Día 20
Los ojos de Viktor se abrieron grandes al reconocer a un cachorro encogido junto a la puerta, bajo una capa ligera de nieve. Miro a todos lados en busca de la madre o el padre del pequeño y se inclinó para tomarlo en brazos.
El bebé felino abrió los ojos al sentir calor contra su cuerpo y se sintió extraño al no poder reconocer los brazos que le sostenían.
—Hola, pequeño —le sonrió, con dulzura, acariciando su espalda—. ¿Mamá se fue?
Las manitas del cachorro se posaron en sus mejillas, su colita se movía curiosa y sus orbes estaban llenos de lágrimas.
—Estás muy chico como para estar aquí solo —suspiro, acariciando el hermoso rostro del niño que se removió, parecía muy incómodo—. ¿Qué pasa?
Se inclinó y tomó la maleta que ahora se cubría de nieve donde antes había dormitado el bebé. Viktor asumió que no debía tener tanto tiempo ahí por la fina capa blanca que había y porque las huellas en la nieve no desaparecían aún. Sopesó la idea de seguir las huellas y buscar a la madre del bebé pero...su deseo de llevárselo, dárselo a su esposo, cuidarlo y mantenerlo para ellos fue más grande.
Tomó la maleta y entro al edificio, entusiasmado y sintiéndose como un chiquillo a punto de hacer una maldad. Esperaba que su esposo no se enfadara con él.
Abrió la puerta de forma sigilosa, se levantó a correr muy temprano, como toda la vida y gracias a eso ahora tenía a un pequeño para complementar su felicidad, finalmente.
—Viktor.
Se quedo quieto y quiso esconder al pequeño bajo su chamarra, pero la maleta en su hombro le delataba.
—Dime, amor —respondió sin voltear a la sala, de donde su esposo le hablaba.
— ¿Que traes ahí, corazón?
—N-no se de qué hablas.
—Viktor —su voz sonó a reproche, uno muy dulce.
Suspiro abatido y volteo muy despacio, exponiendo al bultito que babeaba la chamarra del ruso, viendo todo con interés.
Yuuri osciló la mirada entre su esposo y el cachorro, poniéndose transparente casi al instante.
—Viktor, ¿a quien le robaste ese bebe?
El mencionado se sintió ofendido y frunció el ceño.
— ¡No me lo robe! —replicó de inmediato, quitándose la maleta para dejarla caer—. Estaba junto a la puerta del edificio, si no lo traía se iba a morir en el frío.
Se pasó una mano por la nuca y se acercó, para inspeccionar al cachorro. Se sorprendió al reconocer que era un felino y rozó con los dedos sus orejitas, el bebé se removió y busco más de su tacto, las pupilas del japonés se inundaron con esa hermosa imagen y no pudo evitar sonreír.
—Sonreíste, ya me salve~ —celebró pegándose a él para que siguiera acariciando al pequeño.
Soltó una risita y se cubrió la boca con la mano, no podía discutir con su adorado esposo.
— ¿Buscaste a su mamá antes de traerlo?
—Hm...no —hizo un puchero—. Pero es que si lo dejo ahí...
—Está bien, entiendo —beso la mejilla de su alfa—. Pero creo que debemos ir a poner el acta de abandono.
—Nos lo quitaran, Yuuri...
—Lo sé —le sonrió con dulzura, acariciando su mejilla—, pero de inmediato podremos pedir que nos lo den en adopción, mi maestra Minako hizo eso con Yuko, ¿recuerdas que te lo conté?
—Pero Yuuri, no querrán dárnoslo porque es un gatito...
— ¿Cómo es que ya puedes quererlo? —preguntó enternecido.
—Es imposible no hacerlo, míralo amor, es precioso...nadie va a reclamarlo, solo debemos ponerle un nombre —susurró pasándole al bebé que había comenzado a removerse incómodo.
—Mejor hagamos las cosas bien —le pidió, acariciando su cabecita—. Y luego podremos criarlo sin problemas.
Viktor suspiro y cerró los ojos, Yuuri era demasiado correcto pero tenía razón, era mejor hacer las cosas bien. Beso la frente del cachorro que se había acomodado para dormir en el pecho del azabache. Ese niño sería su hijo, y haría hasta lo imposible por lograrlo.
Se tallo los ojos al despertar, parpadeo confundido y miro a su alrededor, preguntándose dónde estaba los primeros cinco segundos de conciencia para después recordar que ahora vivía con un oso con el que debía tener crías en algún punto de ese año.
Suspiro, vaya forma de recordarlo, se removió en la cama luego de ver la hora y se cubrió hasta la cabeza con las cobijas.
Los toques en la puerta le hicieron quejarse y saco apenas los ojos de su pequeño revoltijo de mantas.
—Yuri, ¿estás despierto? —preguntó la voz de Otabek, sin intenciones aparentes de abrir la puerta—. Tus padres están aquí.
— ¿Que? —se enderezó, a ver a la puerta como si su compañero de casa pudiera ver su sorpresa y molestia.
—Están aquí desde hace un rato,tu padre hace el desayuno, de hecho.
Se quejó y quiso hacer berrinche pataleando en la cama. Soltó un suspiro rendido y cerró los ojos.
—Esta bien, ahora voy.
Escucho al otro alejarse despacio, en el andar que ya conocía ahora sin muletas, se suponía que debía usar bastón pero Otabek dijo que ya estaba bien y comenzó a caminar normalmente, a un ritmo un poco más lento pero sin ayuda.
Bostezo y se puso de pie con pereza, se estiró lo más que pudo y salió directo al baño. Se lavo los dientes y la cara, volviendo a trenzarse el cabello para que no vieran lo enmarañado que estaba al despertar.
Cuando se aseguró que olía bien y se veía bien camino a la sala, en la barra -que separaba la cocina de la sala- su madre ponía unos platos y vasos, sonrió dejando de lado eso y corrió a su lado para abrazarle.
—Yuri, ¿acabas de despertar? —le dijo con su sonrisa maternal plantada en el rostro, mientras le limpiaba la comisura de los labios.
—Si —respondió bajo, tratando de no sonrojarse.
—Ya sabes que siempre duerme mucho, amor —Viktor sirvió el desayuno en los platos y repartió el café, parecía bastante contento.
—Ven a desayunar —beso su frente, con dulzura.
Se dejó guiar por su madre a la barra y de nuevo trato de no sonrojarse al ver las figuras de los panqueques en su plato, pensando que le seguían haciendo las mismas comidas de cuando era niño. Vio de reojo a Otabek que parecía inspeccionar las formas que tenía su desayuno y una sonrisa divertida por la malteada de fresa que habían dejado frente a Yuri.
—Yuri no bebe cosas calientes —aclaró Yuuri como si fuese necesario.
—Mamá —se quejó en voz baja.
—Bueno, vivirán juntos mucho tiempo, seguramente no le has dicho que eres alérgico a las nueces y que no bebes cosas calientes porque tú lengua es sensible.
Cerró los ojos queriendo volver a su cuarto a esconderse debajo de las cobijas.
—Además, cuando era niño se tomaba su tiempo para comer porque decía que la comida no tenía nada de divertido —contó Viktor quien parecía complacido con el sumirse en recuerdos gratos—. Comenzamos a darle figura a su comida para que se sintiera como depredador.
Su madre rió al recordarlo y él cerró los ojos sintiendo el calor invadir su rostro.
Otabek contuvo las ganas de reír para no hacer sentir mal a su compañero, bebió un poco de su café y carraspeo.
— ¿Tú eres alérgico a algo?
—No, que yo sepa.
—Eso es genial, Yuri es muy buen cocinero.
—Tal vez podría enseñarme —murmuró viendo al rubio que aún parecía querer correr—. Solo se hacer lo básico.
Yuuri y Viktor intercambiaron una mirada con una sonrisa cómplice.
—Otabek, cuéntanos de tu familia —dijo su madre, demostrándole la verdadera intensión de la visita a su hijo.
—Solo tengo a mi hermano y mi cuñada.
— ¿Y tus padres?
—En algún lugar de Kazajistán, supongo.
— ¿Supones?
—En Kazajistán es...costumbre...que muchos osos dejen a sus crías a los cinco años.
Los dos abrieron los ojos de sorpresa y Yuuri quiso abrazar a Otabek al imaginarse a un pequeño osezno solo y confundido.
—El gobierno suele cuidar de los niños hasta que quieren irse o alguna pareja extranjera llega a adoptar.
— ¿Y como llegaron ustedes a Canadá?
—Mi hermano salió primero de la casa hogar, luego de un año fue por mi y me trajo para vivir con él.
—Tú hermano debe quererte mucho —sonrió Viktor, viendo la expresión tranquila del menor al contar lo que había pasado.
—Supongo que si, mi hermano y su esposa se conocieron muy jóvenes, se casaron a los dos meses adoptándome casi en seguida —contó dejando la taza en su plato, divertido con sus recuerdos—. Yo recién cumplí los diez años en ese entonces y no sabia que JJ era mi hermano, no tengo idea de cómo se entero que teníamos los mismos padres pero agradezco en serio que quisiera hacerse cargo de mi.
—Me alegro que tengas tan buen hermano —Yuuri posó una mano sobre la de Otabek, con una sonrisa maternal surcando su rostro y los ojos llenos de ternura, ahora no podía dejar de ver al pequeño osezno.
El oso sonrió levemente con un tenue sonrojó en las mejillas, Yuri sintió los celos burbujear en su estómago cuando de repente se sintió ignorado por sus padres y su...candidato a padre de sus cachorros.
—No molesten más a Otabek —dijo en voz baja pero audible, como un reproche disimulado.
—Está bien, no me molestan —se apresuró a aclarar.
— ¿Ves, Yurio? No lo molestamos.
— ¿Yurio? —pregunto curioso, me agradaban bastante los padres del rubio.
—Lo apode así cuando llegó a casa —se rió Viktor, luego de beber de su taza—, para no confundir a mi esposo y a mi hijo cuando les llamara.
—Es fastidioso —se quejó Yuri bajando la mirada, avergonzado.
—Es adorable —murmuró Beka, viendo al rubio.
Viktor y Yuuri volvieron a intercambiar una mirada, parecían más contentos con lo que veían y sus pensamientos estaban tranquilos, podían asegurar que Otabek no era mal chico.
Yas! Decidí subir hoy el cap para compensar todos sus corazones rotos xD no me maten por el cap de Good behavior
El de mañana sera un pequeño extra sobre otra parejita que seguro les gusta uwu (hagan sus apuestas!(?))
Espero que la historia de cómo llegó Yuri a la vida del viktuuri les guste y también la pequeña historia de Otabek, decidí guiarme por la naturaleza de las especies y es por eso que las madres dejan a sus crías tan pequeños, luego contare porque dejaron que sus instintos ganaran y no su parte humana uwu
Gracias por leer, votar y comentar, les mando lof *smooches*
Rave, la cansada
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