D I E C I S É I S | P R O P U E S T A 🏈
«Ya está. Se había acabado y, aunque sabía que tarde o temprano iba a pasar, no estaba preparada para ello»
Abby Payne
La joven salió rápido del campus para tratar de llegar a tiempo a la quedada con Mike, el cual le dijo por mensaje que ya la estaba esperando en la cafetería que habían acordado reunirse.
En su carrera por las calles de aquel lugar, mientras trataba de no llegar tarde a pesar de que se había entretenido en su última clase del día, su mente iba pensando en otras cosas que no debía. Como lo que le repetía su padre día y noche, haciéndola sentir inferior por aquel mismo tema de siempre.
Por el mismo tema por el cual ella no tenía amigos, nunca había tenido novio, ni mucho menos una relación íntima.
"Le asqueas a todo el mundo. Nadie te querrá en la vida porque les repugnas" —recordaba las palabras de Theo que le repetía siempre.
Le hacía sentir menos persona, a pesar de que tomaba medicación para ello. Pero ya se lo repetía tantas veces que hasta ella se lo pensaba. Y se sentía peor persona cada día que pasaba y no se lo confesaba a ninguno de sus amigos, sobre todo a Mike.
Es por ello que, cuando llegó a dicha calle donde se encontraba la cafetería en la que habían quedado, Abby se quedó fuera del escaparate del lugar y vio como Mike estaba mirando la carta mientras la esperaba a ella tranquilamente.
Verlo allí con aquella ropa del equipo que solía ponerse y ese rostro tan perfecto, le hizo pensar que no estaba siendo sincera para nada con él. Que temía decirle la verdad sobre ella, que temía que se burlase y le hiciera un gran vacío como en el pasado. Pero él merecía saberlo si quería seguir siendo amiga de él o no.
Quizás ni quería acercarse más, quizás haría que las únicas amistades que tuviese se alejasen de ella... Pero merecían saberlo, sobre todo Mike y Johanna. Pero no sabía en que momento decírselo a ambos.
Era ese día o nunca, por lo que sus nervios empezaron a juntarse y entró en la cafetería, al más estilo ochentero con sus sofás rojos y los trabajadores con aquellas ropas del mismo color. Miró a Mike, el cual seguía despistado hasta que este levantó la mirada y Abby juró que sus ojos brillaron nada más verla.
—¡Abby! —dijo levantando su mano, levantándose del asiento.
Para la sorpresa de la universitaria, Mike la tomó de las caderas y acercó su rostro perfecto sobre el suyo, para dejar un casto beso en la mejilla de la joven quien se quedó sin aire. No sabía como reaccionar cada vez que él le hacía eso, pero aquel día colocó sus manos sobre los hombros anchos del deportista y disfrutó de ese momento como nunca.
Cuando Mike se alejó de ella dejando que se sentase primero en el sofá que había frente al suyo, Abby dijo;
—Siento llegar tarde. El profesor se extendió en las explicaciones de contabilidad —respondió sin aquellas gafas tan grandes que solía ponerse, dejando ver mejor a Mike aquellos ojos marrones de Abby que tan loco lo volvían.
Y él negó con la cabeza.
—Podrías hacerme esperar 2 días y seguiría aquí —contestó tan solo para ver como las mejillas de Abby se teñían de rojo.
Y a parte de conseguir aquello, consiguió que se ensanchara una hermosa sonrisa de los labios de la universitaria.
—¿Como vas con el equipo?
Mike negó con aquella sonrisa que siempre mostraba y dijo;
—Bastante bien. Aunque necesito salir de fiesta y desahogarme en una noche de lujuria —bromeó, clavando los ojos azules hacia los de ella.
Abby empezó a imaginarse a ese hombre haciendo ciertas cosas y tuvo que retirar esas imágenes rápidamente.
—Esta... Esta muy bien —carraspeó ella.
Pero Mike ya tenía la sonrisa en su rostro.
Y entonces, Mike se atrevió a decírselo, a confesarle que le estaba sucediendo últimamente desde que ella había llegado a su vida. Pero Mike solía ser muy directo y no sabía la forma correcta de decírselo a ella conociéndola.
Aunque decidió ser fiel a sí mismo, clavando sus ojos en el rostro tan dulce de Abby para confesarle con cierto grado de nerviosismo;
—Abby, me gustas.
Fue tal aquella sorpresa, que la joven Abby lo miró como si estuviese loco. De todas las cosas que podrían decirle, eso era lo último que se esperaba y más viniendo de un hombre tan atractivo como Mike, ya que ella creía que nunca se fijaría en ella. No solo porque le gustasen los hombres, sino porque ella no era tan atractiva como las demás mujeres. Pero cuanto fallaba...
Abby tenía una belleza única, hermosa, dulce. Muchos hombres en la universidad la miraban más de 2 veces y alguno quería acercarse a ella. Pero como era tan cerrada, era como un muro difícil de sobrepasar. Y Mike estaba logrando hacerse un hueco en esos muros de ella.
—¿Que...? ¿Que? —preguntó sin poder creérselo.
La universitaria tuvo que morderse el labio por el nerviosismo, sin esperarse para nada aquello que él le estaba diciendo. Y Mike no le ayudó tampoco en poder mirar esos labios carnosos de ella que parecían gritar que la besaran.
Deseó tomarla del rostro y estampar sus labios sobre los de ella, saborearlos, experimentar con ellos hasta todo lo que ella le dejase. Eran mil sensaciones en una y cuando la vio en ese gesto, solo pensaba en como sería besarla.
Mike se acercó a la mesa y le aclaró;
—Me atraes bastante y... no me ayuda en nada verte mordiéndote el labio en estos momentos.
Abby dejó de morderse el labio y se tocó el labio inferior con timidez mientras sus mejillas empezaban a arder. Mike tuvo que aguantar la respiración mientras la miraba y juró que algo empezaba a moverse. Carraspeó con nerviosismo dejando de mirar esos labios para mirarla a ella.
—Mike, pero a ti...
No acabó la frase. Así que él elevó la deja y acabó por ella.
—¿Que me gustan los hombres? —Observó el lugar y luego volvió a mirar hacia la joven—. Si... Pero desde hace poco me atrae el sexo opuesto... No se lo digas a Jonathan, porque me matará... Pero todo empezó con Johanna, quizás fue un sentimiento de amistad y lo confundí. Pero contigo... —Estaba abriéndose a ella por completo y, cuando bajó la mirada hacia el escote que llevaba puesto esa tarde, todo parecía caer mucho más rápido—. Joder, Abby... En mi vida me he sentido tan atraído por alguien de esta forma como contigo ahora.
Ella no podía creérselo. Le estaba diciendo uno de los hombres más atractivos de la universidad que le gustaba. Era algo muy nuevo para ella. Nunca se había sentido de esa manera y todo era tan nuevo que parecía caerle en la cara.
No podía creérselo, quizás estaba gastándole una broma por lo que estaba esperando que él acabase el chiste riéndose. Pero no lo hizo.
Estaba diciéndolo completamente en serio, sobre todo por esos ojos que parecían brillar nada más verla.
Aquella química, aquellas ganas que ambos se tenían se podía tocar en el ambiente.
Abby aguantó la respiración para contestarle atravesándole las palabras;
—Mike... No... No es posible.
Y aquello era lo que hizo que Mike se quedase totalmente preocupado por ello. Sabía que era muy cerrada, y se notaba que su autoestima no era muy alta, pero ahora estaba viendo que estaba mucho más destruida de lo que se podía imaginar.
—¿Por qué? A ver... —Sacudió su cabeza para luego aclarar su garganta y continuar. —No te pido nada, tan solo que podamos ir conociéndonos poco a poco. No hay ninguna prisa. —Los ojos de Abby parecían perdidos, como si aquello fuera tan sorprendente para ella que la había dejado de aquella manera. Por eso Mike trató de explicárselo poco a poco—. He notado que también sientes lo mismo por mi. Cuando te toco, cuando te miro, cuando te beso.
La voz, esa voz que le ponía, esas pausas que tenía mientras le decía como se sentía ella cada vez que él le hacía una de esas cosas, fue lo que la dejó totalmente anonadada. Su voz apenas podía salir.
Se notaba de lejos.
Pero Abby observó los labios de Mike y lo que se imaginó que esos labios le hacían a ella era completamente un pecado. El mejor de los pecados y deseó poder saborear esos labios, ese fruto prohibido.
—Como ahora que sé que estás pensando como sería besarme —contestó Mike de aquella manera que derretía a cualquiera—. Y yo no he dejado de pensar en poder saborearte en cada rincón de tu cuerpo.
Se quedó sin respiración mirando a ese hombre, a ese hombre que por él tendría todas las primeras veces. Y cuando decía todas, era absolutamente todas.
El ambiente estaba cargado de aquella atracción de ambos y fue tal que Abby tuvo que apretar sus piernas entre aquella falda que llevaba puesta para no sentir tan fuerte el latigazo que le estaba dando en cierta zona íntima.
La camarera de unos 40 años vino a socorrerla para no seguir pensando en cosas que no debía y ambos pidieron unos batidos para aquella conversación ardiente que iban a tener.
Al poco de marcharse la camarera, la joven tomó la carta de los cafés y empezó a abanicarse con fuerza.
—Los amigos no se acuestan entre ellos.
Mike, ante la respuesta de Abby, sonrió para contestarle;
—Bueno, depende de que tipo de amigos... —Al ver que Abby estaba cada vez más calurosa, decidió decirle. —No te pido que lo pienses ya, pero podemos experimentar ambos...
—Mike. —Lo cortó rápidamente.
Y entonces lo pensó. Pensó realmente que debía confesárselo ya, que era necesario para saber si él quería seguir a su lado. Porque sabía que en cuanto lo hiciera, él se alejaría de ella, que aquella oportunidad se le estropearía. Pero Mike debía saberlo. Debía decírselo y que él conociera la verdad de ella.
Él le dio espacio para que pudiese hablar y lo hizo;
—Tengo... que decirte algo antes y créeme que en cuanto lo sepas, me dejarás de hablar y te olvidarás de todo lo que me estás pidiendo ahora.
La mirada de ella era totalmente fría, distante y temerosa de lo que él podría pensar.
Mike lo notó y tan solo dijo;
—Nada me hará cambiar de idea, Abby.
—Si, lo harás.
Mike se quedó callado y le dejó todo el espacio para que pudiese hablar.
Abby se tomó todo su tiempo, suspirando por lo que estaba a punto de confesarle y temía realmente la reacción de él. Realmente temía que él se levantara de ese lugar y la dejase para volver a su vida de antes, solitaria, aburrida y monótona.
Sabía que si se lo confesaba, diría adiós a las quedadas con ellos, adiós a una bonita amistad como la de Johanna, adiós a seguir conociendo a Mike. Y temía volver a la misma rutina anterior, pero era mejor que seguir ocultándoselo. Merecía saberlo.
—No tengo ningún tipo de experiencia, Mike. Ni siquiera he besado a nadie con 18 años —respondió ella con la voz algo temblorosa.
Mike, en cierto punto, se lo esperaba, y negó sin importarle aquello.
—No me importa. Quiero que experimentes conmigo.
Abby juró que volvía a sentir aquel ardor cada vez que él le hablaba de aquella manera.
—No, no es así... Yo... —murmuró mirando hacia la carta tras dejarse de abanicar y lo volvió a mirar—. Hay un motivo por el cual me he encerrado en una burbuja yo sola y no tuviese amigos... —Suspiró y continuó. —Yo...
El estruendo de unos platos rompiéndose y haciéndose añicos en el suelo, la hizo asustarse, recordarle lo que vivía en casa con su padre y lo que ella no podía tener. Como unos amigos como Mike, Johanna y Jonathan. No podía hacer eso y la hacía temblar. Quizás era mejor así, que nadie la conociera y no supiera nada de sus problemas.
Entonces fue ahí cuando vio que era mala idea confesárselo y lo miró a los ojos para decirle;
—Fue una mala idea...
Fue a levantarse, cuando la mano de Mike se posó sobre la de ella con cariño y le contestó;
—Abby, puedes confiar en mi. Alguien se le cayó algún plato, no pasará nada aquí.
La joven soltó todo el aire que tenía en los pulmones, miró el lugar y era un sitio seguro. Un camarero empezó a recogerlos trozos de platos rotos y Abby empezó a relajarse después de todo. Se sentó nuevamente.
Al mirarlo, Mike la notó mucho más nerviosa que nunca y hasta juraría que estaba temblando. Pero las manos de Mike se pusieron sobre las suyas para relajarla.
—Soy VIH positivo, Mike.
Aquello lo dejó totalmente callado y lo miró esperando ver una reacción pero no vio nada.
Esperaba una muestra de asco, repugnancia, de sorpresa, algo que le dijese que es lo que ese hombre estaría pensando. Pero no vio absolutamente nada.
Nada y no supo como tomárselo.
Temía que él estuviese en silencio y se marcharse, le dijese varias cosas o viese algo fuera de lugar. Pero nada. Absolutamente nada.
Entonces, por miedo, ella dejó de mirarlo para ver la carta que tenía frente a ella para resguardarse y ya sabía que había fastidiado aquella amistad, aquel algo que ambos tenían.
—Nací así, pero no tengo sida. Sigo un tratamiento para no llegar a más y solo tengo el virus y ya ni es visible en mi sangre... —susurró, aclarando algo que no era necesario aclarar.
Pero Mike era un tipo que no le importaba lo demás, que si alguien tenía un problema no era necesario explicarlo.
Y Abby no estaba acostumbrada a personas así.
—Por eso no podemos ser ese tipo de amigos, ni nada más. No merezco la pena y comprenderé que dejemos de hablarnos tras esto.
Dejó la carta y sacó un billete pequeño para pagar el batido cuando se levantó del asiento para abandonarlo allí. Pero nuevamente, Mike la frenó, tomándola de la mano para que se sentase. Y esta vez, Mike fue el que se levantó, creyendo ella que se marcharía de allí siendo él el que la dejara sola. Pero en vez Abby tener la razón, Mike se sentó a su lado para que no tuviese escapatoria.
Tomó aquel billete y, tomando la mano de ella, se lo puso para que se lo guardara.
—¿Crees que eso me importa? ¿Que me voy a alejar de ti por eso? —Negó—. No me conoces aún, Abby. Podemos ser ese tipo de amigos y más —murmuró. —Mereces y mucho la pena, tanto que me tienes completamente loco. Y no sabes la rabia que me da de imaginarme que la gente idiota y estúpida te haya dicho cosas repugnantes para decirme tu a mi eso. —Se acercó un poco más hacia ella, consiguiendo que ella empezara a moverse hacia la pared, pero se quedó retenida allí, sin salida y él se pegó un poco más a ella—. El VIH no se contagia con un abrazo, un beso o una acaricia... Y tomando todas las precauciones indicadas y un tratamiento, no debe porqué preocupar.
Abby negó mientras miraba los labios deseables de ese hombre.
—No quiero correr riesgos.
—No lo vamos a correr —respondió. —Por eso no tienes amigos y quieres estar sola, ¿verdad?
Abby asintió.
Y Mike vio como Abby empezaba a abrirse a él.
—Hubo... Tuve una amiga antes, hacía pocos años. Un día se lo dije y al día siguiente solo había carteles en mi taquilla de que era una apestosa —susurró.
Y el rostro de Mike le explicó absolutamente todo lo que odiaba ya eso. Odiaba que la hubiesen tratado así y que ella se sintiera de esa manera.
—Es una gran idiota.
Y entonces, para sorpresa de Mike, ella empezó a reírse. Quizás por los nervios, pero trató de ocultar su risa tapándose el rostro. Cuando lo volvió a mirar, vio los ojos de Mike clavados en los labios de ella.
—¿Para ti son todos idiotas?
Él hizo una mueca de pensar y luego asintió.
—Los que se burlan, si... Especialmente si te hacen daño a ti.
Hubo un gran silencio en ese momento.
Abby no podía creerse que le acababa de confesar el secreto que más temía que conocieran y no se había alejado de ella. Fue más, se acercó mucho más a ella.
—Si tomas precauciones, no contagiarás a nadie.
Abby no podía creerse lo que él le estaba diciendo.
—¿Aún tienes en mente esa tontería de ser amigos con ciertos privilegios?
Mike elevó la ceja.
—Si y tengo miles de ideas en mente.
Ella negó.
—Estás fatal.
—Abby, mereces descubrir las relaciones íntimas. Saber lo que es el placer, sentirlo, darlo, experimentarlo... Amar no es ningún delito —confesó.
Estaban muy pegados aquellos 2 universitarios.
Pero aquello se rompió en cuanto llegó la camarera con las bebidas y Abby no fue capaz de procesar absolutamente nada. Se esperaba estar ya caminando sola en la calle, no a punto de tomarse ese batido frente a él y hablando de una posible relación con privilegios.
Mike volvió a darle espacio sentándose frente a ella para tomar dicho batido. Y la miró radiante. Sabía que para ella confesarle algo tan importante como aquello, era un paso enorme. Y realmente no le importaba que ella fuese positiva, pero se preocupaba por ella y quería todo en ese momento. Quería conocerla más, explorarla, experimentar con ella.
—Gracias por confiar en mi.
Ella sonrió delicadamente.
—No se lo digas a Johanna... Quiero experimentar un poco más la amistad antes de confesárselo.
Mike sabía que ella debía decírselo a Johanna, que él no era nadie para contarle a otra persona un secreto que Abby le había guardado en secreto. Eso debía de ser ella cuando estuviese preparada.
Pero lo que si le dijo fue;
—Ella no se alejará de ti.
Abby no dijo nada y Mike decidió continuar.
No le importaba lo que había pasado en el pasado, lo que le acababa de contar, que ella tuviese VIH no era para que se burlasen de ella, ni mucho menos para que se alejaran de ella por eso. Mike tenía claro una cosa, y es que eso le daba igual, no le importaba, pero si se preocupaba por ella por tener ese virus que sabía que eso podía afectarle en un futuro lejano y deseó que eso no le pasara a ella.
Pero algo tenía claro, y es que, entre sus ganas de descubrir nuevas experiencias solo con ella y ahora sabiendo que Abby no tenía ninguna experiencia, quería decirle lo que llevaba deseando tiempo.
Y mientras Abby tomaba de su batido con tranquilidad, tras quitarse un enorme peso de encima, Mike la siguió mirando como si se la estuviese comiendo con los ojos.
—Quiero que hagamos esa propuesta juntos. —Soltó de golpe, haciendo que Abby lo mirase enseguida—. Yo quiero nuevas experiencias, jamás he estado con una mujer y me gustaría experimentar. Y tú buscas experimentar por primera vez, tener más seguridad, tener nuevas experiencias... —comenzó a explicar, dejando que Abby dejase su batido por unos minutos para mirar a ese universitario, sin comprender a donde quería llegar—. ¿Que me dices Abby?
Abby estuvo a punto de escupir el batido que tenía en la boca. Casi sintió el frío caerse sobre ella en cuanto Mike acabó la pregunta.
¿En serio le estaba ofreciendo sexo? Pero, ¿a cambio de qué? Acababa de confesarle que era positiva y, aún así, parecía no importarle y seguir con ese plan.
Si, vaya si lo deseaba. Vaya si deseaba besarlo, experimentar con él y saber lo que era el placer de una vez por todas. Pero no era tan fácil.
Abby no se lo creía. Y menos después de lo que había pasado hacía pocos minutos. Tras saber que ella tenía el VIH, ¿seguía ofreciéndole ese tipo de relación íntima?
Pero lejos de todo eso, tragó en seco saliva, nerviosa y jamás pensando que ese semidiós que tenía frente a ella le ofreciera tal cosa. Con demasiadas imágenes tórridas aparecieron en su mente de ellos dos en muchas, demasiadas posturas.
—Mike... —respondió casi sin voz Abby y sus mejillas se tiñeron de rojo.
Y Mike, sin ninguna vergüenza y sin estar nervioso, esperó su respuesta como si fuese lo más normal del mundo.
Aunque, a decir verdad, era la primera vez que hacía algo así. Jamás le había ofrecido sexo a alguien a cambio de enseñarle, y tener una serie de relación de "amigos con beneficios", pero sería algo más distinto.
—Voy a darte el tiempo que necesites —Intentó calmarla al verla tan sorprendida, refiriéndose que no le haría conocer todos los placeres carnales ya, al menos no de momento—. Quiero ir poco a poco contigo. Nos diremos todo lo que queremos, lo que deseamos y lo que nos preocupa. Seremos sinceros mutuamente —explicó, volviendo a su batido y dejando a Abby peor de lo que estaba—. Y olvídate de decirme que no puedes, porque puedes.
El ángel de ojos azules, el hombre más atractivo del campus le estaba pidiendo una relación íntima. Y no supo cómo tomárselo, pero en cuanto vio como Mike se llevaba esa cuchara deL batido a la boca para saborearlo, chupándolo mientras miraba hacia ella, juró que su ropa interior ya había desaparecido de la faz de la tierra. Y apretó sus piernas entre ellas para evitar que se pusiera más calurosa por culpa del hombre que tenía frente a ella.
Dejó de mirarlo sabiendo que tendría que tener una ducha bastante fría en cuanto llegase a su casa y una serie de preguntas se le amontonaron en su mente.
—¿Y si me enamoro de ti? —cuestionó con una voz muy débil, observando los ojos de ese muchacho y sintiéndose perdida por ello.
La idea de tener esa relación era muy atractiva para ella, pero no sabía si eso iba a afectarle emocionalmente y lo último que quería era salir dañada.
—¿Y si yo me enamoro de ti? —preguntó ahora él, dejando estupefacta a la dulce Abby—. No importa. Si nos enamoramos hablamos y lo intentamos como pareja. Pero creo que sería bueno experimentar primero de esta forma... Lo que tú más quieras—aseguró él, sabiendo que sería una buena idea y si ella le daba permiso, le podía hacer realidad todas sus fantasías sexuales.
Mike, nada más tener ese pensamiento, sintió que cierto amigo se movía alegremente en los pantalones, dejando de respirar de pensar en Abby sin esa falda y con las piernas bien abiertas para él.
"Joder, Mike. Estamos en un sitio público" —recordó él, intentando que la erección que se le estaba formando no tuviese lugar justo en ese momento.
Pero no ayudó al verla a ella llevarse aquella pajita en su boca y chupando con erotismo, pero sin percatarse de que Mike la estaba mirando. Y demasiadas imágenes aparecieron en su mente de ella en esa forma.
"Mike, para ya joder" —se dijo a sí mismo en su mente antes de responder a otra improvisada respuesta de la joven.
—Las amistades se estropean de esta forma.
—No tiene por qué —aclaró Mike y Abby elevó la ceja algo dudosa—. Si somos sinceros podemos sobrellevarlo.
Abby asintió y pudo observar que una pareja de enamorados entraba al local tomados de la mano. Y las ganas de poder experimentar algo como eso no fueron pocas.
Pero quiso recordarle lo que ella tenía.
—Soy...
"Joder, Abby... Pero ¿quién coño te ha dado tan poca seguridad?" —se preguntó a sí mismo, odiando verla así.
Y su sinceridad era más que crucial en ese momento para Abby. Porque Mike nunca decía mentiras, y jamás le había mentido a ella en el poco tiempo que se conocían.
—Me da igual —cuestionó. —Confío en ti y tienes todo el derecho del mundo de descubrir el placer, al igual que yo deseo experimentarte a ti.
Las mejillas de Abby se sonrojaron y, ante los atentos ojos de Mike, supo que decía la verdad.
Y es que era cierto, a Mike no le importaba eso, y él pensaba que a nadie debía importarle. Y deseó empezar ya para poder demostrarle lo que la deseaba, todo lo que deseaba enseñarle las cosas pervertidas que sabía. Y también enseñarle las cosas bonitas de la vida, sin preocuparse por lo demás.
Y la respuesta de ella fue crucial para ese cambio de vida para ambos. Porque sus vidas cambiarían desde ese mismo instante.
—Pero... no será fácil. Vivo en un sitio donde siempre estoy controlada —aseguró, y a Mike le preocupó aquello.
Recordaba lo que había visto con sus propios ojos. Pero sabía que ella ya le había confesado algo muy duro, iba a darle todo el espacio posible para que otro día pudiese decirle que es lo que ocurría en aquella casa, aunque ya él se lo imaginaba.
—No te preocupes por eso. Déjamelo todo a mí. —Le guiñó un ojo y volvió con su batido—. Lo que sí quiero es que hagas una lista con 20 deseos. Lo que tú quisieras que te hicieran o poder cumplir, ya sean íntimas o hasta el deseo más tonto que cualquiera podría hacer en una noche, pero que tú, por el motivo que sea, no lo has cumplido —dijo sin más, pero que incrementó las dudas de esa universitaria.
"¿Una lista de deseos?" —se preguntó ella sin comprender nada y sus mejillas se sonrojaron de desear poder cumplir esos deseos que tenía en su mente.
—¿Qué ganas tu cumpliendo mis deseos? —formuló y Mike terminó lo que le quedaba de batido antes de poder explicarle a ella.
—Experimentar contigo —dijo sin más, sincerándose ante ella.
Al ver esa mujer todo lo contrario a él, deseó poder conocerla más y que ese trato lo ayudasen a ambos a poder no ser tan diferentes.
A Mike descubrir que cosas podían gustarle y a Abby ser más libre.
—Tengo deseos muy idiotas... —susurró tímida y Mike sonrió por la iniciativa de ella.
—Créeme, no importa. No me reiré jamás de ti por eso —aclaró sin retirar sus ojos de los de ella y se prometió que esos ojos no los volvería a ver tristes.
Y la respuesta de ella fue la que cambió la vida tal y como la conocían ellos dos hasta ahora.
—Acepto.
***
Aquí tenéis un nuevo capítulo de la historia de Mabby.
¿Que les ha parecido?
¿La forma de enterarse Mike?
¿La propuesta?
¿Como se lo confiesa ella?
¿Se atreverá a decírselo a Johanna? ¿Y cómo reaccionará ella?
Nos leemos el jueves :3
Patri García
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