lágrimas parecían querer salir de sus ojos tan rápido como nunca.
Por eso mismo se disculpó y se metió en el cuarto de baño, encerrándose allí un rato y Abby, sin saber que acababa de pasar, miró a Mike para preguntarle;
—¿Que...? ¿Que ha pasado?
Y Mike negó con los labios apretados de saber lo que significaba.
—Jonathan seguro que ha sido Jonathan... —respondió el joven de cabello rubio, conociéndolo muy bien.
—Voy a hablar con ella —murmuró Abby, caminando hacia el cuarto de baño.
Al entrar, se la encontró llorando en una esquina, cerca del lavamanos y, sin decirle nada, Abby la abrazó. Sabía que eso era lo que su mejor amiga necesitaba en ese momento y por eso lo hizo.
A veces, un abrazo era mucho más importante que unas palabras. Y eso Johanna se lo agradeció por completo.
Tanto fue así, que Johanna se aferró a Abby y empezó a llorar, escondiendo su rostro en el cuello de su amiga Abby.
—Todo saldrá bien —decía Abby mientras la acariciaba por la espalda, consolándola.
—Jonathan ahora no quiere ni verme —confesó.
Abby negó al pensar en como se habría comportado Jonathan en ese momento pero prefirió no decir mucho sobre él, solo lo justo y necesario en ese instante.
—Ahora se ha puesto así, pero te prometo que todo saldrá bien. Se ha roto la rodilla, necesita tiempo, pero saldrá bien.
—¿Tu crees?
Y Abby, sin separarse de su amiga, murmuró;
—Confío en ello.
Y se quedaron allí un largo rato, abrazándose en momentos duros, difíciles, cuando más falta hacía una amistad.
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La mansión del alcalde se encontraba imponente al final de la calle más exclusiva alejada del pueblo, como un recordatorio del poder que ejercía el alcalde sobre sus habitantes. Abby conocía bien aquella sensación que les provocaba atravesar la verja de hierro forjado y que la mantenía en constante alerta.
El mayordomo les abrió la puerta principal, y el tacón de sus zapatos resonó contra el mármol del suelo. Su madre caminaba con tranquilidad, fingiendo ser una mujer que de puertas para fuera sabía actuar ante situaciones que, por desgracia, se había tenido que acostumbrar para sobrevivir. En cambio, Theo las seguía de cerca, con su presencia siendo una sombra constante que nunca las abandonaba.
—¡Isabel, querida! —La voz de la mujer del alcalde resonó en el vestíbulo. Rozaba los 50 años, con un cabello rubio recién salido de la peluquería y una sonrisa tan falsa que se notaba en sus ojos, ya que no llegaba allí, porque sus ojos escondían una oscuridad igual que la de su marido el alcalde—. Que vestido tan encantador, ¿es nuevo?
Isabel se había acostumbrado a vivir en ese ambiente tenso para poder seguir adelante para que su hija pudiese salir algún día de ese pueblo.
Pero Abby notó como Isabel forzaba una sonrisa.
—Oh, no. Es que es uno de mis favoritos.
La señora Campbell asintió, con cierta condescendencia y ese ambiente venenoso tan habitual allí.
—Siempre has sabido sacar al máximo a tu... limitado guardarropa.
Isabel no contestó, era mejor así, pero Abby odiaba como esa mujer trataba a su madre.
El comedor principal era una estancia imponente, con una mesa de caoba que podría acomodar fácilmente a 20 personas. Esa noche solo habrían 6 lugares dispuestos. Las velas titilaban en candelabros de plata, proyectando sombras danzantes. Abby no pudo evitar notar como las sombras parecían formar figuras extrañas en las paredes.
Los secretos que escondían en esa mansión eran escalofriantes.
El alcalde apareció, corpulento con una calva reluciente y ojos pequeños. Su hija Alyn lo seguía como un fantasma, con el mismo aire ausente que Abby reconocía en sí misma. Sus miradas se cruzaron por un instantes y, en los ojos verdes de Alyn, Abby vio reflejado su propio miedo.
—Theo, viejo amigo —dijo el alcalde, ya que ambos eran grandes amigos desde siempre—. Tenemos que discutir sobre el... proyecto de expansión —murmuró.
Abby arrugó su frente sabiendo que Theo era un simple trabajador de una gasolinera y no alguien que trabajaba codo con codo con el alcalde. Pero habían cosas que se le escapaban.
En ese momento sintió su móvil vibrar en su bolsillo de su vestido negro de los escasos vestidos que tenía. Era el séptimo mensaje de Mike en las últimas 2 horas. Quería mirar y contestarle, pero frente a Theo te la hacerlo. Sabía que Mike se estaba preocupando y más después de lo que sucedió ese día con la lesión de Jonathan.
—El vino está excelente, ¿verdad, Isabel? —preguntó el alcalde interrumpiendo los pensamientos de la joven—. Aunque supongo que en tu casa están más acostumbrados a bebidas más... modestas.
Isabel mantuvo la compostura, aunque Abby notó como sus nudillos se tornaban blancos alrededor de la copa que su madre tenía en su mano.
—Cualquier vino es bueno en buena compañía.
—¡Por supuesto! —Sonrió—. Hablando de buena compañía, Theo, ¿cómo va el asunto de los nuevos... suministros?
—Todo según lo previsto. —La voz de Theo sonaba profesional, como si trabajase en más cosas que en la gasolinera—. Los canales están funcionando como esperábamos.
Abby volvió a sentir la vibración en su bolsillo y, sin poder resistirse, sacó discreta ente el móvil bajo la mesa. El mensaje de Mike era breve y se notaba preocupado.
Mike; "Por favor, Abby... Me estoy preocupando. Dime algo. Dime si estás bien".
Quiso escribirle y consiguió escribir lo suficientemente rápido para tranquilizarlo y decirle un escueto;
Abby; "Estoy bien".
—Guarda ese maldito teléfono antes de que te arrepientas. —Las palabras fueron apenas un susurro, pero contenían toda la amenaza de una tormenta.
Sus manos temblaron y guardó su móvil. Por el otro lado, Alyn la observaba con una mezcla de compasión y resignación. Ella también llevaba las marcas invisibles de crecer en una casa donde las paredes tenían oídos.
—Abby, no sabía que tuvieses novio. He oído que estás saliendo con el hijo de Kevin —respondió la madre de Alyn, consiguiendo que Abby casi escupiese el agua que acababa de tomar.
Theo la miró con rostro de pocos amigos y Abby trató de salir de esa escena lo más rápido que pudiese.
—Oh... No, no tengo... novio —murmuró, y se odió decir aquello en voz alta, pero era mejor que cuanto menos supiesen de Mike más seguro estaría él.
Y el alcalde habló;
—Pero, he visto vídeos donde salías con cierto quarterback de la universidad —murmuró.
Y entonces, mintió como últimamente acostumbrada para poder protegerse, aunque esta vez, estaba protegiendo a Mike.
—No era yo. Hay otra universitaria que se parece mucho a mi y nos confunden —mintió sin temblar la voz.
Y ambos asintieron por ello, mirándose mutuamente.
Theo la miró unos segundos y luego dejó de hacerlo cuando su mejor amigo volvió a hablarle.
—Por cierto, Theo, ¿has considerado mi propuesta sobre el nuevo proyecto en el muelle? —cuestionó.
Y Theo, aunque estuviese trabajando actualmente en una gasolinera, hubo una época que fue empresario. Por malas decisiones de su vida las cosas cambiaron, pero gracias a que su mejor amigo era alcalde, quizás eso estaba por cambiar.
—Estoy evaluando los riesgos y beneficios —contestó de manera calculada.
La conversación continuó en ese baile de palabras codificadas.
Abby observaba los cuadros en las paredes, retratos de antepasados Campbell que parecían mirarla con desprecio. El reloj del comedor marcaba cada segundo con un tic tac que resonaba en su cabeza como un martillo.
Fue ahí cuando el alcalde se reclinó en su silla, satisfecho como siempre.
—Theo, ¿que te parece si discutimos los detalles de nuestra colaboración en mi despacho?
Mientras los hombres se retiraban, Abby sintió que podía respirar un poco mejor, aunque la preocupación por Jonathan y Johanna seguía ahí. Alyn se acercó a ella mientras sus madres fingían interesarse por las cortinas del comedor.
—¿Estás bien? —susurró Alyn.
Abby asintió automáticamente, el mismo gesto que había perfeccionado durante años. Pero algo en los ojos de Alyn, algo en la forma en que sus manos temblaban ligeramente al sostener su servilleta, le dijo que ella entendía. Entendía el miedo constante, la vigilancia perpetua, el arte de existir en las sombras de hombres poderosos.
Porque Theo, aunque no lo pareciera, era también uno de ellos.
Y Abby empezó a temer por Mike si seguía a su lado.
***
Aquí tenéis un nuevo capítulo de Abby y Mike.
¿Que les ha parecido? La lesión de Jonathan?
¿La forma de tratar a Johanna?
¿Mike y Abby?
¿La cena?
Nos leemos el lunes :3
Patri García
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