C U A R E N T A Y C I N C O | D E S P E D I D A S 🏈
«Era hora de decir adiós, aunque temía lo que sucedería después»
Abby Payne
Una joven observaba el lugar asombrada. Mientras, el universitario que la acompañaba tenía su mano sobre la espalda baja de ella, dejando que la joven entrara primero bajo la primera puerta que entrada, con esa caballerosidad que desprendía Mike.
Todos observaron lo bien vestidos que estaban ambos, con el traje tan galante de Mike, y con el vestido hermoso y explosivo de Abby. Esas personas que se encontraban en el restaurante los miraban por lo llamativos que estaban, pero ambos jóvenes ignoraban eso y simplemente quería vivir el momento juntos y disfrutar.
Se habían alejado lo suficiente del pueblo, tanto que se encontraban en la gran ciudad a más de 1 hora del pueblo. Para así asegurarse de que estaban lejos de miradas conocidas para la protección de ambos.
—¿Crees que aquí nos conocerán? —cuestionó Abby.
Mike negó.
—No. Esto es un lugar seguro.
—Esto es precioso —murmuró ella, absorta por lo precioso que era el lugar.
Mientras caminaban, Abby miraba el restaurante. Era romántico, con las paredes rojas y con detalles de madera. Las mesas estaban detalladas con mantas blancas y, cerca de esas mesas, había una pequeña pista de baile para que las parejas bailaran al ritmo de la música suave que había.
No era el restaurante más caro, pero era el idóneo para el momento y esas cosas sobraban cuando uno estaba enamorado y ambos lo estaban. Y en cuanto Abby estaba mirando el sitio, Mike, con su mano en la parte baja de su espalda, casi rozando con el meñique el trasero de la universitaria, él y con esa mirada llena de amor la cual solo miraba hacia ella, dijo;
—Si, lo es.
Abby lo observó, dejando de mirar el sitio para poder mirar al número 22, quien tenía clavada su mirada sobre el rostro angelical de ella. Y es que era cierto, ese vestido simplemente había detallado lo hermosa que era, y por cada día que pasaba, el joven le demostraba que Abby era preciosa. Y se lo demostraba no solo con palabras, sino con actos.
Él dejó que se sentara primero ella una vez llegaron a la mesa que eligieron y él, quitándose la americana y colocándola tras su silla, se sentó y siguió mirándola, con esa sonrisa de enamorado que tenía.
Faltaban semanas para acabar el primer año de carrera y para la fiesta antes del verano.
Antes de que el camarero apareciera, Mike sacó la lista de su bolsillo y lo puso sobre la mesa.
Abby dejó de mirar los ojos azules de Mike para poder observar ese papel que los llevaba acompañando desde el principio de su relación y que Mike cuidaba como si fuera lo más valioso que le había dado Abby, a parte del amor que ella le entregaba a él y Mike cuidaba como lo más importante de su vida.
—Toma. Creo que va siendo hora de tachar unos cuantos deseos —murmuró, dándole el bolígrafo que tenía guardado y la joven, sin dejar de mirar el papel, lo tomó y lo leyó lentamente.
Y con una sonrisa, miraba el trozo de papel. Pudiendo recordar todos esos deseos que ella había cumplido junto con Mike. Todos y cada uno de ellos eran únicos, y jamás los olvidarían. Incluso lo recordaría hasta cuando fuera una anciana recordando su juventud.
Levantó la vista, quien no había visto la lista desde hacía semanas, y la joven dijo;
—Voy a tachar 2 —aclaró, dejando a Mike con un brillo deslumbrante en los ojos.
Tener una relación.
Que un hombre se enamore de mi.
Esa lista no era solo para ella, sino también para Mike. Y ambos no pudieron dejar de sonreír al recordar esos momentos. Y Abby no pudo mirar los labios de Mike quien, para fastidiar a la universitaria, se relamió los labios con lentitud y la joven tuvo que apretar sus piernas entre ellas para no empezar a ponerse ardiente por su culpa.
Mike, que quería seguir fastidiándola, levantó su mano hasta el tercer botón de su camisa, cuál era el primero que estaba cerrado y, lentamente, lo desabrochó, dejando así tres botones desabrochados quien cualquier persona podía ver los músculos de sus pectorales bien definidos y duros, que Abby amaba tocar a su gusto. Y su boca comenzó a sentirse seca al ver que ese hombre tan solo quería mojarle las bragas con gestos, sin apenas tocarla.
La magia de Mike.
Pero todo acabó cuando el camarero llegó y pidieron lo que iban a cenar con esas vestimentas tan galantes y volvieron a hablar.
—Gracias por todo, Mike —murmuró y él alargó la mano para ponerla sobre la de ella, libre.
—Las gracias te las tengo que dar yo a ti y el deseo número 10, creo que lo hemos cumplido juntos —murmuró, señalando el papel y Abby sonriendo.
Contar todos mis secretos a una persona en la que confíe plenamente.
Ambos, mirándose, dejaron que el tiempo pasara y luego. Todos esos deseos los recordaría de por vida y a Abby no le importaba no cumplirlos todos, porque ya la mayoría los había hecho.
Y, fingiendo una sonrisa, Abby no pudo dejar de pensar en las cosas que pasaría después de esas semanas. Que quizás ella no podría volver a verlo y que seguramente dejaría marchar a Mike para que viviera su vida. Sabía muy bien que no iba a permitir que Mike destrozara su vida por ella, y Abby quería que él cumpliera ese sueño, por el bien de él y el bien de su futuro. Pero ella no podía irse con ese hombre. No podía y no paraba de darle vueltas cada vez que se iba a la cama sola, y cerraba los ojos.
¿Por qué los problemas siempre aparecían cuando te ibas a dormir? ¿Por qué era la vida tan complicada que ni siquiera tu mente se relajaba incluso soñando?
Y Mike la vio tan distraída, que agitó la mano que tenía sobre la de ella para llamar su atención y susurrar;
—¿Te apetece bailar?
Sabía que estaba dándole vueltas a sus problemas, lo que no sabía todavía Mike era que ella se marcharía lejos muy pronto. No era fácil decir aquello.
Con esa sonrisa y esos ojos preciosos, nadie se negaría.
Pero Abby, simplemente, observó hacia la pista vacía junto con una canción romántica y dulce que se escuchaba por todo el local.
—¿Ahora? —preguntó y este asintió con esa sonrisa, solo para ella—. No hay nadie bailando.
—Tampoco hay nadie que tenga vestidos de noche y aquí estamos —respondió él y, levantándose de su asiento, alargó la mano y continuó. —Quiero que todos vean lo hermosa que estás cuando bailas, como las veces que hemos ido a las fiestas universitarias. —Su voz era sensual, romántica y dulce.
Y esta, con una simple mirada, asintió mientras colocaba su mano sobre la de ese hombre y, con esa sonrisa que iluminaba a una sala entera, iluminó a Mike.
Él la llevó a la pista, y juntos empezaron a bailar lentamente, con Mike y sus manos pegados a la cintura de esa mujer, mientras que esta lo tomaba de sus pectorales y lo observaba. Sus miradas eran increíbles y todos en ese sitio, los miraron como si de una película romántica se tratase.
Ambos tenían problemas, problemas internos o externos, pero los dos juntos, podían solucionarlo o al menos hablarlo. Estaban para lo bueno y para lo malo y empezaban a ser más valientes, a ser más adultos en un mundo oscuro.
Y lo supieron.
Supieron en ese mismo momento, que no había nadie más perfecto que la persona que tenían frente a ellos. ¿Por qué? Todos éramos imperfectos, pero cuando encontrabas a la persona que te hiciera ver lo mejor que tenías, ya lo demás daba igual.
Abby no era perfecta y Mike lo era mucho menos, lejos de ser un universitario atractivo y con buen cuerpo, tenía problemas como todo el mundo. Solo que los escondía en lo más hondo de su interior. Y solo a una persona se los había contado y esa persona era Abby.
—Ojalá esta noche no acabase nunca... —susurró Mike en el oído de ella mientras bailaban lentamente en esa pista de baile, esa noche y en ese mismo restaurante—. Y poder tenerte así, abrazada a mí por una eternidad.
La joven, que había puesto su cabeza sobre el hombro de él, levantó su cabeza para mirarlo y así decirle;
—Nunca olvidaré todo esto —murmuró, dejando con una sonrisa a Mike.
Pero en el fondo, Abby quería decir que esa era una de las últimas noche que estarían juntos.
El muchacho sonrió, enamorado y respondió;
—Yo tampoco, mon chéri... —susurró inocentemente, sin saber lo que ella se refería realmente.
Y dejaron que la noche pasara lentamente, mientras todos los miraban y ellos vivían sumergidos en su burbuja.
🏈
Varias semanas pasaron después de aquella noche, en la que ambos disfrutaron. Pero por cada día que pasaba, significaba un día menos para Abby ya que se acercaba el día.
Era lo mejor para ambas, poder alejarse después de todo lo que había ocurrido. Pero también significaba alejarse de todos sus amigos. Quería irse, pero a la vez no se quería ir del lado de Mike, ni de Johanna, Jonathan y Emma.
Suspiró mientras sujetaba uno de los libros que estaba mirando en la librería, la cual solo miraba, ya que no tenía dinero que le sobrase para poder comprarse los libros que ella más deseaba. Lo que se encontraba allí sin saber cómo decírselo a Mike. Faltaban tan solo 3 días para poder subirse a aquel autobús y alejarse, durante horas, en un viaje a las afueras de todo ese lugar turbio.
No dejaba de pensar en como explicarle a Mike su marcha y porque no se lo había dicho antes.
—¡Abby!
El grito de un joven que conocía la atrajo al mundo real y dejó el libro en la estantería para girarse y mirar al pelirrojo.
Un Jonathan bastante feliz se acercó a ella, ya mucho mejor de su lesión, aunque todavía quedaba un proceso largo de recuperación.
—Jonas, ¿que tal la rodilla? —preguntó Abby mirándolo a los ojos.
Jonathan bajó su mirada hacia su rodilla lesionada y la que tenía una horrible cicatriz y contestó;
—Mejor, aunque todavía me quedan unos meses para volver a pisar un campo. Johanna se lo pasó genial la otra noche con ustedes, aunque creo que no se acuerda de la gran mayoría de las cosas —bromeó Jonathan, explicándole lo que había pasado el fin de semana anterior.
Habían ido a una fiesta universitaria, de esas que a veces te olvidabas de como acababa, cosa que le pasó a Johanna y que Jonathan la cuidó durante toda la noche.
Abby rio por ello, contenta de que sus amigos estuviesen más fuertes que nunca, juntos. Cuando hacía unos meses sufrían después de separarse por un tiempo. Jonathan sabía que él tenía la culpa de ello, y trató de arreglarlo durante muchas semanas a Johanna, la cual estuvo enfadada con él durante un tiempo.
Pero las cosas habían ido arreglándose entre ellos y se notaba.
—Bueno, no vuelvas a hacerle daño emocionalmente, por favor —respondió Abby, recordando cuando su amiga lloraba por la ruptura y como él se había comportado con ella por su lesión.
Jonathan asintió, suspirando.
—Lo sé... Fui un idiota...
Ahí, la joven universitaria se echó un mechón de cabello tras su oreja y sonrió al ver el libro que él tenía entre sus manos. Parecía que lo había comprado ahora mismo y estaba segura de que a Johanna le iba a gustar.
—Veo que le vas a hacer un regalo.
Jonathan elevó la ceja y miró el libro rápidamente.
—¿Por que? ¿No crees que yo no leo?
Abby lo miró, entrecerrando los ojos, divirtiendo al jugador de fútbol, al número 11.
—Primero, nunca te he visto con un libro entre manos que no sea el de la carrera que estás estudiando. Y... —Cuando leyó el título, preguntó. —¿Tu leyendo a Jane Austin?
El gesto que hizo el pelirrojo era divertido para cualquiera y respondió;
—Bueno... Vaaaale, me has pillado. Se lo quiero regalar por su cumple que es el mes que viene. 19 años no se cumplen todos los días.
Abby sabía que Johanna cumpliría muy pronto, lo cual la dejaba bastante mal de saber que no podría pasar el día de su cumpleaños con ella, ni celebrarlo todos juntos. Johanna también lo sabía, por lo que no quería hablar mucho de ese día.
—Si... Ojalá pudiese asistir —susurró.
Y entonces Jonathan soltó;
—Johanna me lo ha contado.
La joven, sorprendida, lo miró algo alarmada.
El pelirrojo, al percatarse, trató de tranquilizarla.
—No te preocupes, solo me lo ha contado a mi lo de tu... —Se refería marcha—. Quedará entre nosotros. Lo que más queremos es tu bienestar.
Lo decía realmente, se notaba la sinceridad en su rostro y parecía que, aunque no tuviesen muchas conversaciones entre Abby y Jonathan, él también la echaría de menos. Como todos.
—Ya...
Abby no sonó muy convencida.
El sol de la tarde de aquel jueves en esa librería daba de lleno al lugar, entrando en el escaparate lleno de libros, mientras que ambos universitarios se encontraban hablando ahí dentro.
Jonathan no quería verla así de triste, pero sabía que estaba pasando un momento horrible con aquel hombre. Si bien Johanna no le había contado mucho ya que le había hecho una promesa a Abby, si contó lo de su marcha a Jonathan y luego el pelirrojo conocía algunas cosas porque ya las había visto como aquella noche que salieron todos en el coche a buscarla.
—Es verdad. No sabes cuanto se preocupa Johanna por ti...
Abby suspiró.
Pero fue ahí cuando Jonathan preguntó;
—¿Se lo has dicho ya a Mike?
Ella negó.
—No sé como decírselo.
—Por favor, no le hagas daño. —Él se notaba que se preocupaba por su amigo, por eso continuó. —Díselo ya.
Ella asintió y él se acercó a ella para decirle;
—No solemos hablar mucho, pero sabes que si un día necesitas ayuda con cualquier cosa, solo estoy a una llamada de distancia. Los amigos, una vez los encuentras, nunca se pierden.
Abby sonrió por eso y lo último que quería era llorar esa tarde. Iba a llorar mucho en el viaje hacia lo desconocido ese fin de semana y sobre todo, porque odiaba las despedidas. Pero para sorpresa de Abby, Jonathan la abrazó, dándole apoyo, consiguiendo que los muros que tuviese Abby todavía algo levantados, terminasen de caer del todo.
Cuando este se marchó, volviendo a decirle que si pasaba cualquier cosa, que lo llamase, Abby se dispuso a ir a la casa de Mike.
Era hora de hablar con él.
🏈
Pax no dejaba de dar vueltas por la casa de Mike hasta encontrar su peluche favorito para empezar a mordisquearlo y tirarlo por cualquier sitio que pudiese. Mientras, Mike la acariciaba con dulzura tras sus orejas para luego decirle;
—Eres preciosa, ¿a que si?
Pax ladró feliz para luego alejarse de Mike y quedarse tras una esquina para seguir con su peluche. Cuando el timbre de la casa sonó y Mike fue a ver quien era.
Su padre se encontraba trabajando, por lo que estaría solo durante el resto de día en aquella tarde soleada de aquel pueblo alejado de toda civilización.
Al llegar a la puerta y escuchar el timbre nuevamente, dijo;
—¡Voy!
Tomó el pomo de la puerta y, al abrirla, se encontró una Abby, con su cabello largo cayendo por su cuerpo esbelto. Una falda que le haría imaginar cualquier cosa y una camiseta de tiras que le hizo desear romperlo para poder atraerla y llevarla a su cuarto. Se le había iluminado la cara al verla y no solo por todo eso, sino por más cosas.
Habían pasado unas semanas increíbles, aunque habían tomado todas las precauciones necesarias para ello. Abby no le había vuelto a decir nada más sobre el tema, aunque la notaba extraña últimamente y sabía que era por eso mismo.
Quería saber que sucedía, pero obligándola hablar no servía de nada. Tenía que darle todo el tiempo posible para ello y, algún día, ella se lo diría. Pero no se esperaba que ella viniera para decirle lo que llevaba escondiendo tiempo.
—Abby... —murmuró para mirarla a los ojos y continuar. —Creí que nos veríamos mañana en la fiesta.
Entonces, ella no aguantó más y, algo nerviosa, contestó;
—Tengo que contarte algo...
Aquello no le gustó a Mike de entrada, pero estaría ahí para escucharla, para saber que es lo que ella tenía que contarle. Temió que fuese algo más sobre Theo o, si quiera, que viniese a romper con él por culpa de esas personas del pueblo. Pero lo cierto es que no era eso.
La dejó pasar, cerrando la puerta cuando encontró y un agradable olor a Abby inundó las fosas nasales de nuestro joven atleta. Al girarse, él le preguntó;
—¿Quieres tomar algo?
Ella negó.
Empezó a tocarse el cabello con algo de nerviosismo, un gesto que siempre hacía cuando tenía que contar algo que no le agradaba. Y Mike la conocía tan bien...
Cuando miró esa casa, la que varias veces había estado, la que tantas veces estuvo cómoda, donde tuvo su primera vez y luego vinieron muchas más... Fue una tras otra y todos fueron ilusiones. No podía ser que todo eso se acabaría, pero debía dar un paso más hacia adelante por su bien, por el bien de su madre, por el bien de Mike y sus amigos.
—Llevo prolongando todo esto mucho tiempo y no sabes la de veces que he querido decírtelo, Mike...
Él no hablaba.
Tan solo miraba para la joven que tenía frente a él, el cual Mike le sacaba una cabeza y ella tenía un cuerpo demasiado pequeño frente al de Mike.
Hubo un momento de silencio entre ambos, hasta que Abby escuchó las patitas de Pax acercándose a ella, feliz de volver a verla. Pax se levantó para poder acercarse más a Abby, sacando su lengua mientras ladraba feliz y Abby la acarició, feliz de verla.
—Pax...
Ella empezó a ladrar feliz mientras se dejaba acariciar por Abby y Mike sonreía por como Pax y ella se llevaban bien.
—¿Me has echado de menos?
Pax ladró y Abby tuvo que agacharse para que Pax no le rompiese la falda y diese un espectáculo frente a Mike. Aunque probablemente a él no le importaría, la conversación que iban a tener tenía que ser seria.
Al acariciarla, Pax la lamió por completo para luego volver hacia su peluche favorito, metiéndose en el salón y perdiendo de vista a ambos universitarios.
Entonces, Abby en el suelo, miró hacia un punto fijo y luego se levantó para, sin mirarlo a los ojos, confesarle;
—Voy a marcharme de este pueblo. Lejos, muy lejos de esa casa...
Mike, sorprendido por la noticia, se quedó en silencio durante un largo rato. La miró, analizó la mirada de ella para saber que lo que el estaba diciendo era verdad y que se alejaría de toda esa violencia en su vida. Se alejaría de ese pueblo dañino y haría su vida nuevamente, en otro lugar mucho más alejado que ese.
Pero una punzada de dolor se clavó en su pecho, sabiendo que eso significaba alejarse de ella. Pero debía dejarla marchar, todo para que Abby pudiese vivir una vida más tranquila, sana y sin peligros. Lograrían mantener esa relación, costase lo que costase.
—Abby... Es la mejor noticia.
Abby lo miró tras un largo rato.
—Mike, ¿me lo dices en serio? ¿Sabes que significa?
Él asintió.
—Si, lo sé... Pero no puedes seguir ahí. Quiero que vivas por fin tu vida de manera libre, Abby...
—Yo también lo quiero...
Mike dio un paso hacia ella para ver cómo la joven se colocaba un mechón de cabello tras su oreja.
—¿Pero?
Ella, mirándolo con aquellos ojos enormes y castaños de lo que se quedó hipnotizado cuando la conoció, contestó su pregunta;
—Significa que lo nuestro se acabará...
Pero Mike negó rápidamente.
—No. Las relaciones a distancia pueden funcionar muy bien.
—Mike...
Mike la tomó del rostro para que lo mirase y no dejase que su negatividad la hundiera aún más. Ahora entendía porque estaba así todo ese tiempo. Ahora entendía su lejanía. Ahora entendía todo.
Pero ahora que lo sabía, lograrían hacer algo para que aquello que ambos tenían funcionara.
—Tendremos tiempo de pensarlo, de como hacer que esto funcione. —Y luego preguntó. —¿Cuando te marchas?
Silencio.
Lo único que escuchó fue silencio en aquella tarde, justo cuando el sol ya se había escondido y empezaba a tornarse el cielo de un color más oscuro.
No sabía cómo tomarse ese silencio de ella, pero solo esperaba escucharla y estar a su lado.
—El sábado.
Mike abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró al percatarse de lo que le acababa de decir.
2 días... 2 malditos días faltaban para ello... Y había esperado hasta ahora para eso.
Por eso dijo;
—Es... dentro... de 2 días.
Abby dejó de mirarlo para mirar el suelo.
Mike, quedándose sin aliento, preguntó;
—¿Lo saben Johanna, Jonathan y Emma?
Abby asintió, avergonzada.
—Si... —Se le quebró la voz.
Y entonces, Mike miró los ojos de Abby, buscando respuestas. Preguntándose porque había esperado tanto en decírselo. Porque no quería decirle lo que había sucedido.
—¿Y no...? ¿No me lo quisiste decir a mi hasta ahora? —preguntó con una voz totalmente baja.
Todo lo contrario a esa voz que caracterizaba a Mike. Parecía que había perdido energía por completo, que había hecho un ejercicio de 3 horas seguidas y se notaba en su rostro totalmente mal por lo que acababa de escuchar.
Y entonces Abby le confesó;
—Porque sabía que iba a derrumbarme frente a ti, Mike. —Y ahí se dio cuenta que tenía que haberlo hablado con él mucho antes—. Hice mal en esperar tanto...
—¿Desde cuando sabes eso?
La joven se mordió el labio, esperando unos segundos mientras se tapaba el rostro.
—Hace 6 semanas.
Mike se echó el cabello hacia atrás y empezó a dar vueltas por la zona hasta volver a mirarla para preguntarle;
—¿Y me lo dices ahora?
—No sabes cuanto llevo dándole vueltas a esto... Sé que hice mal en no contártelo y decírselo primero a nuestros amigos, pero no es fácil. —Empezó a hablar sin saber que decir.
Estaba entrando en un trance y no sabía cómo salir.
—Abby...
—Desde el principio supe que lo nuestro no llegaría hasta el final... Que esto se acababa pronto... Por mi vida, por todo...
—Abby...
—¿Realmente quieres que vaya con ustedes mañana a la fiesta? —Soltó, sorprendiendo al número 22 por lo que acababa de escuchar.
Mike se quedó total,entre callado, viendo como Abby le decía todo aquello y no soportaba verla de esa manera.
Le había dolido que no le dijera nada, pero a la vez al entendía y si él estuviese en la misma situación que ella, hubiese hecho lo mismo. Porque no sabría cómo decirle a ella que tendría que alejarse y marcharse a un lugar desconocido, sin poder llevársela a ella consigo.
Necesitaba unos segundos para tragarse toda esa información, y solo consiguió que Abby empezara a morderse el labio, esperando una respuesta de él. Pero no llegó. Así que empezó a caminar dirección a la puerta, cuando Mike la agarró del brazo, frenándola.
Acercándola hacia él, la besó. No un beso dulce y suave. Era uno pasional, lleno desesperación y muy tórrido. Necesitaba todo de ella, todo y si se marcharía en 2 días, aprovecharía al máximo esos 2 días.
La levantó del suelo, colocando las piernas desnudas de ella entre sus caderas y la llevó hacia la pared más cercana, escuchándose un ruido de algunos objetos cayendo al suelo. A ninguno le importó. La pasión los estaba arrollando y solo se necesitaban.
Aprovechando que tenía todo el ascenso a ella para él solo, levantó la falda que llevaba puesta y pegó su miembro duro al sexo tapado por una ropa interior de ella. Estaban totalmente desenfrenados, se necesitaban ya.
Mike se separó unos segundos de ella para decirle con la voz algo agitada;
—Por supuesto que siempre querré que vengas con nosotros... —Con sus dientes apretados mirándola a los ojos, no soportando verla sufrir, murmuró. —Ni se te ocurra decir lo contrario, Abby.
Volvió a pegar sus labios a los de ella. Abriendo su boca con desesperación para que las lenguas de ambos se uniesen en compartir ese momento tan ardiente. Abby gimió al sentir la dureza de él restregándose en el sexo de ella, pero en ningún momento notó rompieron el beso.
Necesitaba mucho más de Mike, al igual que Abby de él.
Pero esta vez fue ella la que rompió el beso para susurrarle;
—Pero... me marcharé...
—¿Y? Podemos tener una relación juntos.
Mike pegó su frente al de ella mientras sus cuerpos aún estaban ardientes.
—Theo y sus amigos...
—¡Me dan igual ellos! ¡Solo te quiero a ti, Abby! —gritó, enfadado con esa gente que quería hacerla daño. Y entonces, bajando la voz y mirándola totalmente enamorado, confesó. —Te amo.
Las palabras afectaron a Abby, que no esperaba escuchar aquellas palabras y sin más, Mike se la llevó al cuarto de él, subiendo las escaleras con Abby entre los brazos de Mike.
La ropa empezó a sobrar en cuanto pisaron el cuarto de aquel joven y cayó al suelo cualquier prenda que tenían en su cuerpo. Se quedaron totalmente desnudos hasta que Abby lo miró de aquella manera y, sin pensarlo demasiado, ante la atenta mirada de Mike, se arrodilló ante él, para sorpresa del universitario.
—Abby... —susurró él, pero la imagen que tenía frente a él de ella de rodillas, fue lo que lo dejó aún peor.
Con algo de nerviosismo, acercó su boca hacia la dureza de él y colocó sus labios sobre la punta, pasando su lengua para maldad de Mike.
Sabía que era inexperta, pero aún así él la guió en ese paso mientras que, poco a poco, Abby iba moviéndose un poco más, metiéndosela poco a poco hasta donde podía y luego empezó a moverse lentamente, tratando de aprender poco a poco.
Abby de vez en cuando lo miraba, aunque se avergonzaba porque era su primera vez y quería hacerlo bien. Mike, mientras, tomaba las manos de ella y las colocaba sobre sus caderas para sentirla más y más.
Estaba deseoso de ella y Abby deseosa de probarlo por completo. Pero Mike estaba desesperado por entrar dentro de ella. Necesitaba sentirla, necesitaba todo de Abby.
—Abby... Joder... —susurró.
Sabía que quería más de ella y vaya si lo estaba teniendo. Pero no quería correrse aún, quería más de Abby en ese momento. Por eso la levantó del suelo, agarró un envoltorio para colocarse la protección y luego la levantó del suelo para llegar a la pared, chocando la espalda de ella. Pegando los labios de Mike sobre los de ella, la saboreó por completo antes de que Abby rompiese el beso para decirle;
—No vuelvas a interrumpirme nunca, 22.
Él sonrió por lo que acababa de escuchar y susurró;
—Podrás probarme todas las veces que quieras, nena... Pero te necesito dentro de ti.
Y al decir aquello, entro de golpe dentro de ella, haciendo que Abby gimiese en voz alta por el placer y la sorpresa y Mike empezó a moverse hábilmente, entrando dentro y fuera de ella. Por cada embestida, un beso a la joven Abby, por cada movimiento, la joven gemía y por cada mirada, una palabra.
Pero Abby estaba tan absorta en los movimientos pélvicos de Mike, que era incapaz de descifrar en ese momento que es lo que ese hombre le estaba diciendo. Se agarraba con fuerza a los musculados hombros de Mike mientras que él la besaba en las mejillas de vez en cuando.
Hasta que Mike le susurró entre gemidos;
—Solo tu tienes el poder de destrozarme, Abby... Solo... Solo tú tienes el poder de poner fin a lo nuestro... Nadie más... —murmuró, pegando su frente a la frente de ella.
Abby, con sus ojos cerrados a punto de llegar al final, escuchó esas palabras de Mike y gimió más fuerte a medida que más rápido iba.
Entonces, él notando como las piernas de ella temblaban bajo sus manos mientras escuchaba el sonido de sus cuerpos chocando y la espalda de ella contra la pared, murmuró;
—Mírame.
Sabía que estaba a punto de correrse, al igual que él. Pero necesitaba más, mucho más. Necesitaba mirarla y clavar esa mirada de ella en se momento para siempre. Quería recordarla siempre. Quería más de ella y esperaba que esa noche no fuese la última de ambos.
Lo necesitaba.
Y cuando Abby lo miró, llegó al clímax, abriendo su boca ante la vulnerabilidad de llegar al final, de correrse mientras Mike grababa esa imagen en su mente para siempre. Para, tras unos segundos, correrse él también.
Con Abby totalmente débil y las piernas temblorosas por lo que acababan de hacer, él la llevó entre sus brazos hacia la cama y se abrazaron en ese lugar seguro, en el cuarto de Mike, entre los brazos del atleta.
Y Abby se sintió segura entre los brazos de ese hombre, solo que sabía que iba a ser la última vez que tendría un momento así con Mike Lauper.
***
Aquí tenéis un nuevo capítulo de Abby y Mike.
¿Que les ha parecido?
¿Abby y Mike?
Nos leemos el lunes :3
Patri García
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