C U A R E N T A Y D O S | O C U L T O 🏈
«Cuando ella no se percatase, la tomaba de la mano, ganando las miradas de todos»
Mike Lauper.
—Te noto distante —preguntó Emma, acercándose a la parada de autobús donde se encontraba Abby esperando—. ¿Que ocurre?
Había pasado 1 semana después de lo de Johanna, de que su madre le dijera lo que ocurriría, de que se tenían que marchar. 1 semana menos para despedirse de ellos.
Ahora solo quedaban 5 semanas en total para disfrutar de todo lo que ahora conocía desde que conoció a sus amigos.
Emma, con su cabello rubio impecable, la miró sonriente tratando de que Abby pudiese mirarla a los ojos. Pero Abby era tan cerrada que era misión casi imposible.
—No es nada —murmuró ella.
Emma suspiró y se apoyó la espalda en el cristal de la parada, esperando pacientemente el autobús que siempre pasaba a esa hora por esa zona tan alejada de todo. En aquel vecindario tan pequeño, donde pocos vecinos vivían.
Abby se colocó sus gafas, cuando Emma habló;
—Lo es todo. —Ambas se miraron y luego la rubia respondió. —Mira, llevamos tiempo siendo vecinas y ambas hemos vivido y visto cosas duras... —dijo aquellas cosas que ambas sabían que eran ciertas, sobre todo para Abby, porque Emma era muy consciente de lo que Abby vivía en aquella casa—. Quizás a Johanna no se lo cuentes porque piensas que cargaría mucho peso de tus problemas cuando la realidad es que no es así. Pero ya que no se lo cuentas a ella, puedes contármelo a mi y así no lo guardas todo para ti sola.
¿Como iba a contarle todo aquello?
¿Como iba a contarle que Theo la tenía amenazada con Mike? Que podría hacerle daño si descubría que tenían algo... Y aún así, sabiendo que faltaban pocas semanas para marcharse, no quería alejarse de él. No quería... Pero tampoco sabía que hacer.
Por eso mismo dijo;
—Emma, no...
—Abby...
La miró a aquellos ojos tan llamativos de Emma, que tantas miradas acaparaban. Sabía que Emma vivía cosas difíciles, y aunque Abby quitase hierro al asunto, realmente nuestra joven protagonista era la que más sufría y peores consecuencias tenía.
Mucho peores.
Pero necesitaba decírselo a alguien, al menos por ahora. Poder sacar lo que tenía dentro, ya que no tenía a nadie más en su vida que la conociera tan bien por lo que vivía como Emma, que sabía que también vivía bajo el mismo techo que otro hombre como Theo.
—No se lo puedes contar a nadie —respondió, consiguiendo que Emma pusiera los ojos sobre ella—. Por favor... Eso significa que nada de decírselo a Mike, Johanna o Jonathan.
Emma asintió, sabiendo que ese secreto nunca se lo diría a nadie. Solo Abby tenía ese poder.
—Sabes que puedes confiar en mi —aclaró.
Abby suspiró y, omitiendo muchas cosas, sobre todo lo de Mike, le dijo lo que su madre le había dicho el día que Johanna había pisado el hospital.
—Ya tenemos todo listo para marcharnos de este pueblo.
El rostro de Emma se ensombreció. Estaba feliz por ella, por poder intentarlo, aunque temía que no acabase nada bien como la última vez que ambas lo intentaron. Pero se entristeció porque significaba que no volvería a saber de ella o, eso era lo que Emma pensaba.
Pero era por el bien de Abby y porque, si Emma estuviese en la misma situación que Abby, haría lo mismo. Sin mirar atrás. Pero era duro dejar cosas atrás como lo que tenía Abby ahora.
—Joder, Abby son... Noticias buenas...
Emma analizó la mirada de la joven y se podía ver esa tristeza que tanto conocía, que tantas veces llegó a ver tras la ventana de su casa. Como cuando la veía a ella salir triste, decaída, con heridas en su cuerpo, por no hablar de todas las veces que Emma la vio llorando tras la ventana, en el cuarto de ella.
Y eso arrancaba el alma a cualquiera.
Por eso, Emma susurró;
—Pero están ahora ellos.
Abby asintió, mirando hacia otro lado y tocándose el collar que Mike le había regalado.
—Antes no estaban, no estabais en mi vida. —Aclaró, añadiendo a Emma a todo eso—. Ahora... ¿Como me despido de ellos?
Emma trató de ayudarla diciéndole;
—Existen los móviles, las quedadas...
Abby negó.
—No es lo mismo y lo sabes.
—Abby...
—Y Mike... —Se apresuró en contestar. —No quiero alejarme, pero a la vez pienso que lo mejor que le puede pasar a él es que me aleje de él.
—No. No digas eso.
Abby silenció, tocándose más el collar, que sería el mayor tesoro que tendría nunca y suspiró mientras pensaba en todo lo que había vivido esos últimos meses en su primer año de carrera en la universidad. Y que fue la mejor experiencia de su vida.
Conocer a Johanna.
La primera vez que chocó con Mike.
La primera conversación con Jonathan.
Emma animándola...
Todo eso se esfumaría en cuestión de poco tiempo, pero si se quedaba, las consecuencias iban a ser peores si seguía en ese pueblo, bajo aquel techo con Theo.
Todo iba a ser peor.
—¿Cuando te vas? —preguntó Emma, atrayendo a Abby de nuevo a la realidad.
—Dentro de 5 semanas.
Emma se acercó más a ella para murmurarle;
—Tienes que decírselo a todos.
Pero negó rápidamente.
—Aún no puedo...
Emma tomó la mano de su amiga y vecina y le susurró;
—Pero hazlo y vive estos días lo máximo que puedas. Pero no vas a estar sola, nunca más, Abby.
Ella asintió, pero no dijo nada más. Porque tampoco sabía si lo perdería todo en poco tiempo. Si aquello iba a salir bien o, por el contrario, saldría todo mal.
🏈
Aquella noche el partido de fútbol había comenzado y ambas amigas, Abby y Johanna, hablaban.
Johanna hacía pocos días que había salido del hospital, ya que no fue un accidente grave, mientras que Abby trataba de hacer lo que Emma le había dicho aquella mañana y disfrutar esos momentos como un tesoro y guardarlos en su mente para siempre.
Después de que fuese obvio para Jonathan y Johanna que Mike y Abby habían empezado una relación, Johanna intentaba sonsacarle cosas a Abby sobre como fue, mientras que Jonathan estaba sentado al lado de Johanna sin separarse de ella.
—Por favor, te dije que Mike estaba locamente enamorado de ti —respondió Johanna feliz por sus amigos.
—¡Vamos, Mike! ¡Sabes hacerlo mejor que eso! —gritó Jonathan viendo a su mejor amigo jugando aquel partido.
Ambas lo miraron y rieron al ver que era tal cual como Mike cuando veía el fútbol.
Mike estaba teniendo uno de los mejores partidos hasta ahora. Estaba dándolo todo junto con sus compañeros de equipo. Mientras, Roman había sido expulsado por comportamiento indebido y aunque los amigos de Abby no sabían que había pasado, Mike prometió que ella era la que debía contarlo si lo necesitaba. Pero ya estaba aclarado con el entrenador y con la directora de la universidad.
En ese momento, mientras las dos jóvenes gritaban para poder animar a su equipo, Mike se alegraba por ver a su novia con su camiseta de fútbol puesta, como ya era costumbre, con el número 22 a sus espaldas.
Mike estaba siendo un jugador increíble esa noche de viernes. Y de vez en cuando, echaba una mirada a Abby quien le sonreía desde las gradas.
Estaba sumamente guapo cuando vestía aquella ropa deportiva, por no hablar de como el cabello rubio se le pegaba a la frente por el sudor y eso la hacía ruborizarse de vez en cuando.
Fue en ese mismo momento que Mike corrió con el balón por todo el campo, evitando placajes, consiguiendo dar una gran velocidad gracias a sus largas piernas, hasta que llegó al final y anotó otro tanto que le hicieron dar una gran ventaja.
Señaló hacia Abby desde allí y le dedicó aquella anotación, haciendo que alguna que otra mujer la envidiase mucho más y empezara a decir cosas como que Mike solo le gustaban los hombres o, de gustarle a las mujeres Abby no sería una de ellas. Cosas que conseguiría a que la autoestima de cualquier persona cayese enseguida en el suelo, pero a Abby le dio igual.
Sabía que quedaban tan solo 5 semanas e iba aprovecharlas como nunca. Aunque por dentro se sintiese mucho más vacía que nunca.
—Sin duda, has logrado enamorar al quarterback universitario, nena —respondió Johanna, elevando las cejas a su mejor amiga.
Y esta última sonrió como nunca.
Cuando el partido acabó, un compañero de equipo de Mike se acercó al rubio y le dijo;
—Joder, increíble carrera hoy, Lauper —contestó Josh, el número 8—. Últimamente lo estás dando todo. Felicidades. ¿Cual es tu truco?
Y Mike negó con la cabeza mientras se quitaba el casco y miraba a su novia desde su posición.
—Ni idea, tío. Pero muy buen partido —Mike se despidió de él y empezó a caminar bajo la lluvia en el campo.
Todos aplaudían al equipo por semejante actuación, por haber ganado un partido importante, pero Mike tenía la mente en otro sitio con una sonrisa en la cara y con el cabello empapado en agua por el sudor y la lluvia.
Caminó hasta llegar a los pies de la escalera de las gradas y, mientras la joven con aquellos ojos castaños lo observaba a él con esa sonrisa que tanto adoraba, Mike simplemente llamó la atención para que todos lo supieran.
—¡Abby Payne!
Su grito hizo que el público mirase a esa universitaria sin ningún disimulo y esta se sonrojase.
Las personas que estaban sentadas alrededor de Abby la miraron a ella, al ver que el universitario más guapo, atractivo y fuerte se acercaba a ella. La gran mayoría de las mujeres la miraron envidiosas al ver que semejante hombre, tras acabar el partido, subía las escaleras de las gradas y caminaba en dirección a esa joven tan solitaria de primer año universitario. Muchos no la conocían, otros de los cuchicheos y otros porque coincidían en clases con ella, la joven que apenas hablaba.
Ambos jóvenes no se quitaban la vista de encima. En esa grada y con las personas a su alrededor. Mike se hizo hueco entre el público mientras que ella solo tenía ojos para ese hombre tan atractivo y con ese uniforme deportivo que tan bien le quedaba, sobre todo si se quitaba la parte de arriba.
Mike se acercó a ella y una vez llegó hacia donde se encontraba, la tomó desprevenida por la cintura y la pegó a su pecho duro mientras esta pegaba sus manos en sus pectorales, ahora con aquellas protecciones puestas.
—Mon chéri, quiero mi beso del final de partido —susurró con sus ojos pegados a los de la joven.
Y la besó en medio de todos, sin dejar que ella reaccionara y dejando anonadados a todos los que estuviesen allí, bajo esa lluvia y demostrando a todos lo que él sentía por ella.
Los comentarios no tardaron en llegar. Aunque ya se sabía desde hacía meses de que algo sucedía entre ellos, por el baile en aquella fiesta, por el beso en la piscina. Pero ahora que estaba media universidad allí, se sabía bastante bien.
Eran algunos de los comentarios que ellos escuchaban, pero el beso les hacía inmunes a todas esas habladurías y siguieron en su mundo, besándose, sintiendo... viviendo. Abby disfrutó de ese beso al igual que Mike. No era un beso tímido, era rudo pero a la vez lleno de amor, de sentimientos, como si temiesen que el mundo se acabase mañana y que ellos solo tuvieran ese momento para sentir su amor.
Y, lejos de esas habladurías, muchos empezaron a aplaudir y otras mujeres, que no eran las que envidiaban a mal, sintieron unas terribles ganas de suspirar por esa escena tan hermosa que estaban presenciando.
Entonces, Mike se alejó apenas un poco de ella y le susurró;
—No tienes ni idea de lo que te haría sin esa ropa.
Abby no tardó en sonrojarse, porque si, se imaginaba lo que la haría.
La sonrisa de Mike era inmensa, más que la de cualquiera de las veces que lo llegase a ver. Lo veía inmensamente feliz y eso hacía mella en ella.
—Felicidades, grandullón —respondió Abby.
Y Mike volvió a estampar sus labios sobre los de ella, metiéndole la lengua para pegarla mucho más a su cuerpo y sentirla. Era mucho más baja que él y la diferencia de altura se notaba, pero eso lo único que conseguiría era que fuesen la envidia de ese lugar en ese momento.
Y Abby se olvidó por completo de lo que tenía que decirle a Mike pronto, postergando esa conversación para más adelante, aunque sabía que iba a doler. Y esperaba no romperle el corazón a Mike, aunque ella sabía que pronto se olvidaría de ella una vez Abby se fuese de ese pueblo.
O eso era lo que ella pensaba, acostumbrada a que nadie le demostrase ese afecto.
🏈
—Quiero que me acompañes a comprarme un traje para la fiesta de fin de primer año universitario —dijo Mike mientras aparcaba el coche estratégicamente para que el padre de Abby no los descubriese, en ese sitio que sería siempre su escondite.
La joven lo observó mientras se bajaba del coche y, junto a ella, él también.
Abby caminó mirándolo hasta llegar tras ese árbol que entorpecía la vista de las casas del alrededor. Era una pequeña calle escondida en medio de un bosque, como la gran mayoría de las casas en ese pueblo no tan pequeño, pero que a la vez parecía tener miles de ojos observando.
—¿Fiesta? Nadie me ha dicho nada de una fiesta...
—Es la tradición en la universidad en la que estamos —murmuró Mike.
—¿Un traje? No soy experta en moda —dijo ella mientras le agarraba la mano que Mike le había ofrecido.
Él se acercó a ella mientras pegó su mano en el árbol y se colocaba mientras la dejaba sin salida a su novia. Y ambos se sonreían disfrutando de que había dejado de llover, aunque seguramente no les importaría que volviera a caer agua sobre sus cabezas como su primer beso bajo la lluvia o como ese maravilloso y sentido beso de hacía media hora en las gradas, tras el partido.
—No tienes que serlo para que vayamos juntos, Abby... —susurró. —Y así yo te ayudo a buscarte un vestido precioso para esa noche. Uno que grite que te folle.
Abby se sonrojó como nunca y murmuró;
—¿Quieres que vaya contigo a la fiesta?
Él elevó la ceja y preguntó;
—¿Acaso lo dudabas?
Dejó unos minutos para que ella se lo pensara y, a los pocos minutos, ella asintió con una sonrisa increíble en su rostro.
—Vale.
La joven se separó del árbol y comenzó a caminar en dirección contraria para irse a su casa, pero Mike fue tras ella y la agarró de la mano para luego volverla a empujar en el árbol, siendo ahora algo visibles en ese escondite.
—¿A dónde vas? —cuestionó él.
Ella se quedó unos segundos quieta, mirándolo extrañada y callada. Pero Mike se acercó a esa joven y dijo;
—Quiero mi beso de buenas noches —murmuró y la besó, metiendo su lengua en la boca de ella y disfrutando ambos del momento tan mágico en el que en esos instantes vivían los dos.
Pero antes de que fueran a más, ella lo apartó apenas un poco y murmuró;
—¿Sabes? Ojalá pudiéramos ir a tu casa para poder quitarle esa ropa con los dientes —dijo sin pelos en la lengua, viendo Mike esa Diosa que se escondía en su interior y que amaba cuando ella lo sacaba al exterior.
Y su rostro le demostró a Abby que podía conseguir afectarlo con una simple frase.
—¿Qué? —dijo, totalmente afectado.
Y ella lo besó en la mejilla con delicadeza, no sin antes decirle;
—Hasta mañana, Mike.
Se separó de él, dejando a Mike con una erección tremendamente visible y dolorosa mientras que Abby se marchaba sonriente y enamorada hasta su casa. Sabía que él seguía detrás de ella, mirándola desde la distancia, pero no quería mirarlo para así fastidiarlo un poco y sonrió aún más cuando se metió en su casa y cerró la puerta, feliz.
Mike aún seguía mirando ese camino que había recorrido ella hasta su hogar, pero igualmente se quedó allí, con esa sonrisa de estúpido que se le dibujaba en su cara.
Abby, que todavía seguía mirando hacia la puerta, se giró para subir a su cuarto y se asustó cuando vio a su padre a escasos metros de ella con un periódico en la mano.
—Theo... —susurró, asombrada y creyendo que quizás se había ido a jugar al póquer con sus amigos, como hacía siempre la noche del viernes.
Pero no, esa noche no había salido y lo que era peor, que había vigilado a su hija desde la ventana con ese universitario.
—¿Que te había dicho sobre ese idiota? —cuestionó, con la mandíbula apretada y esa cara de mala hostia que siempre tenía encima.
—Theo, yo... —Trató de hablar, pero su padre no le dejó terminar.
Dejó el periódico sobre la mesa que había al lado, donde se colocaban las llaves y se puso frente a su hija, mirándola a los ojos cabreado.
—Ni se te ocurra decir ni una estupidez más...
La agarró por el cuello y empezó a apretarla mientras ella empezaba a quedarse sin aire.
—The-Theo...
—No. Vas. A. Volver. A. Verlo —respondió, apretando más su agarre—. ¿Me has entendido?
Ella no hizo ningún movimiento. Abby empezó a quedarse sin aire. Sabía que había metido en líos a Mike y temía por su seguridad, por su bienestar y se culpó por ver que ahora quizás Mike y esa relación que habían construido, no tenía que haber llegado más lejos.
Pero la voz de la madre de Abby se escuchó desde la cocina, dejando asombrados a ambas personas.
—¡Theo! —Volvió a repetir el nombre de su marido mientras baja de la escalera y entraba por esa sala, clavando su mirada a ese hombre que tanto daño les había hecho.
Theo la soltó, haciendo que Abby tuviese que sujetarse en la pared.
—Ni se te ocurra gritarme, Isabel —dijo él y, al ver la cara de amenazador que ponía, Isabel se ablandó enseguida antes de continuar.
—Aléjate de ella. No te lo pienso repetir... —contestó para luego mirar a la joven—. Lo siento... —susurró y miró a su hija con cariño—. Abby, ¿puedes irte a tu cuarto? Tengo que hablar con Theo.
Abby no se lo pensó dos veces. Sabía lo que significaba esa mirada de su madre y es que si o si iban a discutir los dos. Lo habían hecho pocas veces y esas pocas veces terminaba en desgracia esa discusión. No quería dejar a su madre sola, pero sabía que, si se quedaba, Theo se iba a poner más rabioso y quizás sería peor para las dos.
Por lo que asintió y dijo;
—Si...
La joven comenzó a caminar hasta las escaleras y, tras subir, se metió en su cuarto y no salió más. Desde su habitación no podía escuchar la discusión, a no ser que hablasen gritando, pero su madre nunca gritaba, solo esa noche la había escuchado chillar el nombre de Theo.
Por lo que se metió en su cama y se tapó el rostro mientras rezaba porque esa noche la tuvieran en paz, para que Theo no hiciera nada que las destruyese a ambas.
Y ahí la madre de Abby comenzó a hablar con Theo, sacando valentía por primera vez y quizás última.
—No le hables así a Abby —dijo, tomando una distancia prudente y moderando la voz para que los vecinos no los escucharan.
Y entonces Theo se acercó a ella, sin dejar nada de distancias entre ellos y murmuró en muy baja voz para que solo lo escuchara su mujer;
—Y tú no deberías hablarme así, siquiera. Te recuerdo que yo no tengo culpa que te follaras a tu compañero de trabajo hace 19 años —concluyó.
Y se marchó al salón, no sin tomar antes su periódico, dejando a Isabel seria, recordando ese pasado oculto y que jamás le había hablado a Abby mientras miraba hacia un punto de la casa.
Recordando el hombre del que se había enamorado siendo jóvenes de 22 años, cuando eran compañeros de trabajo.
***
Aquí tenéis un nuevo capítulo de Abby y Mike.
¿Que les ha parecido?
¿El personaje de Emma?
¿Abby y Mike en el partido?
¿La escena final?
Por cierto, ayer subí la sinopsis de mi próxima novela. Espero que podáis darle una oportunidad. Se titula "El misterio de Willow" y será de fantasía.
Nos leemos el lunes :3
Patri García
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