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T R E I N T A Y C U A T R O | A T E N C I Ó N 🏈

«Empezaba a sentir cosas que nunca había experimentado»

Mike Lauper

Tras las vacaciones de navidad, enero llegó por lo alto y una joven Abby paseaba por los pasillos de la universidad tras haber sido acompañada por Mike, esta vez desde su coche.

La joven abrazaba a su carpeta como siempre, con la gran diferencia de que lo hacía con una inmensa sonrisa en su rostro. No sabía si era por los acontecimientos de esa navidad, donde había perdido su virginidad, donde por fin había sabido lo que era sentirse cuando alguien te hacía sexo oral, ir a fiestas, tener amigos o incluso bailar con alguien hasta tarde... Con alguien que te gustaba. O por ese beso que dejó sin aliento a Abby en cuanto Mike la vio llegar a su coche, en ese escondite secreto.

No sabía a qué se debía esa sonrisa, pero Mike estaba más que feliz de verla así, sin ningún rastro de esos ojos tristes y con esa enorme sonrisa que se prometió sacar más a menudo. A pesar de que Theo seguía allí, él no iba a permitir que nada le ocurriese a Abby y se aseguraría de que estaría bien y disfrutaría con sus amigos. No iba a volver a estar sola, como había estado acostumbrada durante tantos años.

Mike se encontró con ella de nuevo frente a frente. Uno en la puerta de cada clase, antes de despedirse en un movimiento de manos y ser Abby la primera en entrar mientras la mirada de Mike seguía clavada en su rostro. Ambos se sentían en una nube y era prácticamente imposible bajar de esa nube tan rápido.

Abby siguió pensando en ese rubio, que la traía más que loca, cuando el rostro de Uriel se cruzó por su camino. Aquel amigo de su pasado, antes de que se marchase hacia algún lugar alejado de aquel pueblo. Ahora había vuelto, como cuando se reencontraron en la librería hacía pocas semanas.

—¡Abby! Cuanto tiempo —dijo él y se acercó a ella, mientras hacía gala de quitarse la chaqueta y dejar suspirando a algunas mujeres de esa clase—. ¿Qué tal las vacaciones de invierno? —preguntó amistoso, colocando sus fuertes brazos sobre la mesa y prestando toda la atención sobre esa universitaria.

Si bien no tenían las mismas clases y tenían carreras distintas, Uriel había entrado para saludarla antes de irse a otra clase de su carrera. Pero eso no dejó indiferente a ciertas mujeres que observaban a aquel hombre tan atractivo en esa clase y que parecían envidiar cada día más a una Abby que cada día era menos inocente.

Abby, que observaba a lo que fue su amigo de su pasado, sonrió fugazmente, pero no como lo hacía con Mike.

—Bastante bien la verdad —susurró, ahorrándose una sonrisa al recordar todas las cosas tórridas que habían ocurrido en ese invierno—. ¿Y las tuyas?

—Estupendas —dijo, esta vez viendo Abby una sonrisa forzada de él en sus labios, lo que no comprendió—. Me gustaría que quedásemos un día. ¿Te parece bien? Así nos ponemos al día de lo que ha pasado estos últimos años.

La joven se quedó alarmada por ello y lo observó a los ojos estupefacta.

—¿Quedar? —repitió.

Y el joven asintió muy contento por ello, mientras se apoyaba en la silla y sus increíbles músculos se hacían notar en la camiseta que se había puesto.

—Si —respondió como si fuese lo más obvio—. Quiero conocer a la Abby actual, no a la que fue mi vecina antes de irme lejos.

—Bueno, no hay mucho que contar de mi... —comentó, quitándole importancia.

Pero lo cierto es que Abby era una mujer hermosa, y más ese día que parecía que su rostro sonreía mucho más que nunca y se notaba el brillo en sus ojos de que su vida actualmente era mucho más feliz que antes. Mucho más que meses atrás.

Y clavó sus ojos sobre la libreta que tenía debajo de sus manos.

—¿Qué te parece? —cuestionó él, acercándose un poco a ella y siendo Abby la envidia de muchas de las que estaban ahí.

Quiso hablarle de Mike, pero no podía decirle que estaba saliendo con él, porque solo eran amigos con derechos y sabía que si haría tal cosa, quizás Mike no le gustaría la idea. O eso creía ella, que pensaba que Mike sentía que la relación de ellos era solo un rato, pero cuan equivocada estaba Abby...

No sabía cuál podía ser la respuesta de Mike, pero sabía que no quería tener una cita con Uriel, porque aunque Uriel dijese que solo era quedar, habían pasado años como para volver a tener aquella amistad del pasado y Abby no sentía que quería quedar con él. Las cosas habían cambiado mucho entre ambos, más precisamente porque ella se había cerrado en banda y él se había ido lejos durante ocho años. Cosa que jamás Abby pensó en volver a verlo.

—Déjame pensármelo —contestó, no muy confiada en su respuesta y deseando poder tener el valor de decirle que no.

Y entonces él se acercó a su oído y dijo;

—Vale, Abby —susurró, antes de marcharse de allí para ir a su siguiente clase.

🏈

Tras terminar la clase, una hermosa joven salió del pasillo, centrándose en un punto fijo mientras que se dirigía a su taquilla para colocar algunos libros. En ese momento, Uriel volvió a aparecer, tan solo para charlar con ella mientras que Abby sonreía con delicadeza mientras se centraba en su labor. Ahí, Mike, hizo acto de presencia llegando a su taquilla y se acercó a ella sin pensárselo dos veces.

Y el rostro de Abby fue una maravilla por lo sonrojada que se encontraba cada vez que veía a ese universitario rubio. Y un suspiro casi se le escapó de su garganta al verlo y no pudo evitar recordar esas escenas ardientes de ambos.

Mike estaba más pendiente de donde metía las manos Uriel que de aquella joven, mientras que Uriel observaba la reacción de esa joven frente a ese universitario y clavó sus ojos en los de él.

Y a ninguno le hizo gracia verse frente a frente.

—Hola, quiero presentarte a...

—Uriel —terminó el joven mientras que Abby apretó la mandíbula, sintiendo incomodidad en el aire.

Observó fugazmente a Mike, que tenía la vista clavada en la de ese hombre y nunca había visto esa mirada en su rostro. Pero a juzgar por lo tenso que estaba, se imaginaba que no le agradaba Uriel.

Y entonces la reacción de Mike cambió, forzando una sonrisa.

—Uriel, ¿eh? —preguntó él—. ¿De que se conocen?

Uriel sonrió para luego susurrar;

—Fuimos vecinos en el pasado. Casualidades de la vida, nos hemos vuelto a reencontrar.

Mike sabía quien era ya que lo había visto aquel día, cuando estaban todos sus amigos y Abby en aquella librería. Y juró que lo que sintió no le gustó para nada y no quería repetirlo. Pero ese día lo volvió a repetir y mucho peor, porque sentía el ardor, el fuego en su interior y tan solo quería dejar claro quien era Abby en su vida para que se alejase las manos de ella.

Pero él no era así o eso pensaba.

—Así que vecinos... Algo me dijiste, By, pero no lo recordaba —contestó sin apartar la vista de Uriel con una mirada entrecerrada mientras su mandíbula se apretaba.

—¿Y tu eres? —cuestionó Uriel metiendo sus manos en los bolsillos, sin alejarse de Abby.

—Mike —dijo su nombre sin olvidarse de pronunciarlo muy, muy bien y sus cejas se juntaron mientras dejaba en claro quién era Abby en su vida—. El novio de Abby —concluyó, haciendo que Abby casi se atragantase con el agua que estaba tomando en ese momento.

Pero Uriel no se iba a quedar atrás, y lo que dijo no le agradó a Mike, que cambió su rostro al instante.

—¿Sí? Vaya... —respondió con una sonrisa de oreja a oreja—. No te había ni nombrado —terminó diciendo esas últimas palabras muy lentamente y Abby agrandó los ojos, casi atragantándose por esa respuesta.

Pero el rostro del joven rubio transmitía lo poco que le gustaba Uriel y los celos se arremolinaban en su garganta a punto de desear separar a Uriel de Abby, pero no podía evitar hacer tal cosa. Abby era dueña de su vida y Mike lo sabía a la perfección.

Pero no, no le agradaba Uriel. Y si pudiese, le haría un tatuaje en su rostro con su puño.

Y la tensión entre esos dos hombres se hizo más que presente, mirándose como si de dos machos alfas se tratase y Abby deseó que la tierra la tragase y la escupiera lejos, muy lejos de ahí.

—¿A sí? —cuestionó él, observando a Abby por unos segundos antes de volver la vista hacia la de Uriel—. No le gusta compartirme —respondió el universitario.

La joven se rascó la nuca para luego decir;

—Mike. Uriel.

Y Uriel decidió atacar.

—Bueno, querida Abby... —Se acercó a ella, tomándola de la cintura estrecha y acercándola a él, para maldad de los celos de Mike—. Nos vemos. Y espero a que aceptes la quedada.

Y le plantó un beso de dos segundos en la mejilla de la joven para luego alejarse lentamente de ella. Y el rostro de Mike decía que no le gustaba para nada eso.

"Idiota..." —Se dijo Mike a sí mismo mientras apretaba los puños con fuerza y sin entender por qué ese ataque de celos.

Nunca se había sentido celoso por nadie, solo ahora que estaba Uriel rondando por la vida de Abby. Y no le gustaba para nada, pero simplemente fingió una sonrisa a ese hombre y, en cuando se marchó de allí, Abby lo miró a él.

—¿Novia?

Mike la observó y dijo;

—Se te veía incómoda con él —contestó.

—Ya...

—¿Y el beso ese? —preguntó y Abby se tuvo que morder el labio para aguantarse la risa.

—Fue un inocente beso en la mejilla. Y ni siquiera yo se lo pedí. Pero ¿a qué vienen esos celos, Mike Lauper? —cuestionó ahora ella y Mike negó la cabeza, como si le hubiesen dado una bofetada.

—¿Qué celos? —dijo asombrado—. No estoy celoso y menos de ese tío —aclaró.

Cosa que ese comentario hizo reír a la joven.

—¿A qué viene ese tono?

—Tan solo digo que no estoy celoso —repitió, como si decirlo muchas veces se aclarase a sí mismo que eso no eran celos.

Pero lo cierto es que si lo era.

—Pues parece que sí —contestó, tomando un libro de su taquilla—. Uriel fue un amigo mío del pasado, no por eso implica que sea mi amigo a día de hoy. Y, además, sí que estabas celoso —concluyó, cerrando su taquilla para luego comenzar a caminar hacia la clase de contabilidad no sin antes girarse nuevamente y susurrarle. —Y... estabas muy lindo —bromeó, dejando a un Mike totalmente sonrojado por ello.

Pero Mike no iba a terminar esa conversación ahí y la siguió.

—¿Lindo? ¿Te parezco lindo? —preguntó haciéndola sonreír mucho más—. Yo prefiero hacerte sentir ardiente, sudorosa y con poca ropa.

—¡Mike! —gritó ella divertida. —Solo faltaba que se la sacaran para mirar a ver quién la tenía más grande —contestó, obvia y a Mike le hizo gracia su comentario.

Y fue justo ahí que sus manos salieron de sus bolsillos e hizo un gesto sobre sí mismo, dándose palmadas en el torso.

—Obviamente yo. No hace falta ser un experto para saberlo.

Lo dijo como si nada y a Abby la alarmó, mirando hacia todos lados y esperando que los universitarios no lo mirasen por lo que estaban hablando. Pero Mike era muy abierto en ese sentido y le daba igual si la gente lo escuchase.

Y entonces, Abby decidió ser un poco bromista y fastidiar un poco a ese joven rubio con quien había tenido sus primeras veces.

—Bueno... eso no significa que no la sepa utilizar —bromeó para sacarlo de quicio.

Y vaya la cara que había puesto Mike por eso mismo.

—¿Cómo?

La joven volvió a pararse en medio del pasillo y miró hacia todos lados, mientras que Mike solo la miraba a ella, esperando a ver qué era lo que iba a decirle. Poniendo toda su atención en ella.

Y Abby rio como nunca.

—Eran bromas —susurró obvia.

Pero Mike tenía otros planes para ella, para demostrarle que la podía dejar sin aliento en unos minutos.

Así que él, con la mirada sobre la joven algo menos inexperta, dijo;

—Acompáñame —respondió, tomándola de la mano.

—Espera, ¿a donde vamos? —cuestionó la universitaria mientras todos los alumnos los miraban a ellos y la extraña pareja que hacían.

—Vamos a mi casa a hacer un examen sorpresa —contestó, haciendo que Abby se sonrojase y su rostro se mostraba aquella sonrisa que tenía desde que conocía a ese hombre.

—Exámenes así no me importa hacerlo todos los días —susurró Abby en tan baja voz que Mike apenas la escuchó.

Juntos de la mano, caminaron por el pasillo para dirigirse al coche de Mike y olvidarse del resto de clases de ese día.

🏈

La cama se movía con fuerza, haciendo un ruido increíble que no era nada comparado con los gemidos de Abby, mientras que de fondo se escuchaba Blinding light de The Weeknd ya que Mike tenía esa canción de tono en su móvil.

Ninguno hizo caso del móvil y los dos seguían con ese delicioso placer del sexo entre ellos.

Ambos habían llegado a la casa de Mike comiéndose a besos, tirando toda su ropa por el suelo del cuarto del joven y él llevándosela sobre su cama.

Estaban muy ardientes y parecían no importarles nada del exterior, olvidándose del ruido que hacían sus cuerpos chocándose piel contra piel, el sudor mezclándose sobre sus cuerpos y los besos con lengua que dejaban agotado a cualquiera que los viese.

Mike, que le había levantado las piernas a ella y se las había colocado sobre los hombros de él, para así tener mayor accesibilidad a la entrada completamente expuesta de Abby, gemía y gemía mientras entraba dentro y fuera del sexo de la joven.

El joven le había tomado de las manos de ella, poniéndolas por arriba de la cabeza de Abby, mientras entrelazaba sus manos con las de ella, para que así la joven no pudiera moverse y, mientras Mike estaba arriba moviendo sus caderas de entre las piernas de ella, la universitaria tenía los ojos cerrados consumida por el inmenso placer que él le estaba dando.

Y vaya si sentía la dureza de él entrando y saliendo a una gran velocidad de su interior.

—Abby... mírame —susurró Mike agotado, sin dejar de moverse, deseoso de mirarla.

La besó, la besó muchas veces, en las mejillas de ella, en la frente, en su cuello, pero Abby apenas escuchaba nada y estaba tan absorta en el placer, que lo demás le daba exactamente igual.

Hasta que llegó al final.

—¡Mike! —gritó, sin aguantar más y llegando a un gran orgasmo que la dejó agotada y, a los pocos segundos, le siguió Mike gritando el nombre de ella, cosa que el hombre no le había retirado la vista de encima mientras llegaba al final.

Ambos, sudorosos y agotados, se quedaron juntos, pegados uno al otro y abrazados tras el buen servicio que se habían dado.

El joven bajó las piernas de ella, notando que las tenía muy débiles y, con cuidado, se las colocó en la cama para luego salir de su interior y quitarse el condón.

Se abrazaron y el joven pegó su cabeza a un lado de la mujer y descansaron mientras sus respiraciones volvían a ser tranquilas.

—¿He aprobado el examen? —bromeó, tratando de saber su respuesta.

—Has sacado sobresaliente —respondió totalmente agotada.

Ambos, en esa cama abrazados, hablaron para despejarse y se relajaron juntos. Mike le hacía cariñitos en el cuello con su nariz y la besaba de vez en cuando en su mejilla con una sonrisa de idiota mientras la miraba. Y ella acariciaba una parte de su piel con amor.

Los dos, simplemente, eran ellos.

Abby y Mike.

Mike y Abby.

Daba igual en que orden. Juntos daba la sensación de que eran más fuertes y así era. Eran mucho más fuertes.

Entonces, Mike decidió preguntarle algo que siempre había estado ahí y que tan solo pensarlo, odiaba a la persona que se lo había hecho.

Su mano se colocó sobre el pecho de ella, pero no en un contexto sexual, sino en uno donde temía que algo malo le hubiesen hecho. Rozó con la yema de sus dedos esa marca de quemadura que tenía un poco por encima de su pecho y Abby se estremeció.

—¿Te duele? —cuestionó él, pero ella negó con la cabeza—. ¿Quién te hizo esto?

Abby respiró profundamente antes de mirar hacia el techo, teniendo a Mike pegado a su cuerpo como el aire que necesitaba respirar. Estaban desnudos y ya no les importaba taparse, bueno, a ella no le importaba taparse. Mike nunca le había importado estar completamente desnudo frente a ella.

—Fue hace años, en el instituto —inició ella y él asintió, temeroso—. Habían tres mujeres que estaban siempre juntas. Y me hicieron la vida imposible durante esa época.

Mike se quedó quieto, observando como Abby se abría ante él, pero que sabía que, como Mike, todavía quedaban muchas cosas por contar. Y el miedo en el rostro de Mike se cruzó en su mirada, habiendo pensado que eso se lo había hecho su propio padre, pero no fue así y se cabreó más al saber que tanto había sufrido aquella mujer.

—Que... ¿Qué te hicieron? —cuestionó algo asustado y luego negó con la cabeza—. No tienes porqué responder si no lo deseas.

—No, yo... —Se apresuró a contestar, quería contárselo. —Me viene bien contárselo a alguien que no sea a mi libreta —dijo, dejando patidifuso a Mike por esa libreta—. Hace tiempo, cuando era muy reciente que se burlasen más de mí en los pasillos, una mañana fui al baño. Estaba desierto y entré allí a lavarme las manos. Ahí entraron ellas y cerraron la puerta. Una de ellas empezó a fumar, empezaron a burlarse de mí y, en un forcejeo donde dos de ellas me agarraron, la otra que fumaba me puso el cigarrillo encendido ahí mismo, apagándolo en mi piel... Fue muy doloroso y me dejaron tirada ahí mientras se marchaban riendo por ello.

Mike se aguantó las ganas de maldecir y de encontrar a esas mujeres. Pero se lo ahorró y solo la abrazó con más fuerza para que se sintiera que ahora tenía a alguien con quien hablar.

—Siento que te hicieran eso... Ojalá te hubiese conocido antes de la universidad para que esas idiotas no te hubiesen hecho nada. Ni ellas, ni todos los que se burlan de ti.

Y le vino a la mente esa libreta.

—¿Tienes una libreta? —cuestionó y Abby asintió.

—Para escribir mis problemas. Ya que no tengo a nadie con quien contar, pues una forma de poder sacar lo que tengo dentro es en una libreta. Ahí solo apunto mis preocupaciones, mis miedos y mis problemas —aclaró.

Pero Mike levantó la cabeza, se acercó a esa cicatriz de ella para besársela con mucho amor y luego volvió a elevar la cabeza para quedarse a pocos centímetros de los ojos de ella.

—Acuérdate de que ahora tienes a alguien —susurró. —Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que sea necesario, a Johanna que te quiere como una mejor amiga, a Jonathan aunque sea menos maduro de lo que aparenta y a Emma. ¿Lo sabes verdad? No vas a volver a estar sola.

Y ella asintió por ello.

—Lo sé. Y también quiero que tú lo sepas que yo estoy aquí para lo que necesites, al igual que estoy para ellos... Aunque he estado a punto de fastidiarlo por miedo.

Se refería a lo que ocurrió la última semana del año con Theo.

Él no dijo nada, pero luego empezó a temer contarle lo que no paraba de darle vueltas en la mente casi todos los días de su vida, temiendo que ella se fuera de su vida si se lo contaba algún día.

Se acercó a los labios de esa mujer y los besó con amor.

—Hay cosas de las que aún no estoy preparado para contarte —respondió.

Ella sabía que le había contado más cosas que a cualquiera. Porque Mike solo confiaba en ella y más que confiaría en la joven porque todavía quedaban muchas cosas que contarle a Abby y solo quería contárselas a ella.

La joven se puso en su piel y lo comprendió. Le daría todo el tiempo que necesitase, como si no se lo contaba nunca. Sabía que cosas así no se contaban tan fácilmente, a pesar de que no sabía lo que era, Abby no pudo evitar pensar en la imagen de esa mujer rubia abrazada a Mike y a su padre en muchas de esas fotos que tenían colgadas en la pared de la escalera. Aunque habían más cosas que Mike se avergonzaría por contarle.

—Por cierto, llevo tiempo queriendo hacer una cosa contigo con una manzana... —dijo Mike, poniendo todo su peso sobre el pequeño cuerpo de ella con cuidado, cambiando de tema.

Y Abby sabía que debía darle tiempo, como él le había dado a ella.

—¿Con una manzana? —cuestionó la joven y Mike sonrió, elevando las cejas de arriba abajo por ello.

—Si... —contestó con una voz sensual que hizo arder a Abby.

La joven se mordió el labio inferior mientras que Mike se le volvía a poner dura al ver ese gesto de ella. Pero Abby necesitaba ir al servicio antes.

—Necesito ir al baño, y de paso traigo la manzana. —Le dijo algo apurada y él sonrió comprensivo.

—Vale, te espero aquí. No tardes —susurró, besándola de nuevo en los labios y dejando que ella se levantara de su lado, sintiendo lo vacía que estaba la cama rápidamente sin ella—. Puedes ponerte mi camiseta de fútbol.

Señaló su camiseta que estaba estratégicamente doblada sobre su mesa, junto con su bolsa de gimnasio, ya que vio como ella se empezaba a vestir para no ir desnuda por la casa.

La universitaria , sabiendo que Mike tenía clavada su mirada sobre el cuerpo desnudo de ella, sobre todo de ese trasero redondo de la joven y que lo hacía derretirse a él. Abby se puso esa camiseta con el número 22 y se giró para mirar a ese hombre que juró que se le había cambiado la cara al verla vestida con algo de él.

Y vaya si Mike le había gustado.

Era la primera vez que le prestaba su ropa a alguien, a parte de las veces que le prestaba su chaqueta a Abby para que no tuviese frío. Pero nunca le había prestado su ropa a nadie y al ver a Abby así, juró que amó verla con esa camiseta de fútbol donde ponía el nombre de él en grande a su espalda y que tan grande le quedaba esa prenda.

Y no entendió por qué, se prometió regalarle esa camiseta con la promesa de que ella siempre se lo pusiera en sus partidos de fútbol.

Ahora empezaba a entender porque Jonathan quería que su novia llevase su camiseta de fútbol en todos sus partidos.

Y deseó hacerlo con Abby.

—Joder, te queda... Uff, perfecto —susurró, mientras se mordía el labio atenta mirada de Abby, que entreabrió los labios mirando como ese hombre la dejaba peor por cada gesto, cada mirada, cada frase.

Salió corriendo del cuarto al ver que Mike empezaba a levantarse para tomarla ahí mismo por ese gesto, pero tenía cosas más importantes que hacer y necesitaba ir urgentemente al cuarto de baño.

Abby fue al baño y al salir, bajó las escaleras con una gran sonrisa en el rostro, dirigiéndose hacia la cocina para así tomar la manzana y entregársela a Mike.

Y cuando entró a la cocina, frenó rápidamente al encontrarse con alguien sentado sobre la isla de la cocina y tomándose un café mientras miraba el periódico. Los ojos de ambos se conectaron y, tanto ella como él, no supieron que decir.

El silencio se había incluido en el ambiente y lo peor estaba por llegar, al escuchar ambos la voz de Mike llamando a Abby con indirectas sexuales.

—Estás tardando mucho y la cama se enfría sin ti, Abby —decía, acercándose más la voz y, al entrar en la cocina mirando a Abby.

Se quedó callado y completamente desnudo, mirando a la persona que los miraba a los dos.

Tan rápido como lo vio, se tapó como pudo y tragó saliva nervioso.

—Papá...


***

Y aquí tenéis un nuevo capítulo de Abby y Mike.

¿Que les ha parecido?

¿La escena del final?

¿Lo que se viene ahora?

Él próximo capítulo será largo, así que prepárense ;)

Nos leemos el jueves.

Patri García

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